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lunes, 16 de abril de 2018

Una vida de Obediencia Consciente y Fiel

Introducción

Mi porción es Jehová;  He dicho que guardaré tus palabras. Tu presencia supliqué de todo corazón; Ten misericordia de mí según tu palabra.  Consideré mis caminos, y volví mis pies a tus testimonios.  Me apresuré,  y no me retardé en guardar tus mandamientos. (Salmo  119:57-60)

¿Cuál es el  corazón  de  la  verdadera  rectitud?   ¿Cuál  es la esencia  de ser un  verdadero discípulo de Jesús?   La respuesta bíblica es clara  y  simple: La vida cristiana  es una vida de obediencia fiel  de principio y de conciencia  a la  voluntad de Dios revelada en la Biblia. El pasaje citado  anteriormente declara, comprensiva y concisamente, los elementos esenciales de esta vida.

Antes de que examinemos este texto para ver cómo nos expone  la  visión bíblica  de  la  vida cristiana, quisiera yo recalcar el papel  central de  la obediencia  en la  religión  enseñada  por  la Biblia. En el principio de nuestro estudio, pido al lector que asienta conmigo que la única doctrina  y experiencia religiosa dignas de nuestra consideración   son aquellas que  son  respaldadas por la Biblia. Las opiniones y experiencias del hombre no valen como guías hacia la verdad de la religión, si éstas no concuerdan con el testimonio de las Sagradas Escrituras. La Biblia es la única autoridad capaz de determinar qué es lo  verdadero  y  normativo para el pueblo de Dios. Una y otra vez la Biblia enfatiza el papel central  que la obediencia  toma en la  verdadera  religión.

Cuando Dios creó a Adán y a Eva.  y los colocó en el  huerto del Edén, les revelo plenamente que todas las bendiciones que les manifestó,  permanecerían  en la  medida en que ellos obedecieran su Palabra.  Dios les  dio un claro  y  sencillo  mandato:  "De  todo  árbol  del huerto podrás  comer;  mas del árbol de la ciencia de bien y del mal  no comerás;  porque  el día  que de él comieras, ciertamente morirás." (Génesis  2:16-17)  Toda  la  vida de bendición  en el bueno del  Edén,  una  vida de comunión con  Dios  sin barreras, una  vida  de  verdadero  amor entre Dios  y el  hombre, todo  llegaría  a un  trágico  final  en el  momento   en  que ellos  se desviaran del  camino  de  obediencia. Trágicamente  nuestro  pri- meros progenitores (Adán  y Eva) desobedecieron  a Dios. Y cuando Adán se desvió  del camino  de obediencia, como  nuestro  representante  primigenio, arrastró a toda su descendencia con él. Aparte de la  gracia  de Dios, todo miembro de la  raza humana  sería  hijo natural  de desobediencia y de ira.  (Efesios 2:2-3) La nuestra  es una raza comprometida al camino  de desobediencia y rebeldía, en contra  de la  voluntad  revelada  de Dios.

La Biblia  afirma  que cuando  nuestro  Señor Jesucristo  vino a redimir a su pueblo electo,  El los redimió  poniéndolos en el camino de obediencia a su Padre.  De la  misma  forma  que  el  primer Adán  se hubo  arruinado a sí mismo  y a todos  sus descendientes con él por su acto de desobediencia, el Segundo  Adán (Jesucristo) aseguró la  salvación   por su pueblo  elegido,  en el cumplimiento de obediencia fiel a la voluntad  de Dios.  "Porque así como por la desobediencia de un hombre (Adán) los muchos fueron  constitui­dos pecadores,  así por la obediencia  de uno (Jesucristo) los mu­chos serán constituidos justos." (Romanos 5: 19)  Nótese  también el  lenguaje de  Filipenses 2:6-8, el  cual  nos enseña  que  nuestro Señor Jesús   "siendo en forma  de Dios...  se humillo  a sí mismo, haciéndose obediente hasta Ia muerte, y muerte de cruz.."

La Biblia  enseña  claramente que por el  acto  de obediencia decidida  a la  voluntad  de su Padre,  el Señor Jesucristo  derramó su sangre  en  la cruz  para asegurar la salvación  de  una  multitud innumerable.  La  obediencia radica  en  el  corazón  mismo  de  la redención realizada  por la obra y la  muerte  de Cristo.  Sin embargo, la  Biblia no se detiene  aquí. También,  las  Escrituras declaran que la salvación que Jesús  obtuvo  en el cumplimiento de su obediencia,  El la confiere a su pueblo  de tal forma  que  hace a todos los  que la  reciben,  sujetos  obedientes  al Dios  vivo.  Así que en  1 de Pedro  1   :2,  la  Biblia  habla  del  pueblo  de Dios  como  aquellos que  son elegidos por Dios  "para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo."  La sangre de  Cristo nunca  es  rociada sobre una persona, sin que ésta sea llevada a la senda de obediencia a Dios.  Por eso,  el  escritor de Hebreos   puede  decir así:  "Y aunque  era el Hijo  (de Dios,) por  lo que padecio aprendió  la obediencia;  y habiendo  sido perfeccionado,  vino a ser autor de eterna salvación  para  todos los que le obedecen."  (Heb. 5:8-9) Cuando   la salvación  obtenida por  Cristo  es  aplicada con  poder divino,  produce en todos  los  salvos  un cumplimiento de obediencia fiel a la  voluntad  de Dios,  que  refleja  el mismo  compromiso en que  andaba  nuestro  Salvador  para asegurar dicha  salvación.

Además,  la Palabra de Dios describe a la gente de Dios como aquellos que 'guardan  los  mandamientos de Dios y la fe de Jesús' (Apocalipsis  14:12).    Los  cristianos  no  son  gente  farisaica  que piensa  que  su imperfecta  obediencia es  la  base  de su salvación. No, ellos  se adhieren  a 'la fe de Jesús' de la cual los  fundamentos son la confesión de la pecaminosidad e incapacidad  para salvarse de la  ira  de Dios sobre  los  pecadores. Y aquellos  que  reconocen su condición pecadora y se entregan  a la  misericordia de Dios (es decir,  guardan  la  fe de Jesús)  también  guardarán  los  mandamientos de Dios. Ellos viven vidas de obediencia resuelta  a la voluntad de Dios revelada  en su Palabra.  Aunque  alguien  profesa sostener la fe de Jesús  y ser objeto  de la salvación  de Cristo,  si la obediencia no es el hábito  fundamental  de su vida, Dios  le dice  mentiroso:  En  esto sabemos  que nosotros  le conocemos,  si guardamos sus mandamientos. El que dice: “Yo le conozco" y no guarda sus mandamientos,  el tal es mentiroso,  y la verdad no está en él.  (1 Juan  2:3-4)

Espero  que estas citas  de la  Palabra  de Dios  sean suficientes para convencernos que la  obediencia no es un lema  secundario, no como  algo que toca por casualidad o indirectamente al corazón de la verdadera religión; la obediencia a la voluntad de Dios es el corazón mismo de la verdadera religión bíblica.

Habiendo establecido que el concepto de obediencia es central  para la  salvación,  definamos  ahora el término  'obediencia'. Por obediencia quiero decir una consciente y entregada conformidad con  los preceptos de Dios revelados  en la Biblia,  haciendo referencia principal a la autoridad de Dios que respalda estos preceptos. Tal  vez  un  ejemplo  práctico  nos  ayude  a entender  esta definición de obediencia: ¿Cómo es un hijo obediente?  ¿Es aquel que cuando dice su papá, 'Hijo, deja de jugar y entra en la casa,' entra en  la casa  pero de mala gana,  arrastrando  los pies en un espíritu  patente  de rebeldía?   ¿Lo consideraríamos obediente? ¿Pudiéramos  imaginamos  al  padre diciendo,  'Gracias,  hijo. Ese fue un bello gesto de obediencia de corazón hacia tu papá.'?  Claro que  no.   Los  pies  tal  vez entraron  en  la casa,  pero  no  hay sentido de que el niño crea que es necesario obedecer a su padre por la autoridad y derecho que él tiene. Por lo máximo, esta clase de obediencia resentida y renuente a la autoridad paterna se preocupa simplemente de escapar a la vara correctiva. No es la obediencia bíblica que se preocupa  principalmente por la autoridad divina de los padres. Por otro lado, si el niño responde al mandato de su padre con prontitud y animada complacencia, con espíritu y pies cooperativos,  la diferencia será obvia. En tal caso hay verdadera obediencia de corazón,  y no sólo una clase de externa conformidad  a la autoridad  paterna.

La obediencia  que caracterizó a nuestro  Señor Jesucristo  en la realización de la salvación por su pueblo, en su aplicación a sus corazones,  llega a ser el rasgo distintivo  de sus vidas. Y tal obediencia es una actividad consciente, Pues. nuestro Señor Jesucristo  no  vivía sin rumbo a la  ligera,  y  mucho menos se dirigía a la cruz de una  manera  negligente e  irreflexiva para  morir por su pueblo. Su obediencia a su Padre era consciente  y decidida; y su motivación principal fue el respeto a su Padre (quien era digno de ser obedecido)  que  le  había  mandado  que  viviera  y  muriera  tal  como lo hizo. Esta clase de consciente y entregada conformidad a los preceptos de la palabra de Dios haciendo referencia principal a la autoridad de Dios es un rasgo distintivo  de aquellos que son salvados por Jesucristo. A los verdaderos discípulos de Cristo, les importa vivir como vivió su Señor, como conscientes  y  voluntarios siervos de su estimado Maestro. Así la obediencia considerada aquí es nada menos que la consciente y entregada conformidad a los preceptos de Dios, motivada principalmente por el respeto a la autoridad justa de Dios que respalda estos preceptos.

Además, es exactamente  esta clase de obediencia que los no regenerados  no  pueden  rendir a Dios.  Romanos  8:7-8 declara: "Pues la intención de la carne es enemistad contra Dios; porque no se sujeta a la ley de Dios,  ni tampoco puede. Así que,  los que viven según la carne  no pueden agradar a Dios." (Versión anti- gua)  Este texto nos enseña que cuando el hombre no convertido desobedece la Palabra de Dios no sujetándose a su ley, su disputa no es contra la ley en sí, sino contra Dios mismo que respalda los preceptos de su Palabra.  Es Dios mismo el objeto de la animosidad de tales  mentes impías.

También, este texto afirma que el mismo hombre no posee la capacidad  moral de obedecer o agradar  a Dios. La mente impía “no se sujeta a la ley de Dios, ni tampoco puede;  así que,  los que viven según la carne no  pueden agradar a Dios".   La Biblia aquí utiliza palabras que expresan incapacidad. Para el hombre no regenerado, la obediencia a Dios es una imposibilidad moral. Por el concepto bíblico de la obediencia, podemos ver por qué ha de ser así. Si la verdadera obediencia es asunto del corazón y no sólo de externa conformidad a un código  legal, entonces  es claro que el hombre inconverso no puede obedecer  a Dios. De acuerdo a la Palabra  de Dios,  tiene  un corazón  de piedra.  Antes de que éste sea capaz de obedecer a Dios en tal  forma que a El le agrade, tal hombre debe  tener un  nuevo corazón  agradable  a Dios y a su Palabra.

