miércoles, 14 de junio de 2017

,

Cómo Pasar el Día con Dios

Una vida santa es propensa a hacer más fácil cuando sabemos la secuencia y método de nuestras responsabilidades con todas las cosas acomodándose en su lugar apropiado. Por lo tanto, os daré algunas breves directrices para pasar el día de una manera santa. El Dormir  Mide apropiadamente el tiempo de tu sueño de manera que no malgastes tus preciosas horas de la mañana de forma lenta y pesada en tu cama. Que el tiempo de tu sueño se corresponda con tu salud y trabajo, y no con el placer perezoso.

Primeros Pensamientos

Haz que Dios tenga tus primeros pensamientos al despertarte; levantad vuestros corazones a Él de manera reverente y con acción de gracias por el descanso disfrutado la noche anterior y entregaos vosotros mismos a Él por el día que continúa.

Familiarízate de manera tan consistente con esto que tu conciencia pueda inspeccionarte cuando los pensamientos comunes se entrometan de primeros. Piensa en la misericordia del descanso de una noche y de cuántos han pasado esa noche en el Infierno; cuántos en prisión; cuántos en alojamientos fríos y duros; cuántos sufriendo de dolores y enfermedades agonizantes, cansados de sus lechos y de sus vidas.

Piensa en cuántas almas fueron llamadas de sus cuerpos esa noche para aparecer aterrados ante Dios y, ¡piensa en cuán rápidamente pasan los días y las noches! ¡Con cuánta rapidez se fue tu noche pasada y vendrá tu día de mañana! Pon atención de aquello que le está faltando a tu alma en preparación para tal tiempo y búscalo sin demora.

Oración 

Que la oración que haces a solas (o con tu cónyuge) tome lugar antes de la oración colectiva de la familia. Si es posible que sea de primero, antes que cualquier trabajo del día.

Adoración en Familia 

Que la adoración en familia se realice de manera consistente en un momento cuando sea más probable para la familia el estar libre de interrupciones.

Propósito último

Recuerda tu propósito último, y cuando te dispongas para tu día de trabajo o emprendas cualquier actividad en el mundo, que la SANTIDAD AL SEÑOR esté escrita en vuestros corazones en todo lo que hagan.

No hagas ninguna actividad sobre la cual no puedas dar derechos a Dios, y di verdaderamente que Él te ha establecido en ello, y no hagas nada en el mundo para ningún otro propósito último que no sea agradar, glorificar y disfrutar de Él. “Hacedlo todo para la gloria de Dios.”  1 Corintios 10:31.

Diligencia en Vuestro Llamado 

Dedícate a las tareas de tu llamado de manera cuidadosa y diligente. De esta forma:

Mostraréis que no sois perezosos ni siervos de vuestra carne (como aquellos que no pueden negarla con facilidad), y así fomentarás el poner a la muerte todos los deseos y pasiones carnales que son alimentados por la facilidad y la holgazanería.

Mantendrás alejados los pensamientos ociosos de tu mente, que pululan en las mentes de las personas frívolas.

No perderás tiempo precioso, algo de lo cual las personas frívolas son culpables diariamente.

Estarás camino de obedecer a Dios mientras que los perezosos se encuentran en constantes pecados de omisión.

Puedes tener más tiempo para pasarlo en deberes santos si te dedicas a tu ocupación de manera diligente. Las personas frívolas no tienen tiempo para la oración y la lectura porque pierden tiempo vagando en su trabajo.

Puedes esperar la bendición de Dios y su provisión confortable tanto para ti como para tu familia.

Esto también puede estimular la salud de tu cuerpo el cual incrementará su competencia para el servicio de vuestra alma.

Las Tentaciones y las Cosas que Corrompen

Mantente totalmente al corriente de tus tentaciones y de las cosas que puedan corromperte – y vigílalas durante todo el día. Debieses vigilar, de manera especial, las cosas más peligrosas que corrompen, y aquellas tentaciones que tu compañía o negocio inevitablemente pondrán ante ti.

Vigila los pecados dominantes de la incredulidad: la hipocresía, el egoísmo, el orgullo, la complacencia de la carne y el amor excesivo por las cosas terrenales. Ten cuidado de ser arrastrado hacia la mentalidad mundana y a las preocupaciones excesivas, o de planes codiciosos para descollar en el mundo, bajo la pretensión de diligencia en tu llamado.

Si has hacer tratos o comerciar con otros, sé vigilante en contra del egoísmo y todo lo que huela a injusticia o falta de caridad. En todos tus tratos con otros, mantente vigilante contra la tentación de la charla vacía y frívola. Vigila también a aquellas personas que te tentarán a la ira. Mantén la modestia y la limpieza del lenguaje que requieren las leyes de la pureza. Si conversas con aduladores, mantente en guardia contra el orgullo hinchado.

Si conversas con aquellos que te desprecian y hieren, fortalécete en contra del orgullo vengativo e impaciente.

Al principio estas cosas serán muy difíciles, mientras el pecado tenga alguna fuerza en ti, pero una vez que hayas alcanzado una conciencia continua del peligro venenoso de cualquiera de estos pecados, tu corazón los evitará fácilmente y de buena gana.

Cuando te encuentres solo en tus ocupaciones, mejora el tiempo con meditaciones prácticas y benéficas. Medita en la bondad y en las perfecciones infinitas de Dios; en Cristo y la redención; en el Cielo y en cuán indigno eres de ir allí y cómo mereces la miseria eterna en el Infierno.

El Único Motivo

Cualquier cosa que estés haciendo, acompañado o solo, hazlo todo para la gloria de Dios (1 Corintios 10:31). De otra forma, es algo inaceptable para Dios. Redimiendo el Tiempo

Asígnale un gran valor a tu tiempo, sé más cuidadoso de no perderlo como lo eres de no perder tu dinero. No dejes que las recreaciones sin valor, la televisión, la charla frívola, la compañía poco provechosa, o el sueño, te roben tu precioso tiempo.

Sé más cuidadoso en escapar de esa persona, acción o curso de vida que te robaría tu tiempo de lo que serías en escapar de ladrones y asaltadores. Asegúrate que no estés meramente ocupado, sino más bien que estás usando tu tiempo en la manera más provechosa que puedas y no prefieras un camino menos provechoso ante uno de mayor provecho.

