viernes, 15 de julio de 2016

Casuística puritana

1. ¿Qué es la casuística y por qué se centran en ella los puritanos?

La casuística consiste en enseñar a las personas cómo se sabe lo que Dios quiere que hagan en situaciones específicas y cómo vivir con la conciencia tranquila delante de Dios. Trata, en particular, los “casos de conciencia” o las cuestiones éticas y espirituales. La Reforma del siglo XVI trajo un entendimiento renovado de la justificación solo por fe y de la santificación por el Espíritu Santo, pero estas mismas doctrinas suscitaron preguntas como: “¿Cómo puedo saber si tengo esa fe que me justifica?” o “¿Qué significa agradar a Dios en mi trabajo?”. Por consiguiente, como herederos de la Reforma los puritanos desarrollaron respuestas basadas en la Palabra de Dios para ese tipo de preguntas.

2. ¿Qué lugar tenía la consejería para los puritanos? ¿Era algo que hacían principalmente en el culto de adoración corporativa o se hacía de uno en uno y en privado?

La respuesta es: ambas cosas. William Perkins, que escribió un tratado fundamental sobre la predicación, afirmó que el predicador debe aplicar la ley y el evangelio a las diversas condiciones espirituales específicas en las que las personas se encuentran. Alguien ignorante y a quien resulta muy difícil enseñar necesita un trato sumamente diferente del que se le daría a alguien quebrantado bajo la culpa del pecado. Algunos oyentes necesitan leche y otros, carne sólida.1 Cincuenta años más tarde, la Asamblea de Westminster, en el Directorio para la Adoración Pública a Dios, declaraba que el ministro “no debe acomodarse en la doctrina general”, sino “hacer que se comprenda” mediante aplicaciones específicas entre las que se incluyen enseñar la verdad, refutar los errores, exhortar a la obediencia, advertir contra el pecado, aplicar el consuelo, y dirigir el autoexamen. Como resultado de semejante planteamiento de la predicación, los sermones puritanos estaban llenos de consejos prácticos.

Al mismo tiempo, los puritanos reconocían que un pastor debe aconsejar a las familias y a los individuos de una forma más personal. Algunos puritanos se dedicaban a esto más que otros. John Owen dijo que algunas personas de la iglesia se enfrentarán a dificultades espirituales particulares, como el “terror del Señor” en aquellos que están convencidos de pecado, pero que todavía no se han convertido; los que vuelven a caer en el pecado después de la conversión; los que sufren grandes y largas aflicciones; los que se sienten abandonados por Dios y los que padecen horribles tentaciones de Satanás. Entender sus casos y proporcionarles la medicina espiritual adecuada para sanarlos, prestarles atención a estas personas y preocuparse por ellas con paciencia y ternura forma parte del llamamiento del pastor. La obra personal es muy fructífera tanto para consuelo como para reprensión. Richard Baxter declaró: “Por experiencia he descubierto que un borracho ignorante que lleva tanto tiempo siendo un oyente improductivo, lograba más conocimiento y sentía más remordimiento de conciencia en una conversación cercana de media hora que en diez años de predicación pública”.4Predicar la Palabra es el principal medio de gracia, pero la consejería personal juega también un papel relevante.

3. La casuística era un énfasis importante para los puritanos, pero esta palabra no es lo único que se ha ido perdiendo; también se ha desvanecido su práctica. ¿Qué hemos perdido? ¿Qué ganaríamos si la recuperáramos?

Casi hemos cortado la experiencia y la práctica de la doctrina bíblica. Por una parte, esto ha resultado en ocasiones en la predicación que se queda satisfecha simplemente con enseñar, o con las aplicaciones más generales. Las congregaciones se convierten en centros de enseñanza que producen cristianos informados, pero que no saben cómo relacionar sus experiencias y sus batallas particulares para ser santificados según la Palabra. El regreso a la casuística puritana haría que la predicación fuera mucho más práctica. También manifestaría más de la sabiduría de Dios, al sentir las personas ese “¡Vaya! ¡Ese soy yo!” porque sus corazones resuenan con la forma en que la Biblia describe diversas experiencias espirituales.

Por otra parte, este divorcio entre el corazón cristiano y la cabeza cristiana ha resultado, algunas veces, en consejería que no se basa en las sanas doctrinas de la Escritura, sino que sigue más bien la psicología secular (con unos pocos versículos por aquí y por allá). Este tipo de consejería puede convertirse en poco más que afirmar cualquier cosa que alguien sienta, en lugar de hablar con autoridad a las tristezas y los pecados de una persona. La casuística puritana haría que las consejerías fueran más bíblicas. También exhibiría más de la autoridad y del poder de Dios, porque él no solo se compadece, sino que ordena, juzga y libera a los cautivos. Un ejemplo puritano de ese tipo de consejería casuística se puede encontrar en William Bridge, A Lifting Up for the Downcast [Ánimo en la depression].

4. Una aplicación que usted saca es “ser un predicador de la Palabra y no un examinador de sentimientos”. ¿Por qué es esto tan importante? ¿Cómo puede asegurarse un pastor de estar haciendo esto?

Ciertamente, un pastor debería formular preguntas sobre las experiencias, las acciones y las circunstancias de la persona. Sería un necio si hablara antes de escuchar. Pero el pastor no debe permitir jamás que las expectativas de recibir el respeto positivo incondicional (o su propio deseo de agradar a las personas) lo conviertan en un adulador y un lisonjero. El pastor es, más bien, un mensajero del Señor de los ejércitos (Mal. 2:7). Debe ordenar a las personas que se arrepientan y crean el evangelio, porque el reino de Dios se ha acercado (Mr. 1:15). Debería preguntarse a sí mismo: “¿Mi predicación y mi consejería aplican tanto la ley como el evangelio? ¿Es Cristo su sustancia y supremo por encima de todo? ¿Estoy preparando las almas para el Día del Juicio?”. La idea de que limitarse a hablar sobre sentimientos hace que las dificultades se resuelvan es profundamente equivocada. El arrepentimiento y la fe deben ejercerse en los detalles o en los pequeños cambios.

5. Si un pastor o cualquier otra persona quisiera ser aconsejada por los puritanos sobre casuística, ¿cuáles serían los mejores libros a los que se podría recurrir?

