lunes, 3 de octubre de 2016

Historia de la Biblia en Español

Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, equipado para toda buena obra. (2Ti 3:16-17)

Actualmente podemos ir a una librería y encontrar diversas versiones de la Biblia en español, y en una enorme variedad de formatos. Pero hubo un tiempo en que esto era un grave delito, por cuanto los reyes católicos de España, Fernando e Isabel, habían prohibido terminantemente la traducción de la Biblia al castellano.

Alfonso de Castro, en su libro “Tratado de las Herejías”, escrito en 1534, dice: “Hay que alabar con toda justicia el edicto de los esclarecidos y católicos reyes de España… por el que prohibieron bajo severísimas penas que nadie tradujera los libros sagrados a la lengua vulgar o que nadie retuviera lo traducido por otro con cualquier autorización”.

Esta prohibición sería ratificada por la Iglesia Católica, que en el índice de libros prohibidos por Paulo IV y en el español del inquisidor Valdés (ambos publicados en 1559) se prohíbe explícitamente la lectura de la Palabra de Dios en el idioma vulgar o en otro cualquiera “como no esté en hebraico, caldeo, griego o latín”. Ese veto sería ratificado en el Concilio de Trento unos años más tarde.

Arriesgarse a traducir la Biblia, o poseer una Biblia en español, era un delito que podía ser castigado con la muerte por la Santa Inquisición, la cual fue introducida en España en 1237; aunque por mucho tiempo operó muy tímidamente, hasta el reinado de los reyes católicos.

Isabel le había prometido en su juventud a Tomás de Torquemada, uno de los inquisidores más crueles que tuvo España, que si llegaba al trono, dedicaría su vida a extirpar la herejía para honra de Dios y glorificación de la iglesia Católica.

Este trasfondo histórico nos da una idea del precio que tuvieron que pagar algunos de nuestros padres en la fe para que hoy pudiésemos disfrutar el privilegio de leer la Biblia en nuestro propio idioma y así poder alimentarnos de la Palabra de Dios.

En esta lección le daremos un vistazo a esa historia, pero no como un mero ejercicio académico, sino esperando en el Señor que esto nos ayude a tener un mayor aprecio por nuestras Biblias en español.

LAS PRIMERAS VERSIONES

Aunque a partir de 1210 hasta la prohibición de 1559 aparecieron varias traducciones, tanto al castellano como al catalán, no fue sino hasta el siglo XV que comenzaron a suceder una serie de acontecimientos que prepararían el escenario para la aparición en el siglo XVI de las versiones más conocidas.

En 1453 los turcos conquistaron la ciudad de Constantinopla, el último vestigio que quedaba del imperio Romano, obligando a muchos de sus pobladores a huir hacia Occidente, entre los cuales había un grupo de eruditos que se llevaron consigo un gran número de manuscritos griegos, tanto de la antigüedad clásica como del NT, produciendo dos movimientos totalmente opuestos.

El estudio de los clásicos produjo un movimiento intelectual que habría de desembocar en el Renacimiento humanista, mientras que el estudio de los libros del NT en su lengua original habría de producir un despertar religioso del cual habría de surgir la Reforma protestante.

Concomitantemente con la caída de Constantinopla, dos años más tarde (1455) Gutenberg publica el primer libro impreso con caracteres móviles, iniciando así la era de la imprenta, lo que permitiría en Europa un acceso mucho más amplio a la literatura escrita.

Unos años más tarde, en 1516 (es decir un año antes de que Lutero clavara las 95 tesis en la puerta de la catedral en Wittemberg), Erasmo de Rotterdam publica en Basilea su edición del NT griego, lo cual sirvió de estímulo al estudio del NT en su idioma original.

A. Juan de Valdés (1509-1541):

Es a partir de entonces que comienzan a aparecer las primeras traducciones al español, comenzando con la de Juan de Valdés, un discípulo de Erasmo que tuvo que huir de España alrededor del 1529 al ser denunciado ante la Inquisición luego de haber publicado un libro titulado “Diálogo de Doctrina Cristiana”.

Valdés huyó hacia Italia, encontrando refugio finalmente en la corte de Nápoles donde tradujo Mateo y Lucas, las epístolas paulinas (sin incluir Hebreos) y los Salmos. Algunos comparan la pureza de su estilo con la de Cervantes.

B. El NT de Francisco de Enzinas:

Unos años más tarde, en 1543, Francisco de Enzinas, con apenas 20 años de edad, publica en Amberes su traducción del NT completo, del cual existen muy pocas copias al día de hoy, porque tan pronto salió de la imprenta, los libros fueron prohibidos y sacados de circulación. El propio emperador Carlos V, a quien Francisco dedica su traducción, ordenó que se recogiese toda la edición y que se detuviera su circulación.

De él dice don Menéndez y Pelayo: “Entre los protestantes españoles del siglo XVI descuella Enzinas por su saber filosófico, [así como] por el número y calidad de sus escritos”. Estudió por un tiempo en Wittemberg, alojándose en la casa del más cercano colaborador de Lutero, Felipe Melanchton, quien lo motivó a la traducción del NT. También mantuvo correspondencia Calvino.

Cuando Enzinas se dispuso a traducir el NT, primero pensó hacerlo en Lovaina, en Bélgica, pero al llegar a la ciudad en verano de 1534, encontró que se había desatado la persecución contra los protestantes.

Por otra parte, cuando envió los manuscritos de su traducción a los teólogos de de la Universidad, éstos le responden que no entendían la lengua española, aparte de que no veían con buenos ojos la traducción de la Biblia ya que, según ellos, de la Biblia “habían nacido todas las herejías en Alemania y los Países Bajos, por ser un asidero para que la gente simple e idiota se diese a vanas interpretaciones y sueños, rechazando los Cánones y decretos de la Iglesia”.

Su vida después de la publicación del NT fue una aventura muy intensa. Fue “acusado de estimular la herejía al verter el Nuevo Testamento en lengua vulgar; de haber vivido en Alemania en compañía de Melanchton y haber alabado sus virtudes, y de ser el autor de un libro recientemente publicado y que se consideraba pernicioso e inspirado en la obra de Lutero [Sobre la Libertad Cristiana].

Fue encarcelado en Bruselas el 13 de Diciembre de 1543, unos meses después de publicar el NT. En Febrero de 1545 escapó de la cárcel, y se refugia en Amberes.
A partir de ese momento lleva a cabo muchísimos viajes, llegando a contraer matrimonio en 1547 (llegando a ser profesor en Cambridge). Pero finalmente cae víctima de la peste el 30 de Diciembre de 1552, teniendo apenas 34 años de edad. Por una carta que había escrito a Calvino sabemos que estaba trabajando en la traducción de la Biblia completa.

C. La Biblia de Ferrara:

Un año después de la muerte de Enzinas (y diez años después de la publicación del NT), en el 1553, dos judíos publican una versión del AT en español. Esta versión se conoce como la Biblia de Ferrara, por cuanto fue dedicada al duque de esa ciudad.

Por supuesto, fue impresa en Italia y no España “donde la inquisición trabajaba con mano de acero y sin contemplaciones, y no dejaba a judíos ni a protestantes más opción que la hoguera o el destierro.”

D. El NT de Juan Pérez de Pineda:

Tres años después aparece en Venecia otro NT traducido por Juan Pérez de Pineda. Algunos críticos entienden que esta nueva versión es en realidad una revisión del nuevo testamento de Francisco de Enzinas. Sin embargo, es considerada “la mejor de las antiguas versiones castellanas del Nuevo Testamento.”

Esta versión del NT fue introducida en España de contrabando, promoviendo el movimiento reformador entre los españoles, siendo uno de sus principales contrabandistas un hombre llamado Julián Hernández, el cual jugaría un papel importante en la historia de la versión de la Biblia más usada entre los evangélicos de habla hispana: la versión Reina – Valera.

LA BIBLIA REINA - VALERA

Como hemos dicho ya, la inquisición tenía puestos de revisión en todos los caminos para que la Palabra de Dios no fuera introducida a escondidas en territorio español. Los reyes católicos habían colocado funcionarios aduanales en todos los puertos marítimos y en todos los pasos terrestres, con autoridad para revisar todo paquete y toda persona que entrara en el reino.

En ese tiempo Juan Pérez vivía en Ginebra, donde Juan Calvino estaba siendo ampliamente usado por el Señor en el proceso de Reforma de la Iglesia en aquella ciudad, que se había convertido en un refugio para muchos cristianos que habían huido de sus países para escapar de la inquisición.

A. Julianillo Hernández:

Un día se presentó a la puerta de su casa un hombre de apariencia muy extraña, bajo de estatura y aparentemente jorobado. Más tarde Juan Pérez diría de él que tenía el cuerpo tan macilento que parecía solo piel y hueso. Este hombre se llamaba Julián Hernández, pero era conocido como Julianillo por lo corto de su estatura.

Julianillo Hernández había viajado mucho por todo el continente, y había trabajado en imprentas alemanas y en los Países Bajos donde la Reforma Protestante tenía mucha fuerza, y algunos suponen que fue su trabajo en las imprentas lo que Dios usó para traerlo al conocimiento de Cristo. Julianillo le ofreció a Juan Pérez servirle de amanuense y corrector de pruebas.

Pero al plantearse el problema de cómo introducir las Biblias en España, Julianillo se ofrece hacerlo él mismo de contrabando. Para esto consiguió unos barriles de vino de doble piso colocando las Biblias en el piso de abajo; y tomando la vía de Flandes se dirigió hacia España, con tal sagacidad y sangre fría, que pudo burlar todos los puestos de vigilancia de la inquisición.

Así llegó a Sevilla y depositó los NT en la casa de Juan Ponce de León, para que éste se encargara de distribuirlos. Pero Juan Ponce es descubierto y llevado a la hoguera por la inquisición el 24 de Septiembre de 1559. Pero eso no frena a Julianillo, que continúa introduciendo los NT mientras vende telas para ocultar su identidad y su verdadero trabajo.

