lunes, 13 de agosto de 2018

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Los Estados de Cristo

I
EL ESTADO DE HUMILLACION
A. INTRODUCCIÓN: LA DOCTRINA DE LOS ESTADOS DE CRISTO EN GENERAL

1. LA DIFERENCIA ENTRE ESTADO Y CONDICIÓN
Debe recordarse que, aunque la palabra "estado" algunas veces es sinónima de "condición", la palabra tal como se aplica a Cristo denota en esta conexión un carácter de relación más que de condición. En general un estado y una condición deben distinguirse como sigue: Un estado es la posición o estatus que uno guarda en la vida, y en particular el modo de relación forense en el que uno se coloca ante la ley, en tanto que una condición es el modo de existencia personal, especialmente según la determinan las circunstancias de la vida. Aquel que ante un tribunal de justicia resulta culpable se encuentra en un estado de culpa o de condenación al que por lo general sigue una condición de encarcelamiento con todos sus resultados de vergüenza y privaciones. En la teología los estados del Mediador se consideran, generalmente, acompañados de las condiciones resultantes. De hecho, los estados diferentes de humillación y exaltación según se acostumbra definirlos, tienen la tendencia de poner más de relieve las condiciones que los estados. No obstante, los estados son más importantes que las condiciones y así deben considerarse.162 En el estado de humillación Cristo estuvo bajo la ley, no únicamente como regla de vida, sino como la condición del pacto de obras, y aun bajo la condenación de la ley; pero en el estado de exaltación está libre de la ley, habiendo cumplido la condición del pacto de obras y habiendo pagado el castigo del pecado.

2. LA DOCTRINA DE LOS ESTADOS DE CRISTO EN LA HISTORIA
La doctrina de los estados de Cristo realmente procede del Siglo XVII, aunque se encuentran ya rastros de ella en los escritos de los reformadores, y hasta en algunos de los Padres de la Iglesia primitiva. Se desarrolló primero entre los luteranos cuando procuraron poner en armonía su doctrina de la communicatio idiomatum con la humillación de Cristo tal como se contempla en los evangelios; pero pronto fue adoptada también por los reformados. No obstante, difirieron en cuanto al sujeto verdadero de los estados. Según los luteranos es la naturaleza humana de Cristo, pero según los Reformados es la persona del Mediador. Hubo mucha diferencia de opinión sobre el asunto hasta entre los luteranos. Bajo la influencia de Scheleiermacher la idea de los estados del Mediador desapareció por grados de la teología. Debido a su tendencia panteizante las líneas de división entre el Creador y la criatura prácticamente fueron borradas. El énfasis se deslizó del Dios trascendente al Dios inmanente; y el Dios soberano cuya ley es la medida de lo justo desapareció. En efecto, la idea de lo justo objetivo fue desterrada de la teología, y bajo semejantes condiciones se hizo imposible mantener la idea de una posición judicial, es decir, de un estado tomado por el Mediador. Además, en la medida en que la humanidad de Cristo se acentuó excluyendo su deidad, y por una parte negando su preexistencia, y por la otra su resurrección, todo lo referente a su humillación y exaltación perdió su significado. El resultado es que en muchas de las publicaciones actuales sobre dogmática buscamos en vano un capítulo sobre los estados de Cristo.

3. EL NÚMERO DE LOS ESTADOS DEL MEDIADOR
Hay diferencia de opinión con respecto al número de los estados del Mediador. Algunos opinan que si aceptamos que la persona del Mediador es el sujeto de los estados, se requiere, en estricta lógica, que hablemos de tres estados o modos de existencia: El estado preexistente de ser eternamente divino, el estado terrenal de existencia temporal humana, y el estado celestial de exaltación y gloria.163 Pero puesto que podemos hablar de la humillación y exaltación de la persona de Cristo únicamente considerándolo como Dios-hombre, resulta mejor hablar de dos estados nada más. Los teólogos Reformados encuentran una anticipación tanto de la humillación como de la exaltación de Cristo en su estado preexistente; de su humillación, en que El por su voluntad colocó sobre sí mismo en el pactum salutis para merecer y administrar nuestra salvación; y de su exaltación, en la gloria que El cómo nuestro futuro Mediador disfrutó desde antes de la encarnación, compárese Juan 17: 5. Los dos estados están indicados claramente en II Cor. 8: 9; Gál. 4: 4, 5; Fil. 2: 6-11, Heb. 2: 9.

B. EL ESTADO DE HUMILLACION

Fundándose en Fil. 2: 7, 8, la teología Reformada distingue dos elementos en la humillación de Cristo, es decir, ( 1 ) la kénosis (vaciando, exinanitio), que consiste en haber puesto El a un lado la divina majestad, la majestad del Soberano Gobernante del universo, y haber tomado la naturaleza humana en la forma de un siervo ; y (2) la tapeínosis (humiliatio), que consiste en haberse sujetado a las demandas y maldición de la ley, y en que durante toda su vida se hizo obediente en acción y sufrimiento hasta el extremo límite de una muerte vergonzosa. Fundándose en el pasaje de Filipenses puede decirse que el elemento esencial y central en el estado de humillación se encuentra en el hecho de que aquel que era Señor de toda la tierra, el supremo Legislador, se colocó bajo la ley cumpliendo en beneficio de su pueblo con todas las obligaciones representativas y penales que ella imponía. Por esto se hizo legalmente responsable de nuestros pecados y se atrajo la maldición de la ley. Este estado del Salvador, expresado con brevedad en las palabras de Gál. 4: 4, "nacido bajo la ley", se refleja en la correspondiente condición, que se describe en las diversas etapas de la humillación. En tanto que la teología luterana habla hasta de ocho estados en la humillación de Cristo, la teología Reformada menciona por lo general cinco, es decir: (1) la encarnación, (2) el sufrimiento, (3) la muerte, (4) el entierro y (5) el descenso al hades.

1. LA ENCARNACIÓN Y EL NACIMIENTO DE CRISTO

Bajo este tema general hay varios puntos que merecen atención.
a. El sujeto de la encarnación. No fue el Dios trino sino la segunda persona de la Trinidad la que tomó la naturaleza humana. Por esa razón es mejor decir que el Verbo se hizo carne que decir que Dios se hizo hombre. Al mismo tiempo debemos recordar que cada una de las personas divinas estuvo activa en la encarnación, Mat. 1: 20; Luc. 1: 35; Juan 1: 4; Hech. 2: 30; Rom. 8: 3; Gál. 4: 4; Fil. 2: 7. Esto significa también que la encarnación no fue, tan sólo, algo que aconteció al Logos, sino que fue de su parte un cumplimiento activo. Al hablar de la encarnación para distinguirla del nacimiento del Logos, tiene que acentuarse su participación activa y aceptarse su preexistencia. No es posible hablar de la encarnación de uno que no existía de antemano. Esta preexistencia está íntimamente enseñada en la Escritura: "En el principio era el Verbo y el Verbo era con Dios y el Verbo era Dios", Juan 1: 1.       "Porque he descendido del cielo", Juan 6: 38. "Porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo que por amor a nosotros se hizo pobre", II Cor. 8: 9. "El cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse. Sino que se despojó a sí mismo tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres", Fil. 2: 6, 7. Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo", Gál. 4: 4. El Hijo de Dios, preexistente, acepta la naturaleza humana y se hace de carne y sangre humana, un milagro que sobrepasa nuestro entendimiento. Esto prueba claramente que lo infinito puede entrar y entra en relaciones con lo finito, y que lo sobrenatural puede de alguna manera entrar en la vida histórica del mundo.

b. La necesidad de la encarnación. Desde los días del escolasticismo ha estado a debate el asunto de si la encarnación debería considerarse como envuelta en la idea de la redención, o como incluida ya en la idea de la creación. Puesto en forma popular, el asunto era si el Hijo de Dios se habría hecho carne aun en el caso de que el hombre no hubiera pecado. Ruperto de Deutz fue el primero en afirmar clara y positivamente que se habría encarnado aún cuando no hubiera habido pecado. Alejandro de Hales y Duns Escoto participaron de este concepto; pero Tomás de Aquino tomó la posición de que la razón de la encarnación estaba en la entrada del pecado en el mundo. Los Reformadores participaron de este concepto, y las iglesias de la Reforma enseñaron que la encarnación fue necesaria debido a la caída del hombre. No obstante, algunos eruditos luteranos y Reformados, entre ellos Osiander, Rothe, Dorner, Lange, Van Oosterzee, Martensen, Ebrard y Mestcott, fueron de opinión contraria. Los argumentos que adujeron son como los que siguen: Un hecho tan estupendo como la encarnación no puede ser contingente ni tampoco encontrar su causa en el pecado como un hecho accidental y arbitrario del hombre. Tiene que haber estado incluido en el plan original de Dios. La religión antes y después de la caída no puede ser esencialmente diferente. Si ahora es necesario un Mediador tenía que haber sido necesario también antes de la caída. Además, la obra de Cristo no está limitada a las operaciones de expiación y de salvación. El es Mediador, pero también, es cabeza; El no es únicamente el arché, sino también el télos de la creación, I Cor. 15: 45-47; Ef. 1: 10, 21-23; 5: 31, 32; Col. 1: 15-17. No obstante, debe notarse que la Escritura presenta invariablemente la encarnación como condicionada por el pecado del hombre. La fuerza de aquellos pasajes como Luc. 19: 10; Juan 3: 16; Gál. 4: 4; I Juan 3: 8 y Fil. 2: 5¬11 no puede quebrantarse fácilmente. La idea, expresada a veces, de que la encarnación en sí misma era adecuada y necesaria para Dios, es muy a propósito para conducir a la noción panteísta de un Dios eterno que se revela en el mundo. No existe, pues, la dificultad que se relaciona con el plan de Dios y que algunos consideran gravosa, si consideramos el asunto sub specie aeternitatis. Hay un solo plan de Dios, y este plan incluye el pecado y la encarnación desde el mero principio. De consiguiente, en último análisis, la encarnación fue contingente tanto como la obra completa de redención no por causa del pecado, sino por causa del beneplácito de Dios. El hecho de que Cristo también tenga significado cósmico no es necesario negarlo; pero esto también está ligado con su importancia redentora en Ef. 1: 10, 20-23; Col. 1: 14-20.

