miércoles, 13 de septiembre de 2017

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¿Qué es la verdad? - Cristo es la Verdad

Comprala verdad y no la vendas, adquiere sabiduría, instrucción e inteligencia. (Proverbios 23:23)

Hoy en medio de la era del postmodernismo se ha dado muchas concesiones  debido a la relatividad de la verdad. Dentro de la teología se está cayendo una vez más en el liberalismo y no se esta dando el testimonio de la verdad en muchos círculos y nos preguntamos una vez más ¿Qué es la verdad? o no hay ninguna verdad.

Definiendo Teológicamente, se entiende por verdad la revelación de Dios que culmina en Jesucristo y que se transmite hasta nuestros días.

Entonces aferrarse a la verdad hoy dicen que no importa lo que creamos (Confesiones de Fe); que todos debemos unirnos y ser una gran familia feliz (ecumenismo). Para hacer esto debes sacrificar algo. Nunca has visto el error comprometido? Siempre es la verdad. Alguien tiene que estar equivocado. ¿Somos nosotros? ¿Qué pasa si no nos aferramos a la verdad? No todos tenemos razón. ¿Es la salvación del Señor, o no? ¿Está el hombre muerto en pecado, o no? ¿Elige Dios a aquellos sobre los que mostrara misericordia, o no? ¿Redimió Cristo, o no? ¿El Espíritu nos trae a Cristo, o no? ¿Dios nos mantiene a salvo, o no? Esto es lo que se reduce a. O Cristo es todo o no lo es. O Cristo vino a salvar a los pecadores, o no lo hizo.

La verdad debe comprarse o tenerlo en cualquier caso cualquiera fuera el gasto que sea: "comprar" supone que una persona tiene algún conocimiento de ella, de la excelencia, utilidad e importancia de ella; y demuestra que él pone un valor en él, y tiene una alta estima para él: debe ser entendido de su uso de todos los medios y teniendo grandes esfuerzos para adquirirlo; tales como leer la palabra, meditar sobre ella, asistir al ministerio público, oración ferviente y frecuente por ello, y un mayor grado de conocimiento de ella; sí, significa la separación de una persona con todo para ello que se requiere; con su buen nombre y reputación, estando dispuesto a ser considerado un loco y un entusiasta, o cualquier cosa por el bien de ella; e incluso con la vida misma, cuando se le pide; y tal hombre se esforzará y contenderá por ello, permanecerá firme en él, y lo mantendrá para no dejarlo ir, lo que se entiende por "venderlo"; la verdad no es para ser vendida; no debe ser despreciado y descuidado.

La verdad evangélica es la palabra de la verdad del evangelio glorioso de Dios en la salvación, que esta verdad viene de Dios; y tiene a Cristo, que es la verdad, para sostenerla; los hombres son dirigidos y conducidos por el Espíritu de verdad; todo esto es verdad; en la verdad  no hay mentira. Hay varias doctrinas particulares del Evangelio que se llaman así; aquellos que respetan el conocimiento de un Dios en tres Personas en la Deidad; la divinidad y filiación de Cristo, su encarnación y mesianidad, la salvación sola por él, la justificación de un pecador por su justicia y la resurrección de los muertos como es tan real el retorno de Cristo, el juicio y la gloria venidera para los suyos. Dios sigue trayendo la verdad a los corazones de los escogidos en medio de esta generación adultera y perdida.
Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre sino por mí. (Juan 14:6)

Los creyentes, por tanto, viven en una verdad que es la de la revelación de Dios dada en Jesucristo y confiada a la Iglesia, pero en camino hacia un descubrimiento y una formulación que permita un conocimiento cada vez más adecuado de la misma y única verdad.
Muchos de los que profesan ser cristianos intentan presionarnos para que seamos más tolerantes con la falsa doctrina y no seamos tan divisivos. Pero por la gracia de Dios, su remanente siempre se niega a inclinarse ante los ídolos del mundo.

La manera de matar la falsedad es con la verdad, presentando doctrinas bíblicas.
Soli Deo Gloria



martes, 12 de septiembre de 2017

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La Infalibilidad e Inerrancia de las Sagradas Escrituras (CBL 1689)

La doctrina de la suficiencia e inerrancia de las sagradas escrituras afirma que la Biblia contiene toda información suficiente para alguien, no solamente para encontrar la salvación en Cristo, sino para, subsecuentemente, recibir instrucción y dirección en todos los aspectos de su vida y sus pensamientos, sea por declaraciones explícitas de la Escritura, o por inferencias sacadas de ella directamente.

Cito la CBL 1689 Cap. 1 Parr.1,6

Las Sagradas Escrituras constituyen la única regla suficiente, segura e infalible de todo conocimiento, fe y obediencia salvadores.

Todo el consejo de Dios tocante a todas las cosas necesarias para su propia gloria, la salvación del hombre, la fe y la vida, está expresamente expuesto o necesariamente contenido en las Sagradas Escrituras; a las cuales nada, en ningún momento, ha de añadirse, ni por nueva revelación del Espíritu ni por las tradiciones de los hombres

Diez razones por las que creo en la infalibilidad e inerrancia de las Escrituras.

1.- La veracidad de Dios

Antes que nada, creo en la inerrancia de la Biblia porque creo en la veracidad de Dios. La pregunta sobre la inerrancia bíblica no es tanto una cuestión de bibliología sino de teología propia. La Biblia testifica de la veracidad de Dios (Juan 3:3; Romanos 3:4). Si la Escritura es de Dios, es “inconcebible que contenga errores”.

El Antiguo Testamento recalca que “Dios no es hombre para que mienta ni hijo de hombre para que se arrepienta” (Números 23:19). Y el Nuevo Testamento confirma este testimonio aseverando que Dios no miente (Tito 1:2) porque es imposible que engañe (Hebreos 6:18).

En última instancia, dudar de la Palabra de Dios es dudar del carácter de Dios. “La autoridad de la Biblia quiere decir que todas las palabras de la Biblia son palabras de Dios de una manera tal que no creer o desobedecer alguna de ellas es no creer o desobedecer a Dios”.

2.- El testimonio de la Biblia

Las Escrituras nos aseguran de que han sido inspiradas por Dios. Aunque Pablo tenía el Antiguo Testamento en mente cuando comentó que “Toda la Escritura es inspirada por Dios” (2 Timoteo 3:16), ahora que tenemos el canon completo podemos aplicar el mismo principio apostólico a los libros del Nuevo Testamento.

Pablo, por ejemplo, escribió 2 Timoteo siendo guiado por el Espíritu. El apóstol Pedro ya reconoció que los escritos de Pablo eran “escrituras” (2 Pedro 3:16). Además, Pablo cita el texto de Lucas 10:7 en 1 Timoteo 5:18 como un pasaje inspirado.

