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martes, 12 de junio de 2018

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Depravación Total

El tema de la “depravación total” no es aquel tipo de asunto que es generalmente conocido o confesado dentro del mundo de la iglesia de nuestros  días.   Por  el  contrario,  están  a menudo   repetida   expresión   que   es   aún   más popular; “hay algo de malo en los mejores de nosotros y algo de bueno en los más malos de nosotros.”   Este dicho bien conocido señala como la doctrina de la “depravación total” es simplemente rechazada.    Por   lo   tanto,   es   importante   que nosotros entendamos lo que ésta verdad que concierne a la depravación total implica.  La iglesia y el Cristiano que ama la Palabra de Dios, deberá sujetarse a esta importante enseñanza de la Escritura.

¿QUÉ ES LO QUE DEBEMOS ENTENDER POR “DEPRAVACIÓN TOTAL?”

La frase está compuesta por dos palabras cuyos significados son de por sí evidentes. “Depravación” significa maldad; corrupción; la perversidad propia del  hombre  degenerado.   El  agregar  la  palabra “total” a la depravación, es enfatizar sin ninguna sombra de duda la verdad de que no hay bien en lo que fuere en el hombre natural – en el hombre que es  nacido  del  malvado  Adán.   La  frase “depravación total” recalca de la manera más fuerte posible la verdad de la Escritura de que no hay nada bueno en el hombre natural para nada.

Esta     es     la     sencilla     enseñanza     de     la Escritura.  Abran sus Biblias y primeramente vamos a Génesis 8:21.  Allí leemos, Y dijo Jehová en su corazón.  No volveré más a maldecir la tierra por causa del hombre; porque el intento del corazón del hombre es malo desde su juventud.”  Usted notará  en  este  pasaje  que  lo  malo  es  desde nuestra juventud.  Y Dios declara esto inmediatamente después de la inundación, cuando la  única  gente  en  esta  tierra  fueron  Noé  y  su familia.

Un segundo pasaje es el Salmo 51:5, donde David confiesa, “He aquí, en maldad, he sido formado, y en pecado me concibió mi madre.”  Usted probablemente ha escuchado a la gente hablar de bebés inocentes – pero el salmista insiste en que él fue   formado   en   iniquidad   y   concebido    en pecado.  Él no se consideró a sí mismo inocente al nacer – sino ya depravado.

Otra vez, leemos en Jeremías 17:9 “engañoso es el corazón  más  que  todas  las  cosas  y  perverso; ¿Quién lo conocerá?”

Veamos ahora en el Nuevo Testamento y primero en Romanos 3:10 – 18 (el cual es una cita del Salmo 14), donde leemos “Como está escrito: No hay justo, ni aún uno; no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios.  Todos se desviaron, a una  se  hicieron  inútiles;  no  hay  quien  haga  lo bueno, no hay ni siquiera uno.  Sepulcro abierto es su garganta con su lengua engaña veneno de áspides hay debajo de sus labios; su boca está llena  de maldición  y  de amargura.   Sus pies se apresuran para derramar sangre; quebranto y desventura hay en sus caminos; y no conocieron camino de paz.  No hay temor de Dios delante de sus ojos.” Y el mismo pensamiento está expresado poco después en Romanos 7:18“y yo sé que en mí, (esto es, en mi carne), no mora el bien.”

Estos son algunos de los muchos pasajes Escriturales, los cuales insisten acerca de la verdad de    que    el    hombre    natural    es    totalmente corrupto.  El hombre natural es incapaz de hacer ningún bien de cualquier forma.  Él no puede complacer a Dios.  El no obedecerá la Santa ley de Dios. El no desea entrar a la gloria eterna.

Sobre las bases de las claras enseñanzas de la Escritura,  las  antiguas  confesiones  de  la  Iglesia han insistido sobre esta misma verdad.  Breve pero claramente, el Catecismo de Heidelberg enseña en la pregunta y respuesta 8.  “¿Somos entonces tan corruptos,  que  somos  totalmente  incapaces  de hacer ningún bien e inclinados a toda maldad? Verdaderamente, lo somos; excepto que seamos regenerados por el Espíritu de Dios.”

La Confesión  Belga  declara en  el Art.  14.  “...  y habiéndose hecho impío, perverso y corrupto en todos sus caminos, ha perdido todos los excelentes dones que había recibido de Dios, no quedándole de ellos más que pequeños restos, los cuales son suficientes para privar al hombre de toda excusa; ya que toda la luz que hay en nosotros se ha cambiado en tinieblas como nos enseñan las Escrituras, diciendo: La luz en las tinieblas resplandece y las tinieblas no prevalecieron contra ella; aquí San Juan llama tinieblas a los hombres...”

Y todo esto es una prueba suficiente de que la Escritura y las antiguas confesiones de la Iglesia de Cristo enseñan que el hombre por naturaleza es totalmente depravado – esto es, él es incapaz de hacer ningún bien en absoluto.

