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jueves, 20 de julio de 2017

¡Cristo nuestro maná!

Éxodo 16: 1-31

En el NT Jesús se comparó a sí mismo con el maná divinamente provisto en el desierto: Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno come de este pan, vivirá para siempre. El pan que yo daré por la vida del mundo es mi carne (Juan 6:51; cf. 6:48-58).

Una comida especial provista para los hebreos durante el éxodo de Egipto. La palabra heb. man es en realidad una pregunta y como prefijo de hu sería ¿Qué es ésto? Por el otro lado, puede ser una adaptación del egipcio mennu, comida. Josefo y otros autores antiguos atribuyen el nombre a la pregunta ¿Es comida?, que queda bien en el contexto del desierto. Venía de noche (Num. 11:9). Era blanco, de sabor delicioso, y se parecía a la semilla de cilantro, una planta del área este del Mediterráneo que era tanto sabrosa como nutritiva (Ex. 16:31). Que vino de modo milagroso, esto demuestra en su naturaleza, su hora de llegada y que duraba hasta el sábado (Ex. 16:20-26; Dt. 8:3).

Tan pronto como hubo otra comida, el maná cesó (Jos. 5:12). Lo llamaban trigo del cielo (Sal. 78:24), pan del cielo (Sal. 105:40), y pan de ángeles (Sal. 78:25). Jesús al referirse a sí mismo, lo utilizó como metáfora (Jn. 6:31-58).

Hay cinco cosas representadas en el maná celestial como se da en la figura de Cristo el verdadero pan de Dios. Estas son cosas que todo creyente conocerá en la dulce experiencia de la gracia.

Primero: Él vendrá a ver que este verdadero maná fue provisto por Dios solamente. No se levantó de la tierra maldecida ni evolucionó sobre la hierba que llevaba hierba; Fue dad por la divinidad . "Les dio pan del cielo para comer". (Juan 6: 31) "Ordenó las nubes desde lo alto, abrió las puertas del cielo y llovió maná sobre ellos para comer y les dio el grano de los cielos". (Salmos 75: 23-24).

Segundo: Este maná debe ser buscado. Todos los que no buscaban no descubrian el maná. El maná cayó donde Dios dijo que lo haría. El maná cayó en la congregación de Dios. El maná era fácil de encontrar. La mayoría de los hombres no encuentran a Cristo porque no miran donde se revela el maná.

Tercero: El maná debe ser recogido. El maná en el suelo no servía de nada a nadie. Simplemente escuchar sobre el maná no satisface el hambre. Debe ser recogido. ¿Quién recogió este maná? Las almas hambrientas lo buscaban y lo recogían.

Cuarto: El maná debe ser procesado. Israel no sólo lo recogió con puñados y lo comió como habas de jalea; Fue molido en los molinos o batido en un mortero y luego horneado en pan. (Mateo 11: 8) El evangelio de Jesucristo es procesado por la obra interior del Espíritu. (I Corintios 2: 10-14) Debe ser oído, considerado, comprendido y creído.

Quinto: El maná debe ser comido. Maná en una canasta no dará vida. Debe ser masticado y masticado. Debe ser tomada de Dios, el Espíritu Santo lo hace con nosotros y crea la fe, la vida y la esperanza.

En el Evangelio, el maná es figura del verdadero pan del cielo, Cristo. ¡Cristo es nuestro maná! Que Dios se complazca en guiarnos donde él pueda ser encontrado, revelarlo a nuestros corazones, hacer que recojamos a nosotros mismos la medida plena que Dios nos ha dado, ayúdanos a procesar lo que hemos recolectado y a comer lo que Dios ha dado.
Soli Deo Gloria

miércoles, 19 de julio de 2017

Predicando con mucha Franqueza


Teniendo, por tanto, tal esperanza, hablamos con mucha franqueza. (2 Corintios 3:12)

Veo a muchos hombres que dicen predicar el Evangelio de la gracia de Dios en Cristo Jesús, pero están involucrados en confusiones y debates  irrelevantes. Gracias a Dios por aquellos que por su gracia y poder predican con mucha franqueza y sencillez que es en Cristo Jesús. Si los niños pequeños no pueden entender (intelectualmente) su evangelio, entonces su evangelio no tiene valor.

Sé que la verdad debe ser revelada por Dios y que es insondable, pero el Evangelio que nuestro Señor predicó no fue confuso o difícil de entender. Entonces  aquellos que rechazan nunca pudieron llegaran al conocimiento de la verdad. Pero aquellos que oían la claridad de su evangelio, llegaron a entender lo que Jesús  estaba diciendo, aunque estaban espiritualmente ciegos antes de oír con claridad.

La gente se está muriendo y va al infierno mientras que los doctores de la teología están discutiendo por horas en redes sociales, centros académicos etc. Seamos sinceros con las personas como pecadores que son y que solamente necesitan oir el evangelio con mucha franqueza.

He oído hablar de una hermosa niña que vendía violetas en la calle. Esta niña tenía que llevar todas las noches a su pobre y miserable choza las violetas que le sobraban. A fuerza de hacer esto, llegó a decir que odiaba el perfume de esa flor por haberse acostumbrado a él, "¡Qué extraño!", exclamó alguien. Sin embargo, eso mismo es lo que dicen algunos de los que oyen el evangelio. Temo, sobre todas las cosas, que vuestro olfato se acostumbre tanto a la agradable fragancia de la Rosa de Sarón y del Lirio de los Valles que su aroma os llegue a causar náuseas.

Y todo esto procede de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por medio de Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación;  a saber, que Dios estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo mismo, no tomando en cuenta a los hombres sus transgresiones, y nos ha encomendado a nosotros la palabra de la reconciliación. Por tanto, somos embajadores de Cristo, como si Dios rogara por medio de nosotros; en nombre de Cristo os rogamos: ¡Reconciliaos con Dios! Al que no conoció pecado, le hizo pecado por nosotros, para que fuéramos hechos justicia de Dios en El. (2 Corintios 5:18-21)
Soli Deo Gloria



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El día que Dios predicó desde el cielo

Y he aquí una voz del cielo, diciendo: Este es mi Hijo amado, en quien me complazco. Mateo 3:17

El mensaje del glorioso Evangelio de Dios se encuentra en estas asombrosas palabras de que Dios habló un día de su trono. Este es mi Hijo amado, en quien me complazco. ¡Dios está bien complacido con Su amado Hijo! Esta es la única esperanza del pecador de redención.

¡Dios está airado con el impío todo los días! (Salmo 7:11) Sin embargo, el Padre está bien complacido con su amado Hijo. ¡Nunca ha habido un tiempo en que Dios no estuviera muy complacido con Su Hijo, el Señor Jesucristo! Este es el mensaje de Dios que da vida a los perdidos e indefensos. Dios está bien complacido con Su hermoso Hijo. Dios nunca estará complacido con hombres y mujeres pecadores y sus obras de justicia propia. Pero Dios está bien complacido con Cristo. ¡Por eso tengo que tenerlo! En Él es el único lugar que Dios puede estar complacido conmigo. Él nació a semejanza de Su pueblo al asumir la carne y vivir delante de Dios en perfecta justicia para su pueblo escogido y elegido. En Él como mi Sustituto, perfectamente justo. Murió como pecador en el lugar de Su pueblo, aunque totalmente inocente de un solo pecado, ¡porque somos pecadores! Él se levantó de nuevo tomando el aguijón de la muerte, y la victoria sobre el sepulcro que nosotros que no merecemos nada sino la muerte podría tener vida eterna. Nuestro Señor se sienta a la diestra de Dios en todo poder, para que Su pueblo pueda un día sentarse a Sus pies en gloria, perfectamente justo y santo como Él es. En Su Hijo amado, Dios ahora está complacido conmigo. Esta es la única manera en que Dios puede o será complacido con cualquiera de la raza caída de Adán. 