A la hora de formar el canon del Nuevo Testamento, la iglesia no confirió ninguna autoridad a los veintisiete libros. Simplemente reconoció la autoridad que los libros ya tenían como inspirados por el soplo del Altísimo. Fueron todos libros escritos por un apóstol (o alguien cercano al grupo apostólico), ya aceptados y reverenciados por la iglesia universal y doctrinalmente congruentes con el Evangelio cristiano.

3.- El testimonio de Cristo

Jesucristo es perfecto e inmaculado en todos los sentidos. Es Dios, la segunda persona de la bendita Trinidad, por lo tanto es más inteligente y sabio que nosotros. Como si esto fuera poco, es nuestro Señor en todo y somos llamados a seguirle fielmente.

Ahora bien, ¿qué creía Jesús acerca de la Biblia? Jesús estaba totalmente convencido de la veracidad de las Escrituras (y no solamente los pasajes mesiánicos). De hecho, llegó a decir que, “De cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido” (Mateo 5:18). La palabra ‘jota’ en griego corresponde a ‘yodh’ en hebreo (la letra más pequeña del alfabeto arameo). Es como una especie de coma. Se estima que hay unos 66.000 yodhs en el Antiguo Testamento. Según Jesús, ¡cada yodh importa! “Jesús no podría afirmar su creencia en las Escrituras de una manera más contundente”.  

Jesús comía, bebía y respirada las Escrituras mientras ministraba en la tierra. Destaca en Juan 10:35 que, “la Escritura no puede ser quebrantada”. Y el Mesías estuvo consciente de que algún día sus seguidores iban a registrar sus palabras para cumplir lo dicho en Mateo 24:35, “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán”.

De hecho Jesús prometió que el Espíritu Santo vendría para que los discípulos hiciesen precisamente eso: “Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, Él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho” (Juan 14:26).

Y de nuevo, “Cuando venga el Espíritu de verdad, Él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir. Él me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber” (Juan 16:14).

El apóstol Juan escribió su Evangelio con este fin, esto es, dar a conocer lo que Jesús había hecho y enseñado: “Pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre” (Juan 20:31). Jesús no solamente creyó en la inspiración del Antiguo Testamento sino que se encargó de que el Nuevo fuese redactado también por la obra inspiradora del Espíritu Santo.

4.- El testimonio de los apóstoles

Como ya hemos visto, 2 Timoteo 3:16 profesa fe en la inspiración de la Biblia: “Toda la Escritura es inspirada por Dios”. La palabra ‘inspirar’ proviene del griego ‘Theopneustos’ que quiere decir ‘exhalada por Dios’.

A veces si sales por la noche cuando hace frío y está oscuro, soplas y puedes llegar a ver tu aliento. De la misma forma, cuando Dios sopla, el resultado es Escritura.   Los escritos apostólicos hablan sobre la autoridad de las Escrituras. 2 Pedro 1:21 es otro pasaje poderoso que resalta que, “nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo”.

Si leemos los escritos de cualquier autor bíblico del Nuevo Pacto, aceptan la autoridad absoluta de la Escritura. Las dos epístolas de Pedro sirven como un buen recordatorio. En cuestión de ocho capítulos (cinco en 1 Pedro y tres en 2 Pedro), Pedro cita libremente de cada uno de los cinco libros de Moisés, Salmos, Proverbios, Isaías y Oseas.

Ningún apóstol dudaba de la veracidad, infalibilidad o inerrancia de las Escrituras. Si la iglesia está edificada sobre el fundamento de los profetas y apóstoles (Efesios 2:20), hacemos bien en aceptar su autoridad apostólica en este asunto también.

5.- El testimonio de la iglesia primitiva

Contrariamente a lo que proponen algunos evangélicos confundidos en nuestros días, el concepto de inerrancia no es nuevo ni fruto del siglo XIX. Es cierto que el vocablo ‘inerrancia’ no existía tal cual antes de la época moderna, sin embargo, el concepto es omnipresente a lo largo de la historia de la Iglesia.

En el primer siglo Clemente de Roma (¿?-100) ya había escrito a los corintios diciendo que, “Habéis escudriñado las Escrituras, que son verdaderas, las cuales os fueron dadas por el Espíritu Santo y sabéis que no hay nada falso o fraudulento en ellas” (1 Clemente 45).

En el segundo siglo tanto Justino Mártir como Ireneo y Tertuliano aceptaron la inerrancia bíblica. En el tercero podemos apelar a Orígenes y Dionisio de Alejandría. En el cuarto están Cirilo de Jerusalén, Basilio, Gregorio de Nisa y el famoso trío de Ambrosio, Juan Crisóstomo y Agustín de Hipona.

Si estudiamos los escritos de los padres de la iglesia podemos llegar a las siguientes conclusiones: que las Escrituras no se contradicen, son fiables, autoritativas, perfectas, inspiradas por Dios, congruentes, unidas, no contienen nada falso, no mienten, son suficientes para declarar la verdad, son santas, veraces e irreprensibles. La iglesia del siglo XXI haría bien en avivar este legado doctrinal tan rico.

6.- Las profecías cumplidas

No hace falta mencionar todas las profecías cumplidas que contiene la Biblia, no obstante, tales profecías son otra muestra más de la inerrancia bíblica. ¿Cómo pudo Isaías profetizar con exactitud acerca de la vida del Mesías setecientos años antes de que éste naciera? ¡Sólo por el poder del Espíritu de Dios! Cada profecía cumplida demuestra que la Palabra es inerrante e infalible.

7.- La salud de la iglesia  

El príncipe de los predicadores, Charles Spurgeon (1834-92) En su lucha con el liberalismo teológico en el siglo XIX, Charles Spurgeon afirmó que el calvinismo tiene “una fuerza conservadora”. Se dio cuenta de que muchos de los que estaban negando las doctrinas fundamentales de la fe cristiana en Inglaterra habían sido criados en iglesias con un fuerte énfasis en la voluntad humana. Fueron las iglesias calvinistas del Reino Unido las que dieron más importancia a la veracidad de la doctrina bíblica.

Creo que si Spurgeon estuviera vivo en nuestros días añadiría que la doctrina de la inerrancia posee “una fuerza conservadora”.

A primera vista, uno podría decir que poco importa si decimos que la Biblia “es” la Palabra de Dios o si simplemente “contiene” la Palabra, pero los efectos a nivel pastoral son bien dañinos y evidentes. Pienso en la gloriosa Iglesia de Escocia que revolucionó el norte del Reino Unido en el siglo XVI con el poder de la Palabra de Dios. Ahora aquella Iglesia se ha apostado de la Escrituras porque ha permitido que líderes liberales modifiquen su confesión de fe sobre la inspiración de la Biblia. John Knox estará dando vueltas en su tumba. Cuando los líderes de una denominación empiezan a coquetear con una bibliología liberal, los resultados son desastrosos. Además, a nivel personal, ¿cómo aconsejas a uno de tus feligreses si crees que la Biblia está plagada de errores, contradicciones, mitos y leyendas? ¿Cómo puede el creyente común y corriente saber qué partes de la Biblia son Palabra de Dios y qué partes no lo son? ¿Cuáles salmos canta en su tiempo devocional si están todos contaminados por el error humano?

