martes, 28 de junio de 2016

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¿Credobautismo o Pedobautismo?


“Id, pues, y haced discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.” (Mateo 28:19) 

Este tema ha generado en los últimos años mucha discusión dentro de la Iglesia cristiana. De manera especial este aspecto de la doctrina ha impedido la completa unión entre presbiterianos y bautistas reformados. 

Uno de los temas más candentes de debate entre los que se adhieren a la Teología Reformada, hablando en términos generales, se refiere al tema del bautismo. Los participantes de cada lado del debate calibran y refinan sus argumentos que servirán en su defensa.  Algunos irán tan lejos como para decir que si usted no cree en el bautismo de los niños de creyentes no puede ser Reformado. Estos que sostienen esta posición, dirán que es imposible considerar la Teología del Pacto y no adherirse al bautismo infantil. En la comprensión que ellos tienen de esto, los argumentos que surgen a favor del bautismo de infantes parten exclusivamente de una perspectiva bíblica de los pactos que excluye automáticamente cualquier entendimiento de la Teología del Pacto que no sea paidobautista. Hermanos que sostienen este punto de vista, a menudo, categorizan a todos los que no son Paidobautistas como Dispensacionalistas o, a lo menos, como Dispensacionalistas incipientes. 

¿Es esta caracterización precisa y es este punto de vista sobre la Teología del Pacto la única opinión en el campo teológico que vale la pena escuchar? 

Es triste decirlo, pero muchos en nuestro tiempo y a través de la historia dirían que sí. Es hora de que esto termine.

Cuando se habla de la Teología del Pacto, inmediatamente nos sumergimos en la comprensión en las Escrituras que está centrado en torno al desarrollo de los diversos pactos dentro de la historia de la Redención. Este enfoque de las Escrituras toma en cuenta los pactos históricos de forma individual y trata de unirlos en un todo sistemático. Históricamente, la Teología del Pacto ha sido reconocida como la fuente del bautismo de infantes. El presente artículo buscará que una adecuada comprensión de la naturaleza progresiva de los pactos bíblicos y la sustitución del Antiguo Pacto por el Nuevo Pacto, objete seriamente la historicidad Teológica del Pacto, sin el riesgo de conllevar a un Dispensacionalismo o al Antinomianismo.


Entonces en este artículo se mostrara que es imposible sostener la Teología del Pacto sin adherirse a la práctica del bautismo infantil. Por el contrario, se argumentará que la adhesión coherente a la Teología del Pacto refuta el bautismo de niños e, incluso, ratifica y demanda el bautismo del creyente dentro de la estructura del pacto en la Biblia.

Al hablar ahora directamente sobre el tema del bautismo, el modo y su significancia nos llama la atención  la fuente de las escrituras para su entendimiendo correcto y su propia aplicación correcta.  

Entonces primeramente veamos el significado de términos utilizados. El credobautismo se refiere a aquella doctrina que cree que el bautismo es exclusivamente para los creyentes. Este término viene del latín credo que significa «yo creo.» Por otro lado, el pedobautismo se refiere a aquella doctrina que cree que el bautismo debe hacerse a los infantes. El término viene del latín paedo que significa «infante.»

Deseo responder y ayudar a algunos comentarios que recibe en un grupo de estudio con unos amigos y hermanos presbiterianos, donde se nos ve a los bautistas  reformados con los anabautistas del pasado. Para cualquiera que haya estudiado la historia, y especialmente la historia de la iglesia de los siglos XVI y XVII, sabrá que esto es una falacia.

No voy a hablar ahora acerca de los anabautistas, pero es claro que no por nada se les llamó «Radicales,» pues muchas de sus doctrinas no estaban de acuerdo con las doctrinas que habían salido de la Reforma Protestante. Muchos de estos hombres eran anti-trinitarios, como el mismo Miguel Serveto, en su mayoría habían adoptado una doctrina del libre albedrío, en oposición a los reformadores, etc. Es obvio, entonces, al estudiar este movimiento, que su teología en la modernidad está más apegada a la visión menonita que a la teología bautista. En fin, eran muy pocos los anabautistas que podían ser considerados bíblicos.

El proposito aquí es presentar el punto de vista bautista reformado con respecto al credobautismo, proveyendo los argumentos bíblicos del porqué esta doctrina es más bíblica que la del pedobautismo. Es notorio saber que han habido grandes disputas a través de la historia con respecto a este tema y aquí un ejemplo en defensa al tema.

Charles H. Spurgeon fue uno de los que debatió este tema y dijo cosas bastante fuertes que creo son necesarias conocer para empezar esta entrada. En un sermón dado el 24 de Julio de 1864 dijo lo siguiente,

La fuente es una burla y una imposición si se pone antes que a Cristo. Si se bautiza luego de haber venido a Cristo, bien, pero decirle a usted que es como Cristo, o como estando inevitablemente conectado con Cristo, o como siendo el lugar para encontrar a Cristo, no es mejor que volver atrás a los pobres elementos de la vieja prostituta Romana, en lugar de permanecer en la «libertad que Cristo logró por nosotros,» y haciendo que el pecador venga como pecador a Jesucristo, y sólo a Cristo.»

Además, en otra de sus publicaciones, dice enérgicamente lo siguiente en contra del bautismo Católico Romano,

Hay algunos que pretenden salvar almas con trucos curiosos, maniobras complicadas, y posturas diestras! Una pileta de agua, media docena de gotas, ciertas sílabas, presto- el infante es hecho un hijo de Dios, un miembro de Cristo, y heredero del reino de los cielos! Esta acuosa regeneración sobrepasa mi creencia; es un truco que no comprendo: el iniciado sólo puede realizar el bello truco de magia, que excede cualquier cosa que haya sido intentada por el Mago del Norte. Hay una manera también, de ganar almas poniendo las manos sobre sus cabezas, sólo los codos de esas manos deben ser encajadas en césped, y luego la maquinaria actúa, y hay gracia conferida por los benditos dedos! Debo confesar que no comprendo la ciencia oculta, pero de esto no me debo sorprender, pues la profesión de salvar almas por medio de tales malabares sólo puede ser llevado a cabo por ciertas personas favorecidas que han recibido sucesión apostólica directamente de Judas Iscariote. Esta confirmación episcopal, cuando los hombres pretenden que confiere gracia, es un infame malabar. Todo es una abominación. Sólo pensar que, en este siglo diecinueve, hay hombres que predican salvación de labios por sacramentos, y salvación sólo por ellos, ciertamente!
Ciertamente, señores, es seguramente muy tarde en el día para venir a nosotros con esta estupidez! Estas obras de sacerdotes, son un anacronismo, y la teoría sacramental está fuera de moda.  Estas cosas podrán haber hecho para aquellos que no podían leer, y en los días cuando los libros faltaban; pero desde el día cuando el glorioso Lutero fue ayudado por Dios para proclamar con aplausos de trueno la verdad emancipadora, «Por Gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros: es el don de Dios,» ha habido mucha luz para estos buhós papales. Déjenlos regresar a sus torres cubiertas de hiedra, y quejarse con la luna de aquellos que echaron a perder su reino de tinieblas. Permitan que las coronas rapadas vuelvan a Bedlam, y los sombreros de prostituta a la prostituta escarlata, pero no permitan que ningún inglés los respete. El moderno Tractarianismo es el papado bastardo, demasiado malo, demasiado furtivo, de doble trato para engañar a hombres de mentes honestas. Si ganamos almas, será por otras artes a las de los jesuitas. No confíen en ningún hombre que pretende ser sacerdote. Los sacerdotes son mentirosos por oficio, y engañadores por profesión. No podemos salvar almas de esta manera teatral, y no queremos hacerlo, pues sabemos que tales malabares como esos, serán mantenidos por Satanás, y se reirá de los sacerdotes mientras vuelva las cartas en su contra al final.»

