martes, 4 de octubre de 2016

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Herejía Pelagiana

¿Nace el ser humano en la misma condición en la que Adán fue creado? ¿En qué medida nos afectó su pecado a nosotros? Estas preguntas y otras similares tenían gran importancia porque de ellas dependía la necesidad y el alcance de nuestra salvación. Efectivamente, si el pecado de Adán solamente le afectó a él, yo puedo, con mi esfuerzo, tratar de mantenerme en la posición de inocencia en la que nazco; pero si su pecado me ha afectado, es claro que mi esfuerzo no sirve de nada y necesito la gracia de Dios para ser salvo.

Para Pelagio no hay una transmisión del pecado de Adán a sus descendientes. No nacemos con tendencias perversas, ni malos deseos; lo único que nos diferencia de Adán al ser creado es que nosotros tenemos malos ejemplos alrededor, pero aparte de eso, estamos como él, no hay en nosotros concupiscencia ni esclavitud al pecado. Por lo tanto ejercitando la voluntad, con la ayuda de la ley de Dios y el ejemplo de Jesucristo, podemos guardarnos de caer en pecado. En eso consiste para Pelagio la gracia de Dios.

Es evidente que en ese sistema al final es el hombre quien es su propio salvador y solamente de una forma muy secundaria Cristo hace algo por nosotros. Sin embargo no es esto lo que enseña la Escritura, quien habla del hombre en un estado caído y del pecado no solamente como un acto externo, sino como una tendencia y una motivación interna que se expresa en actos externos.

Para Agustín de Hipona lo que Pelagio enseñaba era, a todas luces, erróneo. Por propia experiencia él había experimentado, antes de su conversión, la fuerza descomunal del pecado, su impotencia para librarse de él y la inutilidad de su voluntad para dominarlo. Además encontró en la Escritura fundamento a su propia experiencia; para él la gracia era el poder de Dios operando de tal forma en el pecador que era la única causa de la salvación. Fuera de la gracia, el hombre está vendido al pecado sin posibilidad de librarse de él.

El pecado de Adán, decía Agustín, sí nos ha afectado a todos en dos maneras: nos ha transmitido la corrupción del pecado y la culpa inherente al mismo; en esto consiste el pecado original. Por lo tanto todo el género humano, desde Adán, es una masa condenada y perdida. Ahora bien, de entre esa masa de perdición, Dios, en su libertad, ha escogido salvar a los que él ha querido y dotarlos de fe salvadora. A los demás, en su justicia, los pasa por alto si bien les ofrece el evangelio. Los primeros le deben su salvación enteramente a Dios, a los segundos Dios tiene en cuenta su pecado.

Al tocar el tema de la predestinación Agustín estaba tocando una de las doctrinas más profundas y difíciles de la Escritura. Dios escoge, no porque previó que habían de creer, sino que escoge para que crean. No hay diferencia entre los que se salvan y los que se pierden sino solamente en una cosa: la gracia irresistible de Dios hacia los primeros y la gracia que puede ser resistida hacia los segundos.

Agustín distingue varios grados de gracia: la gracia precedente, por la que el pecador es puesto bajo convicción, la gracia operante, por la que es guiado a Jesucristo y dotado de fe salvadora, la gracia cooperante, por la que una vez renovada su voluntad, el cristiano coopera con Dios en su santificación y la gracia perseverante, por la que el redimido, aunque pueda tener descalabros momentáneos, se levanta de ellos y acaba triunfalmente su carrera en Cristo.

Hubo quienes quisieron quedarse a medio camino entre las tesis de Pelagio y las de Agustín; entendiendo que la doctrina pelagiana era puro humanismo quisieron modificarla, pero sin llegar a identificarse con lo que Agustín enseñaba. Es lo que se conoce con el nombre de semipelagianismo, en el que se admite que el pecado de Adán nos ha afectado, pero no hasta el punto de muerte espiritual, sino solamente de debilidad o enfermedad. El hombre ha quedado trastocado en ciertas facetas de su personalidad, pero otras están intactas, y una de éstas es la voluntad; por lo tanto el hombre, si quiere, puede salvarse por medio de Cristo; pero la capacidad de querer o no querer está en el hombre; en último análisis depende de la voluntad humana el salvarse. En este sistema la fe no es un regalo de Dios para que el hombre pueda salvarse, sino es fruto del esfuerzo humano. Además la predestinación es consecuencia de la presciencia de Dios, es decir, Dios salva a aquellos que sabe que van a creer.

Aunque oficialmente la Iglesia católica declaró que Agustín es uno de los grandes teólogos y lo venera con el título de 'Doctor de la Gracia', en la práctica no se identifica con sus enseñanzas, que van desde el semipelagianismo hasta el semiagustinianismo, es decir, un agustinianismo aguado en el que ya no hay cabida para la gracia soberana de Dios como única causa de salvación.

Esta doctrina pelagiana es perversa, al menos por tres puntos 1) Niega la completa depravación del hombre por el pecado. El hombre es pecador, por nacimiento, por naturaleza y por elección. Ro.3:9-19; Sal 51:5; Ro7:14-25; Gen.6:5. 2) Pues pondera las obras humanas para cooperar en la obra de Dios, la salvación del creyente por su sola gracia. Subestima la gracia y el sacrificio vicario de Cristo, quien pago en nuestros lugar toda la deuda de nuestros pecados, el no hizo un abono a la deuda, sino que la justicia de Dios se dio por satisfecha, prueba de esto es la resurrección de Jesucristo de entre los muertos. Ro. 3:28; Gal.2:21; 2Co.5:21; Col.2:13-15.3) Fundamentalmente, porque es contraria a lo que la Biblia, La Palabra de Dios dice, única regla de fe, infalible e inerrante. Gal.1:6-9.

