jueves, 21 de junio de 2018

Charles Haddon Spurgeon (Biografía)

Charles Haddon Spurgeon (Kelvedon, 19 de junio de 1834 - Menton, Francia, 31 de enero de 1892) fue un pastor bautista reformado inglés. A lo largo de su vida evangelizó alrededor de 10 millones de personas y a menudo predicaba 10 veces a la semana en distintos lugares. Sus sermones han sido traducidos a varios idiomas y fue conocido como el «Príncipe de los Predicadores». Tanto su abuelo como su padre fueron pastores puritanos, por lo que creció en un hogar de principios cristianos. Sin embargo no fue sino hasta que tuvo 15 años en enero de 1850 cuando hizo profesión de fe en una Iglesia metodista. (FUENTE)

Nacido en una familia con un largo legado de pastores, Carlos Haddon Spurgeon  entró al mundo el 19 de junio de 1834. Se transformaría en el pastor más influyente en el ámbito internacional en los últimos 200 años.
Debido a premuras económicas, Carlos fue enviado un tiempo a la casa de sus abuelos cuando tenía 2 años.  Cuando regresó a los 6 años para comenzar la escolaridad formal. Para esa edad el niño ya sabía leer pues sus abuelos le habían enseñado con la Biblia.
Cuando regresó, su padre, quien también era pastor continuó ejerciendo una gran influencia sobre él. Pero él habla más de la influencia de su madre.
Los domingos por la tarde ella juntaba a sus hijos alrededor de la mesa familiar para leer y orar. Spurgeon decía que ella oraba más o menos así: 
Ahora, Señor, si mis hijos continúan en sus pecados, no será por ignorancia que perecerán. Mi alma testificará contra ellos en el día  del juicio si no se aferran a Cristo”.
Aunque Spurgeon tenía una estirpe santa resistió la obra del Espíritu Santo. Una vez escribió, 
Debo confesar que nunca habría sido salvo si lo hubiese podido evitar. Me rebelé y luché contra Dios. Cuando tenía que orar, no oraba; y cuando las lágrimas rodaban por mi mejilla, la limpiaba y desafiaba a Dios para que derritiera mi alma. Antes que yo comenzara con Cristo, él comenzó conmigo”. (1)
Spurgeon una vez dijo que cuando tenía 16 años el Espíritu Santo estuvo arando su alma con 10 caballos—los diez mandamientos—y sembró el evangelio.

Un domingo por la mañana la nieve caía pesadamente y Carlos no pudo llegar a su iglesia, así que enfiló hacia la pequeña capilla Metodista Primitiva. Cuando llegó, descubrió que el pastor no pudo llegar, ni había un predicador invitado. Lo único que sabemos que predicó un hombre sin ninguna clase de educación, pero no sabemos hasta hoy su nombre. Spurgeon recordaba con detalle aquel día, “Ese hombre leía con dificultad y predicó el texto, “Mirad a mi todos los términos de la tierra”. Se pegó al texto porque en realidad tenía muy poco para decir. “Mis queridos amigos”, dijo, “es un texto muy simple. Dice ‘Mirad’. El mirar no lleva mucho trabajo, ¿no? Mirar… no hace falta ir al colegio para aprender a mirar. Puedes ser el tonto más grande y aún así puede mirar. Cualquiera puede mirar; aún un niño puede mirar. Pero el texto dice ‘Mirad a mí’. Muchos de ustedes se están mirando a ustedes mismos, peo no sirve mirar así. Nunca encontrarán paz en ustedes…miren a Cristo. El texto dice, ‘Miren a mi’”.

Uno de los biógrafos de Spurgeon dice que luego de 10 minutos este hermano había dicho todo lo que había que decir. Pero luego tomó cuenta del joven Spurgeon que estaba sentado atrás, debajo del balcón; no lo reconoció, pero se dio cuenta de su expresión desconsolada, se enfocó en él y dijo, “Joven, usted se ve miserable. Y siempre lo será—miserable en la vida y miserable en la muerte—si no obedece mi texto, pero si lo obedece ahora, será salvo. ¡Joven, mire a Cristo!, ¡¡mire, mire, mire!!”. Y terminó el sermón. Esa invitación de su Palabra en forma tan simple penetró en el corazón de Spurgeon, miró a Cristo y fue salvo, su vida cambió para siempre”. (2)

El pasaje era de Isaías 45. Este versículo llegó a ser el lema de su vida.  Debemos reconocer que ese predicador y ese texto no hubieran pasado ninguna exanimación homilética, ni siquiera en la escuela para predicadores que fundara luego Charles Haddon Spurgeon. Ninguno de los que leen este artículo invitaría a ese hombre a predicar en sus conferencias pastorales. Hay una guerra silenciosa entre aquellos que se ufanan de su doctrina y de sus herramientas bíblicas para predicar y enseñar, frente a otros que no lo hacen con excelencia, sin preparación ninguna. Dios ha usado a ambos a lo largo de la historia. Luego de aquella fría mañana, pasó un año y Carlos fue invitado a predicar con 17 años a un puñado de campesinos que se reunían en un granero improvisado. Accedió. En 2 años ese grupo creció a 400 personas. Sin ninguna educación formal, aunque Spurgeon tenía una memoria fotográfica y era un lector voraz—leía un promedio de 6 libros por semana y su biblioteca incluía más de 12.000 volúmenes—así y todo amaba predicar.

A la edad de 19 años fue invitado a predicar a Londres en la bien conocida y ya en decadencia Capilla de la Calle New Park. Tenía un auditorio para más de 1200 personas y una larga historia de pastores brillantes y bíblicos. La iglesia había quedado envuelta en una ciudad que crecía. Había quedado dentro de un barrio que hoy llamaríamos pobre, pero no tenía ninguna trascendencia en la vida de ese barrio. Tampoco tenía un pastor/maestro que compartiera la Palabra de Dios.
Spurgeon pensó que la invitación había sido un error e intentó rehusarse. ¿Por qué un joven campesino sin educación tendría que ir a la ciudad? Pero esta iglesia que había sido alguna vez vibrante escuchó sobre este joven que hablaba con pasión y color e insistieron en la invitación. Al fin Carlos aceptó y fue a predicar. Cuando habló aquel domingo, dicen que había menos de 200 personas.

La historia llegó hasta nosotros diciendo que su aspecto eran un tanto desgarbado, su cabello un tanto desobediente al peine, simplemente no calzaba en aquel ambiente citadino. Su padre le había dicho que era un error ir a esa iglesia—quizá tuviera razón.

Una joven de la congregación recuerda cómo aquel joven se presentó un aspecto un tanto distraído—si no cómico. Ella escribió en su diario—y la cito—“su cabello mal recortado, su saco un poco grande de satin, y un pañuelo azul que no iba para ese saco, pañuelo con pecas blancas, que describían gráficamente su sermón, llamando más la atención. Despertó en mí algo cómico”. (3) Despertó más que eso, porque en 2 años se casaría con él.  Su nombre era Susannah y de ahí en más Carlos no volvió a usar pañuelos.

Cuando cumplió 20 años, Carlos aceptó el pastorado de esa iglesia y la iglesia explotó con crecimiento. En un año ya no pudieron reunirse allí, y decidieron construir otro edificio. Durante la construcción la congregación alquiló un lugar público, lo cual fue un escándalo, porque las iglesias no se reunían en edificio públicos. ¡Qué le importaba eso a Carlos si ya se había reunido 3 años en un granero! Un año después ya estaban en el nuevo edificio, pero volvió a llenarse, y se alquiló otro edificio mientras terminaban la segunda edificación. Para esta época Carlos Haddon Spurgeon era conocido en toda la ciudad de Londres. Su dramático estilo de predicación, con gestos ampulosos de las manos era muy inusual en aquella época—sus tonos e inflexiones de voz estaban salpicados con metáforas, historias  y humor, lo cual creaba alboroto en toda Londres. Especialmente su humor…el humor en el púlpito era impropio y extremadamente fuera de toda línea por aquellos días de moral victoriana. De hecho, en una ocasión una mujer adinerada le increpó por usar demasiado humor en el púlpito a lo que él respondió, “Madame, usted no tiene idea de las cosas que me guardo”.
Luego escribía, “No hay nada espiritual en la tristeza y la desesperanza. Jesús no dijo, ‘benditos los cristianos tristes’; y a mí me parece que muchos predicadores parecen tener atadas sus corbatas apretando sus almas”. (4)

Los pastores de todo Londres se dividían en su opinión sobre el joven Spurgeon. Unos lo llamaban un buscador de gloria, otros lo llamaban El Niño Actor. No importaba…en tanto todos quisieran escucharlo predicar.