Pedobautismo

Para comprender de donde viene la creencia de bautizar niños en su infancia, debemos saber que la razón principal estea en su entendimiento de la relación entre la circuncisión en el Antiguo Testamento y el bautismo del Nuevo Testamento. Y con esto estoy dejando claro que me voy a referir a la doctrina pedobautista como ha sido definida del lado protestante, pues claramente la versión católico romana es en sí misma una agresión al evangelio.

En el Antiguo Testamento los varones eran circuncidados al octavo día de nacidos como un signo externo de pertenecer a la comunidad pactal de Israel. Este signo no era garantía de que esos niños serían salvos, sino que les permitía ser parte de las bendiciones que venía a esa comunidad debido a el pacto de Dios.

Para ellos, el bautismo del Nuevo Testamento es la contraparte de la circuncisión del Antiguo Testamento. Este bautismo no garantiza la salvación del niño, pero les separa como hijos de padres que se encuentran bajo ese pacto divino y por lo tanto están incluídos en las bendiciones externas y responsabilidades de la iglesia. Estos infantes están bajo la sombra de las bendiciones del nuevo pacto de Dios. Los padres de estos niños esperan y le piden a Dios que sus hijos sean salvos en Cristo, algo que representa el bautismo. Ellos esperan que ese bautismo en la infancia sea una sombra de lo que ocurrirá cuando su hijo abrace a Cristo como su Salvador. Esto, obviamente, porque el pedobautismo nace de la idea que Dios no trata sólo con individuos, sino con una entidad corporal basándose en la promesa.

Es claro, entocnes, que los pedobautistas ven en el bautismo del Nuevo Testamento, lo que fue la circuncisión en el Antiguo Testamento.

Credobautistas

Ahora, es obvio que tanto pedobautistas como los credobautistas, creemos que el bautismo es un mandato bíblico. La diferencia está en la manera y en el tiempo en el que se realiza. Esto es dependiente de la interpretación de la palabra novotestamentaria baptizo. Los bautistas creemos que el Nuevo Testamento enseña sin lugar a dudas el bautismo de creyentes, y que este bautismo, como veremos, se hace sumergiendo al creyente bajo agua.

En el Nuevo Testamento existen dos verbos en relación al bautismo: bapto y baptizo. La primera es una palabra que ocurre raramente y sólo en cuatro ocasiones en el Nuevo Testamento-y la segunda aparece muchas veces. La palabra bapto quiere decir «sumergir, meter en algo.» De hecho, se utilizaba para describir el acto que se hacía al teñir telas sumergiéndolas en tinta.

Por otro lado, la palabra baptizo significa «sumergir completamente» y es utilizada en el griego para describir el acto de ahogar. El sustantivo baptismas es siempre utilizado en el libro de Hechos para referirse a un cristiano siendo sumergido en agua.

Los griegos tenían otra palabra para «rociar.» Esta palabra era rhantisanti, utilizada para describir rociar algo con agua. Este acto no es descrito en ningún lugar en el Nuevo Testamento. Es más, Calvino reconoció que baptizo quiere decir sumergir y que esta era la práctica común de la Iglesia Primitiva. De hecho, y sólo como ejemplo, vemos en los escritos de Tertuliano, Ireneo, la Didache, y del mismo Cipriano, el primer apologista de rociar con agua, que sumergir era la práctica común de la iglesia. Cipriano describió el bautismo rociando agua únicamente para los enfermos.
Algo importante de notar es que estos verbos, bapto y baptizo, nunca se encuentran en el Nuevo Testamento en el pasivo, sino que siempre transmiten la idea de una persona siendo sumergida en agua. Por ejemplo, leemos lo siguiente,

Y eran bautizados por él [Juan] en el Jordán, confesando sus pecados.» Mateo 3: 6

A Juan se le llama «el Bautista» precisamente por lo que hacía, es decir sumergir a hombres bajo el agua. En este texto queda claro que la palabra quiere decir sumergir, pues Juan  los sumergía en el río Jordan.

Otro ejemplo claro que nos puede demostrar este significado de bapto y baptizo la encontramos en los escritos de un poeta y médico griego que vivió 200 años antes de Cristo y quien en una receta sobre pepinillos utiliza ambas palabras. Nicander escribe que el pepinillo debe ser metido (bapto) en agua caliente y luego sumergido (baptizo) en vinagre. Ambas palabras son utilizadas para describir la acción de sumergir algo en un líquido.

Entonces, los bautistas, creemos que el bautismo enseñado en el Nuevo Testamento se refiere a sumergir a un creyente en agua, esto ya que no hay evidencia que el Nuevo Testamento enseñe el rociar a un hombre con agua como método bautismal.

Los Argumentos

Es claro que la Biblia, más específicamente el Nuevo Testamento, no enseñan el pedobautismo. El mismo Robert Reymond, en su excelente Teología Sistemática escribe que «los pedobautistas reformados deben admitir que en ningún lugar en el Nuevo Testamento se puede encontrar un mandamiento directo de: ‘Bautizar infantes y niños pequeños de padres creyentes y tratarlos como miembros de la iglesia.» 

Para apoyar sus argumentos los pedobautistas, además de relacionar la circuncisión con el bautismo cristiano, buscan apoyarse en lo que se conoce como «bautismos caseros» descritos en el Nuevo Testamento (Hechos 16: 15,33; 1 Corintios 1: 16), para aducir que aunque no se puede afirmar que el pedobautismo se hacía, tampoco se puede negar. Pero, porqué esto es un error? Primero, porque en el Nuevo Testamento vemos claramente que el bautismo se administraba únicamente a los creyentes, por le método de la sumersión, como hemos explicado antes. Dice el evangelio de Marcos.

