miércoles, 13 de junio de 2018

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La ética económica de los puritanos y la teología o evangelio de "prosperidad" de hoy

1. LA ÉTICA ECONÓMICA DE LOS PRIMITIVOS PURITANOS
2. LOS PELIGROS DE LA RIQUEZA SEGÚN LOS PURITANOS: UN CONTRASTE SERIO CON LA “TEOLOGÍA DE LA PROSPERIDAD” DEL MOVIMIENTO CARISMÁTICO
3. LA CRÍTICA DE LOS PURITANOS A LA FILOSOFÍA ÉTICA DEL ÉXITO EN NUESTRO MUNDO CONTEMPORÁNEO
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Soli Deo Gloria

martes, 12 de junio de 2018

El jovén que nunca dejaba de orar - David Brainerd

La increíble historia de un joven huérfano, que a pesar de ser expulsado del seminario, de sufrir depresión crónica y tuberculosis, salió al campo misionero trayendo uno de los avivamientos más gloriosos de la historia de la Iglesia. Su vida a inspirado a cristianos como Henry Martyn, William Carey, Jonathan Edwards, David Livingstone, Spurgeon… Uno de los mayores testimonios de como Dios puede convertir lo más débil e insignificante, en un héroe de la fe.
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Depravación Total

El tema de la “depravación total” no es aquel tipo de asunto que es generalmente conocido o confesado dentro del mundo de la iglesia de nuestros  días.   Por  el  contrario,  están  a menudo   repetida   expresión   que   es   aún   más popular; “hay algo de malo en los mejores de nosotros y algo de bueno en los más malos de nosotros.”   Este dicho bien conocido señala como la doctrina de la “depravación total” es simplemente rechazada.    Por   lo   tanto,   es   importante   que nosotros entendamos lo que ésta verdad que concierne a la depravación total implica.  La iglesia y el Cristiano que ama la Palabra de Dios, deberá sujetarse a esta importante enseñanza de la Escritura.

¿QUÉ ES LO QUE DEBEMOS ENTENDER POR “DEPRAVACIÓN TOTAL?”

La frase está compuesta por dos palabras cuyos significados son de por sí evidentes. “Depravación” significa maldad; corrupción; la perversidad propia del  hombre  degenerado.   El  agregar  la  palabra “total” a la depravación, es enfatizar sin ninguna sombra de duda la verdad de que no hay bien en lo que fuere en el hombre natural – en el hombre que es  nacido  del  malvado  Adán.   La  frase “depravación total” recalca de la manera más fuerte posible la verdad de la Escritura de que no hay nada bueno en el hombre natural para nada.

Esta     es     la     sencilla     enseñanza     de     la Escritura.  Abran sus Biblias y primeramente vamos a Génesis 8:21.  Allí leemos, Y dijo Jehová en su corazón.  No volveré más a maldecir la tierra por causa del hombre; porque el intento del corazón del hombre es malo desde su juventud.”  Usted notará  en  este  pasaje  que  lo  malo  es  desde nuestra juventud.  Y Dios declara esto inmediatamente después de la inundación, cuando la  única  gente  en  esta  tierra  fueron  Noé  y  su familia.

Un segundo pasaje es el Salmo 51:5, donde David confiesa, “He aquí, en maldad, he sido formado, y en pecado me concibió mi madre.”  Usted probablemente ha escuchado a la gente hablar de bebés inocentes – pero el salmista insiste en que él fue   formado   en   iniquidad   y   concebido    en pecado.  Él no se consideró a sí mismo inocente al nacer – sino ya depravado.

Otra vez, leemos en Jeremías 17:9 “engañoso es el corazón  más  que  todas  las  cosas  y  perverso; ¿Quién lo conocerá?”

Veamos ahora en el Nuevo Testamento y primero en Romanos 3:10 – 18 (el cual es una cita del Salmo 14), donde leemos “Como está escrito: No hay justo, ni aún uno; no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios.  Todos se desviaron, a una  se  hicieron  inútiles;  no  hay  quien  haga  lo bueno, no hay ni siquiera uno.  Sepulcro abierto es su garganta con su lengua engaña veneno de áspides hay debajo de sus labios; su boca está llena  de maldición  y  de amargura.   Sus pies se apresuran para derramar sangre; quebranto y desventura hay en sus caminos; y no conocieron camino de paz.  No hay temor de Dios delante de sus ojos.” Y el mismo pensamiento está expresado poco después en Romanos 7:18“y yo sé que en mí, (esto es, en mi carne), no mora el bien.”

Estos son algunos de los muchos pasajes Escriturales, los cuales insisten acerca de la verdad de    que    el    hombre    natural    es    totalmente corrupto.  El hombre natural es incapaz de hacer ningún bien de cualquier forma.  Él no puede complacer a Dios.  El no obedecerá la Santa ley de Dios. El no desea entrar a la gloria eterna.

Sobre las bases de las claras enseñanzas de la Escritura,  las  antiguas  confesiones  de  la  Iglesia han insistido sobre esta misma verdad.  Breve pero claramente, el Catecismo de Heidelberg enseña en la pregunta y respuesta 8.  “¿Somos entonces tan corruptos,  que  somos  totalmente  incapaces  de hacer ningún bien e inclinados a toda maldad? Verdaderamente, lo somos; excepto que seamos regenerados por el Espíritu de Dios.”

La Confesión  Belga  declara en  el Art.  14.  “...  y habiéndose hecho impío, perverso y corrupto en todos sus caminos, ha perdido todos los excelentes dones que había recibido de Dios, no quedándole de ellos más que pequeños restos, los cuales son suficientes para privar al hombre de toda excusa; ya que toda la luz que hay en nosotros se ha cambiado en tinieblas como nos enseñan las Escrituras, diciendo: La luz en las tinieblas resplandece y las tinieblas no prevalecieron contra ella; aquí San Juan llama tinieblas a los hombres...”

Y todo esto es una prueba suficiente de que la Escritura y las antiguas confesiones de la Iglesia de Cristo enseñan que el hombre por naturaleza es totalmente depravado – esto es, él es incapaz de hacer ningún bien en absoluto.

Sin embargo, a pesar de estas claras enseñanzas de  la  Escritura,  muchos  tratan  de  evadir  y  aún negar esta verdad evidente por sí misma.  Se ha enseñado que el hombre es totalmente depravado, pero no que es absolutamente depravado.  A pesar de que la frase “total depravación” no debería permitir ninguna sombra de duda concerniente al estado corrupto del hombre; algunos aún insisten que hay algo de bueno en el hombre natural.  Por lo tanto, ellos insisten que el hombre no es absolutamente depravado.  Se utiliza la ilustración de una fanega de manzanas podridas.  Esa fanega podría  ser  descrita  como  totalmente  podrida,  si cada manzana tuviera alguna parte podrida – sin embargo quizás también tiene algunas partes buenas.  La fanega de manzanas será absolutamente podrida   si   cada   manzana   fuera totalmente podrida.  Así, se dice que cada parte del ser humano es tocada por la podredumbre del pecado – pero cada parte no es necesariamente completamente corrupta.  Toda esta idea es una intención  de  negar  la  total  depravación  y  aún retener la expresión. El hombre es un depravado, y esto es, completo – o él no es depravado.

