1. LA DECLARACIÓN
DE LA DOCTRINA
La
pregunta que vamos a discutir bajo el tema de la “Expiación Limitada” es, ¿Se
ofreció Cristo como sacrificio para toda la raza humana, para todo individuo
sin distinción y/o excepción; o tuvo su muerte una referencia especial a los
elegidos? En otras palabras, ¿Tuvo el sacrificio de Cristo el propósito de
hacer posible la salvación de todos los hombres, o tuvo el propósito de
asegurar la salvación de aquellos que le habían sido dados por el Padre? Los
Arminianos sostienen que Cristo murió por todos los hombres por igual, mientras
que los Calvinistas sostienen que en la intención y plan secreto de Dios Cristo
murió solamente por los elegidos, y que su muerte tuvo sólo una referencia
incidental para todos los demás solo como participantes de la gracia común. El
significado podría hacerse manifiesto con más claridad si usáramos la frase
“Redención Limitada” en lugar de “Expiación Limitada.” La Expiación es, claro
está, una transacción estrictamente infinita; la limitación surge,
teológicamente hablando, en la aplicación de los beneficios de la expiación, es
decir, en la redención. Pero seguiremos usándolo dado que la frase “Expiación
Limitada” ha llegado a establecerse muy bien en el uso teológico y que su
significado es bien conocido.
Con
respecto a esta doctrina la Confesión de Westminster dice: “… Por tanto, los
que son elegidos, estando caídos en Adán, son redimidos por Cristo; son
eficazmente llamados a la fe en Cristo por el Espíritu Santo que obra en su
momento; son justificados, adoptados, santificados y guardados por su poder,
mediante la fe, para salvación. Nadie será redimido por Cristo, eficazmente
llamado, justificado, adoptado, santificado y salvado, excepto solo los
elegidos.”
Se verá
de una vez que esta doctrina necesariamente fluye de la doctrina de la
elección. Si desde la eternidad Dios ha planeado salvar una porción de la raza
humana y no otra, parece ser una contradicción decir que su obra tiene igual
referencia a ambas porciones, o que Él envió a Su Hijo a morir por aquellos a
quienes había predeterminado no salvar, tan verdaderamente y en el mismo
sentido decir que Él fue enviado a morir por aquellos a quienes había escogido
para salvación. Estas dos doctrinas se levantan o caen juntas. No podemos de
manera lógica aceptar una y rechazar la otra. Si Dios ha elegido a algunos y no
a otros para vida eterna, entonces está claro que el propósito principal de la
obra de Cristo fue redimir a los elegidos.
2. EL VALOR
INFINITO DE LA EXPIACIÓN DE CRISTO
Esta
doctrina no significa que se pueda establecer algún límite al valor o poder de
la expiación que Cristo llevó a cabo. El valor de la expiación depende, y se
mide, por la dignidad de la persona que la realiza; y dado que Cristo sufrió
como una persona Divina - humana el valor de su sufrimiento fue infinito. Los
autores de la Escritura nos dicen con claridad que el “Señor de gloria” fue
crucificado, I Cor. 2:8; que los hombres malvados “mataron al
Príncipe de la vida,” Hechos 3:15; y que Dios “compró” la Iglesia
“con su propia sangre,” Hechos 20:28. Por lo tanto, la expiación
fue infinitamente meritoria y podía haber salvado a todos los miembros de la
raza humana si ese hubiese sido el plan de Dios. Fue limitada sólo en el
sentido que estuvo destinada, y fue aplicada, a personas particulares; a saber,
para aquellos que son realmente salvados.