Los principiantes podrían comenzar con Thomas Brooks, Precious Remedies against Satan’s Devices[Remedios preciosos contra las artimañas de Satanás], una gran ayuda con respecto a los casos específicos de tentación y, como ya mencioné con anterioridad, William Bridge, A Lifting Up for the Downcast.

Una amplia visión de la casuística puritana para la vida cristiana se puede encontrar en Robert Bolton,General Directions for a Comfortable Walking with God.

Los lectores más avanzados que estén dispuestos a enfrentarse a las publicaciones del siglo XVII se beneficiarán de leer el texto puritano clásico de William Ames, Conscience with the Power and Cases Thereof (digital o impreso).
El súmmum de la casuística puritana es Richard Baxter, The Christian Directory (descatalogado, pero disponible en formato digital); pero a Baxter hay que leerlo con mucho cuidado, porque está en el error en sus opiniones sobre la expiación y la justificación.

Recomiendo altamente la lectura regular de sermones puritanos como los de Thomas Manton sobre Hebreos 11. Se puede leer mucho sobre consejería bíblica con solo prestar una atención especial a las aplicaciones (“usos”) en cada sermón.

Vía: http://www.ibrnj.org

Soli Deo Gloria


jueves, 14 de julio de 2016

¿Cómo ayudar a hermanos que buscan una Iglesia sana?

Gracias a Dios Latinoamérica está viviendo poco a poco un despertar y regreso al fundamento de su Palabra. El SEÑOR ha usado grandemente a siervos, ministerios para glorificarse y expandir el mensaje del Evangelio de Jesucristo. A muchos se les ha caído la venda de los ojos y han salido de congregaciones que no andan conforme al molde bíblico. Pero queda el siguiente problema: Buscar una iglesia local sana y bíblica. Por tanto, ¿Qué hacer mientras buscamos una iglesia sana y bíblica? Pensando en esto, compartimos algunas ideas prácticas, recomendaciones, lecturas y recursos que pueden ser útiles:

(1) QUÉ NOS MOTIVA A DEJAR UNA IGLESIA LOCAL (Hebreos 10:25)

Una consideración importante es examinar nuestro corazón cuáles son realmente los motivos por las que hemos de abandonar una congregación: ¿Es porque no andan conforme a la Escritura o por razones equivocadas? Los invito a leer “La costumbre de NO congregarse” de Carlos Roberto Ríos(ministerio Evangelio Verdadero). Cabe aclarar que no existen iglesias locales perfectas; pero sí las hay maduras y firmes en la fe. La inmadurez doctrinal y espiritual no justifica el estancamiento y la comodidad (Léase Hebreos 5:12-14; Efesios 4:13-16).

(2) CONSULTANDO LA VOLUNTAD DE DIOS (Mateo 6:10)

Se necesita mucha oración y discernimiento de la voluntad de Dios para saber si es el tiempo correcto para abandonar una congregación; más si se promueven falsas doctrinas. Mientras se espera la confirmación divina, presentemos fielmente la verdad y señalemos el error con actitud mansa y amorosa. 

(3) IDENTIFICANDO LOS DISTINTIVOS DE UNA IGLESIA SANA (Efesios 4:1-6)

La Biblia nos enseña cuáles son los distintivos de una iglesia sana y bíblica.  (a) Predicación expositiva, (b) Teología bíblica, (c) Evangelio, (d) Conversión, (e) Evangelización, (f) Membresía, (g) Disciplina, (h) Discipulado; y (i) Liderazgo entre otros etc.

(4) SITIOS DE BÚSQUEDAS DE IGLESIAS SANAS (Hechos 17:10-11)

Los sitios de búsquedas o directorios de iglesias sanas y bíblicas son buena ayuda. Funciona como un buscador mundial de iglesias de sana doctrina ubicadas principalmente en Latinoamérica, España y Estados Unidos (y otros países). De paso, revisemos atentamente las confesiones de fe de cada una.

(5) OREMOS JUNTOS (Santiago 5:16)

Es buena idea conversar con hermanos y orar (incluso por vía online si es necesario). Intercedan juntos para que nuestro Dios supla la necesidad de congregarse en una iglesia bíblica, que proteja sus corazones de cualquier decepción o desánimo y que se levanten misiones en el área donde vive. Se trata de seguir perseverando y confiando en la providencia de Dios. Como familia en la fe sobrellevemos las cargas unos a otros en el amor de Cristo.

(6) CREZCAMOS EN CONOCIMIENTO (3 Juan 4)

Seguir estudiando la Biblia es fundamental en estos tiempos. Si conocemos a alguien que posea la gracia de Dios para enseñar, que contribuya en realizar estudios bíblicos. Si conocemos a pastores o hermanos maduros en la fe en redes sociales, pidamos su apoyo para que impartan discipulados por Skype o Hangouts, para rendir cuentas temporalmente y solicitar consejería bíblica hasta que lleguen a congregarse definitivamente. Además, existen seminarios gratuitos vía online que solo requieren confirmar su presencia. Lo importante es no descuidar el estudio personal de las Escrituras, hacerlo con diligencia y orar para que Dios nos guíe y nos de entendimiento.

(7) LEAMOS BUENA LITERATURA CRISTIANA (Efesios 4:11)

Dios nos ha dado maestros sanos para edificar el cuerpo de Cristo y algunos de ellos son autores de libros. Por tanto, recomiendo una serie de libros que, por su sencillez y practicidad, pueden ayudarles a explorar más profundamente las doctrinas esenciales de la Biblia. De libros sobre hermeneútica: “¡Cava Más Profundo!” de Nigel Beynon & Andrew Sach; “Hermenéutica e Introducción Bíblica” de E. Lund & A. Luce. En cuanto a libros sobre fundamentos teológicos sugiero: “El Gran Panorama Divino: La Biblia de Comienzo a Fin” de Vaughan Roberts; “Evangelio y Reino” de Graeme Goldsworthy; “Los Fundamentos de la Fe Cristiana” de James M. Boice; “Lo que Creemos los Cristianos” (Tomo I y II) de Gerald Nyenhuis.

(8) PROTEGERSE DE LOS EXTREMOS (2 Timoteo 2:23)

¡Cuidado con el orgullo espiritual y la apologética malsana! Lamentablemente ocurre en la vida offline y en las redes sociales. El orgullo espiritual se evidencia de muchas formas, pero la más común es pecar contra Dios y su Palabra para satisfacer la soberbia de corazón. Por apologética malsana nos referimos a tomar la denuncia amarillista como un estilo de vida y descentralizarse del Evangelio. Esto incluye: Falta de mansedumbre y de dominio propio, inmadurez, palabras obscenas; etcétera. Es muy necesario defender la fe y la verdad escritural, pero no al grado de denigrar el testimonio cristiano. Si han pasado por esto, con amor les insto a confesar su pecado, a arrepentirse y a buscar la gracia de Dios.