c. El cambio efectuado en la encarnación. Cuando se nos dice que el Verbo se hizo carne no se quiere decir que el Logos dejó de ser lo que había sido antes. En cuanto a su ser esencial el Logos fue exactamente el mismo antes y después de la encarnación. El verbo egéneto en Juan 1 : 14 (la palabra se hizo carne) en verdad no significa que el Logos se cambió en carne, y que de esta manera alteró su esencia natural, sino nada más que tomó aquel carácter particular, que adquirió una forma adicional sin que en ninguna manera se cambiara su naturaleza original. Sigue siendo el infinito e inmutable Hijo de Dios. Además, la afirmación de que el Verbo se hizo carne no significa que se apropió una persona humana, ni que por otra parte haya tenido únicamente un cuerpo humano. La palabra sarx (carne) denota aquí naturaleza humana, que consiste de cuerpo y alma. La palabra se usa en un sentido algo parecido en Rom. 8: 3; I Tim. 3: 16; I Juan 4: 2; II Juan 7 (compárese Fil. 2: 7).

d. La encarnación constituyó a Cristo uno de los miembros de la raza humana. En oposición a las enseñanzas de los anabaptistas, nuestra confesión afirma que Cristo hizo suya la naturaleza humana tomándola de la sustancia de su madre. La opinión en boga entre los anabaptistas era que el Señor trajo su naturaleza humana desde el cielo, y que María fue únicamente el conducto o canal por medio del cual pasó esa naturaleza. Fundándose en este concepto su naturaleza humana resultaría en verdad una creación nueva, parecida a la nuestra, pero no conectada orgánicamente con la nuestra. Se descubre desde luego la importancia de oponerse a este concepto. Si la naturaleza humana de Cristo no se derivó del mismo tronco de la nuestra, sino que únicamente se parecía a la nuestra, entonces no existe tal relación entre Él y nosotros como la que se necesita para hacer que su mediación sea eficaz para nuestro bien.

e. La encarnación se efectuó por medio de una concepción sobrenatural y un nacimiento virginal. Nuestra confesión afirma que la naturaleza humana de Cristo "fue concebida en el vientre de la bienaventurada virgen María por el poder del Espíritu Santo, sin intervención del hombre". Esto acentúa el hecho de que el nacimiento de Cristo nada tiene de ordinario sino que es sobrenatural, en virtud de lo cual fue llamado "el Hijo de Dios". El elemento más importante en relación con el nacimiento de Jesús fue la operación sobrenatural del Espíritu Santo, porque a causa de eso únicamente fue posible este nacimiento virginal. La Biblia se refiere a este hecho particular en Mat. 1: 18-20; Luc. 1: 34, 35; Heb. 10: 5. La obra del Espíritu Santo en relación con la concepción de Jesús, fue doble; (1) fue la causa eficiente de lo que fue concebido en el vientre de María, y de esta manera se excluyó como factor eficiente la actividad del hombre. Esto estuvo completamente en armonía con el hecho de que la persona que iba a nacer no era humana, sino la persona del Hijo de Dios, que como tal no estaba incluido en el pacto de obras y se encontraba libre de la culpa del pecado. (2) El Espíritu Santo santificó la naturaleza humana de Cristo en su mero principio, y de esta manera lo conservó libre de la corrupción del pecado. No podemos decir con exactitud como ejecutó el Espíritu Santo esta obra santificante, porque todavía no se ha entendido lo suficiente de qué modo pasa la contaminación del pecado ordinariamente de padres a hijos. Sin embargo, debería notarse que la influencia santificante del Espíritu Santo no estuvo limitada al momento de la concepción de Jesús, sino que continuó a través de toda su vida, Juan 3: 34; Heb. 9: 14. Solamente por medio de esta concepción sobrenatural pudo Cristo nacer de una virgen. La doctrina del nacimiento virginal está basada en los siguientes pasajes de la Escritura, Isa. 7: 14; Mat. 1: 18, 20; Luc. 1: 34, 35, y está apoyada también por Gál. 4: 4. Esta doctrina fue confesada en la iglesia desde los tiempos primitivos. Ya nos encontramos con ella en las formas originales del Credo apostólico, y posteriormente en todas las grandes confesiones de las iglesias católicas romanas y protestantes. Si en la actualidad se le niega, no se debe ni a falta de evidencia escritural que la favorezca, ni a falta de sanción eclesiástica, sino a la conocida aversión general hacia lo sobrenatural. Los pasajes de la Escritura en los que se basa esta doctrina sencillamente se desechan de la discusión alegando bases críticas que están lejos de convencer; y eso a pesar del hecho de que la integridad de la narración está probada más allá de toda disputa; y se acepta sin base alguna que el silencio de los otros escritores del Nuevo Testamento respecto al nacimiento virginal prueba que ellos no estaban informados del supuesto hecho de un nacimiento milagroso. Toda clase de intentos ingeniosos se hacen para explicar de qué manera la historia del nacimiento virginal surgió y ganó actualidad. Algunos la buscan en las tradiciones hebreas y otros en las gentílicas. No podemos entrar a discutir aquí el problema y, por tanto, nada más nos referiremos a obras como las de Machen, The Virgin Birth of Christ; de Orr, The Virgin Birth of Christ; de Sweet, The Birth and Infancy of Jesús Christ; de Cooke, Did Paul Know the Virgin Birthr y la de Knowling, The Virgin Birth. Se pregunta a veces si el nacimiento virginal es asunto de importancia doctrinal. Brunner declara que él no se interesa para nada en el asunto. Rechaza la doctrina del nacimiento maravilloso de Cristo y sostiene que fue sólo natural, pero que en ningún sentido está suficientemente interesado para defender su idea. Además dice: "La doctrina del nacimiento virginal se habría abandonado desde hace mucho si no fuera por el hecho de que parece como que hay intereses dogmáticos que se preocupan por retenerla".164 Barth reconoce el milagro del nacimiento virginal, y ve en él una prueba del hecho de que Dios ha establecido mediante creación un nuevo principio, condescendiendo en hacerse hombre.165 También encuentra importancia doctrinal en el nacimiento virginal. Según él la "herencia pecaminosa" se transmite por parte del progenitor, de tal manera que Cristo pudo tomar su "calidad de criatura" siendo nacido de María, y al mismo tiempo escapó de "la herencia pecaminosa" mediante la eliminación del padre humano.166 En respuesta a la pregunta de si el nacimiento virginal tiene importancia doctrinal, puede decirse que sería inconcebible que Dios hubiera hecho nacer a Cristo de una manera tan extraordinaria de no haber servido eso para un cierto propósito. Este propósito doctrinal puede definirse como sigue: (1) Cristo tenía que constituirse en el Mesías y el Hijo mesiánico de Dios. En consecuencia, era necesario que naciera de una mujer, pero también que no fuera fruto de la voluntad de un hombre, sino que naciera de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es. Con toda probabilidad este nacimiento maravilloso de Jesús estaba en el fondo mental de Juan cuando escribió como lo hace en Juan 1: 13. (2) Si Cristo hubiera sido engendrado por hombre habría sido una persona humana, incluida en el pacto de obras, y por lo mismo, también participante de la culpa común de la humanidad. Pero ahora que no son de Adán ni su sujeto, ni su ego, ni su persona, y no estando en el pacto de obras, está libre de la culpa del pecado. Y estando libre de la culpa del pecado su naturaleza humana puede conservarse libre de la corrupción pecaminosa antes y después de su nacimiento.

f. La encarnación misma es parte de la humillación de Cristo. '¿Fue o no la encarnación una parte de la humillación de Cristo? Los luteranos con su diferencia entre la incarnatio y la exinanitio niegan que haya sido, y fundan su negativa en el hecho de que la humillación se limitó a su existencia terrenal, en tanto que su humanidad continúa en el cielo. Cristo tiene todavía su naturaleza humana; pero no en estado de humillación. Hubo alguna diferencia de opinión sobre este punto hasta entre los teólogos Reformados. Parece que esta pregunta tendría que contestarse con discriminación. Debe decirse que la encarnación considerada absolutamente en abstracto, el mero hecho de que Dios en Cristo tomara una naturaleza humana, aunque sea un acto de condescendencia, no fue en sí una humillación, aunque Kuyper dice que fue.167 Pero en verdad fue una humillación que el Logos se hiciera "carne", es decir, naturaleza humana tal como es desde la caída, débil y sujeta al sufrimiento y a la muerte, aunque libre de la mancha del pecado. Esto parece implicarse en los pasajes como Rom. 8: 3; II Cor. 8: 9; Fil. 2: 6, 7.

2. LOS SUFRIMIENTOS DEL SALVADOR

Deben acentuarse varios puntos en relación con los sufrimientos de Cristo.

a. Sufrió durante toda su vida. En vista del hecho de que Jesús, hacia el fin de su vida, comenzó a hablar de sus futuros sufrimientos, nos inclinamos frecuentemente a pensar que las agonías finales constituyeron el total de sus padecimientos. No obstante, su vida toda fue de sufrimiento. Fue de por vida el servidor del Señor de los ejércitos, la vida de un inmaculado asociado diariamente con pecadores, la vida del único santo en medio de un mundo maldecido por el pecado. El camino de la obediencia fue para El, a la vez, un camino de sufrimiento. Sufrió a causa de los repetidos asaltos de Satanás, a causa del odio e incredulidad de su propio pueblo, y a causa de la persecución de sus enemigos. Puesto que pisó El solo el lagar, su soledad debe haber sido opresiva y su sentido de responsabilidad, aplastante. Fue el suyo un sufrimiento consagrado, creciendo en severidad a medida que se aproximaba al fin. El sufrimiento que comenzó en la encarnación alcanzó finalmente su clímax en el passio magna en el final de su vida. Y allí toda la ira de Dios en contra del pecado cayó sobre El.

b. Sufrió en cuerpo y alma. Hubo una época en que la atención se fijaba demasiado exclusivamente sobre los sufrimientos corporales del Salvador. No fue la ciega pena física, como tal, la que constituyó la esencia de su padecimiento, sino que estuvo sobrecargado con aquel dolor acompañado con angustia de alma y con un sentido conscientemente mediatorio respecto al pecado de la humanidad. Después se hizo costumbre empequeñecer la importancia de sus padecimientos corporales, puesto que se sentía que el pecado, siendo de una naturaleza espiritual, tendría que expiarse mediante sufrimientos espirituales nada más. Estos conceptos unilaterales deben evitarse. Tanto el cuerpo como el alma fueron afectados por el pecado, y en los dos tenía que hacerse sentir el castigo. Además, la Biblia enseña claramente que Cristo sufrió en cuerpo y espíritu. Agonizó en el huerto en donde su alma se "entristeció sobremanera hasta la muerte", y fue abofeteado, azotado y crucificado.

c. Varias causas produjeron los sufrimientos de Cristo. En último análisis todos los sufrimientos de Cristo fueron el resultado del hecho de haber tomado el lugar de los pecadores vicariamente. Pero debemos distinguir varias causas próximas, por ejemplo:

(1) El hecho de que el Señor del universo haya tenido que ocupar la posición de sirviente, y es más, la posición de un cautivo o esclavo, y que aquel que tenía derecho hereditario de mando estuvo sujeto a obedecer.
(2) El hecho de que aquel que era puro y santo tuviera que haber vivido en una atmósfera pecaminosa y corrompida, en asociación diaria con pecadores, recordando constantemente la grandeza de la culpa con la que estaba cargado por causa de los pecados de sus contemporáneos
(3) Su perfecto conocimiento y clara anticipación, desde el mero principio de su vida, de los extremos sufrimientos que habían como de derramarse sobre El en el término de ella. Supo exactamente lo que tenía que venir y la perspectiva estaba muy lejos de ser agradable
(4) Por último, también las privaciones de la vida, las tentaciones del diablo, el odio y rechazamiento de su pueblo, y el maltrato y las persecuciones a las que estuvo sujeto.

d. Los sufrimientos de Cristo fueron únicos. A veces hablamos de los sufrimientos "ordinarios" de Cristo, cuando pensamos que fueron el resultado de las causas ordinarias de miseria en el mundo. Pero deberemos recordar que estas causas fueron mucho más numerosas para el Salvador que lo que son para nosotros. Además, aun estos sufrimientos comunes tuvieron un carácter extraordinario en el caso de Cristo, y por tanto, fueron únicos. Su capacidad de sufrimiento se midió por el carácter ideal de su humanidad, con su perfección ética y con su sentido de justicia, santidad y veracidad. Nadie pudo sentir lo penetrante del dolor, la pena, y el mal moral como lo sintió Jesús. Pero aparte de estos sufrimientos más comunes hubo también los sufrimientos causados por el hecho de que Dios hiciera caer sobre El nuestras iniquidades como un diluvio. Los sufrimientos del Salvador no fueron meramente naturales, sino también el resultado de un hecho positivo de Dios, Isa. 53: 6, 10. Entre los sufrimientos más particulares del Salvador debemos colocar también las tentaciones en el desierto, y las agonías del Getsemaní y del Gólgota.

e. Los sufrimientos de Cristo en las tentaciones. Fueron las tentaciones parte integral de los sufrimientos de Cristo. Fueron tentaciones que encontró en el camino del sufrimiento, Mat. 4: 1-11 (y paralelos); Luc. 22: 28; Juan 12: 27; Heb. 4: 15; 5: 7, 8. Su ministerio público comenzó con un período de tentación, pero todavía después se repitieron las tentaciones, en intervalos, hasta llegar al oscuro Getsemaní. Únicamente por haber entrado a pruebas idénticas a las de los hombres, en sus tentaciones, pudo Jesús convertirse en el sumo sacerdote profundamente compasivo, y alcanzar las alturas de una perfección probada y triunfante, Heb. 4: 15; 5: 7-9. No debemos defraudar la realidad de las tentaciones de Jesús en su carácter de último Adán, aun cuando sea muy difícil concebir a uno que no podía pecar, y que no obstante, podía ser tentado. Se han sugerido varias maneras para remediar esta dificultad, por ejemplo, que en la naturaleza humana de Cristo, como en la del primer Adán, había la nuda possibilitas peccandi, la mera posibilidad abstracta de pecar (Kuyper) ; que la santidad de Jesús era una santidad ética, la cual había alcanzado un alto desarrollo por medio de la tentación y manteniéndose en ésta (Bavinck) ; y que las cosas con las que Cristo fue tentado fueron en sí mismas perfectamente legales, y apelaron a instintos y apetitos perfectamente naturales (Vos). Pero a pesar de todo esto el problema permanece, ¿cómo fue posible que uno que en concreto, es decir tal como estaba constituido, no pudiera pecar ni estuviera inclinado al pecado y que, no obstante, fuera sometido a verdaderas tentaciones?

3. LA MUERTE DEL SALVADOR

Los sufrimientos del Salvador culminaron, finalmente, en su muerte. En relación con esto se deben acentuar los siguientes puntos.

a. La extensión de su muerte. Resulta natural que cuando hablamos de la muerte de Cristo tengamos en esta conexión, primero que todo, la idea de una muerte física que consiste en la separación del cuerpo y del alma. Al mismo tiempo deberemos recordar que esto no agota la idea de la muerte tal como se presenta en la Escritura. Allí se la mira con un concepto sintético del cual la muerte física se considera únicamente como una de sus manifestaciones. La muerte es la separación de Dios, pero esta separación puede verse de dos modos diferentes. El hombre se separa de Dios a causa del pecado, y la muerte es el resultado natural, de tal manera que se puede decir que el pecado es muerte. Pero no fue en este sentido en el que Jesús quedó sujeto a ella, puesto que El no tenía pecado personal. En relación con esto debe recordarse que la muerte no es únicamente la consecuencia natural del pecado, sino sobre todo es el castigo judicial impuesto y cumplido sobre el pecado. Es Dios mismo retirándose primero del hombre con las bendiciones de la vida y de la felicidad para luego en su ira volver a visitarlo. Hay que considerar la muerte de Cristo desde este punto de vista judicial. Dios impuso el castigo de la muerte sobre el Mediador, judicialmente, puesto que éste emprendió por su voluntad el pago de la pena por el pecado de la raza humana. Habiéndose apropiado Cristo la naturaleza humana, con todas sus debilidades, tal como existía después de la caída, y habiéndose hecho, de esta manera, semejante a nosotros en todas las cosas, con excepción única del pecado, se sigue que la muerte operó en El desde el mero principio y se manifestó en muchos de los sufrimientos a los cuales El se sometió. Fue un varón de dolores y experimentado en quebranto. El Catecismo de Heidelberg dice correctamente que "durante el tiempo que vivió en la tierra, pero especialmente en el final de su vida, llevó en su alma la ira de Dios en contra del pecado de toda la raza humana"168 Estos sufrimientos fueron seguidos por su muerte en la cruz. Pero. esto no fue todo; estuvo sometido no sólo a la muerte física sino también a la eterna, aunque esto lo sufrió intensiva y no extensivamente, cuando agonizó en el jardín y cuando clamó en la cruz, "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?" Durante un breve período de tiempo sufrió la ira infinita en contra del pecado hasta el final y salió victorioso. Esto fue posible para El únicamente a causa de su naturaleza extraordinaria. No obstante en este punto nos debemos poner en guardia contra un error. La muerte eterna en el caso de Cristo no consistió en una abrogación de la unión del Logos con la naturaleza humana, ni en que la naturaleza divina hubiera sido dejada de Dios, ni en que el Padre hubiera retirado su amor y beneplácito de la persona del Mediador. El Logos permaneció unido con la naturaleza humana aun cuando el cuerpo estaba en la tumba; la naturaleza divina no podía ser abandonada de Dios; y la persona del Mediador estaba y continuaba siendo objeto del favor divino. La muerte eterna se dejó ver en la conciencia humana del Mediador como un sentimiento de ser dejado de Dios. Esto implica que la naturaleza humana, durante un momento, perdió el consuelo consciente que debería derivar de su unión con el Logos divino y el sentido del amor divino, y se sintió dolorosamente consciente de la plenitud de la ira divina que estaba cayendo sobre El. Pero no hubo desesperación, porque aun en la más negra hora, en tanto que exclama que está abandonado, dirige su oración a Dios.

b. El carácter judicial de su muerte. Era del todo esencial que Cristo no muriera de muerte natural ni de muerte accidental; y que no muriera por la mano de un asesino, sino bajo sentencia judicial. Tenía que ser contado con los transgresores, tenía que ser condenado como un criminal. Además, por arreglo providencial de Dios, tenía que ser procesado y sentenciado por un juez romano. Los romanos tenían el genio de la ley y la justicia, y representaban el más alto poder judicial del mundo. Se podía esperar que un proceso delante de un juez romano serviría para probar nítidamente la inocencia de Jesús, y así sucedió, de tal manera que quedó perfectamente claro que no fue condenado porque hubiera cometido crimen alguno. Fue un testimonio al hecho de que, como lo dice el Señor: "Fue cortado de la tierra de los vivientes, y por la rebelión de mi pueblo fue herido". Y cuando, a pesar de todo, el juez romano condenó al inocente, también verdaderamente se condenó él y condenó a la justicia humana, tal como la aplicó; pero al mismo tiempo, como representante del poder judicial más alto en el mundo, que por la gracia de Dios funcionaba y dispensaba justicia en el nombre de Dios, impuso sentencia sobre Jesús. La sentencia de Pilato fue también la sentencia de Dios, aunque sobre bases enteramente diferentes. Fue también significativo que Cristo no haya sido decapitado o apedreado para morir. La crucifixión no era una forma judía de castigo, sino romana. Se consideraba tan infame e ignominiosa que no se aplicaba a los ciudadanos romanos sino solamente a la escoria de la humanidad, a los más viles criminales y a los esclavos. Muriendo de esa muerte, Jesús cumplió las demandas extremas de la ley. Al mismo tiempo, murió de muerte maldita y dio de este modo la evidencia del hecho que se había convertido en maldición por causa nuestra, Deut. 21: 23; Gál. 3: 13.

4. EL ENTIERRO DEL SALVADOR

Parecía que la muerte de Cristo era la última etapa de su humillación, especialmente en atención a una de las últimas palabras que habló en la cruz, "Consumado es". Pero aquella palabra con toda probabilidad se refiere al sufrimiento activo que padeció, es decir, el sufrimiento en el cual El mismo tomó una parte activa. Esto, es cierto, terminó cuando murió. Es claro que su entierro formó parte también de su humillación. Nótese, especialmente, lo siguiente:

(a) El regreso del hombre al polvo del que fue tomado, se presenta en la Escritura como parte del castigo del pecado, Gen 3 : 19

(b) Varias declaraciones de la Biblia implican que la estancia del Salvador en la tumba fue una humillación, Sal 16: 10; Hech. 2: 27, 31; 13: 34; 35. Fue un descenso al hades, en sí mismo, lúgubre y espantoso, un lugar de corrupción, aunque en él Cristo fue preservado de ella

(c) El entierro es un descenso, y por tanto una humillación del pecador

(d) Hay cierto acuerdo entre las etapas, en la obra objetiva de redención y. el orden de la aplicación subjetiva del trabajo de Cristo. La Biblia habla de que el pecador ha sido sepultado con Cristo. Pues bien, esto tiene que ver con el rechazamiento del viejo hombre y no con el hecho de vestirse del nuevo, compárese Rom. 6: 1-6. En consecuencia, también el entierro de Jesús forma parte de su humillación. Su entierro, además, no sólo sirvió para probar que Jesús verdaderamente había muerto, sino también para quitar de los redimidos los terrores de la tumba, y para santificar la de ellos.