Ocasionalmente
surge aquí un malentendido debido a la noción falsa de que los Calvinistas
enseñan que Cristo sufrió mucho por un alma, y mucho por otra, y que hubiese
sufrido más si más iban a ser salvados. Sin embargo, creemos que si muchos
menos de la raza humana iban a ser perdonados y salvados, hubiese sido
necesaria una expiación de infinito valor con el objeto de asegurar para ellos
estas bendiciones; y aunque muchos más, o incluso todos los hombres, habían de
ser perdonados y salvados, el sacrificio de Cristo habría sido ampliamente
suficiente como fundamento o base de su salvación. Así como es necesario que el
sol dé tanto calor si solamente una planta ha de crecer en la tierra como si
toda la tierra fuese a ser cubierta de vegetación, así fue necesario que Cristo
sufriera tanto si solamente un alma iba a ser salvada, o como si un gran número
o incluso toda la humanidad, fueran a ser salvados. Dado que el pecador había
cometido una ofensa en contra de una Persona de infinita dignidad, y había sido
sentenciado a sufrir eternamente, nada sino un sacrificio de valor infinito
podía proveer expiación para él. Nadie asume que, puesto que el pecado de Adán
fue el fundamento para la condenación de la raza, pecó mucho por un hombre y
mucho por otro y habría pecado más si iba a haber más pecadores.
¿Por
qué, entonces, debiesen suponer tal cosa con respecto al sufrimiento de Cristo?
3. LA EXPIACIÓN ES
LIMITADA EN PROPÓSITO Y APLICACIÓN
Aunque
el valor de la expiación fue suficiente para salvar a toda la humanidad, fue
suficiente para salvar únicamente a los elegidos. Está indistintamente bien
adaptada para la salvación de un hombre o de otro, haciendo objetivamente posible
la salvación para todo hombre; no obstante, debido a dificultades subjetivas,
que surgen debido a la propia incapacidad de los pecadores ya sea para ver o
apreciar las cosas de Dios, solamente son salvados aquellos que son regenerados
y santificados por el Espíritu Santo. La razón por la cual Dios no aplica esta
gracia a todos los hombres no ha sido plenamente revelada.
Cuando
la expiación se hace universal se destruye su valor inherente. Si se aplica a
todos los hombres, y si algunos se pierden, la conclusión es que ella hace
objetivamente posible la salvación para todos pero que en realidad no salva a
nadie. Según la teoría Arminiana la expiación simplemente ha hecho posible que
los hombres cooperen con la gracia divina y de este modo se salven ellos mismos
si quieren. Pero háblennos de alguien curado de alguna enfermedad y aún
así que muera de cáncer, entonces la historia será igualmente vaga, la de
alguien que recibe alivio del pecado y no obstante perece en la incredulidad.
La naturaleza de la expiación determina su extensión. Si ella simplemente hizo
posible la salvación, se aplicaba a todos los hombres. Si efectivamente aseguró
la salvación, tuvo referencia únicamente a los elegidos. Como dice el Dr.
Warfield, “Las cosas entre las que tenemos que escoger son una expiación de
alto valor, o una expiación de amplia extensión. Las dos no pueden ir juntas.”
La obra de Cristo puede ser universalizada solamente evaporando su sustancia.
Que no
haya malos entendidos en este punto. El Arminiano limita la expiación tan
ciertamente como lo hace el Calvinista. El Calvinista limita su extensión en el
hecho que dice que no se aplica a todas las personas (aunque, como ya se ha
mostrado, cree que es eficaz para la salvación de una gran proporción de la
raza humana); mientras que el Arminiano limita su poder, pues dice que en sí
misma realmente no salva a nadie. El Calvinista la limita cuantitativamente,
pero no cualitativamente; el Arminiano la limita cualitativamente, pero no
cuantitativamente. Pues el Calvinismo es como un puente estrecho que atraviesa
todo el río; pero el Arminiano es como un puente ancho que solamente llega
hasta la mitad de la corriente. De hecho, el Arminiano coloca más limitaciones
severas sobre la obra de Cristo que lo que hace el Calvinista.