Sin embargo, a pesar de estas claras enseñanzas de  la  Escritura,  muchos  tratan  de  evadir  y  aún negar esta verdad evidente por sí misma.  Se ha enseñado que el hombre es totalmente depravado, pero no que es absolutamente depravado.  A pesar de que la frase “total depravación” no debería permitir ninguna sombra de duda concerniente al estado corrupto del hombre; algunos aún insisten que hay algo de bueno en el hombre natural.  Por lo tanto, ellos insisten que el hombre no es absolutamente depravado.  Se utiliza la ilustración de una fanega de manzanas podridas.  Esa fanega podría  ser  descrita  como  totalmente  podrida,  si cada manzana tuviera alguna parte podrida – sin embargo quizás también tiene algunas partes buenas.  La fanega de manzanas será absolutamente podrida   si   cada   manzana   fuera totalmente podrida.  Así, se dice que cada parte del ser humano es tocada por la podredumbre del pecado – pero cada parte no es necesariamente completamente corrupta.  Toda esta idea es una intención  de  negar  la  total  depravación  y  aún retener la expresión. El hombre es un depravado, y esto es, completo – o él no es depravado.

Otras   consideraciones   falsas   con   respecto   al estado natural del hombre se han levantado en la historia   de   la   Iglesia.    Hubo   la   opinión   del Pelagianismo,   el   cual   surgió   acerca   de   400 años después de la ascensión de Cristo.  Pelagio, el que dio origen a esta opinión dijo que cuando Adán pecó, él se lastimó solo a sí mismo, su posterioridad no fue afectada.  Posteriormente, el sugirió que cada bebé que nace en el mundo nace en el mismo estado y condición que Adán tenía antes de su caída. Cada bebé nace en esta tierra perfecta y sin pecado.  ¿Cómo entonces, explicó Pelagio la existencia del pecado en todos los hombres?  El insistió que nosotros nos volvemos pecadores  cuando  imitamos  a  alguna  otra persona.  Tan pronto como los bebés comienzan a imitar a sus padres o a otros que ellos observen, ellos se vuelven pecadores y el camino de cambiar a los pecadores otra vez en Santos es persuadiéndoles a ellos a imitar aquello que es bueno.   Está  dentro  de  la  capacidad  de  cada hombre, dice Pelagio, el imitar el bien y merecer la vida eterna.

La  idea  del  Pelagianismo  no  es  extraña  a  las iglesias hoy en día tampoco.  De hecho, es la base del “evangelio social” de nuestros días.  Dentro de las iglesias hay una fuerte campaña para cambiar las condiciones sociales de nuestros días.  Las iglesias supuestamente están para ver que haya mejor vivienda para los pobres y para los grupos raciales de la minoría; ellos deberán ver que todos los hombres tengan cuidado médico adecuado y una educación conveniente; ellos deberán estar en la delantera del manejo por la integración.

Entonces, de acuerdo a esta teoría, si es que llevamos a cabo nuestras metas en todas estas áreas, no deberíamos estar tan preocupados con el pecado, la maldad, y todas las formas de la corrupción.  Posiblemente no necesitaríamos más cárceles.    El   número   de   policías   podría   ser reducido.  No estaríamos más preocupados con la delincuencia juvenil y adulta. Gradualmente, este mundo se volvería cierta clase de utopía.  Más esto está basado en la vieja herejía de Pelagio de que si las personas viven en buenos ambientes, si ellos pueden imitar buenos ejemplos, entonces los hombres serían buenos.  Toda esta opinión niega la verdad Escritural de la depravación total.

Otro error es la vista del Arminianismo.  El Arminianismo, o libre albedrío, esencialmente por lo  general  negará  la  verdad  de  la  depravación total.

El Arminianismo enseña que el hombre era verdaderamente totalmente depravado después de la caída; pero inmediatamente después de la caída, Dios intervino por su gracia.

La operación de esta gracia de Dios sobre todos los  hombres implica  dos  operaciones,  las  cuales mitigan la depravación.  Primero, el Arminianismo sostiene que, a pesar de que el hombre por sí mismo es incapaz de hacer ningún bien, sin embargo, por una operación general de la gracia de Dios sobre el, ahora él puede hacer una cierta medida de bien.

Pero el Arminianismo enseña más.  Sugiere que el hombre natural,  aunque originalmente totalmente depravado  es  ahora  capaz  de  aceptar  a  Cristo como su Salvador personal.  El hombre a través del ejercicio de su propia voluntad puede rechazar o recibir al Salvador.  El Arminianismo sugiere que el hombre puede recibir a Cristo solo por gracia  – pero que cada individuo tiene la suficiente gracia dada a él por Dios para facilitar el aceptar a Cristo.

La  diferencia  entre  un  hombre  salvo  y  otro  no salvo, de acuerdo al Arminianismo, no se lo va a encontrar en que uno reciba la gracia de Dios y el otro no lo hace, sino más bien en la voluntad del hombre  mismo.   Esta  opinión  falsa  del Arminianismo niega tanto la verdad Escritural, la cual enseña que el hombre por naturaleza está tan muerto en el pecado, que el nunca podrá “recibir a Cristo como a su Salvador personal.”

Insistimos,  en  las  bases  de  los  pasajes Escriturales, que fue citado anteriormente, de que el hombre está por naturaleza completamente muerto  en  el  pecado.   Separado  de  Cristo  el hombre  no  puede  hacer  ninguna  cosa  buena delante de Dios.  El hombre no puede hacer ningún bien “natural” o “cortés” en esta tierra.  Tampoco puede ningún hombre ejercitar su voluntad para “aceptar” a Cristo – porque también su voluntad está limitada por el pecado y la muerte.