(9) AMAR UNA VIDA CRISTOCÉNTRICA (Gálatas 2:20)

Abracemos una vida puramente Cristocéntrica y piadosa. Es muy bueno meditar en las Escrituras sobre cómo el Evangelio de Cristo se aplica en nuestras vidas. El artículo “Llamados a ser como Cristo” (del blog Llamados a Ser) nos da ejemplos de ello. A modo de apoyo complementario, recomiendo que reflexionen y lean libros para madurar.

(10) SIGAMOS PREDICANDO EL EVANGELIO (1 Corintios 9:16)

Por supuesto, debemos seguir predicando el Evangelio. ¿Qué es el Evangelio? el Evangelio es la proclamación de la importancia de la Persona, obra, vida, muerte, resurrección y exaltación del SEÑOR Jesucristo; como único medio de salvación de la Ira de Dios y condenación eterna por causa de nuestros pecados (Léase 1 Corintios15:1-4; Lucas 24:44-47; Juan 3:16,36; Hechos 4:12). Si necesitas ayuda sobre cómo predicar el Evangelio comparta con hermanos adultos en la fe su sentir y ellos puedan encaminarlo para tal tarea.

(11) CONSIDERAR QUÉ HACER SI NO TENEMOS RESULTADOS (Santiago 1:5)

Cinco cosas que se puede hacer cuando no se encuentra una iglesia sana: (a) No hacer nada, (b) buscar diligentemente en tu área, (c) reformar una iglesia que ya existe, (d) moverse a un área donde una iglesia bíblica ya existe, y (e) comenzar una iglesia en tu área. 

Conclusión

El proceso de encontrar una iglesia sana y bíblica puede demorar desde unas semanas hasta años. Pero mientras pasamos por este éxodo, recordemos que la gracia de Dios es suficiente para cada día y que Él nunca deja de estar en control. Como dice una frase popular: “Dios es bueno todo el tiempo, y todo el tiempo Dios es bueno”. Amados: Sea que estemos instalados en una nueva congregación o sigamos esperando la confirmación de Dios, recordemos que estamos mucho mejor de lo que merecemos, porque permanecemos en Cristo Jesús. No olvidemos de dónde nos sacó el SEÑOR, cómo fuimos librados de nuestros pecados gracias a su sacrificio perfecto y suficiente; y entreguemos nuestras vidas como esclavos por amor a Él. Seamos agradecidos.
Esto traigo a mi corazón, por esto tengo esperanza: Que las misericordias del SEÑOR jamás terminan, pues nunca fallan sus bondades; son nuevas cada mañana; ¡grande es Tu fidelidad!” (Lamentaciones 3:21-23)

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Respuesta al Postmodernismo

En aquellos días no había rey en Israel; cada uno hacía lo que bien le parecía. (Jueces 17:6)

El postmodernismo se está infiltrando en la iglesia. Donde los pastores son un símbolo de confianza y de una investidura especial en el papel de maestro de las Escrituras, un hombre de Dios digno de respeto que cuida en oración al rebaño, ahora debe estar buscando la mejor manera de entretener a la congregación para que no se vayan a otra iglesia donde la música es mejor y más fuerte, el espectáculo tiene más luces o simplemente tienen mejores juguetes tecnológicos. En muchos casos ya no se trata de Dios sino de que la gente se sienta bien consigo misma.

Un pastor puede explicar con detalle y enseñarle a la congregación el significado de un texto específico de las Escrituras tras una cuidadosa investigación y un trabajo exegético metódico. Pudo pasar muchas horas estudiando el griego o el significado hebreo de las palabras, el contexto cultural, el trasfondo social del texto para cavar y extraer los principios que trascienden edad y cultura. Llega el domingo y presenta las verdades de Dios de una manera sencilla pero poderosa de tal forma que la verdad de Dios resplandece…hasta que la mente postmodernista dice “Bueno, eso es lo que el pastor piensa, yo no estoy de acuerdo, yo no creo que nadie vaya al Padre si no es por medio de Jesús, el dios en el que yo creo es más amoroso que el del pastor”.

Con esta tendencia escéptica el postmodernismo ha tornado a cada persona en un experto en su propia opinión. Han tirado a la basura el proverbio que dice “No seas sabio en tu propia opinión; teme a Jehová y, apártate del mal” (Prov. 3:7). Pareciera que de hecho estamos viviendo en la generación de la que Pablo le advirtió a Timoteo en 2 de Timoteo 4: “Por que vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas”.

Ese falso escepticismo “en busca de la verdad” es en realidad una excusa para complacer nuestras pasiones y volver a la búsqueda idólatra del “dios interior”. Es muy parecido a lo que Pablo explica en Romanos 1 cuando habla sobre la gente que cambió la verdad de Dios por una mentira.

El postmodernismo está aquí y se ha arraigado en nuestra cultura, nuestra iglesia y, en muchos casos, es tan discreto que pudiera estar en muchos de nuestros “propios” pensamientos. Pero ¿Cómo podemos aprovechar sus fortalezas y debilidades para el progreso del Evangelio? ¿Qué podemos hacer como comunidad de creyentes para enfrentar el maremoto de esta era que amenaza con hundir a la iglesia?

Yo creo que la clave la podemos encontrar en la Palabra de Dios, en el libro de 2 Timoteo 4:2: “Predica la Palabra”. No hay nada tan precioso, tan inmenso, tan claro, tan verdadero, tan transformador, tan liberador, tan refrescante como la Palabra de Dios. ¡Es el mismísimo aliento de Dios! Es la Palabra de Dios inspirada, inerrante, infalible, suficiente, y con la autoridad de Dios. No necesitamos vencer la mente postmodernista, simplemente necesitamos predicar la Palabra. No es irracional, no es ilógica, no contradice la vida o la historia, no es una fabricación humana… es la Palabra de Dios con la autoridad del Creador y que puede hacerte “sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús” (2 Timoteo 3:15).