Su teología era bíblica. Desagradó a su familia que se convirtiera en bautista, rehusando bautizar infantes, lo que habían hecho su abuelo y su padre por décadas. Luego escribiría, “Aunque los amo y reverencio (a su padre y abuelo), no hay razón por la que deba imitarlos”. (5) Predicaba y tenía por alto la soberanía de Dios, la elección y el juicio final. Cuando una vez le preguntaron, dijo que prefería pensar de sí mismo como un cristiano común, 
“Nunca me avergüenza ser conocido como calvinista; no dudo en llevar el nombre de bautista, pero si me preguntan cuál es mi credo, contesto, simplemente Jesucristo”.
En marzo de 1861 la iglesia se mudó al, hasta hoy conocido, Tabernáculo Metropolitano, con capacidad para 5.600 personas sentadas, no tenía órgano ni ningún instrumento, porque Carlos creía que todo lo que no fuera la voz humana, era una distracción.

Cuando aún eran de novios, Susannah sabía que Spurgeon pertenecía a Dios. Unos días antes de su boda Carlos estaba corrigiendo unos sermones, Susannah se sentó, y luego recordaría, “aprendiendo a estarme quieta”. (6) Una vez estando comprometidos, Spurgeon se olvidó de ella completamente y la dejó en la iglesia, ella corrió a casa de la madre bañada en lágrimas. (7) Así y todo, tuvieron un maravilloso matrimonio—aunque muy ocupado y lleno de interrupciones. Tuvieron dos varones mellizos. Tomás, con el tiempo, fue pastor en la misma iglesia, y Carlos Junior se hizo cargo del orfanato que su padre había fundado. A la edad de 33 años, Susannah sufrió problemas físicos. Parece ser que tuvo una rara intervención quirúrgica en las vertebras cervicales hecha por Santiago Simpson, el padre moderno de la ginecología. Esa operación no surtió efecto. Quedó virtualmente inválida por los siguientes 27 años. A partir de allí en muy raras ocasiones escuchó predicar a su esposo ante miles de personas en la iglesia.

La iglesia creció tanto que en ocasiones Spurgeon le pedía a la congregación no venir el próximo domingo para que así otras personas nuevas pudieran encontrar lugar. En cierta ocasión le pidió a la congregación que se retirara para que los que estaban fuera pudieran entrar. Así lo hicieron, y el recinto volvió a colmarse de gente. Al fin de su ministerio pudo ver 14.500 bautismos y una membresía activa de 5.300 personas. (8) En medio de todo esto, Spurgeon tuvo sus vaivenes de salud. Sufría de gota, sus articulaciones se inflamaban, reumatismo e inflamación de riñones, lo que le provocaba agudos dolores. 

Desde los 35 años, hasta su muerte a la edad de 57 años pasó una tercera parte del tiempo fuera del púlpito para recuperarse en el cálido clima del sur de Francia, la ciudad de Mentone. Así y todo trabajaba 18 horas al día, y escribió  140 libros de su autoría.  Para nombrar uno, mi favorito, “El Tesoro de David”, 7 volúmenes de un comentario de los Salmos. Creo que todavía no ha sido superado. Lleno de citas, bosquejos propios y ajenos de decenas de predicadores puritanos, con ilustraciones de homilética. Un lujo. Ese comentario devocional le llevó la mitad de su ministerio. Puede conseguirlo en castellano, aún para ebook.

Cuando su amigo, el misionero David Livingstone, le preguntó, “Carlos ¿Cómo manejas el trabajo de dos personas en un solo día?” Spurgeon replicó, “te has olvidado que dentro mío somos dos”. Amaba el verso que escribiera Pablo a los colosenses, para lo cual también trabajo, luchando según la potencia de él, la cual actúa poderosamente en mi (Col 1.29). Carlos escribió una vez, 
“Si por labor excesiva, morimos antes  de la edad media de un hombre, agotados al servicio del Maestro, gloria sea a Dios, tendremos menos de este mundo, y más del cielo. Es nuestro deber y privilegio extinguir nuestras vidas para Jesús. No tenemos que ser especímenes vivos de hombre preservados finamente, sino vivir vidas sacrificadas, cuyo destino es ser consumidas”.
Temprano en su ministerio, Carlos fundó una escuela de pastores. El quería que los muchachos recibieran la educación que él nunca recibió. En esta empresa, su forma directa de abordar el tema del ministerio, junto con su implacable humor, fueron una leyenda. Por ejemplo, un comité de púlpito de una iglesia pedía un estudiante para que fuera su pastor. Presentaron lo que buscaban, las tareas a realizar y lo que estaban dispuestos a pagar al pastor, Spurgeon les escribió diciéndoles que el salario le parecía bajo. Cito la carta, el único individuo que conozco que puede ocupar esa vacante con tal salario es el ángel Gabriel. El no necesitaría efectivo ni dinero para ropa; puede descender del cielo el domingo y volver por la noche; les aconsejo invitar a Gabriel como su pastor (9) En otra ocasión, llegó una carta de un comité pastoral—le escribieron para que les recomendara un pastor que pudiera llenar su auditorio. Spurgeon contestó que no tenía un estudiante tan grande, pero que les podía recomendar uno que fuera capaz de llenar el púlpito. Spurgeon personalmente entrevistaba a cada estudiante en prospectiva—buscaba lo que él llamaba una clara evidencia del llamado de Dios a sus vidas. Muchas veces tenía que desalentar a  los estudiantes, al punto que le llamaban Asesino de Pastores. Simplemente le preocupaba proteger a las iglesias de personas poco dotadas, poco calificados o poco santos. Spurgeon escribe de un joven, y cito, “Su cara pudo haber servido como portada para un libro sobre el orgullo y la arrogancia. Me envío nota que quería verme inmediatamente—sin ninguna cita. Su audacia me intrigó; y cuando estuvo delante mío dijo, “Señor, quiero entrar a su Colegio y quisiera hacerlo ya”.

“Me puso al tanto de sus dotes como predicador, y que podría darme muchos testimonios que certificaran su don, pero le pareció innecesario, porque una simple entrevista conmigo me convencería de su habilidad. Su sorpresa fue grande cuando le dije, “Señor, me veo obligado a decirle que no puedo aceptar su aplicación”. “¿Por qué no? “Bien, se lo voy a decir claramente; usted es tan terriblemente inteligente que yo no puedo insultarlo al recibirle como estudiante, ya que  solamente tenemos estudiantes tan ordinarios que usted tendría que rebajarse para tratar con ellos”. “Bueno”, dijo, “al menos déjeme mostrarle mis habilidades como predicador—escoja cualquier texto o tema, y en este mismo lugar predicaré”. Spurgeon respondió, “Oh, no puedo, me considero indigno de tal privilegio”.

Usted se podrá imaginar lo demandado que era al tener 60 ministerios diferentes bajo su supervisión. Al tener una memoria fotográfica podía acordarse de todo lo que había leído en libros y comentarios. Los sábados por la tarde comenzaba a preparar sus sermones del domingo por la mañana. No es una buena idea si usted no tiene una memoria fotográfica y no ha estado leyendo vorazmente durante toda la semana. Spurgeon era un predicador textual—exponía uno o dos versículos y los estrujaba hasta sacar todo el jugo. El próximo domingo estaría en otro libro, otro texto.  A veces sucedía que no encontraba un texto para predicar y convocaba a Susannah con desesperación llamándola “Susi” o “esposita”. Susannah acudía con gran gozo y traía su Biblia leyéndole varios pasajes que habían sido de bendición para ella. Entonces él repentinamente decía “¡Ese!”, y en pocas horas tenía su sermón.

El lunes siguiente editaba el manuscrito y lo presentaba a los periódicos para que sea leído por millones en todo el mundo de habla inglesa. Un sábado a la noche en particular, estando Spurgeon en cama, literalmente predicó en sueños; con toda claridad. Susannah tomó papel y pluma e hizo las notas; cuando Spurgeon despertó, ella le pasó las notas. Carlos descartó lo que había preparado y ese domingo predicó lo que había dicho en sueños. ¿Puede imaginarlo?

Otro sábado por la noche tuvo la interrupción de un prominente y orgullos líder religioso. El ama de llaves le hizo saber a Spurgeon de tremenda visita—a lo que este le hizo saber que no podría atenderlo porque estaba estudiando su sermón. El caballero un tanto ofendido pidió ser anunciado como que un siervo del Maestro quería hablar con él. La respuesta de Spurgeon fue que en ese momento estaba ocupado con el Maestro y no podía ser interrumpido por ningún siervo.

