martes, 15 de agosto de 2017

Viviendo bajo la Gracia

En El tenemos redención mediante su sangre, el perdón de nuestros pecados según las riquezas de su gracia. (Efesios 1:7)

Pero vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido para posesión de Dios , a fin de que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable. (1 Pedro 2:9) 
Uno de los conceptos bíblicos más significativos como cristiano es entender la diferencia entre los indicativos e imperativos del Evangelio. Los "indicativos" del Evangelio son aquellas declaraciones que nos dicen lo que Dios ha hecho por nosotros en Cristo, y lo que nos ha sucedido como resultado. Por ejemplo, en 2 Corintios 5:17 y 21, se nos dice: "De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es ; las cosas viejas pasaron; he aquí, son hechas nuevas. ... Al que no conoció pecado, le hizo pecado por nosotros, para que fuéramos hechos justicia de Dios en El." En cada una de estas declaraciones se nos da los hechos de lo que Dios ha hecho para salvarnos en Cristo, y la consecuencia de esa obra salvadora en nuestras vidas. Estos son los indicativos del Evangelio. 

Los "Imperativos" del Evangelio, sin embargo, son las órdenes que nos dicen qué hacer ahora que somos salvos. Por lo tanto, en Colosenses 3: 12-13, se nos ordena a "Entonces, como escogidos de Dios, santos y amados, revestíos de tierna compasión, bondad, humildad, mansedumbre y paciencia; soportándoos unos a otros y perdonándoos unos a otros, si alguno tiene queja contra otro; como Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros." Ahora bien, lo que es de vital importancia para entender acerca de los indicativos e imperativos del Evangelio, es el orden en el que están colocados en la Escritura. Es por eso que, por ejemplo, vemos en la carta de Pablo a los Efesios que él dedica los tres primeros capítulos a lo que Dios ha hecho para salvarlos (indicativos) y luego los últimos tres capítulos sobre cómo deben vivir desde que son salvos (Imperativos). Un punto crucial de mantener los indicativos antes de los imperativos nos ayuda a ver cómo es posible que podamos vivir de la manera que Dios ha establecido. Sólo es debido al hecho de que Dios nos ha redimido por Cristo, dándonos una nueva naturaleza, y ha enviado al Espíritu Santo a habitar en nosotros para que vivamos vidas santas que glorifican a Dios.  
En Romanos 6:14, tenemos un indicativo del Evangelio que tiene el propósito de alentarnos en nuestra lucha contra el pecado y el servicio a Dios (Romanos 6: 12-13).

PrimeroRomanos 6:14 "Porque el pecado no tendrá dominio sobre vosotros, pues no estáis bajo la ley sino bajo la gracia."  Establece nuestra seguridad para perseverar en la santificación. Esta garantía se afirma proclamando que "el pecado no tendrá dominio sobre vosotros". ¡Aquí está un hecho glorioso del Evangelio! La regla y el reino del pecado ha sido roto para siempre sobre el creyente en Cristo. Esta verdad promete a un cristiano que perseverará hasta el fin. 

La segunda verdad fundamental de la vida cristiana en Romanos 6:14, es donde continuamos sobre nuestra posición permanente para la perseverancia. "... puesto que no estás bajo la ley, sino bajo la gracia". Como vivimos la vida cristiana de día en día con el hecho masivo de que el dominio del pecado ha dejado de esclavizarnos; Lo hacemos con el entendimiento de que nuestra posición ya no está bajo la ley sino bajo la gracia. Al no estar bajo la ley, no estamos bajo la maldición y la condenación de la ley. Cuando éramos esclavos del pecado, toda la ley podía hacer era confirmar esa esclavitud y juzgarnos en consecuencia. Mientras que la ley nos muestra lo que Dios requiere para una vida justa, no puede darnos el poder de vivirla ni salvarnos de nuestro pecado que nos mantiene alejados de tal vida. 


Pero gracias a Dios que ya no estamos bajo la ley de esta manera. Más bien, por el poder redentor de Dios en Cristo, la posición permanente de todo su pueblo está bajo la gracia. ¿Qué significa esto? La respuesta a esta pregunta es en realidad una suma de todo lo que el apóstol Pablo había escrito desde Romanos 3 hasta la primera mitad de Romanos 6. En primer lugar, estar bajo la gracia es estar en una posición delante de Dios donde Él nos justificó de lo que Cristo ha hecho para salvarnos y llevarnos a Dios (3: 21-5: 1). Ahora también estamos en el favor de Dios, en paz con Dios, y reconciliados con Él (5: 2-11). Además, para estar bajo la gracia, es estar en una posición en la que ya no estamos en Adán, pero ahora estamos en Cristo.  Así, ya no estamos clasificados como pecadores, sino que ahora estamos clasificados como santos (5: 12-19). Además, puesto que estamos bajo la gracia, hemos muerto a nuestra antigua vida en Adán, habiendo sido esclavizados al poder del pecado (6: 1-7). Bajo la gracia también nos ha colocado a todos en unión espiritual con Cristo (6: 3-5, 8-11). Entonces, tenemos una nueva vida para vivir bajo la gracia que se opone al pecado y sirve a Dios (6: 12-13). Todos estos hechos evangélicos nos confirman como bajo la gracia. 
Soli Deo Gloria



sábado, 12 de agosto de 2017

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Los Ángeles

Tanto es lo que se dice en las Escrituras de ángeles buenos y maIos, y se les adscriben unas funciones de tanta importancia a ambas clases en la providencia de Dios sobre el mundo, y especialmente en la experiencia de su pueblo y de su Iglesia, que la doctrina de la Biblia acerca de ellos no debiera ser pasada por alto. Ha sido general la creencia de que hay criaturas inteligentes más elevadas que el hombre. Ello es tan consonante con la analogía de la naturaleza como para ser sumamente probable incluso en ausencia de cualquier revelación directa acerca del tema. En todos los departamentos de la naturaleza hay una gradación regular desde las formas inferiores a las superiores de vida; desde los hongos vegetales casi invisibles, en las planas, hasta el cedro del Líbano; desde el microbio más diminuto hasta el gigantesco mamut. En el hombre nos encontramos con la primera, y con toda apariencia con la más inferior, de las criaturas racionales. Que él sea la única criatura de su orden es, a priori, tan improbable como que los Insectos sean la única clase de animales irracionales. Hay multitud de razones para la presunción de que la escala de ser entre las criaturas racionales es tan extensa como la del mundo animal. La moderna filosofía que deifica al hombre no deja lugar para ningún orden de seres por encima de él. Pero si la distancia entre Dios y el hombre es infinita, toda la analogía demostraría que los órdenes de criaturas racionales entre nosotros y Dios deben ser inconcebiblemente numerosos. Así como esto es probable por sí mismo, también está claramente revelado en la Biblia como cierto.

1. Su naturaleza
En cuanto a la naturaleza de los ángeles, son descritos: (1) Como espíritus puros, esto es, seres inmateriales e incorpóreos. Las Escrituras no les atribuyen ninguna clase de cuerpo. Suponiendo que el espíritu no conectado con materia no puede actuar por sí mismo, que tampoco puede comunicarse con otros espíritus ni operar en el mundo externo, fue mantenido por muchos, y así decidido en el concilio celebrado en Niza el 784 d.C., que los ángeles tenían que estar formados por éter o luz, opinión ésta que se consideraba apoyada por pasajes como Mt 28:3; Lc 2:9 y otros pasajes en los que se habla de su apariencia luminosa y de La gloria que les acompaña. El Concilio Laterano del 1215 d.C. decidió que eran incorpóreos, y ésta ha sido la opinión común en la Iglesia. ... Por ello, como tales, son invisibles, incorruptibles e inmortales. Su relación con el espacio es descrita como una illocalitas; no ubicuidad u omnipresencia, por cuanto están siempre en algún lugar, y no en todas partes en ningún momento determinado, pero no están confirmados al espacio de una manera limitativa como lo están los cuerpos, y pueden pasar de una porción de espacio a otra. Como espíritus, poseen inteligencia, voluntad y poder. Con respecto a su conocimiento, sea con respecto a sus modos u objetos, no se revela nada en especial. Todo lo que está claro es que en sus facultades intelectivas y en la extensión de su conocimiento son muy superiores a los hombres. También su poder es muy grande, y se extiende sobre la mente y la materia. Tienen poder para comunicarse entre sí y con otras mentes, y para producir efectos en el mundo natural. La grandeza de su poder se manifiesta, (a) Por los hombres y títulos que se les da, como principados, potestades, dominios y gobernadores del mundo. (b) Por la aserción directa de la Escritura, por cuando se dice que son «poderosos en fortaleza»; y (c) Por los efectos atribuidos a su acción. Por grande que pueda ser su poder, está sin embargo sujeto a todas las limitaciones que pertenecen a las criaturas. Los ángeles, por tanto, no pueden crear, no pueden cambiar sustancias, no pueden alterar las leyes de la naturaleza, no pueden ejecutar milagros, no pueden actuar sin medios, y no pueden escudriñar el corazón, por cuanto estas prerrogativas, según la Escritura, son peculiares de Dios. Por ello, el poder de los ángeles es (1) Dependiente y derivado. (2) Tiene que ser ejercitado en conformidad a las leyes del mundo material y espiritual. (3) Su intervención no es optativa, sino permitida u ordenada por Dios, y según su voluntad, y, por lo que al mundo externo concierne, parece que es sólo ocasional y excepcional. Estas limitaciones son de la mayor importancia práctica. No debemos considerar a los ángeles como interpuestos entre nosotros y Dios, ni atribuirles a ellos los efectos que la Biblia en todo lugar atribuye a la acción providencial de Dios.

