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martes, 4 de octubre de 2016

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Herejía Pelagiana

¿Nace el ser humano en la misma condición en la que Adán fue creado? ¿En qué medida nos afectó su pecado a nosotros? Estas preguntas y otras similares tenían gran importancia porque de ellas dependía la necesidad y el alcance de nuestra salvación. Efectivamente, si el pecado de Adán solamente le afectó a él, yo puedo, con mi esfuerzo, tratar de mantenerme en la posición de inocencia en la que nazco; pero si su pecado me ha afectado, es claro que mi esfuerzo no sirve de nada y necesito la gracia de Dios para ser salvo.

Para Pelagio no hay una transmisión del pecado de Adán a sus descendientes. No nacemos con tendencias perversas, ni malos deseos; lo único que nos diferencia de Adán al ser creado es que nosotros tenemos malos ejemplos alrededor, pero aparte de eso, estamos como él, no hay en nosotros concupiscencia ni esclavitud al pecado. Por lo tanto ejercitando la voluntad, con la ayuda de la ley de Dios y el ejemplo de Jesucristo, podemos guardarnos de caer en pecado. En eso consiste para Pelagio la gracia de Dios.

Es evidente que en ese sistema al final es el hombre quien es su propio salvador y solamente de una forma muy secundaria Cristo hace algo por nosotros. Sin embargo no es esto lo que enseña la Escritura, quien habla del hombre en un estado caído y del pecado no solamente como un acto externo, sino como una tendencia y una motivación interna que se expresa en actos externos.

Para Agustín de Hipona lo que Pelagio enseñaba era, a todas luces, erróneo. Por propia experiencia él había experimentado, antes de su conversión, la fuerza descomunal del pecado, su impotencia para librarse de él y la inutilidad de su voluntad para dominarlo. Además encontró en la Escritura fundamento a su propia experiencia; para él la gracia era el poder de Dios operando de tal forma en el pecador que era la única causa de la salvación. Fuera de la gracia, el hombre está vendido al pecado sin posibilidad de librarse de él.

El pecado de Adán, decía Agustín, sí nos ha afectado a todos en dos maneras: nos ha transmitido la corrupción del pecado y la culpa inherente al mismo; en esto consiste el pecado original. Por lo tanto todo el género humano, desde Adán, es una masa condenada y perdida. Ahora bien, de entre esa masa de perdición, Dios, en su libertad, ha escogido salvar a los que él ha querido y dotarlos de fe salvadora. A los demás, en su justicia, los pasa por alto si bien les ofrece el evangelio. Los primeros le deben su salvación enteramente a Dios, a los segundos Dios tiene en cuenta su pecado.

Al tocar el tema de la predestinación Agustín estaba tocando una de las doctrinas más profundas y difíciles de la Escritura. Dios escoge, no porque previó que habían de creer, sino que escoge para que crean. No hay diferencia entre los que se salvan y los que se pierden sino solamente en una cosa: la gracia irresistible de Dios hacia los primeros y la gracia que puede ser resistida hacia los segundos.

Agustín distingue varios grados de gracia: la gracia precedente, por la que el pecador es puesto bajo convicción, la gracia operante, por la que es guiado a Jesucristo y dotado de fe salvadora, la gracia cooperante, por la que una vez renovada su voluntad, el cristiano coopera con Dios en su santificación y la gracia perseverante, por la que el redimido, aunque pueda tener descalabros momentáneos, se levanta de ellos y acaba triunfalmente su carrera en Cristo.

Hubo quienes quisieron quedarse a medio camino entre las tesis de Pelagio y las de Agustín; entendiendo que la doctrina pelagiana era puro humanismo quisieron modificarla, pero sin llegar a identificarse con lo que Agustín enseñaba. Es lo que se conoce con el nombre de semipelagianismo, en el que se admite que el pecado de Adán nos ha afectado, pero no hasta el punto de muerte espiritual, sino solamente de debilidad o enfermedad. El hombre ha quedado trastocado en ciertas facetas de su personalidad, pero otras están intactas, y una de éstas es la voluntad; por lo tanto el hombre, si quiere, puede salvarse por medio de Cristo; pero la capacidad de querer o no querer está en el hombre; en último análisis depende de la voluntad humana el salvarse. En este sistema la fe no es un regalo de Dios para que el hombre pueda salvarse, sino es fruto del esfuerzo humano. Además la predestinación es consecuencia de la presciencia de Dios, es decir, Dios salva a aquellos que sabe que van a creer.