En su momento Martín Lutero y Juan Calvino, entre otros reformadores, redescubrieron el mismo concepto de gracia que Agustín defendía, pero también hubo los que intentaron llegar a una solución de compromiso entre la soberanía de Dios y la responsabilidad humana. Estas fueron las controversias entre los calvinistas, que creían en la predestinación basada en la soberanía de Dios, y los arminianos, que creían en una predestinación basada en la fe del creyente.

Deseo añadir a lo mencionado arriba: El término “pecado original” se refiere al pecado de Adán al comer del “árbol del conocimiento del bien y del mal” y sus efectos sobre el resto de la raza humana a partir de entonces; particularmente sus efectos en nuestra naturaleza y nuestra situación ante Dios, aún antes de que tengamos edad suficiente para cometer pecados conscientemente. Hay tres corrientes principales que tratan sobre ese efecto, y son las siguientes:

Pelagianismo: El pecado de Adán no tiene otro efecto sobre las almas de sus descendientes, que no sea el que su ejemplo pecaminoso influye a aquellos que lo siguen para pecar también. De acuerdo a esta opinión, el hombre tiene la habilidad de dejar de pecar, si simplemente elige hacerlo. Esta enseñanza es contraria al número de pasajes que indican que el hombre es inevitablemente esclavizado por sus pecados (aparte de la intervención de Dios) y que sus buenas obras son “muertas” o sin valor para merecer el favor de Dios (Efesios 2:1-2; Mateo 15:18-19; Romanos 7:23; Hebreos 6:1; 9:14).

Arminianismo: Los arminianos creen que el pecado de Adán, tuvo como resultado que el resto de la humanidad heredara la propensión a pecar, comúnmente referida como la “naturaleza de pecado.” Esta naturaleza pecaminosa, ocasiona que pequemos del mismo modo que al gato su naturaleza le provoca “maullar” – sucede naturalmente. De acuerdo a esta perspectiva, el hombre no puede dejar de pecar por él mismo, y es por lo que Dios concede una gracia universal a todos, que les permite dejar de hacerlo. Esta gracia es llamada gracia preveniente. Y de acuerdo a esta doctrina, no somos responsables por el pecado de Adán, sólo por los propios. Esta enseñanza es contraria al tiempo del verbo elegido en “por cuanto todos pecaron” de Romanos 5:12. De igual manera ignora el hecho de que todos llevan el castigo por el pecado (la muerte) aunque no hayan pecado de manera similar a Adán (1 Corintios 15:22; Romanos 5:14-15,18). Tampoco se encuentra en la Escritura la enseñanza de la gracia preventiva.

Calvinismo: El pecado de Adán ha ocasionado, no sólo que poseamos una naturaleza de pecado, sino que nos ha causado que seamos culpables ante Dios, por lo que somos merecedores de castigo. Habiendo sido concebidos con el pecado original sobre nosotros (Salmo 51:5), ocasionó que nuestra herencia incluya una naturaleza de pecado, tan perversa, que Jeremías 17:9 hace esta descripción del corazón humano: “engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?” Y no sólo Adán fue hallado culpable porque pecó, sino que su culpa y su castigo (muerte) también nos alcanza a todos nosotros (Romanos 5:12,19). Hay dos opiniones del por qué la culpa de Adán debe ser vista por Dios como perteneciente también a nosotros. La primera opinión dice que la raza humana estaba dentro de Adán en forma de semilla; y al haber pecado Adán, todos pecamos en él. Esto es similar a la enseñanza bíblica de que Leví (un descendiente de Abraham) pagó diezmos a Melquisedec en Abraham (Génesis 14:20; Hebreos 7:4-9), aunque Leví aún no había nacido sino hasta cientos de años después. La otra opinión principal, es que Adán sirvió como nuestro representante y como tal, cuando él pecó, todos nosotros fuimos encontrados igualmente culpables.

La opinión calvinista ve al hombre como incapaz de vencer su pecado, aparte del poder del Espíritu Santo, un poder que sólo es poseído, cuando uno se arrepiente de sus pecados y pone su fe en Cristo y Su sacrificio expiatorio por los pecados en la cruz. Un problema con esta opinión, está en explicar cómo son salvados los infantes y aquellos incapaces de pecar conscientemente (2 Samuel 12:23; Mateo 18:3; 19:14), puesto que no obstante, ellos siguen siendo responsables por el pecado de Adán. Millard Erickson, autor de “Teología Cristiana” (Christian Theology), piensa que esta dificultad es resuelta de la siguiente manera: “Hay una posición (opinión) que…preserva el paralelismo entre nuestra aceptación de la obra de Cristo y aquella de Adán (Romanos 5:12-21), y al mismo tiempo, señala de forma más clara nuestra responsabilidad por el pecado original. Nos volvemos responsables y culpables cuando aceptamos o aprobamos nuestra naturaleza corrupta. Hay un momento en la vida de cada uno de nosotros, cuando nos volvemos conscientes de nuestra tendencia al pecado. En ese punto, podemos aborrecer la naturaleza pecaminosa que ha estado allí todo el tiempo… y arrepentirnos de ello. Al menos habrá un rechazo a nuestra disfrazada pecaminosidad. Pero si consentimos esa naturaleza de pecado, realmente estamos diciendo que es buena. Al poner nuestra implícita aprobación a lo corrupto, también estamos aprobando o incurriendo en la acción de hace mucho tiempo en el Jardín del Edén. Nos hacemos culpables de ese pecado, sin haber cometido el pecado por nosotros mismos.”