Errores acerca de esta cuestión

Esta doctrina Escritural, universalmente recibida en la Iglesia, se opone (1) A la teoría de que eran emanaciones efímeras de la Deidad. (2) A la teoría gnóstica de que eran emanaciones permanentes o eones; y (3) A la postura racionalista, que les niega ninguna existencia real, y que atribuye las declaraciones Escriturales bien a supersticiones populares adoptadas por los escritores sagrados en su acomodación a las opiniones de la época, o a personificaciones poéticas de los poderes de la naturaleza. Las bases sobre las que la moderna filosofía niega la existencia de los ángeles no tiene fuerza alguna en oposición a las explícitas declaraciones de la Biblia, que no se pueden rechazar sin rechazar del todo la autoridad de las Escrituras, o sin adoptar unos principios de interpretación destructores de su valor como norma de fe.

2. Su Estado
En cuanto al estado de los ángeles, se enseña claramente que todos eran originalmente santos. También se debe inferir llanamente en base de las declaraciones de la Biblia que fueron sometidos a un período de probación, y que algunos guardaron su primer estado, y que otros no. Los que mantuvieron su integridad son descritos como confirmados en un estado de santidad y gloria. Esta condición, aunque de una seguridad completa, es de perfecta libertad; porque la más absoluta libertad de acción es, según la biblia, coherente con una absoluta certidumbre en cuanto al carácter de tal acción. Estos santos ángeles, evidentemente, no son todos del mismo rango. Esto se evidencia por los términos con que son designados; términos que implican diversidad de orden y autoridad. Unos son príncipes, otros son potentados, otros gobernadores del mundo. Más allá de esto, las Escrituras nada revelan, y las especulaciones de los escolásticos y teólogos acerca de la jerarquía de las huestes angélicas no tienen ni autoridad ni valor.

3. Sus misiones
Las Escrituras enseñan que los santos ángeles son empleados, (1) En el culto de Dios. (2) En la ejecución de la voluntad de Dios. (3) Y especialmente en la ministración a los herederos de salvación. Están descritos como rodeando a Cristo, y como siempre dispuestos a desempeñar cualquier servicio que se les pueda asignar en el avance de su reino. Bajo el Antiguo Testamento aparecieron en repetidas ocasiones a los siervos de Dios, para revelarles Su voluntad. Ellos hirieron a los egipcios; fueron empleados en la promulgación de la ley en el Monte Sinaí; ayudaron a los israelitas durante su peregrinación; destruyeron a sus enemigos; y acamparon alrededor del pueblo de Dios como defensa en horas de peligro. Predijeron y celebraron el nacimiento de Cristo (Mt 1:20; Lc 1:11); le sirvieron a Él en su tentación y padecimientos (Mt 4:11; Lc 22:43); ellos anunciaron Su resurrección y ascensión (Mt 28:2; Jn 20:12). Siguen siendo espíritus ministradores para los creyentes (He 1:14); ellos sacaron a Pedro de la cárcel; ellos velan sobre los niños (Mt 18:10); ellos conducen las almas de los que mueren al seno de Abraham (Lc 16:22); ellos acompañarán a Cristo en su segunda venida, y recogerán a su pueblo en su reino (Mt 13:39; 16:27; 24:31). Tales son las declaraciones generales de las Escrituras acerca de esta cuestión, y con ellas deberíamos contentamos. Sabemos que son los mensajeros de Dios; que ellos son ahora, como siempre lo han sido, empleados en la ejecución de Sus mandatos, pero más que esto no se revela positivamente. Que cada creyente individual tenga un ángel guardián no es algo que se declare con ninguna claridad en la Biblia. La expresión empleada en Mt 18:10, con referencia a los niños pequeños, «cuyos ángeles» se dice que ven el rostro de Dios en el cielo, es entendida por muchos como favorecedora de esta suposición. Lo mismo sucede con el pasaje en Hch 12:7, donde se menciona el ángel de Pedro (v. 15). Pero este último pasaje no demuestra que Pedro tuviera un ángel guardián como tampoco si la criada hubiera dicho que era el fantasma de Pedro demostraría la superstición popular acerca de esta cuestión. El lenguaje registrado no es el de una persona inspirada, sino el de una sierva no instruida, y no puede ser tomado como de autoridad didáctica. Sólo demuestra que los judíos de aquellos tiempos creian en apariciones espirituales. El pasaje en Mateo tiene más relevancia, enseñando que los niños tienen ángeles guardianes; esto es, que hay ángeles encomendados a cuidar de su bienestar. Pero no demuestra que cada niño, ni que cada creyente, tenga su propio ángel de la guarda. En Daniel 10 se hace mención del Príncipe de Persia, del Príncipe de Grecia, y, hablando a los hebreos, de Miguel vuestro Príncipe, en tal sentido que ha llevado a la gran mayoría de los comentaristas y teólogos de todas las eras de la Iglesia a adoptar la opinión de que se ha encomendado a ciertos ángeles la especial supervisión de unos reinos en particular. Por cuanto Miguel, que es llamado Príncipe de los Hebreos, no era el increado Angel del Pacto, ni un príncipe humano, sino un arcángel, parece natural la inferencia de que el Príncipe de Persia y el Príncipe de Grecia eran también ángeles. Pero esta opinión ha sido controvertida por varias razones. (1) Por el silencio de la Escritura acerca de esta cuestión en otros pasajes. Ni en el Antiguo ni en el Nuevo Testamento encontramos indicación alguna de que las naciones paganas tengan o tuvieran un ángel guardián o un mal espíritu puesto sobre ellas. (2) En el v. 13 del décimo capítulo de Daniel los poderes enfrentados contra el ángel Miguel que se apareció al profeta son llamados «los reyes de Persia», al menos según una interpretación de aquel pasaje. (3) En el capítulo siguiente se introducen soberanos terrenales de tal manera que se hace patente que son ellos, y no los ángeles, buenos o malos, los poderes contendientes indicados por el profeta. Es desde luego desaconsejable adoptar en base de la autoridad de un pasaje dudoso en un solo libro de la Escritura una doctrina no sustentada por otras partes de la Palabra de Dios. En tanto que todo esto debe ser admitido, es sin embargo cierto que la interpretación ordinaria del lenguaje del profeta es la más natural, y que nada hay en la doctrina asi enseñada que quede fuera de analogía con las claras enseñanzas de las Escrituras. Está claro, por lo que se enseña en otros lugares, que existen unos seres espirituales más excelsos que el hombre, buenos como malos; que son sumamente numerosos; que son muy poderosos; que tienen acceso a nuestro mundo y que están ocupados en sus asuntos; que tienen diferentes rangos y órdenes; y que sus nombres y títulos indican que ejercen dominio y que actúan como gobernantes. Esto es cierto de los ángeles malos asi como de los buenos; y, siendo cierto, nada hay en la opinión de que un ángel en particular tenga el control especial sobre una nación, y otro sobre otra nación, que entre en conflicto con la analogía de la escritura.

Pero por lo que respecta a los ángeles buenos, está claro:

1. Que pueden producir y producen efectos en el mundo natural o externo. Las Escrituras presuponen en todo lugar que la materia y la mente son dos sustancias distintas, y que la una puede actuar sobre la otra. Sabemos que nuestras mentes actúan sobre nuestros cuerpos, y que nuestras mentes reciben la acción de causas materiales. Por ello, nada hay en contra, incluso más allá de la enseñanza de la experiencia, en la doctrina de que los espíritus puedan actuar sobre el mundo material. La extensión de su acción queda limitada por los principios anteriormente enunciados; y sin embargo, en base de su naturaleza exaltada los efectos que pueden producir pueden exceder con mucho nuestra comprensión. Un ángel dio muerte a todos los primogénitos de los egipcios en una sola noche; los truenos y rayos que acompañaron a la promulgación de la ley en el Monte Sinaí fueron producidos por acción angélica. Los antiguos teólogos, en numerosas ocasiones, llegaron, por el hecho admitido de que los ángeles actúan de esta forma en el mundo externo, a la conclusión de que todos los efectos naturales son producidos por acción de ellos, y que las estrellas eran llevadas en sus órbitas por el poder de los ángeles. Pero esto viola dos evidentes e importantes principios: Primero, que no se debería asumir una causa por un efecto sin una evidencia; y segundo, que no se deberían suponer más causas que las necesarias para dar explicación a los efectos. Por ello, no estamos autorizados para atribuir ningún acontecimiento a la interferencia angélica excepto sobre la autoridad de las Escrituras, ni cuando otras causas sean adecuadas para explicarlo.