La maravilla de la gracia regeneradora,  lo asombroso del nuevo nacimiento, es que Dios cambia la disposición del corazón.  Una gran promesa de la  Biblia se cumple cada vez que un hombre o una mujer nace de nuevo por el Espíritu de Dios:

Os daré corazón nuevo y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra yos daré un corazón de carne.  Y pondré  dentro de vosotros mi Espíritu y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos y que los pongáis por obra.   (Ezequiel  36:26-27)

En estas  nuevas criaturas  en Cristo  que antes no querían  ni podían obedecer a Dios, se ha vencido su enemistad natural hacia Dios por medio  de  la poderosa  obra  regeneradora  del  Espíritu Santo, y se encuentran escogiendo seguir consciente y entregadamente los pasos de obediencia  fiel y disciplinada hacia la voluntad de Dios revelada en su Palabra.

Ahora llegamos a un punto crucial para entender  la declaración bíblica a que la vida cristiana debe de ser una de obediencia consciente  y fiel a la voluntad de Dios revelada en la Biblia. Por favor, fíjese bien, pues éste es el punto medular. El  nuevo nacimiento  no  hace que  la obediencia  radique  en otra  cosa que  la conformidad consciente  y  decidida  a los preceptos  de Dios.  El nuevo nacimiento crea un deseo de estar a tono con la Palabra de Dios:  da  poder  de estar  conforme con  dicha  Palabra:  crea  un nuevo corazón  inclinado a obedecer  a Dios,  mas sin  alterar la forma  básica en que la obediencia  se debe expresar. Incluso para una  nueva criatura  con  un  nuevo corazón,  la obediencia  ha de conllevar  una elección consciente  e intencional de hacer  lo que Dios dice. Un hábito de elección  decidida  a obedecer  la  Palabra de Dios es el corazón  mismo de una vida de obediencia  fiel por principio.

Donde la obediencia  se manifiesta en forma  habitual  (es decir, como  patrón de  vida) existe  la obediencia  verdadera.  Pero donde  se le  permite a la  obediencia  manifestarse  de  acuerdo  a cualquier  principio que no sea la  resuelta elección  de obedecer, no existirá la conformidad fiel a la voluntad de Dios. La realidad de la vida cristiana es así de simple.  La vida cristiana en sí no lo es,  'descansando en Dios, déjalo todo a El.'   Es cierto  que en nuestra obediencia debemos buscar y depender del poder del Espíritu Santo, pero si llegamos a ser pasivos y apáticos en la lucha contra el pecado, Dios no hará por nosotros lo que El nos manda que hagamos  nosotros  mismos.  El  no obedecerá  por nosotros.

No debemos  permitir que  una  vida de obediencia  fiel  sea trastornada por sentimientos que desvían o por el hecho de nuestra corrupción remanente. Si nuestra obediencia está acompañada de buenos sentimientos, alabemos al Señor por ello. Pero si nos sentimos mal y decaídos de espíritu, nuestro deber no cambia. Si nuestra corrupción  remanente  de pecado se opone  al  camino de obediencia fiel, Dios no nos excusa de la obligación de obedecerle. Y hasta que abracemos esta perspectiva con toda nuestra alma, caminaremos  cojeando  y tropezando  todos  nuestros  días. A menos que luchemos vigorosamente contra  las emociones  que desvían y contra el pecado remanente,  muy poco conoceremos  de la verdadera  vida de obediencia consciente  y fiel a Dios.

Estimado  lector,  ¿Cuál  es tu  caso ante Dios?   ¿Obedeces  a Dios sólo cuando te conviene o cuando te es cómodo a tus sentimientos  y a otras circunstancias,  como  si  esta obediencia  fuera algo que te  llevara en un lecho de delicias?   Cuando  tu  alma  se consterna por la tormenta de la corrupción  interna y remanente, y tu mente está bajo el asalto del tentador, o tu cuerpo está cansado, ¿lanzas la obediencia tuya al viento y vives como un pagano?  ¿Tú te  vuelves del camino de obediencia  fiel, porque no tienes  ganas hoy  para obedecer?    Si encajas en esta  descripción,  quiero  por lodos  los  medios posibles alejarte de esta mentalidad. Yo ruego a Dios que El  arranque esa actitud de tu  corazón,  y  la cambie  por un espíritu de obediencia disciplinada, resuelta para hacer la voluntad de Dios, cueste  lo que cueste.

l.  Las Raíces de una Vida de Obediencia  Consciente y Fiel

¿Cuáles son las  raíces de una vida de obediencia fiel?  Si tú y yo vamos a entregar a Dios una vida de conformidad consciente a su  voluntad, ¿cuáles son las razones fundamentales que deben formar  la base de nuestra obediencia?   El  salmista nos contesta diciendo:   "Mi porción es Jehová; He dicho que guardaré tus pa­labras."  Nuestro  texto muestra dos de las raíces de una vida de obediencia fiel y disciplinada:

1)  La respuesta  decidida y salvadora  a Dios  -  "Mi porción  es Jehová;"
2) Un compromiso resuelto  para servir a Dios y hacer su voluntad - "He dicho que guardad tus palabras."

Sin que se arraiguen  estas raíces  firmemente  en el corazón, nunca se verá una vida de obediencia  fiel de principio.

Primero,  el salmista afirma que Jehová, el gran Dios del pacto (es decir, el Dios que se ha manifiesto a nosotros  en la persona de Jesucristo) es su porción.  En otras  palabras,  ha tomado  a Dios mismo  como  el objeto  supremo  de su amor y devoción. Ha escogido en forma  salvadora a Jehová  para que sea su Dios.

¿Cómo  expresa  el Nuevo  Testamento esta  perspectiva?   Para contestar esta  pregunta  en la  forma  más sencilla  y clara,  fijémonos  en  las  declaraciones  "Yo  soy" de Jesús  en el  evangelio  de Juan. Jesús afirma, "Yo soy el pan de vida."  El creyente  verdadero confirma del  corazón,   "Oh,  Señor Jesús,  eres  mi porción  de pan. Yo regocijo  de tí como  la única comida  sana para mi alma." El Hijo de Dios afirma.  "Yo soy el agua de vida; Si alguno  tiene sed,  venga a mí y beba."   El cristiano verdadero confirma,  "Eres la  porción  de mi copa  y mi herencia  para  siempre."   Cristo  afirma,  "Yo  soy  el camino  y  la  verdad y  la  vida;  nadie  viene al Padre,  sino por mí."   La nueva criatura en Cristo  confirma, "Yo escojo  tu  camino,   tu  verdad,  tu  vida,  repudiando cada  camino erróneo;  sólo Tú eres  mi porción  en este  mundo  y el mundo  por venir."   Este es  la esencia  misma  de  la  conversión bíblica:  escoger a Jehová,  recibir a Cristo  conforme a los términos  de la auto revelación que nos ha dado en su Palabra,  y abrazarlo como  nuestra  porción,  como  nuestra  vida.

Estimado  lector,  si jamás  has visto tu pecado  y reconocido  tu necesidad  desesperada de la provisión  salvadora de Dios manifestada en Jesucristo,  si no has confesado  tu necesidad  desesperada de  lo que  sólo Cristo  puede  dar a los pecadores desprovistos en virtud de su vida perfecta  y su muerte por el pecado,  entonces  una vida de obediencia fiel a Dios es  imposible para ti. Toda tu resolución para vivir una vida de obediencia fiel terminará en la frustración total,  o llegarás a ser un hipócrita contentándote con una conformidad externa  a un código  de ética  y una forma de religión que puede  ganar  el aplauso del hombre  pero carece  del  favor de Dios. Para hacer  la  voluntad  de Dios, primero  tienes que escoger en forma  salvadora  a Jehová  para que sea tu Dios.

Por la gracia de Dios, hay muchos  que han hecho tal elección salvadora.  Sin embargo, ésta  es sólo  la  primera  raíz de una  vida de obediencia consciente y fiel. Unida  a ella está  la segunda: un compromiso resuelto para servir a Dios y hacer su voluntad. Si en verdad  has escogido  a Jehová  como  tu porción  salvadora,  entonces  también tendrás   un  compromiso determinado para servir a Dios y hacer su voluntad.  El salmista  dijo,  "He dicho {como ex­presión  de la resolución  profunda  de su corazón]  que guardaré tus palabras." El Dios que es su porción,  también  es su Señor y Soberano. El salmista no sólo ha escogido a Jehová  como  su Dios conforme a su auto-revelación  salvadora, sino también ha escogido  la  palabra  de Jehová  como  la  norma  de su  vida.  Elucidando este  pasaje,  Carlos  Bridges  observó,

"Si escogimos  al Señor como  nuestra porción, también tenemos que escogerlo  como nuestro Rey.  'He dicho' significa su resolución  decidida  'que guardaré  tus palabras.'  Aquí el cristiano se completa escogiendo  al Señor como su porción y su palabra como  su regla.

...Todo lo que somos y todo lo que tenemos son  suyos, alegremente rendido a El conforme a su derecho, y de buena gana empleado en su obra. Así evidenciamos nuestra herencia en su salvación."

Carlos Bridges, Salmo 119: Una Exposición;  página 143 (1827 edición; Banner al Truth. 1977),

¿Tienes  tú las  raíces  esenciales  de una  vida  de  obediencia fiel?   ¿Por la gracia de Dios, has escogido a El mismo, como es revelado en Cristo, para ser su porción?  No te estoy preguntando si has escogido vivir una vida moral, o si has escogido asistir a la iglesia,  o si has  escogido  solicitar  las  oraciones  de una  iglesia. ¡No!   Te pregunto, ¿Te ha revelado el Espíritu Santo la profundi­dad de tu necesidad que sólo  se puede suplir en la  persona y la obra del Señor Jesucristo?   ¿Has escogido  a El como tu porción? y ¿Has tenido un compromiso resuelto para servir a Dios y hacer su voluntad?  ¿Demuestras  la sumisión alegre de tu voluntad a la autoridad de su voluntad, escogiendo su Palabra como la regla de tu  vida?

¿Es ésta la característica de tu vida?  Si no, entonces no tienes una base bíblica para decir que eres cristiano. Y esto puede ser el corazón del problema por el cual te falta la obediencia consciente y fiel. A ti  te  falta  la  raíz del  asunto.  No has escogido  a Dios mismo  en  forma  salvadora,  y te  falta  un compromiso  resuelto para servirle.  Entonces ahora mismo,  mientras que El esté cerca en su gracia y misericordia, escoge tú al Señor y póstrate ante El. Sométete al yugo de Cristo quien dijo,  "mi yugo es fácil, y ligera mi carga."  (Mateo  11:30)

II.  El Clima de una Vida de Obediencia Consciente y Fiel

El texto  de nuestro  estudio  no solo  demuestra  las  raíces de una vida de obediencia fiel, también describe el clima en que esta vida existe. ¿Qué es el clima, el ambiente espiritual  de una  vida de obediencia  disciplinada?   De acuerdo  con el  texto, hay dos elementos de tal  clima:

1)  Una dependencia  de Dios expresada  por la oración verdadera "Tu presencia supliqué de todo corazón;"
2) La fe en la provisión  prometida por Dios  "Ten misericordia de mi según tu palabra."