Otras   consideraciones   falsas   con   respecto   al estado natural del hombre se han levantado en la historia   de   la   Iglesia.    Hubo   la   opinión   del Pelagianismo,   el   cual   surgió   acerca   de   400 años después de la ascensión de Cristo.  Pelagio, el que dio origen a esta opinión dijo que cuando Adán pecó, él se lastimó solo a sí mismo, su posterioridad no fue afectada.  Posteriormente, el sugirió que cada bebé que nace en el mundo nace en el mismo estado y condición que Adán tenía antes de su caída. Cada bebé nace en esta tierra perfecta y sin pecado.  ¿Cómo entonces, explicó Pelagio la existencia del pecado en todos los hombres?  El insistió que nosotros nos volvemos pecadores  cuando  imitamos  a  alguna  otra persona.  Tan pronto como los bebés comienzan a imitar a sus padres o a otros que ellos observen, ellos se vuelven pecadores y el camino de cambiar a los pecadores otra vez en Santos es persuadiéndoles a ellos a imitar aquello que es bueno.   Está  dentro  de  la  capacidad  de  cada hombre, dice Pelagio, el imitar el bien y merecer la vida eterna.

La  idea  del  Pelagianismo  no  es  extraña  a  las iglesias hoy en día tampoco.  De hecho, es la base del “evangelio social” de nuestros días.  Dentro de las iglesias hay una fuerte campaña para cambiar las condiciones sociales de nuestros días.  Las iglesias supuestamente están para ver que haya mejor vivienda para los pobres y para los grupos raciales de la minoría; ellos deberán ver que todos los hombres tengan cuidado médico adecuado y una educación conveniente; ellos deberán estar en la delantera del manejo por la integración.

Entonces, de acuerdo a esta teoría, si es que llevamos a cabo nuestras metas en todas estas áreas, no deberíamos estar tan preocupados con el pecado, la maldad, y todas las formas de la corrupción.  Posiblemente no necesitaríamos más cárceles.    El   número   de   policías   podría   ser reducido.  No estaríamos más preocupados con la delincuencia juvenil y adulta. Gradualmente, este mundo se volvería cierta clase de utopía.  Más esto está basado en la vieja herejía de Pelagio de que si las personas viven en buenos ambientes, si ellos pueden imitar buenos ejemplos, entonces los hombres serían buenos.  Toda esta opinión niega la verdad Escritural de la depravación total.

Otro error es la vista del Arminianismo.  El Arminianismo, o libre albedrío, esencialmente por lo  general  negará  la  verdad  de  la  depravación total.

El Arminianismo enseña que el hombre era verdaderamente totalmente depravado después de la caída; pero inmediatamente después de la caída, Dios intervino por su gracia.

La operación de esta gracia de Dios sobre todos los  hombres implica  dos  operaciones,  las  cuales mitigan la depravación.  Primero, el Arminianismo sostiene que, a pesar de que el hombre por sí mismo es incapaz de hacer ningún bien, sin embargo, por una operación general de la gracia de Dios sobre el, ahora él puede hacer una cierta medida de bien.

Pero el Arminianismo enseña más.  Sugiere que el hombre natural,  aunque originalmente totalmente depravado  es  ahora  capaz  de  aceptar  a  Cristo como su Salvador personal.  El hombre a través del ejercicio de su propia voluntad puede rechazar o recibir al Salvador.  El Arminianismo sugiere que el hombre puede recibir a Cristo solo por gracia  – pero que cada individuo tiene la suficiente gracia dada a él por Dios para facilitar el aceptar a Cristo.

La  diferencia  entre  un  hombre  salvo  y  otro  no salvo, de acuerdo al Arminianismo, no se lo va a encontrar en que uno reciba la gracia de Dios y el otro no lo hace, sino más bien en la voluntad del hombre  mismo.   Esta  opinión  falsa  del Arminianismo niega tanto la verdad Escritural, la cual enseña que el hombre por naturaleza está tan muerto en el pecado, que el nunca podrá “recibir a Cristo como a su Salvador personal.”

Insistimos,  en  las  bases  de  los  pasajes Escriturales, que fue citado anteriormente, de que el hombre está por naturaleza completamente muerto  en  el  pecado.   Separado  de  Cristo  el hombre  no  puede  hacer  ninguna  cosa  buena delante de Dios.  El hombre no puede hacer ningún bien “natural” o “cortés” en esta tierra.  Tampoco puede ningún hombre ejercitar su voluntad para “aceptar” a Cristo – porque también su voluntad está limitada por el pecado y la muerte.

Algunos han propuesto que los hombres de este mundo, aquellos que están fuera de la iglesia, también   efectúan   muchos   buenos   actos.    El hombre, aparentemente, no es siempre completamente depravado.  Un cierto hombre rico puede  dar  un  millón  de  dólares  para  construir y mantener un hospital para ayudar a la pobre y sufriente  humanidad.   ¿Es  esto  pecado?   ¿O  es esto bueno?  Puede que su vecino no vaya a la iglesia o que ore – pero él tiene una maravillosa relación  con  su  familia.  ¿Es  esto  bueno  o  es malo?  Un hombre salva a un prójimo de ahogarse a riesgo de perder su propia vida. ¿Es esto bueno – o malo?  Estas preguntas surgen, y con ellas la pregunta: ¿es el pecador de hecho realmente depravado?

A la luz de la Escritura debemos aún mantener que cualquier hombre fuera de Cristo peca en cualquier cosa que el haga.  Debemos ser bien cuidadosos de no equivocarnos, que es lo que nosotros pensamos que es bueno como es bueno en la opinión de Dios.

El hombre ya sea que ama y sirve a Dios o no lo hace.   O  él  está  con  Cristo  o  en  contra  de  Él. Puede que él haga algo en verdadera fe y para la gloria  de  Dios,  o  él  lo  hace  en  el  servicio  del hombre y para su gloria.  No hay entre medio.  No hace ninguna diferencia si el hombre da un millón de dólares para fundar un hospital o ya sea que él tenga una buena vida familiar, o que el salve a individuos que se estén ahogando – en todo esto, el hombre natural camina no por fe sino en pecado y corrupción.  Dios, por lo tanto, juzga cada una de sus acciones como pecaminosas.

Si bien todos los hombres son totalmente depravados, a pesar de que todas sus acciones efectuadas por naturaleza son pecaminosas – aún hay obviamente, variaciones que se ven en los hombres.  Todos  los  hombres  no  pecan  en  el mismo grado o de la misma manera.

