jueves, 14 de junio de 2018

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Los Nombres y las Naturalezas de Cristo

LOS NOMBRES DE CRISTO

Hay especialmente cinco nombres que piden una breve discusión en este lugar. Son parcialmente descriptivos de las naturalezas de Cristo, parcialmente descriptivos de su posición oficial, y parcialmente descriptivos de la obra que El vino a hacer en el mundo.

EL NOMBRE JESÚS

El nombre Jesús es la forma griega del hebreo Jehoshua, Joshua, Josué 1: 1; Zac. 3: 1, o Jeshua (la forma regular usada en los libros históricos post-exílicos), Esd. 2: 2. La derivación de este nombre común del Salvador está velada en la oscuridad. La opinión generalmente aceptada es que se deriva de la raíz yasha', que se cambió en hoshia', salvar, pero no es fácil explicar como Jehoshua' se convirtió en Jeshua'. Probablemente Hoshea', se derivó del infinitivo que era la forma original (compárese Núm. 13:8, 16; Deut. 32: 44), que expresa únicamente la idea de redención. La letra yod, que es el signo del imperfecto, debe haber sido añadida para expresar la certidumbre de la redención. Esto concordaría muy bien con la interpretación que se da al nombre en Mat. 1:21. Para otra derivación de Jeho (Jehová) y shua, que es ayuda (Gotthilf) compárese el Diccionario Dogmático de Kuyper.1 El nombre nació de dos bien conocidos tipos de Jesús en el Antiguo Testamento.
(1 De Christo, I, pp. 56 y siguientes)

EL NOMBRE CRISTO

Si Jesús es el nombre personal, Cristo es el nombre oficial del Mesías. Es equivalente al Mashiach del Antiguo Testamento (derivado de mashach, ungir), y de este modo significa "uno ungido". Los reyes y los sacerdotes, regularmente, fueron ungidos en la antigua dispensación, Ex 29 : 7 ; Lev. 4 : 3, Jueces 9 : 8 ; I Sam 9 : 16 ; 10 : 1 ; II Sam 19 : 10. Al rey se le llamaba "el ungido de Jehová", I Sam 24: 10. Hay un solo ejemplo de un profeta que fue ungido según se relata en I Reyes 19: 16, pero seguramente hay referencias a ello en el Sal 105: 15 y en Isa. 61: 1. El aceite usado para la unción de estos oficiales simbolizaba el Espíritu de Dios, Isa. 61: 1; Zac. 4: 1-6, y la unción representaba la transferencia del Espíritu a la persona consagrada, I Sam 10: 1, 6, 10; 16: 13, 14. La unción era un signo visible de 1. Una designación para el oficio 2. El establecimiento de una relación sagrada y la consiguiente santidad de la persona ungida, I Sam 26: 6; 26 : 9 ; II Sam 1: 14 3. Una comunicación del Espíritu para el que había sido ungido, I Sam 16: 13, compárese también II Cor. 1: 21, 22. El Antiguo Testamento se refiere a la unción del Señor en Sal 2: 2; 45: 7; y en el Nuevo Testamento, en Hech. 4: 27 y 10: 38. Anteriormente se encontraron referencias a esto en Sal 2: 6 y Prov. 8: 23. Pero los actuales hebraístas aseguran que la palabra nasak, usada en estos pasajes, significa "establecer" más bien que "ungir". No obstante, compárese también Isa. 11: 2; 42. Cristo fue establecido o designado para sus oficios desde la eternidad, así lo indica la palabra que señala a la realidad de la primera cosa simbolizada en la unción, pero históricamente su unción tuvo lugar cuando El fue ungido por el Espíritu Santo, Luc. 1: 35, y cuando recibió al Espíritu Santo, especialmente a la hora de su bautismo, Mat. 3: 16; Mar. 1: 10; Luc. 3: 22; Juan 1: 32; 3: 34. Sirvió para capacitarlo para su gran tarea. El nombre "Cristo" se aplicó por vez primera al Señor como nombre común acompañado del artículo, pero por grados se desarrolló en la forma de nombre propio, y fue usado sin el artículo.

