jueves, 22 de febrero de 2018

La Expiación Limitada

1. LA DECLARACIÓN DE LA DOCTRINA

La pregunta que vamos a discutir bajo el tema de la “Expiación Limitada” es, ¿Se ofreció Cristo como sacrificio para toda la raza humana, para todo individuo sin distinción y/o excepción; o tuvo su muerte una referencia especial a los elegidos? En otras palabras, ¿Tuvo el sacrificio de Cristo el propósito de hacer posible la salvación de todos los hombres, o tuvo el propósito de asegurar la salvación de aquellos que le habían sido dados por el Padre? Los Arminianos sostienen que Cristo murió por todos los hombres por igual, mientras que los Calvinistas sostienen que en la intención y plan secreto de Dios Cristo murió solamente por los elegidos, y que su muerte tuvo sólo una referencia incidental para todos los demás solo como participantes de la gracia común. El significado podría hacerse manifiesto con más claridad si usáramos la frase “Redención Limitada” en lugar de “Expiación Limitada.” La Expiación es, claro está, una transacción estrictamente infinita; la limitación surge, teológicamente hablando, en la aplicación de los beneficios de la expiación, es decir, en la redención. Pero seguiremos usándolo dado que la frase “Expiación Limitada” ha llegado a establecerse muy bien en el uso teológico y que su significado es bien conocido.

Con respecto a esta doctrina la Confesión de Westminster dice: “… Por tanto, los que son elegidos, estando caídos en Adán, son redimidos por Cristo; son eficazmente llamados a la fe en Cristo por el Espíritu Santo que obra en su momento; son justificados, adoptados, santificados y guardados por su poder, mediante la fe, para salvación. Nadie será redimido por Cristo, eficazmente llamado, justificado, adoptado, santificado y salvado, excepto solo los elegidos.”

Se verá de una vez que esta doctrina necesariamente fluye de la doctrina de la elección. Si desde la eternidad Dios ha planeado salvar una porción de la raza humana y no otra, parece ser una contradicción decir que su obra tiene igual referencia a ambas porciones, o que Él envió a Su Hijo a morir por aquellos a quienes había predeterminado no salvar, tan verdaderamente y en el mismo sentido decir que Él fue enviado a morir por aquellos a quienes había escogido para salvación. Estas dos doctrinas se levantan o caen juntas. No podemos de manera lógica aceptar una y rechazar la otra. Si Dios ha elegido a algunos y no a otros para vida eterna, entonces está claro que el propósito principal de la obra de Cristo fue redimir a los elegidos.

2. EL VALOR INFINITO DE LA EXPIACIÓN DE CRISTO

Esta doctrina no significa que se pueda establecer algún límite al valor o poder de la expiación que Cristo llevó a cabo. El valor de la expiación depende, y se mide, por la dignidad de la persona que la realiza; y dado que Cristo sufrió como una persona Divina - humana el valor de su sufrimiento fue infinito. Los autores de la Escritura nos dicen con claridad que el “Señor de gloria” fue crucificado, I Cor. 2:8; que los hombres malvados “mataron al Príncipe de la vida,” Hechos 3:15; y que Dios “compró” la Iglesia “con su propia sangre,” Hechos 20:28. Por lo tanto, la expiación fue infinitamente meritoria y podía haber salvado a todos los miembros de la raza humana si ese hubiese sido el plan de Dios. Fue limitada sólo en el sentido que estuvo destinada, y fue aplicada, a personas particulares; a saber, para aquellos que son realmente salvados.

