domingo, 18 de septiembre de 2016

Una apreciación sobre Juan Calvino

El quinto centenario del nacimiento de Calvino, que se celebra este año, despertó considerablemente mi interés. Un colega pastor dijo que no conocía una única biografía definitiva sobre Calvino y esto me hizo comenzar a investigar las distintas opciones. Por lo que pude descubrir, desde 1975 existe un texto satisfactorio por T.H. Parker, titulado John Calvin [Juan Calvino] (Lion Paperback) que ahora puedo recomendar sin reservas. Otro libro más corto de Parker, Portrait of Calvin [Retrato de Calvino] (1954) tiene su propio encanto y está disponible para descargarlo gratuitamente en un archivo Pdf1. Michael Haykin, erudito e historiador bautista reformado, expresó su opinión y comentó que este libro se disfrutaba mucho más que la obra posterior, más extensa, de Parker. A mi juicio depende de si el lector busca una información más detallada o una visión general.

Otro firme competidor que busca ser calificado como obra definitiva es un libro nuevo, escrito por F. Bruce Gordon, titulado Calvin [Calvino] (2009, Yale University Press), que me está cautivando aunque solo llevo leídos siete capítulos de un total de dieciocho. Parece un retrato realista, defectos incluidos, aunque con un talante esencialmente comprensivo. Exhibe la habilidosa forma de escribir y la cuidadosa erudición de otro grande biógrafo de YUP, Jonathan Edwards: A Life [Jonathan Edwards: Una vida] de George Marsden, que recomiendo firmemente.

Aparte de estos, he trabajado con bastantes libros escritos por o sobre Calvino, especialmente en el último año, de los que me he traído un muestrario para enseñároslo. Adjunto una rápida anotación de la bibliografía.

Como cristianos y pastores conservadores, evangélicos y reformados debemos apreciar muchas cosas importantes en Juan Calvino. El filósofo e historiador laico Will Durant denominó a la obra de Calvino Institutes [Institución de la religión cristiana] “uno de los diez libros que sacudió al mundo”. El Pastor Walter Chantry me dijo personalmente que los Comentarios de Calvino le dejaron a menudo sin palabras y me aconsejó que, si debía elegir entre ambos libros, comprara este antes de la Institución de la religión cristiana. En su último módulo de teología pastoral (Agosto del 2009), el Pastor Albert N. Martin de 75 años de edad expresó su convicción de que un joven pastor debería decidir, nada más comenzar su ministerio, leer todos los comentarios de Calvino directamente.

Nuestros contemporáneos laicos, tan orgullosos de la modernidad, quedarían estupefactos al ver que gran parte de su querida cosmovisión en cuanto a la sociedad en general es una consecuencia natural y el desarrollo de las ideas que Calvino planteó y que, en su tiempo, fueron consideradas radicales y progresistas. Si queréis dejar atónitos a algunos profesores liberales de universidad que conozcáis, poned en sus manos una copia del delgado volumen de David W. Hall titulado The Legacy of John Calvin [El legado de Juan Calvino] (2008, P&R Publishers). El autor demuestra, de forma convincente, la “iluminación” que Calvino tenía sobre la educación (inició una escuela pública para la gente corriente). Ideó un tipo de programa de bienestar para los que estaban verdaderamente necesitados (organizó la “Bourse” [Bolsa], una agencia de cuidado diaconal). Pronto inició movimientos hacia la libertad religiosa (procuraba una forma de gobierno de iglesia para la compañía de pastores independientes de los magistrados de la ciudad). Proponía un gobierno civil colegiado en lugar de la monarquía; una política descentralizada en forma de república; igualdad entre todas las profesiones (no solo el “clero” tenía una llamamiento divino o una vocación para su trabajo); principios de capitalismo de libre mercado que incluían la posesión privada de la propiedad y la legitimidad del beneficio (un profesor liberal no apreciará esto, aunque es progreso que procede de la Edad Media); música en el lenguaje corriente (el Salterio en palabras que las personas pudieran entender era algo igualitario en espíritu, una adoración democratizada) y la legalidad de publicar ideas en libros que se vendieran a “todos los hombres” para que pudieran considerarlas. Estos sorprendentes avances, poco conocidos y raramente reconocidos, pueden desarmar perfectamente cualquier prejuicio del profesor e impulsarle a analizar mejor las ideas de Calvino. Con un poco de suerte esto le llevará a una consideración seria del evangelio de Calvino.

En lo que a mí respecta, estoy descubriendo que estoy mucho más en deuda con Calvino de lo que antes pudo captar mi conocimiento o mi inteligencia. Cuanto más aprendo de su doctrina, con más frecuencia me quedo mudo de asombro y me humillo. Muchas de las más firmes convicciones que tengo, aun en los puntos más relativamente sutiles y menores de la doctrina, se encuentran fácilmente en las percepciones de Calvino. Estas han sido conservadas por sus publicaciones y por su influencia, directa e indirecta, sobre la Iglesia en el periodo que va desde su tiempo al nuestro. Entiendo que esto es verdad aunque, al mismo tiempo, reconozco que las verdades más importantes que enseñó ya estaban presentes de forma insinuada, o de algún otro modo, en las Escrituras y que él mismo fue beneficiario de una rica herencia del pensamiento cristiano. Con todo, Calvino fue quien desenterró todo ese oro espiritual. Él fue quien descubrió los filones repletos de tesoros en la mina de la Palabra de Dios que otros muchos apenas habían notado, que no supieron apreciar y mucho menos exhibirlo para su gloriosa exposición. Con cinco aspectos del pensamiento y el ejemplo de Calvino tendremos bastante para esta conferencia.

La soberanía de Dios

Se suele asociar a Calvino con la soberanía de Dios, así como se relaciona a Miguel Ángel con el arte. Está claro que esta doctrina es tan antigua como la propia fe, ya que no hay nada tan fundamental para la verdadera religión como que Dios existe y que es el Señor de señores, el Todopoderoso. Los santos de las Escrituras creyeron esto y también todos aquellos que les siguieron en la historia posterior de la Iglesia. Gigantes teológicos como San Agustín y Santo Tomás de Aquino y otros muchos hicieron hincapié en la soberanía de Dios.