2. Los ángeles no sólo ejecutan la voluntad de Dios en el mundo natural, sino que también actúan sobre las mentes de los hombres. Tienen acceso a nuestras mentes, y pueden influenciarlas para bien en conformidad a las leyes de nuestra naturaleza y en el empleo de medios apropiados. No actúan mediante aquella operación directa que es la peculiar prerrogativa de Dios y su Espíritu, sino por la sugestión de la verdad y la conducción del pensamiento y del sentimiento, de una manera muy similar a como un hombre puede actuar sobre otro. Si los ángeles se pueden comunicar entre sí, no hay razón alguna por la que no puedan, de manera similar, comunicarse con nuestros espíritus. Así, en las Escrituras se presentan los ángeles no sólo como proveyendo una conducción y protección generales, sino también como dando fuerza y consolación interiores. Si un ángel fortaleció a nuestro mismo Señor tras Su agonía en el huerto, su pueblo puede también experimentar el apoyo de ángeles; y si ángeles malos tientan al pecado, buenos ángeles pueden atraer hacia la santidad. Es cosa cierta que se les atribuye en las Escrituras una amplia influencia y operación en promover el bienestar de los hijos de Dios, y en la protección de los mismos del mal y en la defensa de ellos de sus enemigos. El uso que nuestro Señor hace de la promesa: «A sus ángeles dará orden acerca de ti, de que te guarden en todos tus caminos. En las manos te llevarán, para que tu pie no tropiece en piedra» (Sal 91: 11,12), muestra que no se debe tomar como una mera forma poética de promisión de protección divina. Ellos velan sobre los pequeños (Mt 18:10); ayudan a los de edad madura (Sal 34:7), y están presentes junto a los moribundos (Lc. 16:22).

3. También se les atribuye una acción especial como siervos de Cristo en el avance de su Iglesia. Como la ley fue dada por medio del ministerio de ellos, como estuvieron encargados del pueblo bajo la antigua economía, también son tratados como presentes en la asamblea de los santos (1 Co 11:10), Y como constantemente guerreando contra el dragón y sus ángeles.

Esta doctrina Escritural del ministerio de los ángeles está llena de consolación para el pueblo de Dios. Los miembros de este pueblo pueden regocijarse en la certidumbre de que estos santos seres acampan junto a ellos; defendiéndoles día y noche de enemigos invisibles y de peligros inopinados. Al mismo tiempo no deben interponerse entre nosotros y Dios. No debemos esperar en ellos ni invocar la ayuda de ellos. Ellos están en manos de Dios y cumplen Su voluntad. Ellos usa como usa los vientos y los rayos (He 1:7), y no debemos mirar a los instrumentos en el primer caso más que en el otro.

4. Los ángeles malos
La Escritura nos informa de que ciertos de los ángeles no guardaron su primer estado. Son designados como los ángeles que pecaron. Son llamados espíritus malos, o inmundos; principados, potestades; gobernadores de este mundo; y maldades espirituales (esto es, espíritus malvados) en lugares celestiales. La designación más común que se les da es daimones, o más comunmente daimonia. ... En el mundo espiritual hay sólo un diabolos (diablo), pero hay muchos daimonia (demonios). Estos malos espíritus son descritos como pertenecientes al mismo orden de ser que los ángeles buenos. Todos los nombres y títulos descriptivos de su naturaleza y poder que se dan los unos se dan también a los otros. La condición original de los mismos era de santidad. Cuando cayeron o cuál fuera la naturaleza de su pecado no se revela. La opinión general es que fue por soberbia, en base de 1 Ti 3:6. Un obispo, dice el Apóstol, no debe ser «un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo», lo que es generalmente entendido como significando la condenación en que incurrió el diablo por el mismo pecado. Algunos han conjeturado que Satanás fue llevado a rebelarse contra Dios y a seducir a nuestra raza a negarle el acatamiento debido, por el deseo de regir sobre nuestro globo y sobre la raza de los hombres. Pero de esto no hay indicaciones en la Escritura. Su primera aparición en la historia sagrada es en el carácter de un ángel apóstata. El hecho de que haya un ángel caído exaltado en rango y poder sobre todos sus asociados es algo que se enseña claramente en la Biblia. Es llamado Satanás (el adversario), diabolos, el acusador, ho poneros, el maligno; el príncipe de la potestad del aire; el príncipe de las tinieblas; el dios de este mundo; Beelzebub; Belial; el tentador; la serpiente antigua, y el Dragón. Estos y otros títulos similares lo designan como el gran enemigo de Dios y del hombre, el opositor de todo lo bueno, y el propulsor de todo lo malo. Es tan constantemente presentado como un ser personal que el concepto racionalista de que se trata sólo de una personificación del mal es irreconciliable con la autoridad de las Escrituras e inconsistente con la fe de la Iglesia. La opinión de que la doctrina de Satanás fuente introducida entre los hebreos después del Exilio, y procedente de una fuente pagana, no es menos contraria a las claras enseñanzas de la Biblia. Es designado como el tentador de nuestros primeros padres, y es claramente mencionado en el libro de Job, escrito mucho antes del cautiverio babilónico. Además de esta descripción en términos generales de Satanás como enemigo de Dios, es especialmente descrito en las Escrituras como la cabeza del reino de las tinieblas, que abarca a todos los seres malvados. El hombre, por su apostasía, cayó bajo el dominio de Satanás, y su salvación consiste en ser trasladado del reino de Satanás al reino del amado Hijo de Dios. Está claro el hecho de que los daimonia, presentados como sujetos a Satanás, no son los espíritus de los que han dejado esta vida, a pesar de lo que algunos han sostenido: (1) Porque son distinguidos de los ángeles elegidos. (2) Porque se dice que no guardaron su primer estado (Jud 6). (3) Por el lenguaje de 2 P 2:4, donde se dice que Dios no perdonó a los ángeles que pecaron. (4) Por la aplicación a ellos de los títulos «principados» y «potestades», que son apropiados sólo a seres que pertenecen al orden de los ángeles.

El poder y la actividad de los malos espíritus
En cuanto al poder y a la actividad de estos malos espíritus, son descritos como muy numerosos, como en todas partes eficientes, como teniendo acceso a nuestro mundo, y como operando en la naturaleza y en las mentes de los hombres. Naturalmente, les pertenecen las mismas limitaciones en cuanto a su actividad que a la de los santos ángeles. (1) Dependen de Dios, y sólo pueden actuar bajo su control y permiso. (2) Sus operaciones tienen que tener lugar en base de las leyes de la naturaleza, y (3) No pueden interferir con la libertad y responsabilidad de los hombres. ... No obstante, el poder de los mismos es muy grande. Se dice de los hombres que son llevados cautivos por él, y de los malos espíritus se dice que obran en los corazones de los desobedientes. Los cristianos son advertidos en contra de sus, maquinaciones, y son llamados a resistirlos, no con la propia fuerza de ellos, sino en el poder del Señor, y armados con toda la armadura de Dios. ...
Debemos estar agradecidos a Dios por el invisible y desconocido ministerio de los ángeles de luz, y estar en guardia y buscar la protección divina frente a las maquinaciones de los espíritus del mal. Pero de ninguna de ambas clases estamos conscientes de manera directa, y no podemos atribuir a Ia acción de ninguno de ambos con certidumbre, si su acaecimiento admite cualquier otra explicación.

Posesiones demoníacas
La exhibición más marcada del poder de los malos espíritus sobre los cuerpos y mentes de los hombres la dan los endemoniados tan frecuentemente mencionados en la narración evangélica. Estas posesiones demoníacas eran de dos clases. primero, aquellas en las que sólo el alma era objeto de la influencia diabólica, como en el caso de la «muchacha poseída de un espíritu de adivinación», que se menciona en Hch 16:16. Quizá en algunos casos los falsos profetas y magos fueron ejemplo del mismo tipo de posesión. En segundo lugar, aquellas en las que sólo el cuerpo, o, más frecuentemente tanto el cuerpo como la mente, estaban sometidos a esta influencia espiritual. Por posesión se significa la residencia de un espíritu malo en tal relación con el cuerpo y el alma como para ejercer una influencia controladora, produciendo violentas agitaciones e intensos sufrimientos, tanto mentales como físicos. Está claro que los endemoniados mencionados en el Nuevo Testamento no eran meros lunáticos o epilépticos u otras dolencias análogas, sino casos de verdadera posesión: Primero, porque ésta era la creencia prevalente de los judíos en aquel tiempo; y segundo, porque Cristo y sus Apóstoles evidentemente adoptaron y sancionamn esta creencia. No sólo llamaron endemoniados a los así afectados, sino que se dirigían a los espíritus como personas, dándoles órdenes, echándolos, y hablaron y actuaron en todo momento como hubieran hecho si la creencia popular hubiera estado bien fundamentada. Es cosa cierta que todos los que oyeron hablar a Cristo de esta manera llegarían a la conclusión de que Él consideraba a los endemoniados como realmente poseídos por malos espíritus. Esta conclusión no la contradice Él en ningún lugar, sino que al contrario, en sus conversaciones más privadas con los discípulos la confirmó abundantemente. Él prometió darles poder para echar fuera demonios; y se refirió a la posesión que Él tenía de este poder, y a su capacidad para delegar su ejercicio a sus discípulos, como una de las más convincentes pruebas de su mesianismo y divinidad. Él vino para destruir las obras del diablo; y el hecho de que Él triunfó así sobre él y sus ángeles demostraba que Él era quien afirmaba ser, el prometido omnipotente rey y vencedor, que debía fundar aqueI reino de Dios que no tendrá fin. Explicar todo esto en base del principio de la acomodación destruiría la autoridad de las Escrituras. En base de este mismo principio se han desvirtuado las doctrinas de la expiación, de la inspiración, de la influencia divina, y todas las otras doctrinas distintivas de la Escritura. Tenemos que tomar las Escrituras en su sentido histórico llano - en aquel sentido en que estaba dispuesto que fueran entendidas por aquellos a los que se dirigían -, o en caso contrario las rechazamos como forma de fe.

