martes, 18 de agosto de 2020

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La confesionalidad de una Iglesia CBL 1689

“Retengamos nuestra profesión” (Hebreos 4:14)
Hoy se escucha muchos comentarios de que una confesión de fe de una Iglesia es una cuestión relativamente sin importancia, y que su confesión personal no debe de ninguna manera ser afectada por ella.

Los que expresan tales observaciones suelen hablar de esta manera: ¿Usted pertenece a Jesús y la vida de Dios habita en su corazón? ¿Por qué entonces, preocuparse por la Confesión de fe de una iglesia?

Preguntamos a aquellos que comentan de esa manera, es que acaso ¿La Confesión común de la Iglesia no afecta a la confesión personal?

Sentimientos así fueron expresados por los montanistas poco después que los apóstoles del Señor habían muerto. Algunas personas modestas y emocionalmente piadosas también se han pronunciado en ese sentido en todas las épocas. Durante la Reforma, los anabaptistas decían esas cosas. ¡Que el estudio de un Confesión de fe es bastante irrelevante! ¡Hoy esto representa una burla de las cosas santas!

Sin duda que lo hace. Lea lo que Pablo escribió a la iglesia de Corinto: 
“Os ruego, pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis toda una misma cosa” (1 Corintios 1:10)
Este “hablar de la misma cosa” sin duda se refiere a una confesión común, pues Pablo añade: “Y para que no haya entre vosotros divisiones, sino que estéis [como iglesia] perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer.” 
Note que Pablo instó a que no se unieran en el mismo sentimiento, o en la misma experiencia emocional, pero si en una misma mente y juicio. Es la declaración idéntica que se dirigió a la iglesia en Filipos, cuando escribió: 
Pero en aquello a que hemos llegado, sigamos una misma regla, sintamos una misma cosa” (Fil. 3:16). 
El Apóstol Juan expresa la misma idea, sin duda lo relaciona con una confesión. 
Todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios; y todo espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no es de Dios: y éste es el espíritu del anticristo, el cual vosotros habéis oído que ha de venir, y que ahora ya está en el mundo” 
Pablo escribió,   
Con la boca se confiesa para salvación.” Romanos 10:10,

Usted ve, por tanto, que los Apóstoles que escribieron bajo la inspiración del Espíritu Santo, y cuya palabra y su significado todas las personas deben estar a su servicio, afirman exactamente lo contrario de aquellas personas que hoy comentan sin ciencia y basados en sentimentalismo y al final afirmando que la confesión común de una iglesia es un asunto relativamente de poca importancia. Este testimonio de los apóstoles debe fomentar más estudio en usted como parte de su preparación para poder manifestar siempre su confesión de fe y así ser todos de un mismo sentir, y deben hablar de una misma cosa. Esto significa que la misma doctrina debe ser confesada por todos.

Por esa razón es necesario una confesión de fe. Una Iglesia que no enseña a sus jóvenes nunca puede aspirar a mantener una confesión pura, sino que renuncia a ella, corta todo contacto con el pasado, se divorcia de los padres, y forma un nuevo grupo.

Si usted desea hacer conocer su confesión de fe. Entonces debe aprenderlo. Usted no tiene que aprender la interpretación de tal o cual predicador o maestro, pues las opiniones de éstos varían ampliamente, y siempre lo han hecho. En su lugar, usted debe aprender lo que la Iglesia ha confesado a través de los siglos y como entendieron la verdad revelada por Dios en sus Sagradas Escrituras. Esa confesión debe ser enseñada en las Iglesias, a todos los que son formados en ella, a todos los que deseen convertirse en miembros responsables de la misma, ya sean jóvenes o mayores, con experiencia o sin experiencia.

La presente generación debe reafirmar la confesión de fe que la generación anterior recibió de sus padres. Nada podría ser más erróneamente concebido que suponer que cada nueva generación debe hacer una confesión nueva, es decir una diferente. Los niños deben reafirmar la confesión de sus padres. La verdadera educación es sólo eso: una reinterpretación y una reafirmación. Consecuentemente esta educación verdadera, debe conseguirse en la Iglesia de Jesús. Debe ser el objetivo sagrado de la iglesia hacer que la voz espontanea del corazón sea idéntica a la reafirmación de los labios.

Hoy la Iglesia evangélica sufre la crisis por la falta de una confesión de fe reformada e histórica.