Al poco tiempo esto comienza a crear inquietud en el clero católico que no se explicaba cómo es que había tantos NT y libros protestantes en suelo español a pesar de la extrema vigilancia de la Inquisición. Algunos llegaron a pensar incluso que debía ser una obra directa de Satanás que los desaparecía y luego los hacía aparecer en España.

El Padre de la Roa dice respecto a la obra de Julianillo: “Con increíble habilidad encontraba él secretas entradas y salidas, y el veneno de la nueva herejía se divulgó con gran velocidad por toda Castilla y Andalucía. Donde ponía su pie comenzaba el incendio. Él mismo enseñó a hombres y mujeres con demasiado acierto, especialmente en Sevilla donde se formó, gracias a esto, un verdadero nido de herejes”.

Pero finalmente Julianillo fue traicionado por un herrero que le mostró a un sacerdote el NT que éste le había obsequiado. Fue apresado y conducido a las cárceles del Santo Oficio en Sevilla.

En ningún momento ocultó su fe, ni tampoco el hecho de que había sido él quien había introducido esos libros en España. Y a pesar de que lo torturaron sistemáticamente, se negó a revelar los nombres de los evangélicos españoles.

Con los miembros dislocados animaba a los otros presos cantando canciones contra los frailes y arengando a sus hermanos a que se mantuvieran fieles al Señor en medio del sufrimiento:

“¡Valor, camaradas! Esta es la hora en que debemos mostrarnos valientes soldados de Jesucristo. Demos fiel testimonio de su fe ante los hombres, y dentro de pocas horas recibiremos el testimonio de su aprobación ante los ángeles.”

Tres años lo mantuvieron como prisionero y finalmente fue sentenciado a la muerte. Cuentan los historiadores que al llegar a la hoguera él mismo se encargó de colocar las leñas sobre su cabeza.

En este punto de la historia es importante señalar que uno de los depósitos de libros usados por Julianillo, era un convento de frailes Jerónimos, ubicado cerca de Sevilla, llamado el Convento de San Isidoro de Santiponce, donde vivían comunitariamente unos 40 monjes.

B. El Convento de San Isidoro:

En esa época el convento se encontraba bajo la tutela de Garcí Arias, quien era el prior de la institución y a quien muchos llamaban el maestro blanco porque era albino.

Éste dirigía a los frailes en el estudio de las Escrituras y muchos fueron guiados a Cristo y a abrazar la Reforma a través de su predicación. Cuando Julianillo fue apresado, estos monjes convertidos del convento sabían que les quedaba poco tiempo para escapar, ya que la inquisición había recibido reportes inquietantes de las actividades del convento.

En una carta fechada el 17 de Noviembre de 1557, y dirigida a Felipe II, se le informa que algunos monjes del Monasterio de San Isidoro eran sospechosos de “muchos errores y opiniones luteranas.”

Y es así como en el 1557 doce monjes deciden abandonar el convento y huir de la inquisición. Entre estos monjes estaban Casiodoro de Reina y Cipriano de Valera, así como Antonio del Corro, otro personaje que luego sería muy importante en la historia del evangelio en España.

C. Casiodoro de Reina:

Casiodoro nació probablemente en Sevilla o sus alrededores en el 1520 y se unió al convento de San Isidoro siendo un joven de unos 10 años de edad. No sabemos con exactitud cómo fue su conversión, pero sí sabemos que comenzó a estudiar las Escrituras desde muy joven.

Antes de huir del convento en 1557, estos 12 frailes habían acordado encontrarse en Ginebra al año siguiente, como de hecho hicieron. Pero por algunos inconvenientes Casiodoro decide trasladarse a Frankfurt en el 1558, no sin antes comenzar la traducción del AT al español.

En 1559, estando ya Isabel I en el trono de Inglaterra, Casiodoro se dirigió a Londres con otros tres fugitivos del monasterio, entre los cuales estaba también Cipriano de Valera. Allí se encuentra con un grupo de españoles que habían buscado refugio en las Islas Británicas, y nombran a Casiodoro como su pastor.

En esa misma época comienza a hacer gestiones para la publicación de su versión de la Biblia en lengua castellana, para lo cual escribe una carta a su amigo Antonio del Corro, ex monje de San Isidoro, indagando sobre las posibilidades de publicarla en el Continente.

Éste le responde diciéndole que se dirija hacia Francia vía Flandes, llevando consigo a Cipriano de Valera como corrector, ya que tenía un impresor que se había ofrecido para llevar a cabo el trabajo.

Pero tal respuesta nunca llegó a la mano de Casiodoro, por cuanto el embajador español en Inglaterra le había escrito al rey Felipe II de España informándole de los planes de Casiodoro de publicar en Francia la Biblia en castellano. Éste le pidió que buscara la manera de hacerle salir de suelo inglés para así poder echarle mano.

No obstante, el mismo Casiodoro decide abandonar Inglaterra, por cuanto los católicos españoles habían levantado contra él acusaciones infundadas, y se dirige hacia Amberes, capital de Ámsterdam.

Allí fue protegido por cristianos, y más tarde se reúne con su esposa, la cual tuvo que escapar de Inglaterra disfrazada de marinero. Pero tampoco podía permanecer en Amberes por mucho tiempo, ya que Felipe II le había puesto precio a su cabeza.

Así que en 1564 sale hacia Francia a casa de Antonio del Corro. Pero Enrique II rey de Francia ordena la expulsión de todos los ministros de Francia. Y Casiodoro sale al exilio de nuevo con todos sus manuscritos.

Se dirigen al castillo de Montargis, al sur de París, a donde se había retirado la duquesa de Ferrara, Renata. Allí se encontraron con Juan Pérez de Pineda que también se había refugiado en Montargis.

Su plan original era traducir el AT y unirlo al NT de Juan Pérez que había sido publicado 8 años antes. Dejando a sus amigos Antonio del Corro y Juan Pérez, Casiodoro se dirige a Frankfurt, donde finalmente estableció un negocio de tejidos para poder mantener a su familia, mientras continúa con su trabajo de traducción.

Finalmente, después de 12 años de trabajo termina la traducción del AT. Su amigo Juan Pérez ya había muerto, pero había dejado fondos suficientes para la publicación de su NT, conjuntamente con la traducción de Casiodoro del Antiguo.

Casiodoro, sin embargo, no pudo usar el NT de Juan Pérez, por cuanto los ejemplares que estaban siendo impresos en París fueron confiscados y destruidos. Esto le obliga a preparar su propia traducción del NT, lo que retrasó la impresión que se estaba llevando a cabo en Basilea.

Pero en Basilea nadie conocía a Casiodoro y las autoridades, que no sabían leer español, escriben a algunos en Estrasburgo para que envíen carta de recomendación.

Las cartas no llegaron y Casiodoro decide ir él mismo, pero en el camino cae enfermo y se entera de la quiebra del impresor al cual le había dado un adelanto de 500 escudos para que imprimiera 1100 ejemplares (éstos eran parte del dinero que había dejado Juan Pérez al morir).

Sus amigos vienen en su auxilio y es así como, en Agosto de 1569, la obra es concluida, y de inmediato se preparan cuatro grandes toneles llenos de ejemplares de la Biblia en castellano, que probablemente serían introducidos en España vía Flandes.

Esta versión es conocida como la Biblia del Oso, porque tenía en su portada, después del título, “una estampa que representa el tronco de un árbol, hendido por medio con un mazo suspenso de una rama; en la hendidura hay un enjambre de abejas, cuya miel está lamiendo un oso puesto en pie, y en un libro abierto que está casi al pie del tronco se lee”: La Palabra del Dios nuestro permanece para siempre.

Su primera tirada fue de 2,600 ejemplares, muchos de los cuales fueron quemados por la Inquisición. Un detalle interesante es “el hecho de que unas 300 copias fueron enviadas al continente americano, pero fueron quemadas en Santo Domingo, evitando de esta manera que la Palabra de Dios llegara a la América Hispana.

D. Cipriano de Valera:

Pero la historia no concluye allí. La versión de Casiodoro fue impresa de nuevo en 1602, luego de una cuidadosa revisión de parte de Cipriano de Valera, quien empleó 20 años más en esta labor. Cipriano de Valera fue un gran erudito español, amigo de Juan Pérez, Julián Hernández y Casiodoro de Reina. Fue uno de los monjes que huyó de Sevilla en 1557, y de los que se reunió al año siguiente en Ginebra y luego en Inglaterra. Allí continuó sus estudios en Oxford y en Cambridge.

Al año siguiente de su llegada a Inglaterra, en 1558, publicó su primera obra titulada: “El tratado del Papa y de la Misa”. En ella ataca fuertemente el catolicismo romano: “Ellos piensan que el Papa es lugarteniente de Cristo y sucesor de Pedro; más bien es sucesor de Judas, lugarteniente de Satanás y anticristo.”

Pero Cipriano fue también un gran traductor; de hecho, fue él quien tradujo la Institución de la Religión Cristiana de Calvino, y se dice que su versión española tiene tan buen español como el buen francés de Calvino.

En su revisión a la traducción de Reina, Cipriano de Valera hizo en total 458 cambios. Esta Biblia revisada fue publicada en 1602 y se le conoce como “La Biblia del Cántaro, por el grabado que aparece en su primera página en el que aparecen dos hombres, uno de los cuales está regando un árbol con un cántaro.

La versión completa de la Biblia que hoy conocemos como Reina Valera, es considerada como “una de las mejores que existen en lengua castellana.” Y otro autor señala:

“La traducción de Reina es un trabajo grandioso tanto por la fidelidad de la traducción como por la pureza del lenguaje... El muy católico Menéndez Pelayo, predispuesto contra los reformistas españoles dice: ‘Habiendo sido hecha esta traducción en los mejores tiempos de la lengua castellana sobrepuja a las versiones de Felipe Scío y Torres Amat’.”

A él dedica el siguiente verso Manuel Pérez del Busto:

Oh, singular Casiodoro
que, de un modo inteligente,
nos has llevado a la fuente
que emana Palabra de oro.
Todo su inmenso tesoro,
tan divino y tan humano
recogió tu noble mano
con tal especial intento,
que lograste un monumento
con la Biblia en castellano.