EL NOMBRE HIJO DEL HOMBRE

En el Antiguo Testamento se encuentra este nombre en Sal 8: 4; Dan 7: 13, y frecuentemente en la profecía de Ezequiel. Se Te encuentra también en los libros apócrifos, en Enoc 46 y 62, y II Esdras 13. En la actualidad se admite casi por lo general que el uso que el Nuevo Testamento hace de este nombre depende del pasaje de Daniel, aunque en aquella profecía es sólo una frase descriptiva y todavía no se considera como título. La transición desde la frase descriptiva hasta el nombre tuvo lugar en tiempo posterior y parece que ya era un hecho cumplido cuando fue escrito el libro de Enoc. Este nombre fue el que Jesús usó más comúnmente para designarse. Se aplicó el nombre en más de 40 ocasiones, en tanto que otros se eximieron por completo de dárselo a Él. La única excepción en los evangelios se encuentra en Juan 12: 34, en donde aparece como una cita indirecta de lo que dice Jesús; y en el resto del Nuevo Testamento solamente lo emplean Esteban y Juan, Hech. 7: 56; Apoc. 1: 13; 14: 14.

El Dr. Vos, en su obra titulada Self-Disclosure of Jesús, divide en cuatro clases los pasajes en donde el nombre ocurre 1. Pasajes que claramente se refieren al regreso escatológico del Hijo del Hombre, por ejemplo, Mat. 16: 27, 28; Mar. 8 : 38 ; 13 : 26; etc., y paralelos 2. Pasajes que hablan particularmente de los sufrimientos y la muerte de Jesús, y (algunas veces) también de su resurrección, como por ejemplo, Mat. 17 : 22 ; 20: 18, 19, 28; 12 : 40, etc. y paralelos 3. Pasajes del Cuarto Evangelio, en los que se acentúa el lado celestial sobre-humano y la preexistencia de Jesús, por ejemplo, 1: 51; 3: 13, 14; 6: 27, 51, 62; 8: 28, etc. 4. Un corto número de pasajes, en los que Jesús revela su naturaleza humana, Mar. 2: 27, 28; Juan 5: 27; 6: 27, 51, 62. Es difícil determinar por qué prefirió Jesús este nombre como designación propia. Originalmente el nombre se consideró, por lo general, como un título de significado oculto, por medio del cual Jesús intentó velar más bien que revelar su carácter mesiánico. Esta explicación se desechó cuando se prestó más atención al elemento escatológico de los Evangelios, y al uso del nombre en la literatura apocalíptica de los judíos. Dalman revivió la idea y consideró una vez más al título como "una manera intencional de velar el carácter mesiánico bajo un título que afirmara la humanidad de Aquel que lo llevaba".1 (1 Words Of Jesus, p. 253)
La supuesta prueba de esto se encuentra en Mat. 16: 13; Juan 12: 34. Pero la prueba es dudosa; el último de estos pasajes hasta demuestra que el pueblo entendía el nombre en sentido mesiánico. El Dr. Vos es de opinión que Jesús probablemente prefería el nombre, porque estaba del todo alejado de toda posible prostitución judía del oficio mesiánico. Llamándose Hijo del Hombre, Jesús impartía a su carácter mesiánico su propio espíritu centrado en el cielo. Y la altura a la que de esta manera elevó su persona y obra pudo haber tenido que ver con los titubeos de sus primeros seguidores para nombrarlo con el más celestial de todos los títulos.1 (1The Self-Disclosure of Jesus, pp. 251 y siguientes)

EL NOMBRE HIJO DE DIOS

El nombre "Hijo de Dios" se aplicó de diversos modos en el Antiguo Testamento: 1. Al pueblo de Israel, Ex 4 : 22 ; Jer. 31 : 9 ; Oseas 11: 1 2. A los oficiales de Israel, especialmente al rey prometido de la casa de David, II Sam 7: 14; Sal 89: 27 3. A los ángeles, Job 1: 6; 2 : 1; 38: 7; Sal 29: 1; 89: 6 4. Al pueblo piadoso en general, Gen 6: 2; Sal 73: 15; Prov. 14: 26. En Israel adquirió el nombre un significado teocrático. En el Nuevo Testamento encontramos a Jesús apropiándose el nombre, y a otros que también se lo concedieron a Él. El nombre se le aplica a Jesús en cuatro sentidos diferentes que no siempre se conservan con entera distinción en la Escritura, puesto que algunas veces se combinan. Se aplica el nombre a Jesús:

