Introducción
Mi porción es Jehová; He dicho que guardaré tus palabras. Tu presencia supliqué de todo corazón; Ten misericordia de mí según tu palabra. Consideré mis caminos, y volví mis pies a tus testimonios. Me apresuré, y no me retardé en guardar tus mandamientos. (Salmo 119:57-60)
¿Cuál es
el  corazón  de  la  verdadera  rectitud?   ¿Cuál  es
la esencia  de ser un  verdadero discípulo de
Jesús?   La respuesta bíblica es
clara  y  simple: La vida cristiana  es una vida
de obediencia fiel  de principio y de conciencia  a
la  voluntad de Dios revelada en la Biblia. El pasaje
citado  anteriormente declara, comprensiva y concisamente, los
elementos esenciales de esta vida.
Antes de que examinemos este texto para
ver cómo nos expone  la  visión
bíblica  de  la  vida cristiana, quisiera yo
recalcar el papel  central de  la obediencia  en
la  religión  enseñada  por  la Biblia.
En el principio de nuestro estudio, pido al lector que asienta conmigo que la
única doctrina  y experiencia religiosa dignas de nuestra
consideración   son aquellas que  son  respaldadas
por la Biblia. Las opiniones y experiencias del hombre no valen como guías
hacia la verdad de la religión, si éstas no concuerdan con el testimonio de las
Sagradas Escrituras. La Biblia es la única autoridad capaz de determinar qué es
lo  verdadero  y  normativo para el pueblo de
Dios. Una y otra vez la Biblia enfatiza el papel central  que la
obediencia  toma en la  verdadera  religión.
Cuando Dios creó a Adán y a
Eva.  y los colocó en el  huerto del Edén, les revelo
plenamente que todas las bendiciones que les
manifestó,  permanecerían  en la  medida en que
ellos obedecieran su Palabra.  Dios les  dio un
claro  y  sencillo  mandato:  "De  todo  árbol  del
huerto podrás  comer;  mas del árbol de la ciencia de bien
y del mal  no comerás;  porque  el
día  que de él comieras, ciertamente morirás." (Génesis  2:16-17)  Toda  la  vida
de bendición  en el bueno
del  Edén,  una  vida de comunión
con  Dios  sin barreras,
una  vida  de  verdadero  amor entre
Dios  y el  hombre, todo  llegaría  a
un  trágico  final  en
el  momento   en  que ellos  se
desviaran del  camino  de  obediencia.
Trágicamente  nuestro  pri- meros progenitores
(Adán  y Eva) desobedecieron  a Dios. Y cuando Adán se
desvió  del camino  de obediencia,
como  nuestro  representante  primigenio,
arrastró a toda su descendencia con él. Aparte de
la  gracia  de Dios, todo miembro de la  raza
humana  sería  hijo natural  de desobediencia y
de ira.  (Efesios 2:2-3) La nuestra  es una raza
comprometida al camino  de desobediencia y rebeldía, en
contra  de la  voluntad  revelada  de
Dios.
La
Biblia  afirma  que
cuando  nuestro  Señor Jesucristo  vino a redimir
a su pueblo electo,  El los redimió  poniéndolos en el
camino de obediencia a su Padre.  De la  misma  forma  que  el  primer
Adán  se hubo  arruinado a sí mismo  y a
todos  sus descendientes con él por su acto de desobediencia, el
Segundo  Adán (Jesucristo) aseguró
la  salvación   por su
pueblo  elegido,  en el cumplimiento de obediencia fiel a
la voluntad  de Dios.  "Porque así como por la
desobediencia de un hombre (Adán) los muchos fueron  constituidos
pecadores,  así por la obediencia  de uno
(Jesucristo) los muchos serán constituidos justos." (Romanos 5: 19)  Nótese  también
el  lenguaje de  Filipenses 2:6-8,
el  cual  nos enseña  que  nuestro
Señor Jesús   "siendo en forma  de Dios...  se
humillo  a sí mismo, haciéndose obediente hasta Ia muerte, y muerte
de cruz.."
La
Biblia  enseña  claramente que por
el  acto  de obediencia decidida  a
la  voluntad  de su Padre,  el Señor
Jesucristo  derramó su sangre  en  la
cruz  para asegurar la
salvación  de  una  multitud
innumerable.  La  obediencia
radica  en  el  corazón  mismo  de  la
redención realizada  por la obra y la  muerte  de
Cristo.  Sin embargo, la  Biblia no se
detiene  aquí. También,  las  Escrituras declaran
que la salvación que Jesús  obtuvo  en el cumplimiento de
su obediencia,  El la confiere a su pueblo  de tal
forma  que  hace a todos los  que
la  reciben,  sujetos  obedientes  al
Dios  vivo.  Así que en  1 de
Pedro  1   :2,  la  Biblia  habla  del  pueblo  de
Dios  como  aquellos que  son elegidos por
Dios  "para obedecer y ser rociados con la sangre de
Jesucristo."  La sangre de  Cristo
nunca  es  rociada sobre una persona, sin que ésta sea
llevada a la senda de obediencia a Dios.  Por
eso,  el  escritor de Hebreos   puede  decir
así:  "Y aunque  era el Hijo  (de Dios,)
por  lo que padecio aprendió  la obediencia;  y
habiendo  sido perfeccionado,  vino a ser autor de eterna
salvación  para  todos los que le
obedecen."  (Heb. 5:8-9) Cuando   la
salvación  obtenida por  Cristo  es  aplicada
con  poder divino,  produce en
todos  los  salvos  un cumplimiento de obediencia
fiel a la  voluntad  de Dios,  que  refleja  el
mismo  compromiso en
que  andaba  nuestro  Salvador  para
asegurar dicha  salvación.