La diferencia con Calvino radica, quizás, en que él exhibe de forma más coherente de lo que nadie lo hizo antes que él, que la soberanía de Dios está relacionada con todas las doctrinas de la Biblia: la creación, la providencia, la caída y la redención. La soberanía eterna, absoluta, efectiva e irresistible de Dios impregna concienzudamente y satura toda la olla del Calvinismo.

Además, para Calvino, la soberanía de Dios no era una especulación filosófica a debatir, sino un pináculo con las proporciones de una montaña, desde el cual contemplar claramente todos los aspectos de la vida. Su famosa apertura, con la que da comienzo a su Institución de la religión cristiana, ilustra este punto.

Casi toda la suma de nuestra sabiduría, que de veras se deba tener por verdadera y sólida sabiduría, consiste en dos puntos: a saber, en el conocimiento que el hombre debe tener de Dios, y en el conocimiento que debe tener de sí mismo. Mas como estos dos conocimientos están muy unidos y enlazados entre sí, no es cosa fácil distinguir cuál precede y origina al otro, pues en primer lugar, nadie se puede contemplar a sí mismo sin que al momento se sienta impulsado a la consideración de Dios, en el cual vive y se mueve; (Hechos 17:28) Porque no hay quien dude que los dones, en los que toda nuestra dignidad consiste, no sean en manera alguna nuestros. Y aún más el mismo, ser que tenemos y lo que somos no consiste en otra cosa sino en subsistir y estar apoyados en Dios. Además, estos bienes, que como gota a gota descienden sobre nosotros del cielo, nos encaminan como de arroyuelos a la fuente […]. Por lo cual, ciertamente, nos vemos impulsados por nuestra miseria al considerar los tesoros que hay en Dios. No podemos de veras tender a Él, antes de comenzar a sentir descontento de nosotros. Porque ¿qué hombre hay que no, sienta contento descansando en sí mismo? ¿Y quién no descansa en sí mientras no se conoce a sí mismo, es decir, cuando está contento con los dones que ve en sí, ignorando su miseria y olvidándola? Por lo cual el conocimiento de nosotros mismos, no solamente nos aguijonea para que busquemos a Dios, sino que nos lleva como de la mano para que lo hallemos (1.1.1, Battles).

Está claro que Calvino forcejeó con el denominado problema del mal. Dado que Dios tiene el absoluto control de todas las criaturas y sucesos, y que Dios es infinitamente bueno y sabio ¿cómo puede el diablo existir y seguir en el mundo que es, indudablemente, el gran reino sobre el cual él ejerce su irresistible dominio? No he hallado en los escritos de Calvino ningún lugar que haya sido más útil y de una simplicidad más capaz de desarmar a cualquiera sobre este tema que en las Instituciones de la religión cristiana 1.18, “Dios se sirve de los impíos y doblega su voluntad para que ejecuten sus designios quedando sin embargo Él limpio de toda mancha”. Este es un análisis tan bueno de un asunto tan difícil que he vuelto una y otra vez al mismo, sobre todo para ayudar a otros a pensar bíblicamente en este aspecto.

Calvino echa abajo el bien intencionado cambio de algunos teólogos que defienden a Dios de la acusación de que Él sea el “Autor del pecado”. Insiste en una distinción entre lo que Dios hace y lo que simplemente permite que otros hagan. Según esta evasiva, el pecado solo existe por medio del decreto permisivo de Dios. En lugar de esto, Calvino enseña que Dios “doblega, fuerza y atrae a donde quiere al mismo Satanás y a todos los réprobos”. Ellos hacen esto “.solo bajo la instigación secreta de Dios”, en cumplimiento de su decreto eterno, sin discutir o deliberar los temas con nadie más. Calvino dice que “se podría excusar la modestia de los que se escandalizan [discuten por un escueto permiso] ante la apariencia del absurdo, si no fuese porque intentan vanamente mantener la justicia de Dios con falsas excusas y so color de mentira”. Luego procede a demostrar que la Biblia, sin apuro, revela la causalidad activa de Dios en los actos más atroces de los hombres, llegando aun a la crucifixión de Cristo, para sus propios propósitos nobles. Dios es la causa final de todas las cosas, pero no es la causa reprobable de nada, incluido el pecado del hombre2. En realidad, nuestra Confesión Bautista de Fe de Londres en 1689, siguiendo a la Confesión de Westminster de 1646, parece estar en deuda con el análisis de Calvino en este punto preciso.

El poder todopoderoso, la sabiduría inescrutable y la bondad infinita de Dios se manifiestan en su providencia de tal manera que su propósito soberano se extiende aun hasta la primera caída y a todos los otros pecados de los ángeles y de los hombres, y esto no solo por un mero permiso, sino que sabia y poderosamente limita, ordena y gobierna, en varias formas, las acciones pecaminosas de tal manera que estas llevan a cabo sus designios santos, pero de tal modo, que lo pecaminoso procede solo de la criatura, y no de Dios, quien es justísimo y santísimo, y por eso, no es, ni puede ser el autor o aprobador del pecado (CFBL 1689 5-4 el énfasis es mío).

Esta cuestión de la relación de Dios con el pecado es algo así como una prueba de fuego para una perspectiva desinhibida y exaltada de su absoluta soberanía. El concepto que Calvino tenía del gobierno de Dios era lo bastante amplio como para aseverar que incluso el propio Satanás, por no mencionar al resto de los enemigos de Dios, es finalmente su siervo involuntario y un elemento importante en los medios que Dios emplea para llevar a cabo su decreto eterno y global.

Un alto criterio de las Escrituras

En compañía de una hueste de los mejores maestros de la Iglesia, Calvino estaba firmemente comprometido con la identificación de las Santas Escrituras con la Palabra de Dios. Para Calvino, lo que dice la Biblia es lo que Dios dice. No hay nada relevante que sea una novedad especial sobre la bibliología de Calvino en general y su doctrina de la inspiración divina en particular.

Lo que capta mi atención y se gana mi gran aprecio es su respuesta en el ministerio a un alto criterio de las Escrituras. Calvino tuvo la inteligencia y la integridad espiritual, por la gracia de Dios, de ver y seguir las implicaciones lógicas y espirituales por sí mismo hasta tal punto que eso le apartó bastante de las demás tradiciones establecidas y distintivas dentro del cristianismo. Deberíamos estarle muy agradecidos por ello.