En primer lugar, el tipo y grado del pecado de un hombre está determinado por la época en la cual vive.  Obviamente, hoy en día con nuestras radios, televisión y automóviles el hombre puede pecar de muchas más maneras que sus antepasados no podían.  En segundo lugar, el pecado está limitado en gran cantidad por el ambiente y las circunstancias.

Un hombre rico tiene los medios para pecar en muchas y más diferentes maneras que un hombre pobre. Pero ambos pecan en todo lo que ellos hacen.  En tercer lugar, el grado de pecado está determinado por la edad de la persona.  Un niño pequeño  no  peca  de  muchas  maneras  como  lo hace el adulto.

Finalmente,  el  grado  y  tipo  de  pecado  en  un hombre está muchas veces regulado por su propio respeto  de  sí  mismo  –su  propio  y  egoísta orgullo.  ¿Por qué un hombre malvado vive en una agradable y pacífica relación con su familia?  No es porque la ley de Dios así lo requiere, sino porque el comprende que es para su propio beneficio, porque de esta manera, él vive en una relación decente con su prójimo.

¿Pero porqué es tan importante el que la iglesia enfatice esta verdad de la total depravación? ¿Porqué enfatizar la terrible corrupción del hombre?

Si uno no enfatiza esto, el eventualmente perderá todas las otras doctrinas significantes de la Escritura.  Uno no puede entender la expiación de la cruz acertadamente, si es que el no comprende correctamente la enseñanza Escritural de la depravación.  Aquel que no comprende correctamente la enseñanza Escritural de la depravación, aquel  que no entiende propiamente la depravación, seguramente que no podrá comprender correctamente la Soberanía de Dios, quien hace todas las cosas en armonía con su propia voluntad.

Por lo tanto el cristiano deberá entender esta verdad y enseñarla a sus hijos.
Y cada hijo de Dios deberá vivir y caminar en la conciencia de la depravación del hombre natural.

No comiencen a admirar lo que el mundo es y lo que el mundo produce.  No comiencen a imitar y a envidiar al mundo.  Reconozcan que todos los hombres, incluidos nosotros, por naturaleza, estamos muertos en el pecado.  En mi carne, dijo Pablo no hay nada bueno.  Pero entonces comprendan que el  creyente fue en  otro tiempo liberado de tal depravación, porque él ha sido redimido sólo y totalmente a través de la sangre del Cordero.
Por Gise J. Van Baren

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El testimonio persona de David Brainerd

David Brainerd nació el 20 de abril de 1718 en Haddam, Connecticut, Estados Unidos. Murió de tuberculosis a la edad de 29 años, el 9 de octubre de 1747. 

El legado de Brainerd lo recibió primera y directamente Jonathan Edwards, el gran pastor y teólogo de Northampton: «(Reconozco) con gratitud la graciosa dispensación de la Providencia para mí y mi familia permitiendo que él viniese a mi casa en su última enfermedad, y muriese aquí: para que nosotros tuviéramos oportunidad de conocerle y compartir con él, para mostrarle ternura en tales circunstancias, y para ver su conducta, oír sus discursos finales, recibir sus consejos, y para tener el beneficio de sus oraciones antes de morir».
El Testimonio Personal de David Brainerd PDF Visor y descarga

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domingo, 10 de junio de 2018

La Legitimidad y el uso de Confesiones de Fe (1689)

El año 1989 marcó el 300 años aniversario de la publicación de la Segunda Confesión de Londres (también conocida como La Confesión de la Asamblea o La Confesión de Fe Bautista de 1689). Aunque fue escrito y publicado anónimamente en 1677, después de la ascensión de William y Mary al trono de Inglaterra, y después del Acta de Tolerancia, los Bautistas Particulares de Inglaterra se reunieron en asamblea abierta, firmaron sus nombres a la Confesión y la republicaron para la consideración del público cristiano. La Declaración de Saboya, publicada por los Independientes en 1658 (detrás de la cual se encontraba la Confesión de Westminster de 1647), fue utilizada como el marco básico de la Segunda Confesión de Londres, aunque con modificaciones. Algunas de estas modificaciones fueron obra de quienes redactaron la Confesión; otros fueron adoptados de la Primera Confesión Bautista de Londres de 1644. El propósito de este método era mostrar, siempre que fuera posible, la continuidad de la fe que existía entre los Bautistas Particulares y sus otros hermanos reformados en Gran Bretaña. Hoy, los Bautistas Reformados tienen en alta estima la Segunda Confesión de Londres y muchas de las iglesias continúan considerándola como su declaración oficial de fe.

El entusiasmo, sin embargo, que muchos tienen para las grandes confesiones reformadas, no es compartido por todos. Tristemente, vivimos en una época no credo, incluso antirracista, marcada por el relativismo existencial, el antiautoritarismo y el aislacionismo histórico. Muchos cristianos profesantes consideran los credos y las confesiones de fe como tradiciones hechas por el hombre, los preceptos de los hombres, meras opiniones religiosas. Hablando de su día, Horatius Bonar dijo:
"Cada nuevo enunciado de escepticismo, especialmente en temas religiosos, y por los llamados hombres 'religiosos' es aclamado como otro aullido de esa tormenta que es enviar a todos los credos al fondo del mar, la marea que fluye o retrocede es vigilada, no por la apariencia de la verdad sobre las aguas, sino por la sumersión del dogma. Para cualquier libro o doctrina o credo que deje a los hombres en libertad para adorar a Dios a quien quieran, no hay objeción, sino a cualquier cosa que arregle su relación con Dios, eso inferiría su responsabilidad por su fe, o eso implicaría que Dios ha hecho un anuncio autoritario sobre lo que deben creer, objetan, con protestas en nombre de la libertad herida".1
Uno se pregunta qué diría Bonar hoy. Aquellos que defienden a conciencia las grandes confesiones reformadas son considerados como anacronismos, si no como enemigos de la fe y de la iglesia. En algunos círculos, somos censurados y evitados; y si intentamos convencer a otros de los beneficios del cristianismo confesional y de los peligros del latitudinalismo doctrinal, se nos estigmatiza como infectados con el "creeping progresivo", el equivalente teológico y eclesiástico de la lepra. En un clima así, es importante que quienes aman las confesiones reformadas tengan una visión clara de la legitimidad de las confesiones y de sus muchos usos beneficiosos.