Además,  la Palabra de Dios
describe a la gente de Dios como aquellos que
'guardan  los  mandamientos de Dios y la fe de Jesús' (Apocalipsis  14:12).    Los  cristianos  no  son  gente  farisaica  que
piensa  que  su imperfecta  obediencia
es  la  base  de su salvación. No,
ellos  se adhieren  a 'la fe de Jesús' de la cual
los  fundamentos son la confesión de la pecaminosidad e
incapacidad  para salvarse de la  ira  de Dios
sobre  los  pecadores. Y
aquellos  que  reconocen su condición pecadora y se
entregan  a la  misericordia de Dios (es
decir,  guardan  la  fe de
Jesús)  también  guardarán  los  mandamientos
de Dios. Ellos viven vidas de obediencia resuelta  a la voluntad de
Dios revelada  en su
Palabra.  Aunque  alguien  profesa sostener la fe
de Jesús  y ser objeto  de la salvación  de
Cristo,  si la obediencia no es el
hábito  fundamental  de su vida, Dios  le
dice  mentiroso:  En  esto sabemos  que
nosotros  le conocemos,  si guardamos sus mandamientos. El
que dice: “Yo le conozco" y no guarda sus mandamientos,  el tal
es mentiroso,  y la verdad no está en él.  (1
Juan  2:3-4)
Espero  que estas
citas  de la  Palabra  de Dios  sean
suficientes para convencernos que la  obediencia no es un
lema  secundario, no como  algo que toca por casualidad o
indirectamente al corazón de la verdadera religión; la obediencia a la
voluntad de Dios es el corazón mismo de la verdadera religión bíblica.
Habiendo establecido que el concepto de
obediencia es central  para
la  salvación,  definamos  ahora el
término  'obediencia'. Por obediencia quiero decir una consciente y
entregada conformidad con  los preceptos de Dios
revelados  en la Biblia,  haciendo referencia principal a
la autoridad de Dios que respalda estos preceptos. Tal  vez  un  ejemplo  práctico  nos  ayude  a
entender  esta definición de obediencia: ¿Cómo es un hijo
obediente?  ¿Es aquel que cuando dice su papá, 'Hijo, deja de jugar y
entra en la casa,' entra en  la casa  pero de mala
gana,  arrastrando  los pies en un
espíritu  patente  de rebeldía?   ¿Lo
consideraríamos obediente?
¿Pudiéramos  imaginamos  al  padre
diciendo,  'Gracias,  hijo. Ese fue un bello gesto de
obediencia de corazón hacia tu papá.'?  Claro
que  no.   Los  pies  tal  vez
entraron  en  la
casa,  pero  no  hay sentido de que el niño crea
que es necesario obedecer a su padre por la autoridad y derecho que él tiene.
Por lo máximo, esta clase de obediencia resentida y renuente a la autoridad
paterna se preocupa simplemente de escapar a la vara correctiva. No es la
obediencia bíblica que se preocupa  principalmente por la autoridad
divina de los padres. Por otro lado, si el niño responde al mandato de su padre
con prontitud y animada complacencia, con espíritu y pies
cooperativos,  la diferencia será obvia. En tal caso hay verdadera obediencia
de corazón,  y no sólo una clase de externa conformidad  a
la autoridad  paterna.
La obediencia  que
caracterizó a nuestro  Señor Jesucristo  en la realización
de la salvación por su pueblo, en su aplicación a sus
corazones,  llega a ser el rasgo distintivo  de sus vidas.
Y tal obediencia es una actividad consciente, Pues. nuestro Señor
Jesucristo  no  vivía sin rumbo a
la  ligera,  y  mucho menos se dirigía a la cruz
de una  manera  negligente e  irreflexiva
para  morir por su pueblo. Su obediencia a su Padre era
consciente  y decidida; y su motivación principal fue el respeto a su
Padre (quien era digno de ser
obedecido)  que  le  había  mandado  que  viviera  y  muriera  tal  como
lo hizo. Esta clase de consciente y entregada conformidad a los preceptos de la
palabra de Dios haciendo referencia principal a la autoridad de Dios es un
rasgo distintivo  de aquellos que son salvados por Jesucristo. A los
verdaderos discípulos de Cristo, les importa vivir como vivió su Señor, como
conscientes  y  voluntarios siervos de su estimado Maestro.
Así la obediencia considerada aquí es nada menos que la consciente y entregada
conformidad a los preceptos de Dios, motivada principalmente por el respeto a
la autoridad justa de Dios que respalda estos preceptos.
Además, es exactamente  esta
clase de obediencia que los no
regenerados  no  pueden  rendir a
Dios.  Romanos  8:7-8 declara: "Pues la
intención de la carne es enemistad contra Dios; porque no se sujeta a la ley de
Dios,  ni tampoco puede. Así que,  los que viven según la
carne  no pueden agradar a Dios." (Versión anti-
gua)  Este texto nos enseña que cuando el hombre no convertido
desobedece la Palabra de Dios no sujetándose a su ley, su disputa no es contra
la ley en sí, sino contra Dios mismo que respalda los preceptos de su
Palabra.  Es Dios mismo el objeto de la animosidad de
tales  mentes impías.
También, este texto afirma que el mismo
hombre no posee la capacidad  moral de obedecer o
agradar  a Dios. La mente impía “no se sujeta a la ley de Dios, ni
tampoco puede;  así que,  los que viven según
la carne no  pueden agradar a Dios".   La Biblia
aquí utiliza palabras que expresan incapacidad. Para el hombre no regenerado,
la obediencia a Dios es una imposibilidad moral. Por el concepto bíblico de la
obediencia, podemos ver por qué ha de ser así. Si la verdadera obediencia es
asunto del corazón y no sólo de externa conformidad a un
código  legal, entonces  es claro que el hombre inconverso
no puede obedecer  a Dios. De acuerdo a la Palabra  de
Dios,  tiene  un corazón  de
piedra.  Antes de que éste sea capaz de obedecer a Dios en
tal  forma que a El le agrade, tal hombre debe  tener
un  nuevo corazón  agradable  a Dios y a su
Palabra.
La maravilla de la gracia
regeneradora,  lo asombroso del nuevo nacimiento, es que Dios cambia
la disposición del corazón.  Una gran promesa de la  Biblia
se cumple cada vez que un hombre o una mujer nace de nuevo por el Espíritu de
Dios:
Os daré corazón nuevo y pondré espíritu
nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra yos
daré un corazón de carne.  Y pondré  dentro de vosotros mi
Espíritu y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos y que los
pongáis por obra.   (Ezequiel  36:26-27)
En estas  nuevas
criaturas  en Cristo  que antes no querían  ni
podían obedecer a Dios, se ha vencido su enemistad natural hacia Dios por
medio  de  la
poderosa  obra  regeneradora  del  Espíritu
Santo, y se encuentran escogiendo seguir consciente y entregadamente los pasos
de obediencia  fiel y disciplinada hacia la voluntad de Dios revelada
en su Palabra.