Comer y Beber

Come y bebe con moderación y agradecimiento por la salud, no por placer sin provecho. Nunca complazcas tu apetito por la comida o la bebida cuando sea propensa a perjudicar tu salud. Recuerda el pecado de Sodoma: “He aquí que esta fue la maldad de Sodoma tu hermana: soberbia, saciedad de pan, y abundancia de ociosidad tuvieron ella y sus hijas” – Ezequiel 16:49.

El Apóstol Pablo lloraba cuando mencionaba a aquellos “enemigos de la cruz de Cristo... el fin de los cuales será perdición, cuyo dios es el vientre, y cuya gloria es su vergüenza; que sólo piensan en lo terrenal” – Filipenses 3:18-19. Porque si vivís conforme a la carne, moriréis (Romanos 8:13).

Pecados Predominantes

Si alguna tentación prevalece en tu contra y caes en cualquier pecado además de las fallas habituales, laméntalo inmediatamente y confiésalo a Dios; arrepiéntete rápidamente cualquiera que sea el costo. Ciertamente que te costará más si continúas en el pecado y permaneces sin arrepentirte.

No trates de manera trivial tus fallas habituales, sino confiésalas y lucha contra ellas diariamente, teniendo cuidado de no agravarlas por la falta de arrepentimiento y el desprecio

Relaciones

Acuérdate cada día de las obligaciones especiales de las varias relaciones: sea como esposos, esposas, hijos, jefes, siervos, pastores, magistrados, súbditos. Recuerda que toda relación tiene su responsabilidad especial y su ventaja para hacer algún bien. Dios requiere tu fidelidad en este asunto lo mismo que en cualquier otro deber.

Cerrando el Día

Antes de regresar a dormir, es sabio y necesario revisar las acciones y bendiciones del día que ya va pasando, para que podáis estar agradecidos por todas las misericordias especiales y humildes por todos tus pecados.

Esto es necesario para que puedas renovar tu arrepentimiento lo mismo que vuestra resolución de obedecer, y para que podáis examinaros vosotros mismos para ver si vuestra alma se hizo mejor o peor, si el pecado ha bajado y la gracia ha subido y si estáis mejor preparados para el sufrimiento, la muerte y la eternidad. Que estas directrices puedan grabarse en tu mente y que se hagan la práctica diaria de tu vida. Si te adhieres con sinceridad a ellas, te conducirán a la santidad, la fructificación y la quietud de tu vida y te añadirán una muerte confortable y pacífica.
Richard Baxter
Soli Deo Gloria



Como tener un Devocional Provechoso

¡Oh, cuánto amo yo tu ley!  Todo el día es ella mi meditación. Me has hecho más sabio que mis enemigos con tus mandamientos, Porque siempre están conmigo. Más que todos mis enseñadores he entendido, porque tus testimonios son mi meditación. Más que los viejos he entendido, porque he guardado tus mandamientos; De todo mal camino contuve mis pies, para guardar tu palabra. No me aparté de tus juicios, porque tú me enseñaste. ¡Cuán dulces son a mi paladar tus palabras! Más que la miel a mi boca. De tus mandamientos he adquirido inteligencia; Por tanto, he aborrecido todo camino de mentira. (Salmos 119:97-104)

Dios, Dios mío eres tú; De madrugada te buscaré; Mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela, En tierra seca y árida donde no hay aguas. (Sal 63:1). Cosas a considerar para una vida devocional diaria.

Usted debe tener un tiempo apropiado.
Usted debe estar físicamente alerta - despierto.
Usted debe estar moralmente puro.
Usted debe tener las herramientas apropiadas – Una Biblia Apropiada – Un cuaderno y lápiz.

Un procedimiento apropiado - Guardar silencio, enfoque su mente solamente en Dios.

Respire profundamente en privado con Dios, alabe, adore delante de EL.

- Lea su Palabra y haga estas preguntas respectivas al texto para su entendimiento y aplicación.

1)  ¿Qué es lo que dice el texto?

2) ¿Qué significa el texto?

3) ¿Cómo se aplica el texto el día de hoy?

- Ore usando lo leído y retenido de la Palabra. ¿Hay ejemplos a seguir?, ¿Hay mandatos que obedecer?, ¿Hay errores que evitar?, ¿Hay pecados que abandonar?, ¿Hay promesas que reclamar?, ¿Hay pensamientos nuevos acerca de Dios?, ¿Hay principios de acuerdo a los cuales hay que vivir?

- Medite durante el día.
- Obedezca lo aprendido.
- Comparte con otros su devocional.

Soli Deo Gloria




,

Monergismo o Sinergismo

MONERGISMO

Palabra que proviene del griego monos, uno y ergon, obra, acción, logro. Teológicamente se refiere a la doctrina de que es Dios solo el que salva. En este sentido se opone al sinergismo (del griego syn, con y ergon) que enseña que Dios y el hombre deben obrar conjuntamente para la salvación. La mayoría de las sectas son sinergistas; el cristianismo es monergista

“LA CAUTIVIDAD PELAGIANA DE LA IGLESIA” Inmediatamente después que inició la Reforma, en los primeros años después de que Martín Lutero clavará sus Noventa y Cinco Tesis sobre la puerta de la iglesia en Wittenburg, publicó algunos cortos panfletos sobre una variedad de temas. Uno de los más provocativos fue el titulado La Cautividad Babilónica de la Iglesia. En este libro Lutero miró en retrospectiva al período de la historia del Antiguo Testamento cuando Jerusalén fue destruida por los ejércitos invasores de Babilonia y la elite del pueblo fue llevada a la cautividad. Lutero en el siglo dieciséis tomó la imagen de la histórica cautividad babilónica y la reaplicó a esa era y habló acerca de la nueva cautividad babilónica de la iglesia. Habló de Roma como la nueva Babilonia que aprisionó el Evangelio cautivándolo con su rechazó del entendimiento bíblico de la justificación. Puede entender cuan fiera era la controversia, cuan polémico sería este título en este período, al decir que la Iglesia no simplemente había errado o extraviado, sino había caído – que ésta es en realidad ahora Babilonia; que está en un cautiverio pagano.