4. LA OBRA DE
CRISTO COMO EL CUMPLIMIENTO PERFECTO DE LA LEY
Si los
beneficios de la expiación son universales e ilimitados, debió haber sido lo
que los Arminianos representan que fue meramente un sacrificio para
borrar la maldición que se hallaba sobre la raza por medio de la caída en Adán,
un mero sustituto para la ejecución de la ley que Dios, en su soberanía, miró
adecuado de aceptar en lugar de lo que el pecador estaba obligado a dar, y no
una satisfacción perfecta que cumplió las demandas de la justicia. Significaría
que Dios ya no demanda una obediencia perfecta, como la que esperaba de Adán,
sino que ahora ofrece salvación en términos más bajos. Entonces, Dios removería
los obstáculos legales y aceptaría tal fe y obediencia evangélica a medida que
la persona pudiera rendirlas si así lo decidiera, con una habilidad
misericordiosamente restaurada con el Espíritu Santo, por supuesto, ayudando de
manera general. De este modo se extendería la gracia, en el sentido que Dios
ofrece un camino de salvación más fácil – Él acepta cincuenta centavos de
dólar, por así decir, dado que el pecador no puede pagar más.
Por
otro lado, los Calvinistas sostienen que la ley de la obediencia perfecta que
fue dada originalmente a Adán era permanente, que Dios nunca ha hecho nada que
pudiera dar la impresión de que la ley era demasiado rígida en sus
requerimientos, o demasiado severa en su penalidad, o que se hallaba en
posición ya sea de ser abrogada o derogada. La justicia divina demanda que el
pecador sea castigado, ya sea en sí mismo o en su sustituto. Sostenemos que
Cristo actuó de una manera estrictamente sustitutiva para su pueblo, que Él
hizo una satisfacción plena por sus pecados, borrando así la maldición de Adán
y todos sus pecados temporales; y que, por su vida sin pecado, guardó
perfectamente, para ellos, la ley que Adán había quebrantado, ganando así para
su pueblo la recompensa de la vida eterna. Creemos que el requerimiento para la
salvación ahora, como originalmente, es la obediencia perfecta, que los méritos
de Cristo les son imputados a su pueblo como la única base de su salvación, y
que entran al cielo vestidos únicamente con la capa de su justicia perfecta y
destituidos de cualquier mérito propio. De modo que la gracia, la pura gracia,
se extiende no disminuyendo los requerimientos para la salvación sino en la
sustitución de Cristo para su pueblo. Él tomó su lugar ante la ley e hizo por
ellos lo que ellos no podían hacer por ellos mismos. Este principio Calvinista
es adecuado de todas formas para impresionarnos con la absoluta perfección y la
obligación inmutable de la ley que originalmente fue dada a Adán. No se relaja
ni es puesta de lado, sino que es apropiadamente honrada de modo que se pone de
manifiesto su excelencia. La ley en su majestad se ejecuta y hace valer a favor
de aquellos que son salvados, por quienes Cristo actuó, y a favor de aquellos
que están sujetos al castigo eterno.
Si la
teoría Arminiana fuese cierta se entendería que millones de aquellos, por
quienes Cristo murió, se hallan finalmente perdidos, y que la salvación nunca
se aplica a muchos de aquellos para quienes fue ganada. ¿Qué beneficios, por
ejemplo, podemos señalar en las vidas de los paganos y decir que los han
recibido de la expiación? También se entendería que los planes de Dios han sido
truncados y vencidos muchas veces por sus criaturas y que aunque puede actuar
de acuerdo a su voluntad en el ejército de los cielos, no hace lo mismo entre
los habitantes de la tierra.
“El
pecado de Adán,” dice Charles Hodge, “no hizo meramente posible la
condenación de todos los hombres; fue el fundamento de su verdadera
condenación. Así, la justicia de Cristo no hizo meramente posible la salvación
de los hombres, sino que aseguró la salvación real de aquellos para quienes fue
llevada a cabo.”
El gran
predicador Bautista Charles H. Spurgeon dijo: “Si Cristo ha
muerto por vosotros, no podéis nunca perderos. Dios no os castigará dos veces
por una cosa. Si Dios castigó a Cristo por vuestros pecados Él no os castigará.
‘el pago de la justicia de Dios no puede ser demandada dos veces; primero, de
la mano sangrante del Salvador, y luego una vez más de la mía.’ ¿Cómo puede
Dios ser justo si castigó a Cristo, el sustituto, y luego el hombre mismo
después de eso?”