Algunos han propuesto que los hombres de este mundo, aquellos que están fuera de la iglesia, también   efectúan   muchos   buenos   actos.    El hombre, aparentemente, no es siempre completamente depravado.  Un cierto hombre rico puede  dar  un  millón  de  dólares  para  construir y mantener un hospital para ayudar a la pobre y sufriente  humanidad.   ¿Es  esto  pecado?   ¿O  es esto bueno?  Puede que su vecino no vaya a la iglesia o que ore – pero él tiene una maravillosa relación  con  su  familia.  ¿Es  esto  bueno  o  es malo?  Un hombre salva a un prójimo de ahogarse a riesgo de perder su propia vida. ¿Es esto bueno – o malo?  Estas preguntas surgen, y con ellas la pregunta: ¿es el pecador de hecho realmente depravado?

A la luz de la Escritura debemos aún mantener que cualquier hombre fuera de Cristo peca en cualquier cosa que el haga.  Debemos ser bien cuidadosos de no equivocarnos, que es lo que nosotros pensamos que es bueno como es bueno en la opinión de Dios.

El hombre ya sea que ama y sirve a Dios o no lo hace.   O  él  está  con  Cristo  o  en  contra  de  Él. Puede que él haga algo en verdadera fe y para la gloria  de  Dios,  o  él  lo  hace  en  el  servicio  del hombre y para su gloria.  No hay entre medio.  No hace ninguna diferencia si el hombre da un millón de dólares para fundar un hospital o ya sea que él tenga una buena vida familiar, o que el salve a individuos que se estén ahogando – en todo esto, el hombre natural camina no por fe sino en pecado y corrupción.  Dios, por lo tanto, juzga cada una de sus acciones como pecaminosas.

Si bien todos los hombres son totalmente depravados, a pesar de que todas sus acciones efectuadas por naturaleza son pecaminosas – aún hay obviamente, variaciones que se ven en los hombres.  Todos  los  hombres  no  pecan  en  el mismo grado o de la misma manera.

En primer lugar, el tipo y grado del pecado de un hombre está determinado por la época en la cual vive.  Obviamente, hoy en día con nuestras radios, televisión y automóviles el hombre puede pecar de muchas más maneras que sus antepasados no podían.  En segundo lugar, el pecado está limitado en gran cantidad por el ambiente y las circunstancias.

Un hombre rico tiene los medios para pecar en muchas y más diferentes maneras que un hombre pobre. Pero ambos pecan en todo lo que ellos hacen.  En tercer lugar, el grado de pecado está determinado por la edad de la persona.  Un niño pequeño  no  peca  de  muchas  maneras  como  lo hace el adulto.

Finalmente,  el  grado  y  tipo  de  pecado  en  un hombre está muchas veces regulado por su propio respeto  de  sí  mismo  –su  propio  y  egoísta orgullo.  ¿Por qué un hombre malvado vive en una agradable y pacífica relación con su familia?  No es porque la ley de Dios así lo requiere, sino porque el comprende que es para su propio beneficio, porque de esta manera, él vive en una relación decente con su prójimo.

¿Pero porqué es tan importante el que la iglesia enfatice esta verdad de la total depravación? ¿Porqué enfatizar la terrible corrupción del hombre?

Si uno no enfatiza esto, el eventualmente perderá todas las otras doctrinas significantes de la Escritura.  Uno no puede entender la expiación de la cruz acertadamente, si es que el no comprende correctamente la enseñanza Escritural de la depravación.  Aquel que no comprende correctamente la enseñanza Escritural de la depravación, aquel  que no entiende propiamente la depravación, seguramente que no podrá comprender correctamente la Soberanía de Dios, quien hace todas las cosas en armonía con su propia voluntad.

Por lo tanto el cristiano deberá entender esta verdad y enseñarla a sus hijos.
Y cada hijo de Dios deberá vivir y caminar en la conciencia de la depravación del hombre natural.

No comiencen a admirar lo que el mundo es y lo que el mundo produce.  No comiencen a imitar y a envidiar al mundo.  Reconozcan que todos los hombres, incluidos nosotros, por naturaleza, estamos muertos en el pecado.  En mi carne, dijo Pablo no hay nada bueno.  Pero entonces comprendan que el  creyente fue en  otro tiempo liberado de tal depravación, porque él ha sido redimido sólo y totalmente a través de la sangre del Cordero.
Por Gise J. Van Baren

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jueves, 22 de febrero de 2018

La Expiación Limitada

1. LA DECLARACIÓN DE LA DOCTRINA

La pregunta que vamos a discutir bajo el tema de la “Expiación Limitada” es, ¿Se ofreció Cristo como sacrificio para toda la raza humana, para todo individuo sin distinción y/o excepción; o tuvo su muerte una referencia especial a los elegidos? En otras palabras, ¿Tuvo el sacrificio de Cristo el propósito de hacer posible la salvación de todos los hombres, o tuvo el propósito de asegurar la salvación de aquellos que le habían sido dados por el Padre? Los Arminianos sostienen que Cristo murió por todos los hombres por igual, mientras que los Calvinistas sostienen que en la intención y plan secreto de Dios Cristo murió solamente por los elegidos, y que su muerte tuvo sólo una referencia incidental para todos los demás solo como participantes de la gracia común. El significado podría hacerse manifiesto con más claridad si usáramos la frase “Redención Limitada” en lugar de “Expiación Limitada.” La Expiación es, claro está, una transacción estrictamente infinita; la limitación surge, teológicamente hablando, en la aplicación de los beneficios de la expiación, es decir, en la redención. Pero seguiremos usándolo dado que la frase “Expiación Limitada” ha llegado a establecerse muy bien en el uso teológico y que su significado es bien conocido.