El salmista  primero  habla  de  un clima  de  dependencia en Dios expresado  por la  oración  verdadera.  Enfrentándose  con el deber de obedecer  la  Palabra de Dios,  sintió su debilidad  y tendencia al fracaso, por eso hizo la única cosa razonable que pudo hacer bajo tales circunstancias: oraba. Con todo su corazón suplicó el favor de Dios, rogando que el Rey le  diera la  gracia y  las fuerzas  para hacer la  voluntad de su Amo.

¿Puedes  ver de lo que el salmista se dio cuenta?   Sabía que teniendo la raíz en sí no era suficiente.  El Señor era su porción y se había jurado  para obedecer  la Palabra de Dios. Sin embargo, sabia  también  que aun la  resolución  de un corazón  renovado  no era  suficiente,  sin  la provisión  actual  de  la gracia.  Por eso,  el clima en que su vida de obediencia consciente y fiel fue expresada, era la de una dependencia  piadosa de Dios. Solo el Señor le podía  dar el poder para obedecer  fielmente.

El salmista también  habla de la fe en la  provisión  prometida por Dios, como otro elemento del clima de una vida de obediencia fiel. El ora, "Ten misericordia de mí."   Pero ¿cuál es la medición de su esperanza  de misericordia?   Se proporciona con la largueza y la forma  de las promesas  de Dios: “Ten misericordia  de mi ( según tu palabra."    Es decir, "Ten  misericordia de mi según has prometido en tu Palabra."

Este es el clima de la vida de obediencia consciente y fiel. Es un   clima  en que  hay  el  reconocimiento  de que en  nosotros,  es decir en nuestra carne, no mora el bien.  El cristiano que vive en tal clima confiesa la veracidad de las palabras de Cristo: “Sin mí, nada podéis hacer." (Juan  15:5)  Esta convicción por consiguiente te,  nos obliga a suplicar el favor de Dios con todo  nuestro corazón. Nuestro gran ánimo para orar es que Dios nos ha prometido en su Palabra proveer todo lo que necesitamos para hacer su voluntad. Como Pedro afirmó,  "Como todas las cosas que pertene­cen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder."  (2 Pedro  1:3)    Dios  ha dicho,  "Bástate  mi gracia"  (2 Corintios   12:9)  y  "el pecado no se enseñoreará de vosotros." (Romanos 6: 14)   De acuerdo con la promesa de Dios, la esperanza del cristiano es: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece." (Filipenses 4: 13)   Tales promesas preciosas  llegan a ser el material que el creyente  usa  para  hacer su  súplica.  No  viene  lloriqueando  a Dios:  'Oh  Dios,  he vuelto a fallar; de alguna  forma ayúdame  salir en adelante.'No. Suplica  la  misericordia  que ha de ser concedida conforme a las  promesas  reales de Dios.

Estimado lector cristiano, debes aprender a cultivar un clima que fomenta una vida de obediencia consciente y fiel, un clima de la confesión de tu debilidad y una dependencia  total de Dios que te obliga a orar con  todo el  corazón.  Algunos  creyentes  tienen mucho trabajo que hacer para cultivar  tal clima, particularmente ante el  trono de la gracia, pero aparentemente  no se dan cuenta, viendo los  hábitos de su vida de oración.  Puedes gemir y lamentar el progreso  tan flojo en la gracia, pero si no quieres orar, los andrajos de una vida floja serán las marcas de la condenación de Dios sobre tu falta de oración. "No tenéis," dice Santiago,  "por­ que no pedís. "

Dios ha ordenado  la oración como el gran medio de cambiar tu  debilidad por su poder, y si  menosprecias este  medio descuidando la oración, entonces  no vas a prosperar en tu andar cristiano. Puedes correr de un pastor al  otro, buscando cien veces a la semana su consejo, pero sin orar no progresarás en el crecimiento cristiano,  ni en la victoria sobre el pecado remanente de tu carne. Algunos de ustedes estén luchando con los pecados que los  asedian. pero aún no asedias diariamente  (o muchas veces al día) a Dios suplicándole que marchite  la raíz de estos pecados, que derrame  en  tu corazón, mente  y espíritu  la  virtud  de Cristo que mata el  pecado.  No imploras  a Dios con todo  el  corazón,  pero aún te preguntas  porque  caes  tan  fácilmente ante  la tentación. Haces un ensayo a medias para arrepentirte y resuelves  a hacer mejor,  pero sabes  bien que mañana  volverás  al  mismo  lugar en que andabas hoy. Pero aún no lloras suplicando a Dios con todo el corazón.  En realidad, estás jugando  con Dios y con el pecado.

El clima de una vida de obediencia fiel ha de ser marcada por la dependencia  de Dios expresada  por la oración verdadera y por la  fe en la  promesas de Dios.  Querido cristiano,  debes de aprender a tomar  las  promesas  de  Dios  y usarlas  como  combustible para el orar. Debes de aprender  a luchar con Dios en secreto y a implorarle con certeza de sus promesas.  Sin esto, no conocerás  la vida de obediencia consciente  y fiel.

Acaso  podrás  pensar;  'Pastor,  yo esperaba  alguna  fórmula potente y conmovedora  para la vida cristiana, y me has regresado a la mera oración y lectura de la Biblia. Esto oía yo cuando era un cristiano  recién  nacido.'   Pero ¿sabes por qué no te has adelantado bien en este camino de santidad?  Porque no escuchaste  lo que oíste.  Yo te he regresado a la oración y lectura de la Biblia porque es exactamente  el lugar a donde  el  texto bíblico  nos  lleva.  Los medios que Dios  ha ordenado  para crecer en la gracia son sencillos, no exóticos. Y si pasamos por alto o nos desviamos de estos medios sencillos, buscando siempre alguna otra fórmula mágica, entonces estamos condenados  a andar cojos todos  nuestros días.

III. El  Proceso Efectivo de una Vida de Obediencia Fiel

Ya hemos visto la raíz y el clima de una vida de obediencia consciente  y fiel. Y ahora ¿qué es el proceso práctico y concreto que  resulta en esta clase  de  vida?   ¿Qué es el  proceso  mental, emocional,  volicional  y espiritual?   La respuesta a esta pregunta nos es dada en los  versos remanentes  de nuestro texto;

"Consideré mis caminos,  y volví (mis pies a tus  testimonios. Me apresuré, y no me retardé en guardar tus mandamientos." (Salmo  119:59-60)

Primero, el proceso práctico de obediencia consciente  y fiel empieza con la auto-examinación honesta: “Consideré mis cami­nos."   Estas palabras expresan  la realidad de la auto-consideración honesta de parte del salmista. El afirma que conscientemente y  deliberadamente  ejercita  su mente con respeto a sus  caminos, esto es, las características de su conducta.  Nuestros caminos son los hábitos de nuestra vida, por ejemplo, cómo pasamos  nuestro tiempo y gastamos nuestros recursos, cómo respondemos a nuestros esposos o esposas y a nuestros hijos, cómo nos relacionamos con  nuestros compañeros  de trabajo  y nuestros  vecinos, cómo razonamos, hablamos y actuamos - todo lo que constituye el tejido de nuestras  vidas.

El proceso efectivo  de una vida de obediencia  fiel involucra una evaluación  sobria  y realista  de cómo  somos.  Hace muchos años un amigo mío iba a predicar en la provincia de Carolina del Sur y eventualmente  se extravió  por completo.  Ni idea tenía de donde  era, ni podía  encontrar  letrero  alguno  para dirigirse  a su destino, ni su mapa le fue de ayuda. Sin embargo, concluyó que si podía encontrar dónde estaba, también podía encontrar el camino para su destino.  Y mientras que estaba  andando en su carro, espiaba a un chico negro junto  al camino.  Parándose,  dijo al niño, 'Chico,  me he perdido,  pero creo que si  supiera yo donde estoy, podría  encontrar   mi camino.  ¿Me  puedes  decir  dónde  estoy?' 'Señor,' dijo el chico,  'está usted aquí. Sí señor, es exactamente donde está, porque ud. no está a ningún otro lado.'  Y Dios me ha traído las mismas palabras de este chico a mi  memoria para recordarme  de  la  verdad  que  'aquí estás'  es exactamente  el  lugar en donde estoy espiritualmente.  Lo que soy y donde estoy es exactamente como soy  y donde estoy realmente.

Lector apreciado,  ¿en realidad sabes dónde  estás espiritualmente?  ¿Alguna vez, te has parado para pensar o preguntar?   El salmista quería  saber la realidad  de su  estado,  Consideraba  sus caminos, reflexionaba  en el patrón de su vida; y es patente que no lo hizo en una forma superficial o general, sino ante la Palabra de Dios  porque  dice,  "y  volví mis pies  a tus testimonios."   Jamás conocerás el patrón de obediencia fiel sin que te examines  habitualmente conforme al mapa de la Palabra de Dios.  ¿Suena como labor?   ¡Claro que sí, es labor!   'Pastor,  ¿quieres decir que tengo que hacer esto aun cuando  no tenga ganas?'  ¡Cierto,  aun cuando no tengas ganas!    '¿Quieres  decir  que  aunque  sepa yo que  me sentiré mal confrontándome con mi pecado?'  Sí, aún cuando sea doloroso el proceso de auto-examinación.

Sin embargo,  la  auto-examinación  honesta  ante  la  luz  de la Palabra de Dios no basta. Solo,  no producirá  la vida de obediencia fiel. También  se requiere agregar el cambio consciente de los hábitos  de pensar y actuar.  Cuando  consideras  tus caminos  a la luz  de la  Palabra de Dios y descubres  el pecado que requiere el cambio,  ¿acaso  el dolor  del  descubrimiento  del  mal en  ti  y  la expectativa  de la guerra espiritual  necesaria para mortificarlo,  te causan que vuelvas del campo de guerra?  ¿Prendes  la tele o lees el periódico o haces tus quehaceres  o busca de otra diversión para no tener que tratar con la situación?   No es lo que hizo el salmista.  Cuando  descubrió  un  mal  hábito  contrario  a la  Palabra  de Dios, una  arruga  en su  vida  que  le  desviaba,  una  irregularidad que no se conformaba con la norma de la moralidad de Dios, él se puso a alterar  sus  actitudes  y su  conducta.  La auto-valoración honesta le condujo a una alteración consciente: “y volví mis pies a tus  testimonios."

Fíjate en que dijo que él  mimo  lo  hizo;  él mismo volvió sus pies a los caminos de la obediencia  a la Palabra de Dios. No dijo que consideraba  sus caminos  y  luego oraba que Dios le volviera sus pies. Dijo,  'Volví mis pies'.   En otros lugares,  por ejemplo en Salmo 119, él oraba que Dios le  volviera. Y en nuestro texto  nos dice que  "Tu presencia supliqué de todo corazón."   Era un hombre  de oración.  Vivía  en el  clima  de dependencia  del  poder  de Dios. Pero no esperaba que la gracia y poder de Dios reemplazaran o pasaran por alto la acción consciente de su propia voluntad.