No hay ninguna improbabilidad especial en la doctrina de las posesiones demoníacas. Los espíritus malos existen. Tienen acceso a las mentes y a los cuerpos de los hombres. ¿Por qué deberiamos rehusar creer, en base de la autoridad de Cristo, que se les permitía tener un poder especial sobre algunos hombres? El mundo, desde la apostasía, pertenece al reino de Satanás; y el objeto especial de la misión deI Hijo de Dios fue redimirlo de su dominio. Por ello, no es sorprendente que el tiempo de su venida fue la hora de Satanás, el tiempo en que, en un mayor grado que nunca antes o después, manifestó su poder, haciendo con ello más patente y glorioso el hecho de su derrota.

Las objeciones a la doctrina común acerca de este tema son:

1. Que llamar a ciertas personas endemoniadas no demuestra que estuvieran poseídas por espíritus malos más que el hecho de llamarlas lunáticas demuestra que estuvieran bajo la influencia de la luna. Esto es verdad; y si el argumento reposara solamente sobre el uso de la palabra endemoniado, sería totalmente insuficiente para establecer la doctrina. Pero este es sólo un argumento colateral y subordinado, sin fuerza por sí mismo, pero derivando su fuerza de otras fuentes. Si los escritores sagrados, además de designar a los locos como lunáticos, hubieran hablado de la luna como la fuente de su locura, y se hubieran referido a sus diferentes fases como aumentando o disminuyendo la fuerza de su desorden mental, habría alguna analogía entre ambos casos. Se admite abiertamente que el uso de una palabra es a menudo muy diferente de su sentido primario, y por ello que su significado no siempre puede ser determinado por su etimología. Pero cuando su significado es el mismo que el uso que se le da; cuando se dice de los llamados endemoniados que están poseidos por malos espíritus; cuando estos espíritus son interpelados como personas, y se les manda que salgan; y cuando este poder sobre ellos es presentado como prueba del poder de Cristo sobre Satanás, el príncipe de estos ángeles caídos, entonces es irrazonable negar que la palabra se tiene que entender en su sentido literal y propio.

2. Una segunda objeción es que los fenómenos exhibidos por estos llamados endemoniados son los de dolencias corporales o mentales conocidas, y por eIlo que no se puede asumir racionalmente ninguna otra causa para dar cuenta de ellas. Sin embargo, no es verdad que todos los fenómenos en cuestión puedan ser explicados así. Algunos de los síntomas son los de insania lunática y de epilepsia, pero otros son de carácter diferente. Estos endemoniados exhibían a menudo un poder o conocimiento sobrenaturales. Además de esto, la Escritura enseña que los malos espíritus tienen poder para producir enfermedades corporales. Y por ello la presencia de tales dolencias no es prueba de que no estuviera en acción la actividad de malos espíritus en su producción y en sus consecuencias.

3. Se objeta también que tales casos no tienen lugar hoy en día. Esto no es en absoluto cierto. Los espíritus malignos obran hoy en día en los hijos de desobediencia, y por lo que sabemos pueden ahora obrar en algunas personas con tanta eficacia como en los antiguos endemoniados. Pero admitiendo que el hecho sea como se supone, no demuestran nada con respecto a este punto. Puede que hayan existido unas razones especiales para permitir aquella exhibición de poder satánico cuando Cristo estaba en la tierra que ya no exista. El hecho de que no se den milagros en la Iglesia en la actualidad no es prueba de que no tuvieran lugar durante la era apostólica.

No debemos negar lo que se registra llanamente en las Escrituras como hechos en esta cuestión; no tenemos derecho a afirmar que Satanás y sus ángeles no producen ahora en ningún caso unos efectos similares; pero deberíamos abstenemos de afirmar el hecho de influencia o posesión satánica en cualquier caso en que los fenómenos puedan recibir otra explicación. La diferencia entre creer todo lo posible y creer sólo lo que es cierto queda notablemente ilustrada en el caso de Lutero y Calvino. El primero estaba dispuesto a atribuir todo mal a los espíritus de las tinieblas; el segundo no atribuía nada a la acción de los mismos que no pudiera demostrarse que fuera realmente obra de ellos. Lutero dice:2 «Los paganos no saben de dónde viene el mal tan repentinamente. Pero nosotros lo sabemos. Es la pura obra del diablo; que tiene dardos encendidos, balas, antorchas, lanzas y espadas, con las que dispara, arroja o traspasa, cuando Dios lo permite. Por ello, que nadie dude, cuando se desencadena un fuego que consume un pueblo o una casa, que hay un diablejo allí sentado soplando el fuego para hacerlo más grande». Y también: «Que el cristiano sepa que se sienta entre demonios; que el diablo está más cerca de él que su capa o camisa, o incluso que su piel; que él está totalmente a nuestro alrededor, y que nosotros siempre tenemos que enfrentarnos y contender contra él». La postura de Calvino acerca de esta cuestión es:3 «Todo cuanto la Escritura nos enseña de los diablos [esto es, demonios] viene a parar a esto: que tengamos cuidado para guardamos de sus astucias y maquinaciones, y para que nos armemos con armas tales que basten para hacer huir enemigos tan poderosísimos». Y pregunta:4 «Y ¿de qué nos serviría saber más sobre los diablos [esto es, demonios]?»
Soli Deo Gloria



¿Qué significa ser un predicador bíblico?

Predica la palabra; insiste a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con mucha paciencia e instrucción. Porque vendrá tiempo cuando no soportarán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oídos, acumularán para sí maestros conforme a sus propios deseos;  y apartarán sus oídos de la verdad, y se volverán a mitos. (2Ti 4: 2-4)
"Sea lo que hagas, deja que la gente vea que tienes una gran entrega. No puedes quebrantar el corazón del hombre por bromear con ellos o diciéndoles un fascinante cuento o mencionando una oración ostentosa. Los hombres no desecharán sus placeres más queridas por una petición indolente de alguien que no parece significar lo que habla o preocuparse por si su petición fue aprobada o negada." Richard Baxter

Aquí hay siete fundamentos para predicar la Escritura fielmente:

1) Predicar de Parte de Dios

Cuando predicamos la Escritura, Dios habla a su pueblo a través de nosotros. Así que el púlpito no es el lugar para mí para compartir mis ideas espirituales personales o mi consejo práctico de vida. Dios no llama a su iglesia para que escuche cualquier tipo de sabiduría del mundo que pueda haber aprendido. ¡El pueblo de Dios se reune para escuchar a Él! Tan asombroso es reconocer, hemos sido llamados por Dios para servir como su portavoz. Él le ha confiado la responsabilidad de traer su mensaje a su iglesia. Usted no predica sus pensamientos sino a la Palabra de Dios. Por mucho que  esté proclamando fielmente su verdad, Dios habla a través de Usted. Esta es la razón por la que la Segunda Confesión Helvética resume la predicación de esta manera: "La Predicación de la Palabra de Dios es la Palabra de Dios. Por lo tanto, cuando esta Palabra de Dios es ahora predicada en la iglesia por predicadores legalmente llamados, creemos que la misma Palabra de Dios es predicada y recibida de los fieles; Y que ninguna otra Palabra de Dios debe ser fingida, ni se espera del cielo, y que ahora el Verbo mismo que es predicado debe considerarse, no el ministro que predica; Quien aunque sea malo y pecador, no obstante, la Palabra de Dios permanece verdadera y buena "(I, 4)

2) Predicar Sermones Expositivos

Si predicamos como portavoz de Dios, entonces esto significa que nuestros sermones deben entregar su mensaje. ¿Y cómo sabemos su mensaje? Por lo que Él ha revelado en su Palabra. Así que el significado de un pasaje es el mensaje del sermón. No comenzamos un sermón con lo que queremos decir y luego tratamos de encontrar un pasaje o algunos versículos de la Escritura que prueben lo que queremos decir. Nos colocamos bajo la Palabra de Dios, tratando de aprender lo que nos está diciendo, para que podamos dar la vuelta y mostrar a nuestro pueblo lo que Dios les está diciendo. La Escritura rige sobre lo que predicamos porque simplemente estamos explicando lo que dice y aplicándolo en nuestras vidas y en las vidas del pueblo de Dios. Por lo tanto, debemos tomar tiempo para entender lo que Dios ha revelado claramente para que podamos transmitirlo a Su pueblo.