Con respecto a esta doctrina la Confesión de Westminster dice: “… Por tanto, los que son elegidos, estando caídos en Adán, son redimidos por Cristo; son eficazmente llamados a la fe en Cristo por el Espíritu Santo que obra en su momento; son justificados, adoptados, santificados y guardados por su poder, mediante la fe, para salvación. Nadie será redimido por Cristo, eficazmente llamado, justificado, adoptado, santificado y salvado, excepto solo los elegidos.”

Se verá de una vez que esta doctrina necesariamente fluye de la doctrina de la elección. Si desde la eternidad Dios ha planeado salvar una porción de la raza humana y no otra, parece ser una contradicción decir que su obra tiene igual referencia a ambas porciones, o que Él envió a Su Hijo a morir por aquellos a quienes había predeterminado no salvar, tan verdaderamente y en el mismo sentido decir que Él fue enviado a morir por aquellos a quienes había escogido para salvación. Estas dos doctrinas se levantan o caen juntas. No podemos de manera lógica aceptar una y rechazar la otra. Si Dios ha elegido a algunos y no a otros para vida eterna, entonces está claro que el propósito principal de la obra de Cristo fue redimir a los elegidos.

2. EL VALOR INFINITO DE LA EXPIACIÓN DE CRISTO

Esta doctrina no significa que se pueda establecer algún límite al valor o poder de la expiación que Cristo llevó a cabo. El valor de la expiación depende, y se mide, por la dignidad de la persona que la realiza; y dado que Cristo sufrió como una persona Divina - humana el valor de su sufrimiento fue infinito. Los autores de la Escritura nos dicen con claridad que el “Señor de gloria” fue crucificado, I Cor. 2:8; que los hombres malvados “mataron al Príncipe de la vida,” Hechos 3:15; y que Dios “compró” la Iglesia “con su propia sangre,” Hechos 20:28. Por lo tanto, la expiación fue infinitamente meritoria y podía haber salvado a todos los miembros de la raza humana si ese hubiese sido el plan de Dios. Fue limitada sólo en el sentido que estuvo destinada, y fue aplicada, a personas particulares; a saber, para aquellos que son realmente salvados.

Ocasionalmente surge aquí un malentendido debido a la noción falsa de que los Calvinistas enseñan que Cristo sufrió mucho por un alma, y mucho por otra, y que hubiese sufrido más si más iban a ser salvados. Sin embargo, creemos que si muchos menos de la raza humana iban a ser perdonados y salvados, hubiese sido necesaria una expiación de infinito valor con el objeto de asegurar para ellos estas bendiciones; y aunque muchos más, o incluso todos los hombres, habían de ser perdonados y salvados, el sacrificio de Cristo habría sido ampliamente suficiente como fundamento o base de su salvación. Así como es necesario que el sol dé tanto calor si solamente una planta ha de crecer en la tierra como si toda la tierra fuese a ser cubierta de vegetación, así fue necesario que Cristo sufriera tanto si solamente un alma iba a ser salvada, o como si un gran número o incluso toda la humanidad, fueran a ser salvados. Dado que el pecador había cometido una ofensa en contra de una Persona de infinita dignidad, y había sido sentenciado a sufrir eternamente, nada sino un sacrificio de valor infinito podía proveer expiación para él. Nadie asume que, puesto que el pecado de Adán fue el fundamento para la condenación de la raza, pecó mucho por un hombre y mucho por otro y habría pecado más si iba a haber más pecadores.

¿Por qué, entonces, debiesen suponer tal cosa con respecto al sufrimiento de Cristo?

3. LA EXPIACIÓN ES LIMITADA EN PROPÓSITO Y APLICACIÓN

Aunque el valor de la expiación fue suficiente para salvar a toda la humanidad, fue suficiente para salvar únicamente a los elegidos. Está indistintamente bien adaptada para la salvación de un hombre o de otro, haciendo objetivamente posible la salvación para todo hombre; no obstante, debido a dificultades subjetivas, que surgen debido a la propia incapacidad de los pecadores ya sea para ver o apreciar las cosas de Dios, solamente son salvados aquellos que son regenerados y santificados por el Espíritu Santo. La razón por la cual Dios no aplica esta gracia a todos los hombres no ha sido plenamente revelada.

Cuando la expiación se hace universal se destruye su valor inherente. Si se aplica a todos los hombres, y si algunos se pierden, la conclusión es que ella hace objetivamente posible la salvación para todos pero que en realidad no salva a nadie. Según la teoría Arminiana la expiación simplemente ha hecho posible que los hombres cooperen con la gracia divina y de este modo se salven ellos mismos  si quieren. Pero háblennos de alguien curado de alguna enfermedad y aún así que muera de cáncer, entonces la historia será igualmente vaga, la de alguien que recibe alivio del pecado y no obstante perece en la incredulidad. La naturaleza de la expiación determina su extensión. Si ella simplemente hizo posible la salvación, se aplicaba a todos los hombres. Si efectivamente aseguró la salvación, tuvo referencia únicamente a los elegidos. Como dice el Dr. Warfield, “Las cosas entre las que tenemos que escoger son una expiación de alto valor, o una expiación de amplia extensión. Las dos no pueden ir juntas.” La obra de Cristo puede ser universalizada solamente evaporando su sustancia.