LAS TRADUCCIONES CATOLICAS

Como vimos anteriormente, en el Concilio de Trento se había ratificado la prohibición de que la Biblia fuese traducida a la lengua vulgar. En la IV Regla del Concilio dice: “Notando por experiencia que si los Sagrados Libros se permiten leer a todos en lengua vulgar sin diferencia alguna, por temeridad de los hombres se sigue de ahí más daño que provecho…”.

Sin embargo, en 1757 a los católicos se les permitió la lectura de la Biblia traducida en lengua vulgar, “con tal que sus versiones estén aprobadas por la Silla Apostólica, o se den con notas de los Santos Padres”.

Aún así, en España continuó la prohibición hasta un decreto de la Inquisición española fechado el 7 de Enero de 1783. A partir del año comenzaron a aparecer en español las primeras versiones católicas, entre las cuales podemos mencionar:

La Biblia de Scío (1790-1793). Fue la primera Biblia en castellano impresa en suelo español por encomienda de Carlos III, traducida por el obispo de Segovia Felipe Scío. Se trataba de una Biblia bilingüe (latín y español), publicada en varios tomos y sumamente cara. Menéndez y Pelayo la calificó de “desdichadísima”.

La Biblia Torres-Amat (1823). Traducida por el canónigo Félix Torres-Amat por encomienda de Carlos IV y Fernando VII. Los críticos católicos la catalogan de “versión perifrástica” (una palabra bonita para referirse a una persona que da muchas vueltas para decir una cosa que se pudo haber dicho con menos palabras); y es que esta versión consta de 10,661 añadiduras que no figuran en el texto original.

La Biblia Nácar-Colunga (1944). Fue la primera versión católico – romana traducida directamente de los textos originales, traducida por Alberto Colunga (el AT) y Eloíno Nácar Fúster (el NT). Es una traducción bastante fiel que ha sido mejorada en sus numerosas ediciones (67 hasta la fecha, más 30 del NT).

La Biblia Bover-Cantera (1947). Traducida por José María Bover y Francisco Cantera Burgos. “A diferencia de la traducción anterior, es una obra crítica, destinada a los estudiosos de las Escrituras, lo que explica las pocas ediciones que se hicieron de ella”.

La Biblia de Jerusalén (1967). “Sin duda alguna, una de las versiones más famosas de la actualidad, no sólo en los círculos católicos, sino también en los evangélicos y protestantes… Es una traducción directa de las lenguas originales, hecha por un grupo de 10 escrituristas de la sección española de la Escuela Bíblica de Jerusalén, bajo la dirección de José Ángel Ubieta… Es evidente que los traductores siempre tuvieron muy cerca la igualmente famosa versión francesa conocida como la Bible de Jérusalem. Por eso hay quienes creen que es una versión, no de las lenguas originales, sino del francés. Sus editores se apresuran a negarlo, y afirman que la traducción se reduce a las notas, pero es innegable que el parecido y las afinidades son notables. Ha desplazado en gran medida a la versión Nácar-Colunga”.

La Biblia Latinoamericana (1972). Traducida por un equipo liderado por dos sacerdotes chilenos. Tiene la intención de llegar a los latinoamericanos en el lenguaje que ese público entiende. “Va provista de abundantes notas, fotos y comentarios ‘tercermundistas’”.

OTRAS VERSIONES PROTESTANTES

Entre las versiones más importantes en el ala protestante podemos mencionar:

La Biblia Reina-Valera. La RV ha tenido varias revisiones con el propósito de modernizar el lenguaje y hacerlo más accesible. El mismo Reina “afirmaba que su versión iba a durar poco tiempo, a menos que fuera revisada periódicamente por un equipo de eruditos. El idioma español es, como todos los idiomas, un idioma que cambia y evoluciona”.

Entre las revisiones hechas en el siglo XX y principios del XXI podemos mencionar: 1909, 1960, 1977, 1989, 1995; y la Biblia Textual Reina-Valera.

La Biblia de las Américas. “La traducción de LBLA® fue completada en 1986 por un equipo de eruditos en Biblia, cristianos evangélicos, todos ellos originarios de América Latina. La Biblia de las Américas® es una obra original, traducida directamente de los idiomas originales hebreo, arameo y griego directamente al español, en un lenguaje moderno, claro y comprensible para todos”.

Dios Habla Hoy. El NT fue publicado en 1966, mientras que la Biblia completa fue publicada en 1979. Su traducción fue hecha según los principios de “equivalencia dinámica”, procurando alcanzar al público medio de los países latinoamericanos.

Nueva Versión Internacional. “La Nueva Versión Internacional (NVI) es una nueva traducción de la Biblia, hecha directamente de los idiomas originales hebreo, arameo y griego, al más fresco, exacto y elegante español contemporáneo”.

“Ante la extraordinaria acogida que tuvo la NIV (New International Version), en todo el mundo de habla inglesa, la Sociedad Bíblica Internacional aceptó de buen agrado la solicitud que muchos creyentes e iglesias le presentaron de realizar traducciones de la Biblia en otros idiomas, siguiendo los mismos parámetros exegéticos y principios hermenéuticos utilizados por los 110 biblistas que hicieron la New International Version”.

Conclusión:

He aquí, a vuelo de pájaro, cómo Dios obró en Su providencia a través de la historia para que nosotros pudiésemos tener en nuestras manos Su Palabra en nuestro propio idioma. Pero de nada nos sirve que tengamos disponible tantas versiones de las Escrituras si no hacemos uso de ella.

Como dice Neil Lightfoot: “El que un granjero moderno tenga una variedad de nuevo equipo no garantiza una cosecha exitosa. El equipo debe ser usado. De igual manera, en un período donde la gracia de Dios abunda en la provisión de nuevas y mejores ayudas para el estudio de la Biblia, no demos por sentado que la presencia del equipo puede sustituir el uso de él. Que Dios conceda que continuemos siendo un pueblo de un libro, y que ese libro sea la Biblia”
Soli Deo Gloria




viernes, 30 de septiembre de 2016

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La experiencia interior del Creyente

“Porque según el hombre Interior, me deleito en la ley de Dios, mas veo otra ley en mis miembros que se rebela contra la ley de mi espíritu, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros. ¡Miserable hombre de mí! ¿quién me librará del cuerpo de esta muerte? Gracias doy a Dios por Jesucristo Señor nuestro. Así que yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, pero con la carne a la ley del pecado.” (Romanos, 7:22-25).

Un creyente ha de ser conocido no sólo por su paz y por su gozo, sino también por su lucha y por su congoja. Su paz es muy peculiar; la recibe de Cristo. Es una paz celestial, una paz santa. Su combate, su lucha es también muy especial; porque la tiene muy arraigada en lo más íntimo de su ser, le produce verdadera agonía y sólo cesará cuando muera. Si el Señor lo permite, la mayoría de nosotros esperamos participar el próximo domingo de la cena del Señor. La gran pregunta que ha de ser contestada antes de participar de la comunión es: “¿Me he refugiado en Cristo Jesús, o sigo expuesto a la condenación?”

Quisiera conocer sólo este punto, que a menudo me turba el pensamiento, ¿Amo yo o no amo a mi Señor? ¿Soy realmente de Él o no lo soy?

Para ayudaros a hacer más clara la pregunta me ha parecido bueno escoger el sujeto de las luchas del cristiano para que podáis saber por ello si sois un soldado de Cristo, si realmente estáis peleando la buena batalla de la fe.

I. EL CREYENTE SE DELEITA EN LA LEY DE DIOS

“Según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios’’ (v. 22).

1. Antes de que el hombre acuda a Cristo, aborrece y le desagrada la ley de Dios. Su alma se alza contra ella: “La intención de la carne es enemistad contra Dios”.

Primero: el hombre no convertido odia la ley de Dios por ser tan pura. “Tu palabra es muy pura, por esto la ama tu siervo.” Y por la misma razón la odia el hombre no regenerado. La ley fue dada como expresión de la mente pura y santa de Dios. Es infinitamente opuesta a toda impureza y pecado. Cada palabra y línea de la ley se opone al pecado. Pero el hombre natural ama el pecado y por esto se opone a la ley, porque ella condena todo cuando el hombre ama. Del mismo modo que el murciélago no ama la luz y huye de ella, también el no convertido odia la pura luz de la ley de Dios y se desentiende de ella.

Segundo: la odia también por su amplitud, por su alcance. “Ancho en gran manera es tu mandamiento.” Alcanza en sus preceptos todos a sus actos internos, vistos o no vistos, llega a condenar toda palabra ociosa que los hombres pronuncian, se extiende hasta redargüir las miradas de los ojos lascivos, profundiza hasta las más secretas intenciones de pecado y de lujuria que anidan en el corazón. El inconverso desprecia la ley a causa de su rectitud y estricta acción. Si su acción se limitase a solamente los hechos exteriores, entonces quizá podría tolerarla, pero condena también mis pensamientos y deseos más secretos, lo cual me resulta imposible impedir. Por todo ello el hombre natural se levanta contra la ley.

Tercero: La odia a causa de su inmutabilidad. El cielo y la tierra pasarán, pero ni una jota ni una tilde de la ley quedarán en modo alguno eliminados. Si la ley cambiase, o hiciese algunas concesiones, o tolerase algunas cosas en según qué casos, e incluso quedase eliminada su acción en ciertas circunstancias, quizás entonces sí complacería a los impíos. Pero es tan inmutable como Dios mismo: la ha dictado el corazón de Dios, en quien no hay variación ni sombra de cambio alguno. No puede cambiar, a menos que Dios cambie; no puede morir, a menos que Dios muera. Aún en el mismo infierno, en los tormentos eternos, sus requerimientos y sus maldiciones seguirán siendo los mismos. Es una ley inmutable porque ha sido promulgada por un Dios inmutable. Éstas son las razones por las que los impíos odian, con un desprecio también inmutable, a la ley santa y buena y perfecta

2. Cuando un hombre viene a Cristo, todo le ha sido cambiado. Puede decir: “Según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios”. Con David puede repetir: ¡Cuánto amo yo tu ley! es ella mi meditación día y noche.” Con Jesús puede decir en el Salmo 40: “El hacer tu voluntad, Dios mío, hazme agradado, y tu ley está en medio de mis entrañas”.