A menudo he pensado que si Lutero viviera hoy y viniera a nuestra cultura y echara una mirada, no en la comunidad de la iglesia liberal, sino en las iglesias evangélicas, ¿qué podría decir? ¡Oh claro!, no puedo responder esta pregunta con ningún tipo de autoridad definitiva, pero pienso que sería esto: Si Martín Lutero viviera hoy y tomara su pluma para escribir, el libro que podría escribir en nuestro tiempo sería titulado La Cautividad Pelagiana de la Iglesia Evangélica.

Lutero vio la doctrina de la justificación como el combustible de un profundo problema teológico. Él escribió extensamente acerca de éste en La Esclavitud de la Voluntad. Cuando miramos a la Reforma y vemos las solas de la Reforma – Sola Scriptura, Sola Fide, Solus Christus, Soli Deo Gloria, Sola Gratia – Lutero estaba convencido que el verdadero punto de la Reforma era el tema de la gracia; y que el subrayar la doctrina de Solo Fide, justificación sólo por fe, estaba precedida por un compromiso con Sola Gratia, el concepto de la justificación sólo por gracia.

En la edición de Fleming Revell de La Esclavitud de la Voluntad, los traductores J. I. Packer y O. R. Johnston, incluyeron una introducción teológica e histórica extensa y confrontante para este libro. El siguiente párrafo es parte del fin de esta introducción: Estas cosas necesitan ser consideradas por los Protestantes de hoy. ¿Con qué derecho podemos llamarnos a nosotros mismos hijos de la Reforma? Mucho del Protestantismo moderno ni podría llamarse Reformado o aún ser reconocido por los Reformadores pioneros. La Esclavitud de la voluntad coloca ante nosotros lo que ellos creían acerca de la salvación de la humanidad perdida. A la luz de esto, estamos obligados a preguntar si la cristiandad protestante no ha vendido su legado entre los días de Lutero y los nuestros. ¿No tiene el Protestantismo de hoy más de Erasmianismo que de Luterano? ¿A menudo no hemos tratado de minimizar y opacar las diferencias doctrinales en nombre de la paz entre grupos? ¿Somos inocentes de la indiferencia doctrinal, la cual Lutero atribuyó a Erasmo? ¿Permanecemos creyendo que la doctrina importa?

Históricamente, apegándose a los hechos es claro que Lutero, Calvino, Zwinglio y todos los principales teólogos protestantes de la primera época de la Reforma sostuvieron en esto exactamente el mismo punto de vista. Sobre otros puntos tuvieron diferencias. Pero en la afirmación de la incapacidad del hombre en el pecado y la soberanía de Dios en la gracia, fueron enteramente uno. Para todos ellos éstas doctrinas fueron la pura esencia de la fe cristiana. Un editor moderno de las obras de Lutero dice esto: Quienquiera que cierre este libro sin haber reconocido que la teología Evangélica se sostiene o cae con la doctrina de la esclavitud de la voluntad lo ha leído en vano. La doctrina de la justificación gratuita por la fe sola, la cual llegó a estar en el centro de la tormenta de mucha de la controversia durante el período de la Reforma, es a menudo considerada como el corazón de la teología de los Reformadores, pero esto no es preciso. La verdad es que su pensamiento estaba realmente centrado sobre el argumento de Pablo, que fue hecho eco por Agustín y otros, que la salvación de los pecadores es totalmente sólo por la gracia libre y soberana, y que la doctrina de la justificación por fe fue importante para ellos porque salvaguardaba el principio de la gracia soberana. La soberanía de la gracia encontraba expresión en un nivel más profundo de su pensamiento al descansar en la doctrina de la regeneración monergista.

Esto quiere decir, que la fe que recibe a Cristo para justificación es en sí misma el libre don del Dios soberano. El principio de sola fide no es correctamente entendido hasta que es visto como afianzado al principio más amplio de sola gratia. ¿Cuál es el origen de la fe? ¿Es la fe el don de Dios, indicando por tanto que la justificación es recibida por la dádiva de Dios, o es ésta una condición de la justificación la cual es dejada para que el hombre la cumpla? ¿Puede percibir la diferencia? Déjame ponerla en términos simples. Escuché recientemente a un evangelista decir, “Aunque Dios llevó a cabo miles de pasos para alcanzarte y redimirte, sin embargo el punto culminante es que debes llevar a cabo el paso decisivo para ser salvo”. Considera la declaración que ha sido hecha por el más amado líder evangélico de América del siglo veinte, Billy Graham, quien dice con gran pasión, “Dios hace el noventa y nueve por ciento de ello, pero todavía debes hacer el último uno por ciento.” (Arminianismo Disfrazado)

Ahora, regresemos brevemente a mi título, “La cautividad pelagiana de la iglesia”. ¿De qué estamos hablando? Pelagio fue un monje quien vivió en Bretaña en el siglo quinto. Él fue contemporáneo del más grande teólogo del primer milenio de la historia de la iglesia si es que no de todo el tiempo, Aurelio Agustín, obispo de Hipona en el Norte de África. Nosotros hemos escuchado de San Agustín, de sus grandes obras de teología, de su Ciudad de Dios, de sus Confesiones, las cuales permanecen como clásicos del Cristianismo. Agustín, además de ser un teólogo titánico y tener un intelecto prodigioso, fue también un hombre de profunda espiritualidad y oración. En una de sus oraciones famosas, Agustín hizo a Dios un aparente daño, en una declaración inocente en la cual dice: “Oh Dios, ordena lo que quieras, y concédeme hacer lo que ordenas”. Ahora, ¿Quería Agustín que te diera una apoplejía al escuchar una oración como esta? Como ciertamente le dio a Pelagio, el monje inglés que se atravesó en su trayectoria. Cuando escuchó esto, protestó vociferadamente, aun apelando a Roma para conseguir que esta oración de la pluma de Agustín fuera censurada. Porque he aquí, él dijo: “¿Estás diciendo Agustín, que Dios tiene el derecho inherente de ordenar cualquier cosa que desee de sus criaturas? Nadie va a disputar eso. Dios inherentemente, como creador del cielo y la tierra, tiene el derecho a imponer obligaciones sobre sus criaturas y decir, debes hacer esto y no debes hacer eso.” La expresión ‘ordena cualquier cosa que quieras’ es una oración perfectamente legitima.”