Ahora llegamos a un punto crucial para
entender  la declaración bíblica a que la vida cristiana debe de ser
una de obediencia consciente  y fiel a la voluntad de Dios revelada
en la Biblia. Por favor, fíjese bien, pues éste es el punto medular.
El  nuevo nacimiento  no  hace que  la
obediencia  radique  en otra  cosa
que  la conformidad consciente  y  decidida  a
los preceptos  de Dios.  El nuevo nacimiento crea un deseo
de estar a tono con la Palabra de Dios:  da  poder  de
estar  conforme
con  dicha  Palabra:  crea  un nuevo
corazón  inclinado a obedecer  a Dios,  mas
sin  alterar la forma  básica en que la
obediencia  se debe expresar. Incluso para una  nueva
criatura  con  un  nuevo corazón,  la
obediencia  ha de conllevar  una elección
consciente  e intencional de hacer  lo que Dios dice. Un
hábito de elección  decidida  a
obedecer  la  Palabra de Dios es el corazón  mismo
de una vida de obediencia  fiel por principio.
Donde la obediencia  se
manifiesta en forma  habitual  (es decir,
como  patrón de  vida) existe  la
obediencia  verdadera.  Pero donde  se
le  permite a la  obediencia  manifestarse  de  acuerdo  a
cualquier  principio que no sea la  resuelta
elección  de obedecer, no existirá la conformidad fiel a la voluntad
de Dios. La realidad de la vida cristiana es así de simple.  La vida
cristiana en sí no lo es,  'descansando en Dios, déjalo todo a
El.'   Es cierto  que en nuestra obediencia debemos
buscar y depender del poder del Espíritu Santo, pero si llegamos a ser pasivos
y apáticos en la lucha contra el pecado, Dios no hará por nosotros lo que El
nos manda que
hagamos  nosotros  mismos.  El  no
obedecerá  por nosotros.
No debemos  permitir
que  una  vida de obediencia  fiel  sea
trastornada por sentimientos que desvían o por el hecho de nuestra corrupción
remanente. Si nuestra obediencia está acompañada de buenos sentimientos,
alabemos al Señor por ello. Pero si nos sentimos mal y decaídos de espíritu,
nuestro deber no cambia. Si nuestra
corrupción  remanente  de pecado se
opone  al  camino de obediencia fiel, Dios no nos excusa de
la obligación de obedecerle. Y hasta que abracemos esta perspectiva con toda
nuestra alma, caminaremos  cojeando  y
tropezando  todos  nuestros  días. A menos que
luchemos vigorosamente contra  las emociones  que desvían y
contra el pecado remanente,  muy poco conoceremos  de la
verdadera  vida de obediencia consciente  y fiel a Dios.
Estimado  lector,  ¿Cuál  es
tu  caso ante Dios?   ¿Obedeces  a Dios sólo
cuando te conviene o cuando te es cómodo a tus sentimientos  y a
otras circunstancias,  como  si  esta
obediencia  fuera algo que te  llevara en un lecho de
delicias?   Cuando  tu  alma  se
consterna por la tormenta de la corrupción  interna y remanente, y tu
mente está bajo el asalto del tentador, o tu cuerpo está cansado, ¿lanzas la
obediencia tuya al viento y vives como un pagano?  ¿Tú
te  vuelves del camino de obediencia  fiel, porque no
tienes  ganas hoy  para obedecer?    Si
encajas en esta  descripción,  quiero  por
lodos  los  medios posibles alejarte de esta mentalidad. Yo
ruego a Dios que El  arranque esa actitud de
tu  corazón,  y  la cambie  por un
espíritu de obediencia disciplinada, resuelta para hacer la voluntad de Dios,
cueste  lo que cueste.
l.  Las Raíces de una Vida de
Obediencia  Consciente y Fiel
¿Cuáles son las  raíces de
una vida de obediencia fiel?  Si tú y yo vamos a entregar a Dios una
vida de conformidad consciente a su  voluntad, ¿cuáles son las
razones fundamentales que deben formar  la base de nuestra
obediencia?   El  salmista nos contesta
diciendo:   "Mi porción es Jehová; He dicho que guardaré
tus palabras."  Nuestro  texto muestra dos de las
raíces de una vida de obediencia fiel y disciplinada:
1)  La
respuesta  decidida y salvadora  a
Dios  -  "Mi porción  es Jehová;"
2) Un
compromiso resuelto  para servir a Dios y hacer su voluntad -
"He dicho que guardad tus palabras."
Sin que se arraiguen  estas
raíces  firmemente  en el corazón, nunca se verá una vida
de obediencia  fiel de principio.
Primero,  el salmista afirma que Jehová, el gran
Dios del pacto (es decir, el Dios que se ha manifiesto a nosotros  en
la persona de Jesucristo) es su porción.  En otras  palabras,  ha
tomado  a Dios mismo  como  el
objeto  supremo  de su amor y devoción. Ha escogido en
forma  salvadora a Jehová  para que sea su Dios.
¿Cómo  expresa  el
Nuevo  Testamento esta  perspectiva?   Para
contestar esta  pregunta  en
la  forma  más sencilla  y
clara,  fijémonos  en  las  declaraciones  "Yo  soy"
de Jesús  en el  evangelio  de Juan. Jesús
afirma, "Yo soy el pan de vida."  El
creyente  verdadero confirma
del  corazón,   "Oh,  Señor
Jesús,  eres  mi porción  de pan. Yo
regocijo  de tí como  la única comida  sana para
mi alma." El Hijo de Dios afirma.  "Yo soy el agua de vida;
Si alguno  tiene sed,  venga a mí y
beba."   El cristiano verdadero confirma,  "Eres
la  porción  de mi copa  y mi
herencia  para  siempre."   Cristo  afirma,  "Yo  soy  el
camino  y  la  verdad
y  la  vida;  nadie  viene al
Padre,  sino por mí."   La nueva criatura en
Cristo  confirma, "Yo escojo  tu  camino,   tu  verdad,  tu  vida,  repudiando
cada  camino erróneo;  sólo Tú eres  mi
porción  en este  mundo  y el mundo  por
venir."   Este es  la
esencia  misma  de  la  conversión
bíblica:  escoger a Jehová,  recibir a
Cristo  conforme a los términos  de la auto revelación que
nos ha dado en su Palabra,  y abrazarlo
como  nuestra  porción,  como  nuestra  vida.