El que creyere y fuere bautizado, será salvo; más el que no creyere, será condenado.» Marcos 16: 16

Es claro de este pasaje que Jesús les está enseñando a sus discípulos que su comisión era ir a todo el mundo a predicar el evangelio, y que bautizaran a todos aquellos que creyeran las buenas nuevas. El bautismo no precede a la fe, como pretenden los pedobautistas. Es claro de este pasaje que el bautismo es algo que se da en respuesta a la fe recibida de Dios. Además, el mismo Señor dijo en el evangelio de Mateo.

“Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo” Mateo 28: 19

Lo primero que debía ocurrir es que una persona fuera hecha un discípulo de Cristo. Cómo ocurría esto? Predicándole el evangelio y que Dios le otorgara la fe para creer el mensaje predicado. Sólo así se podía ser discípulo de Cristo. Qué debía ocurrir luego de que estos hombres fuesen discípulos? Se les debía bautizar.

Otro ejemplo de este bautismo de creyentes lo vemos después del primer sermón de Pedro luego de la ascención de Jesucristo. Dice el evangelista Lucas...,

"Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas." Hechos 2: 41

Noten que dice, «los que recibieron su palabra.» Cuál palabra? El evangelio que les acababa de predicar Pedro. Los que recibieron esa verdad, fueron bautizados. Un último ejemplo de que el bautismo del Nuevo Testamento es un bautismo de creyentes ocurre en el pasaje de Felipe y el eunuco. Felipe encuentra al eunuco leyendo Isaías 53 y le pregunta si entiende lo que está leyendo, pero el hombre le pide que le explique de quien está hablando la Escritura. Luego leemos que...

“Entonces Felipe, abriendo su boca, y comenzando desde esta escritura, le anunció el evangelio de Jesús. Y yendo por el camino, llegaron a cierta agua, y dijo el eunuco: Aquí hay agua; ¿qué impide que yo sea bautizado? Felipe dijo: Si crees de todo corazón, bien puedes. Y respondiendo, dijo: Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios. Y mandó parar el carro; y descendieron ambos al agua, Felipe y el eunuco, y le bautizó.  Cuando subieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe; y el eunuco no le vio más, y siguió gozoso su camino.” Hechos 8:35-39

Veamos que el hombre le dice a Felipe que lo bautice, pero el requisito que el apóstol le exige es que debe creer de todo corazón el evangelio. Una vez que el eunuco afirma que es un creyente, entonces Felipe lo lleva al río y lo sumerge en agua (ver también Hechos 8: 12).  Una cita interesante de Spurgeon dice lo siguiente,

Primero...
Permítanme recordarles que las palabras de nuestro Salvador nos enseñan que el bautismo sigue a la fe: «El que creyere y fuere bautizado.» Nunca descuide el orden de las cosas en la Biblia. Si Dios las pones uno, dos y tres, no las ponga tres, dos, uno. Nunca tuviste un siervo, espero, que torciera tus ordenes fuera de orden…Ahora, hay muchos en la Iglesia Cristiana en el presente que lo han puesto así: «El que sea bautizado y creyere.» Yo no soy de esos siervos; no me atrevo a volcar las órdenes de mi Amo. No tienes el derecho de bautizar hombres hasta que hayan creído en Cristo como su Salvador.

Segundo, el bautismo es enseñado en el Nuevo Testamento como algo que está en íntima relación con la fe y el arrepentimiento. Esto es obvio de pasajes como los que vimos. Por ejemplo, en la epístola a los Colosenses Pablo le escribió lo siguiente,

Sepultados con él en el bautismo, en el cual fuisteis también resucitados con él, mediante la fe en el poder de Dios que le levantó de los muertos» Colosenses 2: 12

Aquí es claro que el bautismo es algo que representa nuestra unión con Cristo, la cual ocurre, como dice el apóstol, mediante la fe. Cito un comentario acerca de este pasaje lo siguiente,

Si el bautismo fuera meramente el paralelo del rito de la circuncisión en el Antiguo Testamento, no ocurriría mediante la fe, pues los infantes no tomaban la circuncisión mediante la fe. La razón por la que la ordenanza del Nuevo Testamento con respecto al bautismo deba ser mediante la fe es porque representa no el rito externo del Antiguo Testamento, sino la experiencia interna y espiritual del Nuevo Testamento de la circuncisión que se hace sin manos. Estas tres palabras, «mediante la fe,» en el verso 12 son decisivas, definiendo la explicación de cómo somos sepultados con Cristo en el bautismo y como fuimos resucitados con Él en el bautismo: es a través de la fe. Y esto no es algo que los infantes experimentan. La fe es una experiencia consiente del corazón sometiéndose a la obra de Dios. Los infantes no son capaces de esto, y por lo tanto los infantes no son sujetos adecuados para el bautismo, el cual es «mediante la fe.» 

Tercero, en todos los ejemplos de «bautismos caseros» el contexto deja claro que solamente los creyentes eran bautizados. Por ejemplo, en el libro de Hechos leemos lo siguiente con respecto a la conversión de Lidia,

“Y cuando fue bautizada, y su familia, nos rogó diciendo: Si habéis juzgado que yo sea fiel al Señor, entrad en mi casa, y posad. Y nos obligó a quedarnos.” Hechos 16: 15

Luego, en el mismo capítulo, leemos acerca de la conversión del carcelero en Filipos, y en el versículo 33 dice, «Y él, tomándolos en aquella misma hora de la noche, les lavó las heridas; y en seguida se bautizó él con todos los suyos» (Hechos 16: 33). Lo que vemos en estos dos pasajes, una vez habiéndo leído el contexto en el que se encuentran estos pasajes, es que fueron bautizados aquellos que tenían la capacidad de comprender el mensaje predicado por los apóstoles. Esto es claro de los versículos 32 y 34, en donde leemos que Pablo, Timoteo, y Silas «le hablaron la palabra del Señor a él y a todos los que estaban en su casa.» Y en el versículo 34 vemos que ellos se regocijaron «con toda su casa por haber creído a Dios.»

Esto demuestra que todos aquellos que fueron bautizados en estas casas tenían la capacidad de comprender el mensaje predicado. Es lo mismo que dice  Hechos 2: 39 
“Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare”

Estos niños de los que habla Lucas, viendo el contexto, son lo suficientemente grandes como para haber sido llamados por el Señor. Es por ello que el médico registra dos versos después lo siguiente,

“Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas.”
Pedro habla de la promesa que se le hace a todos aquellos que puedan recibir la palabra del evangelio. No sólo es para los adultos, sino que para los niños que estén en esa misma capacidad. No hay evidencia en este pasaje que aquellos infantes que no podían responder al llamado del Señor o que no podían comprender la palabra predicada fueran bautizados.