1. En el sentido oficial o mesiánico, como una descripción del oficio más bien que de la naturaleza de Cristo. El Mesías pudo ser llamado Hijo de Dios como heredero y representante de Dios. Los demonios claramente entendieron al nombre en sentido mesiánico, cuando se lo dieron a Jesús. Parece haber tenido este sentido también en Mat. 24: 36; Mar. 13: 32. Aun cuando el nombre, tal como fue pronunciado por la voz que se oyó en el bautismo de Jesús y en su transfiguración, Mat. 3: 17; 17: 5; Marc. 1: 11; 9: 7; Luc. 3: 22; 9: 35, puede interpretarse así, con toda probabilidad, tiene un sentido más profundo. Hay varios pasajes en los que el sentido mesiánico se combina con el sentido trinitario, compárese lo que sigue.

2. En el sentido trinitario. El nombre se usa algunas veces para denotar la deidad esencial de Cristo. En este sentido señala el derecho de hijo desde la preexistencia, lo que trasciende absolutamente de la vida humana de Cristo y de su llamamiento oficial como Mesías. Encontramos ejemplos de esto en Mat. 11: 27; 14: 28-33; 16: 16, y paralelos; 21: 33-46, y paralelos; 22: 41- 46; 26: 63, y paralelos. En algunos de estos ejemplos la idea del derecho de hijo como idea mesiánica entra también en mayor o menor grado. También encontramos en pasajes juaninos, entretejidas, la idea ontológica y la mesiánica de derecho de hijo, en los que Jesús declara con autoridad que El es el Hijo de Dios, aunque no haga uso del nombre, por ejemplo en 6: 69; 8: 16, 18, 23; 10 : 15, 30 ; 14 : 20, etc. En las epístolas se designa frecuentemente a Cristo como el Hijo de Dios en el sentido metafísico, Rom. 1: 3; 8: 3; Gal 4: 4; Heb. 1: 1; y muchos otros pasajes. En la moderna teología ancha es costumbre negar el derecho metafísico de Hijo que tiene Cristo.

3. En el sentido de la natividad. También se llama a Cristo el Hijo de Dios en virtud de su nacimiento sobrenatural. El nombre se le aplica en el bien conocido pasaje del evangelio de Lucas, en el que el origen de su naturaleza humana se atribuye a la paternidad de Dios directa y sobrenatural, es decir, Luc. 1: 35. El Dr. Vos también encuentra indicaciones de este sentido del nombre en Mat. 1: 18-24; Juan 1: 13. Naturalmente este significado del nombre también lo niegan los modernos teólogos anchos, que no creen en el nacimiento virginal ni en la concepción sobrenatural de Cristo.

4. En el sentido ético religioso. En este mismo sentido el nombre "hijo" o "hijos de Dios" se aplica a los creyentes en el Nuevo Testamento. Es posible que tengamos un ejemplo de la aplicación del nombre "Hijo de Dios" a Jesús en ese sentido ético religioso en Mat. 17: 24-27. Esto dependerá de saber si Pedro está aquí representado como exento también del tributo del templo. Especialmente en este sentido la teología ancha moderna atribuye el nombre a Jesús. Encuentra que el derecho de Hijo correspondiente a Jesús es únicamente un derecho de hijo en el sentido ético religioso, algo que en realidad es elevado pero que esencialmente no es diferente del derecho que tenían sus discípulos.

EL NOMBRE SEÑOR (KURIOS)