La opinión calvinista del pecado original, es más consistente con la enseñanza bíblica, y el “pecado original” puede ser definido como “ese pecado y su culpa que todos poseemos a los ojos de Dios, como resultado directo del pecado de Adán en el Jardín del Edén.”
[10:55, 5/10/2016] +51 949 337 520: Sí, toda la gente heredó el pecado de Adán y Eva, específicamente de Adán. El pecado es descrito en la Biblia como la transgresión a la ley de Dios (1 Juan 3:4) y rebelión contra Dios (Deuteronomio 9:7; Josué 1:18). El pecado tuvo su origen con Lucifer, el “Lucero, hijo de la mañana,” el más hermoso y poderoso de los ángeles; quien no contento con ser todo esto, deseó ser el Dios altísimo, y esa fue su caída y el principio del pecado (Isaías 14:12-15). Cambiado su nombre a Satanás, él trajo el pecado a la raza humana en el Jardín del Edén, donde tentó a Adán y Eva con la misma seducción, “…serán como Dios.” Génesis 3 describe su rebelión contra Dios y contra Sus mandamientos. A partir de ese momento, el pecado ha sido transmitido a través de todas las generaciones de la raza humana hasta nosotros, los descendientes de Adán, que hemos heredado el pecado de él. Romanos 5:12 nos dice que a través de Adán, el pecado entró en el mundo y así la muerte pasó a todos los hombres porque “la paga del pecado es muerte” (Romanos 6:23). Esta es la condición que conocemos como el pecado hereditario. Así como heredamos las características físicas de nuestros padres, heredamos nuestras naturalezas pecaminosas de Adán.

Adán y Eva fueron hechos a la imagen y semejanza de Dios (Génesis 1:26-27). Como resultado, todos los seres humanos también somos formados a la imagen y semejanza de Dios (Génesis 9:6). Sin embargo, también somos a la imagen y semejanza de Adán (Génesis 5:3). Cuando Adán cayó en el pecado, su consecuencia alcanzó a todos y cada uno de sus descendientes, habiendo sido “infectados” también con el pecado. David lamentaba este hecho en uno de sus Salmos: “He aquí, en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre.” (Salmo 51:5). Esto no significa que su madre lo hubiera concebido ilegítimamente, sino que su madre había heredado de sus padres, una naturaleza pecaminosa, al igual que todos nosotros. Aún si vivimos la vida más perfecta posible, seguimos siendo pecadores, como resultado del pecado heredado. 

El haber nacido pecadores, trae como consecuencia el hecho de que todos pecamos. Nótese la secuencia en Romanos 5:12 - El pecado entró al mundo a través de Adán, al que le siguió la muerte; la muerte afecta a toda la gente; toda la gente peca porque heredó el pecado de Adán. En razón de que “. . .todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:23), necesitamos un sacrificio libre de pecado para lavar nuestros pecados, algo que nosotros no tenemos poder para lograr por nosotros mismos. ¡Gracias a Dios, Jesucristo es el Salvador del pecado! Nuestros pecados han sido crucificados en la cruz de Jesús, “en quien tenemos redención por Su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de Su gracia.” (Efesios 1:7). Dios, en Su infinita sabiduría, ha provisto el remedio para el pecado que heredamos, y ese remedio está disponible para todos: “Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.” (1 Juan 1:9)

CONTROVERSIA PELAGIANA

POSTURA

PRINCIPALES DEFENSORES
RESUMEN
TEXTOS NOTABLES

Pelagianismo
Pelagio (354-c. 430)

Julián de Eclana ( 454)

Celestio ( c. 440)
La muerte corporal era natural para Adán.

Su pecado fue un acto personal sin consecuencias para su posteridad.

Los niños nacen como Adán antes de pecar.

Nadie muere en razón del pecado ni resucita en virtud de la resurrección de Cristo.

El Antiguo y el Nuevo Testamento conducen igualmente al cielo.

En el Antiguo Testamento hubo hombres sin pecado.

La gracia de Dios consiste en la ley natural que todo hombre lleva impresa en su conciencia, en la ley que Dios dio a Moisés y en el ejemplo de Jesucristo.

El hombre nace esencialmente bueno y es capaz de hacer lo que es necesario para la salvación.
'Juliano el obispo, un hombre de vigoroso carácter, entendido en las Sagradas Escrituras y adelantado tanto en griego como en latín, fue, antes de que destapara su participación en la impiedad de Pelagio, distinguido entre los doctores de la iglesia. Pero después, intentando defender la herejía de Pelagio, escribió cuatro libros Contra Agustín, el oponente de Pelagio y luego ocho más. Hay también un libro conteniendo una discusión donde defiende su postura. Este Juliano, en tiempos de hambre y escasez, atrajo a muchos por medio de limosnas y atractivo de virtud asociándose con él en su herejía. Murió durante el reinado de Valentiniano, hijo de Constantino.' (Genadio, Vidas de hombres ilustres, 46)

Agustinianismo
Agustín de Hipona(354-430)
El hombre está muerto en pecado; la salvación es totalmente por la gracia de Dios, la cual es dada solamente a los elegidos.
'Pues no porque creímos, sino para que creyésemos, nos eligió a fin de que no podamos decir nosotros que le elegimos a él primeramente... Y no porque creímos, sino para que creamos somos llamados.'