Es la segunda parte de la oración la que Pelagio aborrecía, cuando Agustín dijo, “y concédeme hacer lo que ordenas.” Él dijo, “ ¿De qué estás hablando? Si Dios es justo, si Dios recto y Dios es santo, y Dios ordena de la criatura hacer algo, ciertamente que la criatura debe tener el poder en sí misma, la habilidad moral en sí misma, para llevarla a cabo o Dios nunca demandaría esto en primer lugar.” Ahora esto tiene sentido, ¿no es así? Lo que Pelagio estaba diciendo es que la responsabilidad moral siempre y en todo lugar implica capacidad moral o sencillamente habilidad moral. Entonces, ¿Por qué deberíamos orar, “Dios concédeme, dame el don de ser capaz de hacer lo que me ordenas que haga?” Pelagio vio en esta declaración una sombra que estaba siendo puesta sobre la integridad de Dios mismo, quién requería responsabilidad de la gente para hacer algo que no podían hacer.

Por ello, en el debate consecuente, Agustín dejó claro que en la creación, Dios no mandó a Adán y Eva nada que fueran incapaces de hacer. Pero una vez que la trasgresión entró y la humanidad llegó a estar caída, la ley de Dios no fue cancelada ni Dios la ajustó rebajando sus requerimientos santos para acomodarlos a la débil, condición caída de su creación. Dios castigó a su creación al descargar sobre ellos el juicio del pecado original, por lo que cada uno que nace en este mundo después de Adán y Eva, nace ya muerto en pecado. El pecado original no es el primer pecado. Este es el resultado del primer pecado; se refiere a nuestra corrupción inherente, por la cual nacemos en pecado, y en pecado nos concibió nuestra madre. No nacemos en un estado neutral de inocencia, sino que nacemos en una condición pecaminosa y caída. Prácticamente cada iglesia dentro del histórico Concilio Mundial de Iglesias en algún punto de su historia y en el desarrollo de su credo articula algún tipo de doctrina del pecado original. Así que, es claro para la revelación bíblica, que se tendría que repudiar el punto de vista bíblico de la humanidad para negar el pecado original como un todo.

Este es precisamente el punto que estuvo en la batalla entre Agustín y Pelagio en el siglo quinto. Pelagio dijo que no hay tal cosa como pecado original. El pecado de Adán afectó a Adán y solamente a Adán. No hay trasmisión o trasferencia de culpa o caída o corrupción a la progenie de Adán y Eva. Cada uno es nacido en el mismo estado de inocencia en el cual Adán y Eva fueron creados. Además él dijo, es posible para una persona vivir una vida de obediencia a Dios, una vida de perfección moral, sin ninguna ayuda de Jesús ni de la gracia de Dios. Pelagio dijo que la gracia-y he aquí la distinción clave- facilita la justicia. ¿Qué significado tiene “facilita?” Esta ayuda, ésta hace más fácil, hace más sencilla, pero usted no tiene que tenerla. Usted puede estar perfectamente sin ella. Pelagio declaró aún más, que no es solamente posible de manera teórica para algunos individuos vivir una vida perfecta sin la asistencia de la gracia divina, sino que de hecho hay personas que lo hacen. Agustín dijo, “No, no, no, no… nosotros estamos por naturaleza infectados por el pecado, hasta las profundidades y raíz de nuestro ser- a tal punto que no hay ser humano que tenga el poder moral para inclinarse a sí mismo y cooperar con la gracia de Dios. La voluntad humana, como resultado del pecado original, permanece sin tener el poder de escoger, sino que es esclava de sus malos deseos e inclinaciones. La condición de la humanidad caída es tal que Agustín podía describirla como incapacidad para no pecar. En términos sencillos, lo que Agustín estaba diciendo es que en la Caída, el hombre perdió la capacidad para hacer las cosas de Dios y quedó cautivo a sus propias inclinaciones malvadas.

En el siglo quinto la iglesia condenó a Pelagio como herético. El Pelagianismo fue condenado en el Concilio de Orange, y fue condenado de nuevo en el Concilio de Florencia, el Concilio de Cartago, y también irónicamente, en el Concilio de Trento en el siglo dieciséis en los primeros tres anatemas de los Cánones de la Sexta Sesión. Por lo tanto, consistentemente a través de la historia de la Iglesia se ha condenado firme y completamente el Pelagianismo- porque el Pelagianismo niega la caída de nuestra naturaleza; éste niega la doctrina del pecado original.

Ahora, que es el llamado semi-Pelagianismo, como el prefijo “semi” sugiere, era algo posicionado en medio del pleno Agustinianismo y el pleno Pelagianismo. El semi-Pelagianismo dice esto: sí, hubo una caída; sí hay tal cosa como pecado original; sí, la constitución de la naturaleza humana ha sido cambiada por este estado de corrupción y todas las partes de nuestra humanidad han sido significativamente debilitadas por la caída, a tal punto que sin la asistencia de la gracia divina ninguno puede tener la posibilidad de ser redimido, por consiguiente la gracia no es únicamente útil sino necesaria para la salvación. Pero, aún cuando estamos tan caídos que no podemos ser salvos sin la gracia, no estamos tan caídos que no podamos tener la capacidad para aceptar o rechazar la gracia cuando nos es ofrecida. La voluntad está debilitada pero no es esclava. Hay remanentes en el centro de nuestro ser, una isla de justicia que permanece intocable por la caída. Es la respuesta de esta pequeña isla de justicia, ésta pequeña pieza de bondad que está intacta en el alma o en la voluntad lo que hace la diferencia determinante entre el cielo o el infierno. Es esta pequeña isla que debe ser ejercida cuando Dios lleva a cabo sus miles de pasos para alcanzarnos, pero en el análisis final es un paso que debemos tomar el que determina ya sea el cielo o bien el infierno, el ejercitar ésta pequeña isla de justicia que está en el centro de nuestro ser o no hacerlo. Agustín no reconoció esta pequeña isla ni aún como un arrecife de coral en el Pacífico sur. Él dijo que ésta era una isla mitológica, que la voluntad estaba esclava, y que el hombre estaba muerto en sus delitos y pecados.