8.- La autoridad del púlpito

Cuando uno ya no cree en la inerrancia ni la infalibilidad de la Palabra, desaparece la predicación expositiva. En vez de enseñar a partir de una determinada carta o libro de la Biblia versículo por versículo, capítulo por capítulo con el fin de oír la voz de Dios, se empieza a predicar de forma puramente temática, ética, sensacionalista y finalmente, se elimina la Palabra por completo del púlpito. El protestantismo no puede sobrevivir sin la predicación de la Palabra.

En las grandes iglesias liberales, ya no se habla sobre la Biblia sino sobre las vacaciones, la importancia de contratar un seguro de vida, la mascota del predicador, politiqueo evangélico y otras estupideces indignas del nombre del Señor. Ya que no se predica desde la Escritura, la iglesia pierde el tono de autoridad que es característico en tiempos de avivamiento espiritual y acepta todo lo que dice la cultura del momento.

9.- El testimonio del Espíritu Santo

En última instancia, la creencia de que la Biblia es la Palabra de Dios no depende de ningún argumento humano. Tanto Lutero como Calvino reconocieron que es el Espíritu Santo el que da testimonio de la veracidad de las aserciones de la Biblia.   El gran campeón de la Reforma protestante, Martín Lutero (1483-1546)

En términos de Lutero: “El Espíritu Santo no es un escéptico; tampoco son dudas o meras opiniones lo que Él escribió en nuestros corazones, sino aserciones, más ciertas e inconmovibles que la vida misma y cualquier experiencia”.

Y de nuevo, “Si vamos a la claridad interior [de la Palabra], ningún hombre entiende siquiera una jota de las Escrituras, a no ser que tenga el Espíritu de Dios […] Es, pues, imprescindible el Espíritu para poder entender las Escrituras enteras o cualquiera de sus partes”.

En cuanto a Calvino, el reformador de Ginebra explicó que, “No hay hombre alguno, a no ser que el Espíritu Santo le haya instruido interiormente, que descanse de veras en las Escrituras”. Y de nuevo, “El testimonio que da el Espíritu Santo es mucho más excelente que cualquier otra razón.

Porque, aunque Dios solo es testigo suficiente de sí mismo en su Palabra, con todo a esta Palabra nunca se la dará crédito en el corazón de los hombres mientras no sea sellada con el testimonio interior del Espíritu.

Así que es menester que el mismo Espíritu que habló por boca de los profetas, penetre dentro de nuestros corazones y los toque eficazmente para persuadirles de que los profetas han dicho fielmente lo que les era mandado por el Espíritu Santo”. El Espíritu Santo es el testimonio de testimonios en cuanto a la inerrancia, infalibilidad y veracidad de la Palabra.

10.- La falta de contradicciones

Un décimo argumento a favor de la inerrancia bíblica es que no hay tal cosa como una contradicción bíblica. Las típicas acusaciones lanzadas por los escépticos carecen de peso. Es cierto que hay textos difíciles en las Escrituras; sin embargo, casi todos los pasajes en cuestión tienen posibles soluciones.

Conclusión
La teología cristiana debe afirmar, sin reservas, la inerrancia de la Escrituras como una fuente completa de información, instrucción y dirección. La Biblia contiene toda la voluntad divina, incluyendo la información que alguien necesite para su salvación, desarrollo espiritual y dirección personal. Ella contiene información suficiente, de forma que, si alguien la obedece completamente, estará cumpliendo la voluntad de Dios en cada detalle de su vida. Pero siempre que él comete pecado es porque falla en obedecerla completamente. Aunque nuestra obediencia nunca alcance perfección en esta vida, eso no significa que en la Biblia no exista toda la información que necesitamos para vivir una vida cristiana perfecta.
Soli Deo Gloria



jueves, 7 de septiembre de 2017

Beneficio de usar una Confesión de Fe (1689)

¿Nos aferraremos a la Palabra fiel como hemos sido enseñados? ¿Seremos nosotros la generación que se desvía de los estándares doctrinales y prácticos del pasado? ¿Nos avergonzaremos de nuestras opiniones sobre la Ley, el Sábado y el Principio Regulador de Adoración, entre otras cosas? ¿Los Bautistas confesionales prosperarán para las generaciones futuras o daremos paso a una forma de reduccionismo doctrinal en nombre de una mayor unidad y crecimiento de la iglesia? ¿Es la Confesión una barrera para la plena aceptación, especialmente cuando nuestras iglesias han sido bendecidas con tantos buenos maestros y predicadores? ¿Por qué estos hombres no son reconocidos en el mundo cristiano más amplio? ¿Qué es una iglesia que quiere ser humilde, útil y participar en las cosas buenas que Dios está haciendo en otros lugares? ¿Debemos comprometer o ignorar aquellas cosas que una vez enseñamos y abrazamos?

La Iglesia de Cristo tiene 20 siglos de historia y nosotros no podemos desligarnos de ese pasado. Nuestra confesión de fe fue escrita hace más de 300 años (La Confesión de Fe Bautista de Londres de 1689), y ésta a su vez se adhiere al testimonio general que la iglesia de Cristo ha mantenido durante todos los siglos que nos han precedido como una sana expresión de la fe. Y estas hoy nos siguen sosteniendo y respondiendo a las interrogantes dentro de las Iglesias.

Respondamos ahora ¿Cómo debe una iglesia local usar su confesión de fe?

1. Como afirmación y defensa de la verdad. La iglesia del Dios vivo es llamada a ser la columna y baluarte de la verdad (1 Timoteo 3:15). Es para "seguir el modelo de las palabras sanas" (2 Timoteo 1:13) y para "combatir fervientemente por la fe una vez por todas entregada a los santos" (Judas 3). En la medida en que una confesión refleja la Palabra de Dios, es útil para ayudar a la iglesia a discernir la verdad del error. Muchas de las grandes confesiones en la historia de la iglesia han afirmado las verdades bíblicas al mismo tiempo que condenan las expresiones no bíblicas de la misma. Pablo llamó a Timoteo para que guardara el buen depósito que le fue confiado (2 Timoteo 1:14), y también los fieles cristianos están llamados a vigilarlo de cerca.  En la medida en que una confesión refleja la Palabra de Dios, es útil para ayudar a la iglesia a discernir la verdad del error.