'Pero consideremos bien nosotros las palabras del apóstol (Efesios 1:4), y veamos si por ventura nos eligió antes de la fundación del mundo, porque habíamos de ser santos e inmaculados, o más bien para que lo fuésemos... nos eligió Dios, por tanto, antes de la creación del mundo, predestinándonos en adopción de hijos, no porque habíamos de ser santos e inmaculados por nuestros propios méritos, sino que nos eligió para que lo fuésemos.'

Semipelagianismo
Juan Casiano( c. 433)
La gracia de Dios y la voluntad del hombre cooperan en la salvación, debiendo el hombre tomar la iniciativa.
'Adán no perdió con la caída -en expresión de Génesis 3:22- la ciencia del bien que había recibido.'

'Dios, viendo nuestra voluntad inclinarse al bien, viene en nuestra ayuda, nos guía y sostiene.' (De Incarnatione 13,8)

Semiagustinianismo
Próspero de Aquitania(c.390-c.463)
'La gracia de Dios viene a todos y capacita a la persona a escoger y realizar lo que es necesario para la salvación.'

Dios ofrece a todos idénticas posibilidades, poniendo a disposición de cada uno los medios adecuados.

Soli Deo Gloria




lunes, 3 de octubre de 2016

Historia de la Biblia en Español

Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, equipado para toda buena obra. (2Ti 3:16-17)

Actualmente podemos ir a una librería y encontrar diversas versiones de la Biblia en español, y en una enorme variedad de formatos. Pero hubo un tiempo en que esto era un grave delito, por cuanto los reyes católicos de España, Fernando e Isabel, habían prohibido terminantemente la traducción de la Biblia al castellano.

Alfonso de Castro, en su libro “Tratado de las Herejías”, escrito en 1534, dice: “Hay que alabar con toda justicia el edicto de los esclarecidos y católicos reyes de España… por el que prohibieron bajo severísimas penas que nadie tradujera los libros sagrados a la lengua vulgar o que nadie retuviera lo traducido por otro con cualquier autorización”.

Esta prohibición sería ratificada por la Iglesia Católica, que en el índice de libros prohibidos por Paulo IV y en el español del inquisidor Valdés (ambos publicados en 1559) se prohíbe explícitamente la lectura de la Palabra de Dios en el idioma vulgar o en otro cualquiera “como no esté en hebraico, caldeo, griego o latín”. Ese veto sería ratificado en el Concilio de Trento unos años más tarde.

Arriesgarse a traducir la Biblia, o poseer una Biblia en español, era un delito que podía ser castigado con la muerte por la Santa Inquisición, la cual fue introducida en España en 1237; aunque por mucho tiempo operó muy tímidamente, hasta el reinado de los reyes católicos.

Isabel le había prometido en su juventud a Tomás de Torquemada, uno de los inquisidores más crueles que tuvo España, que si llegaba al trono, dedicaría su vida a extirpar la herejía para honra de Dios y glorificación de la iglesia Católica.

Este trasfondo histórico nos da una idea del precio que tuvieron que pagar algunos de nuestros padres en la fe para que hoy pudiésemos disfrutar el privilegio de leer la Biblia en nuestro propio idioma y así poder alimentarnos de la Palabra de Dios.

En esta lección le daremos un vistazo a esa historia, pero no como un mero ejercicio académico, sino esperando en el Señor que esto nos ayude a tener un mayor aprecio por nuestras Biblias en español.

LAS PRIMERAS VERSIONES

Aunque a partir de 1210 hasta la prohibición de 1559 aparecieron varias traducciones, tanto al castellano como al catalán, no fue sino hasta el siglo XV que comenzaron a suceder una serie de acontecimientos que prepararían el escenario para la aparición en el siglo XVI de las versiones más conocidas.

En 1453 los turcos conquistaron la ciudad de Constantinopla, el último vestigio que quedaba del imperio Romano, obligando a muchos de sus pobladores a huir hacia Occidente, entre los cuales había un grupo de eruditos que se llevaron consigo un gran número de manuscritos griegos, tanto de la antigüedad clásica como del NT, produciendo dos movimientos totalmente opuestos.

El estudio de los clásicos produjo un movimiento intelectual que habría de desembocar en el Renacimiento humanista, mientras que el estudio de los libros del NT en su lengua original habría de producir un despertar religioso del cual habría de surgir la Reforma protestante.

Concomitantemente con la caída de Constantinopla, dos años más tarde (1455) Gutenberg publica el primer libro impreso con caracteres móviles, iniciando así la era de la imprenta, lo que permitiría en Europa un acceso mucho más amplio a la literatura escrita.

Unos años más tarde, en 1516 (es decir un año antes de que Lutero clavara las 95 tesis en la puerta de la catedral en Wittemberg), Erasmo de Rotterdam publica en Basilea su edición del NT griego, lo cual sirvió de estímulo al estudio del NT en su idioma original.

A. Juan de Valdés (1509-1541):

Es a partir de entonces que comienzan a aparecer las primeras traducciones al español, comenzando con la de Juan de Valdés, un discípulo de Erasmo que tuvo que huir de España alrededor del 1529 al ser denunciado ante la Inquisición luego de haber publicado un libro titulado “Diálogo de Doctrina Cristiana”.

Valdés huyó hacia Italia, encontrando refugio finalmente en la corte de Nápoles donde tradujo Mateo y Lucas, las epístolas paulinas (sin incluir Hebreos) y los Salmos. Algunos comparan la pureza de su estilo con la de Cervantes.