¿Qué significa el ejemplo del salmista para nosotros?  Quiere decir, por ejemplo, que cuando has orado, 'Dios, ayúdame a guardar pura la mente,' y luego un programa de la tele presenta unas escenas escandalosas,  ¡la apagas!  Quiere decir, que si no tienes la madurez  cristiana  y resolución  para apagarla,  te despojes de  la tele para mantener una conciencia  limpia ante Dios. Quiere decir que cuando has orado, 'Oh, Señor, ayúdame con el mal hábito de comer demasiado,' luego pones límites fijos a lo que se mete en el refrigerador y en la  boca, y te  mides con la  báscula diariamente para ponerte honesto ante Dios.  La determinación para vivir una vida de obediencia  fiel quiere decir que ha de ser un compromiso al cambio consciente de los hábitos de la vida. Los pasos se deben determinar para asegurar que los mandatos de la Biblia y las exigencias de una conciencia  iluminada por ella son llevados a cabo al nivel de las actitudes  y acciones reales.

No hay ni una palabra en nuestro texto referente a los senti- mientos o las ganas, ni una sola palabra que nos consuele dicien- do que no será dificil. El salmista sabía bien que el cambio de los malos  hábitos  del  pecar  es  penoso,  labor dura.  Pero  también, sabía que la expectativa  penosa de mortificar el pecado no debe de causarle que  negara  su obligación  o demorara  su deber  para otro tiempo.  Sabía que la cobardía y la demora son los enemigos de la obediencia consciente a Dios.  Por esto agrega, "Me apresa­ ri,  y no me retardé en guardar tus mandamientos."   Cuando su conciencia fue convencida de que su conducta era contraria a la voluntad de Dios, cambió ésta de inmediato.

Cuando leemos esta afirmación, "me apresuré, y no me retardé en guardar  tus mandamientos," aprendemos que el salmista estaba comprometido a una obediencia completa e inmediata.  No escogía por partes la Palabra de Dios como si fuera en una cafetería. No dijo,  'Esto me parece fácil y por eso lo cambio,  pero eso me parece difícil y querrá decir deshacerme  de unos malos  hábitos de mucho tiempo.  Eso será igual a quitarme el ojo o cortarme la mano, y por eso lo dejo  para otro tiempo.'   ¡No lo hizo!   Su preocupación  era los mandamientos  de Dios  - fíjate en el plural todos de ellos.

Jesús nos dijo que si nuestro ojo nos ocasiona el pecar, mejor nos es quitarlo, porque  mejor es que se pierda uno de nuestros miembros,  y no que todo  nuestro cuerpo  sea echado al infierno. Con  unos  de ustedes,  en el fondo  no  crees  en  verdad  que esta clase de mortificación  radical del pecado es necesaria,  y es una razón por la  cual  no progresas  en  la  obediencia  y santidad.  No eres drástico en eliminar  los malos hábitos del pecado para cambiarlos inmediatamente y completamente,  porque de alguna manera te has engañado  para creer que puedes vivir una vida floja y ociosa, y todavía tener la confianza  de que eres hijo de Dios en rumbo del cielo. A pesar de todos los pasajes que enseñan que el pueblo de Dios es una gente obediente, sigues con este auto-engaño.

¡Cuidado de tardarte en alterar cualquier  hábito de conducta que se pone a la  luz  de la  presión convincente  de la  Palabra de Dios y de la conciencia!  El resultado común de tal tardanza es la dureza de corazón. La Biblia nos advierte,  "Si oyeres hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones."  (Hebreos 3: 15)   ¿Cuál  es la conexión entre la urgencia en tratar con el pecado y el peligro de endurecer el corazón?  Primero, no hacer caso a los  mandatos de nuestra consciencia  tiene un  efecto  mortificador sobre nuestra capacidad de escuchar su  testimonio. La gente que vive en las ciudades ya no oye el ruido del tránsito, habiéndose acostumbrado a no hacerle caso. Igualmente, la gente que se acostumbra a ignorar la  voz de la conciencia,  tarde o temprano,  llega a ser sorda a ella. Segundo, el  no  hacer caso a los  mandatos de la conciencia disminuye la fuerza con la que ésta nos  habla.  Los niños  que descubren que sus  padres habitualmente  no los  escuchan, dejan de hablar con ellos. Igualmente, las conciencias que habitualmente son ignoradas, dejan de  protestar  con  vigor  real contra los pecados  de sus dueños.  Volver la espalda a nuestras conciencias  nos lleva a presionamos  menos y menos hasta que el corazón se endurece  a los reclamos de la Palabra de Dios.

¡Qué maravilloso ejemplo  vemos en la vida de David, de un hombre bajo la presión de una conciencia  tierna que le apresuraba, y no se retardaba en tratar con el pecado! El rey Saúl le estaba buscando para matar. Sin embargo, la Providencia  puso a Saúl en un  lugar en que  David  lo hubiera  podido  matar,  pero David  le salvó la vida. Aparentemente, para  probar  luego a Saúl que  le hubiera podido  matar  fácilmente,   David  cortó  un  pedacito  del manto de Saúl. Pero en cuanto lo hizo, su corazón le sacudió que había  tratado  irrespetuosamente  a Saúl,  el ungido  por Dios  (1 Samuel 24:5-6).   La respuesta inmediata de David al golpe de su conciencia  era confesar su pecado a los compatriotas  que  le seguían, y también a Saúl, aunque la confesión a Saúl le expuso al riesgo de su enojo y venganza.  David se apresuró y no se retardó en mantener una buena conciencia  hacia Dios y los  hombres.

No hay nada en la historia de la confesión de David referente a esperar  hasta que tuviera ganas  para hacer lo correcto,  ni  una palabra  en cuanto  a sus emociones  o sus ganas.  David actuaba conforme a principios.  Estimado lector, jamás  vas a correr la carrera con paciencia,  poder y constancia  hasta que las cadenas de tus emociones estén quebradas.  ¿Estás esperando una ola de sentimientos bellos que lleguen a la orilla de tu corazón para llevarte con su emoción?   ¿Eres  como  el deportista  de surf, esperando, esperando, esperando la ola perfecta?  Si es así, nunca vivirás una vida de obediencia  fiel a la Palabra de Dios.

Una vida de obediencia  por principios requiere  que los elementos de nuestro texto lleguen a ser parte del tejido de nuestro carácter. Quizá, algunos de ustedes fueron criados razonando que si no  tuvieras  las  ganas,  entonces  no  tenías  que  hacerlo.  Fuiste consentido  por tus padres.  No te  obligaron  a hacer alguna  cosa que no te complaciera. La obediencia era algo opcional y voluntario, y no tenías que  aprender  la disciplina y el régimen  de una obediencia  obligatoria.  En un sentido,  eres digno  de conmiseración y es de esperarse  que vivas conforme a tus emociones  y tus ganas, en vez de principios.

Pero al otro lado, debido a la luz y verdad que tienes ahora, si sigues viviendo así, es patente que eres culpable, y Dios Todopoderoso  te hace responsable y requerirá cuentas  si  no cambias tu mala conducta sujeto a ganas en vez de principios.  Vivir conforme a la perspectiva  bíblica debe de llegar a ser un hábito espiritual.  Y si actualmente no vives  así, tienes que empezar a hacerlo hoy,  ahora mismo. Si hay cosas en tu  vida que requieren  aclaración y rectificación,  no digas,  'Mañana,  Señor.' Hoy mismo trata con tu pecado. Ahora mismo inicia una vida de obediencia  fiel de principios.

IV. El Galardón de una Vida de Obediencia Fiel

Debemos  vivir una  vida de obediencia  fiel  por causa  de su propia  valía,  simplemente  porque es correcto hacerlo.  La voluntad divina debe de ser obedecida  porque es la  voluntad  de Dios. Si  no  fuera fruto  positivo  resultante  de  tal  vida,  si  no  hubiera recompensa, de todas  formas debemos de ser motivados para vivir asi, simplemente porque a Dios le agrada. Sin embargo, como más  motivación,  Jesús  habló de  bendiciones  especiales  en esta vida que disfrutan aquellos que viven en conformidad consciente con la  Palabra de Dios:

Si me amáis, guardad mis mandamientos.... El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él.... El que me ama, mi palabra guardara; y mi Padre le amara,  y  vendremos a él,  y haremos  morada con él.   (Juan  14:15,  21,  23)

Una vida de obediencia consciente y fiel constantemente afirma y prueba la realidad de nuestro amor a Cristo. La obediencia a Cristo demuestra la veracidad de nuestra profesión. Como la fe, el amor se demuestra por obras, no simplemente  por palabras. Por nuestros hechos nos probamos a nosotros mismos que somos lo que decimos: amantes de Cristo, y amantes de Dios. La seguridad de que no somos hipócritas es una gran bendición. Y con la evidencia sólida de la realidad espiritual  por dentro, pueden descansar nuestros corazones.

Pero Jesús nos adelanta más. No solo consuela a nuestros corazones una vida de obediencia fiel, confirmándonos que nuestro amor por Cristo es genuino,  sino también la presencia de Cristo morando en nosotros afirma que a Dios le agrada bendecir a su pueblo obediente. El galardón actual de una vida de obediencia consciente y fiel es el privilegio de gozar de la presencia de Dios. La comunión presente con Dios es una  maravillosa bendición prometida a un pueblo obediente, y es una gran prueba de que Dios nos ama. Su disposición para manifestarse a nosotros y morar con nosotros es evidencia que nos ama profundamente.

La Biblia promete bendiciones preciosas en esta vida a aquellos que viven una vida de obediencia consciente y  fiel. ¿Quieres la seguridad sólida de que eres un cristiano genuino, un amante verdadero de Cristo? ¿Anhelas disfrutar de la comunión con Dios, y la seguridad de su amor?  Si tu respuesta es positiva, entonces encontrarás estas bendiciones espirituales solamente a través de una vida de obediencia consciente y fiel. Estas son las bendiciones que Jesús prometió a los que le obedecen a Él.

¿Sabías que Jesús  mantuvo una comunión sin ruptura con su Padre por una vida de obediencia fiel?  Jesús dijo: “Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; [es decir, permaneceréis en la realidad y el  conocimiento de mi  amor) así (como yo he guardado  los mandamientos  de mi  Padre,  y permanezco en su amor.  Estas cosas os he hablado,  para que mi gozo esté en vosotros. y vuestro gozo .sea cumplido."  (Juan 15:10-11)

¿Cómo llevaba Jesús en su alma santa, la seguridad constante y el gozo del amor de su Padre?  Por vivir una vida de obediencia consciente y fiel. Y ¿qué deseaba para sus discípulos?  Deseaba que ellos imitando su vida de obediencia fiel, conocieran el gozo de la comunión bendita con Dios en toda su plenitud.