El nombre "Señor" se aplica a Dios en la Septuaginta a. Como el equivalente de Jehová b. Como la traducción de Adonaí c. Como la traducción de un título honorífico humano aplicado a Dios (el principal, Adon), Jos. 3: 11; Sal 97: 5. En el Nuevo Testamento encontramos una parecida y triple aplicación del nombre a Cristo 1. Como una forma cortés y respetuosa de dirigirse a Él, Mat. 8: 2; 20: 33 2. Una forma que expresa propiedad y autoridad, sin implicar nada del carácter divino de Cristo y de su autoridad, Mat. 21: 3 ; 24 : 42 3. En la forma que expresa un elevado carácter, con la más elevada connotación de autoridad, y de hecho, equivalente prácticamente al nombre Dios", Marc. 12: 36, 37; Luc. 2: 11; 3: 4; Hech. 2: 36; I Cor. 12: 3; Fil. 2: 11. En algunos casos es difícil determinar la connotación exacta del título. Sin duda, después de la exaltación de Cristo, el nombre se aplicó generalmente a Él en el más elevado sentido. Pero hay ejemplos de este uso aun antes de la resurrección, en donde la importancia divina, de modo práctico, del título ya ha sido alcanzada evidentemente, como en Mat. 7:22; Luc. 5: 8; Juan 20: 28. Hay una grande diferencia de opinión entre los eruditos respecto al origen y desarrollo de este título tal como se aplica a Jesús. A pesar de todo lo que se ha adelantado en el sentido contrario, no hay razón para dudar que el uso del nombre, en la forma que fue aplicado a Jesús, tiene su raíz en el Antiguo Testamento. Hay un elemento constante en la historia de este concepto, y es el sentido de derecho de propiedad con la debida autoridad. Las epístolas de Pablo sugieren la idea adicional de que es una autoridad y derecho de propiedad que descansa sobre los derechos adquiridos precedentemente. Es dudoso si este elemento ya está presente en los Evangelios.

LAS NATURALEZAS DE CRISTO

Desde los tiempos primitivos, y más particularmente desde el Concilio de Calcedonia, la Iglesia confesó la doctrina de las dos naturalezas de Cristo. El Concilio no resolvió el problema que presentaba una persona que a la vez era humana y divina, sino sólo trató de hacer a un lado las soluciones que se habían ofrecido y que eran claramente reconocidas como erróneas. Y la Iglesia aceptó la doctrina de las dos naturalezas en una persona, no porque entendiera por completo el misterio, sino porque vio en ello un misterio revelado por la Palabra de Dios. Fue, y permaneció desde entonces para la Iglesia, como un artículo de fe que está más allá de la comprensión humana. Los ataques racionalistas sobre la doctrina no escasearon, pero la iglesia permaneció firme en la confesión de esta verdad a pesar del hecho de que una y otra vez se declaró que era contraria a la razón. En esta confesión los católicos romanos y los protestantes permanecen hombro con hombro. Pero desde la última parte del Siglo XVIII en adelante esta doctrina ha sido hecha blanca de persistentes ataques. Vino la época de la razón y se declaró ser indigno del hombre aceptar, sobre la base de autoridad de la Escritura, lo que era en realidad contrario a la razón humana. Lo que no era recomendable por sí mismo a este nuevo árbitro se declaró simplemente que era erróneo. Filósofos y teólogos individualmente trataron de resolver el problema presentado por Cristo, a fin de poder ofrecer a la iglesia una sustitución de la doctrina de las dos naturalezas. Tomaron su punto de partida en la humanidad de Jesús, y aun después de un siglo de penosa búsqueda no encontraron en Jesús más que un hombre con un elemento divino en El. No pudieron levantarse hasta el reconocimiento de El cómo su Señor y su Dios. Schleiermacher habló de un hombre con una suprema conciencia de Dios; Ritschl, de un hombre que tuvo el valor de un Dios; Wendt, de un hombre que permanecía en una íntima y continua comunión de amor con Dios; Beyschlag, de un hombre lleno de Dios, y Sanday, de un hombre con una irrupción de lo divino en la subconsciencia pero Cristo es y sigue siendo únicamente un hombre. En la actualidad la escuela ancha representada por Harnack, la escuela escatológica de Weiss y Schweitzer, y la más reciente, de religiones comparadas, encabezada por Bousset y Kirsopp Lake, todos concuerdan en despojar a Cristo de su verdadera deidad y reducirlo a dimensiones humanas. Para el primero nuestro Señor es únicamente un gran carácter ético; para el segundo es un vidente apocalíptico; y para el tercero un dirigente sin igual hacia un exaltado destino. Considera- ron al Cristo de la Iglesia como creación del helenismo o del judaísmo, o de los dos, combinados. No obstante, en la actualidad toda la epistemología de los siglos anteriores está a discusión, y la suficiencia de la razón humana para la interpretación de la verdad última se encuentra seriamente controvertida. Hay un nuevo énfasis sobre la revelación. Teólogos muy influyentes como Barth y Brunner, Edwin Lewis y Nataniel Micklem, no titubean en confesar una vez más la fe en la doctrina de las dos naturalezas. Resulta de la mayor importancia sostener esta doctrina tal como fue formulada por el Concilio de Calcedonia y como está contenida en nuestros símbolos confesionales. 1 (1 Conf. Belg., Art. XIX; Heidelberg Cat., Preguntas 15.18; Canons of Dort II, Art. IV.)