Cuarto, no hay ningun evidencia en el Nuevo Testamento de que algún infante haya sido bautizado, como es claro para el pedobautista Robert Reymond.

¿Circuncisión igual a Bautismo?

Creo que el error pedobautista es igualar el rito de la circuncisión del Antiguo Testamento con el bautismo del Nuevo Testamento. El paralelo de la circuncisión no es el bautismo, sino la regeneración hecha por el Espíritu Santo. El nuevo nacimiento es la contraparte novotestamentaria de la circuncisión, ya que este representa la circuncisión espiritual del corazón, que era lo que Dios quería que Israel aprendiera. Él no quería un mero ritual externo, sino que comprendieran la necesidad de cortar la carne y circuncidar su corazón. Otro argumento a favor de este razonamiento es que no podemos igualar al bautismo con la circuncisión debido a que el primero se basaba en la fe de la persona que la recibe, mientras que el último no.

El bautismo mdiante agua es un signo de la circuncisión del corazón y de la nueva vida y lavamiento de pecados que ha recibido un creyente. El signo del Nuevo Pacto no es el bautismo, sino la regeneración, o la presencia del Espíritu Santo en el corazón del creyente, con quien son sellados todos los que creen en Cristo. Esta regeneración representa, como dije antes, la circuncisión del corazón de carne.

La Representación

En dónde podemos ver esta representación de la que hablamos? 
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“¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva.” Romanos 6: 3-4 

El bautismo representa la unión del creyente en la obra de Cristo. A través de Cristo el creyente sufrió la ira de Dios, representada en el hecho de estar bajo las aguas del juicio-relacionado siempre en el Antiguo Testamento con juicio, como en los tiempos de Noé-y así sepultados en su muerte. Pero además a través de Cristo somos resucitados y creados en nuevas criaturas para andar en «vida nueva.»
El bautismo, entonces, representa la muerte al pecado y su castigo en Cristo, y la nueva vida que logramos por medio de la fe en Él. Esto es algo que no pueden hacer los infantes, y es por ello que no vemos ningún indicio del bautismo de infantes en el Nuevo Testamento. 

Notas:
Charles H. Spurgeon. «Children Brought to Christ, And Not to The Font.» 1864.
Charles H. Spurgeon. The Soul Winner.
Ante Nicene Fathers III, 94 y 678; ANF V, 377 y 400-401; ANF VII, 379, 431, y 469.
James Montgomery Boice. Bible Study Magazine,  Mayo 1989.
Robert L. Reymond. A New Systematic Theology of the Christian Faith. Página 936.
Charles H. Spurgeon. Baptism Essential to Obedience. Octubre, 1889.
Citas Ps. Eduardo Flores

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¿Podemos Llamarnos Bautistas Reformados?

Una de las críticas de algunos hermanos presbiterianos hacia nosotros los bautistas que confesamos las doctrinas de la gracia es que no debemos llamarnos reformados. Para ellos el término reformado cabe únicamente para aquellos protestantes que confiesan las doctrinas establecidas por las iglesias reformadas y que sostienen el bautismo de infantes.

Nuestra confesión de Fe (creemos que los bautistas tenemos un legado confesional precioso como la confesión bautista de Londres de 1689).

Hoy muchas Iglesias  bautista se identifican con los bautistas históricos (conocidos como calvinistas o reformados) en todo.  Hoy  las iglesias están regresando a las fuentes originales que caracterizaron a los que son considerados fundadores o baluartes de la fe bautista, los cuales todos fueron reformados y se identificaron con lo que nosotros creemos hoy: John Bunyan (el escritor del progreso del peregrino), Carlos Spurgeon (el príncipe de los predicadores), Arthur Pink, etc.

Por Ultimo...
El análisis de este argumento es totalmente ridículo, y es por ello que deseo enlazar una serie de entradas, la primera del Dr. James White, respondiendoa R. Scott Clark un presbiteriano del Westminster Seminary, luego larespuesta de Clark a los argumentos de White, y por último el gran aporte del Dr. Michael Haykin haciéndo una nálisis de ambos argumentos. La lectura de este intercambio será de gran provecho para todos.

Fuente: sujetosalaroca.org
Artïculos Relacionado: Por qué soy Bautista Reformado?

Soli Deo Gloria




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Bautistas y Presbiterianos: Más de lo que nos divide nos une

El hermano Guillermo Green ha escrito una excelente reflexión en su blog motivado, según expresa allí, por roces que han surgido entre algunos presbiterianos y bautistas reformados sobre el tema del bautismo.

El deseo es ofrecer una exhortación desde el punto de vista Bautista Reformado a lo que considero roces innecesarios en muchas ocasiones pecaminosos, divisivos,  y como bien lo pone el pastor Green, en la gran mayoría de las veces de creyentes inmaduros en la fe que se afanan en ver las distinciones antes que las doctrinas que nos unen como hermanos en la fe.

Con ese fin deseo describir brevemente la historia Bautista con el fin de mostrar y dejar claro que nuestros padres, tanto presbiterianos como bautistas, siempre creyeron en la unidad del cuerpo universal de Cristo, entendiendo a la vez las diferencias doctrinales que existían entre ellos y que de alguna manera los separaban formalmente en iglesias específicas.

Breve historia Bautista

Los Bautistas en Inglaterra surgieron del movimiento puritano separatista de Inglaterra del siglo XVII. H. Leon McBeth, un historiador bautista concluyó en su libro, “The Baptist Heritage: Four Centuries of Baptist Witness,” lo siguiente,

"la evidencia muestra que los Bautistas se originaron del Separatismo Inglés, ciertamente parte de la Reforma Protestante.”

Esta teoría del origen de los Bautistas, contrario a lo que afirma la teoría secesionista y la teoría de la hermandad anabautista, prueba que los Bautistas son Protestantes en todo el sentido de la palabra. Su origen, su pensamiento, su teología, surgieron de ese ambiente teológico de intensa reforma que sacudió Europa y especialmente Inglaterra, y que moldeó el pensamiento de grupos como los Puritanos y los Separatistas.

Algunos de estos separatistas, como veremos, adoptaron el bautismo de creyentes por inmersión; práctica que les dio el apodo de ‘bautistas.’ Entre estos surgieron dos grupos distintos uno del otro, y sin contacto el uno del otro, que compartían muchas cosas en el aspecto doctrinal, pero que diferían principalmente en la doctrina de la expiación de Cristo y en la organización de la iglesia.

El primero de ellos fueron los Bautistas Generales. Este nombre se debió a que creían en que la muerte de Cristo, su expiación, era general. Es decir, creían que Cristo había muerto por todos los hombres y que lo único que logró en Su muerte fue abrir la posibilidad de salvación para los hombres.