I. LA LEGITIMIDAD DE LAS CONFESIONES

La Biblia dice que la iglesia es "la columna y baluarte de la verdad" (1 Timoteo 3:15). El término stulos (pilar) se refiere a una columna que soporta un edificio; y hedraioma (suelo) se refiere a la base o cimiento de una estructura. La "verdad" a la que se refiere el texto es la revelación que Dios hizo a los hombres, es decir, esa revelación especial que comenzó en Edén y que finalizó con el establecimiento del Nuevo Pacto, esa revelación que tiene como foco central "el misterio de piedad, "el evangelio de Jesucristo" (1 Timoteo 3:16). Al llamar a la iglesia "el pilar y el fundamento de la verdad", la Biblia nos enseña que la revelación que Dios ha dado para la salvación de los hombres ha sido confiada a la iglesia (la institución que Dios diseñó y propuso para preservar la verdad pura, para defenderla del error y contra los ataques de sus enemigos, y para comprometerla sin diluir y sin adulterar a las generaciones futuras). La iglesia fue creada como una sociedad humana ordenada divinamente para el apoyo y la promoción de la verdad revelada en el mundo. Esto, por supuesto, hace que la iglesia sea indispensable, tan esencial como el pilar o la base de una casa. Entre otras cosas, al cumplir su deber como "el pilar y el fundamento de la verdad" (tanto para los que están dentro de la iglesia como para los que no), la iglesia ha publicado confesiones de fe, una actividad que históricamente ha considerado lo legal. Significa para el cumplimiento de su deber. Sin embargo, cada vez que la iglesia ha publicado dichos estándares confesionales, se han alzado voces para desafiar la legitimidad de haberlo hecho. Dos objeciones básicas han sido planteadas:

1. Algunos argumentan en contra de la legitimidad de las confesiones sobre la premisa de que las confesiones de fe socavan la autoridad única de la Biblia en asuntos de fe y práctica.

El clamor a menudo se escucha, "No credo sino la Biblia". En algunos casos, esta afirmación es digna de respeto, ya que algunos parecen genuinamente motivados por el reconocimiento de que la Biblia tiene un lugar único en la regulación de la fe y la vida de la iglesia. Sin embargo, es ingenuo creer que la iglesia cumple totalmente su deber como pilar y fundamento de la verdad al proclamar que cree en la Biblia. La mayoría de los herejes estarán dispuestos a decir lo mismo. Un escritor proclama: "Para llegar a la verdad debemos descartar los prejuicios religiosos... Debemos dejar que Dios hable por sí mismo... Nuestro llamado es a la Biblia por la verdad". El problema con esta afirmación, por supuesto, es que proviene de "Que Dios sea Verdad", publicado por los Testigos de Jehová.2

En la misma línea, considere las observaciones de Samuel Miller sobre el Concilio de Nicea:
"Cuando el Concilio entró en el examen del tema [de la visión de Ario de la divinidad de Cristo], se encontró extremadamente difícil obtener de Ario una explicación satisfactoria de sus puntos de vista. No solo estaba tan listo como el presente divino más ortodoxo. , para profesar que creía en la Biblia, pero también se declaró dispuesto a adoptar, como propio, todo el lenguaje de las Escrituras, en detalle, con respecto a la persona y el carácter del bendito Redentor. Pero cuando los miembros del Consejo lo deseaban para determinar en qué sentido entendía este lenguaje, descubrió una disposición para evadir y equivocarse, y en realidad, durante un tiempo considerable, desconcertó los intentos del más ingenioso de los ortodoxos para especificar sus errores y sacarlos a la luz. Declaró que estaba perfectamente dispuesto a emplear el lenguaje popular sobre el tema en controversia, y quiso creer que difería muy poco del cuerpo de la iglesia. Por consiguiente, los ortodoxos se acercaron los diversos títulos de Cristo que expresan claramente la Divinidad, tales como 'Dios', 'el verdadero Dios', 'la imagen expresa de Dios', etc., a cada uno de los cuales Arrio y sus seguidores eran más fácilmente suscrito; reclamando un derecho, sin embargo, para poner su propia construcción en los títulos de las escrituras en cuestión. Después de emplear mucho tiempo e ingenio en vano, al tratar de sacar a este astuto ladrón de sus escondrijos, y obtener de él una explicación de sus puntos de vista el Consejo descubrió que sería imposible cumplir su objetivo siempre que le permitieran atrincherarse detrás de una mera profesión general de creencia en la Biblia. . Por lo tanto, lo hicieron, qué sentido común, así como también la Palabra de Dios le había enseñado a la iglesia a hacer en todos los tiempos precedentes, y lo único que puede permitirle detectar al astuto defensor del error. Expresaron, en su propio idioma, lo que se supone que es la doctrina de las Escrituras con respecto a la Divinidad del Salvador; en otras palabras, redactaron una confesión de fe sobre este tema, que llamaron a suscribir a Ario y sus discípulos. Esto los herejes se negaron y, por lo tanto, prácticamente se les reconoció que no entendían las Escrituras como el resto del Concilio las entendía, y, por supuesto, que la acusación contra ellas era correcta"3.
Una confesión de nuestra lealtad a la Biblia no es suficiente. Las negaciones más radicales de la verdad bíblica con frecuencia coexisten con un respeto profeso por la autoridad y el testimonio de la Biblia. Cuando los hombres usan las mismas palabras de la Biblia para promover la herejía, cuando la Palabra de Verdad se pervierte para servir al error, nada menos que una confesión de fe servirá para trazar públicamente las líneas entre la verdad y el error.

Si tuviéramos que otorgar a nuestras confesiones un lugar igual a la Biblia en autoridad, socavaríamos la autoridad exclusiva de la Biblia como el regulador de la fe y la práctica de la iglesia. Esto, sin embargo, no fue la intención de quienes elaboraron los estándares reformados. Reconocieron el lugar único de la Biblia, reconocieron que eran hombres falibles y reflejaron estas perspectivas en las confesiones mismas. Tenga en cuenta las siguientes declaraciones de la Confesión Bautista de 1689:
"Las Sagradas Escrituras constituyen la única regla suficiente, segura e  infalible de todo conocimiento, fe y obediencia salvadores". (1.1)
"Todo el consejo de Dios tocante a todas las cosas necesarias para su propia gloria, la salvación del hombre, la fe y la vida, está expresamente expuesto o necesariamente contenido en las Sagradas Escrituras; a las cuales nada, en ningún momento, ha de añadirse, ni por nueva revelación del Espíritu ni por las tradiciones de los hombres. Sin embargo, reconocemos que la iluminación interna del Espíritu de Dios es necesaria para un entendimiento salvador de las cosas reveladas en la Palabra, y que hay algunas circunstancias tocantes a la adoración de Dios y al gobierno de la Iglesia, comunes a las acciones y sociedades humanas, que han de determinarse conforme a la luz de la naturaleza y de la prudencia cristiana, según las normas generales de la Palabra, que han de guardarse siempre." (1.6)
Las grandes confesiones reformadas no pretenden hacer nada verdad que no fuera verdad antes; ni proponen obligar a los hombres a creer algo que ya no están obligados a creer en la autoridad de la Escritura.

