1. con el fin de asegurarnos de estar en la misma onda,
¿puede definir lo que es la conciencia? ¿De qué hablaban exactamente los
puritanos cuando debatían asuntos de conciencia?
La conciencia es un eco en la mente humana del veredicto del
Juez justo. William Perkins afirmó que “la conciencia es una parte del
entendimiento” que se pone de parte o en contra de los actos propios de la
persona. William Ames, un estudiante de Perkins, escribió que la conciencia es
“el juicio que un hombre emite sobre sí mismo, de acuerdo con el juicio que
Dios hace de él”. Independientemente de aquello que amamos con nuestros
afectos, o escogemos con nuestra voluntad, hay una parte de nuestro
entendimiento que nos juzga y que nos da un sentido de aprobación o culpa
moral, según la comprensión que tengamos de lo correcto y de lo incorrecto. Por
tanto, cuando los puritanos consideraban los casos de conciencia, debatían
cuestiones sobre cómo saber lo que es agradar a Dios en situaciones específicas
y, lo que es más importante aún, cómo saber que el Juez divino te acepta como
alguien justo a Sus ojos.
2.
¿Qué identificarían los puritanos como la función de la conciencia? ¿Por qué la
necesitamos y qué hace por nosotros?
La conciencia imprime la autoridad moral de Dios sobre la
mente del hombre y, como resultado, produce una sensación de angustia y
miseria, o de paz y gozo, que anticipa la eternidad. Ames afirmó que la
conciencia ata a un hombre con tal autoridad que ninguna cosa creada puede
liberarlo de ella. Aunque nuestra conciencia pueda estar mal informada, sigue
hablando con una autoridad divina a la que podemos desobedecer, pero que nos
resultará difícil de ignorar. Nos recuerda que Dios ve todo lo que hacemos y
que, una de dos, o se deleita en nosotros o se enoja con nosotros, y que está
contento o descontento con nuestros actos.
Gran parte de la literatura puritana tenía por objetivo
dirigir a las personas a hallar la paz de la conciencia por medio de la sangre
de Cristo y a caminar en buena conciencia de día en día. Richard Rogers declaró
que el propósito de su Seaven Treatises de dirección espiritual consistía en
mostrar a una persona cómo vivir para que “pudiera hallar el sabor dulce y
eficaz [poderoso] de la felicidad eterna, incluso aquí”. Richard Sibbes dijo
que una buena conciencia es “un festín continuo”, porque saber que Dios se
agrada de nosotros, que ha perdonado nuestros pecados y que se deleita en
nuestra obediencia nos capacita para sufrir y hasta para morir sintiendo
consuelo, libertad y gozo.
3.
¿Qué querrían los puritanos que supiésemos sobre el efecto de la caída en el
pecado sobre la conciencia del hombre?
La caída del hombre nos colocó bajo la ira condenadora de
Dios y de la oscuridad esclavizadora del pecado. Lo primero perturba y
aterroriza la conciencia por cuanto siente el juicio venidero; lo segundo desordena
y confunde la conciencia.
Perkins enseñó que aunque “un remanente de la imagen de
Dios” persiste en la mente del hombre a través de “ciertas nociones
concernientes al bien y al mal”, la humanidad ha caído en gran ignorancia de la
verdad y en la incapacidad de entender las realidades espirituales (1 Co.
2:14), en la futilidad de no distinguir la verdad de la falsedad (Ef. 4:7; Pr.
14:12), y en la tendencia natural de seguir el mal y las mentiras (Jer. 4:22).
Esto distorsiona la conciencia, aunque sigue reteniendo un cierto grado de su
poder para reprender y restringir el pecado (Ro. 2.15). La conciencia caída
tiende a excusar la maldad introspectiva si va cubierta de adoración externa
(Mr. 10:19-20). También tiende a acusar falsamente a la persona cuando no sigue
las tradiciones y las doctrinas de meros hombres (Col. 2:21-22). En ocasiones,
la conciencia puede acusar y aterrorizar a una persona por sus pecados (Hch.
24.26) y, a pesar de ello, la conciencia puede llegar a estar cauterizada hasta
el entumecimiento por los hábitos de pecar (Ef. 4:19; 1 Ti. 4:2).
4.
¿En qué podrían advertirnos los puritanos sobre nuestro uso o mal uso de la
conciencia?
Los puritanos advertían en contra de sujetar la conciencia a
cualquier autoridad suprema al margen de la Biblia. Enfatizaban de forma
particular la libertad de la conciencia en asuntos de religión. Los eruditos de
Westminster escribieron: “Solo Dios es Señor de la conciencia, y la ha dejado
libre de las doctrinas y los mandamientos de los hombres, que son en muchas
cosas contrarios a Su Palabra, o están al margen de ella en asuntos de fe y de
adoración”. Las Santas Escrituras son la única norma suficiente, cierta e
infalible de todo conocimiento, fe y obediencia salvíficos”.
Los puritanos también advirtieron contra resistirse a la
propia conciencia cuando esta habla según la Palabra. Ames enseña a los
inconversos que consideren seriamente la ley para que esta los convenza de
pecado, les muestre que no pueden salvarse a sí mismos, y que los lleve al
dolor, el temor y a la confesión de pecados específicos. Debe renunciar,
asimismo, a su propia justicia y fijar su mente en la justicia de Cristo
crucificado, tal como lo presentan las promesas del evangelio.
Los cristianos tampoco deben resistirse a la conciencia. Si
un cristiano descubre que su conciencia le está acusando, Ames le aconseja que:
primero, sienta la carga del pecado (Mt. 11:28-29); segundo, deteste todo el
pecado (Ro. 7:15); tercero, que tenga cuidado de no cumplir sus deseos
pecaminosos (Gá. 5.16); cuarto, que trabaje para matar esas ansias pecaminosas
(Ro. 8:13); quinto, que considere las promesas de Dios, corra hacia Cristo y se
aferre a Él más y más (Ro 7:25; Fil. 3:9); y sexto, que se deshaga de los
pecados repugnantes y odiosos que sacuden la conciencia y ponen en cuestión su
propia salvación (Is. 1:16-18).
5.
¿Qué puede hacer un cristiano para reparar su conciencia o ayudar a que esta
venza los efectos de la caída?
La restauración de la conciencia forma parte del proceso de
santificación que comienza con la regeneración y no acaba hasta que entramos a
la gloria. Es una obra de la gracia de Dios que debemos buscar en oración. El
medio más relevante es ponernos bajo una predicación sana y escrutadora tanto
de la ley como del evangelio. Como dijo Sibbes, los pasos que llevan a una
buena conciencian son, en primer lugar, sentirnos perturbados por nuestros
pecados; en segundo lugar, hallar la paz confiando en Cristo; y, en tercer
lugar, decidir agradar a Dios en todas las cosas. Con estos tres elementos
activos en nuestra vida, estamos posicionados para crecer más en una buena
conciencia a medida que vivimos por fe para complacer a Dios. La actitud más
importante es la sinceridad y la humildad delante de Dios, porque la conciencia
siempre nos confronta con la verdad de que Dios es el Señor. Para más detalles
sobre la restauración de la conciencia, ver A Puritan Theology (pp. 919-25)
Traducción de IBRNJ
Soli Deo Gloria