PRUEBAS BÍBLICAS DE LA DEIDAD DE CRISTO

En vista de la extendida negación de la deidad de Cristo, resulta de lo más importante estar perfectamente informados de la prueba bíblica de ella. La prueba es tan abundante que nadie que acepta la Biblia como la palabra infalible de Dios puede albergar duda alguna sobre este punto. Para la clasificación ordinaria de las pruebas bíblicas derivadas de los nombres divinos, los atributos divinos, las obras divinas, y el honor divino que a Cristo se atribuye, tendremos que referirnos al capítulo sobre la Trinidad. A continuación damos un arreglo un tanto diferente, atendiendo a la reciente tendencia del criticismo histórico.

1. En el Antiguo Testamento. Algunos han mostrado inclinación a negar que el Antiguo Testamento contenga predicciones de un Mesías divino; pero esta negación es completamente insostenible en vista de pasajes como Sal 2: 6-12 (Heb. 1: 5); 45:6, 7 (Heb. 1: 8, 9); 110: 1 (Heb. 1: 13); Isa. 9: 6; Jer. 23: 6; Dan. 7: 13; Miq. 5 2; Zac. 13: 7; Mal 3: 1. Varios de los más recientes eruditos en historia de la Biblia insisten firmemente en el hecho de que la doctrina de un Mesías sobrehumano nació antes del judaísmo cristiano. Algunos hasta encuentran en ello la explicación de la Cristología sobrenatural de algunas partes del Nuevo Testamento.

2. En los escritos de Juan y Pablo. Se ha encontrado que es completamente imposible negar que tanto Juan como Pablo enseña la deidad de Cristo. En el Evangelio de Juan se encuentra el más elevado concepto de la persona de Cristo tal como lo revelan los siguientes pasajes Juan 1 : 1-3, 14, 18; 2 : 24, 25; 3 : 16-18, 35, 36; 4:14, 15 ; 5 : 18, 20, 21, 22, 25-27; 11 : 41-44; 20 : 28 ; I Juan 1 : 3 ; 2 : 23 ; 4 : 14, 15; 5 : 5, 10-13, 20. Un concepto parecido se encuentra en las epístolas paulinas y en la Carta a los Hebreos, Rom. 1 : 7; 9 : 5 ; I Cor. 1 : 1-3 ; 2 : 8 ; II Cor. 5 : 10; Gál. 2 : 20 ; 4 : 4 ; Fil. 2 : 6 ; Col. 2 : 9 ; I Tim. 3: 16; Heb. 1: 1-3, 5, 8; 4: 14; 5 : 8, etc. Los críticos eruditos tratan de varias maneras de escapar de la doctrina que claramente enserian estos escritos, por ejemplo, negando la historicidad del evangelio de Juan y la autenticidad de muchas de las epístolas de Pablo ; considerando las explicaciones de Juan, Pablo y Hebreos como interpretaciones infundadas, y esto, especialmente, en el caso de Juan y de Hebreos a quienes suponen bajo la influencia de la doctrina de Filo acerca del Logos, y en el caso de Pablo bajo la misma influencia o bajo la de aquellos conceptos judíos de su época pre cristiana, o adscribiendo a Pablo un concepto de Cristo más bajo del que se encuentra en Juan, es decir, el de que Cristo fue un hombre celestial, preexistente.

3. En los sinópticos. Algunos sostienen que los sinópticos son los únicos que nos proporcionan un verdadero retrato de Cristo. Dicen que ellos dibujan al Jesús humano y en verdad histórico tal como se le contrasta con la figura idealizada del cuarto evangelio. Pero es de perfecta evidencia que el Cristo de los sinópticos es tan verdaderamente divino como el Cristo de Juan. Sobresale como una persona por completo sobrenatural, Hijo del Hombre e Hijo de Dios Su carácter y obras justifican lo que dice ser. Nótense en particular los siguientes pasajes: Mat. 5: 17; 9: 6; 11: 1-6, 27; 14: 33; 16: 16, 17; 28: 18; 25: 31 y siguientes; Marc. 8: 38, y muchos pasajes similares y paralelos. La obra del Dr. Warfield, The Lord of Glory, proporciona mucha luz sobre este punto.