Ocasionalmente surge aquí un malentendido debido a la noción falsa de que los Calvinistas enseñan que Cristo sufrió mucho por un alma, y mucho por otra, y que hubiese sufrido más si más iban a ser salvados. Sin embargo, creemos que si muchos menos de la raza humana iban a ser perdonados y salvados, hubiese sido necesaria una expiación de infinito valor con el objeto de asegurar para ellos estas bendiciones; y aunque muchos más, o incluso todos los hombres, habían de ser perdonados y salvados, el sacrificio de Cristo habría sido ampliamente suficiente como fundamento o base de su salvación. Así como es necesario que el sol dé tanto calor si solamente una planta ha de crecer en la tierra como si toda la tierra fuese a ser cubierta de vegetación, así fue necesario que Cristo sufriera tanto si solamente un alma iba a ser salvada, o como si un gran número o incluso toda la humanidad, fueran a ser salvados. Dado que el pecador había cometido una ofensa en contra de una Persona de infinita dignidad, y había sido sentenciado a sufrir eternamente, nada sino un sacrificio de valor infinito podía proveer expiación para él. Nadie asume que, puesto que el pecado de Adán fue el fundamento para la condenación de la raza, pecó mucho por un hombre y mucho por otro y habría pecado más si iba a haber más pecadores.

¿Por qué, entonces, debiesen suponer tal cosa con respecto al sufrimiento de Cristo?

3. LA EXPIACIÓN ES LIMITADA EN PROPÓSITO Y APLICACIÓN

Aunque el valor de la expiación fue suficiente para salvar a toda la humanidad, fue suficiente para salvar únicamente a los elegidos. Está indistintamente bien adaptada para la salvación de un hombre o de otro, haciendo objetivamente posible la salvación para todo hombre; no obstante, debido a dificultades subjetivas, que surgen debido a la propia incapacidad de los pecadores ya sea para ver o apreciar las cosas de Dios, solamente son salvados aquellos que son regenerados y santificados por el Espíritu Santo. La razón por la cual Dios no aplica esta gracia a todos los hombres no ha sido plenamente revelada.

Cuando la expiación se hace universal se destruye su valor inherente. Si se aplica a todos los hombres, y si algunos se pierden, la conclusión es que ella hace objetivamente posible la salvación para todos pero que en realidad no salva a nadie. Según la teoría Arminiana la expiación simplemente ha hecho posible que los hombres cooperen con la gracia divina y de este modo se salven ellos mismos  si quieren. Pero háblennos de alguien curado de alguna enfermedad y aún así que muera de cáncer, entonces la historia será igualmente vaga, la de alguien que recibe alivio del pecado y no obstante perece en la incredulidad. La naturaleza de la expiación determina su extensión. Si ella simplemente hizo posible la salvación, se aplicaba a todos los hombres. Si efectivamente aseguró la salvación, tuvo referencia únicamente a los elegidos. Como dice el Dr. Warfield, “Las cosas entre las que tenemos que escoger son una expiación de alto valor, o una expiación de amplia extensión. Las dos no pueden ir juntas.” La obra de Cristo puede ser universalizada solamente evaporando su sustancia.

Que no haya malos entendidos en este punto. El Arminiano limita la expiación tan ciertamente como lo hace el Calvinista. El Calvinista limita su extensión en el hecho que dice que no se aplica a todas las personas (aunque, como ya se ha mostrado, cree que es eficaz para la salvación de una gran proporción de la raza humana); mientras que el Arminiano limita su poder, pues dice que en sí misma realmente no salva a nadie. El Calvinista la limita cuantitativamente, pero no cualitativamente; el Arminiano la limita cualitativamente, pero no cuantitativamente. Pues el Calvinismo es como un puente estrecho que atraviesa todo el río; pero el Arminiano es como un puente ancho que solamente llega hasta la mitad de la corriente. De hecho, el Arminiano coloca más limitaciones severas sobre la obra de Cristo que lo que hace el Calvinista.