El Postmodernismo cuestiona la fe como si fuera “un salto a ciegas” sin embargo no es así. Dios nunca nos ha pedido que creamos en Él sin pruebas de quien Él es. Leemos acerca de las plagas en Egipto para que la gente pueda ver que Él es Dios. En cada una de esas plagas Dios derrotó a las falsas deidades de los egipcios y les mostró a ellos y a todo el mundo que solo Él es Dios, el creador y sustentador de todo. Una y otra vez vemos a Dios haciendo todo tipo de cosas sobrenaturales a la vista de la gente para que crean.

El Señor nos da Su Palabra y deja muy en claro que se trata de Su Palabra a través de profecías muy específicas que debían cumplirse en su tiempo como testimonio a los oyentes de que las palabras verdaderamente venían de parte de Dios. Se cumplieron profecías específicas con nombres, años y naciones. ¡Más de 300 profecías acerca de Jesús se cumplieron al pie de la letra! ¡No hay razón alguna para ser escépticos acerca de la Biblia!

Como ultima demostración de Su bondad, carácter y deidad soberana Dios mismo vino en carne y hueso y caminó por la tierra en la persona de Jesús. Realizó milagros e hizo todo lo que se había profetizado acerca de Él en el Antiguo Testamento. Dijo ser Dios y lo demostró con Su resurrección ante cientos de testigos durante un periodo de ¡40 días! Jesús mismo dio testimonio de las Escrituras como La Palabra de Dios.

Resulta no solamente lógico sino necesario confiar en la Biblia como la autoridad para todos los asuntos espirituales. Podemos escuchar todo tipo de ideas postmodernistas pero invariablemente surgen de fuentes personales, ideas o el pensamiento humano. La pregunta es ¿Quién es la autoridad? ¿Quién conoce mejor los asuntos espirituales que Dios mismo?

Podemos deslumbrarnos con todas las nuevas aplicaciones y los cambios de nuestro mundo, pero una cosas es verdad, somos escépticos de las cosas que nos conviene ser escépticos y a veces confiamos irracionalmente en aquellas cosas sobre las que deberíamos ser escépticos. Para darle un ejemplo tenemos un falso sentido de seguridad detrás de las puertas cerradas de nuestro hogar. Confiamos en que el seguro será suficiente hasta que alguien abre la puerta de una patada. Confiamos que estamos a salvo tras el volante con el cinturón de seguridad ajustado hasta que un camión nos golpea de frente o una avalancha nos entierra…Nos hacen creer que tenemos el control de las cosas pero el hombre más sabio del mundo comparte sus pensamientos con toda la humanidad, al final de su vida, y nos revela que no tenemos el control sobre nada. Si hemos de ser escépticos acerca de algo, más nos valiera ser escépticos de nuestros propios pensamientos. Todo en este mundo, lejos de Dios, es vanidad. Y este hombre terminó su antiguo libro con estas palabras: “El fin de todo discurso oído es este: teme a Dios y guarda Sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre. Porque Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o sea mala” (Ecl. 12:13).

Soli Deo Gloria



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¿Muerto si falta a un Culto de Oración?

¿SE LE PRESUME MUERTO SI FALTA A UN CULTO DE ORACIÓN?

James A. Spurgeon ayudó a su más famoso y hermano mayor, Charles, en el ministerio del Tabernáculo Metropolitano en el siglo XIX. Se desempeñó en varios puestos, incluyendo a partir de 1868, el de “co-pastor “, aunque sus funciones eran principalmente administrativas. A menudo ayudó a otras iglesias que estaban luchando, buscando promover su revitalización. Una de estas iglesias que fue ayudada en gran medida por su ministerio estaba en Croydon. El siguiente es un relato de un querido miembro de esa iglesia que fue escrito por James en the Sword and Trowel (Famosa Revista que editó C.H. Spurgeon durante su ministerio) en 1884. Mientras lo leía, no pude evitar preguntarme ¿A cuántos miembros de la iglesia se les supondría muerto si llegaran a faltar dos reuniones de oración?

EN LA REUNIÓN DE ORACIÓN; O MUERTO UNAS PALABRAS que hablan de la Reunión de Oración en el Tabernáculo Metropolitano, por el pastor J.A. SPURGEON

Acabo de perder a uno de los miembros de mi iglesia en Croydon. Cuando fui por primera vez, me encontré con una mujer intemperante; y por cierto, con el lado triste y doloroso de su historia. Hace unos diez años atrás, empobrecida  por el abuso del alcohol, con pocos recursos para vivir y muy poco para comer, reducida a su mayor necesidad, resolvió muy sabiamente que sería abstemia porque así no podía seguir.

Desde la firma de esa promesa, se convirtió en una mujer nueva; llegó a la casa de oración, la gracia de Dios llegó a su corazón, y desde ese momento estuvo siempre en la Capilla cuando se abrieron las puertas. Yo solía decirle que realmente pensaba que ella vivía en el recinto.

Nunca se celebró una reunión de oración sin que la señora W – estuviera presente. Si yo estaba o no allí, ella lo estaba. Una vez hace seis meses, se ausentó. Cuando le pregunté donde había estado, ella dijo: “Vine y dejé los libros, pero no me quede para la reunión”. Resulta que había venido a la iglesia por no faltar, pero faltó porque se fue a visitar un enfermo. Esa fue la única vez que esa señora faltó a una reunión de oración hasta que después faltó un domingo por la noche cuando le extrañé de nuevo.

Le pregunté a mis diáconos si la habían visto u habían oído acerca de ella, y me dijeron: “No sabemos dónde está, ella tampoco estuvo con nosotros el pasado viernes por la noche en la reunión de oración”.  Les dije que estaba seguro de que estaba muerta, porque si hubiera estado viva ciertamente habría estado en la reunión de oración. Nadie cuestionó lo que dije. Todos sintieron como yo que ella no se habría perdido dos reuniones de oración seguidas a menos que hubiese muerto, o hubiese estado demasiado enferma para salir de su casa.

Durante el servicio de la tarde uno de los diáconos fue a donde vivía completamente sola y al no recibir respuesta de nadie, consiguió ayuda e irrumpió en la casa. Allí encontró justo lo que esperábamos; estaba allí, de rodillas, muerta, en su pequeña sala, debió haber muerto en medio de un gran sufrimiento y en el acto de orar a Dios.