En el Salmo 78, Asaf estableció la regla de oro en este asunto: 
Escucha, pueblo mío, mi ley: Hablaré cosas escondidas desde tiempos antiguos: las cuales hemos oído y entendido: Que nuestro padres nos las contaron.” 
Asaf nos dice concerniente a estas verdades que nosotros no podemos “encubrirlas de nuestros hijos, ni de las generaciones venideras. Dios el Señor ha encomendado mantener el tesoro de su verdad a la Iglesia, y ordenó que se conservara a través de las generaciones y hasta la consumación del mundo. Asaf cantó: 
Él estableció testimonio en Jacob, y puso ley en Israel, la cual mandó a nuestros padres, que las notificasen a sus hijos, para que sepan las generaciones venideras y los hijos que nacerán y los que se levantarán lo cuenten a sus hijos, a fin de que pongan en Dios su confianza, y no se olviden de las obras de Dios, sino que guarden sus mandamientos”.
Por tanto, no hay lugar a dudas sobre la obligación del estudio y de la enseñanza. Usted está obligado a hacerlo. La verdad revelada de Dios debe ser transmitida de una generación a otra. La confesión de fe de una iglesia no puede ser dejada y borrada por el polvo de los siglos, sino que debe ser constantemente reafirmada. Es inútil memorizarla solamente, es cierto, pero no puede la cadena de eslabones que unen a la Iglesia de Dios romperse y desmoronarse.

Para mantener una confesión de fe, una generación debe simplemente ser una imitación de la de la generación anterior.

Por lo tanto, sabemos que hay algunas iglesias virtualmente deformadas o contaminadas, y algunas reformadas y fieles, otras teniendo confesiones contaminadas y purificándose respectivamente.

Es una bendición sostener una confesión de fe puramente, para el bien de la Iglesia como es la CBL de 1689.


Soli Deo Gloria



lunes, 17 de agosto de 2020

No desperdicie su aislamiento

¡Cómo yace solitaria la ciudad de tanta gente! Se ha vuelto como una viuda la grande entre las naciones; la princesa entre las provincias se ha convertido en tributaria (Lam. 1:1 LBA)

Al iniciar una serie breve en el libro de Lamentaciones del profeta Jeremías en IBRGS y mi experiencia con este virus, deseo traer esta breve meditación y recopilando en la experiencia del reformador Martín Lutero sobre la peste bubónica, también conocida como peste negra.

El lamento no es una respuesta inapropiada para las personas que viven en un mundo quebrantado. Aquí el profeta identifica correctamente al pecado como la fuente de todo el dolor que vemos en nuestro mundo y hoy esta pandemia está dejando familias solitarias y naciones grandes paralizadas.

A todos se nos ha recordado de vez en cuando que el futuro es incierto; ¡pero las últimas semanas han demostrado ese concepto de maneras que ninguno de nosotros podría haber imaginado! Hace meses atrás el término "Coronavirus" y "COVID-19" ni siquiera formaban parte de nuestro vocabulario. Ahora parecen dominar casi todas las conversaciones. En estos días, muchos de nosotros estamos preocupados, comprensiblemente, porque las tasas de infección y el número de muertes continúan aumentando.


Como creyentes, encontramos consuelo en esos momentos en la santa palabra de Dios, la Biblia. El profeta Jeremías vivió en una época de gran angustia. Había sido testigo de la caída de Jerusalén y había visto los devastadores resultados de la deportación de sus compatriotas a Babilonia. El libro de Lamentaciones es un registro de su dolor al contemplar el desastre que había caído sobre su pueblo. Sus palabras son instructivas para nosotros hoy frente a esta pandemia mundial. Les recomiendo que lean el libro completo (solo 5 capítulos); pero permítanme extraer algunos "fragmentos" que nos dan una idea de lo que estaba pasando por su mente.


Mire las palabras iniciales del libro:

¡Cómo yace solitaria la ciudad de tanta gente! Se ha vuelto como una viuda la grande entre las naciones; la princesa entre las provincias se ha convertido en tributaria (Lam. 1:1 LBA)

En los atlas bíblicos podemos ver fotos de las aceras vacías de su ciudad. Para Jeremías y para nosotros, tales eventos son claros recordatorios de la inutilidad de depositar nuestra confianza en el comercio, el éxito y la prosperidad del mundo en el que vivimos. Hoy diríamos citando a Jeremías ¡Cómo yace solitaria la ciudad de tanta gente!

En el capítulo 2, versículo 14 leemos:

“Tus profetas te han visto visiones falsas y engañosas; no han expuesto tu iniquidad para restaurar tu fortuna, sino que han visto oráculos falsos y engañosos”.