4. En la conciencia misma de Jesús. En años recientes ha habido una tendencia a regresar a la conciencia propia de Jesús, y a negar que él fuera consciente de ser el Mesías o el Hijo de Dios. Naturalmente, no es posible tener conocimiento alguno de la conciencia de Jesús, sino es por medio de sus palabras, tal como están consignadas en los Evangelios; y siempre es posible negar que expresen en forma correcta el pensamiento de Jesús. Para aquellos que aceptan el testimonio del evangelio no puede caber duda del hecho de que Jesús fue consciente de ser el verdadero Hijo de Dios. Los pasajes siguientes dan testimonio de esto: Mat. 11 : 27 (Luc. 10 : 22) ; 21: 37, 38 (Marc. 12 : 6 ; Luc. 20: 13) ; 22 : 41-46 (Marc. 13 : 35-37; Luc. 20: 41-44); 24: 36 (Marc. 13 : 32) ; 28: 19. Algunos de estos pasajes testifican la conciencia mesiánica de Jesús; otros al hecho de que era consciente de ser el Hijo de Dios en el sentido más eminente. Hay varios pasajes en Mateo y Lucas en los que El habla de la primera persona de la Trinidad como "mi Padre", Mat. 7: 21; 10:32, 33; 11:27; 12:50; 15:13; 16:17; 18:10, 19, 35; 20:23; 25:34; 26 : 29, 53 ; Luc. 2: 49; 22: 29; 24: 49. En el Evangelio de Juan la conciencia de ser el verdadero Hijo de Dios resalta mucho más en pasajes como los siguientes: Juan 3: 13; 5: 17, 18, 19-27; 6: 37-40, 57; 8: 34-36; 10: 17, 18, 30, 35, 36, y otros pasajes.

LA PRUEBA BÍBLICA DE LA VERDADERA HUMANIDAD DE CRISTO.

Hubo un tiempo cuando la realidad (gnosticismo) y la integridad natural (docetismo, apolinarismo) de la naturaleza humana de Cristo fueron negadas, pero actualmente nadie objeta en serio la verdadera humanidad de Jesucristo. De hecho, hay en nuestro día un énfasis extremo sobre su verdadera humanidad, un siempre creciente humanitarismo. La única divinidad que muchos atribuyen todavía a Cristo. Es nada más la de su perfecta humanidad. Sin duda alguna, esta tendencia moderna es en parte una protesta en contra del énfasis unilateral sobre la deidad de Cristo. Los hombres algunas veces han olvidado al Cristo humano en su reverencia por el divino. Es muy importante sostener la realidad e integridad de la humanidad de Jesús admitiendo su desarrollo humano y sus limitaciones humanas. El esplendor de su deidad no debe acentuarse tanto que se oscurezca su verdadera humanidad. Jesús se llamó hombre, y así le llamaron otros, Juan 8: 40; Hech. 2: 22; Rom. 5: 15; I Cor. 15: 21. El nombre con que más comúnmente se designa el mismo Jesús, "el Hijo del Hombre", indique lo que indique, en verdad señala la verdadera humanidad de Jesús. Además, se dice que el Señor vino o que fue manifestado en la carne, Juan 1: 14; I Tim. 3: 16; I Juan 4: 2. En estos pasajes el término "carne" denota naturaleza humana. La Biblia indica claramente que Jesús poseyó los elementos esenciales de la naturaleza humana, es decir, un cuerpo material y una alma racional, Mat. 26: 26, 28, 38; Luc. 23: 46; 24: 39; Juan 11: 33; Heb. 2: 14. Hay también pasajes que demuestran que Jesús estaba sujeto a las leyes ordinarias del desarrollo humano, y a las necesidades y a los sufrimientos humanos, Luc. 2: 40, 52; Heb. 2: 10, 18; 5: 8. Se deduce hasta el detalle que las experiencias normales de la vida del hombre fueron suyas, Mat. 4: 2; 8: 24; 9: 36; Marc. 3: 5; Luc. 22: 44; Juan 4: 6; 11: 35; 12: 27; 19: 28, 30; Heb. 5: 7.