Que no haya malos entendidos en este punto. El Arminiano limita la expiación tan ciertamente como lo hace el Calvinista. El Calvinista limita su extensión en el hecho que dice que no se aplica a todas las personas (aunque, como ya se ha mostrado, cree que es eficaz para la salvación de una gran proporción de la raza humana); mientras que el Arminiano limita su poder, pues dice que en sí misma realmente no salva a nadie. El Calvinista la limita cuantitativamente, pero no cualitativamente; el Arminiano la limita cualitativamente, pero no cuantitativamente. Pues el Calvinismo es como un puente estrecho que atraviesa todo el río; pero el Arminiano es como un puente ancho que solamente llega hasta la mitad de la corriente. De hecho, el Arminiano coloca más limitaciones severas sobre la obra de Cristo que lo que hace el Calvinista.

4. LA OBRA DE CRISTO COMO EL CUMPLIMIENTO PERFECTO DE LA LEY

Si los beneficios de la expiación son universales e ilimitados, debió haber sido lo que los Arminianos representan que fue  meramente un sacrificio para borrar la maldición que se hallaba sobre la raza por medio de la caída en Adán, un mero sustituto para la ejecución de la ley que Dios, en su soberanía, miró adecuado de aceptar en lugar de lo que el pecador estaba obligado a dar, y no una satisfacción perfecta que cumplió las demandas de la justicia. Significaría que Dios ya no demanda una obediencia perfecta, como la que esperaba de Adán, sino que ahora ofrece salvación en términos más bajos. Entonces, Dios removería los obstáculos legales y aceptaría tal fe y obediencia evangélica a medida que la persona pudiera rendirlas si así lo decidiera, con una habilidad misericordiosamente restaurada con el Espíritu Santo, por supuesto, ayudando de manera general. De este modo se extendería la gracia, en el sentido que Dios ofrece un camino de salvación más fácil – Él acepta cincuenta centavos de dólar, por así decir, dado que el pecador no puede pagar más.

Por otro lado, los Calvinistas sostienen que la ley de la obediencia perfecta que fue dada originalmente a Adán era permanente, que Dios nunca ha hecho nada que pudiera dar la impresión de que la ley era demasiado rígida en sus requerimientos, o demasiado severa en su penalidad, o que se hallaba en posición ya sea de ser abrogada o derogada. La justicia divina demanda que el pecador sea castigado, ya sea en sí mismo o en su sustituto. Sostenemos que Cristo actuó de una manera estrictamente sustitutiva para su pueblo, que Él hizo una satisfacción plena por sus pecados, borrando así la maldición de Adán y todos sus pecados temporales; y que, por su vida sin pecado, guardó perfectamente, para ellos, la ley que Adán había quebrantado, ganando así para su pueblo la recompensa de la vida eterna. Creemos que el requerimiento para la salvación ahora, como originalmente, es la obediencia perfecta, que los méritos de Cristo les son imputados a su pueblo como la única base de su salvación, y que entran al cielo vestidos únicamente con la capa de su justicia perfecta y destituidos de cualquier mérito propio. De modo que la gracia, la pura gracia, se extiende no disminuyendo los requerimientos para la salvación sino en la sustitución de Cristo para su pueblo. Él tomó su lugar ante la ley e hizo por ellos lo que ellos no podían hacer por ellos mismos. Este principio Calvinista es adecuado de todas formas para impresionarnos con la absoluta perfección y la obligación inmutable de la ley que originalmente fue dada a Adán. No se relaja ni es puesta de lado, sino que es apropiadamente honrada de modo que se pone de manifiesto su excelencia. La ley en su majestad se ejecuta y hace valer a favor de aquellos que son salvados, por quienes Cristo actuó, y a favor de aquellos que están sujetos al castigo eterno.

Si la teoría Arminiana fuese cierta se entendería que millones de aquellos, por quienes Cristo murió, se hallan finalmente perdidos, y que la salvación nunca se aplica a muchos de aquellos para quienes fue ganada. ¿Qué beneficios, por ejemplo, podemos señalar en las vidas de los paganos y decir que los han recibido de la expiación? También se entendería que los planes de Dios han sido truncados y vencidos muchas veces por sus criaturas y que aunque puede actuar de acuerdo a su voluntad en el ejército de los cielos, no hace lo mismo entre los habitantes de la tierra.

“El pecado de Adán,” dice Charles Hodge, “no hizo meramente posible la condenación de todos los hombres; fue el fundamento de su verdadera condenación. Así, la justicia de Cristo no hizo meramente posible la salvación de los hombres, sino que aseguró la salvación real de aquellos para quienes fue llevada a cabo.”