Arraigada en la mente y corazón de Jesús fue una conciencia de la voluntad de su Padre. Y en cuanto reflejaba en sus caminos, volvía  sus pies vez tras  vez a la  senda de la  obediencia.  Era su compromiso a la obediencia fiel de principios que le condujo a la prueba de Getsemaní: y era su compromiso a la  obediencia fiel que le condujo a través  de Getsemaní a la cruz del Calvario.  Y cuando las tinieblas empezaron a exprimir su espíritu  y  contemplaba  la copa que tendría  que beber,  cuando toda  su  alma  santa sentía el horror del bautismo terrible del  desamparo de su  Padre que le esperaba, cuando gritaba, "Padre,  si quieres,  pasa de mi esta copa", cuando todas sus emociones le estaban llamando del camino a la cruz, Él dijo:  "pero no se haga mi voluntad,  sino  la tuya?

El compromiso de Jesús a una vida de obediencia fiel  le causó a aplastar toda inclinación natural de rehusar la agonía de la crucifixión cruel y la vergüenza de ser colgado desnudo ante Ia mirada ruda de las multitudes. Tenía que aplastar cada sentimiento  santo de asco, al pensar en la  ruptura de relaciones  con su Padre, y ser separado de la  comunión  consciente  con El, una comunión que había conocido desde la eternidad y sobre  la cual jamás  había aparecido  una sombra de duda. Pero ahora, sería sumergido en las tinieblas totales; aún así decía, "pero no  se haga mi voluntad;  sino la tuya."

Querido lector, si  Jesús no hubiera vivido una vida de obediencia consciente y  fiel,  no tendríamos  a un Salvador.  Si Jesús no estuviera comprometido  para obedecer la  voluntad  del Padre sin mirar al costo, no habría ido a la cruz del Calvario para morir por los pecados de su pueblo.  Pero sí obedeció a su Padre; sí, se fue al Calvario.  Y murió para tener  a un pueblo  comprometido con una vida de obediencia fiel. No murió para tener a un pueblo que se desviara de hacer su voluntad conforme a sus caprichos o los impulsos de sus sentimientos, un pueblo gobernado  por sus humores.  No murió para que  los  maridos  amaran  a sus esposas sólo cuando tuvieran ganas, o que las mujeres se sometieran a sus maridos sólo cuando  se sintieran  bien,  o que los  hijos obedecieran a sus padres sólo cuando  quisieran,  o que su gente  orara  y llegara  a la casa de Dios sólo cuando  quisiera.  No, Jesús  murió para salvar a su pueblo de su pecado y tenerlo conformado a su imagen  virtuosa, una vida de obediencia  fiel de principios.

¿Tienes las raíces de tal vida en tí?  ¿Has escogido a Dios y su salvación para hacer un compromiso  resuelto para servir a Dios y hacer su voluntad?  Si no, entonces te suplico, ve a Dios y ruégale que  Él  te de estas  raíces.  ¿Vives en  un  clima  de dependencia consciente de Dios, expresada en la oración  verdadera, y el clima de  la  fe en  la provisión  prometida por Dios?   ¿Haces  la auto examinación  honesta a la luz de la norma objetiva de la Palabra de Dios?   ¿Haces  los cambios  inmediatamente y totalmente de los hábitos malos del pecado, volviendo tus pies en el camino de los estatutos de Dios?

Puedes decir, "Pastor,  si esto es la  religión  verdadera, entonces  es demasiado difícil. Yo  no  la quiero."  Pues,  mi amigo,  la única alternativa a la religión bíblica es la fabricación de la tuya propia. Pero si  agarras este camino,  tendrás que estar  listo para perderte con tu religión falsa.  La única religión que es verdadera y salvadora es la que la Biblia autoriza. Y la única que la Biblia autoriza  es la que  produce  una vida de obediencia consciente  y fiel.
Por A. N. MARTIN
Soli Deo Gloria



sábado, 7 de octubre de 2017

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Las implicaciones prácticas del Calvinismo

LA  EXPERIENCIA  D DIOS

B. B. Warfield describe el Calvinismo como “Aquella visión de la Majestad de Dios que se extiende a toda la vida y a toda la experiencia”.  En particular, por lo que se refiere a la doctrina de la salvación, su  agradable confesión se resume en estas significativas palabras: DIOS SALVA A PECADORES. Ahora donde quiera que somos confrontados con estas grandes declaraciones doctrinales de las sagradas escrituras, Dios no nos deja simplemente con una declaración doctrinal. El propósito de poner la verdad de Dios en la mente del pueblo de Dios es para que la entiendan y puedan conocer su efecto en su propia experiencia personal. Por lo tanto, los grandes temas doctrinales de Efesios capítulos 1, 2 y 3 son seguidos por la aplicación de estas doctrinas a la vida práctica y a la experiencia en los capítulos 4, 5 y 6.  El objetivo por el cual Dios nos dio su verdad no fue simplemente la instrucción de nuestras mentes; sino más bien la transformación de nuestras vidas. Pero una persona no puede venir directamente a la experiencia de la vida, sino que debe venir mediante la instrucción de la mente. Entonces  la verdad de Dios es dirigida al entendimiento y el Espíritu de Dios opera en el entendimiento como el Espíritu de sabiduría y conocimiento. El no simplemente ilumina la mente para que los cajones de archivo del estudio mental rebosen de información. Dios instruye la mente con el propósito de transformar la vida.

Entonces ¿Cuáles son las implicaciones personales de la verdad y del pensamiento calvinista en la vida del individuo y en el ministerio ejercido por el individuo?

Por implicaciones personales quiero decir, las implicaciones de su propia relación con Dios sin alguna referencia al ministerio. Ahora, estas cosas no se pueden separar en un sentido absoluto, porque como bien se ha dicho, “La vida de un ministro es la vida de su ministerio.” Usted no puede separar lo que usted es de lo que usted hace; usted no puede separar el efecto de la verdad sobre su propia relación personal con Dios, del efecto de la verdad a través de su ministerio. Al enfocar estos principios los estoy separando, pero en ninguna manera quiero dar la impresión que éstos están en dos estrictas categorías.

Entonces, pregunto ¿Cuáles son las implicaciones del pensamiento Calvinista, esta visión de la Majestad de Dios y de la verdad salvadora de la Escritura en lo que se refiere a nosotros como individuos?

En respuesta a esta pregunta volvamos a aquel principio general que B.B.Warfield llama “El principio formativo del Calvinismo”. Cito las palabras de Warfield : “Déjeme repetirlo, el Calvinista es la persona que ha visto verdaderamente a Dios y que tiene una profunda aprensión de la Majestad divina, y una intensa comprensión (acompañante inevitable de esta aprensión) que proviene de la relación sostenida con Dios por la criatura como tal, y particularmente por la criatura como pecadora.  El Calvinista es una persona que ha visto a Dios y que, habiendo visto la gloria de Dios, está por un lado lleno de su propia indignidad ante la presencia de Dios como criatura y mucho más como pecador; y por otro lado, lleno de un asombro admirable de que este Dios recibe a los pecadores. El que cree en Dios sin reserva y determina que Dios será Dios en todo su pensamiento, emociones y voluntad (en la total extensión de sus actividades diarias, intelectual, moral y espiritual) a través de toda su relación individual, social y religiosa es (por fuerza de la más estricta lógica que dirige el mejor de los principios en la vida y en el pensamiento y por la misma necesidad del caso) un Calvinista”.

Note que cuando B.B.Warfield define el Calvinismo y el Calvinista, usa palabras de una naturaleza fuertemente experimental. Las palabras “aprensión” y “comprensión” tratan primeramente con el entendimiento, aunque van más allá de esto.  Pero cuando consideramos las palabras tales como “visto a Dios”, “lleno con un sentido de su propia indignidad”, “asombro admirable”, “pensamiento, emociones y voluntad”; nos damos cuenta de que estas son palabras que hablan de la experiencia de la persona. Warfield, en realidad, está diciendo que ninguna persona es un Calvinista, ni es verdaderamente Bíblico en su concepto de Dios, ni es verdaderamente religioso, ni es verdaderamente evangélico, hasta que estos conceptos haya calado en las fibras nerviosas de su experiencia. En otras palabras, Warfield diría que un Calvinista académico es un falso nombre, un nombre tan equivocado como hablar de “un cadáver viviente”. La muerte ocurre cuando el alma se separa del cuerpo, y Warfield nos enseña que cuando el alma del pensamiento calvinista muere o se ausenta, entonces lo único que permanece es un cuerpo muerto, una peste en la nariz de Dios y frecuentemente una peste para la iglesia cuando esto es hallado en un ministro.

Con este transfondo en cuanto a las implicaciones personales del Calvinismo, quiero que consideremos el siguiente pasaje de la escritura en el cual tenemos la narración histórica de cómo Dios hace a un Calvinista. Veamos en Isaías, capítulo 6 las siguientes palabras:
“En el año que murió el rey Uzzías vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y sus faldas henchían el templo. Y encima de él estaban serafines: cada uno tenía seis alas; con dos cubrían sus rostros, y con dos cubrían sus pies, y con dos volaban. Y el uno al otro daba voces, diciendo: Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos: toda la tierra está llena de su gloria. Y los quiciales de las puestas se estremecieron con la voz del que clamaba, y la casa se hinchió de humo. Entonces dije: ¡Ay de mí! que soy muerto; que siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos. Y voló hacia mí uno de los serafines, teniendo en su mano un carbón encendido, tomado del altar con unas tenazas: Y tocando con él sobre mi boca, dijo: He aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa, y limpio tu pecado. Después oí la voz del Señor, que decía: ¿A quién enviaré, y quién irá? Entonces respondí yo: Heme aquí, envíame á mí. Y dijo: Anda, y di á este pueblo: Oid bien, y no entendáis; ved por cierto, mas no comprendáis. Engruesa el corazón de aqueste pueblo, y agrava sus oídos, y ciega sus ojos; porque no vea con sus ojos, ni oiga con sus oídos, ni su corazón entienda, ni se convierta, y haya para él sanidad. Y yo dije: ¿Hasta cuándo, Señor? Y respondió él: Hasta que las ciudades estén asoladas, y sin morador, ni hombre en las casas, y la tierra sea tornada en desierto”; (Isaías 6:11, RV).

Aquí está la declaración de cómo Dios hace a un Calvinista, de cómo Dios conduce a un hombre a la visión de la Majestad Divina, afectándole tanto, que su vida no vuelve a ser la misma. La primera cosa que le impresionó, fue la visión de Dios como el Alto y Sublime, sentado sobre un trono, así que cualquier cosa más introducida en la visión (la santidad de Dios, la gracia de Dios y el perdón de Dios) es el resplandor que procede del hecho de que Dios está entronizado: “vi al Señor sentado sobre un trono alto y sublime”. Así que podemos decir correctamente que era la santidad soberana como también la santa soberanía que Dios estaba ejerciendo. Era la gracia soberana como también la soberanía de la gracia que se estaba manifestando, y esta exhibición del Señor como el Rey es lo que condujo a varios resultados claros en la vida del profeta.