Irónicamente, la Iglesia condenó el semi-Pelagianismo tan vehementemente como lo hizo cuando condenó el Pelagianismo original. Pasado el tiempo usted llega al siglo dieciséis y lee el entendimiento Católico de lo que sucede en la salvación, y la iglesia ha repudiado básicamente lo que Agustín enseñó y también lo que Aquino enseñó. La Iglesia concluyó que hay remanentes de esta libertad que están intactos en la voluntad humana y que el hombre debe cooperar con-y asentir con-la gracia precedente que es ofrecida a ellos por Dios. Si ejercemos esta voluntad, si ejercemos una cooperación con cualquiera de los poderes que en nosotros han sido dejados, seremos salvos. Y por lo tanto en el siglo dieciséis la Iglesia volvió a abrazar el semi-Pelagianismo.

En el tiempo de la Reforma, todos los reformadores estaban de acuerdo en un punto: la incapacidad moral de los seres humanos caídos para inclinarse a sí mismos a las cosas de Dios; que toda la gente, en el orden para ser salvas, estaban totalmente dependientes, no noventa y nueve por ciento, sino un cien por ciento dependientes de la obra de regeneración monergista como primer paso para venir a la fe, y que la fe es en sí misma un don de Dios. La fe no es lo que estamos ofreciendo para la salvación y que naceremos de nuevo si escogemos creer. Sino que no podemos ni aún creer hasta que Dios en su gracia y en su misericordia primero cambia la disposición de nuestras almas a través de su obra soberana de regeneración. En otras palabras, en lo que todos los reformadores estuvieron de acuerdo fue con, que a menos que un hombre nazca de nuevo, no puede ni ver el reino de Dios, ni puede entrar en él. Tal como Jesús dijo en Juan capítulo seis, “Ninguno puede venir a mí, a menos que le sea dado por mi Padre”-la condición necesaria para la fe y la salvación de cualquiera persona es la regeneración.

Los Evangélicos y la Fe

El Evangelicalismo moderno casi uniformemente y universalmente enseña que en el orden para que una persona sea nacida de nuevo, debe primero ejercer fe. Tienes que escoger nacer de nuevo. ¿No es ésto lo que escuchas? En una encuesta de George Barna, más del setenta y cinco por ciento de “cristianos evangélicos profesantes” en América expresaron la creencia que el hombre es básicamente bueno. Y más del ochenta por ciento articularon el punto de vista que Dios ayuda a aquellos que se ayudan a sí mismos. Estas posiciones-déjeme decirlo de manera negativa- ninguna de estas posiciones son semi-Pelagianas. Ambas son Pelagianas. El decir que somos básicamente buenos es un punto de vista Pelagiano. Yo estaría dispuesto a asumir que en casi un treinta por ciento de la gente quien está leyendo este tema, y probablemente más, si realmente examinamos su pensamiento con detenimiento, encontraremos que en sus corazones está latiendo el Pelagianismo. Estamos plagados con él. Estamos rodeados por él. Estamos inmersos en él. Lo escuchamos cada día. Lo escuchamos cada día en la cultura secular, lo escuchamos cada día en la televisión y la radio Cristiana.

En el siglo diecinueve, hubo un predicador quien llegó a ser muy popular en América, escribió un libro de teología, que surgió de su propia formación en leyes, en el cual no abrevió su Pelagianismo. Él rechazó no sólo el Agustinianismo, sino también rechazó el semi-Pelagianismo y sostuvo claramente la posición Pelagiana sin encubrirla, diciendo en términos no inciertos, sin ambigüedad, que no había Caída y que no había tal cosa como pecado original. Este hombre vino a atacar cruelmente la doctrina de la expiación sustitutiva de Cristo, y además de eso, repudió tan clara y tan fuertemente como pudo la doctrina de la justificación por la sola fe por medio de la imputación de la justicia de Cristo. La tesis básica de este hombre fue, no necesitamos la imputación de la justicia de Cristo porque tenemos la capacidad en y de nosotros mismos para llegar a ser justos. Su nombre: Carlos Finney, uno de los más respetados evangelistas de América. Ahora, si Lutero estaba correcto en decir que la sola fide es el artículo sobre el cual la iglesia se sostiene o cae, si lo que los reformadores dijeron es que la justificación por la fe sola es una verdad esencial del Cristianismo, quienes además argüían que la expiación sustitutiva es una verdad esencial del Cristianismo; si ellos estaban en lo correcto en su evaluación de que estas doctrinas son verdades esenciales del Cristianismo, la única conclusión a la que podemos llegar es que Carlos Finney no era Cristiano. Yo leo sus escritos y digo, “no veo cómo alguna persona cristiana pudiera escribir esto.” Y aun, él está en el Salón de la Fama del Cristianismo Evangélico de América. Él es el santo patrón del Evangelicalismo del siglo veinte. Y él no es semi-Pelagiano; él es descarado en su Pelagianismo.

La Isla de Justicia

Una cosa es clara: puedes ser Pelagiano puro y ser bienvenido por completo en el movimiento evangélico de hoy. Esto no es simplemente que el camello metió su nariz en la tienda; no solamente es que está dentro de la tienda- sino que ha sacado al propietario de la tienda. El Evangelicalismo moderno mira hoy con suspicacia a la teología Reformada, la cual llegado a ser colocada como ciudadana de tercera clase del Evangelicalismo. Ahora, usted dice,… “Espera un minuto R. C. No encierres a todos en el argumento del Pelagianismo extremo, después de todo, Billy Graham y el resto de las personas están diciendo que hubo una Caída; que debes tener la gracia; que hay tal cosa como pecado original; y los semi-Pelagianos no están de acuerdo con el simplista y optimista punto de vista acerca de la no caída naturaleza humana de Pelagio.”Y esto es verdad. No cuestionaré acerca de ello. Pero es esta pequeña isla de justicia donde el hombre todavía tiene la habilidad, en y de sí mismo, para retornar, cambiar, inclinar, disponer, y abrazar la oferta de la gracia, que revela porque históricamente el semi-Pelagianismo no es llamado semi-Agustinianismo, sino semi-Pelagianismo, éste realmente nunca escapa a la idea central de la esclavitud del alma, la cautividad del corazón humano en pecado- que no está simplemente infectado por una enfermedad que puede ser mortífera si es dejada sin tratamiento, sino que es mortal.