Así que permíteme preguntarle querido lector, ¿está bien complacido con el Señor Jesucristo? Si Dios te da ojos para ver que en Él es el ÚNICO lugar donde Dios puede estar complacido con usted, usted estará muy complacido con Él.
Soli Deo Gloria



sábado, 24 de junio de 2017

¿Qué es el Evangelio?

¡El Evangelio significa literalmente "buenas noticias"!

Esta buena noticia se centra alrededor de un judío nacido hace más de 2000 años. ¡Su nombre es Jesús de Nazaret y su venida cambiaría el mundo!. Para entender las buenas nuevas de Jesús necesitamos empezar por entender algunas cosas acerca de Dios y de nosotros mismos.

Dios es el creador de todas las cosas. Él es santo, perfecto y justo. Él creó todas las cosas perfectamente y con el propósito de traer a sí mismo la gloria y el honor. Esto es lo que se merece como nuestro creador.

Como coronación de su creación, Dios formó al primer hombre y mujer, Adán y Eva, para gobernar todo lo que había creado. Su propósito era glorificar y gozar del Dios infinitamente valioso que los había creado. Aunque Dios creó a Adán y Eva perfectamente, ellos eligieron pecar y desobedecer al Dios que los había creado. Haciendo esto hicieron a sí mismos y a todos sus descendientes esclavos del pecado. La última pena de pecado (desobedecer la ley de Dios) para Adán y Eva y cada uno de nosotros que son sus descendientes es la muerte. Esta muerte no es sólo física, pero cuando morimos físicamente continuamos experimentando una muerte espiritual eterna que la Biblia describe como tormento eterno bajo la justa ira de Dios.

Todos somos descendientes de Adán y Eva. Debido a esto, tú y yo somos todos pecadores que no merecen más que la ira y el juicio de Dios. Debido a nuestro pecado no tenemos esperanza de salvarnos a nosotros mismos y reconciliarnos con el Dios que nos dio la vida.

Aunque la Biblia declara que estábamos "muertos en nuestras delitos y pecados" Dios ha hecho una cosa asombrosa en gracia, en su amor y misericordia por los pecadores, envió a su Hijo único, Jesucristo (que es Dios mismo), para que nazca como un niño hace 2000 años. Jesús creció como un pobre judío en la ciudad rural del siglo I de Galilea. Aunque era Dios, se humilló a sí mismo para vivir la vida como un hombre. Donde Adán y Eva (y cada uno de nosotros) pecaron y violaron la ley de Dios, Jesucristo vivió una vida perfecta. Él nunca rompió una vez la ley de Dios, pero en todo lo que hacía le complacía perfectamente a su Padre. Entonces, habiendo vivido una vida perfecta, Jesús murió la muerte de un pecador en una cruz romana. Aunque murió como si fuera el más grande de los pecadores, Jesús no había cometido ningún pecado. Al tercer día después de su muerte, Dios hizo algo increíble para mostrar la justicia de Jesús. ¡Resucitó a Jesús de entre los muertos! Jesús ahora se sienta en el cielo a la diestra de Dios el Padre que ha sido exaltado sobre todos y todo en toda la creación.

La buena noticia es esta! Jesús murió como un sustituto para pagar por pecados que no eran suyos. Hizo esto por su increíble misericordia y amor. Si te alejas de (arrepentirte) de tus pecados y confías en Jesús para salvarte del juicio que mereces, entonces puedes reconciliarte con Dios y tener vida. Ya no tienes que enfrentar una eternidad bajo la ira de Dios, pero puedes vivir aquí y ahora como un amigo e hijo de Dios.

Debido a lo que Jesús ha hecho, ahora usted se enfrenta a la pregunta, '¿cómo le responderé?' ¿Vas a rechazar a Jesús y esta noticia acerca de él, o creerás en él para tu propia salvación? Por favor, considere cuidadosamente. Si tiene alguna pregunta sobre Jesús o lo que significa ser cristiano, por favor estoy para guiarlos por medio las escrituras a su encuentro con Jesucristo.
Soli Deo Gloria



jueves, 22 de junio de 2017

¿Cómo cambia el Evangelio a un Cristiano?

“Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del reino de Dios, diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio”. (Marcos 1:14b- 15)

ARREPENTIMIENTO: CAMBIANDO LOS DESEOS DEL CORAZÓN LEJOS DE LOS ÍDOLOS

El arrepentimiento es un profundo cambio de mente que involucra el cambio de dirección de vida. El lado positivo del arrepentimiento es la conversión, el genuino volverse a Dios o a Cristo en busca de gracia.

Hay mucha confusión en la actualidad acerca del arrepentimiento. Mucha gente ve el arrepentimiento como una horrible autoflagelación, conduciendo al arrepentido a la desesperación. El arrepentimiento es visto como un tipo de penitencia evangélica reservada únicamente para aquellos momentos especiales cuando tú has sido realmente malo y necesitas humillarte ante Dios. Este punto de vista del arrepentimiento refleja hoy como muy pocos cristianos parecen haber comprendido las noventa y cinco tesis de Martín Lutero, que clavó en la iglesia de Wittenberg, dando nacimiento a la Reforma Protestante. En la primera tesis, Lutero escribe: “Cuando nuestro Señor y Maestro Cristo Jesús dijo “Arrepentíos (Mateo 4:17), él deseaba que la vida entera de los creyentes fuera una vida de arrepentimiento” (1957: 25).

Este entendimiento del arrepentimiento como una experiencia continua, como estilo de vida para el creyente, parece ser casi desconocida el día de hoy. Lo que debemos redescubrir es que el verdadero arrepentimiento no nos conduce a la desesperación sino al gozo. Mientras más aprendamos a ver lo profundo de nuestro pecado, más vemos la profundidad de la gracia de Dios. La cruz de Cristo es profundamente preciosa y “eléctrica”, para los que diariamente están arrepentidos y ven la profundidad de su pecado.

Cuando Jesús nos llama al arrepentimiento, no nos está llamando a que nos golpeemos nosotros mismos o simplemente limpiar nuestras vidas. Más bien, Él nos está llamando a un cambio radical del corazón. De acuerdo a las Escrituras, nuestro problema de raíz no es externo o conductual. Es un  problema del corazón. Esta es la razón por la cual los remedios falsos inevitablemente nos dejan sin cambiar y en negación o desesperación porque todos ellos desvían el corazón.

La razón por la que nuestros corazones no son más transformados es porque hemos permitido que nuestros deseos sean capturados por aquello que los puritanos llaman “los deseos del corazón” por ídolos que roban el afecto de nuestro corazón alejándolo de Dios. El apóstol Juan establece este punto en el último versículo de 1ª Juan.

Es ahí donde el apóstol con toda la intención concluye su carta maestra con unos versículos sobre cómo vivir en compañerismo vital con Cristo, mencionando estas palabras: “Hijitos, guardaos de los ídolos” (1ª Juan 5:21). Aquí aprendemos que el arrepentimiento de nuestra idolatría resume lo que es la verdadera espiritualidad.