5. EL DESCENSO DEL SALVADOR AL HADES.

a. Esta doctrina en el Credo de los Apóstoles. Después de que el Credo de los Apóstoles ha mencionado los sufrimientos, muerte y sepultura del Señor, continúa con las palabras "descendió a los infiernos (hades)". Esta afirmación no estaba en el Credo desde muy al principio, ni es tan universal como las otras. Por primera vez se usó en la forma del Credo de Aquilea (alrededor del 390 A. D.), "Descendit in interna". Entre los griegos algunos tradujeron "inferna" por "hades", y otros por "partes bajas". Algunas formas del Credo en donde se encuentran estas palabras no hacen mención del entierro de Cristo, en tanto que, en las formas romana y oriental, se menciona por lo general el entierro, pero no el descenso al hades. Rufino hace notar que estas últimas formas contienen la idea del descenso en la palabra "sepultado". No obstante, posteriormente, la forma romana del Credo añadió la afirmación de que estamos tratando, después de mencionar el entierro. Calvino arguye correctamente que para aquellos que las añaden después de la palabra "sepultado", debe denotar algo adicional.169 Debe recordarse que estas palabras no se encuentran en la Escritura, y que no se basan en declaraciones directas de la Biblia como el resto de los artículos del Credo.

b. La base bíblica de esta expresión. Hay cuatro pasajes de la Biblia que especialmente debemos considerar aquí.

(1) Ef. 4:9, "Y eso de que subió ¿qué es, sino que también había descendido primero a las partes bajas de la tierra?" como equivalente a "infierno". Pero esta es una interpretación dudosa. El Apóstol arguye que el ascenso de Cristo presupone un descenso. Pues bien, lo opuesto de la ascensión es la encarnación, compárese Juan 3: 13. De aquí que la mayoría de los comentadores toman la expresión como refiriéndose tan sólo a la tierra. La expresión puede derivarse del Salmo 139: 15 y referirse más particularmente a la encarnación.

(2) I Ped. 3: 18, 19, que habla de Cristo como "siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu; en el cual también fue y predicó a los espíritus encarcelados". Este pasaje se refiere, según se supone, al descenso al infierno y al propósito del descenso. El Espíritu a que se refiere tiene que entenderse que es el alma de Cristo, y la predicación de que se habla debió haber tenido lugar entre su muerte y la resurrección. Pero lo uno es precisamente tan imposible como lo otro. El Espíritu mencionado no es alma de Cristo sino el espíritu vivificante, y fue ese mismo Espíritu viviente por el que Cristo predicó. La interpretación que comúnmente dan los protestantes a este pasaje es que Cristo en espíritu predicó por medio de Noé a los desobedientes que vivieron antes del diluvio, que eran espíritus aprisionados cuando Pedro escribió, y por lo mismo, podían ser designados de ese modo. Bavinck considera que esto es insostenible e interpreta el pasaje como que se refiere a la ascensión, la que él considera como una rica, triunfal y poderosa predicación a los espíritus en prisión.

(3) I Ped. 4: 4-6, particularmente el versículo 6, que dice como sigue: "Porque por eso también ha sido predicado el evangelio a los muertos, para que sean juzgados en carne según los hombres pero vivan en espíritu según Dios." En relación con esto el Apóstol advierte a los lectores que no deben vivir el resto de su vida en la carne conforme a la concupiscencia de los hombres, sino conforme a la voluntad de Dios, aun cuando con ello ofendan a sus anteriores compañeros y sean ultrajados por ellos, puesto, que éstos tendrán que dar cuenta de sus hechos a Dios que está listo para juzgar a los vivos y a los muertos. Los "muertos" a quienes el evangelio fue predicado evidentemente todavía no estaban muertos cuando se les predicó, puesto que el propósito de esta predicación era en parte "que pudieran ser juzgados según los hombres en la carne". Esto podría haber tenido lugar sólo durante la vida terrenal de ellos. Con toda probabilidad el escritor se refiere a los mismos espíritus aprisionados de los que ya habló en el capítulo precedente.

(4) Sal 16: 8-10 (compárese Hech. 2: 25-27, 30, 31). Especialmente el versículo 10 es el que viene a consideración aquí, "porque no dejarás mi alma en el Seol ni permitirás que tu santo vea corrupción". Pearson partiendo de este pasaje llega a la conclusión de que el alma de Cristo estuvo en el infierno (hades) antes de la resurrección, porque se nos dice que no fue dejada allí171 Pero debemos notar lo siguiente : 

(a) La palabra nephesh (alma) se usa con frecuencia en el hebreo como pronombre personal y sheol como el estado de muerte.

(b) Si entendemos aquí de esa manera esta palabra, tendremos un claro paralelismo de sinónimos. La idea expresada sería que Jesús no fue dejado en poder de la muerte.

(c) Esto está en perfecta armonía con la interpretación de Pedro en Hech. 2: 30, 31, y la de Pablo en Hecho. 13: 34, 35. En los dos casos está citado el salmo para probar la resurrección de Jesús.

c. Interpretaciones diferentes de esta expresión del Credo.
(1) La iglesia católica la toma para dar a entender que, después de su muerte, Cristo fue al Limbus Patrum, en donde los santos del Antiguo Testamento estaban esperando la revelación y aplicación de la redención de Cristo, y les predicó el evangelio, y los sacó de allí para llevarlos al cielo.

(2) Los luteranos consideran al descenso al hades como el primer paso de la exaltación de Cristo. El fue al bajo mundo para revelar y consuman su victoria sobre Satanás y los poderes de las tinieblas, y para pronunciar contra ellos sentencia de condenación. Algunos luteranos colocan esta marcha triunfal entre la muerte de Cristo y su resurrección; otros después de la resurrección.

(3) La Iglesia de Inglaterra sostiene que, entre tanto que el cuerpo de Cristo estuvo en la tumba, el alma fue al hades, más en particular, al paraíso, la morada de las almas de los justos, y les dio una muy amplia exposición de la verdad.

(4) Calvino interpreta la frase metafóricamente172 como refiriéndose a los sufrimientos penales de Cristo en la cruz, en donde El, de verdad, sufrió las angustias del infierno. Similarmente lo hace el Catecismo de Heidelberg. Según la posición acostumbrada entre los Reformados, las palabras se refieren no solamente a los sufrimientos en la cruz sino también a las agonías del Getsemaní.

(5) Verdaderamente la Escritura no enseña un descenso literal de Cristo al infierno. Además, hay serias objeciones a este concepto. No pudo haber descendido al infierno en el cuerpo, porque éste estaba en la tumba. Si descendió realmente al infierno, tenía que haber sido solamente en su alma, y esto indicaría que solamente la mitad de su naturaleza humana participó en esta etapa de su humillación (o de su exaltación), Además, en tanto que Cristo no se levantara de los muertos no llegaría la hora de una marcha triunfal tal como la consideran los luteranos. Y, finalmente, en la hora de su muerte Cristo encomendó su espíritu al Padre. Esto parece indicar que El estaría pasivo más bien que activo desde el momento de su muerte hasta levantarse de la tumba.

En resumen, parece mejor combinar dos pensamientos: 
(a) Que Cristo sufrió las penas del infierno antes de su muerte, en el Getsemaní, y en la cruz, y

(b) Que entró a la más profunda humillación en el estado de muerte. 
Extracto: Teología Sistemática Louis Berkhof
Soli Deo Gloria



Diez afirmaciones asombrosas de los Mormones

Pero si aún nosotros, o un ángel del cielo, os anunciara otro evangelio contrario al que os hemos anunciado, sea anatema. Como hemos dicho antes, también repito ahora: Si alguno os anuncia un evangelio contrario al que recibisteis, sea anatema. Gálatas 1:8-9 

Los Santos de los Últimos Días:
El nombre oficial de la mayor rama de la religión fundada por Joseph Smith, también conocido como mormones.

A tono con lo declarado por Dios en Gálatas 1.8-9, veremos si el evangelio predicado por los mormones es el mismo al que está contenido en la Palabra de Dios (la Biblia). Si no es el mismo, entonces es falso y una maldición. Y aquí veamos algunas de sus afirmaciones .

1. Los mormones pueden hacerse dioses y diosas.
2. Las diosas pasarán la eternidad en plena sumisión a sus maridos-Dioses.
3. Las mujeres mormonas darán a luz “para siempre” a bebés espíritu.
4. Los hombres mormones podrán tener mujeres múltiples en la poligamia eterna en el cielo.
5. El Padre celestial es un hombre exaltado que vive con su esposa diosa, Madre Celestial, en un planeta cerca de la gran estrella Kolob.
6. Los amerindios son descendientes de los malos Lamanitas, que eran israelitas que Dios maldijo con la piel oscura.
7. Dios el Padre tuvo relaciones sexuales con María para concebir a Jesús, que es el hermanastro de Lucifer.
8. Todas las iglesias cristianas son una abominación.
9. Los mormones necesitan 4 apretones de manos secretos para entrar en el cielo Celeste.
10. Joseph Smith reveló que el Jardín actual del Edén está en el Condado Jackson, Missouri.

Bautismo por los muertos
Ya que los mormones creen que el bautismo es necesario para la salvación, aún los muertos tienen que bautizarse mediante un substituto, o sea un familiar en vida.

Lucifer
Según el mormonismo, es el espíritu hermano de Jesús. En la teología mormona, Jesús es el primogénito de Dios y Lucifer es el segundo nacido.

Aunque los mormones sean personas agradables y tengan un programa de beneficencia social que se halle entre los mejores del mundo, el mormonismo sigue siendo una secta falsa. 

El gran problema que presentan para los creyentes es que se identifican como miembros de la Iglesia de Jesucristo, y en la visitación de casa en casa, su método predilecto, usan terminología cristiana.

Así terminan por confundir y crear dudas acerca de las doctrinas básicas del cristianismo y de la integridad de las iglesias evangélicas.

La Iglesia de JSÚD trata de hacer parecer sus doctrinas oficiales usando términos Cristianos. Sin embargo, los significados de esos términos son diferentes a los de la Ortodoxia Cristiana,

Usan la Biblia tan sólo para "comenzar“; entonces pasan para el libro de Mormón, al que consideran con la misma autoridad que la Biblia.

En la práctica, le rinden una honra mucho mayor.