Escuché a un evangelista usar dos analogías para describir lo que sucede en nuestra redención. Él dijo, el pecado tiene tal fortaleza sobre nosotros, un estrangulamiento, que es semejante a una persona quien no puede nadar, quien cae por la borda en un mar furioso, y es la tercera vez que se sumerge y únicamente las puntas de sus dedos permanecen fuera del agua; y a menos que alguien intervenga a rescatarle, no tiene esperanza de sobrevivir, su muerte es cierta. Y a menos que Dios le tire un salvavidas, no puede ser rescatado. Y Dios no solamente le debe tirar un salvavidas en cualquiera área donde él se encuentra, sino que el salvavidas tiene que caerle en el lugar correcto donde sus dedos permanecen extendidos fuera del agua, y acertarle de tal manera que pueda sostenerlo. El salvavidas tiene que haber sido tirado perfectamente. Pero todavía este hombre se ahogará a menos que lo tome con sus dedos y los sostenga alrededor del salvavidas, entonces Dios le rescatará. Si esta pequeña acción no es hecha, él ciertamente perecerá.

La otra analogía es esta:Un hombre esta terriblemente débil, enfermo de muerte, yaciendo en su cama de hospital con un padecimiento que es terminal. No hay manera que pueda curarse a menos que alguien externo venga con una cura, una medicina que curará su enfermedad fatal. Y Dios tiene la cura y camina hacia el cuarto con la medicina. Pero el hombre está tan débil que no puede tomarse la medicina por sí mismo; Dios tiene que ponerla en la cuchara. El hombre está tan enfermo que se halla casi en un estado comatoso. El no puede ni siquiera abrir su boca, y Dios tiene que inclinarse y abrirle la boca. Dios coloca la cuchara en los labios del hombre, sin embargo el hombre todavía tiene que tomarla.

Ahora, si vamos a usar analogías, usemos las adecuadas. El hombre no se está sumergiendo por tercera vez; él está tan frío como una piedra en el fondo del mar. Éste es el lugar donde usted estuvo cuando una vez estaba muerto en sus delitos y pecados y andaba conforme a la corriente de este mundo, de acuerdo con el príncipe de la potestad del aire. Y cuando estaba muerto Dios le dio vida juntamente con Cristo. Dios se sumergió al fondo del mar y tomando este cadáver sopló el aliento de su vida en él y resucitó de la muerte. Y no es que usted estaba en la cama del hospital con cierta enfermedad, más bien, cuando usted nació, llegó muerto. Esto es lo que la Biblia dice: que estamos muertos moralmente.

¿Tenemos nosotros una voluntad? Sí, oh claro que la tenemos. <em>Calvino dijo, si quieres decir por libre albedrío una facultad de escoger aquello que tienes el poder en ti mismo, de escoger lo que deseas, entonces tenemos libre albedrío. Si quieres decir por libre albedrío la capacidad de los seres humanos caídos para inclinarse a sí mismos y ejercer la voluntad para escoger las cosas de Dios sin la previa obra monergista de regeneración, entonces, Calvino dijo, libre albedrío es un término exorbitantemente grandioso para aplicarlo al ser humano.

La doctrina semi-Pelagiana del libre albedrío que prevalece en el mundo evangélico de hoy es un punto de vista pagano que niega la cautividad del corazón humano en el pecado. Esta visión desestima el dominio que el pecado tiene sobre nosotros.

Ninguno de nosotros quiere ver las cosas tan mal como son realmente. La doctrina bíblica de la corrupción humana es dura. No escuchamos al Apóstol Pablo decir, “Usted sabe, es triste que tengamos tal cosa como pecado en el mundo; ninguno es perfecto. Pero estemos de buen ánimo, somos básicamente buenos.” ¿Puede ver que aún una lectura superficial de la Escritura niega esto?

Ahora, regresemos a Lutero. ¿Cuál es el origen y la posición de la fe? ¿Es la fe el don de Dios significando con ello que la justificación es recibida por la dádiva de Dios? O ¿Es una condición de la justificación, la cual tenemos que cumplir? ¿Es su fe una obra? ¿Es ésta la única obra que Dios le deja hacer? Recientemente tuve una discusión con algunas personas en Gran Rapids, Michigan. Estaba hablando sobre sola gratia, y una de las personas estaba en desacuerdo. Él dijo, “¿Estás tratando de decirme que en conclusión es Dios quien soberanamente regenera o no el corazón?”Y le dije, “Sí”; y él estuvo aún más en desacuerdo por esto. Le dije, “Déjame preguntarte esto:
¿Eres cristiano?

Él dijo, “Sí.”
Le dije, “¿Tienes amigos que no son cristianos?”
Él dijo, “¡Oh!, claro que sí.”

Le dije, “¿Por qué eres cristiano y tus amigos no lo son? ¿Es por qué eres más justo que ellos? Él no era estúpido. El no iba a decir, “¡Oh! claro es porque soy más justo. Yo hice la cosa correcta y mis amigos no”. Él sabía a donde quería llegar con esta pregunta.

Y él dijo, “Oh, no, no, no.”
Le dije, “Dime por qué. ¿Es por qué eres más inteligente que tus amigos?

Y él dijo, “No.”
Sin embargo el no estaba de acuerdo que al final, el punto decisivo era la gracia de Dios. El no quería venir a esto. Y después de discutir por quince minutos, él dijo, “ESTA BIEN, te lo diré. Soy un cristiano porque hice la cosa correcta, tuve la respuesta correcta y mis amigos no lo hicieron.”

¿En qué estaba confiando esta persona para su salvación? No en sus obras en general, <strong>sino en una obra que había hecho. Y él era un Protestante, un evangélico. Pero su punto de vista de la salvación no era diferente del punto de vista Católico Romano.

La Soberanía de Dios en la Salvación

Este es el punto: ¿Es la fe una parte del don de Dios en la salvación? O ¿Es ésta tu propia contribución a la salvación? ¿Es nuestra salvación totalmente de Dios o depende finalmente de algo que hagamos por nosotros mismos? Aquellos quienes dicen esto último, que finalmente depende de algo que hagamos por nosotros mismos, por consiguiente niegan la absoluta incapacidad de la humanidad en el pecado y afirman con ello una forma de semi-Pelagianismo que es cierta después de todo. No es de maravillarse que más tarde la teología Reformada condenara el Arminianismo en su esencia, porque en principio, ambos regresan a Roma, en efecto, éste torna la fe en una obra meritoria, y es un rechazo de la Reforma porque niega la soberanía de Dios en la salvación de los pecadores, la cual fue el principio teológico y religioso más arraigado del pensamiento de los reformadores. El Arminianismo era sin lugar a dudas, a los ojos de los Reformados, una renunciación del Cristianismo del Nuevo Testamento a favor del Judaísmo del Nuevo Testamento. En esencia confiar en la fe de uno mismo no es diferente que confiar en las obras de uno mismo, y el uno es tan sub-cristiano y anti-cristiano como el otro. A la luz de lo que Lutero le dice a Erasmo no hay duda que tenemos que ratificar este juicio.