Un credo o confesión es simplemente una declaración de fe (credo significa "creer"); y como tal, no disminuye más la autoridad de la Biblia que decir "Creo en Dios" o "Creo en Cristo" o "Creo en la Biblia". Aquellos que dicen que afirman "no credo sino la Biblia" en realidad tienen un credo, aunque no escrito. El profesor Murray argumentó:
"En la aceptación de la Escritura como la Palabra de Dios y la regla de fe y vida, existe la incipiente y básica confesión de credo... [Porque excluye] todas las demás normas de fe y conducta. Pero ¿por qué debería restringirse la confesión de credo? a la doctrina de la Escritura?"4
Si a los partidarios de las doctrinas y prácticas heréticas o de culto se les prohíbe ser miembros de una iglesia local, si los oficiales y miembros deben mantener ciertas doctrinas como verdad, entonces existe un credo comúnmente reconocido. En tales iglesias, el credo es tan real como si cada miembro poseyera una copia impresa. Sin embargo, bajo los principios no credo, todos deberían ser bienvenidos sin discriminación, siempre que puedan decir: "Creo en la Biblia". La verdad es que los opositores más vigorosos de las confesiones de fe usan sus credos inéditos en sus procedimientos eclesiásticos y son tan "credo" como los creedalists arengaban. Thomas y Alexander Campbell pensaron que podían eliminar los males de lo que llamaban "sectarismo" al reunir una comunión cristiana sin ningún credo de construcción humana, sin ningún vínculo excepto la fe en Jesús como Salvador y la determinación profesada de obedecer su Palabra. Argumentaron que el problema con la iglesia visible era que estaba dividida y que los credos y las confesiones eran la causa. Los frutos de sus esfuerzos, las llamadas "Iglesias de Cristo", se encuentran entre las congregaciones más sectarias y "credoras" que se encuentran en cualquier parte.

A aquellos que les preocupa que las confesiones de fe socaven la autoridad de la Biblia, afirmamos sin reservas que el fundamento último de la fe y la práctica del cristiano es la Biblia, no nuestras confesiones de fe. Pero esto no significa que sea ilegítimo que aquellos que están de acuerdo en sus juicios en cuanto a las doctrinas de la Biblia expresen ese acuerdo en forma escrita y se consideren obligados a caminar por la misma regla de fe. Como observó A. A. Hodge,
"La verdadera pregunta no es, como a menudo se fingía, entre la Palabra de Dios y el credo del hombre, sino entre la fe probada y probada del cuerpo colectivo del pueblo de Dios, y el juicio privado y la sabiduría sin ayuda del repudiador de credos."5
2. Otros argumentan en contra de la legitimidad de las confesiones sobre la premisa de que las confesiones de fe son inconsistentes con la libertad de conciencia ante Dios. Dos tipos de hombres discuten de esta manera.

Primero, algunos que dicen que esto considera que toda autoridad, ya sea bíblica o confesional, es perjudicial para la libertad de sus conciencias. Habiéndose rebelado contra el estándar superior de la Biblia, no es ningún misterio que se irriten bajo la menor autoridad de una confesión; habiendo escupido el camello, no es una maravilla que se deshagan del mosquito tan fácilmente. Tales hombres consideran "librepensamiento" y "investigación libre" como su derecho de nacimiento. Sin embargo, en lugar de desear ser libres para que sus conciencias puedan seguir las Escrituras (que es lo que afirman como su motivación), realmente quieren liberarse de la restricción de la Biblia sobre la formación y propagación de sus opiniones religiosas.

Shedd llamó a tales hombres "intolerantes de la latitud", que en realidad odian la precisión, no aman la libertad y desean imponer su intolerancia latitudinal a todos.6 Miller observó: "Cada vez que un grupo de hombres comenzaba a deslizarse, con respecto a la ortodoxia, generalmente intentaron romper, si no ocultar, su caída, declamando en contra de credos y confesiones ".7 Al comienzo de sus protestas, tales hombres en general reclaman lealtad a las doctrinas de la confesión, pero no al principio de las confesiones. El tiempo generalmente expone su hipocresía. "Los hombres rara vez se oponen a los credos, hasta que los credos se han opuesto a ellos".8 Con respecto a tales hombres, solo podemos decir que mientras sus conciencias no estén sujetas a la Palabra de Dios, una confesión de fe no les hará daño, excepto para exponerlos como hipócritas o herejes.

Segundo, para otros, la objeción basada en una apelación a la libertad de conciencia es simplemente un corolario de la objeción previa (es decir, la preocupación por la autoridad de la Escritura). Estas personas parecen estar genuinamente buscando defender la premisa de que la conciencia debe estar limitada solo por la autoridad de la Palabra de Dios. A tales, decimos que la Confesión reconoce que solo Dios es el Señor de la conciencia:
"Sólo Dios es el Señor de la conciencia, y la ha hecho libre de las doctrinas y los mandamientos de los hombres que sean en alguna manera contrarios a su Palabra o que no estén contenidos en ésta. Así que, creer tales doctrinas u obedecer tales mandamientos por causa de la conciencia es traicionar la verdadera libertad de conciencia, y exigir una fe implícita y una obediencia ciega y absoluta es destruir la libertad de conciencia y también la razón." (21.2)
Los temores sobre la libertad de conciencia se justificarían si se requiere la suscripción a una confesión sin que el suscriptor pueda examinar los artículos de fe, o si la suscripción se aplica mediante una sanción civil. Pero si uno está convencido de que el contenido de la confesión es bíblico, y si la suscripción es voluntaria, entonces una confesión de fe no daña la conciencia. Un hombre está en libertad en cualquier momento para renunciar a la confesión de la iglesia si ya no puede suscribirse a ella con la conciencia tranquila, y él tiene la libertad de unirse a sí mismo a una congregación donde pueda tener comunión con la conciencia tranquila.