Tienen millares de misioneros esparcidos en decenas de países. Esos misioneros son, en su mayoría, jóvenes que se presentan como voluntarios para el campo misionero.

Los misioneros son itinerantes o inestables, pero su número fluctúa alrededor de los 65,000.

Algunos Mormones podrán no estar de acuerdo con algunos de los puntos enumerados anteriormente, pero todo lo que está aquí, ha sido tomado de los autores Mormones que pertenecen, de hecho, a la iglesia Mormona. Y la práctica de los Mormones de modificar, corregir y contradecir sus doctrinas antiguas con “revelaciones” nuevas en estos postreros tiempos de ahí la referencia de los mismos mormones.

Se citó las palabras en Gálatas 1:8-9, respecto al verdadero evangelio de Jesucristo. Entonces aquí una guía por medio  del evangelio para mostrarle lo que creemos y predicamos.

¿Qué es el Evangelio?
Pregúntele: “¿Qué es el Evangelio?”.
Dirá algo como: “El evangelio son las leyes y ordenanzas de la Iglesia Mormona.”
Pregúntele nuevamente qué es el Evangelio y escuche atentamente algún indicio del perdón de pecados a través del sacrificio de Jesús en la cruz. Por lo general, se escucha una respuesta relacionada con obras, obediencia, hacer algo, etc.

Después que la persona haya contestado, explíquele que de acuerdo a la Biblia, el Evangelio es lo que nos salva, lo que nos limpia de pecados y nos permite estar de pie en la presencia de Dios Padre. Explíquele que la Biblia define específicamente el Evangelio y que es lo que te hace un Cristiano. Pregúntele entonces nuevamente: "¿Qué es el Evangelio?"

Después  de escuchar el tipo de respuesta obras-justicia, vaya a la Biblia y lea en 1 Corintios 15:1-4: "Además os declaro, hermanos, el evangelio que os he predicado, el cual también recibisteis, en el cual también perseveráis; por el cual asimismo, si retenéis la palabra que os he predicado, sois salvos, si no creísteis en vano. Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras. Y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las escrituras."   
                                                             
Explique que el evangelio es la muerte, sepultura y resurrección de Jesús… ¡por nuestros pecados!

Luego, vaya a 2 Corintios 4:3-4 y lea: "Pero si nuestro evangelio está aún encubierto, entre los que se pierden está encubierto; en los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios."

Diga algo como: "Claramente, Usted no ha entendido el mensaje del Evangelio de Jesús el Salvador; y la Biblia le muestra claramente el por qué: Su mente ha sido cegada."

“Porque no me avergüenzo del evangelio, pues es el poder de Dios para la salvación de todo el que cree; del judío primeramente y también del griego. Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe; como está escrito: MAS EL JUSTO POR LA FE VIVIRA.” Romanos 1:16-17  
Soli Deo Gloria


jueves, 9 de agosto de 2018

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DOS PACTOS: Las Alegorías de Sara y Agar

"Pues estas mujeres son los dos pactos." Gálatas 4: 24.
No puede haber una mayor diferencia entre dos cosas en el mundo que la que existe entre la ley y la gracia. Y sin embargo y aunque resulte extraño decirlo, a pesar que ambas cosas son diametralmente opuestas y esencialmente diferentes la una de la otra, la mente humana que es tan depravada y la inteligencia, aun cuando es bendecida por el Espíritu, se han alejado tanto del discernimiento correcto, que una de las cosas más difíciles del mundo es hacer una apropiada distinción entre la ley y la gracia.

Quien conoce esa diferencia y la recuerda continuamente (la diferencia fundamental entre ley y gracia) ha comprendido la esencia de la teología. Quien pueda comprender adecuadamente la diferencia entre la ley y la gracia, no está lejos de entender el tema del Evangelio en todas sus ramificaciones, sus matices y sus alcances. En toda ciencia hay una parte que resulta muy sencilla y fácil una vez que la hemos aprendido, pero que al principio se mostraba como un difícil comienzo aun antes de entrar en materia. 

Ahora, la primera dificultad cuando uno se esfuerza en aprender el Evangelio es ésta. Entre la ley y la gracia debe haber una diferencia muy clara para cualquier cristiano, y especialmente para quien ha recibido instrucción y preparación; pero aun así, inclusive en los cristianos más preparados e instruidos, hay siempre una tendencia a confundir ambas cosas. Son tan opuestas como la luz y la oscuridad, y tan irreconciliables como el fuego y el agua; sin embargo el ser humano está perpetuamente esforzándose por hacer un compuesto de ambas cosas, a menudo por ignorancia, pero a veces voluntariamente. Buscan cómo mezclarlas, cuando Dios las ha separado categóricamente.

Esta mañana voy a tratar de enseñarles algo acerca de las alegorías de Sara y Agar, para que puedan entender la diferencia esencial entre los pactos de la ley y de la gracia. No nos vamos a adentrar completamente en el tema, sino que únicamente usaremos los ejemplos que el texto nos proporciona. En primer lugar quiero que consideren a las dos mujeres a quienes Pablo usa como tipos: Agar y Sara; después me concentraré en los dos hijos: Ismael e Isaac; en tercer lugar, me voy a referir a la conducta de Ismael para con Isaac; y voy a concluir comentando acerca de los diferentes destinos de ambos.

I. Primero, los invito a que miren a LAS DOS MUJERES: Agar y Sara. Se dice que ellas son los tipos de los dos pactos; y antes de empezar, debemos decirles en qué consisten los pactos.
El primer pacto representado por Agar, es el pacto de obras, que es éste: "Oh, hombre, allí está mi ley; si tú por tú lado te comprometes a guardarla, Yo, por Mi lado me comprometo a que vivas si la guardas. Si tú prometes obedecer mis mandamientos perfectamente, enteramente, plenamente, sin una sola ofensa en ningún punto, Yo te llevaré al cielo. Pero escúchame bien, si tú violas algún mandamiento, si tú te rebelas contra una sola ordenanza, te voy a destruir para siempre." Ese es el pacto de Agar, el pacto promulgado en el Sinaí, en medio de tempestad, fuego y humo; o más bien presentado, antes que nada, en el huerto del Edén, donde Dios le dijo a Adán: "el día que de él comieres, ciertamente morirás." Mientras no comiera del árbol, sino que más bien permaneciera sin mancha y sin pecado, Adán tenía la garantía de vivir. Ese es el pacto de la ley, el pacto de Agar.

El pacto de Sara es el pacto de gracia, no hecho entre Dios y el hombre, sino hecho entre Dios y Cristo Jesús, y que consiste en esto: "Cristo Jesús por su parte se compromete a llevar el castigo de los pecados de todo su pueblo, se compromete a morir, a pagar sus deudas, a cargar con las iniquidades sobre sus hombros; y el Padre por su parte promete que todos aquellos por los que muera efectivamente el Hijo, serán salvados con toda certeza; que viendo que ellos tienen corazones perversos, Él pondrá su ley en sus corazones, para que no se aparten de ella, y que viendo que tienen pecados, Él los pasará por alto y no los recordará más jamás."

El pacto de obras era: "¡Oh hombre, haz esto y vivirás!", pero el pacto de gracia es: "¡Haz esto, oh Cristo, y tú, hombre, vivirás!" La diferencia en los pactos radica en esto. El uno fue hecho con el hombre, el otro con Cristo; el uno era un pacto condicional, condicional al cumplimiento que le diera Adán; el otro es un pacto condicional para con Cristo, pero perfectamente incondicional para con nosotros. No hay ningún tipo de condiciones en el pacto de la gracia, o si existen condiciones, el propio pacto las satisface. El pacto da fe, da arrepentimiento, da buenas obras, da salvación, como un acto puramente incondicional y gratuito; tampoco nuestra permanencia en ese pacto depende de nosotros en el menor grado. El pacto fue hecho por Dios con Cristo, firmado, sellado y ratificado y en todas las cosas ordenado correctamente.

Ahora, vayamos y miremos la alegoría. En primer lugar, quisiera que vieran que Sara, que es el tipo del nuevo pacto de la gracia, fue la esposa original de Abraham. Antes que él conociera algo acerca de Agar, Sara era su esposa. El pacto de gracia era después de todo, el pacto original. Hay algunos malos teólogos que enseñan que Dios hizo al hombre recto e hizo un pacto con él; que el hombre pecó y que como algún tipo de reconsideración posterior, Dios hizo un nuevo pacto con Cristo para la salvación de su pueblo. Pero eso es un error total. El pacto de gracia fue hecho antes que el pacto de obras; pues Cristo Jesús, antes de la fundación del mundo, lo consumó como su cabeza y representante; y se dice que nosotros somos elegidos de conformidad al conocimiento anticipado de Dios el Padre, por medio de la obediencia y la aspersión de la sangre de Jesús. 

Nosotros, muchos antes que cayéramos, fuimos amados por Dios; Él no nos amó por piedad, sino que amó a su pueblo considerado puramente como criaturas. Él los amó cuando se convirtieron en pecadores; pero cuando comenzó con ellos, los consideró como criaturas. Él permitió que cayeran en pecado, para mostrar las riquezas de su gracia, que existía antes del pecado de los hombres. No los amó ni los eligió de entre todos los demás después de su caída, sino que los amó más allá de su pecado y antes de su pecado. Él hizo el pacto de gracia antes que cayéramos por el pacto de obras. 

Si ustedes pudieran regresar a la eternidad, y preguntar cuál pacto nació primero, escucharían que la gracia nació antes que la ley; que vino al mundo mucho antes que la ley hubiera sido promulgada. De mayor antigüedad que los principios fundamentales que guían nuestra moralidad es esa grandiosa roca fundamental de gracia, en un pacto hecho en la antigüedad, antes que los videntes predicaran la ley, antes que el Sinaí humeara. Mucho antes que Adán estuviera en el huerto, Dios había ordenado a su pueblo para vida eterna, para que pudiera ser salvado por medio de Jesús. 

Observen a continuación: aunque Sara era la esposa de mayor edad, sin embargo Agar dio a luz al primer hijo. Así que el primer hombre Adán fue el hijo de Agar; aunque nació perfectamente puro y sin mancha, él no fue el hijo de Sara cuando estaba en el huerto. Agar tuvo el primer hijo. Ella dio a luz a Adán, que vivió durante un tiempo bajo el pacto de obras. Adán vivió en el huerto de conformidad a este principio. Su caída consistiría en la comisión de pecados; y si no cometía ningún pecado, entonces él permanecería para siempre. Adán tenía enteramente el poder de obedecer a Dios o no: su salvación, entonces, descansaba simplemente sobre esta base: "Si tocas de ese fruto, ciertamente morirás; si obedeces Mi mandamiento y no lo tocas, vivirás."