5. UN PAGO DE
RESCATE
Se dice
que Cristo fue un pago de rescate por su pueblo “como el Hijo del Hombre no
vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por
muchos,” Mateo 20:28. Note, este versículo no dice que Él dio su
vida en rescate por todos, sino por muchos. La naturaleza del pago de rescate
es tal que, cuando es pagado y aceptado, automáticamente libera a las personas
para quienes fue dirigido. De otra manera no sería un verdadero pago de
rescate. La justicia demanda que aquellos por quienes fue pagado sean liberados
de cualquier otra obligación. Si el sufrimiento y la muerte de Cristo fue un
pago de rescate por todos los hombres en lugar de serlo solamente para los
elegidos, entonces los méritos de su obra deben ser comunicados a todos por
igual y la pena del castigo eterno no puede ser infligida justamente sobre
ninguno. Dios sería injusto si demandara dos veces esta pena extrema, primero
del sustituto y luego de las personas como tales. De modo que, la conclusión
que la expiación de Cristo no se extiende a todos los hombres sino que es
limitada para aquellos por quienes Él se presentó como garantía; es decir, para
aquellos que componen su verdadera Iglesia.
6. EL PROPÓSITO
DIVINO EN EL SACRIFICIO DE CRISTO
Si la
muerte de Cristo tuviese el propósito de salvar a todos los hombres, entonces
debemos decir que Dios o fue incapaz o no quiso llevar a cabo sus planes. Pero,
como la obra de Dios es siempre eficiente, aquellos para quienes se realizó la
expiación y aquellos que son en realidad salvos deben ser la misma gente. Los
Arminianos suponen que los propósitos de Dios son mutables, y que sus
propósitos pueden fracasar. Al decir que Él envió a Su Hijo para redimir a
todos los hombres, pero que después de ver que tal plan no podría ser llevado a
cabo “eligió” a aquellos a quienes previó que tendría fe y se arrepentirían,
representan a Dios como deseando lo que nunca llega a suceder, como
suspendiendo sus propósitos y planes a causa de los actos volitivos y acciones
de las criaturas que dependen totalmente de Él. Ningún ser racional que tenga
la sabiduría y el poder para llevar a cabo sus planes se propone lo que nunca
realiza o adopta planes para un fin que nunca se consigue. Mucho menos que
Dios, cuya sabiduría y poder son infinitos vaya a trabajar de esta manera.
Podemos estar seguros que si algunos hombres están perdidos Dios nunca
determinó su salvación, y nunca creó ni puso en operación ningún medio diseñado
para llevar a cabo tal fin.
Jesús
mismo limitó el propósito de su muerte cuando dijo, “yo pongo mi vida por las
ovejas.” Por lo tanto, si Él puso su vida por las ovejas, el carácter
expiatorio de su obra no fue universal. En otra ocasión les dijo a los
Fariseos, “Vosotros no sois mis ovejas;” y otra vez, “vosotros sois de vuestro
padre el Diablo.” ¿Sostendrá alguno que Él puso su vida por estos, viendo que
tan deliberadamente los excluye? El ángel que se le apareció a José le dijo que
el hijo de María sería llamado JESÚS, porque su misión en el mundo era salvar a
su pueblo de sus pecados. Entonces, Él vino no meramente para hacer posible la
salvación sino para salvar realmente a Su pueblo; y podemos esperar con
confianza que lo que vino a hacer realmente ha sido llevado a cabo.
Puesto
que la obra de Dios nunca es en vano, aquellos que son escogidos por el Padre,
aquellos que son redimidos por el Hijo, y aquellos que son santificados por el
Espíritu Santo o en otras palabras, la elección, redención y
santificación debe incluir a las mismas personas. La doctrina Arminiana
de una expiación universal no las pone a todas en un mismo plano y destruye así
la perfecta armonía en el seno de la Trinidad. La redención universal
implica la salvación universal.