Miller argumenta acertadamente que negarle a un grupo de cristianos el derecho a formular una confesión, y el derecho a suscribirse a ella, sería negarles la verdadera libertad de conciencia:
"Nadie lo negará, sin duda, que un cuerpo de cristianos tiene el derecho, en cada país libre, de asociarse y caminar juntos sobre los principios que ellos elijan acordar, que no sean incompatibles con el orden público. Un derecho a aceptar y declarar cómo entienden las Escrituras, sobre qué artículos encontrados en las Escrituras concuerdan en considerar como fundamentales, y de qué manera se llevará a cabo su predicación pública y política, para la edificación de ellos y sus hijos. No hay derecho, de hecho, para decidir o juzgar a los demás, ni pueden obligar a un hombre a unirse a ellos. Pero sin duda es su privilegio juzgar por sí mismos, acordar el plan de su propia asociación, determinar sobre qué principios recibirá a otros miembros en su hermandad, y para formar un conjunto de reglas que excluirán de su cuerpo a aquellos con quienes no pueden caminar en armonía. La pregunta es, no si hacen en todos los casos, un uso sabio y bíblico de este derecho a seguir lo que les dicta la conciencia, pero si poseen el derecho en absoluto. Son, de hecho, responsables del uso que hacen de él, y solemnemente responsables ante su Maestro en el cielo; pero para el hombre seguramente no pueden, ni deben, ser obligados a dar ninguna explicación. Es su propia preocupación. Sus semejantes no tienen nada que ver con eso, mientras no cometan ofensa contra la paz pública. Decidir lo contrario, de hecho sería un ultraje al derecho de juicio privado".9
En principio, cualquier aberración doctrinal o moral puede venir a la iglesia bajo el pretexto de la libertad de conciencia. Andrew Fuller afirmó:
"Hay una gran diversidad de sentimientos en el mundo con respecto a la moralidad, así como a la doctrina y si es una imposición no bíblica el aceptar cualquier artículo, debe [también] excluir a alguien por inmoralidad, o incluso amonestarlo". Él por esa razón, porque podría alegarse que solo piensa por sí mismo, y actúa en consecuencia. Tampoco se detendrá aquí: casi todas las especies de inmoralidad han sido defendidas y pueden ser disfrazadas, y así, bajo el pretexto de un derecho de juicio privado, la iglesia de Dios llegaría a ser como la madre de las rameras: 'la habitación de los demonios, la bodega de todo espíritu inmundo y la jaula de todo pájaro inmundo y aborrecible'"10.
Del mismo modo, B. H. Carroll argumentó:
"Una iglesia con un pequeño credo es una iglesia con un poco de vida. Cuantas más doctrinas divinas puede acordar una iglesia, mayor es su poder y mayor es su utilidad; cuantos menos artículos de fe, menos son sus lazos de unión y compacidad. El grito moderno, "menos credo y más libertad", es una degeneración del vertebrado a la medusa, y significa menos unidad, menos moralidad, y también significa más herejía. La verdad definitiva no crea herejía, solo expone y corrige. Cierra el credo y el mundo cristiano se llenaría de herejía insospechada y no corregida, pero no obstante mortal."11
En pocas palabras, las objeciones a la legitimidad de los credos discutidos en las páginas anteriores carecen de fundamento. Las confesiones son un medio legal de que la iglesia desempeñe su tarea como "el pilar y baluarte de la verdad".

II. LOS USOS DE CONFESIONES

1. Una confesión es un medio útil para la afirmación pública y la defensa de la verdad.

La iglesia debe "Retén la norma de las sanas palabras " (2 Timoteo 1:13) para "contender fervientemente por la fe que una vez fue entregada a los santos" (Judas 3) y "mantenerse firmes con uno" espíritu, con una sola alma luchando por la fe del evangelio". (Filipenses 1:27) En el cumplimiento de esta tarea, una confesión es una herramienta útil para discriminar la verdad del error y para presentar en una pequeña brújula las doctrinas centrales de la Biblia en su integridad y debidas proporciones.

Primero, la formulación del credo es parte de la tarea de enseñanza pública de la iglesia. Una confesión de fe es una definición pública, para aquellos que están fuera de nuestras congregaciones, de los asuntos centrales de nuestra fe, un testimonio del mundo de la fe que tenemos en distinción de los demás.

Segundo, una confesión de fe es un instrumento útil en la instrucción pública de la congregación. Una confesión es un cuerpo de divinidad en una pequeña brújula que puede usarse para darle a nuestra gente una amplia exposición a la verdad, así como una protección contra el error. Facilita en gran medida la promoción del conocimiento cristiano y una fe discriminatoria12 entre el pueblo de Dios y entre otros que asisten al ministerio público de nuestras iglesias, además de ser una ayuda útil para el pueblo de Dios en la instrucción de sus hijos. Además, una confesión de fe sirve como un marco dentro del cual nuestro pueblo puede recibir la predicación de la Palabra, así como también un marco que los alerta sobre la novedad y el error donde sea que la encuentren.

2. Una confesión sirve como un estándar público de compañerismo y disciplina.

El modelo bíblico de la iglesia local no es una unión de aquellos que han aceptado diferir, sino un cuerpo marcado por la paz y la unidad. La iglesia debe "mantener la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz". (Efesios 4: 3) Sus miembros deben ser "unánimes" (es decir, uno en corazón, alma, espíritu, mente y voz). (Romanos 15: 5-6, 1 Corintios 1:10, Filipenses 1:27, 2: 2) Una confesión ayuda a proteger la unidad de una iglesia y preservar su paz. Sirve como una base de compañerismo eclesiástico entre aquellos que están tan de acuerdo como para poder caminar y trabajar juntos en armonía. Reúne a aquellos que tienen una fe común y los une en una sola comunión.

Jesús dijo: "Toda casa dividida contra sí misma no puede sostenerse". (Mateo 12:25). ¿Pueden los calvinistas, los arminianos, los pelagianos y los unitarios orar, trabajar, tener compañerismo y adorar juntos de forma pacífica y provechosa, mientras que cada uno mantiene y promueve sus propias nociones de la verdad? ¿Quién guiará en adoración o predicará? ¿Pueden aquellos que creen que Jesús es Dios orar con aquellos que consideran tal adoración como idolatría? ¿Pueden aquellos que profesan ser justificados solo por fe en comunión con aquellos que creen lo contrario? ¿Pueden sentarse juntos en la misma mesa sacramental? ¿Pueden los que creen en la inspiración verbal y plenaria compartir el púlpito con aquellos que niegan esa doctrina? La única forma en que aquellos que difieren en asuntos esenciales pueden vivir juntos en armonía es llamar a una moratoria sobre la verdad; de lo contrario, de hecho "harán de la casa de Dios una Babel miserable" 13.

Como se señaló anteriormente, todas las iglesias tienen un credo, ya sea escrito o entendido por sus miembros. Y cada hombre sabio, antes de unirse, deseará saber qué es ese credo. Él tiene derecho a saber lo que la iglesia cree y la iglesia tiene derecho a saber lo que él cree. Ahora, tener un credo inédito como prueba de comunión es desordenado, si no deshonesto. Cada hombre tiene que descubrir el credo de la iglesia por sí mismo. Y la iglesia en sí misma no tiene una manera fácil de discernir si los que postulan a la membresía están en armonía con la fe común de sus miembros, ya que los elementos esenciales de su fe común no están en ninguna parte particularizados. Una confesión publicada facilita en gran medida la evaluación de la posición doctrinal de la iglesia por un posible miembro, y viceversa.

Una confesión de fe publicada también proporciona un estándar doctrinal conciso para su uso en la disciplina de la iglesia. Debemos "marcar a los que están causando las divisiones y las ocasiones de tropiezo, contrarios a la doctrina que aprendieron, y apartarse de ellos". (Romanos 16:17) Debemos cortar a los que perturban la paz de la iglesia por falsos doctrina:

"Al hombre que cause divisiones, después de la primera y segunda amonestación, deséchalo". (Tito 3:10) Para cumplir su papel de guardar la pureza de su membresía, la iglesia debe tener un estándar doctrinal, y ese estándar debe publicarse abiertamente, porque los hombres tienen derecho a saber por qué particularidades serán juzgados. . Exigir a la iglesia que ejerza disciplina contra el error doctrinal sin una confesión de fe publicada es exigir que haga ladrillos sin paja.