B. El NT de Francisco de Enzinas:

Unos años más tarde, en 1543, Francisco de Enzinas, con apenas 20 años de edad, publica en Amberes su traducción del NT completo, del cual existen muy pocas copias al día de hoy, porque tan pronto salió de la imprenta, los libros fueron prohibidos y sacados de circulación. El propio emperador Carlos V, a quien Francisco dedica su traducción, ordenó que se recogiese toda la edición y que se detuviera su circulación.

De él dice don Menéndez y Pelayo: “Entre los protestantes españoles del siglo XVI descuella Enzinas por su saber filosófico, [así como] por el número y calidad de sus escritos”. Estudió por un tiempo en Wittemberg, alojándose en la casa del más cercano colaborador de Lutero, Felipe Melanchton, quien lo motivó a la traducción del NT. También mantuvo correspondencia Calvino.

Cuando Enzinas se dispuso a traducir el NT, primero pensó hacerlo en Lovaina, en Bélgica, pero al llegar a la ciudad en verano de 1534, encontró que se había desatado la persecución contra los protestantes.

Por otra parte, cuando envió los manuscritos de su traducción a los teólogos de de la Universidad, éstos le responden que no entendían la lengua española, aparte de que no veían con buenos ojos la traducción de la Biblia ya que, según ellos, de la Biblia “habían nacido todas las herejías en Alemania y los Países Bajos, por ser un asidero para que la gente simple e idiota se diese a vanas interpretaciones y sueños, rechazando los Cánones y decretos de la Iglesia”.

Su vida después de la publicación del NT fue una aventura muy intensa. Fue “acusado de estimular la herejía al verter el Nuevo Testamento en lengua vulgar; de haber vivido en Alemania en compañía de Melanchton y haber alabado sus virtudes, y de ser el autor de un libro recientemente publicado y que se consideraba pernicioso e inspirado en la obra de Lutero [Sobre la Libertad Cristiana].

Fue encarcelado en Bruselas el 13 de Diciembre de 1543, unos meses después de publicar el NT. En Febrero de 1545 escapó de la cárcel, y se refugia en Amberes.
A partir de ese momento lleva a cabo muchísimos viajes, llegando a contraer matrimonio en 1547 (llegando a ser profesor en Cambridge). Pero finalmente cae víctima de la peste el 30 de Diciembre de 1552, teniendo apenas 34 años de edad. Por una carta que había escrito a Calvino sabemos que estaba trabajando en la traducción de la Biblia completa.

C. La Biblia de Ferrara:

Un año después de la muerte de Enzinas (y diez años después de la publicación del NT), en el 1553, dos judíos publican una versión del AT en español. Esta versión se conoce como la Biblia de Ferrara, por cuanto fue dedicada al duque de esa ciudad.

Por supuesto, fue impresa en Italia y no España “donde la inquisición trabajaba con mano de acero y sin contemplaciones, y no dejaba a judíos ni a protestantes más opción que la hoguera o el destierro.”

D. El NT de Juan Pérez de Pineda:

Tres años después aparece en Venecia otro NT traducido por Juan Pérez de Pineda. Algunos críticos entienden que esta nueva versión es en realidad una revisión del nuevo testamento de Francisco de Enzinas. Sin embargo, es considerada “la mejor de las antiguas versiones castellanas del Nuevo Testamento.”

Esta versión del NT fue introducida en España de contrabando, promoviendo el movimiento reformador entre los españoles, siendo uno de sus principales contrabandistas un hombre llamado Julián Hernández, el cual jugaría un papel importante en la historia de la versión de la Biblia más usada entre los evangélicos de habla hispana: la versión Reina – Valera.

LA BIBLIA REINA - VALERA

Como hemos dicho ya, la inquisición tenía puestos de revisión en todos los caminos para que la Palabra de Dios no fuera introducida a escondidas en territorio español. Los reyes católicos habían colocado funcionarios aduanales en todos los puertos marítimos y en todos los pasos terrestres, con autoridad para revisar todo paquete y toda persona que entrara en el reino.

En ese tiempo Juan Pérez vivía en Ginebra, donde Juan Calvino estaba siendo ampliamente usado por el Señor en el proceso de Reforma de la Iglesia en aquella ciudad, que se había convertido en un refugio para muchos cristianos que habían huido de sus países para escapar de la inquisición.

A. Julianillo Hernández:

Un día se presentó a la puerta de su casa un hombre de apariencia muy extraña, bajo de estatura y aparentemente jorobado. Más tarde Juan Pérez diría de él que tenía el cuerpo tan macilento que parecía solo piel y hueso. Este hombre se llamaba Julián Hernández, pero era conocido como Julianillo por lo corto de su estatura.

Julianillo Hernández había viajado mucho por todo el continente, y había trabajado en imprentas alemanas y en los Países Bajos donde la Reforma Protestante tenía mucha fuerza, y algunos suponen que fue su trabajo en las imprentas lo que Dios usó para traerlo al conocimiento de Cristo. Julianillo le ofreció a Juan Pérez servirle de amanuense y corrector de pruebas.

Pero al plantearse el problema de cómo introducir las Biblias en España, Julianillo se ofrece hacerlo él mismo de contrabando. Para esto consiguió unos barriles de vino de doble piso colocando las Biblias en el piso de abajo; y tomando la vía de Flandes se dirigió hacia España, con tal sagacidad y sangre fría, que pudo burlar todos los puestos de vigilancia de la inquisición.