En primer lugar, Calvino hace gala de un profundo compromiso con la absoluta autoridad y suficiencia de las Escrituras. Respetó todos los demás documentos cristianos, como los escritos de los Padres de la Iglesia y el consenso de pronunciamientos en forma de credos y confesiones, pero su pensamiento comenzaba con la Biblia, se filtraba con la Biblia y terminaba con la Biblia. Defendió la doctrina protestante de la sola Scriptura; solo las Escrituras tienen la autoridad final, es la prueba de fuego por la que todas las personas, iglesia, enseñanzas y niveles subordinados de doctrina deben ser juzgados.

¿Entonces, cuales son las ideas fundamentales que Calvino desarrolló? La más importante es la afirmación esencial de que un sistema teológico consistente y coherente se puede derivar y defender sobre la base de la Biblia. Es indiscutible que el mayor legado de Calvino al Protestantismo no han sido doctrinas, sino más bien su demostración de cómo la Biblia puede servir como fundamento de una comprensión estable de las creencias y las estructuras cristianas3.

Calvino también hizo el planteamiento más estricto de la adoración bíblica, abogando por lo que llegó a conocerse como el “principio regulativo” que busca y requiere la justificación bíblica para todo lo que se refiere a la sustancia de la adoración y rechazando cualquier innovación del hombre por considerarla falsa aunque la Palabra de Dios no la prohibiese de forma explícita. Las iglesias que están en deuda con la influencia de Calvino en este particular, mantienen una forma simple y bíblica de adoración sin la “pompa y el boato” del romanismo. Lamentablemente, estos elementos siguen viéndose en la religión luterana y la anglicana; ambos han sido detractores históricos del principio regulativo.

En segundo lugar, el alto criterio que Calvino tenía de las Escrituras le llevó a hacer hincapié en la importancia de la predicación bíblica para el ministerio pastoral y en el ejercicio del mismo con gran cuidado y sobriedad. Su conducta habitual en el púlpito era sistemática: exponía los libros de la Biblia completos, versículo a versículo. Evitaba las interpretaciones rocambolescas y alegóricas. Procuraba transmitir el verdadero sentido de cada texto, dentro de su contexto, basándose en una hermenéutica gramático-histórica. Cuando trataba un tema en particular hacía gala de una gran sensibilidad hacia la doctrina sintética de todas las Escrituras. Como exégeta responsable, ejemplificó de forma magistral “la analogía de la fe” en acción. Su amplio conocimiento del latín, la ley, la lógica, el griego y el hebreo, junto con su profunda integridad espiritual, le catapultaron a altos logros como predicador.

He leído recientemente el libro de Steven J. Lawson “The Expository Genius of John Calvin” [El genio expositivo de Juan Calvino] (2007, Reformation Trust Pubishing) y esto ha mejorado mi apreciación sobre la predicación de Calvino. Me ha ayudado a darme cuenta de que, en muchos aspectos, Calvino es un ejemplo fidedigno que los predicadores modernos deberían imitar. Lawson señala treinta y dos rasgos del genio expositivo de Calvino en sus sermones: la autoridad bíblica, la presencia divina, la prioridad del púlpito, una exposición secuencial, una mente diligente, un corazón dedicado, una voluntad implacable, un comienzo directo, una entrega extemporánea, un contexto escriturario, un tema establecido, un texto específico, una precisión exegética, una interpretación literal, referencias cruzadas, un razonamiento persuasivo, deducciones razonables, palabras familiares, expresiones gráficas, preguntas provocativas, simples repeticiones, citas limitadas, bosquejos tácitos, transiciones perfectas, una intensidad bien enfocada, la exhortación pastoral, el examen personal, la reprensión con amor, la confrontación polémica, una recapitulación concisa, un llamamiento insistente y la oración decisiva. Lawson explica e ilustra, de forma práctica, cada uno de esos sermones de Calvino que son totalmente distintos de sus comentarios y, generalmente, son menos conocidos. El libro de Lawson es un tomo delgado que destaca las virtudes de este predicador de Ginebra en el púlpito. Sin embargo, va más allá de una simple familiarización con la predicación de Calvino. Es tan útil como un libro de texto para las homilías en general.

Calvino llenó cuidadosamente el vacío que existía entre el mundo bíblico, con su contexto y sus lectores originales, y aquellos que se sentaban en los bancos de la iglesia, ante él, en la Europa del siglo dieciséis. Hizo que estas personas entendiesen la Palabra y grabó sus aplicaciones prácticas sobre la conciencia. En Calvin’s Preaching [La predicación de Calvino], T.H.L. Parker cita extensamente a Calvino en el tema de “The Pastoral Impulsion” [“La influencia Pastoral”] (capítulo 2), ya sea bajo la forma de una cita directa o por medio de la paráfrasis. Me gustaría reproducir un extracto tan práctico. Fue con motivo de un sermón sobre 2 Ti. 3:16-17 en el que Calvino explicó, en un lenguaje simple, el propósito de la predicación pastoral. El párrafo siguiente transmite algo de su espíritu y su filosofía de la aplicación en la predicación, tema muy debatido entre algunos predicadores reformados de hoy día.

“Cuando expongo las Santas Escrituras mi regla debe ser siempre la siguiente: que aquellos que me oigan reciban provecho de la enseñanza que presento y sean edificados para salvación. Si no tengo esa buena voluntad, si no procuro la edificación de mis oyentes, soy un sacrílego y estoy profanando la Palabra de Dios” […]. La enseñanza por sí misma no es suficiente porque somos fríos e indiferentes a la verdad de Dios. Es necesario que esta penetre en nosotros. El predicador debe hacer uso de la vehemencia, para que podamos saber que esto no es un juego […]. Debemos hacer uso de la Palabra de Dios en nuestra vida para que podamos sentirnos despiertos y no profundamente dormidos […]. La consecuencia de esto en el predicador es que no basta con que diga: “Esta es la voluntad de Dios”. Debe despertarnos, hacernos pensar muy en serio y mirarnos más de cerca a nosotros mismos para acercarnos a Dios “como si nos hubiese invitado a estar ante su trono de justicia.” Entonces, todo se aclarará y nos sentiremos avergonzados cuando veamos nuestra pobreza y nuestra podredumbre anterior […]. Si nos hemos visto profundamente hundidos en vicios, el predicador debe usar fuerza y violencia si estos no han sido arrancados y echados fuera. “Cuando un padre ve que sus hijos van por muy mal camino no se limita a decirles: ‘¿qué os traéis entre manos hijos míos?’ Esto no sería ni correcto ni bueno. Dirá: “¡Infelices criaturas! No os he criado ni me he ocupado por vosotros hasta ahora para que me lo paguéis así. […] ¡Alejaos desgraciados! Merecéis caer en manos del verdugo […] ¿Debo mantener una escoria semejante en mi casa?”. […] El pastor fiel debe utilizar la vehemencia y la vivacidad [animación] “para dar vigor y poder a la Palabra de Dios”. Desde luego esto tiene que hacerse con dulzura y suavidad, pero hay que llevarlo a cabo. La gente no debe decir: “¡Pero cómo, esto es demasiado difícil de llevar! ¡No deberías seguir por esa línea!”. Los que no soportan ser reprobados deberían buscarse otro maestro que no fuese Dios. Muchos no podrán aguantarlo: “¿Pero, cómo es posible que esta sea la forma de enseñar? ¡No puedo creerlo! Queremos ser ganados por medio de la dulzura”. Si es así, ¡ve y enséñale a Dios cómo debe impartir sus lecciones! Esta es nuestra gente sensible que no puede soportar ni un solo reproche. ¿Por qué? “Bueno, queremos que se nos enseñe de otro modo”. “¡Entonces marchaos a la escuela del demonio! Él os adulará hasta la saciedad… y os destruirá4”.