PRUEBA BÍBLICA DE LA HUMANIDAD INMACULADA DE CRISTO

Atribuimos a Cristo no solamente la perfección natural sino también la moral, integridad o perfección moral, es decir, la impecabilidad. Esto significa no sólo que Cristo pudo evitar el pecado (potuit non peccare), y que verdaderamente lo evitó, sino que también era imposible para El cometer pecado (non potuit peccare) debido a la unión esencial entre sus naturalezas humana y divina. La impecabilidad de Cristo fue negada por Martineau, Irving, Menken, Holsten y Pfleiderer, pero la Biblia testifica claramente de esa impecabilidad en los pasajes siguientes: Luc. 1: 35; Juan 8: 46; 14: 30; II Cor. 5: 21; Heb. 4: 15; 9: 14; I Ped. 2: 22; I Juan 3: 5. En tanto que Cristo tenía que ser hecho pecado en el sentido judicial, no obstante éticamente estaba libre tanto de la depravación hereditaria como del pecado actual. Nunca hizo El una confesión de error moral; ni se unió con sus discípulos para orar, diciendo: "Perdónanos nuestros pecados". Pudo desafiar a sus enemigos a que lo redarguyeran de pecado. La Escritura hasta lo presenta como el único en quien el hombre ideal está cumplido, Heb. 2: 8, 9; I Cor. 15: 45; II Cor. 3: 18; Fil. 3: 21. Además, el nombre "Hijo del Hombre", que se apropió Jesús, parece declarar con autoridad que El responde al ideal perfecto de la humanidad.

LA NECESIDAD DE LAS DOS NATURALEZAS EN CRISTO

De lo anterior se deduce que, actualmente, muchos no reconocen la necesidad de aceptar dos naturalezas en Cristo. Para ellos Jesús es nada más un hombre; pero al mismo tiempo se sienten constreñidos a atribuirle el valor de un Dios, o a reclamar la divinidad para El en virtud de la inmanencia de Dios en El, o de la morada del Espíritu en El. La necesidad de las dos naturalezas en Cristo se sigue de lo que es esencial a la doctrina bíblica de la expiación.

1. La necesidad de su humanidad. Puesto que el hombre pecó, era necesario que el castigo lo recibiera el hombre. Además, la paga del castigo envolvía el sufrimiento del cuerpo y del alma, en tal forma que sólo el hombre es capaz de sufrirlo, Juan 12: 27; Hech. 3: 18; Heb. 2: 14; 9: 22. Era necesario que Cristo tomara la naturaleza humana, no únicamente con todas sus propiedades esenciales, sino también con todas las flaquezas a las que está propensa desde la caída, y que de esta manera bajara hasta las profundidades de la degradación a la que el hombre ha caído, Heb. 2: 17, 18. Al mismo tiempo tenía que ser un hombre sin pecado, porque uno que fuera pecador y que hubiera arruinado su propia vida ciertamente no podría hacer expiación por otros, Heb. 7: 26. Tan sólo un Mediador como El, verdaderamente humano, que tuviera el conocimiento experimental de las miserias de la humanidad y que se levantara por encima de todas las tentaciones, podría entrar con toda simpatía a todas las experiencias, las pruebas y las tentaciones de los hombres, Heb. 2: 17, 18; 4: 15-5: 2, y ser un ejemplo humano perfecto para sus seguidores, Mat. 11: 29; Marc. 10: 39; Juan 13: 13-15; Fil. 2: 5-8; Heb. 12: 24; I Pedro 2: 21.

2. La necesidad de su divinidad. En el plan divino de salvación era absolutamente esencial que el Mediador también fuera verdadero Dios. Esto era necesario, para que a. Presentará un sacrificio de infinito valor y diera perfecta obediencia a la ley de Dios b. Soportara la ira de Dios con propósito redentor, es decir, para liberar a los otros de la maldición de la ley y c. Pudiera aplicar todos los frutos de su trabajo cumplido a aquellos que lo recibieran a El mediante la fe. El hombre con su vida deshecha no puede pagar el castigo del pecado, ni prestar obediencia perfecta a Dios. Puede soportar la ira divina, y si no fuera por la gracia redentora de Dios, la tendría que soportar eternamente, pero no podría sobrellevarla de una manera tal que pudiera abrirse una vía de escape, Sal 49: 7-10; 130: 3.
(Extracto Teología Sistematica de L. Berkhof)
Soli Deo Gloria