Así llegó a Sevilla y depositó los NT en la casa de Juan Ponce de León, para que éste se encargara de distribuirlos. Pero Juan Ponce es descubierto y llevado a la hoguera por la inquisición el 24 de Septiembre de 1559. Pero eso no frena a Julianillo, que continúa introduciendo los NT mientras vende telas para ocultar su identidad y su verdadero trabajo.

Al poco tiempo esto comienza a crear inquietud en el clero católico que no se explicaba cómo es que había tantos NT y libros protestantes en suelo español a pesar de la extrema vigilancia de la Inquisición. Algunos llegaron a pensar incluso que debía ser una obra directa de Satanás que los desaparecía y luego los hacía aparecer en España.

El Padre de la Roa dice respecto a la obra de Julianillo: “Con increíble habilidad encontraba él secretas entradas y salidas, y el veneno de la nueva herejía se divulgó con gran velocidad por toda Castilla y Andalucía. Donde ponía su pie comenzaba el incendio. Él mismo enseñó a hombres y mujeres con demasiado acierto, especialmente en Sevilla donde se formó, gracias a esto, un verdadero nido de herejes”.

Pero finalmente Julianillo fue traicionado por un herrero que le mostró a un sacerdote el NT que éste le había obsequiado. Fue apresado y conducido a las cárceles del Santo Oficio en Sevilla.

En ningún momento ocultó su fe, ni tampoco el hecho de que había sido él quien había introducido esos libros en España. Y a pesar de que lo torturaron sistemáticamente, se negó a revelar los nombres de los evangélicos españoles.

Con los miembros dislocados animaba a los otros presos cantando canciones contra los frailes y arengando a sus hermanos a que se mantuvieran fieles al Señor en medio del sufrimiento:

“¡Valor, camaradas! Esta es la hora en que debemos mostrarnos valientes soldados de Jesucristo. Demos fiel testimonio de su fe ante los hombres, y dentro de pocas horas recibiremos el testimonio de su aprobación ante los ángeles.”

Tres años lo mantuvieron como prisionero y finalmente fue sentenciado a la muerte. Cuentan los historiadores que al llegar a la hoguera él mismo se encargó de colocar las leñas sobre su cabeza.

En este punto de la historia es importante señalar que uno de los depósitos de libros usados por Julianillo, era un convento de frailes Jerónimos, ubicado cerca de Sevilla, llamado el Convento de San Isidoro de Santiponce, donde vivían comunitariamente unos 40 monjes.

B. El Convento de San Isidoro:

En esa época el convento se encontraba bajo la tutela de Garcí Arias, quien era el prior de la institución y a quien muchos llamaban el maestro blanco porque era albino.

Éste dirigía a los frailes en el estudio de las Escrituras y muchos fueron guiados a Cristo y a abrazar la Reforma a través de su predicación. Cuando Julianillo fue apresado, estos monjes convertidos del convento sabían que les quedaba poco tiempo para escapar, ya que la inquisición había recibido reportes inquietantes de las actividades del convento.

En una carta fechada el 17 de Noviembre de 1557, y dirigida a Felipe II, se le informa que algunos monjes del Monasterio de San Isidoro eran sospechosos de “muchos errores y opiniones luteranas.”

Y es así como en el 1557 doce monjes deciden abandonar el convento y huir de la inquisición. Entre estos monjes estaban Casiodoro de Reina y Cipriano de Valera, así como Antonio del Corro, otro personaje que luego sería muy importante en la historia del evangelio en España.

C. Casiodoro de Reina:

Casiodoro nació probablemente en Sevilla o sus alrededores en el 1520 y se unió al convento de San Isidoro siendo un joven de unos 10 años de edad. No sabemos con exactitud cómo fue su conversión, pero sí sabemos que comenzó a estudiar las Escrituras desde muy joven.

Antes de huir del convento en 1557, estos 12 frailes habían acordado encontrarse en Ginebra al año siguiente, como de hecho hicieron. Pero por algunos inconvenientes Casiodoro decide trasladarse a Frankfurt en el 1558, no sin antes comenzar la traducción del AT al español.

En 1559, estando ya Isabel I en el trono de Inglaterra, Casiodoro se dirigió a Londres con otros tres fugitivos del monasterio, entre los cuales estaba también Cipriano de Valera. Allí se encuentra con un grupo de españoles que habían buscado refugio en las Islas Británicas, y nombran a Casiodoro como su pastor.

En esa misma época comienza a hacer gestiones para la publicación de su versión de la Biblia en lengua castellana, para lo cual escribe una carta a su amigo Antonio del Corro, ex monje de San Isidoro, indagando sobre las posibilidades de publicarla en el Continente.

Éste le responde diciéndole que se dirija hacia Francia vía Flandes, llevando consigo a Cipriano de Valera como corrector, ya que tenía un impresor que se había ofrecido para llevar a cabo el trabajo.

Pero tal respuesta nunca llegó a la mano de Casiodoro, por cuanto el embajador español en Inglaterra le había escrito al rey Felipe II de España informándole de los planes de Casiodoro de publicar en Francia la Biblia en castellano. Éste le pidió que buscara la manera de hacerle salir de suelo inglés para así poder echarle mano.

No obstante, el mismo Casiodoro decide abandonar Inglaterra, por cuanto los católicos españoles habían levantado contra él acusaciones infundadas, y se dirige hacia Amberes, capital de Ámsterdam.

Allí fue protegido por cristianos, y más tarde se reúne con su esposa, la cual tuvo que escapar de Inglaterra disfrazada de marinero. Pero tampoco podía permanecer en Amberes por mucho tiempo, ya que Felipe II le había puesto precio a su cabeza.