Aunque oficialmente la Iglesia católica declaró que Agustín es uno de los grandes teólogos y lo venera con el título de 'Doctor de la Gracia', en la práctica no se identifica con sus enseñanzas, que van desde el semipelagianismo hasta el semiagustinianismo, es decir, un agustinianismo aguado en el que ya no hay cabida para la gracia soberana de Dios como única causa de salvación.

Esta doctrina pelagiana es perversa, al menos por tres puntos 1) Niega la completa depravación del hombre por el pecado. El hombre es pecador, por nacimiento, por naturaleza y por elección. Ro.3:9-19; Sal 51:5; Ro7:14-25; Gen.6:5. 2) Pues pondera las obras humanas para cooperar en la obra de Dios, la salvación del creyente por su sola gracia. Subestima la gracia y el sacrificio vicario de Cristo, quien pago en nuestros lugar toda la deuda de nuestros pecados, el no hizo un abono a la deuda, sino que la justicia de Dios se dio por satisfecha, prueba de esto es la resurrección de Jesucristo de entre los muertos. Ro. 3:28; Gal.2:21; 2Co.5:21; Col.2:13-15.3) Fundamentalmente, porque es contraria a lo que la Biblia, La Palabra de Dios dice, única regla de fe, infalible e inerrante. Gal.1:6-9.

En su momento Martín Lutero y Juan Calvino, entre otros reformadores, redescubrieron el mismo concepto de gracia que Agustín defendía, pero también hubo los que intentaron llegar a una solución de compromiso entre la soberanía de Dios y la responsabilidad humana. Estas fueron las controversias entre los calvinistas, que creían en la predestinación basada en la soberanía de Dios, y los arminianos, que creían en una predestinación basada en la fe del creyente.

Deseo añadir a lo mencionado arriba: El término “pecado original” se refiere al pecado de Adán al comer del “árbol del conocimiento del bien y del mal” y sus efectos sobre el resto de la raza humana a partir de entonces; particularmente sus efectos en nuestra naturaleza y nuestra situación ante Dios, aún antes de que tengamos edad suficiente para cometer pecados conscientemente. Hay tres corrientes principales que tratan sobre ese efecto, y son las siguientes:

Pelagianismo: El pecado de Adán no tiene otro efecto sobre las almas de sus descendientes, que no sea el que su ejemplo pecaminoso influye a aquellos que lo siguen para pecar también. De acuerdo a esta opinión, el hombre tiene la habilidad de dejar de pecar, si simplemente elige hacerlo. Esta enseñanza es contraria al número de pasajes que indican que el hombre es inevitablemente esclavizado por sus pecados (aparte de la intervención de Dios) y que sus buenas obras son “muertas” o sin valor para merecer el favor de Dios (Efesios 2:1-2; Mateo 15:18-19; Romanos 7:23; Hebreos 6:1; 9:14).

Arminianismo: Los arminianos creen que el pecado de Adán, tuvo como resultado que el resto de la humanidad heredara la propensión a pecar, comúnmente referida como la “naturaleza de pecado.” Esta naturaleza pecaminosa, ocasiona que pequemos del mismo modo que al gato su naturaleza le provoca “maullar” – sucede naturalmente. De acuerdo a esta perspectiva, el hombre no puede dejar de pecar por él mismo, y es por lo que Dios concede una gracia universal a todos, que les permite dejar de hacerlo. Esta gracia es llamada gracia preveniente. Y de acuerdo a esta doctrina, no somos responsables por el pecado de Adán, sólo por los propios. Esta enseñanza es contraria al tiempo del verbo elegido en “por cuanto todos pecaron” de Romanos 5:12. De igual manera ignora el hecho de que todos llevan el castigo por el pecado (la muerte) aunque no hayan pecado de manera similar a Adán (1 Corintios 15:22; Romanos 5:14-15,18). Tampoco se encuentra en la Escritura la enseñanza de la gracia preventiva.