Estimado  lector,  si
jamás  has visto tu pecado  y reconocido  tu
necesidad  desesperada de la provisión  salvadora de Dios
manifestada en Jesucristo,  si no has confesado  tu
necesidad  desesperada de  lo que  sólo
Cristo  puede  dar a los pecadores desprovistos en virtud
de su vida perfecta  y su muerte por el
pecado,  entonces  una vida de obediencia fiel a Dios
es  imposible para ti. Toda tu resolución para vivir una vida de
obediencia fiel terminará en la frustración total,  o llegarás a ser
un hipócrita contentándote con una conformidad externa  a un
código  de ética  y una forma de religión que
puede  ganar  el aplauso del hombre  pero
carece  del  favor de Dios. Para hacer  la  voluntad  de
Dios, primero  tienes que escoger en
forma  salvadora  a Jehová  para que sea tu Dios.
Por la gracia de Dios, hay
muchos  que han hecho tal elección salvadora.  Sin embargo,
ésta  es sólo  la  primera  raíz de
una  vida de obediencia consciente y fiel. Unida  a ella
está  la segunda: un compromiso resuelto para servir a Dios y hacer
su voluntad. Si en verdad  has escogido  a
Jehová  como  tu
porción  salvadora,  entonces  también
tendrás   un  compromiso determinado para servir a
Dios y hacer su voluntad.  El
salmista  dijo,  "He dicho {como expresión  de
la resolución  profunda  de su corazón]  que
guardaré tus palabras." El Dios que es su
porción,  también  es su Señor y Soberano. El salmista no
sólo ha escogido a Jehová  como  su Dios conforme a su
auto-revelación  salvadora, sino también ha
escogido  la  palabra  de
Jehová  como  la  norma  de su  vida.  Elucidando
este  pasaje,  Carlos  Bridges  observó,
"Si escogimos  al Señor
como  nuestra porción, también tenemos que escogerlo  como
nuestro Rey.  'He dicho' significa su
resolución  decidida  'que guardaré  tus
palabras.'  Aquí el cristiano se
completa escogiendo  al Señor como su porción y su palabra
como  su regla.
...Todo lo que somos y todo lo que
tenemos son  suyos, alegremente rendido a El conforme a su derecho, y
de buena gana empleado en su obra. Así evidenciamos nuestra herencia en su
salvación."
Carlos Bridges, Salmo 119: Una
Exposición;  página 143 (1827 edición; Banner al Truth. 1977),
¿Tienes  tú
las  raíces  esenciales  de
una  vida  de  obediencia
fiel?   ¿Por la gracia de Dios, has escogido a El mismo, como es
revelado en Cristo, para ser su porción?  No te estoy preguntando si
has escogido vivir una vida moral, o si has escogido asistir a la
iglesia,  o si
has  escogido  solicitar  las  oraciones  de
una  iglesia. ¡No!   Te pregunto, ¿Te ha revelado el
Espíritu Santo la profundidad de tu necesidad que sólo  se puede
suplir en la  persona y la obra del Señor
Jesucristo?   ¿Has escogido  a El como tu porción? y
¿Has tenido un compromiso resuelto para servir a Dios y hacer su voluntad?  ¿Demuestras  la
sumisión alegre de tu voluntad a la autoridad de su voluntad, escogiendo su
Palabra como la regla de tu  vida?
¿Es ésta la característica de tu
vida?  Si no, entonces no tienes una base bíblica para decir que eres
cristiano. Y esto puede ser el corazón del problema por el cual te falta la
obediencia consciente y fiel. A
ti  te  falta  la  raíz
del  asunto.  No has escogido  a Dios
mismo  en  forma  salvadora,  y
te  falta  un compromiso  resuelto para
servirle.  Entonces ahora mismo,  mientras que El esté
cerca en su gracia y misericordia, escoge tú al Señor y póstrate ante El.
Sométete al yugo de Cristo quien dijo,  "mi yugo es fácil, y
ligera mi carga."  (Mateo  11:30)
II.  El Clima de una Vida de Obediencia
Consciente y Fiel
El texto  de
nuestro  estudio  no
solo  demuestra  las  raíces de una vida de
obediencia fiel, también describe el clima en que esta vida existe. ¿Qué es el
clima, el ambiente espiritual  de una  vida de
obediencia  disciplinada?   De acuerdo  con
el  texto, hay dos elementos de tal  clima:
1)  Una
dependencia  de Dios expresada  por la oración
verdadera "Tu presencia supliqué de todo
corazón;"
2) La
fe en la provisión  prometida por Dios  "Ten misericordia
de mi según tu palabra."
El
salmista  primero  habla  de  un
clima  de  dependencia en Dios expresado  por
la  oración  verdadera.  Enfrentándose  con
el deber de obedecer  la  Palabra de Dios,  sintió
su debilidad  y tendencia al fracaso, por eso hizo la única cosa
razonable que pudo hacer bajo tales circunstancias: oraba. Con todo su corazón
suplicó el favor de Dios, rogando que el Rey le  diera
la  gracia y  las fuerzas  para hacer
la  voluntad de su Amo.
¿Puedes  ver de lo que el
salmista se dio cuenta?   Sabía que teniendo la raíz en sí no
era suficiente.  El Señor era su porción y se había
jurado  para obedecer  la Palabra de Dios. Sin embargo,
sabia  también  que aun
la  resolución  de un
corazón  renovado  no era  suficiente,  sin  la
provisión  actual  de  la gracia.  Por
eso,  el clima en que su vida de obediencia consciente y fiel fue
expresada, era la de una dependencia  piadosa de Dios. Solo el Señor
le podía  dar el poder para obedecer  fielmente.
El salmista también  habla de
la fe en la  provisión  prometida por Dios, como otro
elemento del clima de una vida de obediencia fiel. El ora, "Ten
misericordia de mí."   Pero ¿cuál es la medición de su
esperanza  de misericordia?   Se proporciona con la
largueza y la forma  de las promesas  de Dios: “Ten
misericordia  de mi ( según tu
palabra."    Es decir,
"Ten  misericordia de mi según has prometido en tu
Palabra."
