"Predica la palabra; insiste a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con mucha paciencia e instrucción. Porque vendrá tiempo cuando no soportarán la sana doctrina, sino que, teniendo comezón de oídos, acumularán para sí maestros conforme a sus propios deseos; y apartarán sus oídos de la verdad, y se volverán a mitos." (2 Timoteo 4:2-4)
Hoy vivimos en un mundo
posmoderno. Nos preguntamos entonces ¿Cuál es el lugar que ocupa un sermón en
un mundo así y cómo afecta cuando escuchamos un sermón?
En pocas palabras: en el
modernismo, te enfocaste en la verdad del mensaje: ¿es verdad? Yo lo creo. ¿Es
falso? No lo creo En la posmodernidad, te enfocas en tus sentimientos sobre el
mensaje, y particularmente sobre el mensajero: ¿Me gusta? Yo lo creo. ¿Estoy
irritado por él?, No lo creo, por eso el eslogan del postmodernista es una
filosofía escéptica que no acepta verdades absolutas, que sostiene que todo es
relativo y nadie conoce la verdad. Específicamente Jesús no es el camino, la
verdad y la vida, sino que es solamente “un camino”, uno de muchos caminos para
alcanzar la auto satisfacción personal y el contentamiento con las acciones
propias.
Las premisas del
postmodernismo se han filtrado a nuestra cultura de una manera tan subrepticia
que la gente comienza a creer que esas premisas son sus propias ideas y
opiniones. Especialmente cuando se trata de asuntos de la fe la discusión
siempre alcanza niveles de subjetividad que se explican con la popular frase
“cada quien cree lo que quiere, y es válido, y está bien”. Muy parecido a la
frase que se repite en el libro de los Jueces, “en aquellos días no había rey
en Israel. Cada quien hacía como bien le parecía”.
Siempre ha habido algo
artificial en esta línea divisoria en la historia entre la Era del Modernismo y
la Era del Postmodernismo. Ya en el siglo I d. C. Jesús tuvo que lidiar con
posmodernistas, fariseos y abogados, quienes no recibieron su mensaje porque
estaban molestos con Él (Lucas 7: 30-34);
y Pablo advirtió contra aquellos que no soportarán la sana doctrina, pero de
acuerdo con sus propios deseos, porque tienen picazón en los oídos, se
acumularán por sí mismos maestros (2
Timoteo 4: 3). Por otro lado hoy, incluso en este mundo posmoderno, el
cristiano sincero todavía está preocupado por llegar a algo como la verdad
objetiva.
La verdad es que la mayor
parte de la historia, así como la mayoría de nosotros hoy, siempre nos hemos
sentado en algún lugar del espectro entre el modernismo y la posmodernidad
cuando se trata de escuchar sermones. Esto no es del todo malo: después de
todo, la buena comunicación se trata de la relación, así como del contenido.
Pero la cultura predominante del posmodernismo significa que hoy estamos mucho
más preparados para evaluar el mensaje por los sentimientos (lo que Pablo
llama, nuestros propios deseos) que por si es o no objetivamente cierto. Esto
ha ayudado a crear el fenómeno actual del predicador famoso; Además de esto,
ahora es más fácil que nunca acceder a su predicador favorito en Internet.
Mi palabra para los oyentes
es: concéntrese en el mensaje, no en el hombre. Su relación con el predicador
(si él es su pastor) es importante; y puede irritarte a veces, pero esto es
producto de cualquier relación personal, al igual que el predicador famoso (con
quien no tienes una relación personal) irrita a algunos en su propia
congregación a veces. Pero intente y no permita que eso afecte la forma en que
escucha; Es una marca de madurez enfocarse en lo que Dios le está diciendo en
el mensaje en lugar de en algunas cosas que pueden irritarle acerca del
mensajero. Centrarse principalmente en los sentimientos es una marca de
inmadurez (observe la referencia de Jesús a los "niños" en Lucas 7:32 arriba, y la referencia de
Pablo a los "oídos que pican"). Además, a diferencia del predicador
famoso, tu pastor te conoce y buscará predicar lo que te ayudará en particular.