Al igual que Lutero antes que él, la conciencia de Calvino era cautiva de las Escrituras y, evidentemente, él deseaba conducir a tantas personas como pudiera para que fuesen con él al cielo.

Un ministerio centrado en Cristo

Los ojos espirituales de Juan Calvino estaban llenos de la figura de Jesucristo. Buscaba acentuar la gloria de este en cada oportunidad que se le presentaba. La teología de Calvino era esencialmente redentora, una teología de evangelización. Sin descuidar al Padre y al Espíritu, Calvino veía a Cristo como el tema de toda la Biblia y como punto central de la reconciliación del hombre con Dios. Sobre Lucas 24:46, Calvino escribió lo siguiente:

Estas palabras nos enseñan asimismo lo que deberíamos aprender principalmente de la Ley y de los Profetas, es decir: que siendo Cristo el fin y el alma de la ley, todo lo que aprendamos sin Él y al margen de Él no tiene valor ni provecho. Por tanto, quien quiera tener un dominio de las Escrituras debería tener esto siempre en mente.

Cuanto más me he familiarizado don el pensamiento de Calvino, más claramente he captado su cristocentrismo. Como gran experto sobre Calvino, T.H.L. Parker observó:

El evangelio de Calvino, como el de las Escrituras, tiene que ver con Jesucristo. Se interesa en Él como Hijo de Dios y Varón de dolores; como Aquel que murió por nuestros pecados y que resucitó de nuevo para justificarnos; como Señor eterno. Hace hincapié sobre el lugar que se le da a Cristo y lo deja bien claro al llevarlo a cabo con respecto a toda la teología (aunque, como hemos visto, con algunas incoherencias5) a la vida de la Iglesia y a la de los cristianos individuales6.

Del mismo modo, Sinclair Ferguson hizo su estudio sobre la centralidad de Cristo en la teología de Calvino: “Todo aquello de lo que carecemos nos lo proporciona Cristo; todo lo que es pecado en nosotros, se le imputa a Cristo; y Él lleva sobre sí todo juicio que nosotros merecemos7”.

John Piper tiene una perspectiva particular de lo que fue el problema fundamental que Calvino tuvo con el romanismo: era básicamente apóstata porque había llegado a robar la gloria que se le debía a Dios en Cristo.

Para Calvino, la Reforma era necesaria fundamentalmente por esto: Roma había “destruido la gloria de Cristo de muchas formas. Invocaban a los santos para que intercedieran, cuando Jesucristo es el único mediador entre Dios y los hombres. Adoraban a la bendita Virgen, cuando solo Cristo debe recibir adoración. Ofrecían un sacrificio continuo en la misa, cuando el de Cristo en la Cruz es completo y suficiente” [citando a Parker]. Elevaron la tradición al nivel de las Escrituras y llegaron a hacer que la palabra de Cristo dependiera de la palabra del hombre para tener autoridad [citando las Instituciones para la religión cristiana]. Calvino pregunta en su Comentario sobre Colosenses: “¿Cómo es posible que nos dejemos llevar de doctrinas diversas y extrañas” (He. 13:9)? Su respuesta es: “porque no se percibe la excelencia de Cristo en nosotros”. En otras palabras, el gran guardián del institucionalismo bíblico a lo largo de los siglos es la pasión por la gloria y la excelencia de Dios en Cristo. Cuando Dios ya no es el centro, todo comienza a desviarse hacia otro lugar. Esto no presagia nada bueno en cuanto a la fidelidad doctrinal de nuestro propio tiempo que no está centrado en Dios8.

El romanismo no es el único culpable de haber perdido el objetivo deliberado de glorificar a Dios en Cristo en toda adoración y ministerio. Este problema destaca en gran parte de lo que se llama evangelización, aun en iglesias que se identifican a sí mismas como “reformadas”. Una erosión en la pasión por la gloria de Dios en Cristo es un indicador inmediato de la apostasía del Evangelio.

Una actitud valiente frente a la Verdad

De las biografías se pueden sacar innumerables ilustraciones sobre la valentía que Dios proporcionó a Calvino. Una de sus acciones más valerosa fue, sin duda, su regreso a Ginebra. Era muy consciente de que el martirio era una posibilidad muy real ya que él escribía frecuentes cartas para fortalecer el alma de los predicadores que se enfrentaban a la ejecución por su fidelidad a Cristo y a su Palabra. En una carta que escribió a Farel sobre sus sentimientos en cuanto a regresar a Ginebra, Calvino dijo: “me sometería a la muerte cien veces en vez de esa cruz en la que tuve que sufrir mil muertes a diario9”. Pero no volvió allí en busca de ganancia personal sino por la misma razón por la que ministró allí por primera vez. Consideraba que se trataba de un llamamiento de Dios que no podía rechazar. Calvino temía a Dios más que a los hombres.