El convertido ama la ley por dos razones:

La ley ya no le es más un enemigo. – Si alguno de vosotros siente la opresión del temor por causa de sus infinitos pecados y las maldiciones de la ley que culpablemente ha quebrantado, acuda a Cristo, en quien hallará descanso. Entonces podrá decir como Pablo: “Cristo me redimió de la maldición de la ley, siendo hecho maldición por mí, como está escrito. Maldito cualquiera que es colgado en madero”. Por tanto, nunca más tendrá temor de aquella temible y santa ley: “Ya no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia”. Nunca más tendréis temor de la ley con que habíais de ser juzgados en el día del juicio. Imaginaos cuál será la experiencia del alma salvada una vez terminado el juicio; cuando el terrible cuadro haya concluido, cuando los muertos, pequeños y grandes estarán en pie delante del Trono blanco, cuando, la sentencia de eterno castigo se haya dictado sobre los no convertidos y se leí; sumerja en el lago de fuego que nunca puede ser apagado, ¿no dirán los redimidos: “yo no he de temer nada más de aquella ley santa, ya he visto cómo sus vasos de ira han sido derramados, pero no me ha alcanzado ni una gota de su contenido?”

Creyente en Cristo Jesús, ya puedes hablar así. Cuando tu alma contemple el alma de Cristo con las cicatrices que le produjeron los rayos de la justicia de aquella santa ley quebrantada por ti; cuando contemple su cuerpo traspasado por el pecado, exclamarás: “Fue hecho maldición por mí, ¿por qué he de temer que me sobrevengan las maldiciones de la ley?” El Espíritu de Dios graba la ley en el corazón. – Ésa es la promesa. “Después de aquellos días, dice el Señor, daré mi ley en sus entrañas y escribiréla en sus corazones: y seré yo a ellos por Dios y ellos me serán por pueblo.” (Jeremías 31:33). Acudiendo a Cristo desaparecerá vuestro temor a la ley, y por otro lado, viniendo el Espíritu Santo a morar en vuestros corazones, hará que améis la ley íntimamente. El Espíritu Santo nunca más abandonará tales corazones. Vendrá al corazón y lo ablandará. Quitará el corazón de piedra y lo cambiará por uno de carne y allí escribirá la tres veces -santa ley de Dios. Entonces la ley resultará dulce al alma y se deleitará íntimamente en ella. “La ley es santa, y el mandamiento santo, y justo y bueno”. Ahora el creyente desea sincera y fervientemente que todo pensamiento, palabra y obra se ajuste aquella ley santa. “¡Oh, que mis caminos fuesen dirigidos guardar tus estatutos! gran paz tienen los que aman tu ley y no hay para ellos tropiezo”. El Salmo 119 se convierte en el aliento del nuevo corazón. Ahora el creyente se afana en lograr que todo el mundo se sujete a aquella ley pura y santa. “Ríos de agua descendieron de mis ojos porque no guardan tu ley” (Salmo 119-136).
¡Oh, si todo el mundo comprendiese que la santidad y la felicidad son una misma cosa! ¡Oh, si todo el mundo se hiciese una familia santa, con su acudir gozosamente todos a someterse a las puras reglas del Evangelio! Conócete a ti mismo por esta prueba. ¿Puedes decir “me deleito en la ley de Dios?” ¿Recuerdas cuándo la odiabas? Porque ha tenido que haber un tiempo cuando la rechazabas, si ahora realmente eres suyo. ¿La amas ahora? ¿Te enardece el pensamiento de que llegará el tiempo cuando vivirás en la eternidad bajo sus direcciones de forma total, siendo tú mismo santo como Dios es santo, puro como Cristo es puro?

¡Oh, venid, pecadores y ofreced vuestros corazones a Cristo para que escriba por su Espíritu Santo su santa ley en ellos! Demasiado tiempo ha estado esculpida en vuestros corazones la ley del diablo: venid, pues, a Jesús, y Él no sólo os guardará de las maldiciones de la ley, sino que también os dará el Espíritu para que la grabe en vuestros corazones; entonces notaréis que la amáis en lo más íntimo de vuestra alma. Pedid que juntamente con Él os sea concedido el cumplimiento de sus promesas. Con toda seguridad que habéis gustado los placeres del pecado por demasiado tiempo. Venid ahora y probad los goces de la santidad, fruto del nuevo corazón.

Si murieseis tal como ahora estáis, para toda la eternidad os quedaría estampado vuestro corazón malo y perverso. “El que es injusto, séalo todavía, y el que es sucio, ensúciese todavía” (Apoc. 22:11). ¡Oh, venid a Cristo y permitid que cambie vuestro corazón antes de que muráis! A menos que nazcáis de nuevo, no veréis el reino de Dios.

II. UN VERDADERO CREYENTE SIENTE UNA LEY OPUESTA EN SUS MIEMBROS.

“Veo otra ley” (v. 23). Cuando un pecador viene a Cristo, generalmente piensa que dará un adiós para siempre al pecado: “Ahora -piensa- nunca más pecaré”. Se siente ya en la misma puerta del cielo. Pero pronto nota en su corazón una leve sombra de tentación y es forzado a exclamar: “Veo otra ley”.

1. Observamos cómo la llama Pablo: “Otra ley”. Una ley completamente diferente a la ley de Dios. Una ley evidentemente contraria a ella. La llama “ley del pecado” (v. 25), una ley que le impulsará a cometer el pecado, una ley que le urge a pecar a veces con premios, a veces con amenazas, una “ley del pecado y de la muerte” (8:2); una ley que, no sólo impulsa al pecado, sino que conduce a la muerte, y muerte eterna: “La paga del pecado es muerte”. Es la misma ley que en Gálatas se llama “la carne”: “La carne lucha contra el espíritu” (Gál. 5:17). Es la misma que en Efesios 4:22 recibe el nombre de “el viejo hombre” que es guiado por pasiones pecaminosas; la misma ley que en Colosenses 3 es llamada “vuestros miembros”. La misma que se llama en Romanos, 7:24 “el cuerpo de esta muerte”. La verdad es, por tanto, que en el corazón del creyente anidan todos los miembros y cuerpo del viejo hombre, de su vieja naturaleza. En su vieja naturaleza existe la fuente de todo pecado, la cual ha contaminado todo el mundo.

2. Observad otra vez lo que la ley está haciendo, “Se rebela”. Esta ley que se halla en mis miembros no está quieta, no está inmóvil, sino que se rebela, siempre está en una acción de rebelión. Así es que nunca puede haber paz en el seno del creyente. Hay, sí, paz con Dios, pero guerra constante con el pecado. Esta ley que está en los miembros, cuenta con un ejército de pasiones que radica en lo íntimo del convertido y guerrea constantemente contra la ley de Dios. Algunas veces, ciertamente, algún arma es dejada guardada y quieta y permanece inmóvil hasta que se presenta un momento favorable. Del mismo modo en el corazón las pasiones a menudo están quietas, pero se hallan en estado de alerta hasta que llega la ocasión propicia y entonces pelean contra el alma. El corazón es como un volcán, algunas veces dormita y humea sólo de cuando en cuando, pero en tanto, el fuego está completamente encendido en el fondo y no tarda en propagarse de forma violenta al exterior. Hay dos grandes combatientes dentro del alma del creyente. Por un lado está Satanás, con la carne y todas sus concuspiscencias a sus órdenes; por otra parte, el Espíritu Santo con la nueva criatura a sus mandatos. Y así “la carne pelea contra el Espíritu y el Espíritu contra la carne; y la una es contraria a la otra, para que no hagáis lo que quisiereis”.

¿Triunfa siempre Satanás? En la sabiduría insondable de Dios la ley en los miembros triunfa en numerosas ocasiones sobre el alma. Noé fue perfecto y anduvo con Dios y, sin embargo, también fue vencido.

“Y bebió del vino y se embriagó” (Génesis, 9:21). Abraham fue el “amigo de Dios” y, con todo, mintió diciendo de Sara, su esposa, “es mi hermana”. Job también fue varón perfecto, varón que temía a Dios y se apartaba del mal y, a pesar de todo, fue provocado a maldecir el día en que nació. Y lo mismo pasó con Moisés, con David, y con Salomón y Ezequías y los apóstoles.

3. ¿Habéis experimentado esta batalla? Es una señal inequívoca que se da en los hijos de Dios. Me temo que la mayoría de vosotros jamás la habéis experimentado. No penséis que me engañáis. Casi todos vosotros habéis sentido la batalla cuando algunas veces ha luchado vuestra conciencia con la ley de Dios. Es una contienda entre la conciencia y la ley de Dios. Pero no es esa la contienda que se libra en el seno del creyente. Es una lucha entre el Espíritu de Dios en el corazón y el viejo hombre con sus obras, la lucha del creyente.

4. Si alguno de vosotros gime en medio de esa guerra, aprenda a ser humilde, pero no se desaliente. Sed humildes por causa de ella. – Dios está intentando que muerdas el polvo con las derrotas para que sientas que no eres sino gusano. ¡Oh, qué miserable debes de ser, que aun después de haber sido perdonado y de haber recibido el Espíritu Santo, tu corazón todavía tiene una fuente de maldades sin número! ¡Cuán vil, que aún en tus más solemnes contactos con Dios, en la misma casa de Dios, en situaciones terriblemente llenas de responsabilidad -tales como hallándote arrodillado ante algún lecho de muerte- sientes bullir en tu seno todos los miembros de tu vieja naturaleza!

Permite que tal situación te enseñe tu necesidad de Jehová. – Ahora te es tan vitalmente necesaria la sangre de Cristo como lo fue cuando tuvo lugar tu conversión. Nunca podría permanecer delante de Dios por ti mismo. Una y otra y otra vez debes ser lavado; aun en el momento de tu muerte habrás de refugiarte en Jehová – Jehová nuestra justicia. Debes apoyarte en Jesús, sólo Él te puede sobrellevar. Mantente más y más cerca cada día de Él.