2. Como base para la disciplina de la iglesia. En 1 Timoteo 5:16, Pablo aconsejó a Timoteo: "Ten cuidado de ti mismo y de la enseñanza; persevera en estas cosas, porque haciéndolo asegurarás la salvación tanto para ti mismo como para los que te escuchan". Como una cuestión de mayordomía, pureza de la iglesia y amor al prójimo, un pastor fiel, una junta fiel de ancianos, un fiel miembro de la iglesia debe mantener un ojo cercano sobre la vida y la doctrina de aquellos dentro de su congregación. La disciplina de la Iglesia (Mateo 18: 15-18) es una parte clave de esto. La confesión de fe constituye la base para determinar si un líder o miembro de la iglesia se ha desviado de la creencia ortodoxa o de la vida ortodoxa. Proporciona una norma objetiva para la acusación y la restauración en la disciplina de la iglesia.

Andrew Fuller escribió sobre el cuidado que se debe tener en la disciplina de la iglesia y el papel de la confesión si esa búsqueda:

"Si una comunidad religiosa acepta especificar algunos principios principales que ellos consideran como derivados de la Palabra de Dios, y juzgar la creencia de que son necesarios para que cualquier persona se convierta o continúe un miembro con ellos, no se sigue que aquellos los principios deben ser entendidos igualmente, o que todos sus hermanos deben tener el mismo grado de conocimiento, ni tampoco que deben entender y creer nada más. Los poderes y capacidades de diferentes personas son diversos; uno puede comprender más de la misma verdad que otro, y tener sus puntos de vista más ampliados por una gran variedad de ideas afines; y sin embargo la sustancia de su creencia puede seguir siendo la misma. El objeto de los artículos es mantenerse a distancia, no aquellos que son débiles en la fe, sino los que son sus enemigos declarados".

3. Como medio de prueba teológico y madurez cristiana. ¿Qué doctrinas deben creerse para que uno pueda ser considerado un auténtico seguidor de Cristo? ¿Qué doctrinas representan distinciones denominaciones? ¿Qué doctrinas son terciarias y pueden ser relegadas a la categoría de "hombres buenos no están de acuerdo?" Una confesión de iglesia sólida y efectiva local adopta una postura inequívoca sobre las doctrinas que deben marcar el verdadero cristiano. También suena claro en las distinciones denominaciones. Pero una confesión de la iglesia bien articulada también evita el sectarismo innecesario al negarse a tomar una línea dura en los llamados temas de "tercer nivel" tales como el momento del regreso de Cristo, los detalles específicos del milenio, las traducciones preferidas de la Biblia etc.

4. Como un estándar conciso para evaluar a los ministros de la Palabra. El apóstol Pablo le dijo a Timoteo que confiara las grandes verdades de Dios a los hombres fieles (2 Tim. 2: 2). Los fieles son fieles a la sana doctrina, fieles a las Escrituras. Cuando se llama a un nuevo pastor o un nuevo anciano, la confesión de la iglesia provee el estándar doctrinal por el cual su condición física debe ser juzgada. También proporciona una línea de base crucial para medir su solidaridad teológica o la falta de ella con el cuerpo que lo está considerando para el ministerio.

5. Como base doctrinal para plantar iglesias. Una confesión de fe establece la clave para empezar iglesias confesionales en su cuerpo de doctrina, establecimiento de ancianos, principio regulador en la adoración, los sacramentos y la obediencia a los medios de gracia.

6. Como medio para establecer la continuidad histórica y la unidad con otros cristianos. Los redactores de la Segunda Confesión de Londres  apuntaban a mostrar que los Bautistas particulares no se dieron a las novedades teológicas, sino que permanecieron con dos pies firmemente plantados en la histórica tradición cristiana. Suscribieron el trinitarianismo de los primeros credos, la cristología de Calcedonia, los cinco solas de la Reforma y mucho más que comprende la ortodoxia evangélica. Las iglesias locales hacen lo mismo cuando proclaman dónde están sobre estas doctrinas teológicas fundamentales.
Una iglesia saludable es aquella que sabe lo que cree, predica lo que cree, enseña lo que cree, canta lo que cree, ora lo que cree, confiesa lo que cree y busca, por la gracia de Dios, vivir lo que cree. En otras palabras, una iglesia saludable es una iglesia confesional.
Soli Deo Gloria



martes, 5 de septiembre de 2017

El Evangelio crea Unidad en la Iglesia

Pero en ninguna manera estimo mi vida como valiosa para mí mismo, a fin de poder terminar mi carrera y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio solemnemente del Evangelio de la Gracia de Dios. (Hechos 20:24)  

Una vez que comenzamos a entender el evangelio de Jesucristo, estas verdades empiezan a transformar la vida de los han recibido por gracia su evangelio.

Una explicación del evangelio…

El texto citado en las palabras del apóstol Pablo, vemos una aplicación del evangelio al profesarla y predicarla, darle un testimonio constante y público a la muerte, como en la vida, y declararla fielmente, y afirmarla hasta el final; que él llama no sólo el "Evangelio", o la buena noticia de la salvación por Cristo; sino el Evangelio "de la gracia" de Dios, que trae el relato de la gracia libre, del amor y de la misericordia de Dios, manifestado en el esquema de la salvación de la gracia de Dios el Padre, al lanzar su amor sobre cualquiera de los hijos de hombres; no porque fueran mejores y más merecedores de su favor que otros, sino por causa de su soberana voluntad y placer, que tendrá misericordia de quien él quiera tener misericordia; y escogiéndolos en Cristo para la salvación, antes de haber hecho el bien o el mal, y sin ninguna consideración o previsión de, o el motivo de las buenas obras que después han hecho por ellos; al trazar el esquema y modelo de su salvación en Cristo, designándole para ser el autor de ello; y en hacer un pacto de gracia con él, almacenado con todas las bendiciones y promesas de la gracia; y enviándolo en el tiempo de los siglos a sufrir y morir por ellos, no perdonándolo, sino entregándolo por todos, y dando todas las cosas libremente con él; y aceptando el sacrificio, la satisfacción y la justicia de su Hijo por su cuenta, como si lo hicieran por sí mismos. También da cuenta de la gracia de Cristo al emprender la salvación de los hombres; en asumir su naturaleza, y convertirse en media y baja en ella; en morir por sus pecados; en su intercesión por ellos a la diestra de Dios; y en el cuidado que toma de ellos en este mundo, hasta que los haya traído a salvo a casa para sí mismo. Del mismo modo da cuenta de la gracia del Espíritu en la regeneración y santificación; en la fe operante en los corazones de los hombres; en ser consolador de ellos, testigo de su adopción, de su heredad, y del sellador de ellos hasta el día de la redención. Y el Evangelio puede ser así llamado, porque todas sus doctrinas son doctrinas de gracia; afirma que la elección es de gracia, y no de obras; y atribuye la justificación de un pecador a la gracia libre de Dios, por la justicia de Cristo, imputada sin obras y recibida por la fe, cuya fe es el don de Dios, y niega que sea de las obras de la ley; representa el perdón del pecado según las riquezas de la gracia de Dios, aunque sea por la sangre de Cristo, y no por humillación, arrepentimiento, confesión y nueva obediencia, como causas de ello; atribuye la regeneración y la conversión a la abundante misericordia, al libre favor de Dios y a la eficacia de su gracia, y no a la voluntad de la carne, o a la voluntad del hombre; y en una palabra, como la gran doctrina de ella es la salvación, de donde se llama Evangelio de la salvación, declara que toda la salvación, del principio al último, es toda la gracia. Y también puede llevar este nombre, porque es un medio de transmitir gracia a, implantar en el corazón de los hombres; la gracia regeneradora viene de esta manera; Dios engendra a los hombres por la palabra de la verdad, ellos nacen de la semilla incorruptible por ella; el Espíritu de Dios, como espíritu de santificación, es recibido por medio de ella, y la fe viene por oírla; y tanto eso como la esperanza, y toda otra gracia, son vivificados, animados y sacados a ejercicio por ella; todo lo cual es, cuando es atendido con el Espíritu de Dios y poder: y siendo éste la naturaleza y el uso del Evangelio, lo hizo tan precioso y valioso para el apóstol, y lo hizo tan atento en testificarlo, y cumpliendo el ministerio de ella, y preferirla a la vida y todo en este mundo; y no puede sino ser altamente valorado y muy deseado por todos los que han probado que el Señor es misericordioso. 

