lunes, 30 de diciembre de 2019

Escuchando sermones en un mundo posmoderno

"Predica la palabra; insiste a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con mucha paciencia e instrucción. Porque vendrá tiempo cuando no soportarán la sana doctrina, sino que, teniendo comezón de oídos, acumularán para sí maestros conforme a sus propios deseos; y apartarán sus oídos de la verdad, y se volverán a mitos." (2 Timoteo 4:2-4)

Hoy vivimos en un mundo posmoderno. Nos preguntamos entonces ¿Cuál es el lugar que ocupa un sermón en un mundo así y cómo afecta cuando escuchamos un sermón?

En pocas palabras: en el modernismo, te enfocaste en la verdad del mensaje: ¿es verdad? Yo lo creo. ¿Es falso? No lo creo En la posmodernidad, te enfocas en tus sentimientos sobre el mensaje, y particularmente sobre el mensajero: ¿Me gusta? Yo lo creo. ¿Estoy irritado por él?, No lo creo, por eso el eslogan del postmodernista es una filosofía escéptica que no acepta verdades absolutas, que sostiene que todo es relativo y nadie conoce la verdad. Específicamente Jesús no es el camino, la verdad y la vida, sino que es solamente “un camino”, uno de muchos caminos para alcanzar la auto satisfacción personal y el contentamiento con las acciones propias.

Las premisas del postmodernismo se han filtrado a nuestra cultura de una manera tan subrepticia que la gente comienza a creer que esas premisas son sus propias ideas y opiniones. Especialmente cuando se trata de asuntos de la fe la discusión siempre alcanza niveles de subjetividad que se explican con la popular frase “cada quien cree lo que quiere, y es válido, y está bien”. Muy parecido a la frase que se repite en el libro de los Jueces, “en aquellos días no había rey en Israel. Cada quien hacía como bien le parecía”.

Siempre ha habido algo artificial en esta línea divisoria en la historia entre la Era del Modernismo y la Era del Postmodernismo. Ya en el siglo I d. C. Jesús tuvo que lidiar con posmodernistas, fariseos y abogados, quienes no recibieron su mensaje porque estaban molestos con Él (Lucas 7: 30-34); y Pablo advirtió contra aquellos que no soportarán la sana doctrina, pero de acuerdo con sus propios deseos, porque tienen picazón en los oídos, se acumularán por sí mismos maestros (2 Timoteo 4: 3). Por otro lado hoy, incluso en este mundo posmoderno, el cristiano sincero todavía está preocupado por llegar a algo como la verdad objetiva.

La verdad es que la mayor parte de la historia, así como la mayoría de nosotros hoy, siempre nos hemos sentado en algún lugar del espectro entre el modernismo y la posmodernidad cuando se trata de escuchar sermones. Esto no es del todo malo: después de todo, la buena comunicación se trata de la relación, así como del contenido. Pero la cultura predominante del posmodernismo significa que hoy estamos mucho más preparados para evaluar el mensaje por los sentimientos (lo que Pablo llama, nuestros propios deseos) que por si es o no objetivamente cierto. Esto ha ayudado a crear el fenómeno actual del predicador famoso; Además de esto, ahora es más fácil que nunca acceder a su predicador favorito en Internet.

Mi palabra para los oyentes es: concéntrese en el mensaje, no en el hombre. Su relación con el predicador (si él es su pastor) es importante; y puede irritarte a veces, pero esto es producto de cualquier relación personal, al igual que el predicador famoso (con quien no tienes una relación personal) irrita a algunos en su propia congregación a veces. Pero intente y no permita que eso afecte la forma en que escucha; Es una marca de madurez enfocarse en lo que Dios le está diciendo en el mensaje en lugar de en algunas cosas que pueden irritarle acerca del mensajero. Centrarse principalmente en los sentimientos es una marca de inmadurez (observe la referencia de Jesús a los "niños" en Lucas 7:32 arriba, y la referencia de Pablo a los "oídos que pican"). Además, a diferencia del predicador famoso, tu pastor te conoce y buscará predicar lo que te ayudará en particular.

Mi palabra para los PREDICADORES es: Céntrate en la verdad y en tu gente, no en ser el mejor orador. Como pastor, debes cuidar las almas de tu pueblo; y, al cuidar sus almas, si saben que te importan, obtendrás una puerta abierta en sus oídos y corazones, para poder comunicar lo que es por su propio bien, incluso si a veces las irrita inicialmente. Un predicador famoso de internet (que no tiene una relación personal con su audiencia) puede actuar sin ser pastor; pero no puedes ser un predicador en una congregación local sin ser pastor; Como predicador / pastor, debes construir relaciones.

Recordar ahora que el postmodernismo se está infiltrando en la iglesia con mayor fuerza que nunca. Antes los pastores eran un símbolo de confianza y de una investidura especial en el papel de maestro de las Escrituras, un hombre de Dios digno de respeto que cuida en oración al rebaño, ahora es el que debe estar buscando la mejor manera de entretener a la congregación para que no se vayan a otra iglesia donde la música es mejor y más fuerte, el espectáculo tiene más luces o simplemente tienen mejores juguetes tecnológicos. En muchos casos ya no se trata de Dios sino de que la gente se sienta bien consigo misma.

Un pastor puede explicar con detalle y enseñarle a la congregación el significado de un texto específico de las Escrituras tras una cuidadosa investigación y un trabajo exegético metódico. Pudo pasar muchas horas estudiando el griego o el significado hebreo de las palabras, el contexto cultural, el trasfondo social del texto para cavar y extraer los principios que trascienden edad y cultura. Llega el domingo y presenta las verdades de Dios de una manera sencilla pero poderosa de tal forma que la verdad de Dios resplandece…hasta que la mente postmodernista dice “Bueno, eso es lo que el pastor piensa, yo no estoy de acuerdo, yo no creo que nadie vaya al Padre si no es por medio de Jesús, el dios en el que yo creo es más amoroso que el del pastor”.