Ella era un personaje notable. Visitó y regaló tratados en la peor calle de Croydon, y tenía una manera singularmente feliz de ganarse a las personas muy malvadas, a quienes iba a contarles la historia de su propia vida, y decirles que ella solía ser como ellos, pero que por la gracia de Dios se había convertido, y que el don de la gracia que ella tenía podría hacer lo mismo para ellos.

Se cuenta una historia como un ejemplo de las bromas que le solían jugar. Un joven pensó en asustarla; así que se vistió como el diablo tanto como su imaginación le permitió hacer. Cuando ella llamó a la puerta, la abrió y gritó: “Yo soy el diablo”, y comenzó a gritarle. Sin embargo, ella no se alarmó en lo absoluto, tranquilamente- se puso las gafas y lo miró de arriba abajo, y le dijo: “Tú no eres el diablo, eres solamente uno de sus hijos”. Pensé que la anciana obtuvo lo mejor de esa experiencia en ese momento. Le pregunté si alguna vez lo volvió a ver  y ella respondió: ” ¡Oh no, querido! Él sólo bajó la cabeza y se fue. “La echaremos de menos profundamente; nuestras reuniones de oración tendrán un espacio en blanco, el de la Sra. W. Es una ausencia que no vamos a superar fácilmente. Espero que algunos de ustedes serán tales asistentes constantes en las reuniones de oración que si llega a pasar que se ausente dos veces seguidas diremos de ti: “Estoy seguro de que nuestro hermano o hermana ha de estar muerto”, aunque no queremos partir tan pronto como lo hizo nuestra buena amiga en Croydon.

(Tomado de Sword and Trowel: 1884 [London : Passmore y Alabaster, 1884 ] , 89-90 ).
http://tomascol.com/would-you-be-assumed-dead-if-you-missed-a-prayer-meeting
Fuente: http://www.ibrsuba.org/
Soli Deo Gloria



miércoles, 13 de julio de 2016

El Poder santificador y las películas, la música y el ocio en la vida cristiana

¿Se ve obstaculizada nuestra continua santificación por la mundanalidad? ¿Se ha detenido la “resurrección moral” de la que habla Pablo? A continuación veremos cómo podemos volver a descubrir el poder secreto.

“Y conocerle a Él, el poder de su resurrección y la participación en sus padecimientos, llegando a ser como Él en su muerte” (Filipenses 3:10).

Es posible malinterpretar estas palabras y pensar que Pablo está esperando el día de la resurrección futuro. Algunos han pensado que deseaba el martirio y que esto es lo que quiere decir cuando habla de conocer la participación de los padecimientos de Cristo. Pero Pablo se está refiriendo claramente a conocer el poder de la resurrección como una experiencia actual en su vida. En otras palabras, está aludiendo a la transformación continua de su propia vida a una de mayor piedad y describe este proceso como una resurrección moral y espiritual.

Novedad de vida

El poder mismo por el cual Cristo hizo estallar las ligaduras de la muerte está funcionando en su pueblo en la santificación. Empezó a actuar en la conversión, cuando el poder de la resurrección emancipó la mente para que comprendiéramos las verdades salvíficas que con anterioridad no significaban nada para nosotros.

Tal vez un creyente que te evangelizaba te dijo alguna vez: “Todas las personas son pecadoras”, y tú no lo aceptaste. Retrocediste y respondiste: “Eso es absurdo; hay mucha gente buena”. No podías aceptar que nadie ha alcanzado la gloria de Dios y que, por naturaleza, todas las personas son depravadas pecaminosas y corruptas. Quedaste horrorizado ante la idea de que nadie merecía estar delante de Dios y que todos están condenados, perdidos.

Pero entonces, por el poder de la resurrección, el poder que da vida, tus ojos se abrieron y cambiaste de opinión. Dijiste: “¿Por qué no podía ver esto antes? Veo esa corrupción en mí mismo. Ahora la veo en todo el mundo, un mundo que no puede controlar su odio, su extorsión, su opresión y sus guerras. Veo el pecado en toda la vida comercial y privada, lo veo en mí mismo como nunca antes lo había visto”. El poder de la resurrección visitó tu mente, impartiendo un nuevo entendimiento.

Al mismo tiempo, el poder de la resurrección transformó tu carácter y te dio una nueva naturaleza, para que las cosas que te dominaban antes ya no tuvieran el mismo poder sobre ti. Seguías siendo un pecador, pero el pecado se había convertido en tu enemigo y lo odiabas, y anhelabas verte libre de él. Nuevos gustos, valores y aspiraciones fueron plantados en ti, y todo por el poder vivificador de Cristo.

Que la obra de ese poder de resurrección continúe en la vida de cada creyente, para que cuando tengamos que hacer frente a la pérdida de tiempo y a los programas impíos de televisión, o a cualquier otra atracción que no edifique, que sea improductiva y hasta pecaminosa, la voluntad renovada (nuestra toma de decisiones, nuestra determinación, la facultad volitiva) lleve nuestra mente a mejores cosas.

Pensemos por un momento en nuestros distintos pasatiempos e intereses. ¿Qué podemos hacer en este mundo? Existen muchos intereses terrenales, actividades y formas de esparcimiento que no son directamente espirituales y que son admisibles para los creyentes. En cierto modo, Dios nos ha dado todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos. Podemos, por ejemplo, visitar lugares hermosos. Si tenemos la energía suficiente podemos emprender actividades físicas y deportivas. Puede gustarnos visitar lugares de interés histórico o dedicarnos a la lectura histórica. O tal vez tengamos interés en la forma en que funcionan las cosas y en los triunfos del descubrimiento humano, observándolos y aprendiendo sobre ellos.

La música y la aventura

Es posible que la buena música nos interese y hasta nos sea gratificante, y que quizás disfrutemos hasta cierto punto de la ficción instructiva, pero en todos estos tipos de cosas tenemos que estar seguros de que son saludables. No les prohibiríamos a los jóvenes exponerse a la aventura e incluso a lo espectacular. Hay muchas cosas que pueden atraer nuestra mente de un modo legítimo, ocuparnos y envolvernos. Pero hagamos lo que hagamos, tenemos que mantener estándares piadosos y poner a prueba nuestros intereses e ideas.

Asimismo, debemos racionar incluso las cosas legítimas no vaya a ser que sustituyan a Cristo y su servicio, y estorben el proceso de resurrección espiritual que se está desarrollando en nuestra vida, estropeando nuestros gustos.