Así que en 1564 sale hacia Francia a casa de Antonio del Corro. Pero Enrique II rey de Francia ordena la expulsión de todos los ministros de Francia. Y Casiodoro sale al exilio de nuevo con todos sus manuscritos.

Se dirigen al castillo de Montargis, al sur de París, a donde se había retirado la duquesa de Ferrara, Renata. Allí se encontraron con Juan Pérez de Pineda que también se había refugiado en Montargis.

Su plan original era traducir el AT y unirlo al NT de Juan Pérez que había sido publicado 8 años antes. Dejando a sus amigos Antonio del Corro y Juan Pérez, Casiodoro se dirige a Frankfurt, donde finalmente estableció un negocio de tejidos para poder mantener a su familia, mientras continúa con su trabajo de traducción.

Finalmente, después de 12 años de trabajo termina la traducción del AT. Su amigo Juan Pérez ya había muerto, pero había dejado fondos suficientes para la publicación de su NT, conjuntamente con la traducción de Casiodoro del Antiguo.

Casiodoro, sin embargo, no pudo usar el NT de Juan Pérez, por cuanto los ejemplares que estaban siendo impresos en París fueron confiscados y destruidos. Esto le obliga a preparar su propia traducción del NT, lo que retrasó la impresión que se estaba llevando a cabo en Basilea.

Pero en Basilea nadie conocía a Casiodoro y las autoridades, que no sabían leer español, escriben a algunos en Estrasburgo para que envíen carta de recomendación.

Las cartas no llegaron y Casiodoro decide ir él mismo, pero en el camino cae enfermo y se entera de la quiebra del impresor al cual le había dado un adelanto de 500 escudos para que imprimiera 1100 ejemplares (éstos eran parte del dinero que había dejado Juan Pérez al morir).

Sus amigos vienen en su auxilio y es así como, en Agosto de 1569, la obra es concluida, y de inmediato se preparan cuatro grandes toneles llenos de ejemplares de la Biblia en castellano, que probablemente serían introducidos en España vía Flandes.

Esta versión es conocida como la Biblia del Oso, porque tenía en su portada, después del título, “una estampa que representa el tronco de un árbol, hendido por medio con un mazo suspenso de una rama; en la hendidura hay un enjambre de abejas, cuya miel está lamiendo un oso puesto en pie, y en un libro abierto que está casi al pie del tronco se lee”: La Palabra del Dios nuestro permanece para siempre.

Su primera tirada fue de 2,600 ejemplares, muchos de los cuales fueron quemados por la Inquisición. Un detalle interesante es “el hecho de que unas 300 copias fueron enviadas al continente americano, pero fueron quemadas en Santo Domingo, evitando de esta manera que la Palabra de Dios llegara a la América Hispana.

D. Cipriano de Valera:

Pero la historia no concluye allí. La versión de Casiodoro fue impresa de nuevo en 1602, luego de una cuidadosa revisión de parte de Cipriano de Valera, quien empleó 20 años más en esta labor. Cipriano de Valera fue un gran erudito español, amigo de Juan Pérez, Julián Hernández y Casiodoro de Reina. Fue uno de los monjes que huyó de Sevilla en 1557, y de los que se reunió al año siguiente en Ginebra y luego en Inglaterra. Allí continuó sus estudios en Oxford y en Cambridge.

Al año siguiente de su llegada a Inglaterra, en 1558, publicó su primera obra titulada: “El tratado del Papa y de la Misa”. En ella ataca fuertemente el catolicismo romano: “Ellos piensan que el Papa es lugarteniente de Cristo y sucesor de Pedro; más bien es sucesor de Judas, lugarteniente de Satanás y anticristo.”

Pero Cipriano fue también un gran traductor; de hecho, fue él quien tradujo la Institución de la Religión Cristiana de Calvino, y se dice que su versión española tiene tan buen español como el buen francés de Calvino.

En su revisión a la traducción de Reina, Cipriano de Valera hizo en total 458 cambios. Esta Biblia revisada fue publicada en 1602 y se le conoce como “La Biblia del Cántaro, por el grabado que aparece en su primera página en el que aparecen dos hombres, uno de los cuales está regando un árbol con un cántaro.

La versión completa de la Biblia que hoy conocemos como Reina Valera, es considerada como “una de las mejores que existen en lengua castellana.” Y otro autor señala:

“La traducción de Reina es un trabajo grandioso tanto por la fidelidad de la traducción como por la pureza del lenguaje... El muy católico Menéndez Pelayo, predispuesto contra los reformistas españoles dice: ‘Habiendo sido hecha esta traducción en los mejores tiempos de la lengua castellana sobrepuja a las versiones de Felipe Scío y Torres Amat’.”

A él dedica el siguiente verso Manuel Pérez del Busto:

Oh, singular Casiodoro
que, de un modo inteligente,
nos has llevado a la fuente
que emana Palabra de oro.
Todo su inmenso tesoro,
tan divino y tan humano
recogió tu noble mano
con tal especial intento,
que lograste un monumento
con la Biblia en castellano.

LAS TRADUCCIONES CATOLICAS

Como vimos anteriormente, en el Concilio de Trento se había ratificado la prohibición de que la Biblia fuese traducida a la lengua vulgar. En la IV Regla del Concilio dice: “Notando por experiencia que si los Sagrados Libros se permiten leer a todos en lengua vulgar sin diferencia alguna, por temeridad de los hombres se sigue de ahí más daño que provecho…”.