Sin embargo, en esos años iniciales practicaban el bautismo de creyentes por rociamiento o poniendo paños mojados sobre la cara del creyente.

Este grupo surgió de su contacto con grupos holandeses. Hombres como John Smyth y Thomas Helwys, fueron los líderes con mayor influencia entre ellos. Su teología fue menos influenciada por Juan Calvino y mucho más por Jacobo Arminio, un teólogo holandés que rechazó las doctrinas calvinistas de la Reforma Protestante.

La iglesia más antigua entre este grupo se formó en 1609.

El segundo grupo fue el de los Bautistas Particulares, los antepasados de los que se denominan hoy en día “Bautistas Reformados.” Su nombre se debía a que creían en la expiación particular. Es decir, creían que Cristo había muerto, como dice la Escritura, por los pecados de Su pueblo, los elegidos, y por lo tanto, Su muerte había sido eficaz para salvar a todos aquellos por los que se sacrificó.

Su teología, como lo dejan claro sus confesiones, era ampliamente calvinista y se convirtieron en el mayor de los dos grupos. Su primera iglesia fue formada en 1633, y a diferencia de los generales, se originaron del movimiento separatista inglés y adoptaron, como veremos, el credobautismo por inmersión.

Los Bautistas particulares se originaron, como dije, “del torbellino de la Reforma del siglo dieciséis.”  Los postulados de sola Scriptura, sola gratia, sola fide, solus Christus y soli Deo gloria, que surgieron de los años de reflexión teológica de reformadores como Lutero, Calvino, Zwinglio, influenciaron ampliamente a los grupos que dieron origen a los Bautistas.

Como dice Bebbington, los Bautistas fueron “herederos de la Reforma, del Puritanismo, y Separatismo. Ellos adoptaron los mismos principios de lealtad minuciosa a la Palabra de Dios, lo que les llevó al deseo apasionado de adorar a Dios correctamente, y el deseo de reestructurar la iglesia de acuerdo a los preceptos estipulados en las Escrituras. Sus prioridades bíblicas, litúrgicas, y eclesiásticas los llevó de la lealtad a los Puritanos a reformar sus vidas conforme a la Palabra de Dios.

Su deseo de mantener la unidad de los creyentes

Fueron las convicciones a las que habían llegado después de estudiar las Escrituras las que los llevaron a tener diversos enfrentamientos, no sólo con la Iglesia de Inglaterra, sino con muchos presbiterianos y congregacionalistas, quienes falsamente los habían acusado de anabautistas.

Fue con el deseo de dar a conocer sus convicciones bíblicas con el propósito de que sus hermanos presbiterianos y congregacionalistas los abrazaran que formularon la Primera Confesión Bautista de Londres, la cual fue redactada en 1643 pero impresa hasta 1644 (La segunda edición de esta confesión fue impresa en 1646, en la cual se detalla más sobre los requisitos del bautismo por inmersión para poder tomar la Cena del Señor).

En el prefacio de esa confesión dicen, “Una confesión de Fe de siete congregaciones o iglesias de Cristo en Londres, que son comúnmente, pero injustamente, llamadas Anabautistas; publicada para la vindicación de la verdad e información de los ignorantes; así mismo para deshacernos de aquellas aspersiones que son frecuentemente, tanto desde el púlpito como impresos, injustamente echados sobre ellas.”

Tal fue su deseo de ser vindicados y de que los hermanos presbiterianos y congregacionalistas pudieran comprobar su ortodoxia que Benjamín Coxe, uno de los pastores firmantes de esa primera confesión y padre de Nehemías Coxe, el editor de la Segunda Confesión Bautista de Londres de 1677, se paró frente a la entrada de la Abadía de Westminster en 1646 para entregarle a los Teólogos de Westminster una copia de esta confesión con el fin de vindicar a estas primeras siete iglesias Bautistas Particulares.

Daniel Featley, uno de esos presbiterianos que se opusieron a los Bautistas Particulares inicialmente, luego de haber analizado esta primera confesión escribió diciendo, 


"No son herejes, ni cismáticos, sino Cristianos de corazón tierno; sobre quienes, por medio de falsas sugerencias, la mano de la autoridad cayó pesadamente, mientras estuvo la Jerarquía: pues, ellos no enseñan el libre albedrío; ni la pérdida de la salvación con los Arminianos, ni niegan el pecado original con los Pelagianos, ni rechazan al Gobierno con los Jesuitas, ni mantienen pluralidad de esposas con los Poligamos, ni bienes en común como los del Apostolado, ni andar desnudos con los Adanitas, ni mucho menos la mortalidad del alma con los Epicúreos…y con este fin han publicado esta confesión de Fe.”

Fue con ese mismo deseo que publicaron la segunda Confesión Bautista de Londres de 1677, en la carta al lector escribieron lo siguiente,

"Al cortés lector: Son ya muchos años desde que algunos de nosotros (con otros sobrios Cristianos que vivían entonces, y caminando en el camino del Señor, que nosotros profesamos) concebimos estar bajo la necesidad de publicar una Confesión, de nuestra Fe, para la información y satisfacción de aquellos que no entendían a profundidad cuales eran nuestros principios, o que habían tenido prejuicios contra nuestra profesión, por razón de la extraña representación de ellos por algunos hombres que habían tomado medidas equivocadas, y así llevaron a otros a que nos malentendieran a nosotros y a ellos. Y esto fue primeramente presentado cerca del año 1643, en el nombre de siete congregaciones entonces reunidas en Londres; desde entonces diversas impresiones han sido difundidas ampliamente, y nuestro fin propuesto en buena medida respondido, entre la medida que muchos (y algunos de esos eminentes hombres tanto por piedad y conocimiento) fueron así satisfechos que nosotros no éramos en ninguna manera culpables de esas heterodoxias y errores fundamentales que tan frecuentemente nos han sido imputadas sin pruebas ni por ocasión dada por nuestra parte.”

Y más adelante confirman que su deseo de mantener la unidad con sus hermanos presbiterianos fue lo que los motivó a editar esta segunda confesión.