Y Adán, perfecto como era, no era sino un Ismael después de su caída, y no un Isaac. Aparentemente, de cualquier manera, él pertenecía a la familia de Agar, aunque secretamente, según el pacto de gracia, pudo haber sido un hijo de la promesa. Bendito sea Dios, nosotros no estamos bajo Agar ahora; no estamos bajo la ley desde la caída de Adán. Ahora Sara ha dado a luz hijos. El nuevo pacto es, "La madre de todos nosotros." 

Pero además observen que Agar no estaba destinada a ser una esposa; nunca debió haber sido otra cosa que la sierva de Sara. La ley nunca tuvo por objetivo salvar hombres: únicamente estaba destinada para ser una sierva del pacto de gracia. Cuando Dios promulgó la ley en el Sinaí, no fue con el propósito de que algún hombre pudiera salvarse jamás por ella; nunca concibió que el hombre obtendría la perfección por ese medio. Pero ustedes saben que la ley es una maravillosa sierva de la gracia. ¿Quién nos llevó al Salvador? ¿Acaso no fue la ley que tronaba en nuestros oídos? Nunca hubiéramos venido a Cristo si la ley no nos hubiese guiado allá; nunca hubiéramos conocido el pecado si la ley no lo hubiera revelado.

La ley es la sierva de Sara que barre nuestros corazones y hace que el polvo se levante para que nosotros pidamos a gritos que la sangre sea rociada sobre nosotros para aplacar el polvo. La ley es, por decirlo así, el perro pastor de Jesucristo, que va tras sus ovejas y las trae al redil; la ley es el rayo que aterra a los impíos y los conduce a volverse del error de sus pasos y a buscar a Dios. ¡Ah!, si supiéramos cómo usar la ley correctamente, si entendiéramos cómo colocarla en el lugar adecuado y hacerla obediente a su señora, todo estaría muy bien.

Pero esta Agar siempre estará deseando ser la señora, como Sara; pero Sara jamás permitirá eso, sino que se cerciorará de tratarla duramente y echarla fuera. Nosotros debemos hacer lo mismo; y que nadie nos critique si tratamos a la familia de Agar con dureza en estos días, si a veces decimos cosas severas contra quienes ponen su confianza en las obras de la ley.

Vamos a citar a Sara como nuestro ejemplo. Ella trató duramente a Agar, y así lo haremos nosotros. Queremos hacer que Agar huya al desierto: no queremos tener tratos con ella. Sin embargo es algo muy notable que a pesar que Agar es tosca y fea, los hombres siempre tienen un mayor amor por ella que el que sienten por Sara; y están inclinados a exclamar continuamente: "Agar, tú serás mi señora," en lugar de decir: "Sara, yo seré tu hijo y Agar será la esclava."

¿Dónde está la ley de Dios ahora? No está por encima del cristiano. Está por debajo del cristiano. Algunos hombres sostienen la ley de Dios como una vara, in terrorem (en terror) sobre los cristianos, y dicen: "si tú pecas, serás castigado con esta vara." No es así. La ley está bajo el cristiano; es para que se apoye en ella, para que sea su guía, su regla, su modelo. "No estamos bajo la ley, sino bajo la gracia." La ley es el camino que nos guía, no la vara que conduce, ni el espíritu que nos impulsa.

La ley es buena y excelente, si guarda su lugar. Nadie critica a la sierva puesto que no es la esposa; y nadie despreciará a Agar puesto que no es Sara. Si ella simplemente hubiera recordado su trabajo, todo hubiera ido bien, y su señora nunca la habría echado. No queremos echar fuera de las iglesias a la ley, siempre y cuando sea mantenida en su posición correcta; pero cuando es elevada al rango de señora, fuera con ella; nosotros no aceptaremos el legalismo.

Además: Agar nunca fue una mujer libre y Sara nunca fue una esclava. Entonces, amados, el pacto de obras nunca fue libre, ni ninguno de sus hijos fue libre jamás. Todos aquellos que confían en sus obras no son libres nunca, y nunca podrán serlo, aunque llegaran a ser perfectos en buenas obras. Aun si no tuvieran pecado, continúan siendo esclavos, pues cuando hubiéremos hecho todo lo que teníamos que haber hecho, Dios no sería nuestro deudor, sino que nosotros todavía seríamos deudores de Él y permaneceríamos como esclavos.

Si yo pudiera guardar toda la ley de Dios, no tendría ningún derecho a mi favor, pues habría cumplido únicamente con mi deber y todavía sería un esclavo. La ley es el amo más riguroso del mundo y ningún hombre sabio querría servirle; pues después de todo lo que hubieras hecho, la ley nunca te daría un "gracias" por ello, sino que diría: "¡continúe, señor, continúe!" 

El pobre pecador que intenta ser salvado por la ley es como un caballo ciego que da vueltas y más vueltas alrededor de un molino, sin dar nunca un paso más allá, y que sólo recibe latigazos continuamente; sí, entre más rápido vaya, más trabajo hace, más se cansa, y le va peor. Entre más legalista sea un hombre, más segura será su condenación; entre más santo sea un hombre, si confía en sus obras, más seguro puede estar de su rechazo final y de su eterna porción con los fariseos. 

Agar era una esclava; Ismael, aunque era un buen muchacho virtuoso, no era sino un esclavo, y no podía aspirar a más. Todos los trabajos que desempeñaba para su padre no podían convertirlo en un hijo nacido en libertad. Sara nunca fue esclava. Ella pudo eventualmente ser tomada prisionera por Faraón, pero aun en esa condición no fue una esclava; su esposo pudo negarla ocasionalmente, pero ella continuaba siendo su esposa; pronto fue reconocida por su esposo, y pronto Faraón fue obligado a devolverla. Así el pacto de la gracia podría dar la impresión de estar en peligro alguna vez y su Representante podría clamar: "Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa;" pero nunca estuvo en un riesgo real. Y a veces el pueblo bajo el pacto de la gracia podría parecer cautivo y esclavo; pero ellos todavía son libres. ¡Oh!, que nosotros supiéramos cómo "Estar firmes en la libertad con que Cristo no hizo libres."

Un pensamiento más. Agar fue expulsada, al igual que su hijo; pero Sara no fue echada fuera nunca. Así que el pacto de obras ha cesado de ser un pacto. No sólo las personas que han confiado en él han sido arrojadas fuera; Ismael no fue expulsado solo, sino que la madre de Ismael también lo fue. Así que no sólo el legalista se sabrá a sí mismo condenado, sino que la ley como un pacto ha dejado de ser, pues tanto la madre como el hijo son echados fuera por el Evangelio, y quienes confían en la ley son desechados por Dios. 

Ustedes preguntan hoy, ¿quién es la esposa de Abraham? Pues Sara; ¿acaso no duerme al lado de su marido en la cueva de Macpela en este instante? Allí descansa ella, y si descansara allí por los próximos mil años, ella sería todavía la esposa de Abraham, mientras que Agar jamás podrá serlo. Oh, cuán dulce es saber que el pacto celebrado en la antigüedad fue en todas las cosas perfecto, y nunca, nunca será invalidado. "No es así mi casa para con Dios; sin embargo, él ha hecho conmigo pacto perpetuo, ordenado en todas las cosas, y será guardado."

¡Ah!, ustedes legalistas, no me sorprende que enseñen la doctrina de que se puede perder la salvación, pues eso es consistente con su teología. Por supuesto que Agar tiene que ser echada fuera e Ismael también. Pero nosotros que predicamos el pacto de salvación gratuita y plena, sabemos que Isaac nunca será echado fuera y que Sara nunca dejará de ser la amiga y esposa de Abraham.

¡Ustedes que pertenecen a la familia de Agar! ¡Ustedes ceremonialistas! ¡Ustedes hipócritas! ¡Ustedes formalistas! De qué les servirá cuando digan al final: "¿Dónde está mi madre? ¿Dónde está mi madre la ley?" ¡Oh!, ella es echada fuera, y tú te puedes unir a ella en el olvido eterno. Pero el cristiano puede preguntar al final, ¿dónde está mi madre?; y se dirá: "Allí está la madre de los fieles, la Jerusalén de arriba, la cual es madre de todos nosotros; y entraremos, y habitaremos con nuestro Padre y nuestro Dios."

II. Ahora vamos a considerar a los DOS HIJOS. Mientras que las dos mujeres eran un tipo de los dos pactos, los dos hijos eran un tipo de quienes viven bajo cada uno de los pactos. Isaac es el tipo del hombre que camina por fe y no por lo que ve, y que espera ser salvado por la gracia; Ismael es el tipo del hombre que vive por obras, y espera ser salvado por sus propias buenas acciones. Consideremos a ambos.

En primer lugar, Ismael es el mayor. Entonces, amados, el legalista es mucho mayor que el cristiano. Si yo fuera un legalista hoy, sería algunos quince o dieciseis años mayor de lo que soy como cristiano, pues todos nacemos como legalistas. Hablando de los arminianos, Whitfield decía: "Todos nosotros nacemos arminianos." La gracia es la que nos torna calvinistas, la gracia nos vuelve cristianos, la gracia nos hace libres, y nos permite conocer nuestra posición en Cristo Jesús. Debe esperarse entonces que el legalista tenga mayor poder de argumentación que Isaac; y cuando los dos muchachos están luchando, naturalmente Isaac cae derribado, pues Ismael es más corpulento. Y debemos esperar que vamos a escuchar que Ismael hace el mayor ruido, pues él es hombre fiero; su mano es contra todos, y la mano de todos contra él; mientras que Isaac es un joven pacífico. Él siempre apoya a su madre, y cuando se burlan de él, va y le dice a su madre que Ismael se burló de él, pero eso es todo lo que puede hacer; él no posee mucha fuerza. 

Lo mismo pueden observar ustedes el día de hoy. Los ismaelitas son generalmente los más fuertes, y nos pueden derribar violentamente cuando argumentamos con ellos. De hecho ellos se jactan y se glorían porque los isaacs no tienen mucho poder de razonamiento, no tienen mucha lógica. No, Isaac no necesita eso, pues él es un heredero según la promesa y la promesa y la lógica no se llevan mucho. Su lógica es su fe; su retórica es su entrega. 

Nunca esperen que el Evangelio resulte victorioso mientras estén disputando a la manera de los hombres; más bien esperen ser vapuleados. Si ustedes argumentan con un legalista y él gana, digan: "¡Ah!, yo esperaba eso; eso demuestra que yo soy un Isaac, pues con toda seguridad Ismael dará a Isaac una paliza, y yo no lo lamento para nada. Tu padre y tu madre estaban en la plenitud de su vigor, y eran fuertes; entonces fue natural que me dominaras, pues mi padre y mi madre eran bastante viejos." 