La música moderna de entretenimiento de la peor especie está por todas partes, entrometiéndose constantemente en la vida. En el pasado, los cristianos ignoraban las canciones populares, las consideraban parte de este mundo y pertenecientes a la vieja vida. En torno a mediados de la década de 1950, las canciones pop cayeron en picado y su contenido moral se volvió incluso peor de lo que era antes, constituyendo una campaña obvia y orquestada contra los principios de Dios y fomentando justo la conducta opuesta. El mundo de la música de entretenimiento popular se convirtió cada vez más en un ataque sin cuartel contra la autoridad, el orden y la educación, compitiendo por una permisividad sexual sin restricciones, el narcisismo y la autogratificación.

Esta cultura se convirtió en un mensaje poderoso y peligroso, que se opone a todo lo santo y lo noble. Sorprendentemente, al desarrollarse, muchos cristianos rompieron con su tradición de mantenerse distantes, y se rindieron ante sus ritmos y sus letras seductores. Pero se trataba de una cultura de “propaganda” diseñada para apartar a la sociedad de Dios y hacer que se rebelara contra él. Los cristianos no deben darle cabida a lo que sus predecesores rechazaron.

Adaptar la música de entretenimiento del mundo para la adoración y adoptarla fue un desarrollo sorprendente y, ciertamente, desobediente a los mandamientos y principios contundentes de las Escrituras. Es incorrecto utilizarla en la adoración y también lo es aceptarla en el ocio y el placer personales. Algunas personas me han dicho que escuchan rock y pop, incluso siendo creyentes. Otras han reconocido que tuvieron una mala conciencia por ello cuando estaban recién convertidas, pero posteriormente lo superaron y dejaron a un lado estos pensamientos.

Diseñada para esclavizar

Amados amigos, esto es del mundo. Es la producción del príncipe de la potestad del aire, canalizado a la sociedad desde grupos bajo los efectos de las drogas, artistas notablemente impíos y rebeldes. Fue creada para atrapar a las personas. Se presenta bajo una forma poderosamente rítmica, es una manipulación emocional, es eufórica y está diseñada para esclavizar. Si hemos sucumbido a esto en la vida de nuestra iglesia o en nuestro hogar, es vital que vayamos delante del Señor con profundo pesar y arrepentimiento, que empecemos a practicar el discernimiento y la repudiemos. Va contra todos los principios y el orden, por no mencionar la reverencia, y, ciertamente, eclipsará el privilegio de conocer el poder de la resurrección en nuestras vidas.

Recuerdo haber leído, hace algunos años, un artículo escrito por un joven que profesaba ser cristiano y que había empezado a permitirse disfrutar profundamente de la música de entretenimiento. Cuando fue a la iglesia todo empezó a parecerle extremadamente apagado y monótono. Dejó de ser a su gusto. Contaba cómo los himnos empezaron a sonarle vacíos y aburridos, y nada podía elevar su espíritu.

Evidentemente, lo que gobernaba su vida privada lo había cambiado y había dañado sus sensibilidades y sus gustos espirituales. Su espíritu buscaba ahora el entretenimiento, el impacto emocional que provoca una audio-droga y no las bendiciones de la verdad. Resultó que este hombre se convirtió en el fundador de un grupo de iglesias carismáticas de música rock. La música de entretenimiento secular atrapó su alma.

Sin lugar a duda hay muchas cosas que podemos emplear y disfrutar en este mundo presente. Pero también hay cosas profundamente manchadas por los principios depravados de hoy como el mundo de las películas. No hay mucho en ellas que los creyentes deberían querer ver. Tenemos que preguntar siempre: ¿Es limpia? ¿Es pura? ¿Es saludable? ¿Es edificante? ¿Podría llevar al Señor allí? ¿Podría tenerle junto a mí?

Es necesario que hagamos las preguntas, que juzguemos y que sopesemos el asunto a conciencia o interrumpiremos el proceso de la “resurrección moral” en nuestra vida y deshonraremos al Señor. A menos que algo sea limpio y saludable no deberíamos verlo o escucharlo, e incluso entonces, deberíamos racionar nuestra participación en estas cosas. Las revistas cristianas y los blogs que revisan y aprueban las películas y los videos de entretenimiento muestran su desdén por la vida cristiana auténtica y la búsqueda de la santidad.

Tal vez podamos ver algo de lo que emiten en televisión, pero los principios que acabamos de mencionar deben aplicarse siempre.

Esto nos lleva a la pregunta: ¿Encendemos el televisor en el Día del Señor para alguna otra cosa que no sea, por ejemplo, un boletín de noticias? Con toda seguridad, ¡no deberíamos hacerlo jamás! ¡Es el Día del Señor, amados amigos cristianos! Es el día designado para él y para su adoración y servicio. Consideremos las palabras de Pablo: “Y conocerle a él”. Se aplican de forma primordial al Día del Señor, nuestro día de dedicación, reflexión y comunión, y nuestro día para darle a conocer. No podemos “conocerle” y permitir que los medios de entretenimiento se apoderen de nuestra vida al mismo tiempo.

Nuestro versículo dice: “Y conocerle a Él, el poder de su resurrección y la participación en sus padecimientos”. ¿Qué significa conocer la participación en sus padecimientos? Y, del mismo modo, ¿qué significa “llegar a ser como Él en su muerte”?

Deshonrar a Cristo

Hemos observado que algunos maestros creen que Pablo tenía la ambición de ser martirizado por Cristo, pero no es probable que este sea el significado aquí. El tema es seguir conociendo el poder de la resurrección para cambiarnos y moldearnos. Recordamos que nuestro Salvador sufrió y murió en el Calvario para comprar nuestra salvación eterna, pero también para que viviéramos vidas santas aquí. Tener participación en sus padecimientos significa que vivo como para hacer que sus padecimientos valgan la pena y sean efectivos en mi vida. Está claro que serán eficaces para comprar mi alma eterna, ¿pero me motivan para luchar por la justicia en mi vida terrenal?

Permíteme ilustrarlo de esta manera. Un estudiante debe pagar ahora una matrícula muy alta para ir a la universidad en Inglaterra. (Esa matrícula es, sin embargo, tan solo una fracción de lo que el gobierno paga.) Supongamos que alguien se apretara el cinturón y ahorrara para que tú pudieras ir a la universidad y te diera el dinero, pero tú lo perdieras en el juego. ¡Increíble! ¡Alguien hizo un enorme sacrificio y tú lo malgastas en el juego!

