viernes, 13 de octubre de 2017

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Defendiendo la Verdad

Estando siempre preparados para presentar defensa ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros, pero hacedlo con mansedumbre y reverencia. (1 Pedro 3:15)

Pero si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciara otro evangelio contrario al que os hemos anunciado, sea anatema. (Gálatas 1:8)

John Huss, dijo: “Ama la verdad, vive la verdad, predica la verdad, defiende la verdad. Porque el que no habla la verdad, traiciona la verdad”. Le llamaron hereje y mientras lo quemaban gritaba estas mismas palabras. ¿Estamos dispuestos nosotros a dar la vida por la verdad, o preferimos ser tolerantes, tibios y confiados con los lobos? ¿Cuánto amamos la verdad? ¿Cuánto amamos a Jesús?

Vemos en las palabras de Pedro que se debe dar una "razón" de la verdad; No es que deban explicar el Evangelio, al pie de la razón completamente; porque eso no es de los hombres, ni según la razón carnal de los hombres; ni se debe pensar que cada cristiano debe ser capaz de defender el Evangelio, en su totalidad o en parte, por argumentos y razones, de manera disputada, o para dar una razón y un argumento para cada verdad particular; pero se debe estar bien familiarizado con el fundamento y la base de la religión cristiana; al menos, con los primeros principios de los oráculos de Dios, y estar familiarizados con las Escrituras, y ser capaz de señalar que en ellos, cuál es la razón de su celebración de esta y la otra verdad, aunque él no puede dar una satisfacción contradictoria, o para detener su boca: y esto se debe hacer con mansedumbre y temor; con mansedumbre, ante los hombres; de una manera humilde y modesta; no con aire altivo, y de una manera malhumorada que sirve solo para irritar y provocar: y con miedo; ya sea de Dios, con el temor del Señor; considerando el tema de la discusión, y la importancia de la misma, y ​​cuánto le concierne el honor de Dios; y cuidando de no responder la respuesta de una manera ligera, insignificante y negligente, y que ninguna parte de la verdad se deje o oculte, para agradar a los hombres, y se les proteja de sus resentimientos; o con toda la debida reverencia y respeto a los hombres, a los superiores, a los magistrados civiles, que pueden preguntar la razón; porque deben ser tratados con honor y estima, y ​​deben ser respondidos de una manera hermosa y enérgica, adecuada a la dignidad de las personas.

“Un perro ladra cuando su amo es atacado. Yo sería un cobarde si es atacada la verdad de Dios y permanezco en silencio” Juan Calvino

Ninguna idea es más políticamente incorrecta entre el nuevo estilo de evangélicos de hoy en día, que la vieja idea fundamentalista de que vale la pena luchar por la verdad, incluyendo las proposiciones esenciales de la doctrina cristiana. De hecho, muchos creen que las discusiones por creencias religiosas son las más inútiles y arrogantes de todos los conflictos. Eso puede ser cierto  y lo es en los casos en los que las opiniones humanas son lo único que está en juego. Pero donde la Palabra de Dios habla con claridad, tenemos la obligación de obedecer, defender y proclamar la verdad  que Él nos ha dado, y deberíamos hacerlo con una autoridad que refleje nuestra convicción de que Dios ha hablado con claridad e irrevocablemente.

Esto es particularmente crucial en los contextos en donde las doctrinas cardinales del cristianismo bíblico están siendo atacadas. Por cierto, las verdades centrales de la Escritura siempre son atacadas. La Escritura misma enseña claramente que el campo de batalla donde Satanás pelea su lucha cósmica contra Dios es ideológico. En otras palabras, la guerra en la que cada cristiano está involucrado, es ante todo un conflicto entre la verdad y el error, no meramente una competición entre obras buenas y malas.

El principal objetivo de la estrategia de Satanás es confundir, negar y corromper la verdad con tanta falacia como sea posible, y eso significa que la batalla por la verdad es muy seria. Ser capaz de distinguir entre doctrina sana y el error, debería ser una de las mayores prioridades de todo cristiano,  al igual que defender la verdad contra las falsas enseñanzas.

Declararse a favor de la verdad era también impopular en el primer siglo. Pero eso no detuvo a los apóstoles para confrontar de frente los errores. Pablo fue, sin duda, justo con sus oponentes, en el sentido que él nunca tergiversó lo que ellos enseñaban ni dijo mentiras acerca de ellos. Pero Pablo reconocía sus errores claramente, tal y como eran y los catalogaba adecuadamente. Él hablaba la verdad. Con su estilo de enseñanza diario, Pablo hablaba la verdad amablemente y con la paciencia de un tierno padre. Pero cuando las circunstancias justificaban un tipo de franqueza más fuerte, Pablo podía hablar muy directamente, a veces hasta con un duro sarcasmo (1 Corintios 4:8-10). Como Elías (1 Reyes 18:27), Juan el Bautista (Mateo 3:7-10) y el Señor Jesús (Mateo 23:24), él también podía emplear la burla de manera efectiva y apropiada, para resaltar lo ridículo del grave error (Gálatas 5:12). Tal como Moisés y Nehemías, él desafiaba lo que la gente consideraba como sagrado. Pablo no parecía sufrir la misma angustia excesivamente escrupulosa que causa que muchas personas hoy en día encubran todo error tanto como el lenguaje lo permita; que otorguen el beneficio de la duda al más flagrante de los falsos maestros; y que imputen las mejores intenciones posibles hasta al hereje más manifiesto. La idea de amabilidad del apóstol no era el tipo de falsa benevolencia y educación artificial que la gente hoy en día piensa es la verdadera esencia de la caridad. Ni siquiera una vez le vemos invitando a dialogar a falsos maestros o aficionados casuales equivocados en religión, ni tampoco que aprobara esa estrategia aun cuando alguien de la estatura de Pedro sucumbió al temor de lo que otros pudieran pensar y mostró una deferencia indebida a falsos maestros (Gálatas 2:11-14).Pablo comprendió que vale la pena pelear por la verdad. Él se alzó en defensa de la verdad, aun cuando no era popular hacerlo.

Razón por la cual consideramos el cristianismo como verdadero, o como un motivo de esperanza para que las personas confíen en ella. Jesús dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre sino por mí. (Juan 14:6

Así también vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que se os ha ordenado, decid: "Siervos inútiles somos; hemos hecho sólo lo que debíamos haber hecho." (Lucas 17:10
Soli Deo Gloria