Ya que Dios ha creado al hombre para ser un adorador, nosotros siempre estamos adorando algo, ya sea que nos demos cuenta o no. Por eso es que siempre debemos ver el carácter esencial de nuestro pecado como una idolatría del corazón.

El primer y el segundo mandamiento: “No tendrás dioses ajenos delante de mí” (Éxodo 20:3) y “No te harás imagen…” (Éxodo 20:4a), tienen la intención de recordarnos de la muy peligrosa y natural tendencia que tenemos todos de adorar ídolos.

Los ídolos modernos que capturan los deseos de nuestro corazón hoy no son las imágenes talladas del mundo antiguo. Un ídolo es hacer de algo o alguien fuera de Jesucristo nuestra verdadera fuente de felicidad y llenura.

La verdad es que cada uno tiene algo o alguien a quien podemos fácilmente poner en ese lugar: “Si tan sólo pudiera tenerte para llenar el vacío, entonces sabría que soy alguien”. Todos tenemos que vivir por algo. Todos tenemos un “centro personal”, un valor principal por medio del cual vemos toda la vida.

Para algunos de nosotros es la aprobación, la reputación, el éxito. Para otros es el placer o el control, la comodidad o el poder. Para otros son las posesiones, el sexo, el dinero o las relaciones. Los ídolos pueden ser buenas causas tales como hacer un buen impacto, tener una familia feliz o un buen matrimonio o incluso hijos obedientes. Cualquier cosa que sea, sin esta base, sabemos que harán que nuestras vidas no tengan significado.

Cualquier cosa por la que nosotros vivamos, tiene un gran poder sobre nosotros. Si alguien bloquea nuestro ídolo, podemos llenarnos de enojo. Si nuestros ídolos son amenazados, podemos paralizarnos de temor. Si perdemos nuestro ídolo, podemos ser llevados a una absoluta desesperación. Eso es porque los ídolos que adoramos nos dan nuestro sentido de valor o rectitud.

Cuando dejamos que los deseos de nuestros corazones sean capturados por tales ídolos, el resultado será siempre el mismo, una carencia del poder transformador de Dios y de su presencia en nuestras vidas.

Así que el arrepentimiento no debe ser meramente un cambio externo de conducta, sino fundamentalmente como una disposición de alejar nuestros deseos del corazón y nuestra confianza del corazón lejos de nuestros ídolos. El gran teólogo inglés, John Owen, enseña que una de las razones por la que nosotros no experimentamos más el poder y presencia de Dios en nuestras vidas es porque no hemos estudiado suficientemente las idolatrías de nuestros corazones. Por esto es que debemos aprender a hacernos preguntas difíciles tales como ¿Qué pensamiento, cosa o persona, fuera de Cristo, ha llegado a tener un título en mi confianza del corazón?

El gran evangelista, George Whitefield, enseñó que para conocer el poder de Dios, debemos aprender a no únicamente conocer qué significa el arrepentimiento de nuestros pecados, sino también arrepentirnos de nuestra rectitud (1993). Al difunto John Gerstner, se le atribuyen las palabras siguientes: “No son tanto nuestros pecados que nos alejan de Dios, como nuestras malditas buenas obras”.

Una vez que hemos identificado un ídolo del corazón, el arrepentimiento involucra no sólo confesarlo, sino también tomar una acción radical en contra de él, debilitando el poder dominante que tiene en nuestras vidas. En Romanos 13:14 Pablo escribe: “Sino vestíos del Señor Jesucristo, y no proveáis para los deseos de la carne”. La existencia de idolatría en nuestras vidas, requiere una acción inmediata. Los puritanos lo llamaron mortificación, un concepto raramente escuchado actualmente.

El arrepentimiento es únicamente la mitad de nuestra responsabilidad en la transformación. Es el lado negativo y defensivo de la ecuación. Nosotros nos volteamos ahora al lado positivo, la estrategia ofensiva de la fe del evangelio.


Vuelve, oh Israel, al SEÑOR tu Dios, pues has tropezado a causa de tu iniquidad. Tomad con vosotros palabras, y volveos al SEÑOR. Decidle: Quita toda iniquidad, y acéptanos bondadosamente, para que podamos presentar el fruto de nuestros labios. Asiria no nos salvará, no montaremos a caballo, y nunca más diremos: "Dios nuestro" a la obra de nuestras manos, pues en ti el huérfano halla misericordia (Oseas 14:1-3).
Soli Deo Gloria



jueves, 15 de junio de 2017

¿Quíen puede ser Salvo?

El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él. (Juan 3:36)

A. Lo que dicen las Escrituras acerca de la salvación de los hombres.

La salvación de los párvulos

Lo que enseñan las Escrituras acerca de este tema, en conformidad a la doctrina común entre los protestantes evangélicos, es primeramente: Que todos los que mueren en Ia infancia son salvos. Esto se infiere de lo que la Biblia enseña de la analogía entre Adán y Cristo. «Así pues, como por la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno vino a todos los hombres la justificaci6n de vida. Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos (hoi polloi = pantes) fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, los muchos (hoi polloi = pantes) serán constituidos justos» (Ro 5: 18, 19». No tenemos derecho a poner límite alguno a estos términos generales, exepto los que la misma Biblia les imponga. Las Escrituras no excluyen en ningún lugar a ninguna clase de infantes, bautizados o no, nacidos en tierras cristianas o paganas, de padres creyentes o incrédulos, de los beneficios de la redención de Cristo. Todos los descendientes de Adán, excepto Cristo, están bajo la condenación; todos los descendientes de Adán, excepto aquellos de los que se revela expresamente que no pueden heredar el reino de Dios, son salvos. Éste parece ser el claro sentido de las palabras del Apóstol, y por ello no duda en decir que donde abundó el pecado mucho más ha sobreabundado la gracia, que los beneficios de la redención exceden con mucho a los males de la caída; que el número de los salvos excede con mucho al de los perdidos.

Esto no es inconsecuente con la declaración de nuestro Señor, en Mateo 7:14, de que sólo unos pocos entran por la puerta que conduce a la vida. Esto debe entenderse de los adultos. Lo que la Biblia dice se dirige a aquellos en todas las edades a quienes atañe. Pero se dirige a aquellos que pueden bien leer, bien oír. Les dice lo que deben creer y hacer. Sería una total perversión de su significado aplicarla a aquellos a los que y de los que no habIa. Cuando se dice: «EI que cree en el Hijo, tiene vida eterna; mas el que rehusa creer en el Hijo, no verá la vida, sino que la ira de Dios permanece sobre él» (Jn 3:36), nadie comprende esto como impidiendo la posibilidad de la salvación de los infantes. ...La conducta y el lenguaje de nuestro Señor en referencia a los niños no deben ser considerados como una cuestión de sentimientos, ni como una mera expresión de una actitud bondadosa. Es evidente que las consideraba como ovejas del rebaño por el cuaI, como el Buen Pastor, ponía su vida, y de las cuales Él dijo que jamás perecerian, ni nadie las arrebataria de sus manos. De ellos dice Él que es el reino de los cielos, como si el cielo estuviera, en gran medida, compuesto de las almas de los infantes redimidos. Es por ello la creencia general de los protestantes, en contra de la doctrina de los romanistas y de los romanizadores, que todos los que mueren en la infancia se salvan.