Cristo no solo ha sufrido para asegurar nuestra salvación, sino también para ponernos en el camino de la lucha por la santidad. ¿Desperdiciamos la bendición y descuidamos el proceso de la resurrección moral? Ser participante de sus padecimientos significa que vivimos para honrarlos.

Por cambiar la ilustración, alguien nos compra una casa; no solo da un depósito, sino la suma total y nosotros la perdemos en el juego. Impensable. Es una ilustración mediocre, pero es como si Cristo hubiera sufrido y muerto para hacerme justo y que yo desperdiciara el beneficio. Ni siquiera intento vivir una vida justa, apartada de la cultura manchada y corrupta de este mundo. Enciendo el televisor y veo cualquier cosa, incluso cosas escandalosas, aun en el Día del Señor. Cristo no solo sufrió y murió para comprar mi salvación, sino para librarme de una constante participación en obscenidades, suciedad, idolatría material y todas las demás cosas que son ofensivas para Él.

Dependientes del estado de ánimo

Tal vez alguien esté viendo películas que son del todo inadecuadas para un creyente, y que le manchan y lo abaten. Asimismo, durante todo el día permite que el mundo incruste música beat en su cabeza. Llega a depender de ella para estimular su estado de ánimo. Realmente lo domina y lo gobierna. Parece no poder vivir sin ella. Un creyente así no está participando de los padecimientos de su Señor. No está conformándose al propósito de estos sufrimientos.

Cristo murió para hacer de mí totalmente una mejor persona, y yo lucharé con su ayuda para resistir al pecado. Esto es tener participación en sus padecimientos. Él hizo el sacrificio para que yo pudiera vivir la vida. Yo viviré por aquello por lo que él murió. Esto es “llegar a ser como Él en su muerte”.

El apóstol usa este mismo tipo de argumento a lo largo de Romanos 6, relacionando la muerte y la resurrección de nuestro Salvador con nuestra santificación.

El versículo 11 y los siguientes confirman que Pablo está hablando de la obra presente de santificación en nuestra vida, y la lucha y el esfuerzo que esto implica. Dice: “A fin de llegar a la resurrección de entre los muertos”. Es obvio que no se está refiriendo a su resurrección futura, porque no hablaría nunca de ello como si fuera algo incierto. Diría: “Sé que llegaré a la resurrección de los muertos”. Afirmaría con confianza que Cristo no lo dejará nunca ni lo abandonará.

Pero en este versículo once está hablando de la resurrección presente, progresiva y moral que podemos frustrar y obstaculizar. El lenguaje es, por tanto, menos cierto: “A fin de llegar a la resurrección de entre los muertos”.

Con toda seguridad deberíamos decir, del mismo modo: “Si pudiera ejercer más prudencia en los días de esta semana que viene, más discernimiento y sopesar con mayor cuidado las cosas que hago. Si pudiera rechazar las cosas pecaminosas, inútiles, que pueden robarme mis gustos espirituales, hacerme perder el tiempo y corromperme”.

“No que ya lo haya alcanzado”, procede Pablo a decir, confirmando más aún que ha estado hablando sobre nuestra resurrección moral presente. Observamos que es una obra progresiva. Él no la ha alcanzado en su totalidad, ni es aún completo, pero, dice: “Sigo adelante”.

Pablo parece decir con gran fervor: Mi Señor ha muerto por mí y me ha agarrado con brazos de amor. Me ha cambiado, me ha hecho suyo y anhelo asirme a Él, estar más cerca de Él, conocerle mejor y llegar a ser más conforme a sus santos principios. Así que prosigo, me estiro hacia Él”.

No podemos pasar por alto el lenguaje de esfuerzo, preocupación, diligencia y vida cristiana concienzuda. ¿Es esto cierto en nosotros? Este “afán” es tan importante que Pablo reitera (versículos 13-14): “Hermanos, yo mismo no considero haberlo ya alcanzado [agarrado]; pero una cosa hago: olvidando lo que queda atrás [la vieja vida con sus deleites pecaminosos, sus distracciones y cosas que no aprovechan], y extendiéndome a lo que está delante, prosigo hacia la meta para obtener el premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús”.

¿Cómo somos nosotros? ¿Somos informales en nuestra vida espiritual? ¿Nos limitamos a soñar de día o nos esforzamos y nos estiramos hacia adelante? ¿Sopesamos las cosas, preguntando: ¿Es esto moral? ¿Es esto para Cristo? ¿O está promocionando al mundo? ¿Es esto intoxicante? (Recordamos las palabras de Pablo: “Yo no me dejaré dominar por ninguna [cosa]”). ¿Estoy viviendo de manera descuidada o con cuidado?

Nuestra promesa diaria

Digamos: Determino ser concienzudo, esmerarme en honrar a mi Señor. Deseo el proceso de la resurrección en mi vida. Quiero conocer más de su poder. Anhelo más oración y más mediación en un ministerio de intercesión.

Muchas cosas nos son permisibles y deberíamos interesarnos en las cosas terrenales, pero necesitamos fuerza de mente para evaluarlas y sopesarlas incesantemente, y fortaleza para racionar las cosas en las que nos implicamos.

Tenemos la ayuda de Cristo. Tenemos toda su omnipotencia. Piensa en el poder que ejerció en la resurrección cuando su alma se reunió con su cuerpo, y rompió las ligaduras de la muerte, volviendo a infundir vida en su propio cuerpo; y se levantó de entre los muertos. Ese poder está disponible para nosotros y procede del Cristo vivo para renovar nuestra mente, nuestra voluntad, nuestros gustos, nuestros deseos, cada parte de nosotros. Este debe ser nuestro anhelo y nuestra oración.
Soli Deo Gloria



La Conciencia y los Puritanos

1. con el fin de asegurarnos de estar en la misma onda, ¿puede definir lo que es la conciencia? ¿De qué hablaban exactamente los puritanos cuando debatían asuntos de conciencia?

La conciencia es un eco en la mente humana del veredicto del Juez justo. William Perkins afirmó que “la conciencia es una parte del entendimiento” que se pone de parte o en contra de los actos propios de la persona. William Ames, un estudiante de Perkins, escribió que la conciencia es “el juicio que un hombre emite sobre sí mismo, de acuerdo con el juicio que Dios hace de él”. Independientemente de aquello que amamos con nuestros afectos, o escogemos con nuestra voluntad, hay una parte de nuestro entendimiento que nos juzga y que nos da un sentido de aprobación o culpa moral, según la comprensión que tengamos de lo correcto y de lo incorrecto. Por tanto, cuando los puritanos consideraban los casos de conciencia, debatían cuestiones sobre cómo saber lo que es agradar a Dios en situaciones específicas y, lo que es más importante aún, cómo saber que el Juez divino te acepta como alguien justo a Sus ojos.