Mi palabra para los
PREDICADORES es: Céntrate en la verdad y en tu gente, no en ser el mejor
orador. Como pastor, debes cuidar las almas de tu pueblo; y, al cuidar sus
almas, si saben que te importan, obtendrás una puerta abierta en sus oídos y
corazones, para poder comunicar lo que es por su propio bien, incluso si a
veces las irrita inicialmente. Un predicador famoso de internet (que no tiene
una relación personal con su audiencia) puede actuar sin ser pastor; pero no
puedes ser un predicador en una congregación local sin ser pastor; Como
predicador / pastor, debes construir relaciones.
Recordar ahora que el
postmodernismo se está infiltrando en la iglesia con mayor fuerza que nunca. Antes
los pastores eran un símbolo de confianza y de una investidura especial en el
papel de maestro de las Escrituras, un hombre de Dios digno de respeto que
cuida en oración al rebaño, ahora es el que debe estar buscando la mejor manera
de entretener a la congregación para que no se vayan a otra iglesia donde la
música es mejor y más fuerte, el espectáculo tiene más luces o simplemente
tienen mejores juguetes tecnológicos. En muchos casos ya no se trata de Dios
sino de que la gente se sienta bien consigo misma.
Un pastor puede explicar con
detalle y enseñarle a la congregación el significado de un texto específico de
las Escrituras tras una cuidadosa investigación y un trabajo exegético
metódico. Pudo pasar muchas horas estudiando el griego o el significado hebreo
de las palabras, el contexto cultural, el trasfondo social del texto para cavar
y extraer los principios que trascienden edad y cultura. Llega el domingo y
presenta las verdades de Dios de una manera sencilla pero poderosa de tal forma
que la verdad de Dios resplandece…hasta que la mente postmodernista dice
“Bueno, eso es lo que el pastor piensa, yo no estoy de acuerdo, yo no creo que
nadie vaya al Padre si no es por medio de Jesús, el dios en el que yo creo es
más amoroso que el del pastor”.
Con esta tendencia escéptica
el postmodernismo ha tornado a cada persona en un experto en su propia opinión.
Han tirado a la basura el proverbio que dice “No seas sabio en tu propia
opinión; teme a Jehová y, apártate del mal” (Prov. 3:7). Pareciera que de hecho estamos viviendo en la
generación de la que Pablo le advirtió a Timoteo en 2 de Timoteo 4: “Por que vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana
doctrina, sino que, teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a
sus propias concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a
las fábulas”.
Ese falso escepticismo “en
busca de la verdad” es en realidad una excusa para complacer nuestras pasiones
y volver a la búsqueda idólatra del “dios interior”. Es muy parecido a lo que
Pablo explica en Romanos 1 cuando
habla sobre la gente que cambió la verdad de Dios por una mentira.
El postmodernismo está aquí
y se ha arraigado en nuestra cultura, nuestra iglesia y, en muchos casos, es
tan discreto que pudiera estar en muchos de nuestros “propios” pensamientos.
Pero ¿Cómo podemos aprovechar sus fortalezas y debilidades para el progreso del
Evangelio? ¿Qué podemos hacer como comunidad de creyentes para enfrentar el
maremoto de esta era que amenaza con hundir a la iglesia?
Yo creo que la clave la
podemos encontrar en la Palabra de Dios, en el libro de 2 Timoteo 4:2: “Predica la
Palabra”. No hay nada tan precioso, tan inmenso, tan claro, tan verdadero, tan
transformador, tan liberador, tan refrescante como la Palabra de Dios. ¡Es el
mismísimo aliento de Dios! Es la Palabra de Dios inspirada, inerrante,
infalible, suficiente, y con la autoridad de Dios. No necesitamos vencer la mente
postmodernista, simplemente necesitamos predicar la Palabra. No es irracional,
no es ilógica, no contradice la vida o la historia, no es una fabricación
humana… es la Palabra de Dios con la autoridad del Creador y que puede hacerte
“sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús” (2 Timoteo 3:15).