El gran predicador Bautista Charles H. Spurgeon dijo: “Si Cristo ha muerto por vosotros, no podéis nunca perderos. Dios no os castigará dos veces por una cosa. Si Dios castigó a Cristo por vuestros pecados Él no os castigará. ‘el pago de la justicia de Dios no puede ser demandada dos veces; primero, de la mano sangrante del Salvador, y luego una vez más de la mía.’ ¿Cómo puede Dios ser justo si castigó a Cristo, el sustituto, y luego el hombre mismo después de eso?”

5. UN PAGO DE RESCATE

Se dice que Cristo fue un pago de rescate por su pueblo “como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos,” Mateo 20:28. Note, este versículo no dice que Él dio su vida en rescate por todos, sino por muchos. La naturaleza del pago de rescate es tal que, cuando es pagado y aceptado, automáticamente libera a las personas para quienes fue dirigido. De otra manera no sería un verdadero pago de rescate. La justicia demanda que aquellos por quienes fue pagado sean liberados de cualquier otra obligación. Si el sufrimiento y la muerte de Cristo fue un pago de rescate por todos los hombres en lugar de serlo solamente para los elegidos, entonces los méritos de su obra deben ser comunicados a todos por igual y la pena del castigo eterno no puede ser infligida justamente sobre ninguno. Dios sería injusto si demandara dos veces esta pena extrema, primero del sustituto y luego de las personas como tales. De modo que, la conclusión que la expiación de Cristo no se extiende a todos los hombres sino que es limitada para aquellos por quienes Él se presentó como garantía; es decir, para aquellos que componen su verdadera Iglesia.

6. EL PROPÓSITO DIVINO EN EL SACRIFICIO DE CRISTO

Si la muerte de Cristo tuviese el propósito de salvar a todos los hombres, entonces debemos decir que Dios o fue incapaz o no quiso llevar a cabo sus planes. Pero, como la obra de Dios es siempre eficiente, aquellos para quienes se realizó la expiación y aquellos que son en realidad salvos deben ser la misma gente. Los Arminianos suponen que los propósitos de Dios son mutables, y que sus propósitos pueden fracasar. Al decir que Él envió a Su Hijo para redimir a todos los hombres, pero que después de ver que tal plan no podría ser llevado a cabo “eligió” a aquellos a quienes previó que tendría fe y se arrepentirían, representan a Dios como deseando lo que nunca llega a suceder, como suspendiendo sus propósitos y planes a causa de los actos volitivos y acciones de las criaturas que dependen totalmente de Él. Ningún ser racional que tenga la sabiduría y el poder para llevar a cabo sus planes se propone lo que nunca realiza o adopta planes para un fin que nunca se consigue. Mucho menos que Dios, cuya sabiduría y poder son infinitos vaya a trabajar de esta manera. Podemos estar seguros que si algunos hombres están perdidos Dios nunca determinó su salvación, y nunca creó ni puso en operación ningún medio diseñado para llevar a cabo tal fin.

Jesús mismo limitó el propósito de su muerte cuando dijo, “yo pongo mi vida por las ovejas.” Por lo tanto, si Él puso su vida por las ovejas, el carácter expiatorio de su obra no fue universal. En otra ocasión les dijo a los Fariseos, “Vosotros no sois mis ovejas;” y otra vez, “vosotros sois de vuestro padre el Diablo.” ¿Sostendrá alguno que Él puso su vida por estos, viendo que tan deliberadamente los excluye? El ángel que se le apareció a José le dijo que el hijo de María sería llamado JESÚS, porque su misión en el mundo era salvar a su pueblo de sus pecados. Entonces, Él vino no meramente para hacer posible la salvación sino para salvar realmente a Su pueblo; y podemos esperar con confianza que lo que vino a hacer realmente ha sido llevado a cabo.

Puesto que la obra de Dios nunca es en vano, aquellos que son escogidos por el Padre, aquellos que son redimidos por el Hijo, y aquellos que son santificados por el Espíritu Santo  o en otras palabras, la elección, redención y santificación  debe incluir a las mismas personas. La doctrina Arminiana de una expiación universal no las pone a todas en un mismo plano y destruye así la perfecta armonía en el seno de la  Trinidad. La redención universal implica la salvación universal.

Cristo declaró que los elegidos y los redimidos eran las mismas personas cuando en la oración intercesora dijo, “tuyos eran, y me los diste,” y “yo ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por los que me diste; porque tuyos son y todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío; y he sido glorificado en ellos,” Juan 17:6, 9, 10. Y otra vez, “Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen, así como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; y pongo mi vida por las ovejas,” Juan 10:14, 15. Se encuentra la misma enseñanza cuando se nos dice que “mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre,” Hechos 20:28. Se nos dice que “Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella,” Ef. 5:25; y que Él puso su vida por sus amigos, Juan 15:13. Cristo murió por aquellos como Pablo y Juan, no por aquellos como Faraón y Judas, quienes eran “cabras” y no ovejas. No podemos decir que su muerte tuvo el propósito de cubrirlos a todos a menos que digamos que Faraón, Judas, etc., eran de las ovejas, amigos y parte de la Iglesia de Cristo.