Pero, ¿cuál era la diferencia entre los dos muchachos en su apariencia externa? No existía ninguna diferencia entre ellos en cuanto a las ordenanzas, pues ambos fueron circuncidados. No había ninguna distinción en relación con las señales externas y visibles. Así, mis carísimos hermanos, a menudo no hay ninguna diferencia entre Ismael e Isaac, entre el legalista y el cristiano, en materia de ceremonias externas. El legalista toma el sacramento y es bautizado; él tendría temor de morir sin hacer eso. 

Y yo creo que no había mucha diferencia en cuanto al carácter de ellos. Ismael era un hombre casi tan bueno y honorable como Isaac; y la Escritura no dice nada en su contra; en verdad, yo estoy inclinado a creer que él era un muchacho especialmente bueno, basado en el hecho que cuando Dios dio una bendición, diciendo: "Yo estableceré mi pacto con Isaac." Abraham pidió: "Ojalá Ismael viva delante de ti." Él suplicó a Dios por Ismael, porque amaba al muchacho, indudablemente por su disposición. Dios respondió, sí, yo le voy a dar a Ismael tal y tal bendición; él será padre de príncipes y él tendrá bendiciones temporales; pero Dios no cedería ni por la oración de Abraham. Y cuando Sara estaba muy enojada, como debe haber estado ese día cuando echó a Agar fuera de su casa, se dice: "Este dicho pareció grave en gran manera a Abraham a causa de su hijo;" y yo no sospecho que el apego de Abraham haya sido una insensatez.

Hay un rasgo del carácter de Ismael que es digno de ser admirado. Cuando Abraham murió, no le heredó a Ismael ni un pedazo de madera ni una piedra, pues ya le había dado previamente su porción antes de despedirlo; sin embargo Ismael participó en los funerales de su padre, pues se dice que sus hijos Ismael e Isaac lo enterraron en Macpela. Parecería que sólo habían unas pequeñas diferencias en el carácter de los dos. Así que, amadísimos hermanos, hay poca diferencia entre el legalista y el cristiano en su aspecto exterior. Ambos son los hijos visibles de Abraham. Nada los distingue en la vida; pues Dios permitió que Ismael fuera tan bueno como Isaac, para mostrar que no es la bondad del hombre lo que motiva la distinción, sino que "de quien quiere, tiene misericordia, y al que quiere endurecer, endurece."

Entonces, ¿cuál era la distinción? Pablo nos ha dicho que el primero nació según la carne y el segundo por el Espíritu. El primero era un hijo natural, el otro un hijo espiritual. Pregunten al legalista: "Tú haces buenas obras; te has arrepentido, dices que guardas la ley y que no tienes necesidad de arrepentirte. Ahora, ¿de dónde sacaste tu fuerza?" Tal vez él responda: "de la gracia;" pero si le preguntaran qué quiere decir con eso, diría que él usó la gracia; él poseía gracia y la usó. Entonces la diferencia consiste en que tú usaste tu gracia y los otros no. Sí. Bien, entonces es debido a tus acciones. Puedes llamarlo gracia o puedes llamarlo mostaza; después de todo no fue la gracia, pues fue el hecho que la usaras, dices, lo que hizo la diferencia. Pero pregunten al pobre Isaac cómo ha guardado la ley, y ¿qué responde? Muy mal, ciertamente. Isaac, ¿eres un pecador? "¡Oh!, sí, y excesivamente grande; me he rebelado contra mi padre un sinnúmero de veces; a menudo me he apartado de Él." Entonces no te consideras tan bueno como Ismael, ¿no es cierto? "No." Pero sin embargo hay una diferencia entre tú y él, después de todo. ¿Cuál ha sido la diferencia? "Pues, la gracia me ha hecho diferente." ¿Por qué Ismael no es un Isaac? ¿Podría Ismael haber sido un Isaac? "No," responde Isaac, "fue Dios quien me hizo diferente, de principio a fin; Él me hizo un hijo de la promesa antes que yo naciera, y Él me debe guardar así."
"La gracia coronará toda la obra
A lo largo de días sin fin;
Coloca en el cielo la última piedra,
Y muy bien merece toda la alabanza."
Isaac realmente tiene más buenas obras; en ese sentido no está colocado por detrás de Ismael. Cuando es convertido, trabaja para servir a su padre, de ser posible, mucho más de lo que el legalista trabaja para servir a su amo; pero aun así, sin duda, si escucharan ambos relatos, sabrían que Isaac dice que él era un pobre pecador miserable, mientras que Ismael se presentaría como un muy honorable caballero farisaico. La diferencia no reside en el trabajo, sin embargo, sino en los motivos; no en la vida, sino en los medios de sostener esa vida; no tanto en lo que hacen, sino más bien en cómo lo hacen.

Entonces, aquí está la diferencia entre algunos de ustedes. No que ustedes los legalistas sean peores que los cristianos; a menudo, sus vidas pueden ser mejores, pero sin embargo ustedes pueden perderse. ¿Acaso se quejan de eso como algo injusto? Para nada. Dios dice que los hombres deben ser salvados por fe, y si ustedes dicen: "No, yo seré salvo por las obras," pueden intentarlo, pero estarán perdidos para siempre. Es como si tuvieran un sirviente y le dijeran: "Juan, ve a hacer tal y tal cosa al establo;" pero él va y hace lo contrario, y luego dice: "señor, lo hice muy bien." "Sí," dirían ustedes, "pero eso no es lo que te pedí que hicieras." Así Dios no te ha dicho que ganes tu salvación por medio de buenas obras; sino que Él ha dicho: "Ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor, porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad." De tal forma que cuando se presenten ante Dios con sus buenas obras, Él dirá: "Yo nunca te pedí que hicieras eso. Yo dije, el que creyere en el Señor Jesucristo y fuere bautizado, será salvo." "¡Ah!" dirás tú, "yo pensé que mi propia manera era mucho mejor." Amigo, tú estarás perdido por andar pensando a tu manera. "¿Qué, pues, diremos? Que los gentiles, que no iban tras la justicia, han alcanzado la justicia," "más Israel, que iba tras una ley de justicia, no la alcanzó. ¿Por qué? Porque iban tras ella no por fe, sino como por obras de la ley."

III. Ahora diré brevemente una palabra o dos sobre LA CONDUCTA DE ISMAEL PARA CON ISAAC. Sabemos que Ismael se burlaba de Isaac. Queridos hijos de Agar, ¿acaso algunos de ustedes no se han sentido sumamente irritados cuando han oído esta doctrina? Han dicho: "es espantoso, es horrible, es muy injusto, que yo pueda ser tan bueno como quiera, pero si no soy un hijo de la promesa, no puedo ser salvo; es realmente horroroso, es una doctrina inmoral; causa mucho daño, y debería ser suprimida." ¡Por supuesto! Eso demuestra que tú eres un Ismael. Por supuesto que Ismael se burlará de Isaac; y no necesitamos otra explicación. 

Donde se predica la pura soberanía de Dios, donde se sostiene que el hijo de la promesa y no el hijo de la carne es el heredero, el hijo de la carne siempre hace un alboroto acerca de ello. ¿Qué le dijo Ismael a Isaac? "¿Qué tienes que hacer tú aquí? ¿Acaso no soy yo el hijo mayor de mi padre? A mí debió pertenecer toda la propiedad, si no fuera por ti. ¿Acaso estás arriba de mí?" Así es como habla el legalista: "¿acaso no es Dios el padre de todos? ¿No somos todos sus hijos? No debemos establecer ninguna diferencia." Ismael preguntó: "¿No soy yo tan bueno como tú? ¿No sirvo yo igualmente a mi padre? En cuanto a ti, tú sabes que eres el favorito de tu madre, pero mi madre es tan buena como la tuya." Y de esta manera molestaba y se burlaba de Isaac.

Eso es exactamente lo que ustedes, arminianos, hacen con la salvación por gracia. El legalista dice: "no puedo verlo así, no puedo aceptarlo, y no lo haré; si ambos somos iguales en carácter, no puede ser justo que uno se pierda y el otro sea salvo." Y así se burla de la gracia inmerecida. Puedes pasártela sin problemas, si evitas predicar sobre la gracia inmerecida, pero si te atreves a hablar sobre tales cosas, aunque sean ofensivas para la muchedumbre ¿qué dirá la gente? Las llaman "el anzuelo de la popularidad." Pocos peces, sin embargo, muerden ese anzuelo. La mayoría de los hombres dicen: "lo odio, no puedo soportarlo; él es tan poco caritativo." ¡Ustedes afirman que predicamos esto para ganar popularidad! Vamos, es visiblemente una clara mentira; pues la doctrina de la soberanía de Dios siempre será impopular; los hombres siempre la odiarán y rechinarán sus dientes, tal como lo hicieron cuando Jesús la enseñaba. Muchas viudas, decía Él, había en Israel, pero a ninguna de ellas fue enviado el profeta, sino a una viuda en Sarepta. Y muchos leprosos había en Israel, pero ninguno de ellos fue limpiado, excepto uno que había venido de muy lejos, de Siria.

Una envidiable popularidad obtuvo nuestro Salvador con ese sermón. Las personas rechinaron sus dientes en su contra; y toda la popularidad que tenía hubieran querido rodarla cuesta abajo desde la cumbre del monte, desde donde, se dice, lo querían despeñar; mas Él pasó por en medio de ellos y se fue. ¡Cómo! ¡Popular para rebajar el orgullo del hombre, para abolir la posición del hombre, y hacerlo que se encorve ante Dios como un pobre pecador! No, nunca será popular sino hasta que los hombres nazcan ángeles, y que todos los hombres amen al Señor, y eso no sucederá todavía, creo.

IV. Pero necesitamos investigar QUÉ SUCEDIÓ CON LOS DOS HIJOS. Primero, Isaac recibió toda la herencia, pero Ismael no recibió nada. No que Ismael haya salido pobre, pues recibió muchos regalos y se volvió muy rico y poderoso en este mundo; pero no tuvo ninguna herencia espiritual. Así el legalista recibirá muchas bendiciones como una recompensa por su legalidad; él será respetado y honrado. "Verdaderamente," dijo Cristo, "los fariseos tienen ya su galardón." Dios no le roba su recompensa a nadie. Cualquier cosa que el hombre intente pescar, pescará. Dios les paga a los hombres todo lo que les debe, y todavía mucho más; y aquellos que guardan su ley, aun en este mundo, recibirán grandes favores. Al obedecer el mandamiento de Dios ellos no lesionarán sus cuerpos como lo hacen los viciosos, y preservarán mejor su reputación. La obediencia es buena en ese sentido.