Calvinismo: El pecado de Adán ha ocasionado, no sólo que poseamos una naturaleza de pecado, sino que nos ha causado que seamos culpables ante Dios, por lo que somos merecedores de castigo. Habiendo sido concebidos con el pecado original sobre nosotros (Salmo 51:5), ocasionó que nuestra herencia incluya una naturaleza de pecado, tan perversa, que Jeremías 17:9 hace esta descripción del corazón humano: “engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?” Y no sólo Adán fue hallado culpable porque pecó, sino que su culpa y su castigo (muerte) también nos alcanza a todos nosotros (Romanos 5:12,19). Hay dos opiniones del por qué la culpa de Adán debe ser vista por Dios como perteneciente también a nosotros. La primera opinión dice que la raza humana estaba dentro de Adán en forma de semilla; y al haber pecado Adán, todos pecamos en él. Esto es similar a la enseñanza bíblica de que Leví (un descendiente de Abraham) pagó diezmos a Melquisedec en Abraham (Génesis 14:20; Hebreos 7:4-9), aunque Leví aún no había nacido sino hasta cientos de años después. La otra opinión principal, es que Adán sirvió como nuestro representante y como tal, cuando él pecó, todos nosotros fuimos encontrados igualmente culpables.

La opinión calvinista ve al hombre como incapaz de vencer su pecado, aparte del poder del Espíritu Santo, un poder que sólo es poseído, cuando uno se arrepiente de sus pecados y pone su fe en Cristo y Su sacrificio expiatorio por los pecados en la cruz. Un problema con esta opinión, está en explicar cómo son salvados los infantes y aquellos incapaces de pecar conscientemente (2 Samuel 12:23; Mateo 18:3; 19:14), puesto que no obstante, ellos siguen siendo responsables por el pecado de Adán. Millard Erickson, autor de “Teología Cristiana” (Christian Theology), piensa que esta dificultad es resuelta de la siguiente manera: “Hay una posición (opinión) que…preserva el paralelismo entre nuestra aceptación de la obra de Cristo y aquella de Adán (Romanos 5:12-21), y al mismo tiempo, señala de forma más clara nuestra responsabilidad por el pecado original. Nos volvemos responsables y culpables cuando aceptamos o aprobamos nuestra naturaleza corrupta. Hay un momento en la vida de cada uno de nosotros, cuando nos volvemos conscientes de nuestra tendencia al pecado. En ese punto, podemos aborrecer la naturaleza pecaminosa que ha estado allí todo el tiempo… y arrepentirnos de ello. Al menos habrá un rechazo a nuestra disfrazada pecaminosidad. Pero si consentimos esa naturaleza de pecado, realmente estamos diciendo que es buena. Al poner nuestra implícita aprobación a lo corrupto, también estamos aprobando o incurriendo en la acción de hace mucho tiempo en el Jardín del Edén. Nos hacemos culpables de ese pecado, sin haber cometido el pecado por nosotros mismos.”

La opinión calvinista del pecado original, es más consistente con la enseñanza bíblica, y el “pecado original” puede ser definido como “ese pecado y su culpa que todos poseemos a los ojos de Dios, como resultado directo del pecado de Adán en el Jardín del Edén.”
[10:55, 5/10/2016] +51 949 337 520: Sí, toda la gente heredó el pecado de Adán y Eva, específicamente de Adán. El pecado es descrito en la Biblia como la transgresión a la ley de Dios (1 Juan 3:4) y rebelión contra Dios (Deuteronomio 9:7; Josué 1:18). El pecado tuvo su origen con Lucifer, el “Lucero, hijo de la mañana,” el más hermoso y poderoso de los ángeles; quien no contento con ser todo esto, deseó ser el Dios altísimo, y esa fue su caída y el principio del pecado (Isaías 14:12-15). Cambiado su nombre a Satanás, él trajo el pecado a la raza humana en el Jardín del Edén, donde tentó a Adán y Eva con la misma seducción, “…serán como Dios.” Génesis 3 describe su rebelión contra Dios y contra Sus mandamientos. A partir de ese momento, el pecado ha sido transmitido a través de todas las generaciones de la raza humana hasta nosotros, los descendientes de Adán, que hemos heredado el pecado de él. Romanos 5:12 nos dice que a través de Adán, el pecado entró en el mundo y así la muerte pasó a todos los hombres porque “la paga del pecado es muerte” (Romanos 6:23). Esta es la condición que conocemos como el pecado hereditario. Así como heredamos las características físicas de nuestros padres, heredamos nuestras naturalezas pecaminosas de Adán.

Adán y Eva fueron hechos a la imagen y semejanza de Dios (Génesis 1:26-27). Como resultado, todos los seres humanos también somos formados a la imagen y semejanza de Dios (Génesis 9:6). Sin embargo, también somos a la imagen y semejanza de Adán (Génesis 5:3). Cuando Adán cayó en el pecado, su consecuencia alcanzó a todos y cada uno de sus descendientes, habiendo sido “infectados” también con el pecado. David lamentaba este hecho en uno de sus Salmos: “He aquí, en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre.” (Salmo 51:5). Esto no significa que su madre lo hubiera concebido ilegítimamente, sino que su madre había heredado de sus padres, una naturaleza pecaminosa, al igual que todos nosotros. Aún si vivimos la vida más perfecta posible, seguimos siendo pecadores, como resultado del pecado heredado. 