No te desalientes. – Jesús desea ser un Salvador para ti tal cual eres, quiere ser tu adecuado Salvador. Puede salvarte hasta lo máximo. ¿Piensas que tu caso ha de ser difícil o desesperado para Cristo? Todo aquel a quien Jesús ha salvado tiene exactamente un corazón igual que el tuyo. Pelea, por tanto, la buena batalla de la fe; echa mano de la vida eterna. Aplícate la resolución de Jonathan Edwards:

“Por muchos que aun mis fracasos, nunca abandonaré mi lucha, me permitirá en lo más mínimo que mis corrupciones la aminoren”. “Al que venciere, yo le haré columna en el templo de mi Dios” (Apocalipsis 3:12).

III. LOS SENTIMIENTOS DEL CREYENTE DURANTE SU PELEA.

1. Se siente miserable. – “Miserable hombre de mí” (v. 24). No hay nadie tan feliz en este mundo como el creyente. Ha acudido a Cristo y ha hallado descanso. Ha hallado en Cristo el perdón de todos sus pecados. Ha sido hecho cercano a Dios. Tiene el Espíritu Santo morando en su corazón. Tiene la esperanza de la gloria. En los tiempos peores y más peligrosos puede mantenerse feliz, porque siente que Dios está con él. Y, a pesar de todo, hay momentos en que clama: ¡Miserable hombre de mí! Cuando nota y descubre la terrible plaga que hay en su propio corazón, cuando siente el aguijón de la carne, cuando su corazón malvado le es puesto de manifiesto en toda su terrible malignidad… ¡ah, entonces se postra humillado clamando: “¡Miserable hombre de mí!” ‘ Una razón que pone de manifiesto su miseria, consiste en que el pecado, descubierto ya en su corazón en su terrible malignidad, le quita la esperanza de que podrá ser perdonado. Un sentimiento de culpabilidad pesa sobre la conciencia y una densa nube cubre su alma. “¿Cómo puedo ahora, al, ahora, acudir a Cristo? “Es su clamor.” ¡Ay de mí, que he pecado contra mi Salvador!” Otra razón radica en lo asqueroso y detestable que es el pecado. Causa en el corazón la misma sensación que la mordedura de una víbora. El hombre natural cae a menudo en un estado de miseria moral que le convierte en una piltrafa por causa del pecado, pero él nunca es consciente cuán detestable y asqueroso es. Sin embargo, la nueva criatura en Cristo conoce cuán vil y miserable es el Pecado. ¡Ah hermanos!, ¿habéis conocido algo de lo que significa la miseria del creyente? Si no lo habéis conocido’ os estará vedado el camino que conduce al gozo de la gracia en favor del pecador, gracia y gozo que constituyen el más preciado don. Si os resultan desconocidas las lágrimas y gemidos del creyente, también desconocéis su cántico de victoria.

2. El creyente busca liberación. – ¿Quién me librará? Antiguamente algunos tiranos acostumbraban a encadenar a sus prisioneros junto con un cadáver, de tal manera que por doquiera fuese el prisionero arrastras él el Putrefacto cadáver. Parece ser que Pablo hace alusión aquí a práctica tan inhumana. Sentía Pablo que su viejo hombre era un repugnante cadáver corrompido, cadáver que continuamente llevaba tras sí. Su deseo intenso era verse libre de él. “¿Quién me librará?”. Vosotros recordáis bien que cuando Dios permitió que un aguijón en la carne atormentase cruelmente a su siervo, un mensajero de Satanás que le abofetease, Pablo se sintió impulsado a caer postrado ante Dios. “Tres veces he rogado al Señor que se quite de mí” ¡Oh, ésta es, la verdadera señal de todo hijo de Dios! El mundo tiene una vieja naturaleza; todos a una son cada uno “un viejo hombre.” Pero tal hecho no les hace caer de rodillas porque no tienen la nueva naturaleza. ¿Cuál es vuestra actitud, almas queridas? ¿La corrupción que sientes en ‘ti mismo’ te conduce al trono de la gracia? ¿Te mueve ella a invocar el nombre del Señor? ¿Te hace hacer como la viuda inoportuna que pedía “hazme justicia de mi adversario?”‘ ¿Hace como aquel hombre que llamaba en casa de su amigo a la media noche para que le diese tres panes? ¿Es también tu clamor como el de la mujer cananea que no dejaba a Jesús, invocando de Él una curación? ¡Ah!, recuerda y sabe que si la concupiscencia obra en tu corazón y tú continúas tan tranquilo con ella sin clamar por tu liberación, tú no eres de Cristo.

3. El creyente da gracias por la victoria. – Ciertamente somos más que vencedores en aquel que nos amé; podemos dar gracias porque la victoria ya ha sido conseguida. Si aun en lo más tremendo de la batalla podemos mirar a Jesús y clamar: “¡Gracias a Dios!” En el momento en que un alma que se lamenta bajo la opresión de su corrupción fija su alma en Jesús, en ese mismo instante su gemido es trocado en un cántico de alabanza. En Jesús descubriréis una fuente en que lavar toda vuestra culpabilidad del pecado. En Jesús hallaréis gracia suficiente para vosotros, gracia para sosteneros hasta el fin y la segura y firme promesa de que el pecado pronto será totalmente esarraigado de vuestro corazón. “No temas que yo te redimí; te he llamado por nombre y mío eres tú”. ¡Ah, esta verdad cambia los gemidos en himnos de alabanza! Esta es la experiencia diaria de todo el pueblo de Dios. ¿Es la tuya amigo? Examínate a ti mismo por medio de ella.

¡Oh, si no conoces la canción de alabanza del creyente, nunca rendirás tu corona con todos los salvos en el cielo a los pies de Jesús! Queridos creyentes, alegráos en gloriáros en vuestras enfermedades para que toda la potencia de Cristo os baste. ¡Gloria, gloria sea dada al Cordero!
Soli Deo Gloria



jueves, 29 de septiembre de 2016

La impiedad de atribuir una forma visible a Dios

“No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra” (Éx. 20:4)
Dios se opone a los ídolos para que todos sepan que él es el único apto para dar testimonio de sí mismo. A fin de acomodarse al intelecto rudo y burdo del hombre, las Escrituras usan, usualmente, términos populares para lograr su objetivo de marcar una clara diferencia entre el Dios verdadero y los dioses ajenos. De manera específica se opone a los ídolos. No que apruebe lo que los filósofos enseñan con más elegancia y sutileza, sino para poder exponer mejor la insensatez y la locura del mundo en sus interrogantes relacionados con Dios, cuando cada uno se aferra a sus propias especulaciones. Esta definición exclusiva, que uniformemente encontramos en las Escrituras, anula toda deidad que los hombres conciben para sí mismos de motu propio; siendo que el propio Dios es el único apto para dar testimonio de sí mismo. Dado que esta brutal estupidez se ha extendido por todo el globo, que los hombres ansían contar con formas visibles de Dios y, por ende, fabrican deidades de madera, piedra, plata y oro, o de cualquier otra materia muerta y corruptible, nosotros debemos mantener como un principio primordial que toda vez que alguna forma es vista como Dios, su gloria se corrompe por una mentira impía. En consecuencia, en la Ley, Dios se adjudicó la gloria de la divinidad a él mismo solamente; cuando pasa a mostrar qué clase de adoración aprueba y rechaza, agrega inmediatamente: “No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra” (Éx. 20:4). Con estas palabras frena cualquier intento licencioso que podemos hacer para representarlo por medio de una forma visible y enumera brevemente todas las formas por medio de las cuales la superstición había comenzado, aun mucho antes, de convertir su verdad en una mentira. Porque sabemos que el sol era adorado por los persas. Cada estrella que veían en el firmamento, representaba un dios para ellos. Para los egipcios, cada animal era una figura de Dios. También los griegos se vanagloriaban de su sabiduría superior de adorar a Dios bajo una forma humana. Pero Dios no hace nunca ninguna comparación entre imágenes como si una u otra fuera apropiada en mayor o menor grado; rechaza sin excepción toda forma e imagen y cualquier otro símbolo por el cual los supersticiosos imaginan que lo pueden acercar a ellos.

2. Razones de esta prohibición expresada por Moisés, Isaías y Pablo. Lo siguiente puede inferirse de las razones que el Señor anexa a su prohibición. Primero, en los libros de Moisés dice: “Guardad, pues, mucho vuestras almas; pues ninguna figura visteis el día que Jehová habló con vosotros de en medio del fuego; para que no os corrompáis y hagáis para vosotros escultura, imagen de figura alguna” (Dt. 4:15-16), etc. Veamos con cuánta claridad Dios se pronuncia contra toda figura, para hacernos conscientes de que todo anhelo por tales formas visibles es rebelión contra él. Segundo, en cuanto a los profetas, basta con mencionar a Isaías, quien es el que más escribe sobre este tema (Is. 40:18; 41:7, 29; 45:9; 46:5), a fin de mostrar cómo la majestad de Dios es profanada por una ficción absurda e inapropiada, cuando él, quien es incorpóreo, es asimilado a la materia corporal, él, quien es invisible, a una imagen visible, él, que es espíritu, a un objeto inanimado y él, que llena todo espacio, a un pedazo miserable de madera, de piedra o de oro.

En tercer lugar, también Pablo razona de la misma manera: “Siendo, pues, linaje de Dios, no debemos pensar que la Divinidad sea semejante a oro, o plata, o piedra, escultura de arte y de imaginación de hombres” (Hch. 17:29). Por lo tanto, es evidente que cualquier estatua esculpida o cuadro pintado para representar a Dios le es totalmente desagradable, un insulto a su majestad. ¿Y es de extrañar que el Espíritu Santo brame tales respuestas del cielo, cuando compele a idólatras ciegos y miserables que hagan una confesión similar sobre la tierra? La queja de Séneca4, que Agustín5 recoge, dice: “Dedican imágenes hechas de materia sin valor y sin movimiento a inmortales sagrados e inviolables. Les dan la apariencia humana, de bestias y peces, algunos les asignan los dos sexos en un mismo cuerpo o con partes del cuerpo mezcladas o heterogéneas. Los llaman dioses cuando, si tuvieran aliento y de pronto se los encontraran, los considerarían monstruos”.