B. La regla del juicio para los adultos

Otro hecho general claramente revelado en la Escritura es que los hombres serán juzgados por sus obras, y en base de la luz que cada uno haya tenido. Dios «pagará a cada uno conforme a sus obras: vida eterna a los que, perseverando en hacer bien, buscan gloria y honra e inrnortalidad, pero ira y enojo a los que son contenciosos y no obedecen a la verdad, sino que obedecen a la injusticia. Tribulación y angustia sobre todo ser humano que obra el mal, el judio primeramente y también el griego, pero gloria y honra y paz a todo el que obra el bien, al judio primeramente y también al griego; porque ante Dios no hay acepción de personas. Porque todos los que han pecado sin ley, sin ley también perecerán; y todos los que han pecado bajo Ia ley, por la ley serán juzgados» (Ro 2:6-12). Nuestro Señor enseña que aquellos que pecaron con conocimiento de la voluntad de Dios serán azotados con muchos azotes; y que los que pecaron sin tal conocimiento serán azotados con pocos azotes; y que el dia del juicio será más tolerable para los paganos, incluso para Sodoma y Gomorra, que para los que perecen bajo la luz del evangelio (Mt 10:15; 11:20-24). El Juez de toda la tierra hará lo que es justo. Ningún ser humano sufrirá más que lo que merezca, ni más que lo que su propia conciencia reconocerá como justo.<

C. Todos los hombres bajo condenación

 Pero Ia Biblia nos dice que si fueran juzgados según sus obras y según la luz recibida, todos los hombres serían condenados. No hay justo, ni aún uno. Todo el mundo es culpable delante de Dios. El veredicto queda confirmado por la conciencia de cada hombre. La consciencia de la culpa y de la polución moral es absolutamente universal.

Es aqui que falla totalmente la teologia natural. No puede dar respuesta a la pregunta: ¿Cómo se justificará el hombre delante de Dios?, o ¿Cómo puede Dios ser justo y justificar al impío? La humanidad ha ponderado ansiosamente esta pregunta durante siglos, y no ha logrado satisfacción. Se ha aplicado el oido en el seno de la humanidad para captar el son suave y bajo de la conciencia, y no ha recibido respuesta. La razón, la conciencia, la tradición y la historia se unen en proclamar que el pecado es muerte; y por ello que por lo que a la sabiduría y recursos humanos concierne, la salvación de los pecadores es tan imposible como la resurrección de los muertos. Se ha probado todo medio concebible de expiación y purificación, sin mérito alguno.

Las Escrituras, por tanto, nos enseñan que los paganos están «sin Cristo, excluidos de la ciudadania de Israel y extranjeros en cuanto a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo» (Ef2:12). Son declarados sin excusa, «Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se hicieron vanos en sus pensamientos, y su necio corazón fue entenebrecido. Profesando ser sabios, se hicieron necios, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles. Por lo cual también Dios los entregó a la inrnundicia, en las concupiscencias de sus corazones, de modo que deshonraron entre si sus propios cuerpos, ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, adorando y dando culto a las criaturas en lugar de al Creador, el cual es bendito por los siglos. Amém (Ro 1:2-25). EI Apóstol dice de los gentiles que «andan en la vanidad de su mente, teniendo el entendimiento entenebrecido, excluidos de la vida de Dios por la ignorancia que hay en ellos, por la dureza de su corazón; los cuales, después que perdieron toda sensibilidad, se entregaron a la lascivia para cometer con avidez toda clase de impureza» (Ef 4:17-19).

Siendo todos los hombres pecadores, y pudiendo ser con justicia acusados de una impiedad e inmoralidad inexcusables, no pueden ser salvados por ningún esfuerzo ni recurso de su propia parte. Porque se nos dice que «los injustos no heredarán el reino de Dios ... No os dejéis engañar; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los homosexuales, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios» (1 Co 6:9). Porque tened bien entendido, que ningún fornicario, o inmundo, o avaro, que es idólatra, tiene herencia en el reino de Cristo y de Dios» (Ef 5:5). Más aún, Ia Biblia nos enseña que uno puede ser externamente justo delante de los hombres, y ser sin embargo un sepulcro blanqueado, siendo su corazón la morada de la soberbia, de la envidia o de la malicia. ... Y más aún que esto; aunque un hombre estuviera libre de pecados externos, y, si fuera posible, lo fuera de pecados del corazón, esta bondad negativa no seria suficiente. Sin santidad «nadie verá al Señor» (He 12:14). «El que no nace de nuevo, no puede ver el reino de Dios» (Jn 3:3). «El que no ama, no ha conocido a Dios» (1 Jn 4:8). «Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él» 1 Jn 2:15). «El que ama a su padre o a su madre más que a mi, no es digno de mi» ¿Quién, pues, puede ser salvo? Si la Biblia excluye del reino de los cielos a todos los inmorales, a todos aquellos cuyos corazones están corrompidos con soberbia, envidia, malicia o codicia; a todos los que aman al mundo; a todos los que no son santos; a todos aquellos en los que el amor de Dios no es el principio supremo y controlador de todas sus acciones, es evidente entonces que por lo que a los adultos se refiere, la salvación se tiene que encerrar a limites muy estrechos. También es evidente que la mera religión natural, el mero poder objetivo de la verdad religiosa general, tiene que ser tan incapaz para preparar a los hombres para la presencia de Dios como las aguas de Siria para sanar la lepra.

D. Las condiciones necesarias para la salvación

Viendo pues que el mundo no conoce a Dios mediante la sabiduría; viendo que los hombres, dejados a si mismos, inevitablemente mueren en sus
pecados, «agradó a Dios salvar a los creyentes mediante la locura de la predicación» (1 Co 1:21). Dios ha enviado a su Hijo al mundo para salvar a los pecadores. Si hubiera sido posible cualquier otro método de salvación, Cristo ha muerto en vano (Gá 2:21; 3:21). Por ello, no hay ningún otro nombre por el que los hombres puedan ser salvos (Hch 4:12). El conocimiento de Cristo y la fe en Él son declarados como esenciales para la salvación. Esto se demuestra: (1.) Porque los hombres son pronunciados culpables delante de Dios. (2.) Porque nadie puede expiar su propia culpa y restaurarse a sí mismo a la imagen de Dios. (3.) Porque se declara de manera expresa que Cristo es el único Salvador de los hombres. (4.) Porque Cristo encomendó a su Iglesia la misión de predicar el evangelio a toda criatura debajo del cielo, como medio designado de salvación. (5.) Porque los Apóstoles, en el cumplimiento de esta misión, fueron por todas partes predicando la Palabra, dando testimonio a todos los hombres, judíos y gentiles, a los sabios y a los ignorantes, que debían creer en Cristo como el Hijo de Dios para ser salvos. Nuestro mismo Señor enseño esto por medio de su precursor: «El que cree en el Hijo, tiene vida eterna; mas el que rehúsa creer en el Hijo, no verá la vida, sino que la ira de Dios permanece sobre él» (Jn 3:36). (6.) Porque la fe sin conocimiento es pronunciada como algo imposible. «Porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo. ¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? ¿Y cómo predicarán si no han sido enviados?» (Ro 10: 13-15).

Por ello, y como ya se ha dicho, es la fe común del mundo cristiano que por lo que se refiere a los adultos, no hay salvación sin el conocimiento de Cristo y la fe en Él. Ésta ha sido siempre considerada como la base de la obligación que tiene la Iglesia de predicar el evangelio a toda criatura.