Pero por otro lado Ismael no recibió ninguna herencia. Por tanto, tú, pobre legalista, si estás dependiendo de tus obras o de cualquier otra cosa, excepto de la gracia soberana inmerecida de Dios, para tu liberación de la muerte, tú no tendrás ni siquiera un palmo de la herencia de Canaán; sino que en aquel grandioso día cuando Dios reparta las porciones a todos los hijos de Jacob, no habrá ni un pedazo para ti. Pero si tú eres un pobre Isaac, un pobre pecador culpable y tembloroso, si tú dices: "Ismael tiene sus manos llenas,
"Pero yo nada en mis manos llevo,
Simplemente a la cruz me apego,"
Si tú dices en este día:
"Yo no soy absolutamente nada,
Pero Jesucristo es mi todo en todo."
Si tú renuncias a todas las obras de la carne, y confiesas: "yo soy el primero de los pecadores, pero soy el hijo de la promesa; y Jesús murió por mí," tú tendrás una herencia, y no te la robarán todas las burlas de quienes son Ismael en el mundo; ni será disminuída por los hijos de Agar. Tú podrás ser vendido algunas veces, y llevado a Egipto, pero Dios traerá a quienes son como José o como Isaac de regreso, y tú todavía serás exaltado a la gloria y te sentarás a la diestra de Cristo.

¡Ah!, he pensado a menudo qué consternación habrá en el infierno cuando vayan allá hombres buenos en lo exterior. "Señor," dice uno al entrar allí, "¿debo ir a ese calabozo aborrecible? ¿No guardé el día domingo? ¿No fui un sabatario estricto? Yo nunca maldije ni juré en toda mi vida. ¿Acaso voy a entrar allí? Yo pagué diezmos de todo lo que poseía, y ¿voy a ser encerrado allí? Yo fui bautizado; participé en la cena del Señor; yo fui todo lo que un hombre bueno pudo ser jamás. Es verdad, yo no creí en Cristo; pero no pensé que necesitara a Cristo, pues estaba convencido que yo era demasiado bueno y demasiado honorable; y ¿voy a ser encerrado allí? ¡Sí señor! Y entre los condenados tú tendrás esta preeminencia, que tú ciertamente despreciaste a Cristo por sobre todo lo demás. Los otros nunca erigieron un anticristo. Ellos siguieron una vida de pecado, y lo mismo hiciste tú en tu medida, pero tú agregaste a tu pecado éste que es el más condenable de los pecados: tú te alzaste como un anticristo, y te inclinaste y adoraste tu propia justicia imaginaria. 

Entonces Dios procederá a decir al legalista: "Tal día Yo te escuché injuriar mi soberanía; te oí decir que era injusto de Mi parte salvar a Mi pueblo, y distribuir Mis favores según el consejo de Mi propia voluntad; tú ciertamente impugnaste la justicia de tu Creador, y justicia tendrás en todo su poder." El hombre había pensado que tenía un gran saldo a su favor, pero descubre luego que es únicamente un granito de su obligación; pero después Dios extiende la larga lista de sus pecados, con esto al final: "¡sin Dios, sin esperanza, un extraño de la nación de Israel!" el pobre hombre ve entonces que su pequeño tesoro es algo despreciable, mientras que la factura que debe a Dios es de diez mil millones de talentos; y entonces con un alarido terrible y un grito desesperado, huye con su pequeña lista de méritos que había esperado que lo salvarían; gritando: "¡Estoy perdido! ¡Estoy perdido con todas mis buenas obras! Descubro que mis buenas obras eran como un grano de arena, pero que mis pecados eran montañas; y debido a que no tuve fe, toda mi justicia no era sino hipocresía blanqueada."

Ahora, una vez más, Ismael fue echado fuera e Isaac fue mantenido en la casa. Así sucederá con algunos de ustedes, cuando el día de rendir cuentas venga para probar la iglesia de Dios. Aunque ustedes han estado viviendo en la iglesia lo mismo que otros, aunque ustedes llevan la máscara de la profesión de fe sobre ustedes, descubrirán que no les sirve de nada. Ustedes han sido como el hijo mayor, "tan pronto llega tu hijo que consumió tus bienes con rameras, has hecho matar al becerro más gordo." 

¡Ah!, legalista envidioso, tú serás echado de la casa al final. Yo te digo a ti, legalista, y a ti, formalista, que tu relación con Cristo es como la de cualquier pagano, y aunque has sido bautizado con el bautismo cristiano, aunque te sientas a la mesa cristiana, aunque oyes un sermón cristiano, no tienes participación ni porción en el asunto, no más que un católico o un musulmán, a menos que confíes simplemente en la gracia de Dios, y que seas un heredero de conformidad a la promesa. Quienquiera que confíe en sus obras, aunque sea nada más un poco, descubrirá que esa poca confianza arruinará su alma. Todo lo que la naturaleza hila será deshilado. Ese barco que fue construido por las obras verá su quilla partida en dos. Un alma debe confiar sencilla y exclusivamente en el pacto de Dios, pues de lo contrario esa alma está muerta. 

Legalista, tú esperas ser salvado por tus obras. Vamos, ahora te voy a tratar respetuosamente. No te voy a acusar de haber sido un borracho, o un blasfemo; pero quiero preguntarte: ¿estás consciente que para ser salvo por tus obras, el requisito es que tú seas enteramente perfecto? Dios exige el cumplimiento de toda la ley. Si tienes una vasija con la más pequeña grieta, no está impecable. ¿Acaso no has cometido pecado en toda tu vida? ¿No has tenido nunca un mal pensamiento, nunca ha habido perversidad en tu imaginación? Vamos, amigo, yo no supondría que has manchado esos blancos guantes de cabritilla con algo así como lujuria, o carnalidad, o que tu fina boca que usa ese lenguaje tan casto haya condescendido a algún juramento, o algo parecido a la lascivia; no voy a imaginarme que alguna vez hayas cantado una canción obscena; voy a dejar eso fuera de duda; pero, ¿no has pecado nunca? "Sí," respondes tú. Entonces, recuerda esto: "el alma que pecare, esa morirá;" y eso es todo lo que tengo que decirte. Pero si tú niegas que has pecado alguna vez, ¿sabes que si en el futuro cometes un solo pecado, aunque hayas vivido durante setenta años una vida perfecta, pero al final de esos setenta años cometes un pecado, toda tu obediencia no valdría nada? Pues "Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos."

"Amigo," dirás, "tu suposición es falsa, pues aunque creo que debo hacer algunas buenas obras, yo creo que Jesucristo es muy misericordioso, y aunque yo no soy exactamente perfecto, soy sincero, y yo creo que la obediencia sincera será aceptada en lugar de una obediencia perfecta." ¿De veras? Te ruego que me digas ¿qué es la obediencia sincera? He conocido a un hombre que se emborracha una vez a la semana; él es muy sincero, y no cree que esté haciendo mal en tanto que esté sobrio el día domingo. Muchas personas tienen lo que llaman una obediencia sincera, pero es una obediencia que siempre deja un pequeño margen para la iniquidad. Pero entonces tú respondes: "yo no tomo demasiado margen, sólo permito ciertos pecadillos." Mi querido amigo, estás muy equivocado en cuanto a tu sincera obediencia, pues si esto fuera lo que Dios requiere, entonces cientos de los caracteres más viles serían tan sinceros como lo eres tú. Pero yo no creo que seas sincero. Si fueras sincero, obedecerías lo que Dios dice, "Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo." Creo que la obediencia sincera es un sincero engaño, y tú te darás cuenta de ello. "Oh," dirás, "yo creo que después de todo lo que hemos hecho, debemos ir a Jesucristo, y debemos decir: 'Señor, hay una gran deficiencia aquí, ¿la puedes remediar?' He oído que antes pesaban a las brujas contra la Biblia de la parroquia, y si pesaban más que la Biblia, eran declaradas inocentes; pero poner a una bruja y a la Biblia en la misma balanza es una nueva idea. Vamos, Cristo no se pondrá en la balanza con un insensato arrogante como lo eres tú. Quieres que Cristo sirva de contrapeso. Él está muy agradecido contigo por el cumplido, pero Él no aceptará ese servicio tan bajo. "Oh," comentas tú, "Él me ayudará en el asunto de la salvación." Sí, yo sé que eso te complacería; pero Cristo es un Salvador muy diferente; Él decide hacerlo todo cuando hace algo. Te podrá parecer extraño, pero no le gusta ninguna ayuda. Cuando hizo el mundo, ni siquiera le pidió al ángel Gabriel que enfriara con su ala la materia derretida, sino que Él lo hizo enteramente todo. 

Lo mismo ocurre con la salvación: Él dice, "Y a otro no daré mi gloria." Y quisiera recordarte, como profesas ir a Cristo, y sin embargo dices tener una participación en el negocio, que hay un pasaje en las Escrituras a propósito para ti, que puedes masticar a placer, "Y si por gracia, ya no es por obras; de otra manera la gracia ya no es gracia. Y si por obras, ya no es gracia; de otra manera la obra ya no es obra." Pues si mezclas ambas, arruinas a las dos. Vete a casa, amigo, y prepárate una mezcla de fuego y agua, esfuérzate por mantener en tu casa a un león y a un cordero, y cuando hayas tenido éxito haciendo esto, dime que has logrado que las obras y la gracia estén de acuerdo, y yo te responderé que me has dicho una mentira aún entonces, pues las dos cosas son tan esencialmente opuestas, que eso no puede lograrse.

A cualquiera de ustedes que deseche todas sus buenas obras y quiera venir a Jesús, diciendo "nada, nada, NADA,
'Nada en mis manos llevo,
Simplemente a la cruz me apego.'"
Cristo le dará suficientes buenas obras, Su Espíritu producirá en él tanto el querer como el hacer, por su buena voluntad, y le hará santo y perfecto; pero si te has esforzado por alcanzar la santidad fuera de Cristo, has comenzado por el punto equivocado, has buscado la flor antes de tener una raíz y tus esfuerzos son insensatos.

Ustedes que son como Ismael ¡tiemblen ante Él ahora! Si otros son como Isaac, que siempre recuerden que son hijos de la promesa. Permanezcan firmes. No se dejen enredar por el yugo de la servidumbre, pues ustedes no están bajo la ley, sino bajo la gracia.
Por Charles H. Spurgeon
Soli Deo Gloria