Cristo
declaró que los elegidos y los redimidos eran las mismas personas cuando en la
oración intercesora dijo, “tuyos eran, y me los diste,” y “yo ruego por ellos;
no ruego por el mundo, sino por los que me diste; porque tuyos son y todo lo
mío es tuyo, y lo tuyo mío; y he sido glorificado en ellos,” Juan 17:6,
9, 10. Y otra vez, “Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías
me conocen, así como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; y pongo mi vida
por las ovejas,” Juan 10:14, 15. Se encuentra la misma enseñanza
cuando se nos dice que “mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el
Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor,
la cual él ganó por su propia sangre,” Hechos 20:28. Se nos dice
que “Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella,” Ef.
5:25; y que Él puso su vida por sus amigos, Juan 15:13. Cristo
murió por aquellos como Pablo y Juan, no por aquellos como Faraón y Judas,
quienes eran “cabras” y no ovejas. No podemos decir que su muerte tuvo el
propósito de cubrirlos a todos a menos que digamos que Faraón, Judas, etc.,
eran de las ovejas, amigos y parte de la Iglesia de Cristo.
Además,
cuando se dice que Cristo dio su vida por su Iglesia, o por su pueblo, creemos
que es imposible creer que Él se dio a sí mismo por los reprobados lo mismo que
por aquellos que tenía el propósito de salvar. La humanidad se divide en dos
clases y lo que se afirma de manera distintiva con respecta a una se niega, por
implicación, respecto a la otra. En cada caso se dice algo de aquellos que
pertenecen a un grupo que no es verdad de aquellos que pertenecen al otro.
Cuando se dice que un hombre trabaja y sacrifica su salud y fuerza por causa de
sus hijos, se niega así que el motivo que le controla sea la mera filantropía,
o que el motivo que tuviese en mente fuese el bien de la sociedad. Y cuando se dice
que Cristo murió por su pueblo se niega que haya muerto igualmente por todos
los hombres.
7. LA EXCLUSIÓN DE
LOS NO ELEGIDOS
No fue,
entonces, un amor general e indiscriminado del cual todos los hombres fueron
igualmente objeto, sino un amor peculiar, misterioso e infinito por sus
elegidos, el cual hizo que Dios enviara a Su Hijo al mundo para sufrir y morir.
Cualquier teoría que niegue esta verdad tan grande y preciosa, y que explique
este amor como una mera benevolencia o filantropía indiscriminada que tuvo a
todos los hombres como su objeto, a muchos de los cuales se les permite
perecer, debe ser antibíblica. Cristo murió no por una masa caótica, sino por
su pueblo, su novia, su Iglesia.
Un
granjero valora su campo. Pero nadie supone que se preocupa igualmente por cada
planta que allí crece, por la “cizaña” lo mismo que por el “trigo.” El campo de
Dios es el mundo, Mateo 13:38, y lo ama con un ojo puesto de manera
exclusiva en su “buena semilla,” los hijos del reino, y no en los hijos del
malo. No es la totalidad de la humanidad la que es igualmente amada por Dios y
redimida de manera indistinta por Cristo. Dios no necesariamente comunica su
bondad, como la luz de su sol, o como la sombra refrescante de un árbol, los
cuales no escogen sus objetos, sino que sirven a todos de forma indiferente sin
variación o distinción. Esto sería convertir a Dios en un ser que no tendría
más entendimiento que el sol, el cual brilla no donde le place, sino donde
debe. Él es una persona con entendimiento, y tiene el derecho soberano de
escoger sus propios objetos.
En
Génesis leemos que Dios “puso enemistad” entre la simiente de la mujer y la
simiente de la serpiente. Ahora, ¿qué se quiere dar a entender con la simiente
de la mujer y la simiente de la serpiente? En un primer momento podríamos
suponer que la simiente de la mujer significaría toda la raza humana que
desciende de Eva. Pero en Gálatas 3:16 Pablo usa este término
“simiente,” y lo aplica a Cristo como individuo. “No dice: Y a las simientes,
como si hablase de muchos, sino como de uno: Y a tu simiente, la cual es
Cristo.” Cuando investigamos un poco más también encontramos que la simiente de
la serpiente no significa los descendientes literales del Diablo, sino aquellos
miembros no elegidos de la raza humana, quienes participan de su naturaleza
pecaminosa. Jesús dijo de sus enemigos, “Vosotros sois de vuestro padre el
diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer,” Juan 8:44.