E. Objeciones

A la objeción de que esta doctrina no es consecuente con la bondad y la justicia de Dios, se puede responder: (1.) Que la doctrina sólo da por supuesto lo que el objetor, si es Teista, tiene que admitir: esto es, que Dios tratará a los hombres en base del carácter y conducta de los mismos, y que los juzgará en correspondencia a la luz que cada uno de ellos haya tenido. Es debido a que el Juez de toda la tierra tiene que hacer lo justo que todos los pecadores reciben la paga del pecado, por una ley inexorable, a no ser que sean salvos por el milagro de la redención. Por ello, al enseñar que no hay salvación para los que ignoran el evangelio, la Biblia sólo enseña que un Dios justo castigará el pecado. (2.) La doctrina de la Iglesia acerca de esta cuestión no va más allá de los hechos del caso. Sólo enseña que Dios hará lo que vemos que realmente hace. Él, en gran medida, deja a la humanidad a si misma. Permite que se hagan pecaminosos y desgraciados. No es más difícil conciliar la doctrina que el hecho innegable con la bondad de Dios. (3.) En el don de su Hijo, la revelación de su Palabra, la misión del Espíritu y la institución de la Iglesia, Dios ha dado abundante provisión para la salvación del mundo. Que la Iglesia haya sido tan remisa en dar a conocer eI evangelio es la culpa de la misma Iglesia. No debemos atribuir la ignorancia y consiguiente perdición de los paganos a Dios. La culpa es nuestra. Nosotros nos hemos guardado para nosotros mismos el pan de vida, y hemos permitido que las naciones perezcan. ...

Los Arminianos WesIeyanos y los Amigos, que admiten la insuficiencia de la luz de la naturaleza, mantienen que Dios da gracia suficiente, o una luz interior sobrenatural que, si es abrigada y seguida de manera apropiada, conducirá a los hombres a la salvación. Pero ésta es simplemente una hipótesis amable. No hay evidencia de tal gracia universal y suficiente en las escrituras, ni evidencia de su experiencia. Además, si se admite no ayuda en esto. Si esta gracia suficiente no salva realmente, si no libra a los paganos de aquellos pecados sobre los que se proclama el juicio de Dios, sólo sirve para agravar su condenación. Todo lo que podemos hacer es adherirnos estrechamente a las enseñanzas de la Biblia, seguros de que el Juez de toda la tierra hará lo que es recto; que aunque haya nubes y oscuridad alrededor de Él, Y que sus caminos sean inescrutables, la justicia y el juicio son la morada de su trono.
Soli Deo Gloria



miércoles, 31 de agosto de 2016

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Entonces…¿Para qué predicar el evangelio?

Hay un argumento muy frecuente contra la doctrina bíblica de la elección. Es el siguiente: “Si Dios elige a los que han de ser salvos, entonces… ¿para qué predicar el evangelio? de todos modos van a ser salvos”.  Con esta respuesta quienes están en contra de la elección soberana de Dios pretenden acorralar a quienes la proclaman.

Ahora bien, ese argumento transmite mucho de lo que estas personas creen. Sin darse cuenta, están diciendo más de lo que quieren decir; por sus mismas bocas están revelando sus verdaderos pensamientos, su entendimiento del evangelio y sus profundas motivaciones.

Creen que la motivación de la predicación es solamente la salvación.

Creen tener un papel muy protagónico en la salvación.

Creen que la predicación del evangelio es incompatible con la elección de Dios.

Ampliando:

1.- Al decir: “Si Dios elige a los que han de ser salvos, entonces… ¿para qué predicar el evangelio?” están diciendo que la salvación de las personas es la única motivación para predicar el evangelio. Si así no fuera, ellos mismos tendrían la respuesta a su pregunta. Sin embargo al mirar la escritura encontramos que la motivación de la proclamación del evangelio no es solamente la salvación, hay por lo menos otras dos motivaciones para hacer todo lo que hacemos. Quizás la más sublime que todo hombre debe buscar es LA GLORIA DE DIOS.  Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios. (1 Corintios 10:31). Y por supuesto esto incluye la predicación. Si el propósito fuera la salvación solamente, cuando el evangelio es predicado y nadie se convierte todo sería vano. Cuando se busca la gloria de Dios en el evangelismo, el propósito se cumple independientemente del resultado.  Dios fue glorificado cuando se le predicó a Lidia como también cuando se le predicó a Agripa, pese a que la primera se convirtió y el segundo por “poco” se persuade. El resultado no frustra el plan. En segundo lugar, no por eso menos importante,  la motivación para la predicación de evangelio es LA OBEDIENCIA.Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. (Mateo 16:15)  Cada vez que predicamos el evangelio verdadero obedecemos la gran comisión. También podemos cumplir esta tarea independientemente de que las personas se conviertan o rechacen al salvador. Muchas veces no vemos como desobediencia cuando omitimos predicar el evangelio, deberíamos recordar al apóstol Pablo cuando dijo: “porque me es impuesta necesidad; y !!ay de mí si no anunciare el evangelio!” (1 Corintios 9:16)  En tercer lugar, la motivación para predicar el evangelio es LA SALVACIÓN de los pecadores. Aquí este punto toma su lugar correcto. Si me enfoco en este aspecto y descuido los dos anteriores puedo caer en un error de comprensión del evangelio. Si tenemos las dos motivaciones anteriores entonces cuidaremos de NO ALTERAR el mensaje, ya que si lo hacemos, no estaríamos obedeciendo a Dios y mucho menos buscando su gloria. En estos dos errores caen fácilmente los que no creen en la elección incondicional de Dios para salvación.  Veamos lo que decía el apóstol respecto a quienes anunciamos el evangelio: “Porque para Dios somos grato olor de Cristo en los que se salvan, y en los que se pierden; a éstos ciertamente olor de muerte para muerte, y a aquéllos olor de vida para vida. Y para estas cosas, ¿quién es suficiente? Pues no somos como muchos, que medran falsificando la palabra de Dios, sino que con sinceridad, como de parte de Dios, y delante de Dios, hablamos en Cristo.”  2 Corintios 2:15-17