Y puesto que como esa Confesión no es ahora comúnmente obtenida, y también porque muchos otros han desde entonces abrazado la misma verdad que ahí es poseída, juzgamos necesario unirnos juntos en dar testimonio al mundo de nuestra firme adherencia a aquellos sanos principios por la publicación de esto que está ahora en su mano. Y puesto que nuestro método y manera de expresar nuestros sentimientos en esto puede variar del primero (sin embargo que la sustancia de este tema es el mismo), libremente le impartiremos la razón y ocasión de esto. Una cosa que prevaleció grandemente con nosotros para emprender este trabajo fue (no sólo dar una explicación completa de nosotros a aquellos Cristianos que difieren de nosotros acerca del tema del Bautismo, sino también)el provecho que podría surgir de esto para aquellos que tienen cuenta de nuestras labores en su instrucción y establecimiento en las grandes verdades del Evangelio, en el claro entendimiento y firme creencia de nuestro confortable caminar con Dios, y el gran fruto delante de Él en todos nuestros caminos, es lo que concierne más cercanamente; y por lo tanto concluimos necesario expresarnos a nosotros mismos más completamente y distintamente; y también para fijar en tal método como podría ser más comprensible de aquellas cosas que diseñamos para explicar nuestro sentido y creencia de eso; y no encontrando ningún defecto al respecto en aquel fijado por la Asamblea, y, después de ellos por aquellos del camino congregacional, concluimos prontamente que era mejor retener el mismo orden en nuestra presente Confesión; y también cuando hemos observado lo que aquellos últimos hicieron en sus confesiones (por razones que parecieron de peso tanto para ellos como para otros) escogimos no sólo expresar nuestra mente en palabras concurrentes con los primeros en sentido concerniendo a todos aquellos artículos en los que estaban de acuerdo, sino también en la mayor parte sin ninguna variación de términos, nosotros en la misma manera concluimos mejor seguir su ejemplo en hacer uso de las mismas palabras con ellos tanto en estos artículos (los cuales son muchos) en donde nuestra fe y doctrina son las mismas con las de ellos; y esto lo hicimos más abundantemente para manifestar nuestro consentimiento con ambos en todos los artículos fundamentales de la religión Cristiana, así también con muchos otros cuyas Confesiones ortodoxas han sido publicadas al mundo en nombre de los Protestantes en diversas naciones y ciudades. Y también para convencer a todos que nosotros no tenemos ningún anhelo de obstruir la religión con nuevas palabras, sino que consentimos en esa forma de sanas palabras que han sido, en consentimiento con las Santas Escrituras, usadas por otros antes que nosotros; declarando así, delante de Dios, ángeles, y hombres, nuestro sustancioso acuerdo con ellos en esa entera doctrina Protestante la cual, con tan clara evidencia de las Escrituras, ellos han afirmado. Algunas cosas, de hecho, están en algunos lugares añadidas, algunos términos omitidos, y algunos pocos cambiados; pero estas alteraciones son de aquella naturaleza como la que sin duda no necesitamos ser acusados o sospechados de irracionales en la fe de ninguno de nuestros hermanos a cuenta de ellos.”

El apelativo “Bautista Reformado”

Entonces, si ese fue lo que motivó a nuestros antepasados en la fe, tanto presbiterianos como Bautistas, no debería servirnos de ejemplo a todos nosotros en la actualidad? Por supuesto que sí. Sin embargo, creo que muchos de esos roces surgen por cosas sin importancia como un nombre. A algunos les resulta inconcebible que alguien que no se adhiera a la Confesión de Westminster se pueda llamar “reformado.” A muchos les gustaría que nosotros removiéramos ese apelativo.

Sin embargo, aquí hay otra historia para nuestra instrucción.

Ese nombre “Bautista Reformado” no fue adoptado por los Bautistas que se adherían a la segunda Confesión Bautista de Londres de 1689. Ese nombre le fue dado a un grupo de Bautistas confesionales que estaban estudiando en el Seminario Teológico de Westminster en la década de los 1950’s y 60’s en Estados Unidos.

Fueron los presbiterianos de ese Seminario los que, queriendo abrazar a sus hermanos bautistas, les pusieron ese apelativo con el fin de enfatizar su unidad con ellos más que sus diferencias. Este es el testimonio de hombres como Walter Chantry y Reisinger, quienes estudiaron allí durante esos años.

Como Bautistas confesionales creemos que ese nombre nos distingue en medio de la locura doctrinal en la que se encuentra gran parte del Protestantismo de nuestros tiempos y son algunos los que quisieran vernos separados de los presbiterianos antes que formando junto a ellos un frente doctrinal sólido en contra de tanta falsedad.

El llamado, entonces, desde el lado Bautista Reformado, es a mantener la unidad. Mostremos amor por los hermanos, tanto bautistas como a los presbiterianos, y no seamos tan inmaduros como los discípulos del Señor cuando viendo que un hombre estaba haciendo la obra del Señor querían que el Señor lo amonestara porque no era uno de ellos.

Ciertamente hay cosas que nos diferencian y que hacen de nuestras iglesias entes distintos. Tanto los presbiterianos como nosotros los Bautistas Reformados estamos convencidos de que nuestra Teología Federal, nuestra Eclesiología, y nuestra doctrina del Bautismo y la Cena del Señor, son bíblicas. De lo contrario no seríamos ni Bautistas ni presbiterianos.

Son esas convicciones bíblicas las que nos hacen ser lo que somos, pero son esas mismas convicciones bíblicas las que nos deben llevar a madurar y a entender que hay cosas en las que esas diferencias no deben interponerse: en el amor que nos debemos los unos a los oros frente a un mundo que desea vernos divididos; y en nuestra lucha por llevarle el evangelio a un mundo pecador.

Que la historia de nuestros antepasados sea una motivación para madurar en la fe y dejar que nuestras diferencias sea lo que queramos enfatizar antes que nuestras similitudes doctrinales.
Fuente: sujetosalaroca.org



Soli Deo Gloria




sábado, 25 de junio de 2016

Culto Familiar

DIRECTORIO PARA EL CULTO FAMILIAR
APROBADO POR LA ASAMBLEA GENERAL DE LA IGLESIA DE ESCOCIA, PARA LA PIEDAD Y LA UNIFORMIDAD DEL CULTO PERSONAL Y FAMILIAR, Y LA EDIFICACIÓN MUTUA, CON UNA ACTA DE LA ASAMBLEA GENERAL DE 1647, PARA LA OBSERVANCIA DE LA MISMA

La Asamblea General, tras madura deliberación, aprueba las siguientes Reglas e Instrucciones para perfeccionar la piedad, y prevenir la división y cisma; e insta a los ministros y los ancianos gobernantes de cada congregación a que duden especialmente de que estas Directivas sean observadas y seguidas; asimismo, a que los presbiterios y los sínodos provinciales se informen y juzguen si, dentro de sus límites, las citadas Instrucciones son debidamente observadas; y reprueben o censuren (según el grado de la ofensa), a los que sean hallados reprobables o censurables por ellas. Y, con el fin de que estas instrucciones no sean hechas ineficaces e infructuosas entre algunos, por el usual descuido de la misma esencia del deber del culto familiar, la Asamblea aún requiere de los ministros y ancianos gobernantes, y les insta a que hagan una diligente investigación en las congregaciones que tengan a su cargo, por si existe entre ellos alguna familia o familias que tengan por costumbre desatender este necesario deber; y si es hallada alguna familia, el cabeza de familia será, en privado, primeramente amonestado para corregir su falta; y, en caso de continuar en ella, ha de ser grave y tristemente reprobado por la sesión (de ancianos y ministros); después de la tal reprobación, si todavía es hallado descuidando el culto familiar, que sea, por su obstinación en tal ofensa, suspendido y privado de la Cena del Señor, por haber sido estimado indigno para tener comunión de ella, hasta que se corrija.