3) Predicar todo el consejo de Dios

Toda la Escritura es la Palabra de Dios, y su pueblo merece una dieta equilibrada de todas las Escrituras. Como predicadores, generalmente tenemos nuestras preferencias por ciertos tipos de libros y pasajes favoritos en las Escrituras. Y he encontrado que esto conduce a una serie para nuestros sermónes. Pero la mayoría de la Palabra de Dios es historia, la mayor parte de la cual se encuentra en el Antiguo Testamento. Si no predicamos estas historias, entonces nuestro pueblo está perdiendo la audiencia de la mayoría de lo que Dios ha elegido soberanamente para revelarnos. Esto no significa que no debemos predicar de las cartas de Pablo, o que no debemos predicar de otros libros en el Nuevo Testamento. Pero sí significa que la predicación del Antiguo Testamento debe ser una parte regular de nuestro ministerio de predicación.

4) Prediquese a usted mismo

Necesitamos la Palabra de Dios que penetre nuestras vidas también. En cierto sentido, nuestro ministerio de predicación a otros es simplemente el desbordamiento de lo que Dios ya ha trabajado en nuestros corazones. No podemos separar lo que predicamos de lo que somos. Así que debemos poner nuestras vidas bajo el dominio de la Escritura, primero predicando el mensaje a nosotros mismos y aplicando sus verdades en nuestras propias vidas. Como predicadores, no debemos ser hipócritas: atrevidos detrás del púlpito mientras comprometidos y no arrepentidos en nuestras vidas. Mis sermones deben provenir del desbordamiento de mi corazón y de mi vida, predicando al pueblo de Dios como un pecador salvado por la gracia y luchando por vivir una vida que sea agradable a Dios.

5) Predicar después de mucha oración

Debemos orar para que el Espíritu Santo nos dé perspicacia, sabiduría y poder para proclamar la verdad de Dios. Nada de lo que hago en la preparación del sermón tiene ningún valor aparte de la bendición del Espíritu Santo. Necesito su discernimiento para entender la Palabra de Dios, Necesito su sabiduría para aplicar la Palabra de Dios a mi vida y a la de otros, y necesito su poder para abrir mentes y corazones para recibir su verdad, para convencer y salvar a los pecadores perdidos y para edificar y equipar a los creyentes en Cristo. ¡Como resultado, mi preparación del sermón debe estar llena de oración!

6) Predicar con confianza

Cuando predico, me resulta fácil concentrarme en mis fracasos y en cómo la gente responde (o no responde!) A mi mensaje. No veo mucho fruto de mi ministerio, y me hace pensar si debo continuar. Por supuesto, tengo un largo camino para crecer como predicador, y debo aprender de mis fracasos y orar para que Dios bendiga la predicación de su Palabra con fecundidad. Al mismo tiempo, también me consuelo al recordar que la Palabra de Dios no volverá a Él vacía, sino que cumplirá lo que Él propuso, y tendrá éxito en la cosa para la cual Él la envió. Mi confianza no proviene de mis habilidades y habilidades como orador, ni en mi conocimiento y sabiduría como teólogo, sino en el poder de la Palabra de Dios para llevar a cabo su voluntad para su gloria.

7) Predicar a Cristo

Como pastores llamados por Dios a proclamar el evangelio de Jesucristo, cada sermón debe conectarse con Cristo. Debemos tener la misma mentalidad que el apóstol Pablo cuando dijo: "pues nada me propuse saber entre vosotros, excepto a Jesucristo, y éste crucificado" (1 Corintios 2: 2). O como dijo Pablo a los Colosenses: "A El nosotros proclamamos, amonestando a todos los hombres, y enseñando a todos los hombres con toda sabiduría, a fin de poder presentar a todo hombre perfecto en Cristo" (Colosenses 1:28). Por eso predicamos, para que Cristo sea conocido y creído para la salvación. Queremos que todos los que nos escuchen reciban la vida eterna y se vuelvan más y más como Cristo.

Que Cristo y el Evangelio sean tan claros que aquellos que no creen en Cristo puedan confiar en su evangelio y asi serán confrontados con sus necesidades espirituales como pecadores y con su promesa de un Salvador que perdona pecados.

Mi oración es que estos siete fundamentos de la predicación bíblica sean provechosos para ti mientras intentas abrir fielmente la Palabra de Dios para que nuestro Salvador sea glorificado y su iglesia sea edificada. ¡Qué glorioso privilegio tenemos de predicar!
Soli Deo Gloria


viernes, 11 de agosto de 2017

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El valor de los milagros como prueba de la Revelación Divina

«No deben admitirse señales ni maravillas, por grandes y numerosas que sean, en contra de doctrinas autenticadas; porque tenemos el mandamiento de Dios, que dijo desde el cielo: "A él oíd", que oigamos sólo a Cristo» Martín Lutero

Acerca de esta cuestión se han sustentado opiniones extremas. Por una parte, se ha mantenido que los milagros son la única evidencia satisfactoria de una revelación divina; por otra, que no son ni necesarios ni posibles. Algunos argumentan que por cuanto la fe debe estar basada en la aprehensión de la verdad como verdad, es imposible que ninguna cantidad de evidencia externa pueda producir fe, ni capacitamos para ver la veracidad de aquello que no pudiéramos aprehenderlo sin ella. ¿Cómo puede un milagro capacitarnos para ver la veracidad de una proposición de Euclides, o que un paisaje sea hermoso? Este tipo de razonamiento es falaz. Pasa por alto la naturaleza de la fe como la convicción de cosas que no se ven, en base de un testimonio adecuado. Lo que la Biblia enseña acerca de esta cuestión es:

(1) Que la evidencia de los milagros es importante y decisiva; (2) Que, sin embargo, está subordinada y es inferior a la de la verdad misma. Ambos puntos son abundantemente evidentes en base del lenguaje de la Biblia y en base de los hechos en ella contenidos: (a) Que Dios ha confirmado sus revelaciones, bien hechas por profetas o apóstoles, mediante estas manifestaciones de su poder, es en sí mismo una prueba suficiente de su validez e importancia como sellos de una misión divina. (b) Los escritores sagrados, bajo ambas dispensaciones, apelaron a estas maravillas como pruebas de que ellos eran los mensajeros de Dios. En el Nuevo Testamento se dice que Dios confirmó el testimonio de sus Apóstoles mediante señales, prodigios y diversos milagros y dones del Espíritu Santo. Incluso nuestro mismo Señor, en quien moraba corporalmente la plenitud de la Deidad, fue aprobado mediante milagros, señales y maravillas que Dios efectuó por medio de Él (Hch 2:22). (c) Cristo apeló constantemente a sus milagros como una prueba decisiva de su misión divina. «Las obras que el Padre me dio para que las llevase a cabo,» dice el Señor, «las mismas obras que yo hago, dan testimonio de mí, de que el Padre me ha enviado» (Jn 5:20,36). Y en Jn 10:25, «Las obras que yo hago en el nombre de mi Padre, ellas dan testimonio de mí»; y en el versículo 38: «Aunque no me creáis a mí, creed a las obras». Jn 7:17: «El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios, o si yo hablo por mi propia cuenta». Indudablemente, la más alta evidencia de la verdad es la misma verdad; como la más alta evidencia del bien es el mismo bien. Cristo es su propio testigo. Su gloria le revela como el Hijo de Dios, a todos aquellos cuyos ojos no han sido cegados por el dios de este mundo. El punto que los milagros están destinados a demostrar no es tanto la verdad de las doctrinas enseñadas como la misión divina del maestro. Esto último, desde luego, a fin de lo primero. Lo que un hombre enseña puede ser cierto, aunque no sea divino en su origen. Pero cuando un hombre se presenta como mensajero de Dios, que sea recibido como tal o no depende en primer lugar de las doctrinas que enseña, y en segundo, de las obras que lleva a cabo. Si no sólo enseña doctrinas conformadas a la naturaleza de Dios y consistente con las leyes de nuestra propia constitución, sino que también ejecuta obras que dan evidencia de poder divino, entonces sabemos no sólo que sus doctrinas son verdaderas, sino también que el maestro ha sido enviado por Dios.

Soli Deo Gloria



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El principio regulador de la adoración (II)

"Toda adoración, honor o servicio inventado por el cerebro del hombre en la religión de Dios, sin su propio mandamiento expreso, es idolatría" (John Knox, resumió el Principio Regulador de la Adoración,  en sus obras, Vol. III, página 34).

Para Knox y los otros reformadores, no estaban obligados a construir una imagen e inclinarse sobre las manos y las rodillas ante ella para ser culpable de idolatría. No, Calvino, Knox, Gillespie, Rutherford, Owen, etc., entendían la idolatría como cualquier cosa que el hombre construye o inventa por su propia imaginación vana, que está sin la aprobación de Dios y que esa es llevada a la adoración de Dios.

Hay por lo menos cuatro maneras legítimas por las cuales se podría tratar de establecer una orden para el Principio Regulador de Adoración.