El ministerio de Spurgeon también tuvo nubarrones. Controversias doctrinales. En una ocasión predicó sobre el bautismo infantil y causó una batahola en todo Londres. Los periódicos de Estados Unidos editaban sus sermones sacando toda mención que Spurgeon hiciera atacando la esclavitud. A él no le interesaba lo que la mayoría de la gente opinara.

Algunas controversias las inició él mismo. De hecho, los dos pastores más famosos en la Inglaterra victoriana fueron Carlos Haddon Spurgeon y José Parker. Spurgeon predicaba a 10.000 personas cada domingo; la congregación de Parker era la segunda en tamaño. Al principio fueron amigos al punto de intercambiar púlpitos. Pero, desafortunadamente, hubo desacuerdos. Spurgeon acusó a Parker de ser un pastor poco espiritual porque iba al teatro y la ópera. Parker contestaba la agresión criticando el mal ejemplo de Spurgeon al fumar esos cigarros, en público y privado. Sus intercambios de palabras fueron virulentos. Esas acusaciones se aireaban en los periódicos. Dos grandes siervos que rompieron su comunión y su amistad nunca fue la misma. (10)

En una ocasión, una conversación inocente llegó a los periódicos. El evangelista norteamericano D. L. Moody visitaba a Spurgeon. Parece ser que Moody le preguntó a Spurgeon cuándo iba a dejar esos horribles cigarros. Spurgeon apuntó con el dedo a la barriga de Moody y dijo, “Cuando te liberes de esto”. Uso esos ejemplos para recordarnos que todos los hombres de fe pueden discutir y argumentar, y aún dividirse, por cosas mucho menos significativas que el evangelio que defienden. Si usted puede leer sus obras—le recomiendo sus devocionales “Mañana y Tarde”, usted se dará cuenta que por sobre todo, Spurgeon era un pastor. Amaba a la gente. Amaba a Cristo. Amaba el pastorear. Sus escritos tienen la habilidad—aún después de 20 años—de traer consuelo a los corazones desalentados.

Por ejemplo, escribió, Amigo mío, cuando el dolor te apriete estando en el polvo, adora ahí. Si tal lugar se convierte en tu Getsemaní, presenta ahí tus lágrimas a Dios. Recuerda las palabras de David, ‘hermanos, derramen sus corazones—no termina ahí la cita—ante El’. Den vuelta el recipiente; es bueno que esté vacío, porque esta pena puede fermentar en algo más amargo; den vuelta el recipiente y dejen que corra cada gota; que corra ante el Señor. (11)

Spurgeon también escribió sobre sus propios sufrimientos y cito, 
“Lo bueno que he recibido de mis tristezas, y dolores, y penas es incalculable…la aflicción es el mejor mueble de mi casa. Es el mejor libro de mi biblioteca.”
Los últimos años de su ministerio estuvieron signados por la controversia llamada “Down Grade”. Spurgeon acusó a los pastores de la Unión Bautista a la cual pertenecía él también, de negar el evangelio y aguar la doctrina; atacó su creciente acomodo a las teorías de Carlos Darwin (la teoría de la evolución). Esos pastores estaban negando una creación de 6 días literales. Cientos de pastores estaban enfurecidos con sus acusaciones al punto que votaron echarle de la Unión Bautista. Su renuncia fue el 26 de octubre de 1887. Quizá su cita más famosa fue, 
“Querer predicar a Cristo sin su cruz, es entregarle con un beso.”
Solía decirle sus estudiantes, 
“Hermanos, si no sois teólogos, no sois buenos para nada como pastores.”
Carlos Haddon Spurgeon falleció seis meses antes de cumplir 58 años. (Enero de 1892)

Fuentes
wholesomewords.com – Recursos bibliográficos cristianos – Spurgeon p.1
Ibid, p.2
Carlos Haddon Spurgeon, Autobiografía: Volumen 1 (Banner of Truth Reprint, 2005), p.180
Kent Hughes, El Sermón del Monte (Crossway, 2001= p.26
Susannah Spurgeon & Joseph Harrald, Autobiografía de Carlos Haddon Spurgeon Volumen 1 (Banner of Truth Reprint, 2006)
Richard Ellsworth Day, The Shadow of the Broad Brim (Judson Press, 1934), p.110
Susannah Spurgeon & Joseph Harrald, p.289
Ibid, p.3
Susannah Spurgeon & Joseph Harrald, Autobiografía de Carlos Haddon Spurgeon, Volumen 2 (Banner of Truth Reprint, 2006), p.162
Adaptado de R. Kent Hughes, Romanos (Crossway Books, 1991), p.263
Carlos Spurgeon, El Sufrimiento del Hombre & La Soberanía de Dios (Fox Rivers Press, 2001), p.18
Soli Deo Gloria

jueves, 14 de junio de 2018

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Los Nombres y las Naturalezas de Cristo

LOS NOMBRES DE CRISTO

Hay especialmente cinco nombres que piden una breve discusión en este lugar. Son parcialmente descriptivos de las naturalezas de Cristo, parcialmente descriptivos de su posición oficial, y parcialmente descriptivos de la obra que El vino a hacer en el mundo.

EL NOMBRE JESÚS

El nombre Jesús es la forma griega del hebreo Jehoshua, Joshua, Josué 1: 1; Zac. 3: 1, o Jeshua (la forma regular usada en los libros históricos post-exílicos), Esd. 2: 2. La derivación de este nombre común del Salvador está velada en la oscuridad. La opinión generalmente aceptada es que se deriva de la raíz yasha', que se cambió en hoshia', salvar, pero no es fácil explicar como Jehoshua' se convirtió en Jeshua'. Probablemente Hoshea', se derivó del infinitivo que era la forma original (compárese Núm. 13:8, 16; Deut. 32: 44), que expresa únicamente la idea de redención. La letra yod, que es el signo del imperfecto, debe haber sido añadida para expresar la certidumbre de la redención. Esto concordaría muy bien con la interpretación que se da al nombre en Mat. 1:21. Para otra derivación de Jeho (Jehová) y shua, que es ayuda (Gotthilf) compárese el Diccionario Dogmático de Kuyper.1 El nombre nació de dos bien conocidos tipos de Jesús en el Antiguo Testamento.
(1 De Christo, I, pp. 56 y siguientes)

EL NOMBRE CRISTO

Si Jesús es el nombre personal, Cristo es el nombre oficial del Mesías. Es equivalente al Mashiach del Antiguo Testamento (derivado de mashach, ungir), y de este modo significa "uno ungido". Los reyes y los sacerdotes, regularmente, fueron ungidos en la antigua dispensación, Ex 29 : 7 ; Lev. 4 : 3, Jueces 9 : 8 ; I Sam 9 : 16 ; 10 : 1 ; II Sam 19 : 10. Al rey se le llamaba "el ungido de Jehová", I Sam 24: 10. Hay un solo ejemplo de un profeta que fue ungido según se relata en I Reyes 19: 16, pero seguramente hay referencias a ello en el Sal 105: 15 y en Isa. 61: 1. El aceite usado para la unción de estos oficiales simbolizaba el Espíritu de Dios, Isa. 61: 1; Zac. 4: 1-6, y la unción representaba la transferencia del Espíritu a la persona consagrada, I Sam 10: 1, 6, 10; 16: 13, 14. La unción era un signo visible de 1. Una designación para el oficio 2. El establecimiento de una relación sagrada y la consiguiente santidad de la persona ungida, I Sam 26: 6; 26 : 9 ; II Sam 1: 14 3. Una comunicación del Espíritu para el que había sido ungido, I Sam 16: 13, compárese también II Cor. 1: 21, 22. El Antiguo Testamento se refiere a la unción del Señor en Sal 2: 2; 45: 7; y en el Nuevo Testamento, en Hech. 4: 27 y 10: 38. Anteriormente se encontraron referencias a esto en Sal 2: 6 y Prov. 8: 23. Pero los actuales hebraístas aseguran que la palabra nasak, usada en estos pasajes, significa "establecer" más bien que "ungir". No obstante, compárese también Isa. 11: 2; 42. Cristo fue establecido o designado para sus oficios desde la eternidad, así lo indica la palabra que señala a la realidad de la primera cosa simbolizada en la unción, pero históricamente su unción tuvo lugar cuando El fue ungido por el Espíritu Santo, Luc. 1: 35, y cuando recibió al Espíritu Santo, especialmente a la hora de su bautismo, Mat. 3: 16; Mar. 1: 10; Luc. 3: 22; Juan 1: 32; 3: 34. Sirvió para capacitarlo para su gran tarea. El nombre "Cristo" se aplicó por vez primera al Señor como nombre común acompañado del artículo, pero por grados se desarrolló en la forma de nombre propio, y fue usado sin el artículo.