INSTRUCCIONES DE LA ASAMBLEA GENERAL, CON RESPECTO AL CULTO PRIVADO Y PERSONAL Y LA MUTUA EDIFICACIÓN, PARA PERFECCIONAR LA SANTIDAD, MANTENER LA UNIDAD Y EVITAR LA DIVISIÓN Y CISMA

Además del culto público en las congregaciones, misericordiosamente establecidas en esta tierra en gran pureza, es conveniente y necesario que se exija y establezca el culto secreto de cada persona individualmente, y el culto privado de las familias; para que, mediante una reforma nacional, la profesión y eficacia de esta piedad, tanto individual como familiar, se extienda.

I. Y primero, para el culto personal, lo más necesario es que cada uno se aparte, y por sí solo se entregue a la oración y meditación, cuyos inefables beneficios lo conocen mejor aquellos que más se ejercitan en ello; siendo éste el medio por el cual, en una manera especial, se nutre la comunión con Dios, y por el que se obtiene la preparación adecuada para otros deberes; por consiguiente, conviene no sólo a pastores, en su diferentes cargos, insistir a personas de toda clase a que cumplan con este deber mañana y noche, y en otras ocasiones, sino también incumbe a la cabeza de cada familia cuidar que, tanto ellos mismos como cada uno bajo su cuidado, sean a diario diligentes en ello.

II. Los deberes ordinarios comprendidos bajo el ejercicio de la piedad los cuales deben estar presentes en las familias, cuando se reúnen con este fin, son estos: Primero, la oración y alabanzas hechas con especial referencia, tanto a la condición pública de la iglesia de Dios y de este reino, como a la situación presente de la familia, y de cada miembro de ella. Después, la lecturas de las Escrituras, con un sencillo catecismo, para que el entendimiento de los más simples sea más capacitado para entender las Escrituras cuando sean leídas; junto con conversaciones piadosas que tiendan a la edificación de todos los miembros en la santísima fe: así como exhortaciones y censuras, bajo razones justas, por parte de aquellos que tengan la autoridad en la familia.

III. Así como el cargo y oficio de interpretar las Sagradas Escrituras es parte de llamamiento ministerial, el cual nadie, por más que esté cualificado, debe tomar para sí en ningún lugar, sino aquel que ha sido debidamente llamado por Dios y su iglesia, así también en cada familia donde hay alguien que pueda leer, las Sagradas Escrituras deben ser leídas regularmente a la familia; y es recomendable que, después de esto, ellos conversen, y por medio de la conversación hagan un buen uso de lo que ha sido leído y oído. Así, por ejemplo, si se condena algún pecado en la palabra leída, se puede hacer uso de la misma para que la familia sea cuidadosa y vigilante en contra del mismo; o si algún juicio es impuesto o amenazado en esta porción leída, se puede hacer uso de la palabra para que toda la familia tema, no sea que un juicio igual o peor caiga sobre ellos; a menos que se guarden del pecado que lo causó. Y finalmente, si se requiere algún deber, o se ofrece algún consuelo en una promesa, se puede hacer uso para estimularlos a que acudan a Cristo para obtener fuerzas para hacer el deber mandado, y aplicarse el consuelo ofrecido. En todo lo cual el jefe de familia ha de tener la responsabilidad principal; y cualquier miembro de la familia puede hacer preguntas o exponer dudas, para que sean resueltas.

IV. El cabeza de la familia debe cuidar de que nadie de la familia se retraiga de alguna parte del culto familiar; y puesto que el desarrollo normal de todas las partes del culto familiar corresponde propiamente al cabeza de la familia, el ministro ha de estimular a los (padres) perezosos, y capacitar a los que son débiles, para que puedan llevar a cabo estos ejercicios; estando siempre libres las personas de rango para invitar a alguien aprobado por el presbiterio para el cumplimiento de los ejercicios familiares. Y en las demás familias, donde el cabeza de familia no sea apto, que otro que resida habitualmente con la familia, aprobado por el ministro y la sesión, sea empleado en este servicio, de lo cual el ministro y la sesión han de ser responsables ante el presbiterio. Y si un ministro, por la Divina Providencia, es traído a una familia, es obligatorio que en ningún momento él convoque a una parte de la familia para el culto, excluyendo al resto, excepto en casos particulares que conciernen especialmente a estas partes, casos que, en cristiana prudencia, (el ministro) no necesita, o no debe, divulgar a los demás.

V. Que a ningún holgazán, que no tiene un llamamiento particular, o una persona errática bajo pretexto de haber sido llamada, se le permita cumplir el culto en las familias, y para las mismas; ya que hay personas que, contaminadas con errores, o que procuran hacer divisiones, están preparadas (de esta manera) para meterse en las casas, y llevar cautivas a almas necias e inestables.

VI. En el culto familiar, se ha de tener especial cuidado de que cada familia se mantenga en sus propios límites; sin andar demandando, invitando, ni admitiendo a personas de otras familias, a no ser que se alojen con ellas, o coman juntas, o que estén con ellos por alguna razón legítima.

VII. Cualesquiera que hayan sido los efectos y frutos de las reuniones entre personas de diferentes familias en los tiempos de corrupción o tribulación (en los que son admisibles muchas cosas que, en otras circunstancias, no lo serían), sin embargo, cuando Dios nos ha bendecido con paz y pureza del evangelio, tales encuentros de personas de distintas familias (excepto en los casos mencionados en estas Instrucciones) tienen que ser desautorizados, porque tienden a obstaculizar el ejercicio religioso de cada familia por sí misma, al perjuicio del ministerio público, al desgarro de las congregaciones y, con el paso del tiempo, de toda la iglesia. Además, muchas ofensas pueden venir por ello, para el endurecimiento de los corazones de los hombres carnales y el dolor de los piadosos.