(1) Por la Libertad Cristiana 

Los oficiales de la Iglesia no pueden legitimar las conciencias de los fieles para realizar cualquier acto, gesto o ceremonia religiosa que no sea prescrito por la Palabra de Dios, porque sólo Dios es el señor de la conciencia. Hacerlo sin la autorización de Dios es practicar la tiranía eclesiástica.

(2) A través de abusos 

Los abusos en la adoración inevitablemente seguirán en las iglesias que no se adhieren diligentemente al Principio Regulador de Adoración (buscando una orden bíblica para cada acto religioso, gesto, símbolo y ceremonia en la adoración de Dios). Tales abusos incluyen el establecimiento de varias ayudas para el culto tales como imágenes visuales de las personas de la Deidad, los santos, cruces, velas, banderas, dramas, baile; O imágenes auditivas tales como instrumentos, bandas, orquestas, coros y otra música especial; O imágenes olfativas irradiando aromas y apelando al sentido del olfato como el incienso. Si la adoración del Nuevo Pacto que ha sobrepasado los tipos y sombras de la adoración del Pacto Antiguo (Hebreos 7: 18-19, 22; 8: 4-6,13; 9: 1-5; 10: 1,9) no ordena la práctica, el gesto, el símbolo o la ceremonia, entonces no tenemos ninguna orden para usarlo en la adoración de Dios.

(3) A través de Textos Bíblicos

Los textos bíblicos específicos demuestran que Dios abomina toda invención humana en el culto (Génesis 4: 1-15, Levítico 10: 1-3, Ex 40: 16-32, Deuteronomio 5: 8-10, 1 Crónicas 13: 1 Corintios 7:23, 2 Corintios 1:24, Col 2: 8, 20-23, Hebreos 8: 5- 6, 10: 1-10, etc.).

(4) A través de los Principios Teológicos 

Considere cómo los siguientes principios teológicos establecen una base sobre la cual se construye el Principio Regulador de Adoración.

A. La Suficiencia de la Escritura

Pregunta: ¿Es la Palabra de Dios suficiente en dar al hombre todo lo que el hombre necesita para saber cómo debe agradar a Dios? Absolutamente, porque Dios declara a través del Apóstol Pablo en 2 Timoteo 3: 16-17, "Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para la doctrina (es decir, la enseñanza), para la corrección (es decir, la convicción del pecado) Es decir, establecer una recta en la verdad), para instruir en la justicia (es decir, entrenarle en todo lo que Dios requiere de él) ". Ahora que es bastante completo. Pero tenga en cuenta el propósito o fin que Dios tiene a la vista al darle la Escritura, "para que el hombre de Dios pueda ser completo (Bauer, Arndt y Gingrich's Lexicon declara concerniente a la palabra griega usada aquí para completar" Para satisfacer todas las demandas. ") Completamente equipado para cada buena obra" (Incluyendo cómo adorar a Dios). Puesto que el apóstol Pablo dirigió estas palabras a un evangelista joven (Timoteo es un "hombre de Dios" en el sentido estricto de un ministro de Dios), todos los ministros y ancianos están específicamente referidos. El principio de adoración que el hombre puede agregar a la adoración lo que Dios no prohíbe específicamente enseña que la Escritura no es suficiente para la adoración, la adoración necesita ideas innovadoras del hombre para ayudarnos en nuestra adoración a Dios. 

La Confesión Bautista de Fe de 1689 niega que necesitamos algo más que la Escritura en nuestra adoración a Dios: "Sólo Dios es el Señor de la conciencia, y la ha hecho libre de las doctrinas y los mandamientos de los hombres que sean en alguna manera contrarios a su Palabra o que no estén contenidos en ésta."( Cap. 21, Parr. 2). 

B. La Soberanía de Dios

El Principio Regulador de la Adoración declara que sólo Dios es soberano en la adoración. El Principio Regulador de la Adoración simplemente aplica los principios del Calvinismo (es decir, el señorío soberano de Dios) en el culto, mientras que la visión de que lo que Dios no prohíbe en la adoración se permite es aplicar los principios del Arminianismo (es decir, el señorío soberano del hombre) para adorar. Así como el hombre caído, naturalmente, trata de imponer su voluntad en la salvación (por ejemplo, "puedo cooperar con Dios en la salvación" o "tengo la libertad natural de escoger a Cristo"), Puedo cooperar con Dios en la adoración agregando lo que deseo mientras Dios no lo prohíba específicamente "). Pero así como Dios condena la salvación centrada en el hombre, Dios condena el culto centrado en el hombre (Colosenses 2).

C. El engaño de tu corazón humano

Dios declara: "Más engañoso que todo, es el corazón, y sin remedio; ¿quién lo comprenderá?" (Jeremías 17: 9). Incluso los corazones regenerados de los creyentes sinceros están sujetos a ser engañados por el orgullo. Es por eso que Dios instruye continuamente a los creyentes: "Confía en el Señor con todo tu corazón y no te apoyes en tu propio entendimiento " (Proverbios 3: 5, énfasis añadido); O " El que confía en su corazón es necio" (Proverbios 28:26, énfasis añadido); o "Mis pensamientos no son vuestros pensamientos , ni son vuestros caminos mis caminos, dice el Señor Porque como los cielos son más altos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos que su Pensamientos "(Is. 55: 8-9, énfasis añadido). Eso ciertamente incluye todos los pensamientos y maneras del hombre con respecto a la adoración. Ustedes, ni yo somos dignos de confianza al ofrecer nuestros propios pensamientos o caminos a Dios en la adoración.

D. La Suficiencia de Cristo Como Profeta, Sacerdote y Rey de su Iglesia

Al pasar de todas las ceremonias ordenadas por Dios de la adoración de la Antigua Pacto (todas las cuales apuntaban a Cristo y al Nueva Pacto), Cristo no dejó la materia de adoración al hombre para decidir qué era apropiado para la adoración en el Nuevo Pacto. Cristo no es sólo un Salvador suficiente para redimir a todos sus escogidos, sino que es también un profeta suficiente para darnos todas las palabras de Dios concernientes a la adoración en el Nuevo Pacto. Él es un Sacerdote suficiente para presentarnos y nuestra adoración aceptable y agradable a un Dios santo. Y Él es un Rey suficiente para gobernar sobre Su iglesia en su doctrina (no hay doctrinas hechas por el hombre), en su gobierno (no hay oficios hechos por el hombre), en su disciplina (no hay leyes hechas por el hombre) y en su adoración, prácticas de culto hechas por el hombre). 

En la historia progresiva del redentor se muestra la ley y el evangelio; Bajo la ley fue administrada por promesas, profecías, sacrificios, circuncisión, el cordero pascual y otros tipos y ordenanzas entregadas al pueblo de los judíos, todos apuntando a Cristo venidero, que por ese tiempo fueron suficientes y eficaces, a través de la operación Del espíritu, para instruir y edificar a los elegidos en la fe en el Mesías prometido, por quien ellos tuvieron la remisión completa de los pecados y la salvación eterna; Y se llama el Antiguo Testamento.

Bajo el Evangelio, cuando Cristo fue exaltado, da las ordenanzas en las cuales se dispensa en el nuevo pacto,  la predicación de la palabra, la administración de los sacramentos del Bautismo y de la Cena del Señor, los cuales, aunque menos numerosos, y administrados con más simplicidad y menos gloria exterior, pero en ellas se manifiesta con mayor plenitud, evidencia y eficacia espiritual, a todas las naciones, judíos y gentiles.

1. Mandamiento bíblico adicional para el principio regulador de la adoración del Antiguo Testamento

Ahora quiero continuar con un poco más de apoyo del Antiguo Testamento para establecer aún más la orden bíblica para el Principio Regulador de Adoración. En el post anterior Elprincipio regulador de la adoración I se vio el  mandamiento en Deuteronomio 5: 8-10, y el relato de Nadab y Abiú, a quienes Dios destruyó para agregar al mandamiento de Dios en adoración (Levítico 10: 1-3).

A. Génesis 4: 1-8

Vuelve conmigo ahora al relato del primer servicio de adoración registrado en la revelación bíblica: Génesis 4: 1-8. ¿Por qué Dios no aceptó la ofrenda de Caín? Me someto a ustedes que aunque Caín no tenía verdadera fe bíblica (Hebreos 11: 4), tampoco trajo la ofrenda específica en la adoración que Dios le ordenó traer. En otras palabras, Caín manifestó su incredulidad agregando a la adoración instituida de Dios. Ahora no hay prohibición específica de ofrecer el fruto de la tierra mencionada en el texto anterior a Caín que trae su sacrificio sin sangre al Señor. El texto nos llevaría a concluir que Caín sinceramente creía que estaba trayendo una ofrenda aceptable a Dios como un acto de adoración en lugar de traer una ofrenda que Dios había prohibido previamente. Cain, sin embargo, estaba sinceramente equivocado, y Abel actuó en la fe (como se enseña en Hebreos 11: 4) implica necesariamente que Dios debe haber dado instrucción específica en cuanto al sacrificio aceptable que Dios requirió en la adoración. Abel obedeció el mandato de Dios, Caín añadió al mandato de Dios en la adoración. Caín añadió algo de su propia invención a la adoración de Dios, y ni él ni su ofrenda fueron aceptables ante Dios. La adoración nunca es una cuestión de preferencia. La adoración es siempre una cuestión de exigencia. Como Caín, muchos ministros y ancianos creen hoy que tienen poder discrecional para introducir actos, gestos, símbolos y ceremonias de mera preferencia humana en la adoración de Dios. La palabra del Señor es tan verdadera hoy para los ministros como lo fue para los gobernantes de Jerusalén; Desde el principio con la primera familia, la primera expresión de la iglesia visible, y el primer registro de un servicio de adoración, es el principio regulador de adoración quíen gobierna.