Este es el clima de la vida de
obediencia consciente y fiel. Es un   clima  en
que  hay  el  reconocimiento  de que
en  nosotros,  es decir en nuestra carne, no mora el bien.  El
cristiano que vive en tal clima confiesa la veracidad de las palabras de
Cristo: “Sin mí, nada podéis hacer." (Juan  15:5)  Esta
convicción por consiguiente te,  nos obliga a suplicar el favor de
Dios con todo  nuestro corazón. Nuestro gran ánimo para orar es que Dios
nos ha prometido en su Palabra proveer todo lo que necesitamos para hacer
su voluntad. Como Pedro afirmó,  "Como todas las cosas que
pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino
poder."  (2 Pedro  1:3)    Dios  ha
dicho,  "Bástate  mi gracia"  (2 Corintios   12:9)  y  "el
pecado no se enseñoreará de vosotros." (Romanos 6: 14)   De
acuerdo con la promesa de Dios, la esperanza del cristiano es: “Todo lo puedo
en Cristo que me fortalece." (Filipenses 4: 13)   Tales
promesas preciosas  llegan a ser el material que el
creyente  usa  para  hacer
su  súplica.  No  viene  lloriqueando  a
Dios:  'Oh  Dios,  he vuelto a fallar; de
alguna  forma ayúdame  salir en adelante.'No.
Suplica  la  misericordia  que ha de ser
concedida conforme a las  promesas  reales de Dios.
Estimado lector cristiano, debes
aprender a cultivar un clima que fomenta una vida de obediencia consciente y
fiel, un clima de la confesión de tu debilidad y una
dependencia  total de Dios que te obliga a orar con  todo
el  corazón.  Algunos  creyentes  tienen
mucho trabajo que hacer para cultivar  tal clima, particularmente
ante el  trono de la gracia, pero aparentemente  no se dan
cuenta, viendo los  hábitos de su vida de oración.  Puedes
gemir y lamentar el progreso  tan flojo en la gracia, pero si no
quieres orar, los andrajos de una vida floja serán las marcas de la condenación
de Dios sobre tu falta de oración. "No tenéis," dice
Santiago,  "por que no pedís. "
Dios ha ordenado  la oración
como el gran medio de cambiar tu  debilidad por su poder, y
si  menosprecias este  medio descuidando la oración,
entonces  no vas a prosperar en tu andar cristiano. Puedes correr de
un pastor al  otro, buscando cien veces a la semana su consejo, pero
sin orar no progresarás en el crecimiento cristiano,  ni en la
victoria sobre el pecado remanente de tu carne. Algunos de ustedes estén
luchando con los pecados que los  asedian. pero aún no asedias
diariamente  (o muchas veces al día) a Dios suplicándole que
marchite  la raíz de estos pecados, que
derrame  en  tu corazón, mente  y
espíritu  la  virtud  de Cristo que mata
el  pecado.  No imploras  a Dios con
todo  el  corazón,  pero aún te
preguntas  porque  caes  tan  fácilmente
ante  la tentación. Haces un ensayo a medias para arrepentirte y
resuelves  a hacer mejor,  pero sabes  bien que
mañana  volverás  al  mismo  lugar en
que andabas hoy. Pero aún no lloras suplicando a Dios con todo el
corazón.  En realidad, estás jugando  con Dios y con el
pecado.
El clima de una vida de obediencia fiel
ha de ser marcada por la dependencia  de Dios
expresada  por la oración verdadera y por la  fe en
la  promesas de Dios.  Querido cristiano,  debes
de aprender a tomar  las  promesas  de  Dios  y
usarlas  como  combustible para el orar. Debes de aprender  a
luchar con Dios en secreto y a implorarle con certeza de sus
promesas.  Sin esto, no conocerás  la vida de obediencia
consciente  y fiel.
Acaso  podrás  pensar;  'Pastor,  yo
esperaba  alguna  fórmula potente y
conmovedora  para la vida cristiana, y me has regresado a la mera
oración y lectura de la Biblia. Esto oía yo cuando era un
cristiano  recién  nacido.'   Pero ¿sabes
por qué no te has adelantado bien en este camino de santidad?  Porque
no escuchaste  lo que oíste.  Yo te he regresado a la oración
y lectura de la Biblia porque es exactamente  el lugar a
donde  el  texto
bíblico  nos  lleva.  Los medios que
Dios  ha ordenado  para crecer en la gracia son sencillos,
no exóticos. Y si pasamos por alto o nos desviamos de estos medios sencillos,
buscando siempre alguna otra fórmula mágica, entonces estamos
condenados  a andar cojos todos  nuestros días.
III. El  Proceso Efectivo de una Vida de
Obediencia Fiel
Ya hemos visto la raíz y el clima de
una vida de obediencia consciente  y fiel. Y ahora ¿qué es el proceso
práctico y concreto que  resulta en esta
clase  de  vida?   ¿Qué es
el  proceso  mental,
emocional,  volicional  y espiritual?   La
respuesta a esta pregunta nos es dada en los  versos
remanentes  de nuestro texto;
"Consideré mis caminos,  y
volví (mis pies a tus  testimonios. Me apresuré, y no me retardé en
guardar tus mandamientos." (Salmo  119:59-60)
Primero, el proceso práctico de obediencia
consciente  y fiel empieza con la auto-examinación honesta:
“Consideré mis caminos."   Estas palabras
expresan  la realidad de la auto-consideración honesta de parte del
salmista. El afirma que conscientemente
y  deliberadamente  ejercita  su mente con
respeto a sus  caminos, esto es, las características de su
conducta.  Nuestros caminos son los hábitos de nuestra vida, por
ejemplo, cómo pasamos  nuestro tiempo y gastamos nuestros recursos,
cómo respondemos a nuestros esposos o esposas y a nuestros hijos, cómo nos
relacionamos con  nuestros compañeros  de trabajo  y
nuestros  vecinos, cómo razonamos, hablamos y actuamos - todo lo que
constituye el tejido de nuestras  vidas.
El proceso efectivo  de una
vida de obediencia  fiel involucra una
evaluación  sobria  y realista  de
cómo  somos.  Hace muchos años un amigo mío iba a predicar
en la provincia de Carolina del Sur y eventualmente  se
extravió  por completo.  Ni idea tenía de
donde  era, ni
podía  encontrar  letrero  alguno  para
dirigirse  a su destino, ni su mapa le fue de ayuda. Sin embargo,
concluyó que si podía encontrar dónde estaba, también podía encontrar el camino
para su destino.  Y mientras que estaba  andando en su
carro, espiaba a un chico negro junto  al
camino.  Parándose,  dijo al niño, 'Chico,  me he
perdido,  pero creo que si  supiera yo donde estoy,
podría  encontrar   mi
camino.  ¿Me  puedes  decir  dónde  estoy?'