Con esta tendencia escéptica el postmodernismo ha tornado a cada persona en un experto en su propia opinión. Han tirado a la basura el proverbio que dice “No seas sabio en tu propia opinión; teme a Jehová y, apártate del mal” (Prov. 3:7). Pareciera que de hecho estamos viviendo en la generación de la que Pablo le advirtió a Timoteo en 2 de Timoteo 4: “Por que vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que, teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas”.

Ese falso escepticismo “en busca de la verdad” es en realidad una excusa para complacer nuestras pasiones y volver a la búsqueda idólatra del “dios interior”. Es muy parecido a lo que Pablo explica en Romanos 1 cuando habla sobre la gente que cambió la verdad de Dios por una mentira.

El postmodernismo está aquí y se ha arraigado en nuestra cultura, nuestra iglesia y, en muchos casos, es tan discreto que pudiera estar en muchos de nuestros “propios” pensamientos. Pero ¿Cómo podemos aprovechar sus fortalezas y debilidades para el progreso del Evangelio? ¿Qué podemos hacer como comunidad de creyentes para enfrentar el maremoto de esta era que amenaza con hundir a la iglesia?

Yo creo que la clave la podemos encontrar en la Palabra de Dios, en el libro de 2 Timoteo 4:2: “Predica la Palabra”. No hay nada tan precioso, tan inmenso, tan claro, tan verdadero, tan transformador, tan liberador, tan refrescante como la Palabra de Dios. ¡Es el mismísimo aliento de Dios! Es la Palabra de Dios inspirada, inerrante, infalible, suficiente, y con la autoridad de Dios. No necesitamos vencer la mente postmodernista, simplemente necesitamos predicar la Palabra. No es irracional, no es ilógica, no contradice la vida o la historia, no es una fabricación humana… es la Palabra de Dios con la autoridad del Creador y que puede hacerte “sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús” (2 Timoteo 3:15).

El Postmodernismo cuestiona la fe como si fuera “un salto a ciegas” sin embargo no es así. Dios nunca nos ha pedido que creamos en Él sin pruebas de quien Él es. Leemos acerca de las plagas en Egipto para que la gente pueda ver que Él es Dios. En cada una de esas plagas Dios derrotó a las falsas deidades de los egipcios y les mostró a ellos y a todo el mundo que solo Él es Dios, el creador y sustentador de todo. Una y otra vez vemos a Dios haciendo todo tipo de cosas sobrenaturales a la vista de la gente para que crean.

El Señor nos da Su Palabra y deja muy en claro que se trata de Su Palabra a través de profecías muy específicas que debían cumplirse en su tiempo como testimonio a los oyentes de que las palabras verdaderamente venían de parte de Dios. Se cumplieron profecías específicas con nombres, años y naciones. ¡Más de 300 profecías acerca de Jesús se cumplieron al pie de la letra! ¡No hay razón alguna para ser escépticos acerca de la Biblia!

Como ultima demostración de su bondad, carácter y deidad soberana Dios mismo vino en carne y hueso y caminó por la tierra en la persona de Jesús. Realizó milagros e hizo todo lo que se había profetizado acerca de Él en el Antiguo Testamento. Dijo ser Dios y lo demostró con Su resurrección ante cientos de testigos durante un periodo de ¡40 días! Jesús mismo dio testimonio de las Escrituras como La Palabra de Dios.

Resulta no solamente lógico sino necesario confiar en la Biblia como la autoridad para todos los asuntos espirituales. Podemos escuchar todo tipo de ideas postmodernistas, pero invariablemente surgen de fuentes personales, ideas o el pensamiento humano. La pregunta es ¿Quién es la autoridad? ¿Quién conoce mejor los asuntos espirituales que Dios mismo?

Podemos deslumbrarnos con todas las nuevas aplicaciones y los cambios de nuestro mundo, pero una cosa es verdad, somos escépticos de las cosas que nos conviene ser escépticos y a veces confiamos irracionalmente en aquellas cosas sobre las que deberíamos ser escépticos. Para darle un ejemplo tenemos un falso sentido de seguridad detrás de las puertas cerradas de nuestro hogar. Confiamos en que el seguro será suficiente hasta que alguien abre la puerta de una patada. Confiamos que estamos a salvo tras el volante con el cinturón de seguridad ajustado hasta que un camión nos golpea de frente o una avalancha nos entierra…Nos hacen creer que tenemos el control de las cosas, pero el hombre más sabio del mundo comparte sus pensamientos con toda la humanidad, al final de su vida, y nos revela que no tenemos el control sobre nada. Si hemos de ser escépticos acerca de algo, más nos valiera ser escépticos de nuestros propios pensamientos. Todo en este mundo, lejos de Dios, es vanidad. Y este hombre terminó su antiguo libro con estas palabras: “El fin de todo discurso oído es este: teme a Dios y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre. Porque Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o sea mala” (Ecl. 12:13).

"Reteniendo la palabra fiel que es conforme a la enseñanza, para que sea capaz también de exhortar con sana doctrina y refutar a los que contradicen. Porque hay muchos rebeldes, habladores vanos y engañadores, especialmente los de la circuncisión, a quienes es preciso tapar la boca, porque están trastornando familias enteras, enseñando, por ganancias deshonestas, cosas que no deben." (Tito 1:9-11)
Soli Deo Gloria