Por lo cual, decimos nuevamente, que es obvio que los defensores de las imágenes se justifican con excusas vanas diciendo que se las prohibieron a los judíos por ser estos propensos a la superstición, como si la prohibición que el Señor fundamenta en sus propias esencias eternas y el curso uniforme de la naturaleza, pudiera limitarse a una sola nación. Además, cuando Pablo refutó el error de representar corporalmente a Dios, se estaba dirigiendo a los atenienses, no a los judíos.

4. Lucio Anneo Séneca (c. 4 a. de JC-65 d. de JC) – Filósofo y estadista estoico romano.
5. Aurelio Agustín, obispo de Hipona (354-430) – Tomado de City of God (La ciudad de Dios).
___________
Juan Calvino (1509-1564): Padre de la teología reformada. Durante su ministerio en Génova, que duró casi veinticinco años, Calvino dictaba conferencias a estudiantes de teología y predicaba un promedio de cinco sermones por semana. Escribió comentarios sobre casi todos los libros de la Biblia y numerosos tratados. Su correspondencia llena once tomos. Nació en Noyon, Picardia, Francia.

Tomado de Institutes of the Christian Religion (Instituciones de la religión cristiana), Tomo I, xi. Traducción de Beveridge [al inglés] (1800).
Publicado con permiso de Chapel Library.

Soli Deo Gloria



miércoles, 28 de septiembre de 2016

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¿Para quién es el Culto? CBL 1689

1. La luz de la naturaleza muestra que hay un Dios, que tiene señorío y soberanía sobre todo; es justo, bueno y hace bien a todos; y que, por lo tanto, debe ser temido, amado, alabado, invocado, creído y servido con toda el alma, con todo el corazón y con todas las fuerzas.1 Pero el modo aceptable de adorar al verdadero Dios fue instituido por él mismo, y está de tal manera limitado por su propia voluntad revelada que no se debe adorar a Dios conforme a las imaginaciones e invenciones de los hombres o a las sugerencias de Satanás, ni bajo ninguna representación visible ni en ningún otro modo no prescrito en las Sagradas Escrituras.2  
1. Jer. 10:7; Mr. 12:33.
2. Gn. 4:1-5; Ex. 20:4-6; Mt. 15:3,8-9; 2 R. 16:10-18; Lv. 10:1-3; Dt. 17:3; 4:2; 12:29-32; Jos. 1:7; 23:6-8; Mt. 15:13; Col. 2:20-23; 2 Ti. 3:15-17.

Confesión Bautista de 1689, Cap. 22 Párr. 1

¿Para quién es el culto? "Para Dios, es claro", viene la respuesta. "El culto es nuestra respuesta a la gracia de Dios. En el culto damos a Dios la alabanza y la honra que El merece. Es verdad que nosotros podemos recibir algo en el culto, podemos ser edificados, pero ese es un elemento menor y secundario del culto. El culto es teocéntrico".

¿Culto "Verdaderamente Reformado"?

Eslogan como este han buscado definir el culto "Verdaderamente Reformado" en nuestros días. El énfasis es comprensible, visto que el culto moderno infundido con el carácter de la cultura pop se ha vuelto profundamente narcisista. Y  en relación a ese culto sensorial que busca que lo sensitivo, centrado en las necesidades del adorador, escritores reformados insisten en que el culto se relaciona con nuestro dar, no con nuestro recibir. Aunque suena como reformada, esa perspectiva es en la mejor de las hipótesis, una media verdad; falsa, en la peor de las hipótesis, y definitivamente mas arminiana que reformada.

Pero después de todo ¿qué esta incorrecto en decir que el culto es para Dios? Para comenzar, eso significa que el culto es puramente nuestra respuesta a Dios. Eso da a entender el siguiente cuadro: en algún lugar, fuera de la ocasión del culto, Dios me salvo. He sido salvo, tengo el deber de reunirme con el pueblo de Dios para agradecerle por Su misericordia y alabarlo por Su grandeza. Fuera de las puertas de la Iglesia, yo busque y encontré la gracia de Dios. Una vez dentro de ella, no soy mas alguien que busca la gracia , sino alguien que da gracias. No obstante es imposible que cualquier acción humana sea una respuesta pura y simple. Admitir esa posibilidad es asumir que podemos ser autónomos e independientes de Dios: una vez que El hizo una obra en nosotros, podemos responder a El sin necesitar contar con su continua operación en nuestras vidas. Eso es claro, es exactamente lo que la teología reformada niega.

La Escritura no dice meramente que Dios obra primero, y después nosotros respondemos. Ella dice que incluso cuando damos, estamos simultáneamente y principalmente recibiendo. Consecuentemente, no es que somos recipientes de la gracia de Dios hasta que crucemos la puerta. Pero confiamos en la obra de Dios en nosotros en el culto tanto como en cualquier otro lugar, y es solamente porque actuamos por el poder del Espíritu que nuestras acciones en el culto traen honra a Dios.

El culto, como todo lo demás en la vida cristiana, es por la gracia a través de la fe. Entrar por las puertas de una iglesia no transforma de modo mágico arminianos en calvinistas.

Los Medios de Gracia

El segundo problema con esa perspectiva es que ella niega implícitamente el entendimiento reformado concerniente a los medios de gracia. De acuerdo con todas las Confesiones Reformadas, la Palabra y los Sacramentos son medios de gracia auténticos y efectivos, por medio de los cuales el Espíritu otorga la presencia y el poder de Cristo resucitado a los fieles de Dios.

"¿Cuáles son los medios externos a través de los cuales Cristo comunica los beneficios de la redención?,  "la palabra, los sacramentos y la oración... a todos los cuales  hace él eficaces para la salvación de los elegidos". La Palabra y los sacramentos son los principales focos del culto y ambos son medios de Dios para "comunicarnos beneficios". El culto, así no se refiere principalmente a lo que nosotros hacemos ante el rostro de Dios, pero se refiere principalmente a lo que Dios esta haciendo en nosotros.

El culto del día del Señor es una acción divina: Él nos llama a Su presencia; El declara nuestros pecados perdonados; Él nos habla palabras de consuelo, reprensión y aliento; Él nos alimenta en su mesa; y nos invita a entrar, nosotros entramos; cuando Él nos absuelve de nuestros pecados, nosotros alabamos Su gracia en Su Hijo; nosotros nos estremecemos ante sus amenazas y creemos en sus promesas: nosotros comemos y bebemos de su banquete; y cuando él nos manda de vuelta , nos vamos. Pero esas son respuestas y dependen de la obra del Espíritu.

¿Suposiciones/ Premisas Humanistas?

Nosotros nos congregamos, en primer lugar, porque creemos que Dios prometió hacer ciertas cosas por nosotros. Ese parece ser el fundamento de lo que se puede llamar "culto en busca de lo sensitivo" pero nada puede estar más lejos de la verdad. En realidad, los errores del culto contemporáneo tienen raíces en las propias suposiciones que estoy atacando aquí. El culto contemporáneo no está firme en la convicción de que la Palabra y los Sacramentos son medios de gracia genuinos. Es por eso que todo se ha convertido sustituto para la predicación de la Palabra y para la administración de los Sacramentos- historias y anécdotas, teatros de títeres, obras, sea como fuere. Los cultos contemporáneos no se basan en la premisa de que es Dios que está actuando en las reuniones de culto; lo que importa es lo que el grupo responsable por el culto está haciendo para obtener la atención de los incrédulos en la audiencia.

Las iglesias reformadas que propagan la idea de que el culto del Día del Señor es para Dios, están simultáneamente adoptando muchas prácticas del culto moderno, y esto no ocurre por accidente. Ambas se originan sobre la misma teología litúrgica básica porque ambas niegan, al menos implícitamente, que el culto es ministerio de Dios para nosotros. De modo más profundo, el problema es que esa perspectiva produce una forma de culto que no es verdaderamente teocéntrico porque no es centrado en el verdadero Dios. Esta forma de culto concibe al Dios que adoramos como alguna especie de potestad oriental, que se sienta en su trono pasivamente, mientras que su pueblo, reunido abajo, busca desesperadamente su agrado. Dios es de hecho un Rey exaltado, pero Su realeza no es de este mundo. Él fue levantado en una cruz, adornado con una corona de espinas. Él Se revela como Rey no al recibir nuestras dádivas sino al ofrecerse a Sí mismo.

Entrar en Su presencia en busca de misericordia, recibir sus dádivas, escuchar humildemente Su Palabra y alimentarse con gratitud en su mesa- esto es genuino teocentrismo cristiano.