Los falsos profetas no son nada nuevo en nuestros días. Existieron en el tiempo de Jeremías y continuarán con sus malas prácticas hasta el fin de los tiempos. Nuestro deber en tiempos como este es protegernos a nosotros mismos y a nuestros hermanos en la fe de aquellos que trafican con "oráculos falsos y engañosos". Muchas publicaciones en las redes sociales se enfocan en un "dios" que quiere protegernos a todos de la devastación de las enfermedades y la calamidad financiera. Tales ideas generalmente tienen sus raíces en lo que comúnmente se conoce como el "evangelio de la prosperidad". La falacia de tal enseñanza debería ser evidente para todos durante esta crisis actual. Si su mensaje fuera cierto, esperaríamos que los llamados “sanadores por la fe” convergieran en los hospitales y sanaran a los afligidos. Pero cuando ocurre una pandemia real, no se encuentran por ninguna parte. Están acurrucados en aislamiento como el resto de nosotros.

Otras enseñanzas falsas no son tan obvias. Algunas personas parecen especializarse en explicar el propósito de Dios en todo esto y quieren impresionarnos con sus ideas. Tenga cuidado con esos maestros falsos.
Jeremías señala nuestros pensamientos en la dirección correcta con estas palabras en el capítulo 3.

“Esto traigo a mi corazón, por esto tengo esperanza: Que las misericordias del SEÑOR jamás terminan, pues nunca fallan sus bondades; son nuevas cada mañana; ¡grande es tu fidelidad! ". (3: 21-23)“Porque no rechaza para siempre el Señor, antes bien, si aflige, también se compadecerá según su gran misericordia.” (3: 31-32)

Cuando se enfrentó a la calamidad, Jeremías recordó el amor incesante y la fidelidad al pacto de su Dios. Deberíamos hacer lo mismo.

Ah, por cierto… Empecé mencionando la incertidumbre del futuro. Esa fue una declaración engañosa. El futuro es absolutamente seguro. No desde nuestra perspectiva, sino desde la de Dios. A nosotros no nos parece así, pero desde la perspectiva divina, el futuro es tan seguro como si ya hubiera sucedido. Escuche las palabras de otro profeta del Antiguo Testamento, Isaías:

“Acordaos de las cosas anteriores ya pasadas, porque yo soy Dios, y no hay otro; yo soy Dios, y no hay ninguno como yo, que declaro el fin desde el principio y desde la antigüedad lo que no ha sido hecho. Yo digo: "Mi propósito será establecido, y todo lo que quiero realizaré." Yo llamo del oriente un ave de rapiña, y de tierra lejana al hombre de mi propósito. En verdad he hablado, ciertamente haré que suceda; lo he planeado, así lo haré.'” (Isaías 46: 9-11).

El verdadero consuelo del cristiano en tiempos de crisis no proviene del falso sentido de un dios que solo quiere comodidad y tranquilidad para su pueblo, o de tratar de obtener información privilegiada sobre todos sus planes y propósitos. Más bien, se basa en una tranquila confianza en que el Dios del universo está obrando todas las cosas según el consejo de su propia voluntad. Nuestro trabajo es simplemente darle la gloria debida a su nombre en cada situación en la que nos encontremos, incluso en medio de una pandemia.

Lutero y la peste bubónica

Espero que esta pequeña perspectiva histórica conecte su situación con los santos del pasado a medida que tenga una pequeña idea de cómo lidiaron con una situación aún peor de lo que hoy vivimos con el Covid 19.

Martín Lutero tiene una carta escrita en el año 1527 que conocemos por el título "Si uno puede huir de una plaga mortal". Fue escrito por Lutero en respuesta a una pregunta de un grupo de clérigos en Breslau sobre si un cristiano podía o no huir de sus hogares y / o trabajos a la luz de los peligros planteados por la plaga. Estos pastores le pidieron a Johann Hess (1490-1547) que pidiera la sabiduría de Lutero en su nombre.

La peste bubónica, también conocida como peste negra, fue transmitida por pulgas y se extendió a través de los comercios marítimos franceses e italianos. Devastó Europa a partir de mediados del siglo XIV y continuó en ciclos de varias duraciones hasta el siglo XVII. La primera epidemia (1357-1551) se cobró la vida de un tercio de la población europea.

Podría atacar el cuerpo a través de varios medios (ganglios linfáticos, torrente sanguíneo, pulmones) y conlleva altas tasas de mortalidad. Si los pulmones estaban infectados, la tasa de mortalidad era cercana al 100% y era muy contagiosa.

Lutero comenzó su respuesta a Hess y a los pastores a fines de julio de 1527, pero fue interrumpido al menos dos veces mientras escribía porque el papel que usaba y su letra cambiaron en dos puntos de la carta. La terminó en octubre o noviembre de 1527. Mientras Lutero escribía, la plaga llegó a su ciudad de Wittenberg el 2 de agosto.