Permítanme proponer cuatro maneras en que el evangelio crea unidad en la iglesia.

Primero, el evangelio nos enseña que la verdad sólo es verdadera si se lleva a cabo en amor.

Aunque podemos estar de acuerdo en que no hay amor sin la verdad, es esencial que los cristianos de mentalidad doctrinal recuerden que tampoco hay verdad sin amor. La verdad verdadera siempre se expresará en el amor.
Si usted está debatiendo con su hermano, especialmente sobre la doctrina, probablemente es una buena indicación de que ha entendido mal la verdad de esa doctrina. La verdadera doctrina y teología lleva siempre y sólo al amor en verdad (1 Cor. 13).

Segundo, el evangelio trae la paz a los diversos lados del debate "obras vs. fe".
El debate se ha enfurecido sobre si el evangelio requiere obras como una manera de ganar, mantener o probar la vida eterna de uno.

Sin embargo, este debate proviene de un simple error categórico de confundir una pequeña parte del evangelio con su totalidad. Si dos personas están discutiendo sobre lo que califica como verdadero "fruto" y uno tiene manzanas en mente y el otro tiene naranjas, pero siguen usando el mundo "fruta", el argumento rápidamente se vuelve bastante desordenado.

Los debates evangélicos son así. El evangelio es un amplio mensaje sobre lo que Dios ha hecho por el mundo entero a través de la vida, las enseñanzas, la crucifixión, la muerte, el entierro y la resurrección de Jesucristo. No sólo contiene verdades sobre cómo una persona puede ir al cielo cuando mueren, sino también sobre cómo un seguidor de Jesús puede vivir aquí en la tierra.

Así que si una persona está pensando sólo en las partes del evangelio que le dicen a una persona cómo ir al cielo cuando mueren o reciben la vida eterna (la fe solo en Cristo solamente), mientras que otra persona está pensando en las partes del evangelio que dicen seguidores de Jesús como vivir en esta tierra (discipulado, obediencia, vida fiel), pero ambas personas siguen usando el término "evangelio", el argumento rápidamente se vuelve bastante desordenado. Pero cuando entendemos que el evangelio contiene ambas verdades acerca de cómo recibir la vida eterna y vivir adecuadamente esta vida, entonces podemos dejar de discutir sobre el papel de la fe y las obras en el evangelio y ver que ambos tienen su lugar apropiado con resultados apropiados.

Tercero, el evangelio trata de aprender más acerca de Jesús y hacer más con Jesús

Cuando vemos que el evangelio contiene toda una serie de verdades y doctrinas para creer y enseñar y también un amplio espectro de comportamientos para practicar y obedecer, aquellos que creen que los cristianos deben estar escuchando más sermones y asistir a más estudios bíblicos pueden asentir y sonreír hacia aquellos que prefieren estar alimentando a los pobres y atendiendo a los enfermos, y viceversa.

Ambas partes reconocen que si realmente están siguiendo el evangelio, llegará un momento en que sus papeles deben revertir, o al menos llegar a ser más equilibrados.

Hay un tiempo para estudiar, y un tiempo para servir; un tiempo para aprender, y un tiempo para amar.
El evangelio nos recuerda que todos somos una familia

En última instancia, el evangelio nos enseña que no importa que todos somos una familia. Y al igual que cualquier familia, habrá desacuerdos internos, luchas y argumentos. Puede ser necesario que haya alguna disciplina que tenga lugar, algunas separaciones que deben ocurrir.

Pero cuando estos argumentos y rupturas ocurren, el evangelio nos recuerda que todavía somos familia, y que a pesar de nuestros sentimientos heridos, desacuerdos teológicos e intriga, la meta del evangelio es la reconciliación y la redención, no solo de cada uno de nosotros a uno otro, pero finalmente y finalmente, la redención y reconciliación de todas las cosas bajo el señorío de Jesucristo.

Pero la unidad de la iglesia no es fácil

Nada de esto significa que el desarrollo de la unidad sea fácil. De hecho, la unidad es un poco como la humildad: ambos desaparecen en el momento en que crees que lo has logrado. La unidad, como la humildad, nunca puede ser nuestro objetivo. La unidad es un subproducto de vivir dentro del evangelio.

La unidad se produce naturalmente como resultado de seguir a Jesús cuando nos conduce a la paz con Dios y unos con otros, en una burla suave de nuestro propio orgullo y ambición, y en un placer pleno de la belleza y la maravilla de la vida en este mundo.

Cuando se mira de esta manera, el evangelio es una verdad que nos une a todos juntos en unidad y verdad. El evangelio no es algo que divide, sino que se une y nos une a la unidad de la fe.
Soli Deo Gloria


viernes, 1 de septiembre de 2017

Una Declaración Breve y Sencilla de la Fe Reformada

1. Yo creo que mi único fin tanto en la vida como en la muerte debe ser glorificar a Dios y disfrutar de él para siempre; y que Dios me enseña cómo glorificarle en su santa Palabra, es decir, la Biblia, la cual él había dado por inspiración infalible de su Espíritu Santo a fin de que yo ciertamente pueda conocer lo que debo creer concerniente a él y los deberes que él requiere de mí.