8. El día de reposo se guarda santo para el Señor cuando los hombres, después de la debida preparación de su corazón y de haber ordenado de antemano todos sus asuntos cotidianos, no solamente observan un santo descanso durante todo el día de sus propias labores, palabras y pensamientos1 acerca de sus ocupaciones y diversiones seculares, sino que también se dedican todo el tiempo al ejercicio público y privado de la adoración de Dios, y a los deberes que son por necesidad y por misericordia.2
1. Ex. 20:8-11; Neh. 13:15-22; Is. 58:13,14; Ap. 1:10.
2. Mt. 12:1-13; Mr. 2:27,28.
Confesión Bautista de 1689, Cap. 22 Párr. 8
Soli Deo Gloria



domingo, 25 de septiembre de 2016

La Ley y el Evangelio

Importancia
¿Por qué este asunto de “la Ley y el Evangelio” es importante? Permítame exponer seis razones:
1.    Porque no hay ningún punto de la Verdad Divina sobre el cual los ministros y los cristianos cometen grandes errores que sobre la relación propia que existe entre la Ley y el Evangelio.
2.    Porque no puede haber una verdadera santidad evangélica, ya sea en el corazón o en la vida, si no procede de la fe que obra por el amor, y ninguna fe verdadera, bien de la Ley o del Evangelio, a menos que la distinción principal entre la una y la otra sea espiritualmente discernida. La Ley y el Evangelio son puestos delante de nosotros en la Biblia como un sistema indivisible de la Verdad, sin embargo hay una línea inmutable de distinción entre ellos. También hay una conexión y relación inseparable entre ellos. Desafortunadamente, algunos ven la diferencia pero no ven la relación; sin embargo, el hombre que conoce la posición relativa de la Ley y el Evangelio tiene las llaves de la situación en un entendimiento de la Biblia y su doctrina.
3.    Porque un entendimiento apropiado entre la Ley y el Evangelio es la marca de un ministro que divide bien la Palabra de Verdad.Charles Bridges resumió bien esta marca del verdadero ministro: “la marca de un ministro ‘aprobado por Dios, un obrero que no tiene de qué avergonzarse’, es aquel que, ‘usa bien la Palabra de Verdad’ Esto implica una aplicación completa y directa del evangelio a la masa de sus oyentes no convertidos, combinado con un cuerpo de instrucción espiritual a las diferentes clases de cristianos. Su sistema será marcado por la simetría y la amplitud de la Escritura. Abarcará toda la Revelación de Dios, en sus instrucciones doctrinales, privilegios experimentales y resultados prácticos. Esta Revelación se divide en dos partes – la Ley y el Evangelio – esencialmente distintas la una de la otra; aunque tan íntimamente conectadas, que ningún conocimiento exacto de cualquiera de ellos puede ser obtenido sin el otro…”  (The Christian Ministry, [London: Banner of Truth Trust, 1967], p. 222)
La Ley, como Cristo, siempre ha sido crucificada entre dos ladrones  - el antinomianismo, por un lado; y el legalismo en el otro. El antinomiano no ve ninguna relación entre la Ley y el Evangelio excepto el de ser libre. El legalista falla en entender la vital distinción entre los dos.

Algunos predican la Ley en lugar del Evangelio. Algunos los modifican y no predican ni la Ley ni el Evangelio. Algunos piensan que la Ley es el Evangelio, y otros creen que el Evangelio es la Ley; aquellos que sostienen estos puntos de vista no tienen claridad en ninguno de ellos.

Pero otros preguntan: ¿No ha sido la Ley totalmente abrogada mediante la venida de Cristo a este mundo?; ¿Nos traería usted bajo este pesado yugo de esclavitud el cual nadie ha sido capaz de soportar?; ¿No declara expresamente el Nuevo Testamento que no estamos bajo la Ley sino bajo la Gracia?; ¿No dice que Cristo nació bajo la Ley para liberar a Su pueblo de ella?; ¿No es un intento de sobre-atemorizar la conciencia de los hombres por medio de imponer de forma legalista la autoridad del Decálogo, en total desacuerdo con la libertad cristiana que el Salvador ha traído por medio de Su obediencia hasta la muerte? Nosotros respondemos: Está tan lejos que la Ley haya sido abolida por la venida de Cristo a este mundo, Él mismo declaró enfáticamente.-  “No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir. Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido” (Mt 5:17-18)  Es cierto que el cristiano no está bajo la Ley como un pacto de obras, ni como un ministerio de condenación; pero él está bajo ella como una regla de vida y un objetivo estándar de justicia para todas las personas de todos los tiempos. Esto hace que ella sea importante.
4.    Porque el poder de una vida santa necesita estar acompañada por la instrucción en el modelo de la misma. ¿En qué consiste una conducta santificada? Respuesta.- Consiste en agradar a Dios. ¿Qué es lo que agrada a Dios? Respuesta.- Que se haga Su voluntad. ¿Dónde está Su voluntad para ser discernida? Respuesta.- en Su Santa Ley. La Ley, entonces, es la regla cristiana de vida, y el creyente encuentra que él se deleita en la Ley de Dios según el hombre interior (Ro 7:22) El cristiano no está sin ley sino “bajo la Ley de Cristo” una frase de Pablo que se vuelve más exacta cuando se interpreta: “en la ley de Cristo” (1Co 9:21) Pecado es iniquidad, y la salvación es la presentación de la iniquidad en su verdadera relación con Dios, dentro de la bienaventuranza de Su Santa Ley. La Ley de Moisés no es otra que la Ley de Cristo, es el estándar objetivo así como Cristo es nuestro modelo.
5.    Porque únicamente los Diez Mandamientos fueron honrados por Dios, fundados en amor, y son obedecido por los afectos sentidos hacia Aquel que proveyó la redención. A.W. Pink, escribiendo acerca de la singularidad de los Diez Mandamientos, dijo: “Su singularidad aparece primero en que esta revelación de Dios en el monte Sinaí – la cual iba a servir para todos los siglos venideros como la gran expresión de Su santidad y la suma del deber de todo hombre – contó con tales fenómenos que inspiraron temor, que la misma manera en que fueron publicados mostró claramente que Dios mismo asignó al Decálogo una peculiar importancia. Los Diez Mandamientos fueron pronunciados por Dios en una Voz audible con los temores unidos de nubes y oscuridad, truenos y relámpagos y el sonido de una trompeta, y ellos fueron las únicas partes de la Divina Revelación tan habladas – ninguno de los preceptos ceremoniales o civiles fueron así distinguidos. Aquellas Diez Palabras, y ellas solas, fueron escritas por el Dedo de Dios sobre tablas de piedra, y ellas solamente fueron depositadas en el Arca Santa para su resguardo. Así, en el único honor conferido sobre el Decálogo mismo, nosotros percibimos su suprema importancia en el Gobierno Divino” (The Ten Commandments, ([Swengel Pennsylvania: Reiner Publications 1961], p.5)
6.    Porque hay una necesidad de una norma moral fija y objetiva. La Ley Moral lleva validez permanente ya que es una norma objetiva aprobada únicamente por Dios y va directamente a la raíz de nuestros problemas morales. Pone su dedo en la necesidad más profunda de la iglesia en el evangelismo, así como en la vida cristiana: santificación. Los Diez Mandamientos se necesitan desesperadamente no solamente en la iglesia, sino también en la sociedad. Vivimos en una era-sin-ley al final del siglo XX. El desgobierno reina en los hogares, en las iglesias, en las escuelas y en la tierra. Las Escrituras nos dicen que “La justicia engrandece a la nación; mas el pecado es afrenta de las naciones” (Pro 14:34) Los Diez Mandamientos son la única norma verdadera de justicia.

La Medida Moral

Trágicamente, los cristianos han contribuido al declive moral de nuestra sociedad por medio de quitar los Diez Mandamientos de su propia instrucción. La Ley restringe el pecado. Sin la Ley Moral, este mundo sería un campo de sangre, como es evidente en los lugares donde no hay respeto por los Mandamientos de Dios. El puritano Samuel Bolton, en “Los Verdaderos Límites de la Libertad Cristiana” ([London: Banner of Truth Trust, 1964], p. 79) dice:

Bendito sea Dios que hay este temor sobre los espíritus de los hombres malvados, de otra manera no podríamos vivir bien en este mundo. Un hombre sería un demonio para otro. Cada hombre sería un Caín a su hermano, un Amnón a su hermana, un Absalón a su padre, un Saúl a sí mismo, un Judas a su maestro; porque lo que uno hace, todos los hombres lo harían, sino fuera por una restricción a sus espíritus.

No solamente los impíos, sino también los seguidores de Jesús necesitan un objetivo, fijo, sí, una norma absoluta del bien y del mal. Una vida devocional no puede existir sin considerar la moralidad. No podemos separar la devoción de la obligación. Después de todo, ¿Qué constituye a una persona como devota? Respuesta.- Alguien que está buscando hacer la voluntad de Dios, alguien quien es instruido en un carácter santo. Y, ¿En qué consiste un carácter santo? Respuesta.- En hacer la Voluntad de Dios. Y, ¿En dónde encontramos la Voluntad de Dios con respecto a la moralidad? Repuesta.- En las únicas normas verdaderas que resumen la Ley Moral – los Diez Mandamientos.

Este tema, la Ley y el Evangelio, está en el grado más alto, es importante y edificante, tanto para los santos como para los pecadores. Conocerlo experimentalmente, es ser “sabio para salvación”, y vivir habitualmente bajo su influencia, es ser al mismo tiempo santo y feliz. Tener puntos de vista espirituales distintos del mismo, es la manera de ser guardados de acercarnos, por un lado, hacia la auto-justicia, y por un lado, del libertinaje; y ser capaces de afirmar la absoluta libertad de la gracia soberana, y al mismo tiempo, el sagrado interés por la verdadera santidad. Sin un conocimiento experimental, y una fe sincera, de la Ley y el Evangelio, un hombre no puede ni venerar la autoridad de uno, ni estimar la gracia del otro.

La Ley y el Evangelio son las partes principales de la Revelación Divina; o más bien, ellos son el centro, la suma y la sustancia de todo. Cada pasaje de la Sagrada Escritura es Ley o es Evangelio, o es competente de estar mencionando a uno o al otro. Aun en las historias del Antiguo y Nuevo Testamento el accionar del hombre es introducido como narrativa de hechos,  realizados en conformidad o en oposición a la Ley Moral de Dios; y realizados en la fe o incredulidad del Evangelio. Las ordenanzas de la ley ceremonial, dada a los antiguos israelitas, fueron, en su mayor parte, injertados en el Segundo y Cuarto Mandamiento de la Ley Moral; y en su referencia tipológica, fueron una oscura revelación del Evangelio. Los preceptos de la Ley Judicial, son todos mandamientos resumidos en la Ley Moral, y especialmente, a aquellos contenidos en la Segunda Tabla. Todas las amenazas, ya sea en el Antiguo o Nuevo Testamento, son amenazas de la Ley o amenazas del Evangelio; y cada promesa, es una promesa ya sea de uno o sea del otro. Cada profecía de la Escritura, es una declaración de cosas oscuras o futuras, conectadas ya sea con la Ley o con el Evangelio, o con ambos. Y no hay, en el Sagrado Libro, una amonestación o una reprensión, o una exhortación, que no se refiera a la Ley, al Evangelio o a ambos. Entonces, si un hombre no puede distinguir correctamente, entre la Ley y el Evangelio, él no puede comprender correctamente, tanto como ningún artículo de la Verdad Divina. Si él no tiene comprensiones justas y santas de la Santa Ley, tampoco puede tener las acciones espirituales transformadoras del glorioso evangelio; y, por un lado, sus puntos de vista del evangelio serán erróneos o equivocados, sus nociones de la Ley no pueden ser correctas.