El haber nacido pecadores, trae como consecuencia el hecho de que todos pecamos. Nótese la secuencia en Romanos 5:12 - El pecado entró al mundo a través de Adán, al que le siguió la muerte; la muerte afecta a toda la gente; toda la gente peca porque heredó el pecado de Adán. En razón de que “. . .todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:23), necesitamos un sacrificio libre de pecado para lavar nuestros pecados, algo que nosotros no tenemos poder para lograr por nosotros mismos. ¡Gracias a Dios, Jesucristo es el Salvador del pecado! Nuestros pecados han sido crucificados en la cruz de Jesús, “en quien tenemos redención por Su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de Su gracia.” (Efesios 1:7). Dios, en Su infinita sabiduría, ha provisto el remedio para el pecado que heredamos, y ese remedio está disponible para todos: “Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.” (1 Juan 1:9)

CONTROVERSIA PELAGIANA

POSTURA

PRINCIPALES DEFENSORES
RESUMEN
TEXTOS NOTABLES

Pelagianismo
Pelagio (354-c. 430)

Julián de Eclana ( 454)

Celestio ( c. 440)
La muerte corporal era natural para Adán.

Su pecado fue un acto personal sin consecuencias para su posteridad.

Los niños nacen como Adán antes de pecar.

Nadie muere en razón del pecado ni resucita en virtud de la resurrección de Cristo.

El Antiguo y el Nuevo Testamento conducen igualmente al cielo.

En el Antiguo Testamento hubo hombres sin pecado.

La gracia de Dios consiste en la ley natural que todo hombre lleva impresa en su conciencia, en la ley que Dios dio a Moisés y en el ejemplo de Jesucristo.

El hombre nace esencialmente bueno y es capaz de hacer lo que es necesario para la salvación.
'Juliano el obispo, un hombre de vigoroso carácter, entendido en las Sagradas Escrituras y adelantado tanto en griego como en latín, fue, antes de que destapara su participación en la impiedad de Pelagio, distinguido entre los doctores de la iglesia. Pero después, intentando defender la herejía de Pelagio, escribió cuatro libros Contra Agustín, el oponente de Pelagio y luego ocho más. Hay también un libro conteniendo una discusión donde defiende su postura. Este Juliano, en tiempos de hambre y escasez, atrajo a muchos por medio de limosnas y atractivo de virtud asociándose con él en su herejía. Murió durante el reinado de Valentiniano, hijo de Constantino.' (Genadio, Vidas de hombres ilustres, 46)

Agustinianismo
Agustín de Hipona(354-430)
El hombre está muerto en pecado; la salvación es totalmente por la gracia de Dios, la cual es dada solamente a los elegidos.
'Pues no porque creímos, sino para que creyésemos, nos eligió a fin de que no podamos decir nosotros que le elegimos a él primeramente... Y no porque creímos, sino para que creamos somos llamados.'

'Pero consideremos bien nosotros las palabras del apóstol (Efesios 1:4), y veamos si por ventura nos eligió antes de la fundación del mundo, porque habíamos de ser santos e inmaculados, o más bien para que lo fuésemos... nos eligió Dios, por tanto, antes de la creación del mundo, predestinándonos en adopción de hijos, no porque habíamos de ser santos e inmaculados por nuestros propios méritos, sino que nos eligió para que lo fuésemos.'

Semipelagianismo
Juan Casiano( c. 433)
La gracia de Dios y la voluntad del hombre cooperan en la salvación, debiendo el hombre tomar la iniciativa.
'Adán no perdió con la caída -en expresión de Génesis 3:22- la ciencia del bien que había recibido.'

'Dios, viendo nuestra voluntad inclinarse al bien, viene en nuestra ayuda, nos guía y sostiene.' (De Incarnatione 13,8)

Semiagustinianismo
Próspero de Aquitania(c.390-c.463)
'La gracia de Dios viene a todos y capacita a la persona a escoger y realizar lo que es necesario para la salvación.'

Dios ofrece a todos idénticas posibilidades, poniendo a disposición de cada uno los medios adecuados.

Soli Deo Gloria