EN PRIMER LUGAR, ESTO LO CONDUJO A UN PROFUNDO CONOCIMIENTO EXPERIMENTAL DE SU PROPIA PECAMINOSIDAD.

¡Hay de mí! estoy perdido. Estoy conmocionado. Estoy descontrolado. Estoy hecho pedazos. 
Ahora ¿quién fue Isaías?  ¿Acaso era un joven rebelde que andaba en la calle diciendo groserías para ofender a aquellos que no le caín bien? Era algún tipo de estudiante que había estado involucrado en la impureza sexual bajo el pretexto de las así llamadas ideas de la nueva moralidad, dando rienda suelta a sus pasiones animales?. No, él era Isaías, un hombre santo desde todo ángulo de la escritura, un hombre de Dios que sería calificado como un cristiano consagrado. Pero él todavía no había experimentado la visión del Señor que lo dejaría pasmado y sacudido y le expondría la corrupción inherente de su corazón.

Yo afirmo que Dios nunca hace a un Calvinista mostrándole su gloria y majestad, sin conducirlo a una apropiada convicción de pecado a la luz de su soberanía y santidad. Esto es lo que condujo a Isaías a una profunda idea de la condición espiritual de su propia generación, ya que en su propia confesión notamos que no sólo dice, “Siendo hombre de labios inmundos” sino también “Habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos”. Por ejemplo, en Isaías 58 encontramos la declaración de la condición del pueblo, encontramos que eran extremadamente religiosos; venían cada día al templo a ofrecer sacrificios. Lea Isaías capítulo 1, y encontrará que los contemporáneos del profeta llevaban sus sacrificios y guardaban los días de fiesta. Sin embargo Dios dijo “Enfermo y cansado estoy de todas estas cosas. No me traigáis más vana ofrenda... cuando multipliquéis la oración, yo no oiré”. Si usted y yo hubiéramos estado parados como espectadores allí, hubiéramos dicho que la religión en Israel era bastante buena. Pero cuando este hombre tuvo una visión y percibió la majestad de Dios, esto lo condujo no sólo a darse cuenta de su propia pecaminosidad; sino también a darse cuenta de la condición de su propia generación.

EN SEGUNDO LUGAR, ESTO LO CONDUJO A UN CONOCIMIENTO EXPERIMENTAL DE LA GRACIA Y DEL PERDON.

Mientras Isaías sentía su inmundicia y su perdición ante la presencia del Señor, el serafín toma un carbón ardiente del altar del sacrificio, un carbón que viene a ser el símbolo de la base sobre la cual Dios perdona a los pecadores. El carbón toca los labios del profeta, y aunque hay dolor, también está la maravillosa palabra de gracia, “quitada es tu culpa y limpio tu pecado”. Aquí está un hombre que ha sido conducido a la visión de su propio pecado, de tal manera que se pregunta ¿Cómo puede tal persona permanecer en la presencia de tal Señor? Es a esta persona que la palabra de perdón es una palabra humillante, irresistible y cautivante. La razón del porque la gracia de Dios es tan poco apreciada en nuestros días, se debe a que poco se aprecia la trascendente majestad, soberanía y santidad de Dios, y no vemos mucho más que medio paso entre Dios y nosotros mismos. Pero Isaías lo vio como si fuera un infinito abismo, y cuando el Señor extendió soberanamente su misericordia a lo largo del abismo y lo tocó, vino a ser un hombre que inmediatamente evidenció el fruto de la gracia.

EN TERCER LUGAR, ESTO NOS HABLA DE UN HOMBRE QUE FUE CONDUCIDO A UNA COMPLETA SUMISION A DIOS.

Habiendo sido limpiado, Isaías nos dice luego, “Oí la voz del Señor, que decía: ¿ A quién enviaré, y quién irá por nosotros “.  Note la reacción del profeta. Habiendo visto la soberanía y la santidad del Señor, y viéndose en inmundicia, y habiendo oído la palabra de gracia y perdón, ¿Qué puede hacer un hombre cuando el Señor habla y escucha su voz, sino decir, “Heme aquí “? No hay nada aquí de un misionero contando historias sentimentales sobre el pecado y la necesidad humana, con el intento de arrancar a los jóvenes de su autocomplacencia y rebelión a la palabra de Dios y producir en ellos un “Heme aquí”. Esto fue justo la reacción instintiva de un hombre que vio al Señor y oyó su voz, y dijo, “Heme aquí, Señor envíame”. Y luego, por decirlo así, el Señor prueba la profundidad de esa confesión y encontramos una completa consagración a la voluntad del Señor, no importa cuán extraño parezca, porque inmediatamente se le aclara al profeta que primeramente va a tener un ministerio de juicio: “Anda, y di a este pueblo, oíd... y no entendáis; ved... no comprendáis. Engruesa el corazón de este pueblo”. “Isaías, te estoy comisionando a un ministerio de juicio y de endurecimiento”. Ahora ¿Qué hizo el profeta? Se intimidó y dijo, “Oh Señor, eso no es justo. Tú no me has llamado a tal obra como ésa”. ¡ No, no! El simplemente dice, “¿Hasta cuándo Señor?” En otras palabras, “Señor estás en tu perfecto derecho de enviarme a un ministerio que será primeramente de endurecimiento y juicio. Tú eres Dios. Tú estás en tu trono. Yo soy una criatura ante tu trono. Tú eres santo. Yo soy un pecador. ¿Qué puedo hacer, sino mantenerme fiel a los dictados de tu voluntad, no importando qué implicaciones pueda tener?”.

Así es como Dios hace a un hombre, Calvinista. De una manera u otra le da semejante visión de su propia majestad, soberanía y santidad como el Alto y Sublime, que lo conduce a un profundo conocimiento experimental de su humana pecaminosidad personal y de la de su propia generación. Esto lo conduce a un conocimiento experimental de la gracia de Dios y a una completa sumisión a la voluntad y a los caminos del Señor.

Digo esto como aplicación, no hable acerca de ser un Calvinista simplemente porque su ansia por una lógica consistente ha sido aliviada por el sistema teológico calvinista. ¿Ha visto a Dios? ¿Ha sido conducido cerca de El? Ese es el asunto. Le recuerdo las palabras de B.B.Warfield: “Un Calvinista es un hombre que ha visto a Dios”. La expresión, “orgullosamente Calvinista”, es un falso nombre. Si un Calvinista es un hombre que ha visto a Dios como el entronizado, Alto y Sublime; entonces es un hombre que ha sido conducido a humillarse ante el trono como lo fue Isaías. ¿Un Calvinista carnal? ¡Otro falso nombre! El que está en el trono es santo, y El mora en consciente comunión con los que están correctamente relacionados con El, como el entronizado y el santo. Estas dos cosas están bellamente ligados en Isaías 57:15 donde el profeta dice: “así dijo el Alto y el Sublime, el que habita en la eternidad, y cuyo nombre es el Santo: Yo habito en la altura y la santidad, y con el quebrantado y humilde de espíritu”. ¿Qué es contrición? Es la reacción de un pecador ante la presencia de un Dios santo; y, ¿Qué es humildad? Es la reacción de un siervo ante la presencia de un soberano. Isaías nunca olvidó la visión y dijo, “Este Dios habita en la altura y la santidad, y con el quebrantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el espíritu de los humildes, y para vivificar el corazón de los quebrantados”.

Si tu entendimiento del pensamiento Calvinista te ha conducido, por decirlo así, al lugar donde puedes jactarte en tu libertad y usarlo como ocasión para el libertinaje, entonces tú nunca has sido un Calvinista Bíblico. Dios hace Calvinistas hoy de la misma manera como los hizo en la época de Isaías.

Yo afirmo que nadie tiene el derecho de decir que es Calvinista porque puede repetir como loro frases recogidas de la gran herencia de la literatura Reformada. El debe preguntarse, ¿Me ha conducido el Espíritu Santo a ese profundo sentido de Dios que ha obrado en mí, al menos en alguna medida, la gracia de la humildad? ¿Me ha dotado Dios de dones y capacidades? Si es así, ¿Qué tengo que no haya recibido? ¿Quién me hace ser diferente? Si Dios me ha dotado de dones y capacidades ya sea intelectual o de otra manera, entonces reconozco que los tengo porque el soberano entronizado se agradó en repartírmelos, y la única diferencia entre mí y el pobre niño retardado que mueve la compasión de mi corazón, es que El se agradó en hacerme diferente. ¿Quién te distingue? El hombre que permanece en la presencia del Dios soberano, reconoce que todo lo que tiene, le ha sido dado. La humildad no es timidez. La humildad es la disposición de reconocer honestamente: El es Dios, yo soy una criatura. Todo lo que tengo proviene de El y debo estar rendido a El en alabanza y honor. Esto nos conducirá a la sumisión que vemos en Isaías. Dios está sentado en el trono; yo no tengo derechos que reclamar, pero tengo el inexpresable privilegio de conocer y hacer su voluntad. ¿No fue ésa la acción refleja de Isaías? El Señor está en el trono; yo soy una criatura. ¿Qué más puedo hacer sino decir, “Heme aquí”?

¡Oh el inexpresable deleite de conocer y hacer su voluntad! Esto conduce no sólo a la humildad y a la sumisión, sino también a la verdadera contrición, porque entonces veo que todo pecado ha sido esencialmente un violento espíritu anarquista ejercido contra el trono de Dios. ¿He fracasado en amarlo con todo el corazón? Entonces esto es anarquía. El demanda y es digno de todo mi afecto. ¿He fracasado en amar a mi prójimo como a mí mismo y he expresado este pecado al no respetar a mis padres, no respetar los derechos y la vida de otros, la pureza y la santidad de otros, la reputación de otros? Vaya a los Diez Mandamientos y aprenda que toda violación de ellos es el alma de la anarquía contra el trono de Dios. Todo orgullo es simplemente un intento de compartir la gloria que pertenece al Soberano Dios, y decirle, ”Oh Dios, permíteme tomar parte en la entrega de los premios y recibir gloria también ?” ¿No es eso orgullo? ¿No es un perverso intento de compartir la alabanza del Soberano Dios?

Entonces esta visión de Dios no puede producir más que humildad, sumisión, contrición. Y en sentido positivo, no puede producir más que gratitud, por el hecho de que en el ejercicio de su soberano derecho yo sea bendecido por Dios con sensatez, salud física y claridad mental. Y sobre todo, que yo sea bendecido con gracia, con la confianza que Dios está en su trono y que nada pasado, presente o futuro ha hecho que alguna vez el trono de Dios tiemble una milésima de pulgada. ¡Jehová reina! Tiemble la tierra. Tengo confianza, firme confianza y gozo, no importando lo que pudiera ocurrir en la esfera visible. Todo está bien donde El está.