A mi juicio, el incidente más impresionante que demuestra el valor extraordinario de Calvino sucedió durante el segundo periodo de su ministerio en Ginebra. La forma en que Lawson lo cuenta es excelente y concisa:

Para Calvino, esos años productivos no fueron más que una experiencia de “torre de marfil”, de soledad y aislamiento. Subía a su púlpito a diario y se encontraba con muchas dificultades por todas partes. Era de estatura endeble y sufrió muchos achaques. Soportó también amenazas físicas contra su vida. Con todo, Calvino nunca dejó su exposición.

Por otra parte, varios grupos de ciudadanos de Ginebra le causaron mucho dolor; unos de ellos fueron los libertinos que se jactaban de su pecaminosa permisividad. Reivindicaban la inmoralidad sexual como algo lícito argumentando que la “comunión de los santos” significaba que sus cuerpos debían unirse a las esposas de los demás. Los libertinos practicaban el adulterio abiertamente y a pesar de ello pretendían acercarse a la Mesa del Señor. Calvino no permitió nada de eso.

En un encuentro épico, Philibert Berthelier, un destacado libertino fue excomulgado a causa de su conocida promiscuidad sexual. Por consiguiente, se le prohibió tomar parte en la Santa Cena. Por medio de la turbia influencia de los libertinos, el Consejo de la Ciudad pasó por alto la decisión de la iglesia y Berthelier y sus colegas vinieron a la iglesia a tomar la Santa Cena con sus espadas desenfundadas y dispuestos a pelear. Con una atrevida audacia Calvino bajó del púlpito, se puso delante de la mesa de la Comunión y dijo: “Podéis machacar estas manos, podéis arrancar estos brazos, podéis quitarme la vida. Mi sangre os pertenece, podéis derramarla, pero no me obligaréis jamás a entregar las cosas santas a aquellos que profanan y deshonran la mesa de mi Dios10”. Berthelier y los libertinos se retiraron; no había nada que hacer ante convicciones tan firmes11.

La gracia del Evangelio

“Predestinación” puede ser la palabra que más se pueda asociar a Calvino. Creo que insistió en ella, no solo por ser una doctrina bíblica, sino también por ser clave para la conservación de un evangelio de salvación que era solo por gracia, totalmente aparte de cualquier consideración de la fe o las obras que un hombre pueda hacer en esta vida.

Por supuesto que los “cinco puntos del calvinismo” no fueron jamás establecidos como tales por el propio Calvino. La posterior formulación fue producto del Sínodo de Dort y de los consistentes “cánones” que se redactaron en este y que no eran más que una respuesta a los cinco puntos suscitados por los protestantes de los Países Bajos12. No obstante, la refinada teología de gracia en el Evangelio que hoy se representa como calvinismo histórico se halla en su totalidad en la propia enseñanza de Calvino.

No hay necesidad de repetir las formulas clásicas a mis colegas, los pastores reformados. Hace muchos años escribí un folleto titulado “God’s Astounding Grace” [La asombrosa gracia de Dios], con el propósito expreso de conseguir el consentimiento para los cinco puntos de algunos cristianos bienintencionados, aunque relativamente ignorantes, predispuestos en contra del calvinismo13. En ese tratado, intento apelar únicamente a las Escrituras y evito palabras técnicas teológicas fuera de la Biblia que pudieran provocar una mala reacción en contra de la verdad. Lo que me importa es que mis lectores crean la verdad y no si tienen claro que están abrazando el calvinismo.

Al escribir ese folleto me di cuenta que las “doctrinas de gracia” se podían identificar con respecto a su relación con la gracia: nuestra necesidad de ella (depravación total/incapacidad), la elección de la gracia (incondicional), el precio de la gracia (una expiación limitada o una redención particular), la atracción de la gracia (gracia irresistible o llamamiento eficaz) y el triunfo de la gracia (la perseverancia de los santos). La gracia impregna por completo el Evangelio bíblico, de principio a fin.

Se podría escribir mucho más sobre estos cinco aspectos encomiables del pensamiento y el ejemplo de Calvino; esto no representa más que unos cuantos de la larga lista que se puede recopilar. Si esta conferencia es de edificación para usted, por medio del legado de Calvino y, de ese modo fomenta la gloria de Dios en Cristo, habrá logrado su objetivo.
IBRNJ - D. Scott Meadows

Notas:
1. http://www.desiringgod.org/media/pdf/books_mpc/mpc.pdf
2. Estoy en deuda con la obra de Robert Reymond A New Systematic Theology of the Christian Faith [Una nueva teología sistemática de la fe cristiana] en este idioma.
3. Christianity’s Dangerous Idea: The Protestant Revolution—A History from the Sixteenth Century to the Twenty-First. [La peligrosa idea del cristianismo: La Revolución Protestante—Una Historia desde el siglo XVI hasta el XXI] Alister McGrath, p. 94 (2007, HarperOne).
4. Calvin’s Preaching [La Predicación de Calvino] (1992, Westminster/John Knox Press) pp. 11-14.
5. Parker se refiere a las doctrinas de Calvino en cuanto a Dios el Creador y la predestinación, cuando supuestamente no se relacionan correctamente estos temas con Cristo. Retiro aquí mi juicio sobre la cuestión de la incoherencia de Calvino.
6. Portrait of Calvin [Retrato de Calvino] (1954, SCM Press Ltd.), p. 61
7. Citado por Eric Alexander en su capítulo de la obra John Calvin: A Heart for Devotion, Doctrine and Doxology [Juan Calvino: un corazón para la devoción, la doctrina la doxología] (2008, Reformation Trust Publiching), “Capítulo 9: La supremacía de Jesucristo” p. 110.
8. John Calvin and His Passion for the Majesty of God [Juan Calvino y su pasión por la majestad de Dios] (2009, Crossway Books) p. 18.
9. Portrait [Retrato] p. 64.
10. Citando a William Wileman, John Calvin: His Life, His Teaching and His Influence [Juan Calvino: su vida, su enseñanza y su influencia] (Coteau, MT: Old Paths Gospel Press), p. 96. Esta frase también ha sido traducida como: “Antes morir que dejar que esta mano extienda las cosas sagradas del Señor a aquellos que las desprecian” (Beza, The Life of John Calvin [La vida de Juan Calvino], p. 71).
11. Expository Genius [Genio expositor] pp. 15-16.
12. http://www.spurgeon.org/-phil/creeds/dort.htm
13. Dios mediante, las personas que estén interesadas podrán recibir, previa petición via e-mail, el texto en un anexo en PDF.
Soli Deo Gloria



viernes, 16 de septiembre de 2016

No todos los Cristianos son Cristianos

Hay muchas religiones que se autodenominan cristianas sin embargo no lo son, pues niegan las bases del cristianismo histórico. Hay también muchas denominaciones “cristianas” que tienen el mismo problema. El nombre de “Cristiano” es reclamado por católicos, ortodoxos, anglicanos, mormones, testigos de jehová, adventistas del 7mo día, pentecostales, bautistas, metodistas, luteranos, presbiterianos, hermanos libres, iglesia de Cristo, etc. Sin embargo, una pequeña minoría de ellos lo son verdaderamente. Por esta razón, cuando vemos las estadísticas acerca de las religiones del mundo y se menciona el cristianismo, no debemos entender que todos los “cristianos” son cristianos.