2. Yo creo que Dios es un Espíritu, infinito, eterno e incomparable en todo lo que él es; un solo Dios pero en tres personas, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, mi Creador, mi Redentor y mi Santificador; en cuyo poder y sabiduría, justicia, bondad y verdad yo puedo poner con seguridad mi confianza.

3. Yo creo que los cielos y la tierra, y todo lo que en ellos hay, son la obra de las manos de Dios; y que todo lo que él ha hecho lo dirige y gobierna en todas sus acciones; de tal manera que ellas cumplan el fin para el cual fueron creadas, y yo que confío en él no seré avergonzado sino podré con seguridad descansar en la protección de su amor todopoderoso.

4. Yo creo que Dios creó al hombre a su imagen, en conocimiento, justicia y santidad, y entró en un pacto de vida con él sobre la única condición de la obediencia como deber del hombre; de tal manera que por pecar deliberadamente en contra de Dios ese hombre cayó en pecado y miseria en la cual yo he nacido.

5. Yo creo, que, estando caído en Adán, mi primer padre, soy por naturaleza un hijo de ira, bajo la condenación de Dios y estoy corrompido en cuerpo y alma, inclinado al mal y merecedor de la muerte eterna; del cual espantoso estado no puedo ser liberado salvo a través de la gracia inmerecida de Dios mi Salvador.

6. Yo creo que Dios no ha dejado al mundo perecer en su pecado, sino por un gran amor con el que lo amó, desde toda la eternidad de pura gracia ha escogido para sí mismo una multitud que ningún hombre puede contar, para liberarlos de su pecado y miseria, y de ellos edificar nuevamente en el mundo su reino de justicia; en cuyo reino yo puedo estar asegurado de tener parte si me afianzo en Cristo el Señor.

7. Yo creo que Dios ha redimido a su pueblo para sí mismo a través de Jesucristo nuestro Señor; quien, aunque era y por siempre continúa siendo el Hijo eterno de Dios, sin embargo nació de mujer, bajo la ley, para que pudiera redimir a los que están bajo la ley: creo que él cargó la pena debida a mis pecados en su propio cuerpo sobre el madero, y cumplió en su propia persona la obediencia que le debo a la justicia de Dios, y ahora me presenta ante su Padre como su posesión adquirida, para la alabanza de la gloria de su gracia para siempre; por lo cual renunciando a todo mérito mío, pongo toda mi confianza solamente en la sangre y justicia de Cristo Jesús mi redentor.

8. Yo creo que Jesucristo mi redentor, quien murió por mis ofensas fue resucitado para mi justificación, y ascendió a los cielos, donde está sentado a la diestra del Padre Todopoderoso, continuamente intercediendo por su pueblo, y gobernando todo el mundo como la cabeza sobre todas las cosas para su Iglesia; de tal manera que no necesito temer de ningún mal y puedo con seguridad saber que nada me puede arrebatar de sus manos y nada me puede separar de su amor.

9. Yo creo que la redención obtenida por el Señor Jesucristo se aplica eficazmente a todo su pueblo por el Espíritu Santo, quien obra la fe en mí y de ese modo me une a Cristo, me renueva a la entera imagen de Dios, y me capacita más y más para morir al pecado y vivir a la justicia; hasta que, esta obra de gracia habiendo sido completada en mí, yo seré recibido en gloria; en cuya gran esperanza permaneciendo, tengo siempre que luchar para la santidad perfecta en el temor de Dios.

10. Yo creo que Dios requiere de mí, bajo el evangelio, primero que todo, que, por un verdadero sentir de mi pecado y miseria y una aprehensión de su misericordia en Cristo, deba alejarme con dolor y odio del pecado y recibir y descansar en Jesucristo solamente para salvación; de tal manera, que estando así unido a él, yo pueda recibir perdón por todos mis pecados y ser aceptado como justo ante los ojos de Dios solamente por la justicia de Cristo imputada a mí y recibida por fe solamente; y únicamente de esta manera y nada más yo creo en verdad poder ser recibido dentro del número y tener derecho a todos los privilegios de los hijos de Dios.

11. Yo creo que, habiendo sido perdonado y aceptado en nombre de Cristo, se requiere de mí también que camine en el Espíritu que él ha adquirido para mí, y por quien el amor es derramado ampliamente en mi corazón; cumpliendo la obediencia que debo a Cristo mi Rey; fielmente llevando a cabo todos los deberes puestos sobre mí por la santa ley de Dios mi Padre celestial; y siempre reflejando en mi vida y conducta, el ejemplo perfecto que ha sido establecido para mí por Jesucristo mi Líder, quien ha muerto por mí y me ha concedido su Santo Espíritu para que yo pueda hacer las buenas obras que Dios ha preparado de antemano para que anduviese en ellas.

12. Yo creo que Dios ha establecido su Iglesia en el mundo y le ha dotado con el ministerio de la Palabra y las santas ordenanzas del Bautismo, la Cena y la Oración del Señor; a fin de que a través de éstos como medios, las riquezas de su gracia en el evangelio puedan darse a conocer al mundo, y, por la bendición de Cristo y la obra de su Espíritu en ellos que por la fe las reciben, los beneficios de la redención puedan ser comunicados a su pueblo; por lo cual también se requiere de mí que atienda a estos medios de gracia con diligencia, preparación y oración, de tal manera que a través de ellos yo pueda ser instruido y fortalecido en la fe, y en la santidad de vida y en el amor; y que yo use de mis mejores esfuerzos para llevar este evangelio y comunicar estos medios de gracia a todo el mundo.

13. Yo creo que así como Jesucristo ha venido una vez en gracia, así también él vendrá por segunda vez en gloria, para juzgar al mundo en justicia y asignarle a cada uno su recompensa eterna; y creo que si muero en Cristo, mi alma será en la muerte hecha perfecta en santidad e irá a casa con el Señor; y cuando él regrese con su majestad, yo seré levantado en gloria y hecho perfectamente bendito en el pleno goce de Dios por toda la eternidad: alentado por tal esperanza bendita se requiere de mí voluntariamente participar en sufrir privaciones aquí como buen soldado de Cristo Jesús, siendo asegurado de que si muero con él también viviré con él, si persevero, también reinaré con él.
Y a Él, mi Redentor,
junto con el Padre,
y el Espíritu Santo,
Tres Personas, un solo Dios,
sea la gloria para siempre, hasta el fin del mundo,
Amén, y Amén.
Soli Deo Gloria



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¿Qué pensaban los padres de la Iglesia de Sola Scriptura?