EL NOMBRE HIJO DEL HOMBRE

En el Antiguo Testamento se encuentra este nombre en Sal 8: 4; Dan 7: 13, y frecuentemente en la profecía de Ezequiel. Se Te encuentra también en los libros apócrifos, en Enoc 46 y 62, y II Esdras 13. En la actualidad se admite casi por lo general que el uso que el Nuevo Testamento hace de este nombre depende del pasaje de Daniel, aunque en aquella profecía es sólo una frase descriptiva y todavía no se considera como título. La transición desde la frase descriptiva hasta el nombre tuvo lugar en tiempo posterior y parece que ya era un hecho cumplido cuando fue escrito el libro de Enoc. Este nombre fue el que Jesús usó más comúnmente para designarse. Se aplicó el nombre en más de 40 ocasiones, en tanto que otros se eximieron por completo de dárselo a Él. La única excepción en los evangelios se encuentra en Juan 12: 34, en donde aparece como una cita indirecta de lo que dice Jesús; y en el resto del Nuevo Testamento solamente lo emplean Esteban y Juan, Hech. 7: 56; Apoc. 1: 13; 14: 14.

El Dr. Vos, en su obra titulada Self-Disclosure of Jesús, divide en cuatro clases los pasajes en donde el nombre ocurre 1. Pasajes que claramente se refieren al regreso escatológico del Hijo del Hombre, por ejemplo, Mat. 16: 27, 28; Mar. 8 : 38 ; 13 : 26; etc., y paralelos 2. Pasajes que hablan particularmente de los sufrimientos y la muerte de Jesús, y (algunas veces) también de su resurrección, como por ejemplo, Mat. 17 : 22 ; 20: 18, 19, 28; 12 : 40, etc. y paralelos 3. Pasajes del Cuarto Evangelio, en los que se acentúa el lado celestial sobre-humano y la preexistencia de Jesús, por ejemplo, 1: 51; 3: 13, 14; 6: 27, 51, 62; 8: 28, etc. 4. Un corto número de pasajes, en los que Jesús revela su naturaleza humana, Mar. 2: 27, 28; Juan 5: 27; 6: 27, 51, 62. Es difícil determinar por qué prefirió Jesús este nombre como designación propia. Originalmente el nombre se consideró, por lo general, como un título de significado oculto, por medio del cual Jesús intentó velar más bien que revelar su carácter mesiánico. Esta explicación se desechó cuando se prestó más atención al elemento escatológico de los Evangelios, y al uso del nombre en la literatura apocalíptica de los judíos. Dalman revivió la idea y consideró una vez más al título como "una manera intencional de velar el carácter mesiánico bajo un título que afirmara la humanidad de Aquel que lo llevaba".1 (1 Words Of Jesus, p. 253)
La supuesta prueba de esto se encuentra en Mat. 16: 13; Juan 12: 34. Pero la prueba es dudosa; el último de estos pasajes hasta demuestra que el pueblo entendía el nombre en sentido mesiánico. El Dr. Vos es de opinión que Jesús probablemente prefería el nombre, porque estaba del todo alejado de toda posible prostitución judía del oficio mesiánico. Llamándose Hijo del Hombre, Jesús impartía a su carácter mesiánico su propio espíritu centrado en el cielo. Y la altura a la que de esta manera elevó su persona y obra pudo haber tenido que ver con los titubeos de sus primeros seguidores para nombrarlo con el más celestial de todos los títulos.1 (1The Self-Disclosure of Jesus, pp. 251 y siguientes)

EL NOMBRE HIJO DE DIOS

El nombre "Hijo de Dios" se aplicó de diversos modos en el Antiguo Testamento: 1. Al pueblo de Israel, Ex 4 : 22 ; Jer. 31 : 9 ; Oseas 11: 1 2. A los oficiales de Israel, especialmente al rey prometido de la casa de David, II Sam 7: 14; Sal 89: 27 3. A los ángeles, Job 1: 6; 2 : 1; 38: 7; Sal 29: 1; 89: 6 4. Al pueblo piadoso en general, Gen 6: 2; Sal 73: 15; Prov. 14: 26. En Israel adquirió el nombre un significado teocrático. En el Nuevo Testamento encontramos a Jesús apropiándose el nombre, y a otros que también se lo concedieron a Él. El nombre se le aplica a Jesús en cuatro sentidos diferentes que no siempre se conservan con entera distinción en la Escritura, puesto que algunas veces se combinan. Se aplica el nombre a Jesús:

1. En el sentido oficial o mesiánico, como una descripción del oficio más bien que de la naturaleza de Cristo. El Mesías pudo ser llamado Hijo de Dios como heredero y representante de Dios. Los demonios claramente entendieron al nombre en sentido mesiánico, cuando se lo dieron a Jesús. Parece haber tenido este sentido también en Mat. 24: 36; Mar. 13: 32. Aun cuando el nombre, tal como fue pronunciado por la voz que se oyó en el bautismo de Jesús y en su transfiguración, Mat. 3: 17; 17: 5; Marc. 1: 11; 9: 7; Luc. 3: 22; 9: 35, puede interpretarse así, con toda probabilidad, tiene un sentido más profundo. Hay varios pasajes en los que el sentido mesiánico se combina con el sentido trinitario, compárese lo que sigue.

2. En el sentido trinitario. El nombre se usa algunas veces para denotar la deidad esencial de Cristo. En este sentido señala el derecho de hijo desde la preexistencia, lo que trasciende absolutamente de la vida humana de Cristo y de su llamamiento oficial como Mesías. Encontramos ejemplos de esto en Mat. 11: 27; 14: 28-33; 16: 16, y paralelos; 21: 33-46, y paralelos; 22: 41- 46; 26: 63, y paralelos. En algunos de estos ejemplos la idea del derecho de hijo como idea mesiánica entra también en mayor o menor grado. También encontramos en pasajes juaninos, entretejidas, la idea ontológica y la mesiánica de derecho de hijo, en los que Jesús declara con autoridad que El es el Hijo de Dios, aunque no haga uso del nombre, por ejemplo en 6: 69; 8: 16, 18, 23; 10 : 15, 30 ; 14 : 20, etc. En las epístolas se designa frecuentemente a Cristo como el Hijo de Dios en el sentido metafísico, Rom. 1: 3; 8: 3; Gal 4: 4; Heb. 1: 1; y muchos otros pasajes. En la moderna teología ancha es costumbre negar el derecho metafísico de Hijo que tiene Cristo.

3. En el sentido de la natividad. También se llama a Cristo el Hijo de Dios en virtud de su nacimiento sobrenatural. El nombre se le aplica en el bien conocido pasaje del evangelio de Lucas, en el que el origen de su naturaleza humana se atribuye a la paternidad de Dios directa y sobrenatural, es decir, Luc. 1: 35. El Dr. Vos también encuentra indicaciones de este sentido del nombre en Mat. 1: 18-24; Juan 1: 13. Naturalmente este significado del nombre también lo niegan los modernos teólogos anchos, que no creen en el nacimiento virginal ni en la concepción sobrenatural de Cristo.

4. En el sentido ético religioso. En este mismo sentido el nombre "hijo" o "hijos de Dios" se aplica a los creyentes en el Nuevo Testamento. Es posible que tengamos un ejemplo de la aplicación del nombre "Hijo de Dios" a Jesús en ese sentido ético religioso en Mat. 17: 24-27. Esto dependerá de saber si Pedro está aquí representado como exento también del tributo del templo. Especialmente en este sentido la teología ancha moderna atribuye el nombre a Jesús. Encuentra que el derecho de Hijo correspondiente a Jesús es únicamente un derecho de hijo en el sentido ético religioso, algo que en realidad es elevado pero que esencialmente no es diferente del derecho que tenían sus discípulos.