4. LA OBRA DE CRISTO COMO EL CUMPLIMIENTO PERFECTO DE LA LEY

Si los beneficios de la expiación son universales e ilimitados, debió haber sido lo que los Arminianos representan que fue  meramente un sacrificio para borrar la maldición que se hallaba sobre la raza por medio de la caída en Adán, un mero sustituto para la ejecución de la ley que Dios, en su soberanía, miró adecuado de aceptar en lugar de lo que el pecador estaba obligado a dar, y no una satisfacción perfecta que cumplió las demandas de la justicia. Significaría que Dios ya no demanda una obediencia perfecta, como la que esperaba de Adán, sino que ahora ofrece salvación en términos más bajos. Entonces, Dios removería los obstáculos legales y aceptaría tal fe y obediencia evangélica a medida que la persona pudiera rendirlas si así lo decidiera, con una habilidad misericordiosamente restaurada con el Espíritu Santo, por supuesto, ayudando de manera general. De este modo se extendería la gracia, en el sentido que Dios ofrece un camino de salvación más fácil – Él acepta cincuenta centavos de dólar, por así decir, dado que el pecador no puede pagar más.

Por otro lado, los Calvinistas sostienen que la ley de la obediencia perfecta que fue dada originalmente a Adán era permanente, que Dios nunca ha hecho nada que pudiera dar la impresión de que la ley era demasiado rígida en sus requerimientos, o demasiado severa en su penalidad, o que se hallaba en posición ya sea de ser abrogada o derogada. La justicia divina demanda que el pecador sea castigado, ya sea en sí mismo o en su sustituto. Sostenemos que Cristo actuó de una manera estrictamente sustitutiva para su pueblo, que Él hizo una satisfacción plena por sus pecados, borrando así la maldición de Adán y todos sus pecados temporales; y que, por su vida sin pecado, guardó perfectamente, para ellos, la ley que Adán había quebrantado, ganando así para su pueblo la recompensa de la vida eterna. Creemos que el requerimiento para la salvación ahora, como originalmente, es la obediencia perfecta, que los méritos de Cristo les son imputados a su pueblo como la única base de su salvación, y que entran al cielo vestidos únicamente con la capa de su justicia perfecta y destituidos de cualquier mérito propio. De modo que la gracia, la pura gracia, se extiende no disminuyendo los requerimientos para la salvación sino en la sustitución de Cristo para su pueblo. Él tomó su lugar ante la ley e hizo por ellos lo que ellos no podían hacer por ellos mismos. Este principio Calvinista es adecuado de todas formas para impresionarnos con la absoluta perfección y la obligación inmutable de la ley que originalmente fue dada a Adán. No se relaja ni es puesta de lado, sino que es apropiadamente honrada de modo que se pone de manifiesto su excelencia. La ley en su majestad se ejecuta y hace valer a favor de aquellos que son salvados, por quienes Cristo actuó, y a favor de aquellos que están sujetos al castigo eterno.

Si la teoría Arminiana fuese cierta se entendería que millones de aquellos, por quienes Cristo murió, se hallan finalmente perdidos, y que la salvación nunca se aplica a muchos de aquellos para quienes fue ganada. ¿Qué beneficios, por ejemplo, podemos señalar en las vidas de los paganos y decir que los han recibido de la expiación? También se entendería que los planes de Dios han sido truncados y vencidos muchas veces por sus criaturas y que aunque puede actuar de acuerdo a su voluntad en el ejército de los cielos, no hace lo mismo entre los habitantes de la tierra.

“El pecado de Adán,” dice Charles Hodge, “no hizo meramente posible la condenación de todos los hombres; fue el fundamento de su verdadera condenación. Así, la justicia de Cristo no hizo meramente posible la salvación de los hombres, sino que aseguró la salvación real de aquellos para quienes fue llevada a cabo.”

El gran predicador Bautista Charles H. Spurgeon dijo: “Si Cristo ha muerto por vosotros, no podéis nunca perderos. Dios no os castigará dos veces por una cosa. Si Dios castigó a Cristo por vuestros pecados Él no os castigará. ‘el pago de la justicia de Dios no puede ser demandada dos veces; primero, de la mano sangrante del Salvador, y luego una vez más de la mía.’ ¿Cómo puede Dios ser justo si castigó a Cristo, el sustituto, y luego el hombre mismo después de eso?”