Los padres de la iglesia también creían en la autoridad, inerrancia, suficiencia, necesidad y claridad de la Biblia. La doctrina de ‘Sola scriptura’ no fue un invento del siglo XVI. En la época patrística, los grandes predicadores de la fe cristiana estaban convencidos de que la Escritura era la suprema norma de fe y conducta. Creían en la autoridad, inerrancia, suficiencia, necesidad y claridad de la Palabra de Dios. Hoy mostraré algunas citas de catorce de los padres de la iglesia para demostrar que el protestantismo no procuró crear nada nuevo sino recuperar una pasión por la supremacía de las Escrituras que se había perdido en la Iglesia Católica Romana a lo largo de la edad media. Empecemos.

1.- Clemente de Roma (¿?100) “Habéis escudriñado las Escrituras, que son verdaderas, las cuales os fueron dadas por el Espíritu Santo y sabéis que no hay nada falso o fraudulento escrito en ellas”. (1 Clemente 45)

2. Justino Mártir (100-165) “Puesto que estoy plenamente convencido de que ningún texto de la Escritura contradice a otro […] procuraré persuadir a aquéllos que creen que las Escrituras son contradictorias para que piensen como yo” (Diálogo con Trifón, 65). “Hay que creer la Escritura por su nobleza y por la confianza en Aquél que la envía. La palabra de verdad es enviada por Dios […] Ya que ha sido enviada con autoridad, no hace falta preguntarse por pruebas acerca de lo que afirma puesto que no hay otra prueba más allá de sí misma, la cual es Dios” (Fragmentos de la obra de Justino Mártir sobre la resurrección, 1). “El día llamado del sol [el domingo], se reúnen todos en un lugar, lo mismo los que habitan en la ciudad que los que viven en el campo, y según conviene, se leen los tratados de los apóstoles y los escritos de los profetas, según el tiempo permita. Luego, cuando el lector termina, el que preside se encarga de amonestar, con palabras de exhortación, a la imitación de cosas tan admirables” (Primera apología, 67).

3.- Ireneo (130-202) “Esta es su teoría [la de los herejes gnósticos], que ni los profetas anunciaron, ni el Señor enseñó, ni los apóstoles transmitieron. Y, sin embargo, ellos se glorían de haber recibido de estas cosas un conocimiento más elevado que todas las demás personas. Todo el tiempo citan textos que no se hallan en las Escrituras y, como se dice, fabrican lazos con arena. Y no les preocupa acomodar sus doctrinas de una manera confiable, sea las parábolas del Señor, sea los dichos de los profetas, sea la predicación de los apóstoles. Lo único que tratan de hacer es que sus creaciones no parezcan carecer de pruebas. Por eso enredan el orden y el texto de las Escrituras, y en cuanto pueden separan los miembros (del cuerpo) de la verdad. Transponen y transforman todo, y mezclando una cosa con otra, seducen a muchos mediante la fantasiosa composición que fabrican a partir de las palabras del Señor” (Contra Herejías, 1.8.1). “Las Escrituras son perfectas porque fueron habladas por la Palabra de Dios y su Espíritu” (Contra Herejías, 2.28.2). Ireneo. “De este modo toda la Escritura que Dios nos ha dado nos parecerá congruente, concordarán las interpretaciones de las parábolas con expresiones claras, y escucharemos las diversas voces como una sola melodía que eleva himnos al Dios que hizo todas las cosas” (Contra Herejías, 2.28.3). “Nosotros no hemos conocido la economía de nuestra salvación sino por aquellos a través de los cuales el Evangelio ha llegado hasta nosotros [los apóstoles]: ellos primero lo proclamaron, después por voluntad de Dios nos lo transmitieron por escrito para que fuese columna y fundamento (1 Timoteo 3:15) de nuestra fe” (Contra Herejías, 3.1.1).

4.- Tertuliano (155-240) “Las afirmaciones de la Sagrada Escritura nunca estarán en desacuerdo con la verdad” (Tratado del alma, 21).

5.- Orígenes (185-254) “Nadie debe establecer una doctrina a partir de un libro que no forme parte de la Escritura canónica” (Comentario sobre Mateo, 26). “No hay que consultar otra fuente [más allá del Antiguo y el Nuevo Testamento] para conceder autoridad a cualquier conocimiento o doctrina” (Homilía sobre Levítico, 5).

6.- Dionisio de Alejandría (¿?264) “Aceptamos todo aquello que se puede probar mediante las enseñanzas de la Sagrada Escritura” (Citado en Historia eclesiástica de Eusebio, Libro 7).

7. Atanasio (296-373) Atanasio, el campeón de la ortodoxia trinitaria. “Algunos piensan que las Escrituras no son congruentes o que Dios, quien dio el mandamiento, es falso. Pero no hay ninguna discrepancia. Tampoco podría el Padre, el cual es la verdad, mentir porque es imposible que Dios mienta” (Carta pascual, 19.3). “Estos libros son la fuente de la salvación de modo que los sedientos se puedan saciar con las palabras vivas que contienen. Se proclama la doctrina de la piedad en estos libros. Qué nadie añada ni quite nada de lo que está escrito en esos libros” (Carta pascual, 39.6). “Las sagradas e inspiradas Escrituras son suficientes para declarar la verdad” (Contra los paganos, 1.3).

8.- Cirilo de Jerusalén (313-386) “Acerca de los divinos y santos misterios de la fe, no debe transmitirse nada sin las Sagradas Escrituras, ni deben aducirse de modo temerario cosas simplemente probables y apoyadas en argumentos construidos con palabras artificiosas. Y no creas, pues, que voy a proceder de este modo, sino probando por las Escrituras lo que te anuncio. Pues esta fe, a la cual debemos nuestra salvación, no recibe su fuerza de los comentarios y las disputas, sino de demostración por medio de la Sagrada Escritura” (Catequesis, 4.17).

9.- Basilio de Cesárea (330-379) “Aquellos que son instruidos en las Escrituras deberían examinar lo que dicen los profesores, recibiendo todo lo que está en conformidad con la Escritura y rechazando lo que se opone a ella; y deberían evadir a los profesores que persisten en enseñar semejantes doctrinas [falsas]” (Las moralia y regulae, 72).

10.- Gregorio de Nisa (335-395) “Las Escrituras son el canon de todos los dogmas. Fijemos nuestros ojos en ellas y solamente aceptemos las enseñanzas que pueden armonizar con ellas” (Sobre el alma y la resurrección, 5).

11.- Ambrosio (340-397) “No sigáis las tradiciones de la filosofía ni a aquéllos que dan la apariencia de buscar la verdad con el fin de engañar por medio del arte de la persuasión. Por el contrario, aceptad, de acuerdo a la regla de la verdad, lo que se afirma en las palabras inspiradas de Dios” (Seis días de la creación, 2.1.3).