EL NOMBRE SEÑOR (KURIOS)

El nombre "Señor" se aplica a Dios en la Septuaginta a. Como el equivalente de Jehová b. Como la traducción de Adonaí c. Como la traducción de un título honorífico humano aplicado a Dios (el principal, Adon), Jos. 3: 11; Sal 97: 5. En el Nuevo Testamento encontramos una parecida y triple aplicación del nombre a Cristo 1. Como una forma cortés y respetuosa de dirigirse a Él, Mat. 8: 2; 20: 33 2. Una forma que expresa propiedad y autoridad, sin implicar nada del carácter divino de Cristo y de su autoridad, Mat. 21: 3 ; 24 : 42 3. En la forma que expresa un elevado carácter, con la más elevada connotación de autoridad, y de hecho, equivalente prácticamente al nombre Dios", Marc. 12: 36, 37; Luc. 2: 11; 3: 4; Hech. 2: 36; I Cor. 12: 3; Fil. 2: 11. En algunos casos es difícil determinar la connotación exacta del título. Sin duda, después de la exaltación de Cristo, el nombre se aplicó generalmente a Él en el más elevado sentido. Pero hay ejemplos de este uso aun antes de la resurrección, en donde la importancia divina, de modo práctico, del título ya ha sido alcanzada evidentemente, como en Mat. 7:22; Luc. 5: 8; Juan 20: 28. Hay una grande diferencia de opinión entre los eruditos respecto al origen y desarrollo de este título tal como se aplica a Jesús. A pesar de todo lo que se ha adelantado en el sentido contrario, no hay razón para dudar que el uso del nombre, en la forma que fue aplicado a Jesús, tiene su raíz en el Antiguo Testamento. Hay un elemento constante en la historia de este concepto, y es el sentido de derecho de propiedad con la debida autoridad. Las epístolas de Pablo sugieren la idea adicional de que es una autoridad y derecho de propiedad que descansa sobre los derechos adquiridos precedentemente. Es dudoso si este elemento ya está presente en los Evangelios.

LAS NATURALEZAS DE CRISTO

Desde los tiempos primitivos, y más particularmente desde el Concilio de Calcedonia, la Iglesia confesó la doctrina de las dos naturalezas de Cristo. El Concilio no resolvió el problema que presentaba una persona que a la vez era humana y divina, sino sólo trató de hacer a un lado las soluciones que se habían ofrecido y que eran claramente reconocidas como erróneas. Y la Iglesia aceptó la doctrina de las dos naturalezas en una persona, no porque entendiera por completo el misterio, sino porque vio en ello un misterio revelado por la Palabra de Dios. Fue, y permaneció desde entonces para la Iglesia, como un artículo de fe que está más allá de la comprensión humana. Los ataques racionalistas sobre la doctrina no escasearon, pero la iglesia permaneció firme en la confesión de esta verdad a pesar del hecho de que una y otra vez se declaró que era contraria a la razón. En esta confesión los católicos romanos y los protestantes permanecen hombro con hombro. Pero desde la última parte del Siglo XVIII en adelante esta doctrina ha sido hecha blanca de persistentes ataques. Vino la época de la razón y se declaró ser indigno del hombre aceptar, sobre la base de autoridad de la Escritura, lo que era en realidad contrario a la razón humana. Lo que no era recomendable por sí mismo a este nuevo árbitro se declaró simplemente que era erróneo. Filósofos y teólogos individualmente trataron de resolver el problema presentado por Cristo, a fin de poder ofrecer a la iglesia una sustitución de la doctrina de las dos naturalezas. Tomaron su punto de partida en la humanidad de Jesús, y aun después de un siglo de penosa búsqueda no encontraron en Jesús más que un hombre con un elemento divino en El. No pudieron levantarse hasta el reconocimiento de El cómo su Señor y su Dios. Schleiermacher habló de un hombre con una suprema conciencia de Dios; Ritschl, de un hombre que tuvo el valor de un Dios; Wendt, de un hombre que permanecía en una íntima y continua comunión de amor con Dios; Beyschlag, de un hombre lleno de Dios, y Sanday, de un hombre con una irrupción de lo divino en la subconsciencia pero Cristo es y sigue siendo únicamente un hombre. En la actualidad la escuela ancha representada por Harnack, la escuela escatológica de Weiss y Schweitzer, y la más reciente, de religiones comparadas, encabezada por Bousset y Kirsopp Lake, todos concuerdan en despojar a Cristo de su verdadera deidad y reducirlo a dimensiones humanas. Para el primero nuestro Señor es únicamente un gran carácter ético; para el segundo es un vidente apocalíptico; y para el tercero un dirigente sin igual hacia un exaltado destino. Considera- ron al Cristo de la Iglesia como creación del helenismo o del judaísmo, o de los dos, combinados. No obstante, en la actualidad toda la epistemología de los siglos anteriores está a discusión, y la suficiencia de la razón humana para la interpretación de la verdad última se encuentra seriamente controvertida. Hay un nuevo énfasis sobre la revelación. Teólogos muy influyentes como Barth y Brunner, Edwin Lewis y Nataniel Micklem, no titubean en confesar una vez más la fe en la doctrina de las dos naturalezas. Resulta de la mayor importancia sostener esta doctrina tal como fue formulada por el Concilio de Calcedonia y como está contenida en nuestros símbolos confesionales. 1 (1 Conf. Belg., Art. XIX; Heidelberg Cat., Preguntas 15.18; Canons of Dort II, Art. IV.)

PRUEBAS BÍBLICAS DE LA DEIDAD DE CRISTO

En vista de la extendida negación de la deidad de Cristo, resulta de lo más importante estar perfectamente informados de la prueba bíblica de ella. La prueba es tan abundante que nadie que acepta la Biblia como la palabra infalible de Dios puede albergar duda alguna sobre este punto. Para la clasificación ordinaria de las pruebas bíblicas derivadas de los nombres divinos, los atributos divinos, las obras divinas, y el honor divino que a Cristo se atribuye, tendremos que referirnos al capítulo sobre la Trinidad. A continuación damos un arreglo un tanto diferente, atendiendo a la reciente tendencia del criticismo histórico.

1. En el Antiguo Testamento. Algunos han mostrado inclinación a negar que el Antiguo Testamento contenga predicciones de un Mesías divino; pero esta negación es completamente insostenible en vista de pasajes como Sal 2: 6-12 (Heb. 1: 5); 45:6, 7 (Heb. 1: 8, 9); 110: 1 (Heb. 1: 13); Isa. 9: 6; Jer. 23: 6; Dan. 7: 13; Miq. 5 2; Zac. 13: 7; Mal 3: 1. Varios de los más recientes eruditos en historia de la Biblia insisten firmemente en el hecho de que la doctrina de un Mesías sobrehumano nació antes del judaísmo cristiano. Algunos hasta encuentran en ello la explicación de la Cristología sobrenatural de algunas partes del Nuevo Testamento.

2. En los escritos de Juan y Pablo. Se ha encontrado que es completamente imposible negar que tanto Juan como Pablo enseña la deidad de Cristo. En el Evangelio de Juan se encuentra el más elevado concepto de la persona de Cristo tal como lo revelan los siguientes pasajes Juan 1 : 1-3, 14, 18; 2 : 24, 25; 3 : 16-18, 35, 36; 4:14, 15 ; 5 : 18, 20, 21, 22, 25-27; 11 : 41-44; 20 : 28 ; I Juan 1 : 3 ; 2 : 23 ; 4 : 14, 15; 5 : 5, 10-13, 20. Un concepto parecido se encuentra en las epístolas paulinas y en la Carta a los Hebreos, Rom. 1 : 7; 9 : 5 ; I Cor. 1 : 1-3 ; 2 : 8 ; II Cor. 5 : 10; Gál. 2 : 20 ; 4 : 4 ; Fil. 2 : 6 ; Col. 2 : 9 ; I Tim. 3: 16; Heb. 1: 1-3, 5, 8; 4: 14; 5 : 8, etc. Los críticos eruditos tratan de varias maneras de escapar de la doctrina que claramente enserian estos escritos, por ejemplo, negando la historicidad del evangelio de Juan y la autenticidad de muchas de las epístolas de Pablo ; considerando las explicaciones de Juan, Pablo y Hebreos como interpretaciones infundadas, y esto, especialmente, en el caso de Juan y de Hebreos a quienes suponen bajo la influencia de la doctrina de Filo acerca del Logos, y en el caso de Pablo bajo la misma influencia o bajo la de aquellos conceptos judíos de su época pre cristiana, o adscribiendo a Pablo un concepto de Cristo más bajo del que se encuentra en Juan, es decir, el de que Cristo fue un hombre celestial, preexistente.