Además, cuando se dice que Cristo dio su vida por su Iglesia, o por su pueblo, creemos que es imposible creer que Él se dio a sí mismo por los reprobados lo mismo que por aquellos que tenía el propósito de salvar. La humanidad se divide en dos clases y lo que se afirma de manera distintiva con respecta a una se niega, por implicación, respecto a la otra. En cada caso se dice algo de aquellos que pertenecen a un grupo que no es verdad de aquellos que pertenecen al otro. Cuando se dice que un hombre trabaja y sacrifica su salud y fuerza por causa de sus hijos, se niega así que el motivo que le controla sea la mera filantropía, o que el motivo que tuviese en mente fuese el bien de la sociedad. Y cuando se dice que Cristo murió por su pueblo se niega que haya muerto igualmente por todos los hombres.

7. LA EXCLUSIÓN DE LOS NO ELEGIDOS

No fue, entonces, un amor general e indiscriminado del cual todos los hombres fueron igualmente objeto, sino un amor peculiar, misterioso e infinito por sus elegidos, el cual hizo que Dios enviara a Su Hijo al mundo para sufrir y morir. Cualquier teoría que niegue esta verdad tan grande y preciosa, y que explique este amor como una mera benevolencia o filantropía indiscriminada que tuvo a todos los hombres como su objeto, a muchos de los cuales se les permite perecer, debe ser antibíblica. Cristo murió no por una masa caótica, sino por su pueblo,  su novia, su Iglesia.

Un granjero valora su campo. Pero nadie supone que se preocupa igualmente por cada planta que allí crece, por la “cizaña” lo mismo que por el “trigo.” El campo de Dios es el mundo, Mateo 13:38, y lo ama con un ojo puesto de manera exclusiva en su “buena semilla,” los hijos del reino, y no en los hijos del malo. No es la totalidad de la humanidad la que es igualmente amada por Dios y redimida de manera indistinta por Cristo. Dios no necesariamente comunica su bondad, como la luz de su sol, o como la sombra refrescante de un árbol, los cuales no escogen sus objetos, sino que sirven a todos de forma indiferente sin variación o distinción. Esto sería convertir a Dios en un ser que no tendría más entendimiento que el sol, el cual brilla no donde le place, sino donde debe. Él es una persona con entendimiento, y tiene el derecho soberano de escoger sus propios objetos.

En Génesis leemos que Dios “puso enemistad” entre la simiente de la mujer y la simiente de la serpiente. Ahora, ¿qué se quiere dar a entender con la simiente de la mujer y la simiente de la serpiente? En un primer momento podríamos suponer que la simiente de la mujer significaría toda la raza humana que desciende de Eva. Pero en Gálatas 3:16 Pablo usa este término “simiente,” y lo aplica a Cristo como individuo. “No dice: Y a las simientes, como si hablase de muchos, sino como de uno: Y a tu simiente, la cual es Cristo.” Cuando investigamos un poco más también encontramos que la simiente de la serpiente no significa los descendientes literales del Diablo, sino aquellos miembros no elegidos de la raza humana, quienes participan de su naturaleza pecaminosa. Jesús dijo de sus enemigos, “Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer,” Juan 8:44. Pablo denunció a Elimas el mago como hijo del Diablo y enemigo de toda justicia. Judas incluso es llamado un diablo, Juan 6:70. De modo que la simiente de la mujer y la simiente de la serpiente son, cada una en particular, parte de la raza humana. En otras partes de la Escritura encontramos que Cristo y su pueblo son “uno,” que Él habita en ellos y está unido a ellos así como se hallan unidas la viña y las ramas. Y dado que, en el mismo principio Dios “puso enemistad” entre estos dos grupos, está claro que nunca amó a todos por igual, ni tuvo el propósito de redimir a todos por igual. La redención universal y la sentencia de Dios contra la serpiente son cosas que no pueden ir juntas.

Existe también un paralelo que debe notarse entre el sumo sacerdote del antiguo Israel, y Cristo, quien es nuestro sumo sacerdote; el primero, se nos dice, fue un tipo del segundo. En el gran día de expiación el sumo sacerdote ofrecía sacrificios por los pecados de las doce tribus de Israel. Intercedía por ellos y solamente por ellos. De igual manera, Cristo oró no por el mundo sino por Su pueblo. La intercesión del sumo sacerdote aseguraba para los israelitas las bendiciones de las cuales eran excluidos todos los otros pueblos; y la intercesión de Cristo, la cual también es limitada pero de un orden mucho mayor, ciertamente será eficaz en el sentido más elevado, pues el Padre le escucha siempre. Además, no es necesario que la misericordia de Dios se extienda a todos los hombres sin excepción antes que pueda llamarse, verdadera y apropiadamente, infinita; pues todos los hombres, tomados en conjunto, no constituirían una multitud estricta y apropiadamente infinita. Las Escrituras nos dicen con claridad que el diablo y los ángeles caídos son dejados fuera de sus propósitos benevolentes. Pero su misericordia es infinita en el sentido que rescata a la gran multitud de sus elegidos del pecado y la miseria indescriptibles y eternas a la bendición indescriptible y eterna.