2.- Al decir: “Si Dios elige a los que han de ser salvos, entonces… ¿para qué predicar el evangelio?” están diciendo también “es necesario predicar el evangelio, pues Dios no eligió a nadie para salvación”. De este modo, frecuentemente creen tener un rol protagónico en la proclamación del mensaje y por esto son generalmente tan activos en campañas y reuniones para predicar y usualmente generan presión sobre los oyentes para que se decidan por Cristo. De pronto, se ve el rol del predicador un tanto distorsionado. Piensan que el destino eterno de una persona puede estar determinado por la tarea evangelistica. Ejemplo: Si te encuentras con un incrédulo hoy y no le hablas el evangelio, luego mañana te enteras que esa persona murió entonces piensas “si le hubiera predicado, quizás hubiera ido al cielo”.  Esto revela que crees que el destino eterno de cada individuo está abierto mientras vive y que si llegas con el mensaje y la persona acepta a Cristo ese destino es cambiado en ese momento. Esto no es así. El destino eterno de las personas no está determinado por nuestro anuncio del evangelio sino fue determinado por Dios desde antes de la fundación del mundo. No tenemos ningún poder de incidencia en ese destino, solamente podemos ser instrumentos de Dios en la salvación de los elegidos si anunciamos su Palabra. Es cierto, si no predicamos somos desobedientes al mandato divino, pero nuestra desobediencia nunca determina la condenación de nadie. Cada persona será condenada por sus pecados: el alma que pecare, esa morirá. (Jeremías 18:4), Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa. (Romanos 1:20)… y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; más los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación.(Juan 5:29).  Debemos evitar un evangelismo centrado en el predicador. Nosotros no somos lo importante, el tesoro es el mensaje. Dios en su gracia se complace en usar a sus débiles criaturas para una tarea tan sublime, pero el tesoro es el evangelio. “Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros” (2 Corintios 4:7). La salvación de las personas no está en manos de  hombres, si así fuera sería desastroso. No se salva hoy ni uno más del que Dios determinó ni se salvará mañana ni uno menos. Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó. (Romanos 8:30 note “a estos”) La gente no irá al infierno por nuestra culpa, o por nuestra falta de predicación. Esa suele ser una engañosa forma de cargar la conciencia de alguien que no conoce la doctrina bíblica. ¿Piensas que Dios dejará que una persona se vaya al infierno porque un día no le predicaste y así luego te culpará a ti diciéndote: “esta persona se fue al infierno por tu culpa, si le hubieras predicado se habría salvado”? Esa es una carga muy difícil de llevar que yo mismo tuve por mucho tiempo antes de conocer las doctrinas de la gracia.  El consuelo es este: A su tiempo Dios llamará a sus escogidos. Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera. (Juan 6:37). Aún con ese descanso que nos da saber que Dios es soberano en la salvación debemos recordar también que Dios determinó la forma en ese mensaje llegaría a los perdidos:  “Pues ya que en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría, agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación.” (1 Corintios 1:21). Es un tremendo privilegio y una gran responsabilidad, somos llamados a vivir con pasión por las almas y anunciar con denuedo el mensaje de salvación. Una vez más el apóstol Pablo nos muestra el camino: Por tanto, todo lo soporto por amor de los escogidos, para que ellos también obtengan la salvación que es en Cristo Jesús con gloria eterna.  (2 Timoteo 2:10)

3.- Al decir: “Si Dios elige a los que han de ser salvos, entonces… ¿para qué predicar el evangelio?” están diciendo también que hay una incompatibilidad entre las dos doctrinas. Sin embargo, la doctrina de la elección de ningún modo es incompatible con la doctrina de la predicación. Las dos son muy importantes y están ampliamente ligadas al tema central de la Biblia: El evangelio. Dios en su plan soberano eligió a quienes ha de ser salvos. Lo hizo por gracia, es decir, no hay ninguna característica, cualidad u obra que hace al pecador salvo; ni siquiera la aceptación del mensaje. El arminiano (quien se opone a la doctrina de la elección incondicional) ve a la aceptación del mensaje y al creer como la parte que el pecador “debe hacer” para ser salvo. Aún así, ellos insisten en que eso no es una obra. En cambio, el que cree en la elección de Dios verá la respuesta al evangelio (creer) como la obra de Dios en una persona, pues reconoce que es incapaz de hacer algo bueno sino por la regeneración de Dios. Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente. (1 Corintios 2:14), De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. (Juan 3:3) los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios (Juan 1:13)  Él obró en nosotros de tal forma que creímos, lo reconocimos como nuestro salvador con la fe que nos dio por su Palabra. Somos llamados a predicar a toda criatura. Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios. (2 Corintios 5:20) No andamos buscando el rótulo de “elegido” en cada persona para anunciarle el evangelio, eso sólo lo sabe Dios; procuramos ser guiados por Dios para hacerlo, en el poder de su Espíritu, en obediencia y para la Gloria de su nombre. Anunciamos el evangelio del arrepentimiento y la fe en Cristo Jesús y no creemos a toda profesión de fe, esperamos ver frutos para llamarle hermano. Así que, por sus frutos los conoceréis. (Mateo 7:20). Descansamos en que Dios salvará su pueblo. El rey cumple su voluntad.

Esta es la perfecta armonía que hay en su palabra. El plan que Dios está llevando a cabo, el plan de redención se cumplirá y todos los suyos (su pueblo) será salvo pues Cristo murió efectivamente por ellos y de los que el Padre le dio (a Cristo) ninguno se perderá.

…porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados.  Mateo 26:28


Fuente: verdadenamor.wordpress.com
Soli Deo Gloria



sábado, 16 de julio de 2016

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Una mala historia personal y un corazón malo EL EVANGELIO

A menudo parece que la vida en nuestro mundo no consiste sino en un problema tras otro. Tenemos diferentes clases de problemas familiares, financieros, de salud, de trabajo, pero lo cierto es que todos tenemos problemas.

Todos tratamos de resolver estos problemas. Consultamos a un consejero acerca de nuestros problemas familiares; buscamos un segundo empleo o trabajo si estamos en dificultades financieras; vamos al doctor acerca de nuestra salud; hacemos todo lo posible por mejorar nuestra condición.

Sin embargo, hay un problema que es mucho mayor que cualquier otro. Fallar en resolverlo es más trágico que la enfermedad o la pobreza o la privación. Sin embargo, la mayoría de nosotros no hace nada al respecto.

Se trata del doble problema de una mala historia personal y un mal corazón. Dios ha declarado que todo hombre, mujer, niño y niña, tiene este problema.

Sus esfuerzos para solucionar sus problemas familiares, sus finanzas y la salud son importantes, pero encontrar la manera de borrar su terrible historia personal ante el tribunal de Dios y borrar la depravación de su corazón es aún más importante y hasta fundamental para poder solucionar sus otros problemas. Por último, si usted no encara el problema de su mala historia y su mal corazón y le encuentra solución, sería mejor para usted que nunca hubiera nacido.

Por interés en su presente y eterno bienestar, considere la naturaleza de su principal problema para que pueda encontrarle su única solución.

Una mala historia personal

Todo ser humano en este mundo tiene una mala historia personal en el cielo, a menos que, por supuesto, ya haya sido borrado por Dios mismo mediante su benignidad y misericordia. Dios ha dicho que “todos están bajo pecado” y que “no hay justo, ni siquiera uno” (Romanos 3:9-10).

Como criaturas hechas por Dios, somos responsables ante Él. No sólo estamos sujetos a Sus leyes que gobiernan el universo físico, como la ley de gravedad, sino que estamos sujetos a Sus leyes morales. No escogimos ser Sus vasallos, pero eso no cambia nuestra responsabilidad ante El. El es Dios, y nosotros somos Sus criaturas.

Nuestra responsabilidad ante Dios es semejante a nuestra responsabilidad para con nuestra nación. Cuando uno nace, inmediatamente queda sujeto a las leyes de su patria. Por consiguiente, si usted rehúsa pagar los arbitrios, o si se roba la propiedad de alguien, o si asalta a alguien, y lo prenden, a usted lo considerarán responsable por su actividad criminal. Las autoridades civiles se encargarán de que usted sea juzgado, sentenciado y castigado de acuerdo a lo que haya hecho. Usted no podrá escapar de la responsabilidad de haber cometido ese crimen, aunque alegue que usted nunca estuvo de acuerdo con las leyes. La línea al calce no trata sobre su conformidad con las leyes terrenales o sus sentimientos respecto a ellas, sino sobre su responsabilidad hacia la autoridad bajo la cual usted vive.