2. ¿Qué identificarían los puritanos como la función de la conciencia? ¿Por qué la necesitamos y qué hace por nosotros?

La conciencia imprime la autoridad moral de Dios sobre la mente del hombre y, como resultado, produce una sensación de angustia y miseria, o de paz y gozo, que anticipa la eternidad. Ames afirmó que la conciencia ata a un hombre con tal autoridad que ninguna cosa creada puede liberarlo de ella. Aunque nuestra conciencia pueda estar mal informada, sigue hablando con una autoridad divina a la que podemos desobedecer, pero que nos resultará difícil de ignorar. Nos recuerda que Dios ve todo lo que hacemos y que, una de dos, o se deleita en nosotros o se enoja con nosotros, y que está contento o descontento con nuestros actos.

Gran parte de la literatura puritana tenía por objetivo dirigir a las personas a hallar la paz de la conciencia por medio de la sangre de Cristo y a caminar en buena conciencia de día en día. Richard Rogers declaró que el propósito de su Seaven Treatises de dirección espiritual consistía en mostrar a una persona cómo vivir para que “pudiera hallar el sabor dulce y eficaz [poderoso] de la felicidad eterna, incluso aquí”. Richard Sibbes dijo que una buena conciencia es “un festín continuo”, porque saber que Dios se agrada de nosotros, que ha perdonado nuestros pecados y que se deleita en nuestra obediencia nos capacita para sufrir y hasta para morir sintiendo consuelo, libertad y gozo.

3. ¿Qué querrían los puritanos que supiésemos sobre el efecto de la caída en el pecado sobre la conciencia del hombre?

La caída del hombre nos colocó bajo la ira condenadora de Dios y de la oscuridad esclavizadora del pecado. Lo primero perturba y aterroriza la conciencia por cuanto siente el juicio venidero; lo segundo desordena y confunde la conciencia.

Perkins enseñó que aunque “un remanente de la imagen de Dios” persiste en la mente del hombre a través de “ciertas nociones concernientes al bien y al mal”, la humanidad ha caído en gran ignorancia de la verdad y en la incapacidad de entender las realidades espirituales (1 Co. 2:14), en la futilidad de no distinguir la verdad de la falsedad (Ef. 4:7; Pr. 14:12), y en la tendencia natural de seguir el mal y las mentiras (Jer. 4:22). Esto distorsiona la conciencia, aunque sigue reteniendo un cierto grado de su poder para reprender y restringir el pecado (Ro. 2.15). La conciencia caída tiende a excusar la maldad introspectiva si va cubierta de adoración externa (Mr. 10:19-20). También tiende a acusar falsamente a la persona cuando no sigue las tradiciones y las doctrinas de meros hombres (Col. 2:21-22). En ocasiones, la conciencia puede acusar y aterrorizar a una persona por sus pecados (Hch. 24.26) y, a pesar de ello, la conciencia puede llegar a estar cauterizada hasta el entumecimiento por los hábitos de pecar (Ef. 4:19; 1 Ti. 4:2).

4. ¿En qué podrían advertirnos los puritanos sobre nuestro uso o mal uso de la conciencia?

Los puritanos advertían en contra de sujetar la conciencia a cualquier autoridad suprema al margen de la Biblia. Enfatizaban de forma particular la libertad de la conciencia en asuntos de religión. Los eruditos de Westminster escribieron: “Solo Dios es Señor de la conciencia, y la ha dejado libre de las doctrinas y los mandamientos de los hombres, que son en muchas cosas contrarios a Su Palabra, o están al margen de ella en asuntos de fe y de adoración”. Las Santas Escrituras son la única norma suficiente, cierta e infalible de todo conocimiento, fe y obediencia salvíficos”.

Los puritanos también advirtieron contra resistirse a la propia conciencia cuando esta habla según la Palabra. Ames enseña a los inconversos que consideren seriamente la ley para que esta los convenza de pecado, les muestre que no pueden salvarse a sí mismos, y que los lleve al dolor, el temor y a la confesión de pecados específicos. Debe renunciar, asimismo, a su propia justicia y fijar su mente en la justicia de Cristo crucificado, tal como lo presentan las promesas del evangelio.

Los cristianos tampoco deben resistirse a la conciencia. Si un cristiano descubre que su conciencia le está acusando, Ames le aconseja que: primero, sienta la carga del pecado (Mt. 11:28-29); segundo, deteste todo el pecado (Ro. 7:15); tercero, que tenga cuidado de no cumplir sus deseos pecaminosos (Gá. 5.16); cuarto, que trabaje para matar esas ansias pecaminosas (Ro. 8:13); quinto, que considere las promesas de Dios, corra hacia Cristo y se aferre a Él más y más (Ro 7:25; Fil. 3:9); y sexto, que se deshaga de los pecados repugnantes y odiosos que sacuden la conciencia y ponen en cuestión su propia salvación (Is. 1:16-18).

5. ¿Qué puede hacer un cristiano para reparar su conciencia o ayudar a que esta venza los efectos de la caída?

La restauración de la conciencia forma parte del proceso de santificación que comienza con la regeneración y no acaba hasta que entramos a la gloria. Es una obra de la gracia de Dios que debemos buscar en oración. El medio más relevante es ponernos bajo una predicación sana y escrutadora tanto de la ley como del evangelio. Como dijo Sibbes, los pasos que llevan a una buena conciencian son, en primer lugar, sentirnos perturbados por nuestros pecados; en segundo lugar, hallar la paz confiando en Cristo; y, en tercer lugar, decidir agradar a Dios en todas las cosas. Con estos tres elementos activos en nuestra vida, estamos posicionados para crecer más en una buena conciencia a medida que vivimos por fe para complacer a Dios. La actitud más importante es la sinceridad y la humildad delante de Dios, porque la conciencia siempre nos confronta con la verdad de que Dios es el Señor. Para más detalles sobre la restauración de la conciencia, ver A Puritan Theology (pp. 919-25)
Traducción de IBRNJ
Soli Deo Gloria