Podríamos decir que ciertos grupos están más cerca o más lejos de la verdad, pero actualmente no se puede llamar a cristiano a la gente en base a su religión o denominación; ni aún en base a sus creencias teóricas solamente pues no podemos dejar de lado el estilo de vida de la persona que se autodenomina cristiana, ya que se espera que con su vida manifieste que es un verdadero seguidor de Cristo.

Es correcto discernir que hay una base doctrinal en el Cristianismo histórico que no puede ser negada. Esta sería la primera parte de la evaluación de un verdadero Cristiano. La segunda parte tiene que ver con su estilo de vida y práctica.

En cuanto al estilo de vida de un cristiano quiero citar varias características tomadas de 1 juan. No es una lista exhaustiva pero sí bastante amplia y apropiada para hacer un auto-análisis. ¿Eres un verdadero Cristiano?

1) Guardan los mandamientos

1 juan 2:4-6

4 El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él;

5 pero el que guarda su palabra, en éste verdaderamente el amor de Dios se ha perfeccionado; por esto sabemos que estamos en él.

6 El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo.

2) Tienen genuino amor por otros cristianos y no los aborrecen

1 juan 2:9-11

9 El que dice que está en la luz, y aborrece a su hermano, está todavía en tinieblas.

10 El que ama a su hermano, permanece en la luz, y en él no hay tropiezo.

11 Pero el que aborrece a su hermano está en tinieblas, y anda en tinieblas, y no sabe a dónde va, porque las tinieblas le han cegado los ojos.


3) No aman al mundo

1 juan 2:15-17

15 No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él.

16 Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo.

17 Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.

4) Tienen el Espíritu Santo quien les guía a discernir la verdad y la mentira

1 juan 2:20-22

20 Pero vosotros tenéis la unción del Santo, y conocéis todas las cosas.

21 No os he escrito como si ignoraseis la verdad, sino porque la conocéis, y porque ninguna mentira procede de la verdad.

22 ¿Quién es el mentiroso, sino el que niega que Jesús es el Cristo? Este es anticristo, el que niega al Padre y al Hijo.

5) Permanecen en las enseñanzas de Cristo y esperan su retorno

1 juan 2:28-29

28 Y ahora, hijitos, permaneced en él, para que cuando se manifieste, tengamos confianza, para que en su venida no nos alejemos de él avergonzados.

29 Si sabéis que él es justo, sabed también que todo el que hace justicia es nacido de él


6) No practican el pecado

1 juan 3:6-10

6 Todo aquel que permanece en él, no peca; todo aquel que peca, no le ha visto, ni le ha conocido.

7 Hijitos, nadie os engañe; el que hace justicia es justo, como él es justo.

8 El que practica el pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo.

9 Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios.

10 En esto se manifiestan los hijos de Dios, y los hijos del diablo: todo aquel que no hace justicia, y que no ama a su hermano, no es de Dios.

7) Creen en Cristo constantemente y oran conforme a su voluntad

1 juan 5:13-15

13 Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna, y para que creáis en el nombre del Hijo de Dios.

14 Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye.

15 Y si sabemos que él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho.

8) Se guardan de la idolatría

1 juan 5:21

21 Hijitos, guardaos de los ídolos. Amén.

Doctrinas 

Todas las doctrinas de la Biblia son importantes y ninguna debería ser considerada de menor valor. Sin embargo, en ciertas ocasiones es necesario hacer una separación entre las doctrinas esenciales y otras que son complementarias. ¿Cómo saber si puedo considerar a alguien como mi hermano en la fe? ¿Cómo saber si puedo tener comunión con cierto individuo? ¿Cómo saber si debo ayudar a alguien edificándole o bien debo testificarle para que comprenda el evangelio?

Para todas estas cosas se hace necesario conocer qué doctrinas son fundamentales, esenciales o primarias para la fe y salvación y cuáles son secundarias, complementarias o accesorias. Se han llamado doctrinas de primer orden y de segundo orden y hasta de tercer orden, lo cual también considero apropiado siempre que entendamos que con estos argumentos no estamos menospreciando ciertas doctrinas sino destacando la importancia de otras en relación a la salvación, lo que separa naturalmente a creyentes de incrédulos.

Estamos de acuerdo en que no llamaríamos a alguien hereje o inconverso porque no comparte nuestra posición respecto al uso de instrumentos musicales en alabanza de la iglesia; o si es apropiado practicar o no el ayuno en el presente; o qué posturas físicas son apropiadas para orar. Seguramente sabemos que aunque una persona tenga diferencias de opinión en esos aspectos, no corresponde juzgarlo como incrédulo por esos temas menores. Pero ¿qué pasa cuando los temas son más profundos y determinantes en las Escrituras? ¿Recibiríamos en nuestra casa como hermano a alguien que no cree que Jesús fue hombre? ¿Podríamos tener comunión con alguien que piensa que la salvación es por fe y buenas obras a la vez? ¿Confiaríamos en la salvación de quien no cree en la trinidad?

Cualquiera que se extravía, y no persevera en la doctrina de Cristo, no tiene a Dios; el que persevera en la doctrina de Cristo, ése sí tiene al Padre y al Hijo. Si alguno viene a vosotros, y no trae esta doctrina, no lo recibáis en casa, ni le digáis: ¡Bienvenido! Porque el que le dice: ¡Bienvenido! participa en sus malas obras. 1 Juan 1:9-11

Es importante entonces, hacer esta diferenciación en dos grupos de doctrina, pues si una persona está equivocada en cuanto a alguna de las doctrinas esenciales o fundamentales, la comprensión del evangelio que ésta persona tiene se verá afectada y es muy probable que necesite oír el evangelio correctamente para que pueda venir a Cristo por la fe. Es decir, seguramente estamos tratando con un inconverso y por ello debemos anunciarle la Palabra con claridad. Por otro lado, si se trata verdaderamente de un hermano es de esperarse que responda al estímulo y la exhortación para edificación de su propia alma.