3. En los sinópticos. Algunos sostienen que los sinópticos son los únicos que nos proporcionan un verdadero retrato de Cristo. Dicen que ellos dibujan al Jesús humano y en verdad histórico tal como se le contrasta con la figura idealizada del cuarto evangelio. Pero es de perfecta evidencia que el Cristo de los sinópticos es tan verdaderamente divino como el Cristo de Juan. Sobresale como una persona por completo sobrenatural, Hijo del Hombre e Hijo de Dios Su carácter y obras justifican lo que dice ser. Nótense en particular los siguientes pasajes: Mat. 5: 17; 9: 6; 11: 1-6, 27; 14: 33; 16: 16, 17; 28: 18; 25: 31 y siguientes; Marc. 8: 38, y muchos pasajes similares y paralelos. La obra del Dr. Warfield, The Lord of Glory, proporciona mucha luz sobre este punto.

4. En la conciencia misma de Jesús. En años recientes ha habido una tendencia a regresar a la conciencia propia de Jesús, y a negar que él fuera consciente de ser el Mesías o el Hijo de Dios. Naturalmente, no es posible tener conocimiento alguno de la conciencia de Jesús, sino es por medio de sus palabras, tal como están consignadas en los Evangelios; y siempre es posible negar que expresen en forma correcta el pensamiento de Jesús. Para aquellos que aceptan el testimonio del evangelio no puede caber duda del hecho de que Jesús fue consciente de ser el verdadero Hijo de Dios. Los pasajes siguientes dan testimonio de esto: Mat. 11 : 27 (Luc. 10 : 22) ; 21: 37, 38 (Marc. 12 : 6 ; Luc. 20: 13) ; 22 : 41-46 (Marc. 13 : 35-37; Luc. 20: 41-44); 24: 36 (Marc. 13 : 32) ; 28: 19. Algunos de estos pasajes testifican la conciencia mesiánica de Jesús; otros al hecho de que era consciente de ser el Hijo de Dios en el sentido más eminente. Hay varios pasajes en Mateo y Lucas en los que El habla de la primera persona de la Trinidad como "mi Padre", Mat. 7: 21; 10:32, 33; 11:27; 12:50; 15:13; 16:17; 18:10, 19, 35; 20:23; 25:34; 26 : 29, 53 ; Luc. 2: 49; 22: 29; 24: 49. En el Evangelio de Juan la conciencia de ser el verdadero Hijo de Dios resalta mucho más en pasajes como los siguientes: Juan 3: 13; 5: 17, 18, 19-27; 6: 37-40, 57; 8: 34-36; 10: 17, 18, 30, 35, 36, y otros pasajes.

LA PRUEBA BÍBLICA DE LA VERDADERA HUMANIDAD DE CRISTO.

Hubo un tiempo cuando la realidad (gnosticismo) y la integridad natural (docetismo, apolinarismo) de la naturaleza humana de Cristo fueron negadas, pero actualmente nadie objeta en serio la verdadera humanidad de Jesucristo. De hecho, hay en nuestro día un énfasis extremo sobre su verdadera humanidad, un siempre creciente humanitarismo. La única divinidad que muchos atribuyen todavía a Cristo. Es nada más la de su perfecta humanidad. Sin duda alguna, esta tendencia moderna es en parte una protesta en contra del énfasis unilateral sobre la deidad de Cristo. Los hombres algunas veces han olvidado al Cristo humano en su reverencia por el divino. Es muy importante sostener la realidad e integridad de la humanidad de Jesús admitiendo su desarrollo humano y sus limitaciones humanas. El esplendor de su deidad no debe acentuarse tanto que se oscurezca su verdadera humanidad. Jesús se llamó hombre, y así le llamaron otros, Juan 8: 40; Hech. 2: 22; Rom. 5: 15; I Cor. 15: 21. El nombre con que más comúnmente se designa el mismo Jesús, "el Hijo del Hombre", indique lo que indique, en verdad señala la verdadera humanidad de Jesús. Además, se dice que el Señor vino o que fue manifestado en la carne, Juan 1: 14; I Tim. 3: 16; I Juan 4: 2. En estos pasajes el término "carne" denota naturaleza humana. La Biblia indica claramente que Jesús poseyó los elementos esenciales de la naturaleza humana, es decir, un cuerpo material y una alma racional, Mat. 26: 26, 28, 38; Luc. 23: 46; 24: 39; Juan 11: 33; Heb. 2: 14. Hay también pasajes que demuestran que Jesús estaba sujeto a las leyes ordinarias del desarrollo humano, y a las necesidades y a los sufrimientos humanos, Luc. 2: 40, 52; Heb. 2: 10, 18; 5: 8. Se deduce hasta el detalle que las experiencias normales de la vida del hombre fueron suyas, Mat. 4: 2; 8: 24; 9: 36; Marc. 3: 5; Luc. 22: 44; Juan 4: 6; 11: 35; 12: 27; 19: 28, 30; Heb. 5: 7.

PRUEBA BÍBLICA DE LA HUMANIDAD INMACULADA DE CRISTO

Atribuimos a Cristo no solamente la perfección natural sino también la moral, integridad o perfección moral, es decir, la impecabilidad. Esto significa no sólo que Cristo pudo evitar el pecado (potuit non peccare), y que verdaderamente lo evitó, sino que también era imposible para El cometer pecado (non potuit peccare) debido a la unión esencial entre sus naturalezas humana y divina. La impecabilidad de Cristo fue negada por Martineau, Irving, Menken, Holsten y Pfleiderer, pero la Biblia testifica claramente de esa impecabilidad en los pasajes siguientes: Luc. 1: 35; Juan 8: 46; 14: 30; II Cor. 5: 21; Heb. 4: 15; 9: 14; I Ped. 2: 22; I Juan 3: 5. En tanto que Cristo tenía que ser hecho pecado en el sentido judicial, no obstante éticamente estaba libre tanto de la depravación hereditaria como del pecado actual. Nunca hizo El una confesión de error moral; ni se unió con sus discípulos para orar, diciendo: "Perdónanos nuestros pecados". Pudo desafiar a sus enemigos a que lo redarguyeran de pecado. La Escritura hasta lo presenta como el único en quien el hombre ideal está cumplido, Heb. 2: 8, 9; I Cor. 15: 45; II Cor. 3: 18; Fil. 3: 21. Además, el nombre "Hijo del Hombre", que se apropió Jesús, parece declarar con autoridad que El responde al ideal perfecto de la humanidad.

LA NECESIDAD DE LAS DOS NATURALEZAS EN CRISTO

De lo anterior se deduce que, actualmente, muchos no reconocen la necesidad de aceptar dos naturalezas en Cristo. Para ellos Jesús es nada más un hombre; pero al mismo tiempo se sienten constreñidos a atribuirle el valor de un Dios, o a reclamar la divinidad para El en virtud de la inmanencia de Dios en El, o de la morada del Espíritu en El. La necesidad de las dos naturalezas en Cristo se sigue de lo que es esencial a la doctrina bíblica de la expiación.

1. La necesidad de su humanidad. Puesto que el hombre pecó, era necesario que el castigo lo recibiera el hombre. Además, la paga del castigo envolvía el sufrimiento del cuerpo y del alma, en tal forma que sólo el hombre es capaz de sufrirlo, Juan 12: 27; Hech. 3: 18; Heb. 2: 14; 9: 22. Era necesario que Cristo tomara la naturaleza humana, no únicamente con todas sus propiedades esenciales, sino también con todas las flaquezas a las que está propensa desde la caída, y que de esta manera bajara hasta las profundidades de la degradación a la que el hombre ha caído, Heb. 2: 17, 18. Al mismo tiempo tenía que ser un hombre sin pecado, porque uno que fuera pecador y que hubiera arruinado su propia vida ciertamente no podría hacer expiación por otros, Heb. 7: 26. Tan sólo un Mediador como El, verdaderamente humano, que tuviera el conocimiento experimental de las miserias de la humanidad y que se levantara por encima de todas las tentaciones, podría entrar con toda simpatía a todas las experiencias, las pruebas y las tentaciones de los hombres, Heb. 2: 17, 18; 4: 15-5: 2, y ser un ejemplo humano perfecto para sus seguidores, Mat. 11: 29; Marc. 10: 39; Juan 13: 13-15; Fil. 2: 5-8; Heb. 12: 24; I Pedro 2: 21.