Aunque los Arminianos sostienen que Cristo murió igualmente por todos los hombres y que obtuvo suficiente gracia para facultar a todos los hombres para arrepentirse, creer y perseverar, si tan solo cooperan en ello, también sostienen que aquellos que se rehúsan a cooperar serán, debido a eso, y por toda la eternidad, castigados mucho más severamente que si Cristo nunca hubiese muerto por ellos en absoluto. Vemos que hasta aquí en la historia de la raza humana la gran proporción de la población adulta ha fallado al no cooperar y de este modo se les ha permitido acarrear sobre sí mismos una miseria mayor, como si Cristo jamás hubiese venido. Ciertamente, un concepto que permite que la obra de redención de Dios caiga en tal fracaso, y que arroja tan poca gloria sobre la expiación de Cristo, no puede ser verdadero. Mucho más del amor y la misericordia de Dios por su pueblo se ven en las doctrinas Calvinistas de la elección incondicional y la expiación limitada de lo que se ve en la doctrina Arminiana de la elección condicional y la expiación ilimitada.

8. EL ARGUMENTO DEL PRECONOCIMIENTO DE DIOS

El argumento de la presciencia de Dios es, en sí mismo, suficiente para probar esta doctrina. ¿No es infinita la mente de Dios? ¿No son perfectas sus percepciones? ¿Quién puede creer que Él, como un débil mortal, va a “disparar a la bandada sin percibir las aves individuales”? Puesto que Él supo de antemano quienes serían aquellos que serían salvos y los Arminianos más evangélicos admiten que Dios tiene un preconocimiento exacto de todos los eventos  no hubiese enviado a Cristo tratando de salvar a aquellos de quienes Él sabía de antemano, y de manera positiva, que se perderían. Pues, como señala Calvino, “¿Dónde hubiese estado la consistencia de Dios llamando para sí a aquellos que Él sabe que nunca vendrán?” Si un hombre sabe que en un cuarto contiguo hay diez naranjas, siete de las cuales son buenas y las restantes podridas, no entra al cuarto esperando obtener diez naranjas buenas. O si se sabe de antemano que de un grupo de cincuenta hombres a quienes se les han enviado invitaciones a un banquete diez de ellos no van a venir, el anfitrión no distribuye las invitaciones esperando que aquellos diez vayan a aceptar lo mismo que los otros. Aquellos que así piensan se engañan a sí mismos admitiendo el preconocimiento de Dios y diciendo que Cristo murió por todos los hombres; ¿pues, qué es eso sino atribuirle una locura a Aquel cuyos caminos son perfectos? Representar a Dios como alguien que se esfuerza con seriedad en hacer lo que Él sabe que no hará es representarle como alguien que actúa de manera insensata.

9. CIERTOS BENEFICIOS QUE SE EXTIENDEN A LA HUMANIDAD EN GENERAL

En conclusión, se debe decir que los Calvinistas no niegan que la humanidad en general recibe algunos beneficios importantes de la expiación de Cristo. Los Calvinistas admiten que frena la pena que hubiese sido inflingida sobre toda la raza a causa del pecado de Adán; que forma una base para la predicación del Evangelio e introduce así en el mundo muchas influencias morales que elevan el espíritu y restringen las influencias maléficas. Pablo pudo decirle al pueblo pagano de Listra que Dios “no se dejó a sí mismo sin testimonio, haciendo bien, dándonos lluvia del cielo y tiempos fructíferos, llenando de sustento y alegría nuestros corazones,” Hechos 14:17. Dios hace que su sol brille sobre malos y buenos, y envía la lluvia sobre justos e injustos. De este modo se aseguran muchas bendiciones temporales para todos los hombres, aunque estas no son suficientes para asegurar la salvación.

Cunningham ha declarado la creencia de los Calvinistas muy claramente en el siguiente párrafo:  “No se niega, por parte de aquellos que defienden la redención particular, o una expiación limitada, que la humanidad en general, aún aquellos que perecen en última instancia, obtenga algunas ventajas o beneficios de la muerte de Cristo; y ninguna posición que afirmen requiere que nieguen esto. Ellos creen que se han acumulado importantes beneficios para toda la raza humana a partir de la muerte de Cristo, y que de estos beneficios participan aquellos que son finalmente impenitentes e incrédulos. Lo que niegan es, que Cristo tuvo el propósito de procurar, o que procurara, estas bendiciones para todos los hombres que son los frutos apropiados y particulares de su muerte, en su carácter específico de expiación que Él procurara u obtuviese redención – es decir, perdón y reconciliación para todos los hombres. Muchas bendiciones fluyen hacia la humanidad en general a partir de la muerte de Cristo, colateral e incidentalmente, como consecuencia de la relación en la cual los hombres, vistos colectivamente, se hallan los unos para con los otros. Todos estos beneficios, por supuesto, fueron previstos por Dios, cuando resolvió enviar a Su Hijo al mundo; fueron contemplados o diseñados por Él, en cuanto a lo que los hombres recibirían y disfrutarían. Han de ser considerados y recibidos como otorgados por Él, y como tales, manifestando su gloria, indicando su carácter y logrando realmente sus propósitos; y han de ser vistos como viniendo a los hombres por medio del canal de la mediación de Cristo de su sufrimiento y muerte.”

Hay, entonces, un cierto sentido en el cual Cristo murió por todos los hombres, y no le respondemos al concepto Arminiano con una negativa absoluta. Pero lo que sí sostenemos es que la muerte de Cristo tuvo especial referencia a los elegidos, en el sentido que fue efectiva para su salvación, y que los efectos que se producen en otros son únicamente incidentales en cuanto a este gran propósito.

Por Loraine Boettner
Soli Deo Gloria