Pablo denunció a Elimas el mago como hijo del Diablo y enemigo de toda justicia.
Judas incluso es llamado un diablo, Juan 6:70. De modo que la
simiente de la mujer y la simiente de la serpiente son, cada una en particular,
parte de la raza humana. En otras partes de la Escritura encontramos que Cristo
y su pueblo son “uno,” que Él habita en ellos y está unido a ellos así como se
hallan unidas la viña y las ramas. Y dado que, en el mismo principio Dios “puso
enemistad” entre estos dos grupos, está claro que nunca amó a todos por igual,
ni tuvo el propósito de redimir a todos por igual. La redención universal y la
sentencia de Dios contra la serpiente son cosas que no pueden ir juntas.
Existe
también un paralelo que debe notarse entre el sumo sacerdote del antiguo
Israel, y Cristo, quien es nuestro sumo sacerdote; el primero, se nos dice, fue
un tipo del segundo. En el gran día de expiación el sumo sacerdote ofrecía
sacrificios por los pecados de las doce tribus de Israel. Intercedía por ellos
y solamente por ellos. De igual manera, Cristo oró no por el mundo sino por Su
pueblo. La intercesión del sumo sacerdote aseguraba para los israelitas las
bendiciones de las cuales eran excluidos todos los otros pueblos; y la
intercesión de Cristo, la cual también es limitada pero de un orden mucho
mayor, ciertamente será eficaz en el sentido más elevado, pues el Padre le
escucha siempre. Además, no es necesario que la misericordia de Dios se
extienda a todos los hombres sin excepción antes que pueda llamarse, verdadera
y apropiadamente, infinita; pues todos los hombres, tomados en conjunto, no constituirían
una multitud estricta y apropiadamente infinita. Las Escrituras nos dicen con
claridad que el diablo y los ángeles caídos son dejados fuera de sus propósitos
benevolentes. Pero su misericordia es infinita en el sentido que rescata a la
gran multitud de sus elegidos del pecado y la miseria indescriptibles y eternas
a la bendición indescriptible y eterna.
Aunque
los Arminianos sostienen que Cristo murió igualmente por todos los hombres y
que obtuvo suficiente gracia para facultar a todos los hombres para
arrepentirse, creer y perseverar, si tan solo cooperan en ello, también
sostienen que aquellos que se rehúsan a cooperar serán, debido a eso, y por
toda la eternidad, castigados mucho más severamente que si Cristo nunca hubiese
muerto por ellos en absoluto. Vemos que hasta aquí en la historia de la raza
humana la gran proporción de la población adulta ha fallado al no cooperar y de
este modo se les ha permitido acarrear sobre sí mismos una miseria mayor, como
si Cristo jamás hubiese venido. Ciertamente, un concepto que permite que la
obra de redención de Dios caiga en tal fracaso, y que arroja tan poca gloria
sobre la expiación de Cristo, no puede ser verdadero. Mucho más del amor y la
misericordia de Dios por su pueblo se ven en las doctrinas Calvinistas de la
elección incondicional y la expiación limitada de lo que se ve en la doctrina
Arminiana de la elección condicional y la expiación ilimitada.