'Señor,' dijo el chico,  'está usted aquí. Sí señor, es exactamente
donde está, porque ud. no está a ningún otro lado.'  Y Dios me ha
traído las mismas palabras de este chico a mi  memoria para
recordarme  de  la  verdad  que  'aquí
estás'  es exactamente  el  lugar en donde estoy
espiritualmente.  Lo que soy y donde estoy es exactamente como soy  y
donde estoy realmente.
Lector apreciado,  ¿en
realidad sabes dónde  estás espiritualmente?  ¿Alguna vez,
te has parado para pensar o preguntar?   El salmista
quería  saber la realidad  de
su  estado,  Consideraba  sus caminos,
reflexionaba  en el patrón de su vida; y es patente que no lo hizo en
una forma superficial o general, sino ante la Palabra de
Dios  porque  dice,  "y  volví mis
pies  a tus testimonios."   Jamás conocerás el
patrón de obediencia fiel sin que te examines  habitualmente conforme
al mapa de la Palabra de Dios.  ¿Suena como
labor?   ¡Claro que sí, es
labor!   'Pastor,  ¿quieres decir que tengo que hacer
esto aun cuando  no tenga ganas?'  ¡Cierto,  aun
cuando no tengas
ganas!    '¿Quieres  decir  que  aunque  sepa
yo que  me sentiré mal confrontándome con mi pecado?'  Sí,
aún cuando sea doloroso el proceso de auto-examinación.
Sin
embargo,  la  auto-examinación  honesta  ante  la  luz  de
la Palabra de Dios no basta. Solo,  no producirá  la vida
de obediencia fiel. También  se requiere agregar el cambio consciente
de los hábitos  de pensar y
actuar.  Cuando  consideras  tus
caminos  a la luz  de la  Palabra de Dios y
descubres  el pecado que requiere el
cambio,  ¿acaso  el
dolor  del  descubrimiento  del  mal
en  ti  y  la expectativa  de la guerra
espiritual  necesaria para mortificarlo,  te causan que
vuelvas del campo de guerra?  ¿Prendes  la tele o lees el
periódico o haces tus quehaceres  o busca de otra diversión para no
tener que tratar con la situación?   No es lo que hizo el
salmista.  Cuando  descubrió  un  mal  hábito  contrario  a
la  Palabra  de Dios, una  arruga  en
su  vida  que  le  desviaba,  una  irregularidad
que no se conformaba con la norma de la moralidad de Dios, él se puso a
alterar  sus  actitudes  y su  conducta.  La
auto-valoración honesta le condujo a una alteración consciente: “y volví mis
pies a tus  testimonios."
Fíjate en que dijo que
él  mimo  lo  hizo;  él mismo volvió
sus pies a los caminos de la obediencia  a la Palabra de Dios. No
dijo que consideraba  sus caminos  y  luego oraba
que Dios le volviera sus pies. Dijo,  'Volví mis
pies'.   En otros lugares,  por ejemplo en Salmo 119,
él oraba que Dios le  volviera. Y en nuestro texto  nos
dice que  "Tu presencia supliqué de todo
corazón."   Era un hombre  de oración.  Vivía  en
el  clima  de
dependencia  del  poder  de Dios. Pero no
esperaba que la gracia y poder de Dios reemplazaran o pasaran por alto la
acción consciente de su propia voluntad.
¿Qué significa el ejemplo del salmista
para nosotros?  Quiere decir, por ejemplo, que cuando has orado,
'Dios, ayúdame a guardar pura la mente,' y luego un programa de la tele
presenta unas escenas escandalosas,  ¡la apagas!  Quiere
decir, que si no tienes la madurez  cristiana  y
resolución  para apagarla,  te despojes de  la
tele para mantener una conciencia  limpia ante Dios. Quiere decir que
cuando has orado, 'Oh, Señor, ayúdame con el mal hábito de comer demasiado,'
luego pones límites fijos a lo que se mete en el refrigerador y en
la  boca, y te  mides con la  báscula diariamente
para ponerte honesto ante Dios.  La determinación para vivir una vida
de obediencia  fiel quiere decir que ha de ser un compromiso al
cambio consciente de los hábitos de la vida. Los pasos se deben determinar para
asegurar que los mandatos de la Biblia y las exigencias de una
conciencia  iluminada por ella son llevados a cabo al nivel de las
actitudes  y acciones reales.
No hay ni una palabra en nuestro texto
referente a los senti- mientos o las ganas, ni una sola palabra que nos
consuele dicien- do que no será dificil. El salmista sabía bien que el cambio
de los malos  hábitos  del  pecar  es  penoso,  labor
dura.  Pero  también, sabía que la
expectativa  penosa de mortificar el pecado no debe de causarle
que  negara  su obligación  o
demorara  su deber  para otro tiempo.  Sabía que
la cobardía y la demora son los enemigos de la obediencia consciente a
Dios.  Por esto agrega, "Me apresa ri,  y no me
retardé en guardar tus mandamientos."   Cuando su
conciencia fue convencida de que su conducta era contraria a la voluntad de
Dios, cambió ésta de inmediato.
Cuando leemos esta afirmación, "me
apresuré, y no me retardé en guardar  tus mandamientos,"
aprendemos que el salmista estaba comprometido a una obediencia completa e
inmediata.  No escogía por partes la Palabra de Dios como si fuera en
una cafetería. No dijo,  'Esto me parece fácil y por eso lo
cambio,  pero eso me parece difícil y querrá decir
deshacerme  de unos malos  hábitos de mucho
tiempo.  Eso será igual a quitarme el ojo o cortarme la mano, y por
eso lo dejo  para otro tiempo.'   ¡No lo
hizo!   Su preocupación  era los
mandamientos  de Dios  - fíjate en el plural todos de
ellos.