5. UN PAGO DE RESCATE

Se dice que Cristo fue un pago de rescate por su pueblo “como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos,” Mateo 20:28. Note, este versículo no dice que Él dio su vida en rescate por todos, sino por muchos. La naturaleza del pago de rescate es tal que, cuando es pagado y aceptado, automáticamente libera a las personas para quienes fue dirigido. De otra manera no sería un verdadero pago de rescate. La justicia demanda que aquellos por quienes fue pagado sean liberados de cualquier otra obligación. Si el sufrimiento y la muerte de Cristo fue un pago de rescate por todos los hombres en lugar de serlo solamente para los elegidos, entonces los méritos de su obra deben ser comunicados a todos por igual y la pena del castigo eterno no puede ser infligida justamente sobre ninguno. Dios sería injusto si demandara dos veces esta pena extrema, primero del sustituto y luego de las personas como tales. De modo que, la conclusión que la expiación de Cristo no se extiende a todos los hombres sino que es limitada para aquellos por quienes Él se presentó como garantía; es decir, para aquellos que componen su verdadera Iglesia.

6. EL PROPÓSITO DIVINO EN EL SACRIFICIO DE CRISTO

Si la muerte de Cristo tuviese el propósito de salvar a todos los hombres, entonces debemos decir que Dios o fue incapaz o no quiso llevar a cabo sus planes. Pero, como la obra de Dios es siempre eficiente, aquellos para quienes se realizó la expiación y aquellos que son en realidad salvos deben ser la misma gente. Los Arminianos suponen que los propósitos de Dios son mutables, y que sus propósitos pueden fracasar. Al decir que Él envió a Su Hijo para redimir a todos los hombres, pero que después de ver que tal plan no podría ser llevado a cabo “eligió” a aquellos a quienes previó que tendría fe y se arrepentirían, representan a Dios como deseando lo que nunca llega a suceder, como suspendiendo sus propósitos y planes a causa de los actos volitivos y acciones de las criaturas que dependen totalmente de Él. Ningún ser racional que tenga la sabiduría y el poder para llevar a cabo sus planes se propone lo que nunca realiza o adopta planes para un fin que nunca se consigue. Mucho menos que Dios, cuya sabiduría y poder son infinitos vaya a trabajar de esta manera. Podemos estar seguros que si algunos hombres están perdidos Dios nunca determinó su salvación, y nunca creó ni puso en operación ningún medio diseñado para llevar a cabo tal fin.

Jesús mismo limitó el propósito de su muerte cuando dijo, “yo pongo mi vida por las ovejas.” Por lo tanto, si Él puso su vida por las ovejas, el carácter expiatorio de su obra no fue universal. En otra ocasión les dijo a los Fariseos, “Vosotros no sois mis ovejas;” y otra vez, “vosotros sois de vuestro padre el Diablo.” ¿Sostendrá alguno que Él puso su vida por estos, viendo que tan deliberadamente los excluye? El ángel que se le apareció a José le dijo que el hijo de María sería llamado JESÚS, porque su misión en el mundo era salvar a su pueblo de sus pecados. Entonces, Él vino no meramente para hacer posible la salvación sino para salvar realmente a Su pueblo; y podemos esperar con confianza que lo que vino a hacer realmente ha sido llevado a cabo.

Puesto que la obra de Dios nunca es en vano, aquellos que son escogidos por el Padre, aquellos que son redimidos por el Hijo, y aquellos que son santificados por el Espíritu Santo  o en otras palabras, la elección, redención y santificación  debe incluir a las mismas personas. La doctrina Arminiana de una expiación universal no las pone a todas en un mismo plano y destruye así la perfecta armonía en el seno de la  Trinidad. La redención universal implica la salvación universal.