Ahora usted debe encarar no sólo la realidad de que usted es una criatura hecha por Dios y responsable ante Dios, sino también el hecho de que ha pecado contra Dios y que Dios lo ha juzgado merecedor de un eterno castigo por sus pecados. Esta es la primera parte de su principal problema: Usted tiene una mala historia personal ante Dios, una historia por el cual Dios va a condenarlo en el día del juicio a menos que haya sido absuelto legalmente.

El Dios que lo creó y ante el cual usted es responsable, lo conoce a usted completamente. La Biblia nos enseña que “no hay cosa creada que no sea manifiesta en Su presencia; antes bien, todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de Aquel a quien tenemos que dar cuenta”(Hebreos 4:13 ). Dios ve todo lo que usted hace, bien sea en público o en secreto. “Los ojos de Jehová están en todo lugar, mirando a los malos y a los buenos” (Proverbios 15:3).

Más aún, este mismo Dios mantiene en cuidadoso registro de cada desviación que usted hace de Su ley moral. El toma nota de cada desviación moral en pensamiento, palabra, actitud, y en hecho. Y las Escrituras nos dicen que en el día del juicio, los libros que contienen esas historias personales serán abiertos, y usted será juzgado por lo que está escrito en ellos. “Y vi un gran trono blanco, y al que estaba sentado en el, de delante del cual huyeron la tierra y el cielo, y ningún lugar se encontró para ellos. Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras. Y la muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda. Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego” (Apocalipsis 20: 11-15). Ahora bien, ¿no le hace temblar el saber que Dios conoce sus pecados y que ha determinado juzgarlo por esos pecados?

Considere la amplitud y la profundidad de su pecado contra Dios y Su ley. En los Diez Mandamientos El le ha ordenado amarlo con todo su ser, no tener otros dioses delante de Él, adorarlo y servirle de acuerdo a Su voluntad revelada y no de acuerdo a la imaginación humana, santificar Su nombre y Su palabra, apartar y guardar el día de adoración señalado por El y descansar de su trabajo durante ese día, honrar el gobierno que El designó (padre, madre o cualquiera otra persona que Dios haya puesto en autoridad sobre usted), no asesinar ni odiar, no cometer adulterio ni fornicación, no robar, no mentir y ni siquiera desear en su corazón lo que Dios prohíbe (Éxodo 20:1-17).

Cuando alguien le preguntó a Jesús cuál era el gran mandamiento en la ley, El replicó: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mateo 22:34-39). De acuerdo a las Escrituras, ¿no está usted condenado por quebrantar Sus mandamientos? Puede tener una historia limpia con la policía aquí en la tierra, pero tiene una historia criminal en el cielo.

Más aún, lo que hace este problema tan grave es que usted no puede hacer nada por cambiar su historia personal; sólo Dios puede bregar con su mala historia. Usted no puede entrar sigilosamente en la corte celestial y alterar su historia. Usted no puede engañar a Dios y hacerle creer que Él cometió un error al juzgarlo a usted como un pecador que merece el infierno, aduciendo su moralidad externa o su actividad religiosa. La corte celestial no puede ser sobornada. Dios requiere que el pecado se pague por completo: “La paga del pecado es la muerte” (Romanos 6:23). La santa ley de Dios debe ser satisfecha, o Dios no sería justo.

Si usted verdaderamente encara la seriedad de este problema, todos los otros problemas en su vida parecerán pequeños. Usted clamaría a Dios y le suplicaría que tenga misericordia. De hecho, en el evangelio se halla la misericordia de Dios. En el evangelio, Dios soberana y gentilmente exonera de su culpa a los pecadores y satisface la demanda de Su justicia castigando un sustituto que lleva la carga de sus pecados.

Pero antes de considerar la solución del evangelio para su dilema, necesitamos considerar la otra cara de este problema. Usted no sólo tiene una mala historia personal en el cielo, sino también un mal corazón en la tierra.

Un mal corazón

En las Escrituras, Dios claramente afirma que el corazón de todos los hombres es malo. Jeremías 17:9 dice, “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso”. En otro lugar leemos que “el corazón de los hijos de los hombres está lleno de mal y de insensatez” (Eclesiastés 9:3). Más aún, Jesús claramente enseño que la fuente del mal tiene sus raíces en el corazón de los hombres. Él dijo, “Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez. Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al hombre” (Marcos 7:21-23). El pecado no es creado por el ambiente. ¡El pecado brota del mal corazón del hombre! Este es el otro aspecto de su principal problema, un corazón incorregible, que ama el pecado, que odia Dios, está en enemistad con Dios, y no quiere ni puede sujetarse a la ley de Dios. (Romanos 8:7).

Usted probablemente no piensa que es tan malo como la Biblia dice que usted es, porque su corazón es engañoso. Es un experto no solamente en engañar a otros, sino en engañarlo a usted. Con un completo desprecio por la descripción que hace Dios de su terrible condición, su corazón lo engañara haciéndolo pensar que usted realmente no es tan malo. Le dirá que en el fondo usted está “OK”, no perfectamente, sino “OK”. ¡Pero usted no ve que esa misma respuesta es evidencia de un corazón perverso! Su conciencia debe afirmar las verdades reveladas por Dios; pero en cambio, niega, distorsiona y encubre estas verdades con mentiras. Además, ¿no es cierto que las cosas que Dios le prohíbe hacer son las mismas que usted ama y practica? ¿ Y no son las cosas que Dios le manda hacer, las mismas que usted odia y no quiere hacer?

Esto es ciertamente un problema, porque, ¿cómo va a vivir en el cielo con un mal corazón? El cielo sería como un infierno para usted, porque allí no encontraría nada que satisficiera sus ansias pecaminosas. Adorar a Dios y vivir para Él es el modo de vivir en el cielo. ¿No lo aburriría (y aún lo frustraría y lo enfurecería) si usted permaneciera con un corazón contrario a Dios y a Su voluntad? Además, Dios nunca le permitiría entrar en Su reino como un pecador rebelde. Dios trae a Su reino a los pecadores perdonados con corazones purificados, pero nunca a pecadores rebeldes con corazones corruptos.

Ahora bien, lo que hace esta parte de su problema tan grande es que usted no puede cambiar su corazón. La Palabra de Dios dice, “¿Puede el etíope mudar su piel, y el leopardo sus manchas? Así también, ¿podréis vosotros hacer bien, estando habituados a hacer el mal?” (Jeremías 13:23). La contestación obvia a esta pregunta retórica es “No”. Un hombre o un animal no puede mudar su piel; es parte de su naturaleza. Igualmente, hombres con malos corazones no pueden hacer el bien porque es contrario a su naturaleza.

Sí, es cierto que usted puede cambiar algo de su conducta externa, pero no puede cambiar las inclinaciones de su corazón. Un hombre puede permanecer sin tener sexo fuera del matrimonio, pero en su corazón estará la lujuria. Un hombre puede resolver ir a la iglesia y diezmar, pero su corazón todavía estará lejos de Dios. Una mujer puede refrenar sus labios para no hablar calumnias y mentiras, pero no podrá dejar de odiar en su corazón.