VIII. En el día del Señor, después de que cada miembro de la familia a solas, y toda la familia junta, haya buscado al Señor (un cuyas manos está la preparación del corazón de los hombres) a fin de que Él los haga aptos para el culto público, y para que Él los bendiga con las ordenanzas públicas, el jefe de la familia debe cuidar de que todos los que estén a su cargo vayan al culto, a fin de que él y ellos puedan unirse con el resto de la congregación. Y cuando el culto público haya acabado, después de hacer oración, él ha de hacer preguntas acerca de lo que han oído; y, después de ello, emplear el resto del tiempo que dispongan catequizando, y con conversaciones espirituales sobre la Palabra de Dios; o también (recogiéndose aparte) ellos deberían aplicarse en la lectura, meditación, y oración privada, con el fin de confirmar y aumentar su comunión con Dios; para que así el provecho que ellos encuentren en las ordenanzas públicas sea alimentado y avivado, y que sean más edificados para vida eterna.

IX. Todos aquellos que puedan hacer oración deben hacer uso de este don de Dios; sin embargo, aquellos que son más simples y débiles, pueden comenzar con una forma prescrita de oración, pero de manera tal que no se vuelvan perezosos para avivar en ellos mismos (de acuerdo con sus necesidades diarias) un espíritu de oración, que es dado, en alguna medida, a todos los hijos de Dios. Para este fin, ellos deben ser más fervientes en oración privada a Dios, y frecuentarla más, para que Él capacite sus corazones para concebir, y sus lenguas para expresar, los deseos convenientes a Dios a favor de sus familias. Y entre tanto, para su mayor ánimo, que estos temas de oración sean meditados, y utilizados, de la siguiente manera.
“Que confiesen a Dios cuán indignos son para venir a su presencia, y cuán incapaces para adorar su Majestad; y por consiguiente, que rueguen fervientemente a Dios el espíritu de oración.”
“Han de confesar sus pecados, y los pecados de la familia; acusándose, juzgándose y condenándose a sí mismos por tales pecados, hasta que lleven a sus almas a cierta medida de verdadera humillación.”
“Han de derramar sus almas a Dios, en el nombre de Cristo, mediante el Espíritu, para el perdón de pecados; por la gracia para arrepentirse, creer, y vivir sobria, justa y piadosamente; y que puedan servir a Dios con gozo y deleite, caminando delante de Él.”
“Han de dar gracias a Dios por sus muchas misericordias para con su pueblo, y para con ellos mismos, y especialmente por su amor en Cristo, y por la luz del evangelio.”
“Han de orar por tales beneficios particulares, espirituales y temporales, conforme a la necesidad que tengan en tal ocasión (ya sea en la mañana o a la noche) como de salud o de enfermedad, prosperidad o adversidad.”
“Han de orar por la iglesia de Cristo en general, por todas las iglesias reformadas, y por esta iglesia en particular, y por todos los que sufren por el nombre de Cristo; por todos nuestros superiores, por su Majestad el rey, la reina y sus hijos; por los magistrados, ministros, y todo el cuerpo de la congregación de la cual son miembros, así como por sus vecinos ausentes en sus negocios lícitos, así como por todos los que están en casa.”
“La oración puede terminar con un ferviente deseo de que Dios sea glorificado en la venida de su Hijo, en el cumplimiento de su voluntad, y con la seguridad de que ellos mismos son aceptos, y que lo que han pedido conforme a su voluntad será concedido.”

X. Estos ejercicios deben ser cumplidos con gran sinceridad, sin demora alguna, dejando de lado todas las actividades o estorbos del mundo, a pesar de las burlas de los hombres ateos y profanos; considerando las grandes misericordias de Dios para con esta tierra, y los severos correctivos que ha ejercido sobre nosotros últimamente. Y, con este fin, las personas de eminencia (y todos los ancianos de la iglesia) no sólo deberían animarse a ellos y sus familias con diligencia en esto mismo, sino también contribuir de manera eficaz, para que en todas las demás familias, sobre las que tienen autoridad y están a su cargo, los citados ejercicios se cumplan de manera cabal.

XI. Viendo que la Palabra de Dios requiere que nos consideremos unos a otros, para incitarnos al amor y las buenas obras; por consiguiente, en todas las épocas, y especialmente en ésta, en la que la profanidad abunda, y los burladores, andando tras sus propias concupiscencias, les parece extraño que los demás no corran con ellos hacia el mismo exceso de libertinaje; cada miembro de esta iglesia debe incitarse a sí mismo, y a los demás, para los deberes de edificación mutua, por instrucción, exhortación, censura; exhortándose unos a otros a manifestar la gracia de Dios negando la impiedad y deseos mundanos, y viviendo de manera piadosa, sobria y justa en el mundo presente; consolando a los de débiles, y orando unos por otros. Estos deberes han de ser cumplidos bajo ocasiones especiales ofrecidas por la Divina Providencia; como, a saber, cuando en alguna calamidad, cruz o gran dificultad, se busca consejo o consuelo, o cuando se llama la atención a un ofensor por exhortación privada, y si no da resultado, añadiendo uno o dos en la exhortación, conforme a la regla de Cristo, que en la boca de dos o tres testigos conste toda palabra.

XII. Y, porque no le es dado a cada uno hablar las palabras oportunas a una conciencia fatigada o angustiada, es conveniente que una persona (en tal caso) que no encuentre alivio, tras el uso de todos los medios ordinarios, privados y públicos, se dirija a su propio pastor, o a algún cristiano con experiencia. Pero si la persona inquieta en su conciencia es de tal condición, o sexo, que la discreción, modestia, o temor de escándalo, requiera la presencia durante su encuentro de un amigo piadoso, serio e íntimo, es conveniente que este amigo esté presente.

XIII. Cuando personas de diversas familias sean reunidas por la Divina Providencia, estando fuera de casa debido a sus empleos particulares, o cualquier otra ocasión necesaria; puesto que han de tener al Señor su Dios con ellos dondequiera que vayan, deben andar con Dios, y no descuidar los deberes de oración y acción de gracias, sino cuidar de que los mismos son cumplidos por los que la compañía considere más adecuados. Y que ellos igualmente cuiden de que ninguna conversación corrompida salga de sus bocas, sino aquello que es bueno, para edificar, para que ministre gracia a los oyentes. El sentido y alcance de estas Instrucciones no es sino éste. Por una parte, que la eficacia de la piedad, entre todos los ministros y miembros de esta iglesia, conforme a sus distintos lugares y vocaciones, pueda ser perfeccionado y avanzado, y toda impiedad y burla de los ejercicios religiosos suprimidos; y, por otra parte, que, bajo el mismo nombre y pretexto de ejercicios religiosos, no se permita ninguna reunión o actividad religiosa que tienda a engendrar errores, escándalos, cismas, descrédito, o menosprecio de las ordenanzas públicas y los ministros, o el descuido de los trabajos particulares, o males semejantes, que son las obras, no del Espíritu, sino las contrarias a la verdad y la paz.

Soli Deo Gloria