Nada menos que una confesión de fe satisfará los reclamos legítimos de una iglesia y sus miembros entre sí. Como observó James Bannerman, "es deber de la iglesia... por una declaración formal y pública de su propia fe, para dar seguridad a sus miembros, de la solidez de su profesión, y para recibir la seguridad de la suya"14. Una iglesia sin una confesión de fe también puede anunciar que está preparado para ser un puerto para todo tipo de herejía condenatoria y para ser el terreno para cualquiera que se dedique a cultivar la cosecha de la novedad. Una iglesia sin una confesión de fe tiene el equivalente teológico y eclesiástico del SIDA, sin inmunidad contra los vientos infecciosos de la falsa doctrina.

Y lo que es cierto de la vida dentro de la iglesia local también es verdad de la comunión entre las iglesias locales. ¿Qué iglesia, que valora la preservación de su propia pureza doctrinal, así como su propia paz y unidad, podría tener una comunión segura con otro cuerpo, sin saber nada de su posición en cuestiones de verdad y error? Sin una fe o política definida, una iglesia no confesional podría ser una fuente de contaminación en lugar de edificación. Bajo tales circunstancias, no podríamos abrir nuestros púlpitos o alentarlos al compañerismo entre las congregaciones con una conciencia clara.15

Antes de dejar el tema de los credos como normas de compañerismo y disciplina, es necesario decir una palabra para que algunos lectores concluyan que esto significa que cada miembro debe tener una visión avanzada de la doctrina bíblica para obtener y mantener la membresía en una iglesia confesional. Tenga en cuenta la observación de Andrew Fuller:
"Si una comunidad religiosa acepta especificar algunos principios principales que consideran derivados de la Palabra de Dios, y juzgar la creencia de que son necesarios para que una persona se convierta o continúe siendo miembro de ellos, no se sigue que aquellos los principios deben ser igualmente entendidos, o que todos sus hermanos deben tener el mismo grado de conocimiento, y aun así no deben entender y no creer nada más. Los poderes y capacidades de las diferentes personas son varios, uno puede comprender más de la misma verdad que otro y tiene sus puntos de vista más ampliados por una variedad extremadamente grande de ideas afines, y sin embargo, la sustancia de su creencia puede seguir siendo la misma. El objeto de los artículos [de fe] es mantenerse a distancia, no aquellos que son débiles en el fe, pero tal como son sus enemigos declarados"16.
3. Un credo sirve como un estándar conciso para evaluar a los ministros de la Palabra.

El ministro de la Palabra debe ser un "hombre fiel" (2 Timoteo 2: 2) "sosteniendo la palabra fiel que es conforme a la enseñanza... capaz de exhortar en la sana doctrina". (Tit 1: 9) Debemos estar en guardia contra los falsos profetas y apóstoles. Debemos "probar los espíritus, ya sean de Dios". (1 Juan 4: 1) No debemos recibir a un hombre infiel en nuestros hogares ni extenderle un saludo fraternal, para que no seamos partícipes de sus malas obras. (2 Juan 10)

No podemos obedecer estas advertencias simplemente recibiendo la confesión de que un hombre cree en la Biblia. Debemos saber lo que él cree que la Biblia enseña sobre los grandes asuntos. Una confesión de fe hace que sea relativamente simple para la que cuando la iglesia pregunte acerca de su solidez doctrinal de un hombre sobre el amplio campo de la verdad bíblica. Sin una confesión de fe, la evaluación de la iglesia de sus ministros es aleatoria y superficial en el mejor de los casos; y, la iglesia estará en gran peligro de imponer las manos a los neófitos y herejes, todo porque no mide candidatos para el ministerio por un estándar amplio y profundo.

Lo que es verdad en el reconocimiento de los ministros por parte de la iglesia es doblemente cierto al reconocer a los maestros apartados para entrenar hombres para el ministerio. No se puede sobreestimar el daño hecho a las iglesias por descuido al colocar a los hombres en sillas teológicas y darles la oportunidad de dar forma a las mentes y almas maleables de los jóvenes candidatos en el ministerio.

4. Las confesiones contribuyen a un sentido de continuidad histórica.

¿Cómo sabemos que nosotros y nuestra gente no somos una anomalía histórica, que no somos los únicos en la historia que hemos creído de esta manera? Nuestras confesiones nos atan a un valioso patrimonio de fe recibido del pasado y son un legado por el cual podemos transmitir a nuestros hijos la fe de sus padres. Esto, por supuesto, no es un problema menor. Un sentido de continuidad histórica contribuye enormemente a la estabilidad de una iglesia y al bienestar espiritual personal de sus miembros.

OBSERVACIONES FINALES

1. El cristianismo moderno está inundado por un torrente de relatividad doctrinal. Satanás y sus fuerzas aman la imprecisión y la ambigüedad que proliferan en nuestros días. Spurgeon observó en su día:
"El archienemigo de la verdad nos ha invitado a nivelar nuestras murallas y quitar nuestras ciudades cercadas".17
Uno se pregunta qué diría Spurgeon, si estuviera vivo hoy y pudiera ver hasta dónde ha llegado la rebaja.
Aquellos de nosotros que amamos estos viejos estándares tenemos el deber de luchar por la fe que una vez fue entregada a los santos. No debemos rendir nuestras confesiones sin luchar. Como dijo Spurgeon, hablando de la importancia de las confesiones,
"Las armas que son ofensivas para nuestros enemigos nunca deberían oxidarse".18
Las grandes confesiones reformadas fueron forjadas en el yunque del conflicto por la fe y han flameado como estandartes donde sea que la batalla por la verdad haya estallado. Donde los hombres han abandonado estas declaraciones de religión bíblica, donde Las opiniones latitudinarias han reinado, la causa de Dios y la verdad ha sufrido mucho.

La falta de voluntad para definir con precisión la fe, que profesa creer, es un síntoma de que algo está terriblemente mal con una iglesia y su liderazgo. Es imposible que una iglesia así funcione como "el pilar y la base de la verdad", ya que no está dispuesta a definir o defender la verdad que profesa tener. La realidad de la situación actual es que no son tanto las confesiones, como las iglesias, las que están siendo juzgadas en nuestros días.

2. Periódicamente, puede ser necesario revisar las grandes confesiones de fe. Sin embargo, no deberíamos revisarlos a cada capricho o con cada cambio de moda teológica. Estos documentos no eran producciones de prisa y no deberían revisarse a toda prisa. Además, aquellos que elaboraron estas grandes obras maestras confesionales eran maestros en Israel, cuyo conocimiento y práctica de la fe cristiana se ha convertido en el punto de referencia para cada generación siguiente. No debemos alterar sus formulaciones doctrinales imprudentemente y tontamente. Sin embargo, nuestras confesiones no son inherentemente sacrosantas o están más allá de la revisión y la mejora; y, por supuesto, la historia de la iglesia no se detuvo en el siglo diecisiete. Hoy nos enfrentamos a errores que los que redactaron las grandes confesiones no enfrentaron y que no abordaron explícitamente. Por lo tanto, la revisión puede ser necesaria en algunos puntos, pero es una tarea que debe emprenderse con extrema precaución.