El Postmodernismo cuestiona
la fe como si fuera “un salto a ciegas” sin embargo no es así. Dios nunca nos
ha pedido que creamos en Él sin pruebas de quien Él es. Leemos acerca de las
plagas en Egipto para que la gente pueda ver que Él es Dios. En cada una de
esas plagas Dios derrotó a las falsas deidades de los egipcios y les mostró a
ellos y a todo el mundo que solo Él es Dios, el creador y sustentador de todo.
Una y otra vez vemos a Dios haciendo todo tipo de cosas sobrenaturales a la
vista de la gente para que crean.
El Señor nos da Su Palabra y
deja muy en claro que se trata de Su Palabra a través de profecías muy
específicas que debían cumplirse en su tiempo como testimonio a los oyentes de
que las palabras verdaderamente venían de parte de Dios. Se cumplieron
profecías específicas con nombres, años y naciones. ¡Más de 300 profecías
acerca de Jesús se cumplieron al pie de la letra! ¡No hay razón alguna para ser
escépticos acerca de la Biblia!
Como ultima demostración de su
bondad, carácter y deidad soberana Dios mismo vino en carne y hueso y caminó
por la tierra en la persona de Jesús. Realizó milagros e hizo todo lo que se
había profetizado acerca de Él en el Antiguo Testamento. Dijo ser Dios y lo
demostró con Su resurrección ante cientos de testigos durante un periodo de ¡40
días! Jesús mismo dio testimonio de las Escrituras como La Palabra de Dios.
Resulta no solamente lógico
sino necesario confiar en la Biblia como la autoridad para todos los asuntos
espirituales. Podemos escuchar todo tipo de ideas postmodernistas, pero
invariablemente surgen de fuentes personales, ideas o el pensamiento humano. La
pregunta es ¿Quién es la autoridad? ¿Quién conoce mejor los asuntos
espirituales que Dios mismo?
Podemos deslumbrarnos con
todas las nuevas aplicaciones y los cambios de nuestro mundo, pero una cosa es
verdad, somos escépticos de las cosas que nos conviene ser escépticos y a veces
confiamos irracionalmente en aquellas cosas sobre las que deberíamos ser
escépticos. Para darle un ejemplo tenemos un falso sentido de seguridad detrás
de las puertas cerradas de nuestro hogar. Confiamos en que el seguro será suficiente
hasta que alguien abre la puerta de una patada. Confiamos que estamos a salvo
tras el volante con el cinturón de seguridad ajustado hasta que un camión nos
golpea de frente o una avalancha nos entierra…Nos hacen creer que tenemos el
control de las cosas, pero el hombre más sabio del mundo comparte sus
pensamientos con toda la humanidad, al final de su vida, y nos revela que no
tenemos el control sobre nada. Si hemos de ser escépticos acerca de algo, más
nos valiera ser escépticos de nuestros propios pensamientos. Todo en este
mundo, lejos de Dios, es vanidad. Y este hombre terminó su antiguo libro con
estas palabras: “El fin de todo discurso oído es este: teme a Dios y guarda sus
mandamientos; porque esto es el todo del hombre. Porque Dios traerá toda obra a
juicio, juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o sea mala” (Ecl. 12:13).
"Reteniendo la palabra fiel que es conforme a la enseñanza, para que sea capaz también de exhortar con sana doctrina y refutar a los que contradicen. Porque hay muchos rebeldes, habladores vanos y engañadores, especialmente los de la circuncisión, a quienes es preciso tapar la boca, porque están trastornando familias enteras, enseñando, por ganancias deshonestas, cosas que no deben." (Tito 1:9-11)
Soli Deo Gloria