Y aunque este punto de vista es el que predomina en las encuestas de hoy en la mayoría de los círculos evangélicos profesantes. Y así como el semi-Pelagianismo es en esencia simplemente una versión ligeramente velada del Pelagianismo verdadero, de igual manera éste es el mismo que prevalece en la iglesia, y no sé que pasará. Sin embargo, si sé que no sucederá: no tendremos una nueva Reforma. Hasta que nos humillemos y entendamos que ningún hombre es una isla y que ningún hombre tiene una isla de justicia, que somos completamente dependientes de la pura gracia de Dios para nuestra salvación, no empezaremos a descansar sobre la gracia y a regocijarnos en la grandeza de la soberanía de Dios, hasta que no desechemos la influencia pagana del humanismo que exalta y coloca al hombre en el centro de la religión. Hasta que esto suceda no tendremos una nueva Reforma, porque en el corazón de la enseñanza Reformada está el lugar central de la adoración y gratitud dadas a Dios y sólo a Dios. Soli Deo gloria, solamente a Dios, la gloria.

Fuente: Bautistareformado.org
Soli Deo Gloria



,

Lutero y su Música

“Yo quisiera componer himnos sacros, de tal forma que la palabra de Dios habite entre la gente, también, por medio de los cánticos.”

Difícilmente hay en toda la historia de la música de la iglesia, alguien que haya sido citado más que Martín Lutero (1483-1546). La posición de Lutero en la Dieta de Worms es ya una leyenda. Sus escritos fueron base para el pensamiento reformista. Aún hoy, se le da crédito al gran reformador por influenciar la música en las iglesias, y es cierto. Uno de los logros de Lutero, fue restaurar los cánticos congregacionales al lenguaje común. Lutero amaba la música, era un consumado flautista y era compositor. Él es autor de uno de los grandes himnos en la historia de la música de la iglesia, “Castillo fuerte es nuestro Dios”. Muchos grupos han querido apropiarse de las enseñanzas de Lutero, y él se ha convertido en la persona más citada, por ambos bandos, en la batalla por la música cristiana.

Constantemente, escuchamos la siguiente pregunta, “¿No es cierto que Lutero tomó música secular de su tiempo, y la incluyó en la música sacra? ¿No es esto prueba de que está bien tomar la música secular y aún la música rock de nuestro tiempo?” Puesto que esta pregunta la escuchamos tan a menudo, vamos a estudiar cuál fue exactamente la posición de Lutero acerca de esta situación. Este estudio debe ampliar los principios respecto al tema.

¿Verdaderamente fue Lutero influenciado por la música secular de su tiempo? Sí, claramente lo fue. Nadie vive en un limbo, y es ridículo pensar que se puede ser creativo y permanecer al margen de la cultura en que se vive sin ser afectado por ella. Lutero no fue la excepción, pero decir que, “puesto que Lutero tomó de la música secular de su tiempo para ser música sacra, nos autoriza tomar de la música de rock de nuestros días”, es ignorar los hechos y ser irresponsables.

Lutero dijo claramente, que en su tiempo había música buena y música mala: Y tú, mi joven amigo, deja que esta noble, grande y alegre creación de Dios (la música), sea encomendada a ti. Por medio de ella tú puedes escaparte de deseos vergonzosos y malas compañías. Así mismo, por medio de esta creación tú puedes acostumbrarte a reconocer y alabar a tu Creador. Pon especial cuidado en evitar y rechazar las mentes pervertidas que prostituyen este amoroso regalo de la naturaleza y del arte con sus imaginaciones eróticas, y ten la completa seguridad de que no es ningún otro, sino Satanás, quien les acecha para desafiar a su propia naturaleza, la cual puede y debe alabar a Dios, su Creador con este don; de tal forma que esas mentes tuercen el don de Dios y lo usan para alabar al enemigo de Dios, enemigo de la naturaleza y de este hermoso arte!

Ya sea que tú quieras confortar al triste, aterrorizar al feliz, dar ánimo al que desfallece, humillar al orgulloso, calmar al apasionado o apaciguar a aquéllos llenos de odio. ¿Quién podrá enumerar todos estos aspectos del corazón humano: Las emociones, las inclinaciones y los afectos que impelen al hombre al bien o al mal? ¿Y qué medio más efectivo puedes encontrar que la música? Obviamente, Lutero no creía en la neutralidad de la música. ¿Ahora, hasta qué punto usó Lutero la música secular para la música sacra? De las melodías de treinta y siete obras corales de Lutero, quince fueron compuestas por él mismo, trece vienen de himnos de servicio de música en Latín, cuatro vienen de canciones religiosas populares Alemanas, y dos fueron originalmente canciones religiosas de peregrinos. Dos más son de origen desconocido, y una vino directamente de una canción popular secular. Como podemos ver, no fueron la mayoría de sus canciones que vinieron de fuentes seculares. Verdaderamente, muy poca de su música, se deriva de la música secular.

Recordemos que en tiempo de Lutero, la cultura estaba controlada por la iglesia. La mayoría de las Universidades se encontraban bajo la autoridad de la iglesia. Las bellas artes, incluyendo a la mayoría de los grandes compositores, escritores, escultores y pintores, fueron entrenados bajo el patronato de la iglesia y eran empleados por la iglesia. Sería tonto decir que el ambiente de Lutero, fue similar al ambiente de nuestros días. En la actualidad, el liderazgo de las bellas artes está en rebelión con la iglesia y con la cultura tradicional.