Cristo declaró que los elegidos y los redimidos eran las mismas personas cuando en la oración intercesora dijo, “tuyos eran, y me los diste,” y “yo ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por los que me diste; porque tuyos son y todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío; y he sido glorificado en ellos,” Juan 17:6, 9, 10. Y otra vez, “Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen, así como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; y pongo mi vida por las ovejas,” Juan 10:14, 15. Se encuentra la misma enseñanza cuando se nos dice que “mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre,” Hechos 20:28. Se nos dice que “Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella,” Ef. 5:25; y que Él puso su vida por sus amigos, Juan 15:13. Cristo murió por aquellos como Pablo y Juan, no por aquellos como Faraón y Judas, quienes eran “cabras” y no ovejas. No podemos decir que su muerte tuvo el propósito de cubrirlos a todos a menos que digamos que Faraón, Judas, etc., eran de las ovejas, amigos y parte de la Iglesia de Cristo.

Además, cuando se dice que Cristo dio su vida por su Iglesia, o por su pueblo, creemos que es imposible creer que Él se dio a sí mismo por los reprobados lo mismo que por aquellos que tenía el propósito de salvar. La humanidad se divide en dos clases y lo que se afirma de manera distintiva con respecta a una se niega, por implicación, respecto a la otra. En cada caso se dice algo de aquellos que pertenecen a un grupo que no es verdad de aquellos que pertenecen al otro. Cuando se dice que un hombre trabaja y sacrifica su salud y fuerza por causa de sus hijos, se niega así que el motivo que le controla sea la mera filantropía, o que el motivo que tuviese en mente fuese el bien de la sociedad. Y cuando se dice que Cristo murió por su pueblo se niega que haya muerto igualmente por todos los hombres.

7. LA EXCLUSIÓN DE LOS NO ELEGIDOS

No fue, entonces, un amor general e indiscriminado del cual todos los hombres fueron igualmente objeto, sino un amor peculiar, misterioso e infinito por sus elegidos, el cual hizo que Dios enviara a Su Hijo al mundo para sufrir y morir. Cualquier teoría que niegue esta verdad tan grande y preciosa, y que explique este amor como una mera benevolencia o filantropía indiscriminada que tuvo a todos los hombres como su objeto, a muchos de los cuales se les permite perecer, debe ser antibíblica. Cristo murió no por una masa caótica, sino por su pueblo,  su novia, su Iglesia.

Un granjero valora su campo. Pero nadie supone que se preocupa igualmente por cada planta que allí crece, por la “cizaña” lo mismo que por el “trigo.” El campo de Dios es el mundo, Mateo 13:38, y lo ama con un ojo puesto de manera exclusiva en su “buena semilla,” los hijos del reino, y no en los hijos del malo. No es la totalidad de la humanidad la que es igualmente amada por Dios y redimida de manera indistinta por Cristo. Dios no necesariamente comunica su bondad, como la luz de su sol, o como la sombra refrescante de un árbol, los cuales no escogen sus objetos, sino que sirven a todos de forma indiferente sin variación o distinción. Esto sería convertir a Dios en un ser que no tendría más entendimiento que el sol, el cual brilla no donde le place, sino donde debe. Él es una persona con entendimiento, y tiene el derecho soberano de escoger sus propios objetos.