B. Éxodo 25: 8-9;40: 16-32

No son sólo las acciones religiosas, los gestos y las ceremonias que fueron regulados por el mandato de Dios, sino todos los aspectos del tabernáculo y todos sus muebles simbólicos religiosos e incluso la ropa de los sacerdotes. Nada resta a la imaginación del hombre en la adoración de Dios (1 Crónicas 28: 11-19). Note cuántas veces Dios ordena que todas las cosas relacionadas con la adoración de Dios sean hechas "según todo lo que yo te muestro", o "según todo lo que el SEÑOR le había mandado" (unas 37 veces desde el Ex. 25-40 allí Se menciona el hecho de que todos los asuntos relacionados con la adoración fueron hechos de acuerdo con el mandamiento de Dios o Moisés, el profeta de Dios).

Algunos ministros han objetado que todos los actos religiosos, gestos, símbolos y ceremonias no caen bajo el escrutinio del Principio Regulador de la Adoración. "Sólo los elementos o partes ordinarias de la adoración deben ser juzgados por el Principio Regulador de la Adoración (tales como la oración, la lectura de la Escritura, la predicación de la Palabra de Dios, la administración de los sacramentos).  Que los ministros usan para realizar estos elementos de adoración caen bajo un poder discrecional en lugar de una adherencia estricta al Principio Regulador de Adoración". En respuesta, es cierto que hay ciertas circunstancias "concernientes al culto de Dios" ( circa sacra ) que son "comunes a las acciones y sociedades humanas" Todo el consejo de Dios tocante a todas las cosas necesarias para su propia gloria, la salvación del hombre, la fe y la vida, está expresamente expuesto o necesariamente contenido en las Sagradas Escrituras; a las cuales nada, en ningún momento, ha de añadirse, ni por nueva revelación del Espíritu ni por las tradiciones de los hombres1" (véase CBL 1689, 1: 6). Sin embargo, todas las circunstancias (actos religiosos, gestos, símbolos y ceremonias) que se usan en la adoración ( en sacra , a diferencia de circa sacra ) para realizar el culto religioso deben tener en cuenta circunstancias tales como la ubicación y los tiempos de sus servicios Tienen autorización divina. Si este no es el caso, entonces las imágenes de la iglesia romana como ayudas al culto no pueden ser legítimamente condenadas porque no son elementos de culto, sino meramente circunstancias de adoración. Además, Si algo en la adoración es considerado como un elemento de adoración o una circunstancia en la adoración es realmente irrelevante si es prescrito por Dios en las Escrituras. Las instrucciones específicas sobre la construcción del Tabernáculo, la construcción de los muebles dentro del Tabernáculo, las prendas de los sacerdotes, la consagración de los sacerdotes, las diversas ofrendas, y las regulaciones del Sábado están detalladas en el Ex. 25-40. Mucho de lo que se detalló caería en la categoría de las circunstancias de la adoración en lugar de los elementos de la adoración, y sin embargo Dios específicamente prescribió todas estas circunstancias. Cuando consideramos cuidadosamente Ex. 25-40, se hace muy claro que Dios está celoso de la adoración que es según Su voluntad todo esto debe tener autorización divina requerido para la adoración en el Nuevo pacto. Sólo las circunstancias que son comunes a las acciones humanas y las reuniones humanas (por ejemplo, el número específico de puntos en el sermón del ministro, el número específico de salmos y oraciones utilizadas en la adoración, el tipo de asientos utilizados en la adoración, el color de la alfombra o azulejo. En el lugar de culto, la ubicación y el tiempo de culto, etc.) no están obligados a ser regulados por la prescripción específica de Dios. Por tanto todo debe ser regulada por la palabra  para la adoración en el Nuevo Pacto.

C. 1 Crónicas 13: 5-10

Aparte de una comprensión adecuada del Principio Regulador de la Adoración (es decir, lo que Dios no ha instituido está prohibido en la adoración), no hay razón dada para las acciones severas de Dios al matar a Uza y castigar a David que autorizó el movimiento del Arca de Dios. Uza ciertamente no fue asesinado por tener malas intenciones (al menos nada en el texto nos llevaría a esa conclusión). En todo caso, se podría decir que las intenciones de Uza eran nobles, él cuidó el Arca de Dios y trató de protegerla. Aquí en un día de gran celebración para el pueblo de Dios, en un momento en que el Arca de Dios fue llevado a la ciudad de Jerusalén para que el pueblo de Dios pudiera honrar a Dios al preguntarle a Dios (1 Crónicas 13: 3) , Dios interrumpió abruptamente su servicio móvil de adoración llevandolo a Uza muerte. ¿Por qué? Las circunstancias prescritas con respecto al Arca de la Alianza fueron violadas. La violación del Principio Regulador de Dios era por lo menos en tres áreas: (1) Uza aparentemente no era Levita (era hijo de Abinadab de Kirjath Jearim de la tribu de Judá, ver 2 Sam. 7: 1; 2:50; 1 Crónicas 13: 6-7) y según Números 4:15 Dios ordenó a los levitas que movieran el Arca (1 Crónicas 15: 2); (2) El Arca de Dios no iba a ser llevado sobre un carro como los paganos filisteos habían hecho en 1 Samuel 6: 10-11 (Israel no debía seguir los caminos en que los paganos sirvieron a sus dioses, Deuteronomio 12:30 -32). Dios había ordenado específicamente que el Arca fuera llevado sobre los hombros con varas (Éxodo 25: 12-15); Y (3) el Arca de Dios fue tocado por Uza, mientras que Dios había ordenado que nadie lo tocara (Números 4:15). Dios no aceptó el acto de adoración que acompañó el movimiento del Arca porque Él no acepta la innovación del hombre en la adoración. David había añadido al mandato de Dios y había consecuencias graves para pagar por ello. Recuerde que Dios no prohibió específicamente a nadie de otra tribu para llevar el Arca (él simplemente ordenó que los Levitas lo llevaran), ni prohibió específicamente que el Arca fuera llevado en un carro. Él simplemente ordenó que se llevara con palos. Utilizando el principio que la mayoría de las iglesias siguen hoy (a saber, lo que Dios no prohíbe específicamente se permite en la adoración), estas iglesias habrían aprobado la acción de Uza y tal vez incluso se unió a él para mover el Arca a su propia destrucción. David aprendió la manera difícil de que nada se agregue a, ni se resta de las recetas de Dios como se relacionan con la adoración.

2. Objeción

Ahora, a medida que pasamos del Antiguo Testamento y llegamos al Nuevo Testamento, muchos podrían sentirse tentados a decir: "Dios ha aflojado ahora sus rígidos estándares con respecto a la adoración en el Nuevo Pacto." El Antiguo Testamento era una época de estricta adhesión a la ley, Pero con la venida de Cristo hay gracia y libertad para adorar al Señor como deseamos, Dios no es tan ridículo ahora ".

Al responder a esta objeción, considere los siguientes principios.

A. Realmente ha habido cambios  del culto del Antiguo Pacto respecto a la adoración en el  Nuevo Pacto. Pero es Cristo nuestro Profeta, Sacerdote y Rey quien los ha hecho, no el hombre. Las leyes ceremoniales tenían mucho que decir sobre la adoración. El templo, el sacerdocio, los días de fiesta y el sistema de sacrificios hablaban de Cristo y de su obra al inaugurar un Nueco Pacto. Por lo tanto, todos los actos ceremoniales de culto en el Antiguo Pacto eran "sombras" de las cosas por venir (Hebreos 10: 1), de modo que cuando el cuerpo (Cristo, el Mediador del Nuevo Pacto), cuando hay cambios o continuar sería deshonrar a Cristo y su obra terminada y sería una violación expresa del Nuevo Pacto. Sin embargo, eso no significa que Cristo haya dejado ahora la adoración en el Nuevo Pacto al hombre para inventar o que sus normas son ahora menos estrictas.

B. El creyente del Nuevo Pacto no es menos responsable de adorar a Dios como Él ordena, sino más bien responsable. Los creyentes hebreos en la Epístola a los Hebreos fueron tentados a abandonar la adoración de Dios, pero el escritor inspirado les advierte que el Nuevo Pacto aumenta su responsabilidad en lugar de disminuirla (Heb 2: 1-4; 12: 25-29).Cristo declaró, "a quien mucho se le da, mucho se requerirá" (Lc 12:48). La venida de Cristo ha traído tremendas bendiciones a su pueblo, pero su venida también ha traído un mayor conocimiento y entendimiento de la voluntad de Dios, y por lo tanto una mayor responsabilidad.