¿Le ha hecho Dios un Calvinista? No le estoy preguntando si ya leyó el libro de Boettner o el de Kuyper o el de Warfield y ha venido a ser un Calvinista. Yo le estoy preguntando si ¿Le ha dado Dios una visión de sí mismo? ¿Le ha humillado? ¿Y le ha conducido a esa posición concediéndole la gracia de humildad, sumisión, contrición, gratitud, confianza y gozo? Eso es lo que hace a un Calvinista. Si sabemos esto vamos a querer decir:

Mi Dios, ¡Cuán maravilloso eres tú, tú majestad cuán brillante!
¡Cuán hermoso tu asiento de misericordia, en las profundidades de candente luz!
Oh ¡Cuánto te temo, Dios viviente,
con los más profundos, con los más tiernos temores, y te adoro con una esperanza temblorosa y lágrimas penitenciales!
¡Cuán hermosa, cuán hermosa es una aprensión correcta de ti,
de tu sabiduría infinita, tu poder ilimitado y tu enorme pureza.!

EL PODER DE LA RELIGION SALVADORA

Ahora, dirigimos nuestra atención a los aspectos específicos de la soteriología del Calvinismo es decir, a “Las doctrinas de la gracia”. Ya dije que los aspectos salvadores de la verdad Bíblica, comúnmente llamada Calvinismo, será el centro de nuestra atención; la confesión de que DIOS SALVA A  PECADORES.

¿Qué efecto debería tener esto en la vida de un individuo? Esencialmente en la esfera de la soteriología ¿Es el Calvinismo una declaración de la gracia salvadora de Dios ejercida soberana y poderosamente en los pecadores elegidos? Si es así, entonces en el mismo corazón del Calvinista, el pensamiento Bíblico respecto a la salvación es esta creencia en la cual Dios ha tomado la iniciativa, Dios ha hecho algo y Dios está en el tiempo presente haciendo algo. Warfield dice: “Por lo tanto no hay nada, contra lo que el Calvinismo se opone con más firmeza que toda forma y grado de autosoterismo, toda forma de autosalvación. Sobre todo lo demás el Calvinismo está decidido reconocer a Dios en su hijo Jesucristo actuando (por el espíritu Santo) como nuestro verdadero salvador”.

A los ojos del Calvinista, el hombre inconverso necesita, no de estímulos o de asistencia para salvarse a sí mismo, sino precisamente de salvación. El Calvinista sostiene que Jesucristo vino no para aconsejar, exhortar o ayudar al hombre para salvarse así mismo, sino para salvarlo por la poderosa obra del Espíritu en él. Este es el fundamento de la soteriología calvinista.

Ahora, si esto es así, es decir, que en su esencia  la soteriología calvinista confiesa que Dios salva a pecadores, y si no vamos a tratar de quitarle el pleno significado a esta afirmación, entonces esto debería producir dos cosas muy prácticas en la vida del individuo.

PRIMERO, ESTO DEBE CONDUCIRLE A UN AUTOEXAMEN BIBLICO.

No dije un autoexamen antibíblico o un tipo de introspección neurótica. Yo creo que en nuestro temor de la introspección neurótica, muchos de nosotros en los círculos reformados nos hemos mantenido alejados de un honesto autoexamen bíblico. Por autoexamen bíblico quiero decir una simple obediencia a los textos como 2 Cor. 13:5, “Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe; probaos a vosotros. ¿O no os conocéis a vosotros mismos, que Jesucristo está en vosotros, a menos que estéis reprobados?”. Quiero decir, obediencia a la exhortación de 2 Ped.1:10, “Procurad hacer firme vuestra  vocación y elección”. Palabras similares se encuentran en el Nuevo Testamento; “ninguno se engañe; nadie os engañe; no os engañéis”. Hablo de un deber escritural.

Es obvio de cómo esto encaja como implicación del concepto Calvinista de la salvación. Ya que la escritura declara que todos los que son verdaderamente salvos son hechura de Dios (Efe.2:10), entonces la pregunta que me debo hacer es “¿He sido el sujeto de esa hechura?” La cuestión no es la sinceridad de mi decisión, resolución o como yo lo quiera llamar. El asunto no es “¿Qué he hecho con Cristo y la salvación?” La cuestión esencial es ésta: “¿A hecho Dios algo en mí?   No es si he “aceptado a Cristo”, sino más bien “¿Me ha aceptado Cristo?” El asunto no es, “¿He encontrado al Señor?” Sino, “¿El Señor me ha encontrado a mí?.

Uno de los antiguos maestros en Israel acostumbraba preguntar a los que aspiraban ser admitidos a la mesa del Señor o a la membresía de la iglesia dos preguntas. Primero, ¿Qué ha hecho Cristo por ti? El quería saber si entendían la base objetiva sobre la que Dios recibe pecadores. El quería saber si entendían que los hombres son aceptados ante Dios en base a la obra de Cristo sin nada más. Si quedaba claro para él que en ninguna manera pensaban que eran aceptados por el mérito de su arrepentimiento, lágrimas u obras, sino solamente por los méritos de Cristo, entonces les hacía la segunda pregunta ¿Qué ha hecho Cristo en ti? Ya sabes lo que ha hecho por ti, ahora mi pregunta es ¿Qué ha hecho en ti? El preguntaba esto porque entendió la terrible posibilidad de que una persona tuviera una comprensión intelectual de lo que Cristo ha hecho por los pecadores, y sin embargo desconociera por completo Su poderosa obra en los pecadores.

Entonces, quiero aplicar a la conciencia de cada uno algunas preguntas sencillas. Primero: ¿Has sido conducido a ver tu propia corrupción y pecado de tal modo que las dos primeras bienaventuranzas son realidades en ti?. Las únicas personas en el mundo que son verdaderamente benditas, son los que han sido convencidas por el Espíritu Santo que ya no son extraños a estas dos cosas: “Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados los que lloran, porque recibirán consolación”. ¿Cómo hace Dios a los hombres verdaderamente benditos y felices?

En primer lugar, Dios los hace tristes en la visión y el sentido de su propio empobrecimiento en un estado de pecado. ¿Qué es pobreza de espíritu? ¿Es algún tipo de falsa piedad que intenta convencerme que soy un miserable y malvado gusano?

¡De ninguna manera! La pobreza del espíritu es el resultado de obtener una visión de lo que realmente eres y ver que tú no eres nada, no tienes nada y no puedes hacer nada para recomendarte a la gracia y al favor salvador de Dios; es el resultado de la convicción que El podría hacer de ti un monumento de su justa ira, permitiéndote perecer en el fuego eterno. ¿Has sido conducido a un conocimiento experimental de esto? Si no, yo dudo que puedas pretender que Cristo es tu Señor, porque El dijo que no vino a llamar a justos sino a pecadores al arrepentimiento. Al pobre en el espíritu se le ha hecho consciente de su depravación en el pecado.

Es posible sostener la doctrina de la depravación total como un concepto teológico y ser tan malo, orgulloso y farisáico como el diablo. ¿Has conocido la desnudez interna que te ha conducido a la pobreza espiritual, al llanto espiritual y al reconocimiento que tu pecado ha sido contra el soberano Dios? ¿Has sido conducido al lugar donde odias tu pecado lo suficiente para abandonarlo y ser fiel solamente a Cristo? Un antiguo escritor dijo bellamente: “Cuando el Espíritu Santo empieza el acorde de gracia en la vida de un hombre, siempre orienta ese acorde a la nota baja”. El empieza con la nota baja de convicción, una revelación de nuestra necesidad del salvador. ¿He sido conducido a ver que a menos que El inicie la obra, ésta nunca será hecha?

La segunda pregunta que debo hacerme es ésta: ¿Manifiesto el fruto de Su obra? y ¿Cuál es la positiva e innegable evidencia que Dios ha estado y está obrando en mí? Yo digo sin algún temor de contradicción a la luz de las Sagradas Escrituras, que la evidencia es la santidad Bíblica. Los llamados “Cinco Puntos del Calvinismo” son proyectados en una forma negativa y pueden en alguna manera ser mal entendidos. Sin embargo no podemos cambiar el curso de la historia, y así los Cinco Puntos han llegado a nosotros y debemos aprender a vivir con ellos. Tome los últimos cuatro puntos: La elección incondicional, la redención particular (Cristo murió para salvar a un pueblo específico), el llamamiento eficaz de Dios y la perseverancia de los santos. ¿Cuál es el enfoque principal de todos éstos? El objetivo del enfoque principal, por supuesto, es la exhibición de la de la gloria de la gracia de Dios, como vemos en Efesios 1; pero de inmediato surge la pregunta: ¿Cómo se exhibe esa gloria? ¿Por cuáles medios? La respuesta es, tomando a las criaturas que están depravadas totalmente y haciéndolas hombres y mujeres en quienes la semejanza del hijo de Dios se pueda ver. ¿Cuál es el propósito de la elección ? Efesios 1:4 dice: “Según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que ...”   ¿nos gloriemos en nuestra elección? ¡No! Sino “Para que fuésemos santos y sin mancha delante de él”. ¡Elección para santidad! ¿Cuál es el propósito de la obra expiatoria de Cristo? Escuche el testimonio de Tito 2:14 “Quién se dio así mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras.” El murió para tener un pueblo santo “celoso de buenas obras”.

Luego está el llamamiento eficaz de Dios, “Fiel es Dios, por el fuisteis llamados a la comunión con su Hijo Jesucristo nuestro señor”. (1 Cor.1:9) ¡Somos llamados a participar de la comunión íntima con Cristo! “Pues no nos ha llamado Dios a inmundicia, sino a santificación”. (1Tes.4:7).     Además, está la doctrina de la preservación y la perseverancia de los santos. Es la perseverancia en los caminos de la santidad y la obediencia, porque la escritura dice: “Seguid... la santidad, sin la cual nadie verá al Señor” (Heb.12:14). “... Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”  (Juan 8:31-32). De manera, que donde quiera que toquemos alguna parte de la estructura de la soteriología calvinista, estamos tocando una fibra viva del propósito de Dios de tener un pueblo santo.

¿Predestinados con qué propósito? “Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo” (Rom.8:29). Entonces si es así, yo debo preguntarme: ¿Se está cumpliendo el propósito de la elección de Dios en mí? El me escogió en Cristo desde la eternidad para que, siendo comprado y llamado en el tiempo, yo pudiera ser santo en el tiempo y ser perfeccionado en la eternidad. La única seguridad que tengo de que fui redimido para ser santo y de que seré perfeccionado en santidad, es que estoy practicando la santidad aquí y ahora. En su esencia, la santidad es la conformidad a la voluntad revelada de Dios en pensamiento, palabra y obra, a través del poder del Espíritu Santo y por la unión con Jesucristo. Santidad,  piedad, ésta es la evidencia de que el propósito de la elección se ha realizado y su expresión se encuentra en la obediencia. Esa es la razón de que Juan pueda decir en 1 Juan 2:5, “El que guarda su palabra, en éste verdaderamente el amor de Dios se ha perfeccionado”. Lo que Juan dice aquí encuentra su manifestación práctica en él que guarda la palabra de Dios. ¿Está clara la evidencia de que estoy experimentando la comunión con Jesucristo a través de su palabra? El me ha llamado a la comunión consigo mismo, y si he sido llamado eficazmente, entonces no soy ajeno al conocimiento experimental del Señor.