2. La necesidad de su divinidad. En el plan divino de salvación era absolutamente esencial que el Mediador también fuera verdadero Dios. Esto era necesario, para que a. Presentará un sacrificio de infinito valor y diera perfecta obediencia a la ley de Dios b. Soportara la ira de Dios con propósito redentor, es decir, para liberar a los otros de la maldición de la ley y c. Pudiera aplicar todos los frutos de su trabajo cumplido a aquellos que lo recibieran a El mediante la fe. El hombre con su vida deshecha no puede pagar el castigo del pecado, ni prestar obediencia perfecta a Dios. Puede soportar la ira divina, y si no fuera por la gracia redentora de Dios, la tendría que soportar eternamente, pero no podría sobrellevarla de una manera tal que pudiera abrirse una vía de escape, Sal 49: 7-10; 130: 3.
(Extracto Teología Sistematica de L. Berkhof)
Soli Deo Gloria



miércoles, 13 de junio de 2018

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La ética económica de los puritanos y la teología o evangelio de "prosperidad" de hoy

1. LA ÉTICA ECONÓMICA DE LOS PRIMITIVOS PURITANOS
2. LOS PELIGROS DE LA RIQUEZA SEGÚN LOS PURITANOS: UN CONTRASTE SERIO CON LA “TEOLOGÍA DE LA PROSPERIDAD” DEL MOVIMIENTO CARISMÁTICO
3. LA CRÍTICA DE LOS PURITANOS A LA FILOSOFÍA ÉTICA DEL ÉXITO EN NUESTRO MUNDO CONTEMPORÁNEO
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Soli Deo Gloria

martes, 12 de junio de 2018

El jovén que nunca dejaba de orar - David Brainerd

La increíble historia de un joven huérfano, que a pesar de ser expulsado del seminario, de sufrir depresión crónica y tuberculosis, salió al campo misionero trayendo uno de los avivamientos más gloriosos de la historia de la Iglesia. Su vida a inspirado a cristianos como Henry Martyn, William Carey, Jonathan Edwards, David Livingstone, Spurgeon… Uno de los mayores testimonios de como Dios puede convertir lo más débil e insignificante, en un héroe de la fe.
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Soli Deo Gloria

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Depravación Total

El tema de la “depravación total” no es aquel tipo de asunto que es generalmente conocido o confesado dentro del mundo de la iglesia de nuestros  días.   Por  el  contrario,  están  a menudo   repetida   expresión   que   es   aún   más popular; “hay algo de malo en los mejores de nosotros y algo de bueno en los más malos de nosotros.”   Este dicho bien conocido señala como la doctrina de la “depravación total” es simplemente rechazada.    Por   lo   tanto,   es   importante   que nosotros entendamos lo que ésta verdad que concierne a la depravación total implica.  La iglesia y el Cristiano que ama la Palabra de Dios, deberá sujetarse a esta importante enseñanza de la Escritura.

¿QUÉ ES LO QUE DEBEMOS ENTENDER POR “DEPRAVACIÓN TOTAL?”

La frase está compuesta por dos palabras cuyos significados son de por sí evidentes. “Depravación” significa maldad; corrupción; la perversidad propia del  hombre  degenerado.   El  agregar  la  palabra “total” a la depravación, es enfatizar sin ninguna sombra de duda la verdad de que no hay bien en lo que fuere en el hombre natural – en el hombre que es  nacido  del  malvado  Adán.   La  frase “depravación total” recalca de la manera más fuerte posible la verdad de la Escritura de que no hay nada bueno en el hombre natural para nada.

Esta     es     la     sencilla     enseñanza     de     la Escritura.  Abran sus Biblias y primeramente vamos a Génesis 8:21.  Allí leemos, Y dijo Jehová en su corazón.  No volveré más a maldecir la tierra por causa del hombre; porque el intento del corazón del hombre es malo desde su juventud.”  Usted notará  en  este  pasaje  que  lo  malo  es  desde nuestra juventud.  Y Dios declara esto inmediatamente después de la inundación, cuando la  única  gente  en  esta  tierra  fueron  Noé  y  su familia.

Un segundo pasaje es el Salmo 51:5, donde David confiesa, “He aquí, en maldad, he sido formado, y en pecado me concibió mi madre.”  Usted probablemente ha escuchado a la gente hablar de bebés inocentes – pero el salmista insiste en que él fue   formado   en   iniquidad   y   concebido    en pecado.  Él no se consideró a sí mismo inocente al nacer – sino ya depravado.

Otra vez, leemos en Jeremías 17:9 “engañoso es el corazón  más  que  todas  las  cosas  y  perverso; ¿Quién lo conocerá?”

Veamos ahora en el Nuevo Testamento y primero en Romanos 3:10 – 18 (el cual es una cita del Salmo 14), donde leemos “Como está escrito: No hay justo, ni aún uno; no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios.  Todos se desviaron, a una  se  hicieron  inútiles;  no  hay  quien  haga  lo bueno, no hay ni siquiera uno.  Sepulcro abierto es su garganta con su lengua engaña veneno de áspides hay debajo de sus labios; su boca está llena  de maldición  y  de amargura.   Sus pies se apresuran para derramar sangre; quebranto y desventura hay en sus caminos; y no conocieron camino de paz.  No hay temor de Dios delante de sus ojos.” Y el mismo pensamiento está expresado poco después en Romanos 7:18“y yo sé que en mí, (esto es, en mi carne), no mora el bien.”

Estos son algunos de los muchos pasajes Escriturales, los cuales insisten acerca de la verdad de    que    el    hombre    natural    es    totalmente corrupto.  El hombre natural es incapaz de hacer ningún bien de cualquier forma.  Él no puede complacer a Dios.  El no obedecerá la Santa ley de Dios. El no desea entrar a la gloria eterna.

Sobre las bases de las claras enseñanzas de la Escritura,  las  antiguas  confesiones  de  la  Iglesia han insistido sobre esta misma verdad.  Breve pero claramente, el Catecismo de Heidelberg enseña en la pregunta y respuesta 8.  “¿Somos entonces tan corruptos,  que  somos  totalmente  incapaces  de hacer ningún bien e inclinados a toda maldad? Verdaderamente, lo somos; excepto que seamos regenerados por el Espíritu de Dios.”

La Confesión  Belga  declara en  el Art.  14.  “...  y habiéndose hecho impío, perverso y corrupto en todos sus caminos, ha perdido todos los excelentes dones que había recibido de Dios, no quedándole de ellos más que pequeños restos, los cuales son suficientes para privar al hombre de toda excusa; ya que toda la luz que hay en nosotros se ha cambiado en tinieblas como nos enseñan las Escrituras, diciendo: La luz en las tinieblas resplandece y las tinieblas no prevalecieron contra ella; aquí San Juan llama tinieblas a los hombres...”

Y todo esto es una prueba suficiente de que la Escritura y las antiguas confesiones de la Iglesia de Cristo enseñan que el hombre por naturaleza es totalmente depravado – esto es, él es incapaz de hacer ningún bien en absoluto.

Sin embargo, a pesar de estas claras enseñanzas de  la  Escritura,  muchos  tratan  de  evadir  y  aún negar esta verdad evidente por sí misma.  Se ha enseñado que el hombre es totalmente depravado, pero no que es absolutamente depravado.  A pesar de que la frase “total depravación” no debería permitir ninguna sombra de duda concerniente al estado corrupto del hombre; algunos aún insisten que hay algo de bueno en el hombre natural.  Por lo tanto, ellos insisten que el hombre no es absolutamente depravado.  Se utiliza la ilustración de una fanega de manzanas podridas.  Esa fanega podría  ser  descrita  como  totalmente  podrida,  si cada manzana tuviera alguna parte podrida – sin embargo quizás también tiene algunas partes buenas.  La fanega de manzanas será absolutamente podrida   si   cada   manzana   fuera totalmente podrida.  Así, se dice que cada parte del ser humano es tocada por la podredumbre del pecado – pero cada parte no es necesariamente completamente corrupta.  Toda esta idea es una intención  de  negar  la  total  depravación  y  aún retener la expresión. El hombre es un depravado, y esto es, completo – o él no es depravado.

Otras   consideraciones   falsas   con   respecto   al estado natural del hombre se han levantado en la historia   de   la   Iglesia.    Hubo   la   opinión   del Pelagianismo,   el   cual   surgió   acerca   de   400 años después de la ascensión de Cristo.  Pelagio, el que dio origen a esta opinión dijo que cuando Adán pecó, él se lastimó solo a sí mismo, su posterioridad no fue afectada.  Posteriormente, el sugirió que cada bebé que nace en el mundo nace en el mismo estado y condición que Adán tenía antes de su caída. Cada bebé nace en esta tierra perfecta y sin pecado.  ¿Cómo entonces, explicó Pelagio la existencia del pecado en todos los hombres?  El insistió que nosotros nos volvemos pecadores  cuando  imitamos  a  alguna  otra persona.  Tan pronto como los bebés comienzan a imitar a sus padres o a otros que ellos observen, ellos se vuelven pecadores y el camino de cambiar a los pecadores otra vez en Santos es persuadiéndoles a ellos a imitar aquello que es bueno.   Está  dentro  de  la  capacidad  de  cada hombre, dice Pelagio, el imitar el bien y merecer la vida eterna.