C. Las cuatro verdades teológicas (mencionadas anteriormente) sobre las cuales se construye el Principio Regulador de Adoración no han sido alteradas del Viejo Pacto a la del Nuevo Pacto en lo más mínimo. (1) La Palabra de Dios es todavía suficiente, y particularmente suficiente para la adoración del Dios Altísimo. El hombre es todavía insuficiente para saber exactamente cómo Dios llama a su pueblo a acercarse a Él en la adoración. (2) Dios todavía es absolutamente soberano sobre todas las cosas, incluyendo su adoración. El arminianismo en la adoración no es aceptable cuando no se le reconoce como Señor Sobernano (3) El corazón de los hombres regenerados es tan propenso al engaño en la Nueva Pacto como lo fue en la Antigua Alianza, de modo que el cristiano no puede apoyarse más en su propio entendimiento en la Nueva Alianza que en la Antigua Alianza. (4) Cristo ya no es un Profeta, Sacerdote y Rey ​​a ser anticipado como estaba en el Antiguo Pacto. Él es el Profeta, Sacerdote y Rey sobre Su iglesia en el Nuevo Pacto. No pensemos más que podemos introducir la innovación humana en la adoración, como es tambíen en la salvación.

D. El segundo mandamiento que prohíbe toda invención hecha por el hombre en el culto es perpetuo e inviable, así como los otros nueve mandamientos son (Deuteronomio 5: 6-22).Uno podría también intentar cambiar la naturaleza moralmente obligatoria del primer mandamiento ("No tendrás otros dioses delante de Mí") como tratar de cambiar la naturaleza moralmente obligatoria del segundo mandamiento. La Ley de Dios viene como un paquete: No se puede violar uno sin violar todo ("Porque cualquiera que guarde toda la ley, y sin embargo tropeza en un punto, es culpable de todo" Santiago 2:10). Además, no se puede escoger selectivamente qué mandamientos obedecer, evitando así los "detalles" de la Ley ("Cualquiera que, por lo tanto, rompa uno de los más pequeños de estos mandamientos y así enseñe a los hombres, será llamado menos en el reino de los cielos;

3. Existe una orden para el Principio Regulador de Adoración del Nuevo Testamento, tal como existía en el Antiguo Testamento.

A. Marcos 7: 6-9

Los fariseos habían cuestionado al Señor por qué no siguió la tradición oral de los ancianos que les habían sido transmitidos por generaciones. Cristo específicamente llama adoración que instituye las doctrinas, las tradiciones o los mandamientos de los hombres, la adoración vana o sin sentido. Dios no lo acepta. Así, cada vez que un acto religioso, un gesto, un símbolo o una ceremonia se introduce en el culto divino aparte del mandamiento de Dios, en ese momento la tradición de los hombres ha anulado el mandamiento de Dios ("Así habéis hecho el mandamiento de Dios De ningún efecto por su tradición "Mt 15: 6). Y por haber añadido la tradición al mandamiento de Dios, el Profeta, Sacerdote y Rey de la iglesia llama a estos líderes de la iglesia "Hipócritas" (Mt 15: 7).

B. Juan 4: 19-24

En la conversación del Señor con la mujer samaritana, tenga en cuenta que la conversación se refiere al tema de la adoración. ¿Le hizo una pregunta donde el pueblo de Dios adoraba en el Antiguo Pacto? Aunque la ubicación específica del culto divino no era un elemento de adoración, sino más bien una circunstancia de adoración, era una circunstancia prescrita de adoración (que debían adorar en Jerusalén, Jn. 4: 20-22). El Señor aquí condena toda adoración en una declaración cuando declara: "Vosotros adoráis lo que no sabéis, nosotros adoramos lo que sabemos" (Jn 4:22). Debido a que la mujer samaritana no conocía y seguía los mandamientos de Dios en su adoración (independientemente de la sinceridad de ella o de cualquier otro samaritano), Cristo podía decir que no sabía lo que estaba adorando. Ahora los samaritanos tenían los cinco libros de Moisés para guiarlos en su adoración. Sin embargo, su adoración no era culto verdadero si no por otra razón que esto: no adoraban al Señor en su templo designado en Jerusalén. Observe cuidadosamente que el Señor enseña que los "verdaderos adoradores" (Juan 4:23) adorarán al Padre en espíritu y en verdad. De hecho, Cristo lo pone aún más fuerte cuando Él declara categóricamente: "Dios es Espíritu, y los que le adoran deben adorar en espíritu y en verdad" (Jn. 4:24, énfasis añadido). La adoración de los "verdaderos adoradores" debe ser caracterizada por la alabanza espiritual (que es el Espíritu creado) y la adoración de Dios (no sólo formas vacías); Sino que también debe ser caracterizado por la verdad (que es adorar a Dios de acuerdo con las formas específicas que ha autorizado en la Escritura solamente). El Señor deja muy claro que la adoración no es una proposición cualquiera: o adorar a Dios en espíritu o adorarle en verdad. Aquellos que enfatizan sólo los aspectos interiores del culto caen bajo la condena de nuestro Señor tanto como aquellos que enfatizan solamente los aspectos externos del culto divino. Ambos son necesarios si queremos estar entre los que Jesús designa como "verdaderos adoradores". 

C. 1 Corintios 7:23;2 Corintios 1:24 (Romanos 14:23)

Estos pasajes proclaman una verdad común y preciosa: ningún hombre (ya sea ministro, anciano, obispo o papa) puede atar la conciencia de otro hombre para realizar un acto de adoración que Dios no ha autorizado positivamente en su Palabra (por precepto, ejemplo aprobado , O bien una inferencia buena y necesaria), porque sólo Dios es el Señor de la conciencia (es decir, sólo la Palabra de Dios puede vincular la conciencia corporativa de una iglesia para usar actos religiosos específicos, gestos, símbolos o ceremonias en la adoración). Para un líder en la iglesia para imponer cualquier acto religioso no autorizado en la adoración es jugar la parte de Dios (un rol que no se debe presumir jugar sin tener en cuenta cómo Dios trata a todos esos pretendientes, por ejemplo, Caín en Génesis 4: 1-8; O Nadab y Abiú en Levítico 10: 1-3, o Corá en Números 16: 3, o Saúl en 1 Sam 13: 8-13, o Uza en 2 Sam 6: 6-7, o Jeroboam en 1 Reyes 13: 1-5; O Uzías en 2 Crón. 26: 16-21; O los fariseos en el monte. 15: 1-9). Además, para que un miembro de una congregación se someta a cualquier acto religioso no autorizado, gesto, símbolo o ceremonia en el culto divino es proclamar que Jesús no es Señor, sino que el ministro, anciano, obispo o papa es Señor. Tal cristiano profesante se ha esclavizado al hombre. Sin embargo, mantenemos con nuestra Confesión de Fe que "sólo Dios es el señor de la conciencia, y la ha dejado libre de las doctrinas y mandamientos de los hombres que están en cualquier cosa contraria a su palabra, o junto a ella en asuntos de fe o de culto." 

D. Colosenses 2: 8,20-23

El énfasis del gran apóstol a lo largo de este capítulo es denunciar a las tradiciones y mandamientos de los hombres, y más bien aferrarse a Cristo y a sus mandamientos, porque "en Él están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento. Porque toda la plenitud de la Deidad reside corporalmente en El, y habéis sido hechos completos en El, que es la cabeza sobre todo poder y autoridad "(Col 2: 3, 9-10). Entendemos ustedes no son completos en ustedes mismos o en cualquier ceremonia hecha por el hombre en la adoración. Usted es completo, hecho completo y aceptable a través de su obra en su nombre. Él es el jefe de la iglesia, no tú ni yo. Él es nuestro Profeta, Sacerdote y Rey. Él solo dirige nuestra adoración y la presenta aceptable al Padre. Pablo infiere que para practicar cualquier "adoración de la voluntad" (o "religión auto-impuesta" Col. 2:23) " 22) es socavar la obra terminada de Cristo (Col. 2: 11-23) y tratar de usurpar la autoridad sobre la iglesia que justamente pertenece a Cristo (Col. 2: 8-10,18-19). La adoración auto-impuesta (es decir, cualquier acto religioso, gesto, símbolo o ceremonia en la adoración) es expresamente condenada por Cristo y sus apóstoles. Es de hecho una adoración falsa que ningún cristiano debe tolerar en la casa de Dios sin una protesta verbal al liderazgo y la separación de esta adoración falsa hasta que haya una reforma bíblica en la adoración.

El Dios eterno e infinitamente santo tiene el derecho y la responsabilidad de establecer un protocolo divino para la adoración aceptable de Su Hijo glorioso. Amados, nunca olvidéis lo que Dios le dijo a Aarón después de matar a sus hijos, quienes añadieron a los mandamientos autorizados de Dios en adoración: "Por los que se acercan a mí, yo debo ser considerado como santo" (Lv 10: 2, énfasis añadido). Y así, John Knox estaba absolutamente en lo correcto, "toda adoración, honor o servicio inventado por el cerebro del hombre en la religión de Dios, sin su propio mandamiento expreso, es idolatría". 
Soli Deo Gloria