En Génesis leemos que Dios “puso enemistad” entre la simiente de la mujer y la simiente de la serpiente. Ahora, ¿qué se quiere dar a entender con la simiente de la mujer y la simiente de la serpiente? En un primer momento podríamos suponer que la simiente de la mujer significaría toda la raza humana que desciende de Eva. Pero en Gálatas 3:16 Pablo usa este término “simiente,” y lo aplica a Cristo como individuo. “No dice: Y a las simientes, como si hablase de muchos, sino como de uno: Y a tu simiente, la cual es Cristo.” Cuando investigamos un poco más también encontramos que la simiente de la serpiente no significa los descendientes literales del Diablo, sino aquellos miembros no elegidos de la raza humana, quienes participan de su naturaleza pecaminosa. Jesús dijo de sus enemigos, “Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer,” Juan 8:44. Pablo denunció a Elimas el mago como hijo del Diablo y enemigo de toda justicia. Judas incluso es llamado un diablo, Juan 6:70. De modo que la simiente de la mujer y la simiente de la serpiente son, cada una en particular, parte de la raza humana. En otras partes de la Escritura encontramos que Cristo y su pueblo son “uno,” que Él habita en ellos y está unido a ellos así como se hallan unidas la viña y las ramas. Y dado que, en el mismo principio Dios “puso enemistad” entre estos dos grupos, está claro que nunca amó a todos por igual, ni tuvo el propósito de redimir a todos por igual. La redención universal y la sentencia de Dios contra la serpiente son cosas que no pueden ir juntas.

Existe también un paralelo que debe notarse entre el sumo sacerdote del antiguo Israel, y Cristo, quien es nuestro sumo sacerdote; el primero, se nos dice, fue un tipo del segundo. En el gran día de expiación el sumo sacerdote ofrecía sacrificios por los pecados de las doce tribus de Israel. Intercedía por ellos y solamente por ellos. De igual manera, Cristo oró no por el mundo sino por Su pueblo. La intercesión del sumo sacerdote aseguraba para los israelitas las bendiciones de las cuales eran excluidos todos los otros pueblos; y la intercesión de Cristo, la cual también es limitada pero de un orden mucho mayor, ciertamente será eficaz en el sentido más elevado, pues el Padre le escucha siempre. Además, no es necesario que la misericordia de Dios se extienda a todos los hombres sin excepción antes que pueda llamarse, verdadera y apropiadamente, infinita; pues todos los hombres, tomados en conjunto, no constituirían una multitud estricta y apropiadamente infinita. Las Escrituras nos dicen con claridad que el diablo y los ángeles caídos son dejados fuera de sus propósitos benevolentes. Pero su misericordia es infinita en el sentido que rescata a la gran multitud de sus elegidos del pecado y la miseria indescriptibles y eternas a la bendición indescriptible y eterna.

Aunque los Arminianos sostienen que Cristo murió igualmente por todos los hombres y que obtuvo suficiente gracia para facultar a todos los hombres para arrepentirse, creer y perseverar, si tan solo cooperan en ello, también sostienen que aquellos que se rehúsan a cooperar serán, debido a eso, y por toda la eternidad, castigados mucho más severamente que si Cristo nunca hubiese muerto por ellos en absoluto. Vemos que hasta aquí en la historia de la raza humana la gran proporción de la población adulta ha fallado al no cooperar y de este modo se les ha permitido acarrear sobre sí mismos una miseria mayor, como si Cristo jamás hubiese venido. Ciertamente, un concepto que permite que la obra de redención de Dios caiga en tal fracaso, y que arroja tan poca gloria sobre la expiación de Cristo, no puede ser verdadero. Mucho más del amor y la misericordia de Dios por su pueblo se ven en las doctrinas Calvinistas de la elección incondicional y la expiación limitada de lo que se ve en la doctrina Arminiana de la elección condicional y la expiación ilimitada.