12.- Juan Crisóstomo (349-407) “Tu palabra es verdad, es decir, no hay falsedad en ella y todo lo que se dice en ella se tiene que cumplir” (Homilía sobre Juan 17:17). “Es necesario establecer todos los argumentos a partir de la Escritura y así demostrar con precisión que no son un invento del razonamiento humano, sino el mismísimo veredicto de la Escritura. Así todo lo que decimos tendrá más credibilidad y se profundizará más en vuestra mente” (Homilía sobre los estatutos, 1.14).

13.- Agustín (354-430) “Opino que es deletéreo creer que en los libros santos se contiene mentira alguna, es decir, que aquellos autores por cuyo medio nos fue otorgada la Escritura hayan dicho alguna mentira en sus libros. Una cosa es preguntarse si un hombre bueno puede en algunas circunstancias mentir, y otra cosa muy distinta es preguntarse si pudo mentir un escritor de la Sagrada Escritura. Mejor dicho, no es otra cuestión, sino que no hay cuestión. Porque, una vez admitida una mentira por exigencias del oficio apostólico en tan alta cumbre de autoridad, no quedará defendida partícula alguna de los libros. Por la misma regla deletérea podrá siempre recurrirse a la intención y obligación del autor mentiroso, según a cada cual se le antoje, cuando un pasaje resulte arduo para las costumbres o increíbles para la fe” (Cartas 28.3). “Porque quien recurre a tal engaño [diciendo que las Escrituras contienen errores y contradicciones], prefiere que le crean a él, y obra así para que no creamos en la autoridad de las divinas Escrituras” (Cartas 28.4). “Confieso que a tu caridad que sólo a aquellos libros de las Escrituras que se llaman canónicos he aprendido a ofrendar esa reverencia y acatamiento, hasta el punto de creer que ninguno de sus autores se equivocó al escribir. Si algo me ofende en tales escritos, porque me parece contrario a la verdad, no dudo en afirmar o que el códice tiene una errata, o que el traductor no ha comprendido lo que estaban escrito, o que yo no lo entiendo (Cartas 82.3). “La verdad de las divinas Escrituras es por todas partes segura e indiscutible, puesto que los mismos apóstoles, y no cualesquiera otros, la encomendaron a nuestra memoria para edificar nuestra fe; por esa razón fue asimismo recibida en la cumbre canónica de la autoridad (Cartas 82.7). “Te digo, sin embargo, algo que necesariamente ha de ser verdadero o falso […] sólo te queda el creerlo o el no creerlo. Si va garantizado por una autoridad neta de las Sagradas Escrituras, de aquellas digo que se llaman canónicas en la Iglesia, sin duda alguna hay que creerlo” (Cartas 148.4). “No puede suceder que esta autoridad de las Escrituras diga mentira por parte alguna” (Cartas 148.14). Agustín de Hipona, el teólogo más importante en la historia de la Iglesia. “A mí no me has de creer como a Ambrosio, de cuyos libros puse testimonios tan grandes. Y si crees que a ambos nos has de creer con iguales motivos, ¿acaso podrás compararnos con el Evangelio o igualarás nuestros escritos con las Escrituras canónicas? Si eres recto en tus juicios, verás que estamos muy distantes por debajo de aquella autoridad. Yo estoy todavía muy lejos, pero, sea lo que quiere lo que opines de nosotros dos, no podrás compararnos en modo alguno con aquella excelencia” (Carta 148.39). “¿Quién ignora que la santa Escritura canónica, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, está contenida en sus propios límites, y que debe ser antepuesta a todas las cartas posteriores de los obispos, de modo que a nadie le es permitido dudar o discutir sobre la verdad o rectitud de lo que consta que está escrito en ella?” (Tratado sobre el bautismo, 2.3.4). “La Escritura es santa, es veraz, es irreprensible. […] Nada hay de qué acusar a la Escritura si tal vez nosotros, no habiéndola entendido, nos desviamos en algo. Cuando la comprendemos, somos rectos cuando no entendiéndola, estamos torcidos, la dejamos a ella recta; pues, aunque nos torzamos nosotros, no la torcemos a ella; al contrario, ella se mantiene recta, para que volviendo a ella, nos hagamos rectos” (Sermones 23.3). “Dios, hablando por los profetas primero, luego por sí mismo, y después por los apóstoles, es el autor de la Escritura llamada canónica, que posee la autoridad más eminente. En ella tenemos nosotros la fe sobre las cosas que no debemos ignorar, y que nosotros mismos no seríamos capaces de conocer” (Cuidad de Dios, 11.3). “Se ha establecido la distinción entre los libros de los autores posteriores y la excelencia de la autoridad canónica del Antiguo y Nuevo Testamento, que afianzada desde los tiempos apostólicos […] se ha establecido como en cierta sede, a la que ha de servir toda inteligencia fiel y piadosa. […] En las obras de autores posteriores, contenidas en innumerables libros, pero que en ningún modo pueden equipararse a la excelencia sacratísima de las Escrituras canónicas, aunque se encuentre en cualquiera de ellas la misma verdad, su autoridad es muy distinta” (Réplica a Fausto, 11.5). “Por la doctrina conocemos lo que debemos hacer. ¿Y yo qué te podrá enseñar sino lo que leemos en el apóstol? Porque la Sagrada Escritura ha fijado las normas de nuestra doctrina para que no osemos saber más de lo que conviene saber […] No voy, pues, a enseñarte otra cosa sino a exponerte las palabras del doctor apostólico” (Sobre la bondad de la viudez, 2).

14.- Teodoreto de Ciro (393-460) “Algunos han dicho que no todos los salmos son de David, pero que son productos de otros autores. No tengo ninguna opinión al respecto. ¿Qué importa si son los salmos de David o si son obra de otros autores cuando está claro que todos son fruto de la inspiración del Espíritu Santo?” (Prefacio a los salmos). Conclusión Si sumamos el testimonio de los padres citados, podemos resumir la teología de las Escrituras de la siguiente manera. La iglesia patrística creía: Que las Escrituras no se contradicen. Que las Escrituras son fiables. Que las Escrituras son autoritativas en cuanto a cualquier asunto doctrinal. Que los herejes no hablan conforme a las Escrituras. Que las Escrituras son perfectas. Que las Escritura son inspiradas por Dios y por lo tanto, son congruentes. Que hay una clara unidad en las Escrituras (a pesar de que sean muchos libros diferentes). Que las Escrituras son el verdadero fundamento de la fe. Que las Escrituras no contienen nada falso (por ejemplo, errores). Que las Escritures no mienten. Que las Escrituras son suficientes para declarar la verdad. Que no hay que hacer caso a los que no respetan la autoridad de la Escritura. Que las Escrituras son santas, veraces e irreprensibles.

En conclusión, ‘Sola Scriptura’ no fue un invento de los reformadores protestantes.
Soli Deo Gloria