¿En realidad, confieso que soy preservado por el poder sustentador de Dios? Entonces su preservación debe verse claramente en mi perseverancia. La única prueba que tengo de que El me preserva es que por su gracia estoy capacitado para perseverar. Estas son las implicaciones prácticas de la soteriología del Calvinismo. El Calvinismo me presenta preguntas semejantes a éstas que me conducen a un honesto autoexamen bíblico. John Bunyan fue directo al grano en su libro inmortal, “El Progreso del Peregrino”, cuando escribió aquélla sección que describe como Cristiano y Fiel entraron en contacto con un hombre llamado Hablantín. (Vea “El progreso del Peregrino”, pags. 78-91, La Antorcha de México A.C.) Les exhorto a leerlo cuidadosamente. Esto enseña que Bunyan reconoció que hay tal cosa como tener una convicción intelectual de que sólo Dios puede salvar a los pecadores, y que la salvación es la obra en la cual Dios salva a pecadores. Pero el asunto real es éste: ¿Ha habido una poderosa aplicación experimental de esa verdad en mi propio corazón y en mi propia vida?.

Hace casi un año, un joven, graduado del seminario, vino para hablarme de algunos asuntos que le preocupaban acerca de mi propio ministerio. El me hizo esta pregunta, “Señor Martin, quiero hacerle una simple pregunta. ¿Usted cree que tiene un llamamiento para andar por el país transtornando a la gente?” Yo le respondí: “Mi llamamiento no es para andar por el país transtornando a la gente, sino que soy llamado para declarar todo el consejo de Dios. Uno de los aspectos de este consejo consiste del hecho de que es posible sostener la forma de las sanas palabras y aún estar perdido y ser ajeno a la gracia; porque la escritura dice “El reino de Dios no consiste en palabras, sino en poder” (1 Cor. 4:20). Pablo dijo, “ ... Nuestro evangelio no llegó a vosotros en palabras solamente, sino también en poder, en el Espíritu santo y en plena certidumbre” (1 Tes.1:5). Mientras Mateo 7:21-23 permanezca en la Sagrada Escritura, y mientras yo tenga voz, gritaré a los ministros, a los futuros ministros y a los cristianos profesantes que muchos dirán en aquél día, “Señor, Señor”, a quienes Cristo dirá, “Apartaos de mi malditos, nunca os conocí”.

Yo nunca sería un instrumento inconsciente del diablo para trastornar la fe del verdadero hijo de Dios. Algunos hijos de Dios pudieran ser semejantes al señor “Temeroso”, o al señor “Vuelve-atrás” o al señor “Flexible” en el libro de Bunyan. Estos hombres que están en camino hacia la Ciudad Celestial, pero tienen problemas acerca de la certeza de su salvación y por esto están dudando y fallando. Yo nunca sería un acusador de los hermanos para destruir o dañar la fe de un verdadero cristiano. Pero tampoco sería un perro mudo, que calle sobre este asunto. No es suficiente haber heredada una forma de doctrina, ya sea Calvinista o Arminiana. El asunto es éste: Si la salvación es del Señor, ¿Ha empezado esta obra en mí? Entonces afirmo que estas doctrinas aplicadas al corazón conducirán a un honesto autoexamen bíblico.

EN SEGUNDO LUGAR, ESTAS DOCTRINAS CONDUCEN A LA SANA BUSQUEDA BIBLICA DE LA PIEDAD PRACTICA.

¿Qué está incluido en tal búsqueda? Para ser breve, tres cosas:
1. Una santa vigilancia y desconfianza de uno mismo.

¿En realidad creo que por naturaleza estoy tan corrupto que Dios debe iniciar la obra de salvación en mí, y que la corrupción que permanece en mí, (aun después de haber sido regenerado y unido a Cristo), es tal que si Dios retira su mano de mí por un momento, me conduciría a cometer toda forma de maldad posible en un ser humano? Tal creencia producirá una santa vigilancia y una sana desconfianza de mí mismo. Si reconozco que la corrupción que permanece en mí es como la pólvora y que cada tentación es como una chispa que la puede encender, no me atreveré a coquetear con el pecado. Si he sido criado en una iglesia “fundamentalista” caracterizada por el legalismo y una lista superficial de prohibiciones humanas, pero ahora he descubierto la verdad gloriosa de la libertad en Cristo, no usaré mi libertad como una oportunidad para el libertinaje. Reconoceré que soy libre en Cristo, y que sin embargo, soy también uno que tiene esta terrible potencial de maldad dentro de mí, entonces velaré y también oraré.

2. Un espíritu de constante oración y devoción. 

¿Es la salvación la obra del Señor de principio a fin? Entonces El debe ayudar, y su ayuda es concedida a aquellos que claman por El. El debe obrar en mí el querer y el hacer por su buena voluntad, y yo debo pedirle que lo haga. La Biblia enseña la maravillosa unión de estas dos cosas: El pacto de Dios promete hacer algo soberana y poderosamente, y esta promesa está unida con El mandamiento a su pueblo de pedir por cada cosa que El se ha comprometido hacer. En Ezequiel 36, donde se amplía la declaración de las bendiciones del nuevo pacto, Dios hace grandes afirmaciones ( vea los vers. 25-36) pero en el vers. 37 leemos: “Así ha dicho Jehová el Señor: Aún seré solicitado por la casa de Israel, para hacerles esto”; “Lo haré”; “ Seré solicitado por ello”. En la economía de la gracia, Dios despierta el deseo en el corazón de aquéllos a quienes El quiere conceder su bendiciones. Dios despierta el deseo por las bendiciones que El soberana y poderosamente se compromete a repartir. Matthew Henry, en su sencilla original manera, dice: “Cuando Dios se digna bendecir a su pueblo les motiva a orar por la bendición que desea darles”.

Entonces si yo creo la confesión que DIOS SALVA  A  PECADORES, que no sólo los regenera y los conduce al arrepentimiento y a la fe, sino que los guarda y finalmente los conduce a su presencia; si ésa es su obra, entonces producirá una consistente oración, no sólo una santa vigilancia y desconfianza en uno mismo, sino una constante petición para que El realice en mí lo que ha prometido. Porque en un análisis final ¿Qué es la oración? Es un reconocimiento consciente de mi incapacidad ante Dios. El verdadero Calvinista es aquél que confiesa con sus labios que la gracia no sólo debe despertarlo y regenerarlo, sino que la gracia debe preservarlo, y aprueba su confesión por la oración cuando de rodillas clama, No me metas en tentación, sino líbrame del mal. Señor, yo ni siquiera conseguiría mi pan del día, a menos que tú sostengas mi vida y bendigas la obra de mis manos, dame el pan de cada día”. La doctrina de la confesión, DIOS SALVA A PECADORES producirá en el corazón del verdadero cristiano la sana búsqueda bíblica de la piedad, la santa vigilancia y una consistente devoción.

3. Una dependencia que confía en Dios para que cumpla todo lo que se ha propuesto cumplir en mi.

¿Cuándo peco,  soy desechado? ¡No! La palabra de Dios dice, “Siete veces cae el justo, y vuelve a levantarse” (Prov. 24:16). Entonces acudo a Dios reconociendo que mi obediencia no es la base para mi justificación ni el fundamento de mi acercamiento a Dios como pecador, y me refugio nuevamente en el Mediador del Nuevo Pacto. Pedro pone el tema de recurrir al Señor en el tiempo presente, “Acercándoos a él...”   (2 Ped.2:4) y no en tiempo pasado; “Os acercasteis a él”. Es tan frecuente en nuestros días oír decir que “Alguien vino a Cristo”. El creyente es alguien que siempre está acudiendo a Cristo. Leemos en Hebreos 12, “no os acercáis...” (vea Hebreos 1218-22) y luego menciona una lista de cosas que pertenecen al Antiguo Pacto. La Escritura dice “Os acercáis a...” y menciona todas las bendiciones del Nuevo Pacto, y uno de ellos es éste: “Os acercáis... a Jesús el mediador del nuevo pacto”. “ Si alguno peca,  abogado tenemos [tiempo presente] para con el Padre, a Jesucristo el justo”.

¿No es ésta la razón de que un verdadero Cristiano se humille ante la exposición de su pecado? Cada manifestación de pecado en la vida del verdadero creyente lo conduce otra vez a su Salvador, y todo lo que conduzca nuevamente a su Salvador hace más precioso a su Salvador.

¿No es cierto que su vida es más fragante que nunca cuando El pone el beso del perdón en su mejilla? La convicción y el arrepentimiento del pecado impulsan al creyente nuevamente al Mediador del Nuevo Pacto. El sabía todo acerca de sus fallas cuando le llamó y en su gracia y misericordia, como un fiel Sumo Sacerdote, siempre presenta por usted los méritos de su sangre ante el Padre.

Así que, hay una confiada dependencia en que Dios cumplirá todos sus propósitos. Cuando soy débil necesito recordar que El ora por mí. El le dijo a Pedro, “... satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo. Pero yo he rogado por ti para que tu fe no falte”. Cristo no oró para que su valor no faltara. Su valor falló. Pero Cristo oró para que su fe no faltara. Y aún en la negación de Pedro no hubo un abandono de su fe. Porque la obra que la bondad de Dios empieza, su brazo poderoso lo completará. El lo perfeccionará hasta el día de Jesucristo.

Cuando una persona pretende ser Calvinista confesando el credo soteriológico de que Dios perdona pecadores, pero sin esta santa vigilancia, y sin alguna medida de consistente devoción y una confiada dependencia de Dios en Cristo (para cumplir todo lo que por su gracia él ha prometido), es una contradicción de términos. Una de las grandes quejas que se levantan hoy y que en algunos casos tiene justificación, es respecto al comportamiento de algunas personas, especialmente jóvenes que sostienen el Calvinismo. Estos jóvenes ven el Calvinismo como un sistema filosófico inatacable e irrefutable, pero llegan a ser orgullosos y regresan a sus escuelas seculares y en diez minutos destruyen los puntos de vista del profesor de Filosofía. Estos jóvenes se vuelven orgullosos y presumidos. Esa es una caricatura, ese no es el Calvinismo verdadero.

¿Cuál es el efecto de la práctica personal de la confesión del Calvinismo en la vida del hombre? Si ve a Dios,  lo quebrantará, y si entiende que Dios salva pecadores, lo hará confiado, devoto y una persona vigilante que persigue la piedad práctica. ¿Es eso lo que estas doctrinas están haciendo en su vida? Algunos, quizás, para quienes estas cosas son nuevas les temen y dicen: “Oh, esa porquería (es decir, el Calvinismo) sólo conducirá a la esterilidad y sequedad espiritual”. ¡Eso no es cierto! Porque estas son las verdades de la palabra de Dios;  estoy convencido que lo son.  En su totalidad son la verdad que está de acuerdo a la piedad, la verdad que nos santifica en respuesta a la oración de nuestro gran Sumo Sacerdote. ¡Ojalá Dios conceda que la verdad haga eso en ti y en mi!
Soli Deo Gloria