Sin embargo, en 1757 a los católicos se les permitió la lectura de la Biblia traducida en lengua vulgar, “con tal que sus versiones estén aprobadas por la Silla Apostólica, o se den con notas de los Santos Padres”.

Aún así, en España continuó la prohibición hasta un decreto de la Inquisición española fechado el 7 de Enero de 1783. A partir del año comenzaron a aparecer en español las primeras versiones católicas, entre las cuales podemos mencionar:

La Biblia de Scío (1790-1793). Fue la primera Biblia en castellano impresa en suelo español por encomienda de Carlos III, traducida por el obispo de Segovia Felipe Scío. Se trataba de una Biblia bilingüe (latín y español), publicada en varios tomos y sumamente cara. Menéndez y Pelayo la calificó de “desdichadísima”.

La Biblia Torres-Amat (1823). Traducida por el canónigo Félix Torres-Amat por encomienda de Carlos IV y Fernando VII. Los críticos católicos la catalogan de “versión perifrástica” (una palabra bonita para referirse a una persona que da muchas vueltas para decir una cosa que se pudo haber dicho con menos palabras); y es que esta versión consta de 10,661 añadiduras que no figuran en el texto original.

La Biblia Nácar-Colunga (1944). Fue la primera versión católico – romana traducida directamente de los textos originales, traducida por Alberto Colunga (el AT) y Eloíno Nácar Fúster (el NT). Es una traducción bastante fiel que ha sido mejorada en sus numerosas ediciones (67 hasta la fecha, más 30 del NT).

La Biblia Bover-Cantera (1947). Traducida por José María Bover y Francisco Cantera Burgos. “A diferencia de la traducción anterior, es una obra crítica, destinada a los estudiosos de las Escrituras, lo que explica las pocas ediciones que se hicieron de ella”.

La Biblia de Jerusalén (1967). “Sin duda alguna, una de las versiones más famosas de la actualidad, no sólo en los círculos católicos, sino también en los evangélicos y protestantes… Es una traducción directa de las lenguas originales, hecha por un grupo de 10 escrituristas de la sección española de la Escuela Bíblica de Jerusalén, bajo la dirección de José Ángel Ubieta… Es evidente que los traductores siempre tuvieron muy cerca la igualmente famosa versión francesa conocida como la Bible de Jérusalem. Por eso hay quienes creen que es una versión, no de las lenguas originales, sino del francés. Sus editores se apresuran a negarlo, y afirman que la traducción se reduce a las notas, pero es innegable que el parecido y las afinidades son notables. Ha desplazado en gran medida a la versión Nácar-Colunga”.

La Biblia Latinoamericana (1972). Traducida por un equipo liderado por dos sacerdotes chilenos. Tiene la intención de llegar a los latinoamericanos en el lenguaje que ese público entiende. “Va provista de abundantes notas, fotos y comentarios ‘tercermundistas’”.

OTRAS VERSIONES PROTESTANTES

Entre las versiones más importantes en el ala protestante podemos mencionar:

La Biblia Reina-Valera. La RV ha tenido varias revisiones con el propósito de modernizar el lenguaje y hacerlo más accesible. El mismo Reina “afirmaba que su versión iba a durar poco tiempo, a menos que fuera revisada periódicamente por un equipo de eruditos. El idioma español es, como todos los idiomas, un idioma que cambia y evoluciona”.

Entre las revisiones hechas en el siglo XX y principios del XXI podemos mencionar: 1909, 1960, 1977, 1989, 1995; y la Biblia Textual Reina-Valera.

La Biblia de las Américas. “La traducción de LBLA® fue completada en 1986 por un equipo de eruditos en Biblia, cristianos evangélicos, todos ellos originarios de América Latina. La Biblia de las Américas® es una obra original, traducida directamente de los idiomas originales hebreo, arameo y griego directamente al español, en un lenguaje moderno, claro y comprensible para todos”.

Dios Habla Hoy. El NT fue publicado en 1966, mientras que la Biblia completa fue publicada en 1979. Su traducción fue hecha según los principios de “equivalencia dinámica”, procurando alcanzar al público medio de los países latinoamericanos.

Nueva Versión Internacional. “La Nueva Versión Internacional (NVI) es una nueva traducción de la Biblia, hecha directamente de los idiomas originales hebreo, arameo y griego, al más fresco, exacto y elegante español contemporáneo”.

“Ante la extraordinaria acogida que tuvo la NIV (New International Version), en todo el mundo de habla inglesa, la Sociedad Bíblica Internacional aceptó de buen agrado la solicitud que muchos creyentes e iglesias le presentaron de realizar traducciones de la Biblia en otros idiomas, siguiendo los mismos parámetros exegéticos y principios hermenéuticos utilizados por los 110 biblistas que hicieron la New International Version”.

Conclusión:

He aquí, a vuelo de pájaro, cómo Dios obró en Su providencia a través de la historia para que nosotros pudiésemos tener en nuestras manos Su Palabra en nuestro propio idioma. Pero de nada nos sirve que tengamos disponible tantas versiones de las Escrituras si no hacemos uso de ella.

Como dice Neil Lightfoot: “El que un granjero moderno tenga una variedad de nuevo equipo no garantiza una cosecha exitosa. El equipo debe ser usado. De igual manera, en un período donde la gracia de Dios abunda en la provisión de nuevas y mejores ayudas para el estudio de la Biblia, no demos por sentado que la presencia del equipo puede sustituir el uso de él. Que Dios conceda que continuemos siendo un pueblo de un libro, y que ese libro sea la Biblia”
Soli Deo Gloria