Blume observa: “El protestantismo, conservó la clasificación medieval del mundo, en la cual el arte estaba sujeto a una disciplina intelectual, caracterizada por la piedad y la inclinación hacia las cosas relacionadas a la iglesias. Bajo estas condiciones, las diferencias entre la música sacra y la secular, pueden realmente haber sido muy pocas y de ninguna manera fueron un problema.” De manera que, decir que Lutero tomó de la música secular para su música sacra, es admitir que en el peor de los casos, se basó en la cultura religiosa. Una contribución importante de Lutero a la adoración en las iglesias, fue el restaurar los cánticos congregacionales. Él dijo: “Yo quisiera componer himnos sacros, de tal forma que la palabra de Dios habite entre la gente, también, por medio de los cánticos.”

En los tiempos de Martin Lutero, a las congregaciones no se les permitía cantar en los servicios Católicos Romanos. Su “entrenamiento musical” consistía solamente, de algunas tonadas seculares que ellos escuchaban en las calles. Blume nos dice que “la gente estaba acostumbrada a cantar solamente en ambientes seculares y a permanecer callada en la iglesia tradicional…tuvo que aprender cómo cantar en la iglesia.” Es en este contexto que Lutero hizo el siguiente famoso comentario, “¿Por qué el diablo debe tener todas las buenas tonadas?” Debemos recordar que no había tonadas para que el pueblo cantara, no se lo permitían. En los servicios, solamente se cantaba el gregoriano y música igualmente austera. Sólo se escuchaba música en latín, que las personas en su mayoría no podían entender.

Lutero pensó que deberían usarse tonadas más fáciles de cantar, más familiares, y enseñar a la gente rápidamente los nuevos textos en alemán, que él estaba compilando o escribiendo. Su plan fue desarrollar un estilo único de música, para ser usado en la adoración. Lutero no confió en la música erótica o sensual de su tiempo. El no buscó entre aquéllos que se rebelaron contra la esencia misma de la cultura, para tomar el modelo de su música. Es más cierto decir que Lutero tomó como ejemplo la música “clásica” de su tiempo.

Aún entonces, la práctica de tomar música de las fuentes seculares —contrafacta— fue breve. Blume nos dice: “rápidamente declinó la contrafacta.” Él nos dice que esas tonadas, que fueron obtenidas de la música secular, rara vez tenían la grandeza y la permanencia de la música compuesta por Lutero.” Esta, por supuesto fue la mayor parte de su trabajo.

Como podemos ver, asegurar que Lutero simplemente tomó tonadas de los bares de su tiempo y por lo tanto nosotros podemos hacerlo, también es deshonesto. El compositor favorito de Lutero fue Josquin de Prez, quien es reconocido como el más competente de los compositores de su siglo. Lutero siguió aprendiendo a tocar el laúd (instrumento relacionado con la guitarra), y fue considerado un experto. 

Por Tim Fisher
Soli Deo Gloria


¿Qué es un Cristiano?

De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí, son hechas nuevas. (2 Cor. 5:17)


Estar en Cristo es estar ya participando de la nueva creación. Vivimos en una cultura donde el derecho perteneciente a los verdaderos cristianos a desaparecido aún dentro del seno del cristianismo.
El estar en Cristo es muy diferente a pretender que “seamos de Cristo”. A veces los que declaran “ser de Cristo” no se ven en sus  vidas reflejadas el testimonio de  CRISTO y menos afectos religiosos hacia Dios  y al pueblo cristiano.

Veamos

Puede ser útil comenzar señalando lo que un cristiano no es:
Tener padres cristianos no te hace un cristiano
Ser bautizado no te hace cristiano
Repetir la “oración del pecador” no te hace cristiano
Dar tu  vida por  Dios no te hace un cristiano
Deseando que Dios te bendiga no te hace un cristiano
Disfrutar de la iglesia no te hace un cristiano
Participar en disciplinas religiosas no te hace un cristiano
Realizar buenas obras no te hace un cristiano
Entonces…

¿PUEDO SER CRISTIANO … sin unirme a una iglesia?

SI, es posible. Pero es como ser …
… un estudiante que no asiste a la escuela.
… un soldado que no se une al ejército.
… un ciudadano que no paga impuestos ni vota.
… un vendedor que no tiene clientes.
… un explorador sin un campamento de base.
… un marinero en un barco sin tripulación.
… un comerciante en una isla desierta.
… un escritor sin lectores.
… un padre sin familia.
… un jugador sin equipo.
… una abeja sin colmena.

¿Quieres ser un cristiano así?

Un cristiano es alguien a quien Dios ha despertado espiritualmente. Como tal, ven su culpa de su pecado (violando las leyes de Dios) y su necesidad del perdón de Dios a través de Jesucristo. Más ampliamente, un cristiano es alguien que cree que la Biblia es la Palabra autorizada de Dios y acepta como verdad todo lo que dice.

Ezequiel 11: 19-20; Ezequiel 37: 1-14; Juan 3: 1-3; Efesios 2: 1-9

Un cristiano es alguien que ha ejercido la fe y el arrepentimiento: la fe (confianza) en la muerte de Jesucristo como pago por el pecado y la fe en Su resurrección como confirmación de todo lo que Él demandó. El arrepentimiento es un cambio de actitud hacia el pecado que conduce a un cambio de vida.

Juan 6: 28-29; Hechos 17:30; Hechos 20:21; Romanos 4: 21-26

Un cristiano es alguien que busca vivir una vida agradable a Dios. Con un corazón renovado y agradecido están comprometidos con la obediencia evangélica. Esto se manifestará en las buenas obras y en la fecundidad espiritual.

Juan 15:18; Gálatas 5: 16-26; Santiago 2: 14-26; 1 Juan 2: 1

Querido amigo, ¿has sido despertado por Dios? ¿Has confiado en Jesucristo como tu única esperanza para salvarte del juicio de Dios? ¿Has tenido un cambio de corazón con respecto a la vida pecaminosa? ¿Estás ahora comprometido con la voluntad de Dios con gozo y acción de gracias?


Alejandro el Grande tenía en su ejército a un soldado que era cobarde, el cual se llamaba también Alejandro; y una vez el Rey le dijo: “¡Cámbiate el nombre, o pórtate como un Alejandro!. “Todos los que se dicen cristianos deben portarse como soldados de Jesucristo: fieles a él, imitándolo, obedeciéndolo, siguiéndolo… o cámbiense el nombre por otro cualquiera; pero no digan que son cristianos.
Soli Deo Gloria