Este es el segundo aspecto de su principal problema. Usted no sólo tiene una mala historia personal en el cielo, el cual no puede cambiar, sino que también tiene un mal corazón en esta tierra, que tampoco puede cambiar. A menos que usted no se enfrente con estas malas noticias, nunca comprenderá las buenas noticias del evangelio de Jesucristo. El evangelio es buenas nuevas sólo a aquellos que han llegado a darse cuenta de que están completamente impotentes en su desdichada condición como pecadores.

Una historia limpia y un corazón cambiado

El evangelio de Jesucristo es la buena noticia acerca de lo que Dios, en Su gracia soberana, ha hecho a través de Su Hijo, el Señor Jesucristo, para limpiar la maldad registrada en el cielo y para cambiar los malos corazones de una multitud de pecadores.

Considere lo que Jesús dijo en la última cena con Sus discípulos justamente antes de que El fuera a morir. El dijo, “Esta copa es el nuevo pacto en Mi sangre, que es derramada por vosotros” (Lucas 22:20). Jesús resumió el propósito de Su misión en esas tres palabras, “el nuevo pacto”. Todo lo que el Señor Jesús hizo al despojarse de Su gloria y venir a la tierra como un verdadero hombre, todo lo que hizo en su vida sin pecado, todo lo que estaba a punto de hacer mediante Su muerte como un sustituto portador del pecado, por Su pueblo y por Su gloriosa resurrección, llevó hasta el establecimiento y la culminación del nuevo pacto.

Pero, ¿qué prometió Dios en el nuevo pacto? Las escrituras registran la esencia del nuevo pacto en Jeremías 31:33: “Este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Daré Mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón… perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado.”

El nuevo pacto consiste principalmente en el otorgamiento de dos bendiciones. (1) Dios promete que no recordará más los pecados e iniquidades de Su pueblo. En otras palabras, Dios dice que limpiará el registro de sus pecados para siempre; no tomará en cuenta sus pecados nunca más. En la corte del cielo, Su pueblo está libertado de su culpa. (2) Dios promete poner Sus leyes en los corazones de Su pueblo y escribirlas en sus mentes. En el nuevo pacto Dios cambia los corazones de Su pueblo de tal modo que Sus leyes, que en otro tiempo eran rechazadas y odiadas, son inscritas en los corazones de Su pueblo de tal modo que ellos las desean y se deleitan en obedecerlas. En aquello en lo cual Dios se deleita, ellos también se deleitan ahora. Lo que aflige a Dios, ahora también les causa a ellos aflicción. Además, la ley de Dios no sólo está escrita en sus corazones de tal modo que desean guardarla, sino que Dios los capacita mediante Su poder para guardarla más y más durante esta vida terrenal, y guardarla perfectamente cuando entren al cielo.

Por consiguiente, en el nuevo pacto, Dios, como el Juez y Justificador de Su pueblo, borra su mala historia personal. Como el Médico de las almas, El cambia y cura sus corazones enfermos por el pecado. Esta es la buena nueva: por la gracia de Dios, se ha hecho una provisión completa para borrar el registro malo y cambiar los corazones de cualquiera que venga a Dios mediante la fe en Jesucristo. Esta es la única solución a su mayor problema.

Resolviendo el problema

Ahora bien, ¿qué significado tiene todo esto para usted? Primero, observe que no significa que usted debe resolver cambiar su vida para que su historia personal no empeore. ¡No! Ese no es el mensaje del evangelio. Aún cuando usted pudiera enderezar su vida y nunca tener otra mancha en su historia celestial, su mala historia siempre proyectaría su sombra amenazante sobre usted, como una montaña que se cierne sobre usted, debido a sus pasados años de vivir en pecado. No añadir más pecados a la montaña de pecado que usted ya ha amontonado, no lo librará de hundirse en el infierno. “Enderece su vida y viva rectamente” no es el evangelio de Jesucristo.

Más aún, el mensaje del evangelio no es, “decida que va a vivir para Jesús y comience a seguirlo”. Teniendo un mal corazón, nunca querrá hacerlo, ni podrá hacerlo. Ese es el problema. Su mal corazón está decidido a complacerse a sí mismo y no a Jesús. Usted no puede seguir a Jesús tal como está. Usted tiene que convertirse. Tiene que ser cambiado desde el interior. ¡Usted tiene que tener un nuevo corazón!

Además, el mensaje del evangelio no es, “solamente crea algunos datos sobre Jesús (que Jesús murió en la cruz por los pecadores, etc.) y entonces haga una oración y cree que todo está bien”. ¡No! Ese no es tampoco el llamado del evangelio.

El mensaje del evangelio es, “Ven a Jesús”. Él es el mediador del nuevo pacto (Hebreos 12:2-4). Es al venir a El que se reciben las bendiciones del nuevo pacto. Clame a Cristo para su salvación. Acepte que usted se ha rebelado contra El, que ha roto la ley de Dios innumerables veces, y que es tan malo como la Escritura dice que es, un pecador que merece el infierno. Arrójese sobre Jesucristo y Su misericordia. Reclame los beneficios del nuevo pacto prometido a todos los que en verdad claman a Él. Pídale que limpie su registro y cambie su corazón.

Cristo dijo, “Venid a Mí, todos los que estáis trabajados y cargados, y Yo os haré descansar” (Mateo 11:28). Si usted está laborando bajo la carga de su mala historia personal y agobiado por la desesperanza de su mal corazón, vaya a Cristo para resolver su problema y que Él le dé descanso. Sólo Cristo puede aplicar los beneficios del nuevo pacto. El es su mediador. El mensaje del evangelio no es, “Venga al altar”. No es, “Venga a un cuarto donde lo interrogaremos”. No es, “Vaya a un ministro”. Estos son actos físicos. El mensaje del evangelio es, “Venga a Cristo solamente a través de la fe”. Este es un acto espiritual. Clame a Cristo para que perdone sus pecados y le dé un nuevo corazón.

Es importante recordar que cuando Dios salva a un pecador, Dios le confiere las dos bendiciones principales del nuevo pacto. Tenga cuidado de no pensar que su historia personal ha sido limpiada, si usted no se deleita en la ley de Dios y se esfuerza en guardarla. ¡Esto es imposible! Dios nunca confiere una bendición sin la otra. El nunca limpia la mala historia personal de un pecador sin también cambiar el corazón del pecador. Es una herejía que condena el alma, creer que uno ha sido salvado de la culpa registrada e irá al cielo, mientras que continúa viviendo con un corazón sin cambiar y desobedeciendo y despreciando la voluntad de Dios en su vida. Si Dios no le ha dado el odio al pecado (todo pecado, no solamente algunos pecados) y una determinación de abandonar todos sus pecados, usted se ha engañado y todavía tiene un mal corazón. Clame al Señor para que le perdone su tonta presunción y para que le cambie su corazón.

Cristo, el mediador del nuevo pacto, es la única solución a su problema principal. ¿Ha actuado Dios sobre este problema en su vida? ¿Le ha asegurado Dios que sus pecados han sido borrados, y que su mala historia personal ha sido limpiada por el sacrificio sustituto expiatorio de Cristo? ¿Demuestra su vida que Dios le ha dado un nuevo corazón? Si no es así, busque a Cristo hoy. Clame a Jesús, el mediador del nuevo pacto. Ruegue que le muestre Su misericordia. Nadie nunca ha perecido por falta de misericordia a los pies de Jesús. Allí hay misericordia tan amplia como su pecado, pero recuerde que se encuentra sólo a Sus pies, y en ninguna otra parte.
Soli Deo Gloria