Jesús nos dijo que si nuestro ojo nos
ocasiona el pecar, mejor nos es quitarlo, porque  mejor es que se
pierda uno de nuestros miembros,  y no que todo  nuestro
cuerpo  sea echado al infierno. Con  unos  de
ustedes,  en el
fondo  no  crees  en  verdad  que
esta clase de mortificación  radical del pecado es
necesaria,  y es una razón por la  cual  no
progresas  en  la  obediencia  y
santidad.  No eres drástico en eliminar  los malos hábitos
del pecado para cambiarlos inmediatamente y completamente,  porque de
alguna manera te has engañado  para creer que puedes vivir una vida
floja y ociosa, y todavía tener la confianza  de que eres hijo de
Dios en rumbo del cielo. A pesar de todos los pasajes que enseñan que el pueblo
de Dios es una gente obediente, sigues con este auto-engaño.
¡Cuidado de tardarte en alterar
cualquier  hábito de conducta que se pone a
la  luz  de la  presión convincente  de
la  Palabra de Dios y de la conciencia!  El resultado común
de tal tardanza es la dureza de corazón. La Biblia nos
advierte,  "Si oyeres hoy su voz, no endurezcáis vuestros
corazones."  (Hebreos 3: 15)   ¿Cuál  es
la conexión entre la urgencia en tratar con el pecado y el peligro de endurecer
el corazón?  Primero, no hacer caso a los  mandatos
de nuestra consciencia  tiene
un  efecto  mortificador sobre nuestra capacidad de
escuchar su  testimonio. La gente que vive en las ciudades ya no oye
el ruido del tránsito, habiéndose acostumbrado a no hacerle caso. Igualmente,
la gente que se acostumbra a ignorar la  voz de la
conciencia,  tarde o temprano,  llega a ser sorda a
ella. Segundo, el  no  hacer caso a
los  mandatos de la conciencia disminuye la fuerza con la que ésta
nos  habla.  Los niños  que descubren que
sus  padres habitualmente  no los  escuchan,
dejan de hablar con ellos. Igualmente, las conciencias que habitualmente son
ignoradas, dejan
de  protestar  con  vigor  real contra
los pecados  de sus dueños.  Volver la espalda a nuestras
conciencias  nos lleva a presionamos  menos y menos hasta
que el corazón se endurece  a los reclamos de la Palabra de Dios.
¡Qué maravilloso
ejemplo  vemos en la vida de David, de un hombre bajo la presión de
una conciencia  tierna que le apresuraba, y no se retardaba en tratar
con el pecado! El rey Saúl le estaba buscando para matar. Sin embargo, la
Providencia  puso a Saúl en un  lugar en
que  David  lo
hubiera  podido  matar,  pero David  le
salvó la vida. Aparentemente, para  probar  luego a Saúl
que  le hubiera
podido  matar  fácilmente,   David  cortó  un  pedacito  del
manto de Saúl. Pero en cuanto lo hizo, su corazón le sacudió que
había  tratado  irrespetuosamente  a
Saúl,  el ungido  por Dios  (1 Samuel 24:5-6).   La
respuesta inmediata de David al golpe de su conciencia  era confesar
su pecado a los compatriotas  que  le seguían, y también a
Saúl, aunque la confesión a Saúl le expuso al riesgo de su enojo y
venganza.  David se apresuró y no se retardó en mantener una buena
conciencia  hacia Dios y los  hombres.
No hay nada en la historia de la
confesión de David referente a esperar  hasta que tuviera
ganas  para hacer lo correcto,  ni  una
palabra  en cuanto  a sus emociones  o sus ganas.  David
actuaba conforme a principios.  Estimado lector, jamás  vas
a correr la carrera con paciencia,  poder y
constancia  hasta que las cadenas de tus emociones estén
quebradas.  ¿Estás esperando una ola de sentimientos bellos que
lleguen a la orilla de tu corazón para llevarte con su emoción?   ¿Eres  como  el
deportista  de surf, esperando, esperando, esperando la ola
perfecta?  Si es así, nunca vivirás una vida de
obediencia  fiel a la Palabra de Dios.
Una vida de obediencia  por
principios requiere  que los elementos de nuestro texto lleguen a ser
parte del tejido de nuestro carácter. Quizá, algunos de ustedes fueron criados
razonando que si
no  tuvieras  las  ganas,  entonces  no  tenías  que  hacerlo.  Fuiste
consentido  por tus padres.  No
te  obligaron  a hacer alguna  cosa que no te
complaciera. La obediencia era algo opcional y voluntario, y no tenías
que  aprender  la disciplina y el régimen  de una
obediencia  obligatoria.  En un sentido,  eres
digno  de conmiseración y es de esperarse  que vivas
conforme a tus emociones  y tus ganas, en vez de principios.
Pero al otro lado, debido a la luz y
verdad que tienes ahora, si sigues viviendo así, es patente que eres culpable,
y Dios Todopoderoso  te hace responsable y requerirá
cuentas  si  no cambias tu mala conducta sujeto a ganas en
vez de principios.  Vivir conforme a la
perspectiva  bíblica debe de llegar a ser un hábito
espiritual.  Y si actualmente no vives  así, tienes que
empezar a hacerlo hoy,  ahora mismo. Si hay cosas en
tu  vida que requieren  aclaración y
rectificación,  no digas,  'Mañana,  Señor.' Hoy
mismo trata con tu pecado. Ahora mismo inicia una vida de
obediencia  fiel de principios.
IV. El Galardón de una Vida de Obediencia Fiel
Debemos  vivir
una  vida de obediencia  fiel  por
causa  de su
propia  valía,  simplemente  porque es correcto
hacerlo.  La voluntad divina debe de ser obedecida  porque
es la  voluntad  de Dios. Si  no  fuera
fruto  positivo  resultante  de  tal  vida,  si  no  hubiera
recompensa, de todas  formas debemos de ser motivados para vivir asi,
simplemente porque a Dios le agrada. Sin embargo, como
más  motivación,  Jesús  habló
de  bendiciones  especiales  en esta vida que
disfrutan aquellos que viven en conformidad consciente con la  Palabra
de Dios:
Si me amáis, guardad mis
mandamientos.... El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me
ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré
a él.... El que me ama, mi palabra guardara; y mi Padre le
amara,  y  vendremos a él,  y haremos  morada
con él.   (Juan  14:15,  21,  23)
Una vida de obediencia consciente y
fiel constantemente afirma y prueba la realidad de nuestro amor a Cristo. La
obediencia a Cristo demuestra la veracidad de nuestra profesión. Como la fe, el
amor se demuestra por obras, no simplemente  por palabras. Por
nuestros hechos nos probamos a nosotros mismos que somos lo que decimos:
amantes de Cristo, y amantes de Dios. La seguridad de que no somos hipócritas
es una gran bendición. Y con la evidencia sólida de la realidad espiritual  por
dentro, pueden descansar nuestros corazones.