Además, si el conocimiento especulativo, de la Ley y el Evangelio, son superficiales e indistintos, ellos por lo general estarán en peligro de mezclar el uno con el otro y, en un mayor grado que pueda ser concebido, ellos retardarán su progreso en santidad; así como en paz y confortamiento. Pero por el contrario, si ellos pueden distinguir bien entre la Ley y el Evangelio; por lo tanto, bajo las influencias iluminadoras del Espíritu Santo, serán capaces de discernir la gloria de todo el plan de redención, al reconciliar todos los pasajes de la Escritura los cuales parecen contradecirse uno del otro; al probar si las doctrinas son de Dios, para calmar sus propias conciencias en tiempos de problemas intelectuales, y avanzar resueltamente en la santidad evangélica y en la consolación espiritual.

Es importante considerar la diferencia entre la Ley y el Evangelio así como la concordancia entre ellos. El establecimiento de la Ley por el Evangelio, o la dependencia del Evangelio a la autoridad y honor de la Ley debe ser tratado. El privilegio del creyente de estar muerto a la Ley como un pacto de obras, con una consecuencia necesaria de ello, es muy importante. Para enfatizar esta importancia de la Ley (los Diez Mandamientos) voy a llamar a tres testigos fidedignos.

El Testimonio de Tres Testigos

Considere las actitudes expresadas por tres de los voceros escogidos de Dios con respecto a Su Ley:
1.    David, un hombre conforme al Corazón de Dios – el dulce cantor de Israel.“ Guíame por la senda de tus mandamientos, porque en ella tengo mi voluntad” (Sal 119:35) “Horror se apoderó de mí a causa de los inicuos que dejan tu ley” (Sal 119:53) “¡Oh, cuánto amo yo tu ley! Todo el día es ella mi meditación” (Sal 119:97) “Aborrezco a los hombres hipócritas; mas amo tu ley” (Sal 119:113) “Tiempo es de actuar, oh Jehová, porque han invalidado tu ley” (Sal 119:126)
2.    El principal apóstol de nuestro Señor – Pablo.“¿Luego por la fe invalidamos la ley? En ninguna manera, sino que confirmamos la ley” (Ro 3:31) “De manera que la ley a la verdad es santa, y el mandamiento santo, justo y bueno” (Ro 7:12) “Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios” (Ro 7:22) “De manera que la ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la fe” (Ga 3:24)
3.    Nuestro Señor mismo.“No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir. Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido” (Mt 5:17-18)
Por lo regular oímos esta expresión: “Sé como Jesús” ¿Cómo era Él? Él era Perfecto. ¿Cómo lo sabemos? Nosotros podemos tener una norma perfecta por la cual juzgar, y aquella norma perfecta es la Perfecta Ley de Dios (Sal 19:7)

El Testimonio de toda la Biblia

La importancia de este tema se ve en que en toda la Biblia se refiere, ya sea a la Ley o al Evangelio. Por ejemplo:

* La historia del Antiguo y Nuevo Testamento, en lo que respecta al hombre, es nada más que las narraciones de las vidas vividas en conformidad con, o en oposición a la Ley Moral de Dios; o vividas en fe o incredulidad del Evangelio.

* Todas las amenazas del Antiguo y Nuevo Testamento son amenazas ya sea de la Ley o del Evangelio. “El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios” (Jn 3:18)… Cuando el Señor Jesús sea revelado desde el cielo con sus poderosos ángeles, en llama de fuego tomará venganza de aquellos quienes no conocieron a Dios, y sobre aquellos quienes no obedecieron al evangelio de nuestro Señor Jesucristo. Estos serán castigados con destrucción eterna de la Presencia de Dios y de la gloria de Su poder (2Ts 1:7-9)

* Cada profecía de la Escritura es una declaración de cosas oscuras y futuras y están conectadas ya sea con la Ley o con el Evangelio.

* Cada promesa, es una promesa relacionada ya sea con la Ley o con el Evangelio.

* Cada buena amonestación, reprensión o exhortación, es con referencia con la Ley, el Evangelio, o ambos.

Así, la Ley y el Evangelio son el centro, la suma y la sustancia de toda la Biblia. ¿Cuán importante es entonces relacionar y distinguir propiamente a los dos?; Cuanto más nos acerquemos a una visión clara de la diferencia entre la Ley y el Evangelio, y la conexión entre ellos, ya que uno sirve para establecer al otro; más entenderemos las Sagradas Escrituras, y así la voluntad y la mente de Dios y más útiles seremos en Su servicio.

Dos Clases de Conocimiento

Otra indicación de la importancia de la Ley, es que ella revela las dos clases de conocimiento que son necesarios para la salvación:
1.    La Ley revela el carácter de Dios. La Ley de Dios viene de Su naturaleza. La naturaleza de Dios determina lo que es correcto, y la voluntad de Dios impone tal norma sobre todas Sus criaturas como una obligación moral. Siendo que Su voluntad fluye de Su naturaleza, y la Ley es perfecta (Sal 19:7), la Ley refleja la perfección de Su naturaleza.
El hombre no es responsable ante una ley abstracta, sino ante Dios. Detrás de la Ley está el Dador de la Ley. En consecuencia, encontrar defectos en la Ley es encontrar defectos en el Dador de la Ley. La Ley no son edictos arbitrarios de un déspota caprichoso; sino son los sabios, santos y amorosos preceptos de Uno quien es celoso por Su gloria y por el bien de Su pueblo.

Cristo fue Perfecto. ¿Cómo lo sabemos? Él guardó la Ley perfectamente. El era la Ley personificada. Cristo manifestó al Padre perfectamente: “Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad” (Col 2:9)
2.    La Ley revela la condición del hombre. Acercarse a alguien y decirle: “Todos hemos pecado” no trae convicción a menos que la persona sepa lo que es el pecado. “Pecado es la transgresión de la Ley” (1Jn 3:4) “porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado” (Ro 3:20) El conocimiento del pecado como violación de la Ley de Dios trae convicción.

La Ley y el Evangelismo

De igual manera, la importancia de la Ley es vista en un tema que es estimado en el corazón de todo verdadero predicador y todo evangelismo cristiano verdadero.

En los días pasados, los niños aprendían los mandamientos antes de aprender Juan 3:16, porque solamente entonces Juan 3:16 llegaba a tener sentido. Igualmente, la primera obra de traducción de John Elliot entre los indígenas no fue Juan 3:16, sino los Diez Mandamientos, y su primer sermón fue acerca de los mandamientos. ¿Pensaba John Elliot que los indígenas serian salvos por medio de los Diez Mandamientos? Por supuesto que no, pero los mandamientos les mostraría a ellos el porqué de la necesidad de ser salvados, que ellos eran quebrantadores de la Ley; y que ellos necesitaban un sustituto que haya guardado la Ley.

John Patton, un gran misionero presbiteriano para las Nuevas Hébridas, primero enseñó los Mandamientos. ¿Por qué? Las personas nunca se interesarán debidamente en una relación con el Redentor hasta que ellos vean la terrible brecha en sus relaciones con el Creador. Los mandamientos son el mandato moral del Creador para las criaturas. La aguja fina de la Ley abre el camino para el hilo de grana del evangelio. La Ley es indispensable en un evangelismo bíblico, centrado en Dios.

Resumen
1.    Toda la Biblia es Ley y Evangelio, y los dos están vitalmente vinculados entre sí que un conocimiento exacto del uno no se puede conseguir sin el otro.
2.    La Ley revela el carácter de Dios y la condición del hombre. Estas dos clases de conocimiento son absolutamente necesarios para la salvación. (Vea por ejemplo el primer capítulo de la Institución de la Religión Cristiana de Juan Calvino)
3.    La Ley es esencial para la verdadera evangelización bíblica porque por la Ley es el conocimiento del pecado. Fue la Ley la que fue efectiva en la conversión del apóstol Pablo “Yo no conocí el pecado, sino por la Ley” (Ro 7:7)
4.    La Ley es la única regla y orientación bíblica para la obediencia – esto es, una vida santificada. ¿En qué consiste una conducta santificada? En hacer la voluntad de Dios. ¿Cuál es la voluntad de Dios con respecto a la moralidad? La Ley Moral resumida en los Diez Mandamientos.
5.    La Ley es una de las tres verdades de la Biblia que se mantiene o caen juntas: 1) La Ley de Dios, 2) la Cruz de Cristo; y, 3) El justo juicio de Dios Todopoderoso.
En primer lugar, si no hay Ley no hay pecado porque el pecado es la transgresión de la Ley (Los Diez Mandamientos).

En segundo lugar, si no hay Cruz entonces no hay esperanza para los pobres pecadores – no hay perdón de los pecados.

En tercer lugar, si no hay un juicio justo del Todopoderoso Dios nadie se preocuparía por el pecado o por un Salvador. Estas tres verdades permanecen o caen juntas.

Las siguientes palabras de J. Gresham Machen, el fundador principal del Seminario Teológico Westminster enfatizará la importancia del lugar de la Ley:
Una nueva y más poderosa proclamación de la Ley es quizás la necesidad más apremiante de esta hora, los hombres tendrían poca dificultad con el evangelio si ellos hubieran aprendido la lección de la Ley. Así que siempre: un punto de vista bajo de la Ley siempre conduce al legalismo en la religión; un punto de vista alto de la Ley hace a un hombre buscar la gracia. Ore a Dios para que un punto de vista alto pueda prevalecer nuevamente (What is Faith?, [Edinburgh: Banner of Truth Trust], pp. 141-142)

Predicador, predique la Ley Moral de Dios; y padres, enseñen a sus hijos los Diez Mandamientos. Por Ernest Reisinger
Soli Deo Gloria