Amados, por la gran solicitud que tenía de escribiros acerca de nuestra común salvación, me ha sido necesario escribiros exhortándoos que contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos. Judas 1:3

En la lista de doctrinas esenciales cito:

La Biblia es la Palabra de Dios
La creación
El pecado original
La trinidad
El monoteísmo
La humanidad y deidad de Cristo
El sacrificio vicario de Cristo, su muerte y resurrección corporal
La justificación por medio de la fe
La salvación por gracia
El retorno físico de Jesucristo
Resurrección corporal de creyentes e inconversos
Salvación de los creyentes y Condenación de los incrédulos

Difícilmente un verdadero hermano en la fe niegue estas doctrinas. Quizás un nuevo creyente tenga dificultades para entenderlas o no conozca cuán amplias son pero ningún verdadero hijo de Dios rechazará estas verdades elementales para la fe. Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles… Hechos 2:42.

Entre las doctrinas secundarias o complementarias están:
Modo de bautismo
Cómo celebrar la cena del Señor
Los dones espirituales
Organización eclesiástica
Adoración
Escatología (podría considerarse de tercer orden)

Cabe considerar, que no saber discernir entre estos grupos de doctrinas lleva a varios errores. Por un lado, encontramos a los predicadores liberales modernos que se niegan admitir que hay doctrinas que deben ser consideradas esenciales y quitan de la mesa el tema doctrinal; tratan todo como de segundo o tercer orden de importancia y caen en ambigüedades doctrinales que no parecen molestarles. Para ellos, cualquier forma de interpretar o entender las escrituras es aceptable y no toleran críticas basadas en la verdad absoluta. Así pueden considerar hermano a alguien que rechaza las doctrinas primarias del cristianismo histórico. Por otro lado, los fundamentalistas caen en el error contrario; tratan todas las doctrinas como fundamentales y ante cualquier asunto secundario marcan una separación exagerada, injusta y dañina. Para ellos, todo lo que no concuerda con su doctrina es de menosprecio si quiera sin considerar que hay ciertas doctrinas que pueden unirnos a otros en la fe, negándose así al trato ante la más mínima diferencia.

Todo verdadero cristiano debe creer y defender las doctrinas esenciales, anunciando así el evangelio de Jesucristo sin que este sea distorsionado o modificado. En cuestiones secundarias debe también procurarse la edificación de la manera que la misma Biblia nos manda. En síntesis: decir la verdad en amor.

Pero tú habla lo que está de acuerdo con la sana doctrina. Tito 2:1
Soli Deo Gloria



jueves, 15 de septiembre de 2016

Para qué se Reune la Iglesia

Si habláramos propiamente de los cultos congregacionales podría preguntar ¿Por qué hacemos lo que hacemos? Es decir, seguramente al ir a la reunión congregacional hacemos algunas actividades como cantar y orar y la pregunta es ¿Por qué lo hacemos? Creo que muchos creyentes no se han preguntado esto y siguen la costumbre que han recibido de la manera de hacer los cultos en la iglesia. Otros piensan que es simplemente asunto de organización del liderazgo de su iglesia y de la manera más viable que ellos han encontrado de hacer culto. Seguramente encontraremos quienes creen que lo que se haga en el culto puede ser manejado según la ocasión y sentir de la iglesia. Así han ingeniado novedosos programas en el culto y pueden variar sus elementos según el caso.

Al mismo tiempo considerándose iglesias bíblicas encontraríamos que los elementos usados en esos cultos no provienen de principios positivos y específicos de la Biblia. No, no estoy diciendo si se podrían respaldar algunas costumbres ya establecidas con un texto bíblico, sino que si esas costumbres surgieron de la meditación y estudio bíblico con respecto al culto público. Sería común encontrar que muchos piensan que Dios nos dejó a nosotros el ingeniar el culto que le ofrecemos y que según nuestras costumbres o prudencia propia podemos elegir que hacer o que suprimir en el culto y por ello no se requiere de ir a las Escrituras para hallar cada elemento del culto mientras nos mantengamos en general en el marco de lo que siempre se ha venido haciendo.

Esto ha desembocado que en años recientes los cultos congregacionales hayan suprimido muchos elementos asociados legítimamente con la adoración a Dios y hayan implementado (y lo sigan haciendo) programas y elementos ajenos a la adoración congregacional bíblica. Es común encontrar que como parte del culto público, muchas comunidades no ven algún problema en implementar obras lúdicas, actividades recreativas, o sustituir a voluntad uno u otro elemento de la adoración (como la predicación en algunos casos sustituida por películas, dramas, milagros, etc,) o hasta supriman la reunión dominical por alguna actividad extraeclesial.

Pero, ¿Estamos seguros que eso hace parte de nuestra libertad y espontaneidad? No importa aun si cada persona en la iglesia apoya la institución de cierto elemento o la abrogación del mismo, la iglesia no es una comunidad democrática sino teocrática y Dios rige a su Iglesia por su Palabra, la Biblia. Por lo cual, cada elemento que compone la adoración corporativa Dios lo ha ordenado y no podemos atrevernos a poner nuestra sabiduría a la par o sobre la sabiduría divina y continuar tranquilamente llamándonos ‘cristianos bíblicos’. Nuestro llamado no es a implementar elementos sino a obedecer a Dios en Cristo que es la Cabeza de la Iglesia. Cada elemento en el culto no debe ser respaldado por un versículo que nos deje tranquilos, sino que debe surgir del estudio de las Escrituras y los mandamientos claros de Dios a la iglesia cada vez que se reúne. De esta manera hallamos que reunirnos en culto y sobre todo, el día del Señor, no es opcional, como tampoco lo son los elementos que la iglesia usa en sus cultos, pues es Dios mismo quien los ha ordenado a su iglesia para que le adoren.