Pero Jesús nos adelanta más. No solo
consuela a nuestros corazones una vida de obediencia fiel, confirmándonos que
nuestro amor por Cristo es genuino,  sino también la presencia de
Cristo morando en nosotros afirma que a Dios le agrada bendecir a su pueblo
obediente. El galardón actual de una vida de obediencia consciente y fiel es el
privilegio de gozar de la presencia de Dios. La comunión presente con Dios es
una  maravillosa bendición prometida a un pueblo obediente, y es una
gran prueba de que Dios nos ama. Su disposición para manifestarse a nosotros y
morar con nosotros es evidencia que nos ama profundamente.
La Biblia promete bendiciones preciosas
en esta vida a aquellos que viven una vida de obediencia consciente
y  fiel. ¿Quieres la seguridad sólida de que eres un cristiano
genuino, un amante verdadero de Cristo? ¿Anhelas disfrutar de la comunión con
Dios, y la seguridad de su amor?  Si tu respuesta es positiva,
entonces encontrarás estas bendiciones espirituales solamente a través de una
vida de obediencia consciente y fiel. Estas son las bendiciones que Jesús
prometió a los que le obedecen a Él.
¿Sabías que Jesús  mantuvo
una comunión sin ruptura con su Padre por una vida de obediencia
fiel?  Jesús dijo: “Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en
mi amor; [es decir, permaneceréis en la realidad y el  conocimiento
de mi  amor) así (como yo he guardado  los
mandamientos  de mi  Padre,  y permanezco en su
amor.  Estas cosas os he hablado,  para que mi gozo esté en
vosotros. y vuestro gozo .sea cumplido."  (Juan 15:10-11)
¿Cómo llevaba Jesús en su alma santa,
la seguridad constante y el gozo del amor de su Padre?  Por vivir una
vida de obediencia consciente y fiel. Y ¿qué deseaba para sus
discípulos?  Deseaba que ellos imitando su vida de obediencia fiel,
conocieran el gozo de la comunión bendita con Dios en toda su plenitud.
Arraigada en la mente y corazón de
Jesús fue una conciencia de la voluntad de su Padre. Y en cuanto reflejaba en
sus caminos, volvía  sus pies vez tras  vez a
la  senda de la  obediencia.  Era su compromiso a
la obediencia fiel de principios que le condujo a la prueba de Getsemaní: y era
su compromiso a la  obediencia fiel que le condujo a
través  de Getsemaní a la cruz del Calvario.  Y cuando las
tinieblas empezaron a exprimir su
espíritu  y  contemplaba  la copa que
tendría  que beber,  cuando
toda  su  alma  santa sentía el horror del bautismo
terrible del  desamparo de su  Padre que le esperaba,
cuando gritaba, "Padre,  si quieres,  pasa de mi esta
copa", cuando todas sus emociones le estaban llamando del camino a la
cruz, Él dijo:  "pero no se haga mi
voluntad,  sino  la tuya?
El compromiso de Jesús a una vida de
obediencia fiel  le causó a aplastar toda inclinación natural de
rehusar la agonía de la crucifixión cruel y la vergüenza de ser colgado desnudo
ante Ia mirada ruda de las multitudes. Tenía que aplastar cada
sentimiento  santo de asco, al pensar en la  ruptura de
relaciones  con su Padre, y ser separado de la  comunión  consciente  con
El, una comunión que había conocido desde la eternidad y sobre  la
cual jamás  había aparecido  una sombra de duda. Pero
ahora, sería sumergido en las tinieblas totales; aún así decía, "pero
no  se haga mi voluntad;  sino la tuya."
Querido lector, si  Jesús no
hubiera vivido una vida de obediencia consciente
y  fiel,  no tendríamos  a un
Salvador.  Si Jesús no estuviera comprometido  para
obedecer la  voluntad  del Padre sin mirar al costo,
no habría ido a la cruz del Calvario para morir por los pecados de su
pueblo.  Pero sí obedeció a su Padre; sí, se fue al
Calvario.  Y murió para tener  a un
pueblo  comprometido con una vida de obediencia fiel. No murió para
tener a un pueblo que se desviara de hacer su voluntad conforme a sus caprichos
o los impulsos de sus sentimientos, un pueblo gobernado  por sus
humores.  No murió para
que  los  maridos  amaran  a sus
esposas sólo cuando tuvieran ganas, o que las mujeres se sometieran a sus
maridos sólo cuando  se sintieran  bien,  o que
los  hijos obedecieran a sus padres sólo
cuando  quisieran,  o que su
gente  orara  y llegara  a la casa de Dios sólo
cuando  quisiera.  No, Jesús  murió para salvar a
su pueblo de su pecado y tenerlo conformado a su imagen  virtuosa,
una vida de obediencia  fiel de principios.
¿Tienes las raíces de tal vida en
tí?  ¿Has escogido a Dios y su salvación para hacer un
compromiso  resuelto para servir a Dios y hacer su
voluntad?  Si no, entonces te suplico, ve a Dios y ruégale
que  Él  te de estas  raíces.  ¿Vives
en  un  clima  de dependencia consciente de Dios,
expresada en la oración  verdadera, y el clima
de  la  fe en  la provisión  prometida
por Dios?   ¿Haces  la auto
examinación  honesta a la luz de la norma objetiva de la Palabra de
Dios?   ¿Haces  los cambios  inmediatamente
y totalmente de los hábitos malos del pecado, volviendo tus pies en el camino
de los estatutos de Dios?
Puedes decir,
"Pastor,  si esto es
la  religión  verdadera, entonces  es demasiado
difícil. Yo  no  la
quiero."  Pues,  mi amigo,  la única
alternativa a la religión bíblica es la fabricación de la tuya propia. Pero
si  agarras este camino,  tendrás que
estar  listo para perderte con tu religión falsa.  La única
religión que es verdadera y salvadora es la que la Biblia autoriza. Y la única
que la Biblia autoriza  es la que  produce  una
vida de obediencia consciente  y fiel.
Por A. N. MARTIN
Soli Deo Gloria