Lutero practicó lo que predicó mientras su familia admitía a varias personas con la plaga en su casa. Su hijo, Hans, contrajo la plaga, pero sobrevivió, y su esposa estaba embarazada de Elizabeth durante este tiempo, quien nació el 10 de diciembre, pero murió 8 meses después, probablemente por complicaciones de que su madre estuvo expuesta a la plaga durante su embarazo. El mismo Lutero también sufrió varias pruebas espirituales y físicas durante este tiempo.

Citaré dos pasajes bien conocidos de la carta, pero también lo vincularé a la carta en sí para que pueda verla. Lutero analiza otras cosas en la carta, como las responsabilidades de los pastores, cómo amar al prójimo en tales circunstancias, cómo luchar contra el diablo cuando es tentado, proporcionar hospitales, prepararse para la muerte, cementerios, y responde a los que actuaron "demasiado precipitados e imprudentes, tentando a Dios y despreciando todo lo que pueda contrarrestar la muerte y la plaga "entre otras cosas", no evitan los lugares y las personas infectadas por la plaga, sino que se burlan de ella con despreocupación y desean demostrar su independencia. " ¿Relevante para hoy? ¡Creo que sí!

La conclusión de Lutero sobre quién debe quedarse y quién puede huir.

Debemos orar contra toda forma de maldad y protegernos de ella lo mejor que podamos para no actuar en contra de Dios, como era el caso. Si es la voluntad de Dios que el mal venga sobre nosotros y nos destruya, ninguna de nuestras precauciones nos ayudará.

Debemos tomar esto en serio: en primer lugar, si nos sentimos obligados a permanecer donde la muerte ruge para servir a nuestro prójimo, encomendamos a Dios y digamos: “Señor, estoy en tus manos; me has mantenido aquí; hágase tu voluntad. Soy tu humilde criatura. Puedes matarme o preservarme en esta pestilencia en el mismo camino como si estuviera en fuego, agua, sequía o cualquier otro peligro.” Sin embargo, si somos libres y podemos escapar, felicitémonos y digamos: "Señor Dios, soy débil y temeroso. Por lo tanto, estoy huyendo del mal y estoy haciendo lo que puedo para protegerme de él, en tus manos en este peligro como en cualquier otro que pueda alcanzarme. Tu voluntad está hecha, mi huida por sí sola no tendrá éxito porque la calamidad y el daño están en todas partes. Además, el diablo nunca duerme. Es un asesino desde el principio (Juan 8:44) y trata en todas partes de instigar el asesinato y la desgracia".

En respuesta a los que "tientan a Dios".

"No, querido amigo, eso no es bueno. Usa medicinas; toma porciones que te puedan ayudar; fumiga la casa, el patio y la calle; evita a las personas y los lugares donde tu vecino no necesita tu presencia o se ha recuperado, y actúa como alguien que quiere ayudar a apagar la ciudad en llamas. ¿Qué más es la epidemia sino un fuego que en lugar de consumir leña y paja devora la vida y el cuerpo? Debes pensar así: Muy bien, por decreto de Dios el enemigo nos ha enviado veneno y basura mortal. Por lo tanto, pediré a Dios misericordiosamente que nos proteja. Luego fumigaré, ayudaré a purificar el aire, administraré medicinas y tomaré. Evitaré lugares y personas donde mi presencia no sea necesaria para no contaminarme y, por lo tanto, tal vez infectar y contaminar a otros, y así causar su muerte como resultado de mi negligencia. Si Dios quisiera llevarme, seguramente me encontrará, y he hecho lo que él esperaba de mí, por lo que no soy responsable de mi propia muerte o la muerte de otros. Si mi vecino me necesita, sin embargo, no evitaré lugar o persona, sino que iré libremente, como se indicó anteriormente. Mira, esta es una fe tan temerosa de Dios porque no es ni descarada ni temeraria y no tienta a Dios".

Terminando con las palabras del profeta Jeremías, podemos observar que el pueblo soportó los extremos del hambre y la angustia. En esta triste condición Jerusalén reconoció su pecado y rogó al Señor que mirara su caso. Este es el único camino para aliviarnos bajo la carga de esta pandemia; porque es la justa ira de SEÑOR por las transgresiones del hombre, que ha llenado la tierra de tristeza, lamentos, enfermedad y muerte.

Hermano, amigo… que todas nuestras penas nos guíen a la cruz de Cristo en este tiempo de la pandemia.
Soli Deo Gloria