La  idea  del  Pelagianismo  no  es  extraña  a  las iglesias hoy en día tampoco.  De hecho, es la base del “evangelio social” de nuestros días.  Dentro de las iglesias hay una fuerte campaña para cambiar las condiciones sociales de nuestros días.  Las iglesias supuestamente están para ver que haya mejor vivienda para los pobres y para los grupos raciales de la minoría; ellos deberán ver que todos los hombres tengan cuidado médico adecuado y una educación conveniente; ellos deberán estar en la delantera del manejo por la integración.

Entonces, de acuerdo a esta teoría, si es que llevamos a cabo nuestras metas en todas estas áreas, no deberíamos estar tan preocupados con el pecado, la maldad, y todas las formas de la corrupción.  Posiblemente no necesitaríamos más cárceles.    El   número   de   policías   podría   ser reducido.  No estaríamos más preocupados con la delincuencia juvenil y adulta. Gradualmente, este mundo se volvería cierta clase de utopía.  Más esto está basado en la vieja herejía de Pelagio de que si las personas viven en buenos ambientes, si ellos pueden imitar buenos ejemplos, entonces los hombres serían buenos.  Toda esta opinión niega la verdad Escritural de la depravación total.

Otro error es la vista del Arminianismo.  El Arminianismo, o libre albedrío, esencialmente por lo  general  negará  la  verdad  de  la  depravación total.

El Arminianismo enseña que el hombre era verdaderamente totalmente depravado después de la caída; pero inmediatamente después de la caída, Dios intervino por su gracia.

La operación de esta gracia de Dios sobre todos los  hombres implica  dos  operaciones,  las  cuales mitigan la depravación.  Primero, el Arminianismo sostiene que, a pesar de que el hombre por sí mismo es incapaz de hacer ningún bien, sin embargo, por una operación general de la gracia de Dios sobre el, ahora él puede hacer una cierta medida de bien.

Pero el Arminianismo enseña más.  Sugiere que el hombre natural,  aunque originalmente totalmente depravado  es  ahora  capaz  de  aceptar  a  Cristo como su Salvador personal.  El hombre a través del ejercicio de su propia voluntad puede rechazar o recibir al Salvador.  El Arminianismo sugiere que el hombre puede recibir a Cristo solo por gracia  – pero que cada individuo tiene la suficiente gracia dada a él por Dios para facilitar el aceptar a Cristo.

La  diferencia  entre  un  hombre  salvo  y  otro  no salvo, de acuerdo al Arminianismo, no se lo va a encontrar en que uno reciba la gracia de Dios y el otro no lo hace, sino más bien en la voluntad del hombre  mismo.   Esta  opinión  falsa  del Arminianismo niega tanto la verdad Escritural, la cual enseña que el hombre por naturaleza está tan muerto en el pecado, que el nunca podrá “recibir a Cristo como a su Salvador personal.”

Insistimos,  en  las  bases  de  los  pasajes Escriturales, que fue citado anteriormente, de que el hombre está por naturaleza completamente muerto  en  el  pecado.   Separado  de  Cristo  el hombre  no  puede  hacer  ninguna  cosa  buena delante de Dios.  El hombre no puede hacer ningún bien “natural” o “cortés” en esta tierra.  Tampoco puede ningún hombre ejercitar su voluntad para “aceptar” a Cristo – porque también su voluntad está limitada por el pecado y la muerte.

Algunos han propuesto que los hombres de este mundo, aquellos que están fuera de la iglesia, también   efectúan   muchos   buenos   actos.    El hombre, aparentemente, no es siempre completamente depravado.  Un cierto hombre rico puede  dar  un  millón  de  dólares  para  construir y mantener un hospital para ayudar a la pobre y sufriente  humanidad.   ¿Es  esto  pecado?   ¿O  es esto bueno?  Puede que su vecino no vaya a la iglesia o que ore – pero él tiene una maravillosa relación  con  su  familia.  ¿Es  esto  bueno  o  es malo?  Un hombre salva a un prójimo de ahogarse a riesgo de perder su propia vida. ¿Es esto bueno – o malo?  Estas preguntas surgen, y con ellas la pregunta: ¿es el pecador de hecho realmente depravado?

A la luz de la Escritura debemos aún mantener que cualquier hombre fuera de Cristo peca en cualquier cosa que el haga.  Debemos ser bien cuidadosos de no equivocarnos, que es lo que nosotros pensamos que es bueno como es bueno en la opinión de Dios.

El hombre ya sea que ama y sirve a Dios o no lo hace.   O  él  está  con  Cristo  o  en  contra  de  Él. Puede que él haga algo en verdadera fe y para la gloria  de  Dios,  o  él  lo  hace  en  el  servicio  del hombre y para su gloria.  No hay entre medio.  No hace ninguna diferencia si el hombre da un millón de dólares para fundar un hospital o ya sea que él tenga una buena vida familiar, o que el salve a individuos que se estén ahogando – en todo esto, el hombre natural camina no por fe sino en pecado y corrupción.  Dios, por lo tanto, juzga cada una de sus acciones como pecaminosas.

Si bien todos los hombres son totalmente depravados, a pesar de que todas sus acciones efectuadas por naturaleza son pecaminosas – aún hay obviamente, variaciones que se ven en los hombres.  Todos  los  hombres  no  pecan  en  el mismo grado o de la misma manera.

En primer lugar, el tipo y grado del pecado de un hombre está determinado por la época en la cual vive.  Obviamente, hoy en día con nuestras radios, televisión y automóviles el hombre puede pecar de muchas más maneras que sus antepasados no podían.  En segundo lugar, el pecado está limitado en gran cantidad por el ambiente y las circunstancias.

Un hombre rico tiene los medios para pecar en muchas y más diferentes maneras que un hombre pobre. Pero ambos pecan en todo lo que ellos hacen.  En tercer lugar, el grado de pecado está determinado por la edad de la persona.  Un niño pequeño  no  peca  de  muchas  maneras  como  lo hace el adulto.

Finalmente,  el  grado  y  tipo  de  pecado  en  un hombre está muchas veces regulado por su propio respeto  de  sí  mismo  –su  propio  y  egoísta orgullo.  ¿Por qué un hombre malvado vive en una agradable y pacífica relación con su familia?  No es porque la ley de Dios así lo requiere, sino porque el comprende que es para su propio beneficio, porque de esta manera, él vive en una relación decente con su prójimo.

¿Pero porqué es tan importante el que la iglesia enfatice esta verdad de la total depravación? ¿Porqué enfatizar la terrible corrupción del hombre?

Si uno no enfatiza esto, el eventualmente perderá todas las otras doctrinas significantes de la Escritura.  Uno no puede entender la expiación de la cruz acertadamente, si es que el no comprende correctamente la enseñanza Escritural de la depravación.  Aquel que no comprende correctamente la enseñanza Escritural de la depravación, aquel  que no entiende propiamente la depravación, seguramente que no podrá comprender correctamente la Soberanía de Dios, quien hace todas las cosas en armonía con su propia voluntad.

Por lo tanto el cristiano deberá entender esta verdad y enseñarla a sus hijos.
Y cada hijo de Dios deberá vivir y caminar en la conciencia de la depravación del hombre natural.

No comiencen a admirar lo que el mundo es y lo que el mundo produce.  No comiencen a imitar y a envidiar al mundo.  Reconozcan que todos los hombres, incluidos nosotros, por naturaleza, estamos muertos en el pecado.  En mi carne, dijo Pablo no hay nada bueno.  Pero entonces comprendan que el  creyente fue en  otro tiempo liberado de tal depravación, porque él ha sido redimido sólo y totalmente a través de la sangre del Cordero.
Por Gise J. Van Baren

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El testimonio persona de David Brainerd

David Brainerd nació el 20 de abril de 1718 en Haddam, Connecticut, Estados Unidos. Murió de tuberculosis a la edad de 29 años, el 9 de octubre de 1747. 

El legado de Brainerd lo recibió primera y directamente Jonathan Edwards, el gran pastor y teólogo de Northampton: «(Reconozco) con gratitud la graciosa dispensación de la Providencia para mí y mi familia permitiendo que él viniese a mi casa en su última enfermedad, y muriese aquí: para que nosotros tuviéramos oportunidad de conocerle y compartir con él, para mostrarle ternura en tales circunstancias, y para ver su conducta, oír sus discursos finales, recibir sus consejos, y para tener el beneficio de sus oraciones antes de morir».
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