Si en nuestros días participamos en la revisión de nuestras confesiones, por supuesto debemos estar decididos a ir en contra del espíritu de gran parte de la construcción confesional moderna. Las declaraciones doctrinales modernas se construyen con un propósito diferente al de las antiguas confesiones. Machen observó en su día:
"Los credos históricos no incluían el error: tenían la intención de excluir el error: tenían la intención de exponer la enseñanza bíblica en marcado contraste con lo que se oponía a la enseñanza bíblica, a fin de preservar la pureza de la iglesia. Las declaraciones modernas, por el contrario, incluyen el error. Están diseñadas para hacer espacio en la iglesia para el mismo número de personas y para tantos tipos de pensamiento como sea posible".19
3. Junto a nuestro aprecio por las grandes confesiones reformadas, debemos recordar que cada generación debe fundamentar su fe en la Biblia. La fe de las personas no debe arraigarse solo en una lealtad a la confesión. En nuestras iglesias, debemos buscar hacer seguidores de Cristo, no solo Bautistas, Presbiterianos o Reformados. La confesión no debe convertirse simplemente en una tradición sostenida sin convicción personal enraizada en la Palabra de Dios. Como observó el profesor Murray,
"Cuando cualquier generación se contenta con confiar en su herencia teológica y se niega a explorar por las riquezas de la revelación divina, entonces la declinación ya está en marcha y la heterodoxia será la suerte de la generación siguiente"20.
4. La cuestión de la honestidad aparece cuando abordamos el tema de las confesiones de fe. Tanto para las iglesias como para las personas, la suscripción a una confesión debe ser un acto marcado por la integridad moral y la veracidad. ¿Quién disputaría la premisa de que una iglesia debe ser fiel a sus estándares publicados o que un hombre debe ser lo que dice que es? Sin embargo, lamentablemente, muchas iglesias se han apartado de su confesión al tiempo que reclaman la adhesión a los viejos estándares. Y muchos ministros reclaman lealtad a la Confesión de su iglesia, cuando en verdad se oponen (o tiene serias reservas mentales) artículos de fe particulares. Cuando una iglesia se aleja de los viejos caminos, si no regresa, deja que desautorice públicamente su confesión. Aunque puede entristecernos ver tal deserción de la verdad, y aunque los enemigos de la verdad puedan aprovechar la oportunidad para difamar y denunciar, seguramente es mejor y más honesto que para la iglesia continuar en la hipocresía.
Lo que es cierto de la vida corporativa también es cierto de la honestidad personal. Samuel Miller argumentó que suscribirse a un credo es una transacción solemne
"que debe ser iniciada con mucha deliberación profunda y oración humilde, y en la que, si un hombre debe ser sincero en cualquier cosa, debe ser honesto con su Dios, honesto consigo mismo, y honesto con la iglesia a la que se une".21
Miller continúa diciendo:
"Para mí, sé de ninguna transacción, en la que la falta de sinceridad sea más justamente imputable con el terrible pecado de 'mentir al Espíritu Santo' que en esto"22.
Para terminar, debo apelar a los pastores. La mayoría de nosotros afirmamos y nos adherimos a una confesión antes de que nos impusieran las manos. Hermanos, tenemos la solemne obligación ante Dios de caminar en la unidad de la fe en las congregaciones en las que trabajamos. Si no podemos hacerlo honestamente, si nuestros puntos de vista cambian sustancialmente, debemos retirarnos y encontrar un grupo al que podamos unirnos sin duplicidad. Si no estamos dispuestos a hacer esto, no somos más intachables y sin reproche; y, por lo tanto, estamos descalificados para el ministerio.

Usado con amable Permiso de Publicaciones Bautistas Reformadas 2001W. Oak Ave. Fullerton, CA 92833-3624 714-447-3412
(This address was originally given at a Banner of Truth Minister's Conference in Grand Rapids, Michigan. Dr. Martin is pastor of Emmanuel Baptist Church, Seattle, Washington, USA)
Notas a pie de página
1 Del prefacio de Bonar a Catechisms of the Scottish Reformation (Londres, 1866). Reimpreso como "Religion Without Theology", Banner of Truth 93 (junio de 1971), pág. 37.
2 Citado por Kenneth L. Gentry, Jr., "En defensa del Creedalismo", Banner of Truth 211 (abril de 1981), pág. 6.
3 Samuel Miller, The Utility and Importance of Creeds and Confessions (Philadelphia: Presbyterian Board of Publication, 1839; reimpresión Ed. Greenville. SC: A Press, 1987), pp. 33-35.
4 John Murray, Collected Writings, 1: 281.
5 A. A. Hodge, The Confession of Faith (reedición ed., Londres: The Banner of Truth Trust, 1964), pág. 2.
6 W.G.T. Shedd, Ortodoxia y Heterodoxy (Nueva York: Charles Scribner's Sons. 1893), pp. 167-68.
7 Miller, p. 40.
8 Ibid.
9 Ibid, pp. 56-57.
10 Andrew Fuller, Complete Works (Londres: Holdsworth y Ball,
1832), 5: 221-22.
11 B. H. Carroll, Colosenses, Efesios y Hebreos, en Una interpretación de la Biblia en inglés (1948, reedición ed. Grand Rapids: Baker Book House, 1986), pág. 140.
12 John Murray observó: "En muchos círculos hoy en día existe la tendencia a despreciar, si no deplorar, la finura de la definición teológica que ejemplifica la Confesión. Esta es una actitud a ser obsoleta. Una fe creciente basada en la perfección y la finalidad de las Escrituras requiere cada vez más particularidad y no puede consistir en las generalidades que dan lugar al error ". Collected Writings, 1: 317.
13 Miller, p. 10.
14 James Bannerman, La Iglesia de Cristo (reedición ed., Londres: The Banner of Truth Trust, 1960), 1: 296.
15 Cuando descubrimos que no hay un acuerdo absoluto entre nuestras confesiones, al menos podemos tener una comunión abierta con los ojos abiertos a esas perspectivas que nos dividen.
16 Fuller, Complete Works, 5: 222.
17 Citado por William Cathcart, "Creed, Advantage", en The Baptist Encyclopedia (Filadelfia: Louis H. Everts, 1881), p. 294.
18 Ibid.
19 J. G. Machen, "Credos y avance doctrinal", Estandarte de la verdad (noviembre de 1970).
20 Citado por Allan Harman, "El lugar y la importancia de las confesiones reformadas hoy", The Banner of Truth 112 (enero de 1973), pág. 28.
Soli Deo Gloria