8. EL ARGUMENTO DEL
PRECONOCIMIENTO DE DIOS
El
argumento de la presciencia de Dios es, en sí mismo, suficiente para probar
esta doctrina. ¿No es infinita la mente de Dios? ¿No son perfectas sus
percepciones? ¿Quién puede creer que Él, como un débil mortal, va a “disparar a
la bandada sin percibir las aves individuales”? Puesto que Él supo de antemano
quienes serían aquellos que serían salvos y los Arminianos más evangélicos
admiten que Dios tiene un preconocimiento exacto de todos los eventos no
hubiese enviado a Cristo tratando de salvar a aquellos de quienes Él sabía de
antemano, y de manera positiva, que se perderían. Pues, como señala Calvino,
“¿Dónde hubiese estado la consistencia de Dios llamando para sí a aquellos que
Él sabe que nunca vendrán?” Si un hombre sabe que en un cuarto contiguo hay diez
naranjas, siete de las cuales son buenas y las restantes podridas, no entra al
cuarto esperando obtener diez naranjas buenas. O si se sabe de antemano que de
un grupo de cincuenta hombres a quienes se les han enviado invitaciones a un
banquete diez de ellos no van a venir, el anfitrión no distribuye las
invitaciones esperando que aquellos diez vayan a aceptar lo mismo que los
otros. Aquellos que así piensan se engañan a sí mismos admitiendo el
preconocimiento de Dios y diciendo que Cristo murió por todos los hombres;
¿pues, qué es eso sino atribuirle una locura a Aquel cuyos caminos son
perfectos? Representar a Dios como alguien que se esfuerza con seriedad en
hacer lo que Él sabe que no hará es representarle como alguien que actúa de
manera insensata.
9. CIERTOS
BENEFICIOS QUE SE EXTIENDEN A LA HUMANIDAD EN GENERAL
En
conclusión, se debe decir que los Calvinistas no niegan que la humanidad en
general recibe algunos beneficios importantes de la expiación de Cristo. Los
Calvinistas admiten que frena la pena que hubiese sido inflingida sobre toda la
raza a causa del pecado de Adán; que forma una base para la predicación del
Evangelio e introduce así en el mundo muchas influencias morales que elevan el
espíritu y restringen las influencias maléficas. Pablo pudo decirle al pueblo
pagano de Listra que Dios “no se dejó a sí mismo sin testimonio, haciendo bien,
dándonos lluvia del cielo y tiempos fructíferos, llenando de sustento y alegría
nuestros corazones,” Hechos 14:17. Dios hace que su sol brille
sobre malos y buenos, y envía la lluvia sobre justos e injustos. De este modo
se aseguran muchas bendiciones temporales para todos los hombres, aunque estas
no son suficientes para asegurar la salvación.
Cunningham
ha declarado la creencia de los Calvinistas muy claramente en el siguiente
párrafo: “No se niega, por parte de aquellos que defienden la redención
particular, o una expiación limitada, que la humanidad en general, aún aquellos
que perecen en última instancia, obtenga algunas ventajas o beneficios de la
muerte de Cristo; y ninguna posición que afirmen requiere que nieguen esto.
Ellos creen que se han acumulado importantes beneficios para toda la raza
humana a partir de la muerte de Cristo, y que de estos beneficios participan
aquellos que son finalmente impenitentes e incrédulos. Lo que niegan es, que
Cristo tuvo el propósito de procurar, o que procurara, estas bendiciones para
todos los hombres que son los frutos apropiados y particulares de su muerte, en
su carácter específico de expiación que Él procurara u obtuviese redención – es
decir, perdón y reconciliación para todos los hombres. Muchas bendiciones
fluyen hacia la humanidad en general a partir de la muerte de Cristo, colateral
e incidentalmente, como consecuencia de la relación en la cual los hombres,
vistos colectivamente, se hallan los unos para con los otros. Todos estos
beneficios, por supuesto, fueron previstos por Dios, cuando resolvió enviar a
Su Hijo al mundo; fueron contemplados o diseñados por Él, en cuanto a lo que
los hombres recibirían y disfrutarían. Han de ser considerados y recibidos como
otorgados por Él, y como tales, manifestando su gloria, indicando su carácter y
logrando realmente sus propósitos; y han de ser vistos como viniendo a los
hombres por medio del canal de la mediación de Cristo de su sufrimiento y
muerte.”
Hay,
entonces, un cierto sentido en el cual Cristo murió por todos los hombres, y no
le respondemos al concepto Arminiano con una negativa absoluta. Pero lo que sí
sostenemos es que la muerte de Cristo tuvo especial referencia a los elegidos,
en el sentido que fue efectiva para su salvación, y que los efectos que se
producen en otros son únicamente incidentales en cuanto a este gran propósito.
Por Loraine Boettner
Soli Deo Gloria