8. EL ARGUMENTO DEL PRECONOCIMIENTO DE DIOS

El argumento de la presciencia de Dios es, en sí mismo, suficiente para probar esta doctrina. ¿No es infinita la mente de Dios? ¿No son perfectas sus percepciones? ¿Quién puede creer que Él, como un débil mortal, va a “disparar a la bandada sin percibir las aves individuales”? Puesto que Él supo de antemano quienes serían aquellos que serían salvos y los Arminianos más evangélicos admiten que Dios tiene un preconocimiento exacto de todos los eventos  no hubiese enviado a Cristo tratando de salvar a aquellos de quienes Él sabía de antemano, y de manera positiva, que se perderían. Pues, como señala Calvino, “¿Dónde hubiese estado la consistencia de Dios llamando para sí a aquellos que Él sabe que nunca vendrán?” Si un hombre sabe que en un cuarto contiguo hay diez naranjas, siete de las cuales son buenas y las restantes podridas, no entra al cuarto esperando obtener diez naranjas buenas. O si se sabe de antemano que de un grupo de cincuenta hombres a quienes se les han enviado invitaciones a un banquete diez de ellos no van a venir, el anfitrión no distribuye las invitaciones esperando que aquellos diez vayan a aceptar lo mismo que los otros. Aquellos que así piensan se engañan a sí mismos admitiendo el preconocimiento de Dios y diciendo que Cristo murió por todos los hombres; ¿pues, qué es eso sino atribuirle una locura a Aquel cuyos caminos son perfectos? Representar a Dios como alguien que se esfuerza con seriedad en hacer lo que Él sabe que no hará es representarle como alguien que actúa de manera insensata.

9. CIERTOS BENEFICIOS QUE SE EXTIENDEN A LA HUMANIDAD EN GENERAL

En conclusión, se debe decir que los Calvinistas no niegan que la humanidad en general recibe algunos beneficios importantes de la expiación de Cristo. Los Calvinistas admiten que frena la pena que hubiese sido inflingida sobre toda la raza a causa del pecado de Adán; que forma una base para la predicación del Evangelio e introduce así en el mundo muchas influencias morales que elevan el espíritu y restringen las influencias maléficas. Pablo pudo decirle al pueblo pagano de Listra que Dios “no se dejó a sí mismo sin testimonio, haciendo bien, dándonos lluvia del cielo y tiempos fructíferos, llenando de sustento y alegría nuestros corazones,” Hechos 14:17. Dios hace que su sol brille sobre malos y buenos, y envía la lluvia sobre justos e injustos. De este modo se aseguran muchas bendiciones temporales para todos los hombres, aunque estas no son suficientes para asegurar la salvación.

Cunningham ha declarado la creencia de los Calvinistas muy claramente en el siguiente párrafo:  “No se niega, por parte de aquellos que defienden la redención particular, o una expiación limitada, que la humanidad en general, aún aquellos que perecen en última instancia, obtenga algunas ventajas o beneficios de la muerte de Cristo; y ninguna posición que afirmen requiere que nieguen esto. Ellos creen que se han acumulado importantes beneficios para toda la raza humana a partir de la muerte de Cristo, y que de estos beneficios participan aquellos que son finalmente impenitentes e incrédulos. Lo que niegan es, que Cristo tuvo el propósito de procurar, o que procurara, estas bendiciones para todos los hombres que son los frutos apropiados y particulares de su muerte, en su carácter específico de expiación que Él procurara u obtuviese redención – es decir, perdón y reconciliación para todos los hombres. Muchas bendiciones fluyen hacia la humanidad en general a partir de la muerte de Cristo, colateral e incidentalmente, como consecuencia de la relación en la cual los hombres, vistos colectivamente, se hallan los unos para con los otros. Todos estos beneficios, por supuesto, fueron previstos por Dios, cuando resolvió enviar a Su Hijo al mundo; fueron contemplados o diseñados por Él, en cuanto a lo que los hombres recibirían y disfrutarían. Han de ser considerados y recibidos como otorgados por Él, y como tales, manifestando su gloria, indicando su carácter y logrando realmente sus propósitos; y han de ser vistos como viniendo a los hombres por medio del canal de la mediación de Cristo de su sufrimiento y muerte.”

Hay, entonces, un cierto sentido en el cual Cristo murió por todos los hombres, y no le respondemos al concepto Arminiano con una negativa absoluta. Pero lo que sí sostenemos es que la muerte de Cristo tuvo especial referencia a los elegidos, en el sentido que fue efectiva para su salvación, y que los efectos que se producen en otros son únicamente incidentales en cuanto a este gran propósito.

Por Loraine Boettner
Soli Deo Gloria