A la luz de esto, debemos aceptar que la iglesia en general ha hecho un culto conforme a sí misma y para sí misma y no para Dios, aunque digamos lo contrario. Las iglesias han elaborado un culto conforme a sus miembros, con los elementos más queridos por todos, mas apoyados, más concurridos por la mayoría y han suprimido aquellos elementos que no gustan mucho. El orden, el tipo de música, las actividades, la predicación, los temas mismos de enseñanza, el liderazgo, los ministerios, etc, tienen como punto principal el agrado de los asistentes y nunca antecedidos por la pregunta ¿Es eso lo que Dios nos ordena como Iglesia? Así cada elemento gravita en torno al hombre y no a Dios. Lo grave y lamentable es que pretendiendo agradar a Dios no solo se desobedece sino que se desafía el Señorío de Cristo sobre su iglesia al manejar Su cuerpo con nuestro criterio y no con el Suyo. Lejos de agradar y glorificar a Dios, estas actividades – no importan con cuanto celo se hagan – si no corresponden a la Biblia, no agradan a Dios. Como puede ver el punto no es quien grite mas ser bíblico sino quien lo sea de manera real y practica.

Por ello, debemos rescatar el culto público de las garras del humanismo y mundanalidad como de nuestra creatividad e ingenio. Solo por las Escrituras podremos llegar a la conclusión de lo que Dios demanda de su iglesia cada vez que se reúne, negándonos a nosotros mismos y presentando un sacrificio (que por ende cuesta) espiritual agradable a Dios. Seguro que entendemos que la iglesia se reúne para la adoración a Dios, pero permítanos ser aun más específicos para que esto no se quede en conceptos abstractos. Le ruego meditar en estos elementos, pero sobre todo, darse usted mismo al estudio de la Biblia para generar una convicción profunda en su alma y en la conciencia de la iglesia de lo que Dios demanda en culto congregacional.

La Iglesia se reúne para adorar a Dios en:

La lectura de la Palabra de Dios
Entre tanto que voy, ocúpate en la lectura, la exhortación y la enseñanza. (1 Tim.4:13). Debo recordar que este texto está dado en un contexto de instrucciones eclesiales y no personales. El apóstol quiere estar seguro que Timoteo sepa cómo debes conducirse en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente, columna y baluarte de la verdad (1 Tim.3:15). Dios ordena que la Biblia debe ser leída públicamente en los cultos de la congregación. Dios sabe que el crecimiento de los creyentes y la regeneración de los perdidos están asociados con su Palabra. Leer la Biblia en el culto, en voz alta, sin comentarla, deja claro a todos los presentes que reconocemos en verdad que no solo de pan vivimos sino de toda palabra que sale de la boca de Dios (Mt.4:4). Es muestra de sometimiento al Señorío de Cristo sentarnos espiritualmente bajo ella a fin de que sea el criterio divino poniéndose sobre nosotros.

El teólogo y pastor James M. Boice, dijo al respecto: “La lectura de cualquier porción sustancial de la Biblia también está desapareciendo. En el tiempo de los puritanos, los ministros regularmente leían un capítulo del Antiguo Testamento y uno del Nuevo... Pero nuestras lecturas de la Escritura se están haciendo cada vez más cortas, algunas veces solamente dos o tres versículos, en caso de que llegue a leerse la Biblia. En muchas iglesias no hay ni siquiera un texto para el sermón. Cuando yo era niño en una iglesia evangélica, a mí me enseñaron que en la Biblia Dios nos habla a nosotros y en la oración nosotros le hablamos a Dios. Entonces, ¿qué está sucediendo en nuestras iglesias que ni oramos ni leemos la Biblia? Lo que sea que esté pasando, no es adoración.

La Exposición de la Palabra de Dios
…que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina. (2 Tim.4:2).
Si hay un elemento central (no más importante) en las reuniones públicas de adoración debe ser la exposición de las Sagradas Escrituras. Ha sido el método ordenado y usado por Dios para salvar a los creyentes en el sentido completo de la palabra, lo que incluye por supuesto, su santificación. La dieta regular de la predicación expositiva, es idea de Dios. Lamentablemente el sermón es una actividad en vía de extinción. No hablo del tiempo en que una persona pase y hable al frente de una congregación por cierto tiempo, me refiero a la exposición sistemática, pausada, puntual ¡De la Biblia! Para eso Dios ha querido llamar a ciertas personas con el fin que se dediquen completamente a la oración y al ministerio de la Palabra.

Otra vez Boice añade: “Hoy tenemos muy poca enseñanza seria de la Biblia, por no mencionar las exposiciones cuidadosas. En vez de esto, los predicadores tratan de ser personales, contar historias jocosas, sonreír y sobre todo evitar temas que puedan causar que la gente no se sienta feliz con la iglesia del predicador y se vaya….Los predicadores [Al estilo tele-evangelistas] hablan sobre necesidades que se sienten, no necesidades reales, y esto generalmente significa decirle a la gente solamente lo que ellos quieren escuchar. Los predicadores quieren ser agradables, populares o proveer un buen entretenimiento. Y, por supuesto, ¡quieren ser exitosos!”. Hoy las personas desean pequeños ‘tips’ que no superen los 15 minutos, que los ayude a ser exitosos y a bregar con sus asuntos temporales pero no tienen tiempo, mente ni corazón para la exposición de la Biblia.

La oración diligente
Exhorto ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres; (1 Tim.2:1)
Este mandamiento divino se sitúa al principio del capítulo 2 de 1 a Timoteo el cual da instrucciones sobre la adoración corporativa. Para Pablo, Timoteo debería dar prelación a la oración corporativa regular como parte del ministerio. Boice comenta: “Es casi inconcebible para mí que algo llamado adoración pueda ser llevado a cabo sin una oración significativa, pero eso es precisamente lo que está sucediendo. Usualmente hay una oración corta al principio del servicio, aunque hasta eso se está esfumando. Está siendo reemplazada con una salutación de compinches para hacer que la gente se sienta bienvenida y relajada...Otra oración que generalmente es omitida es la oración de la ofrenda. Podemos entender que, como ya sabemos, amerita la intervención del Dios Todopoderoso para que la gente egocéntrica dé suficiente dinero para mantener la iglesia en su marcha. Pero las oraciones más largas- las oraciones pastorales- están desapareciendo…¿Cómo podemos decir que estamos adorando si ni siquiera estamos orando?”.

La iglesia debe orar como cuerpo y mucho de la salud de una iglesia se ve reflejada en sus reuniones de oración como en las oraciones mismas cada vez que se reúnen. Estas oraciones públicas en los cultos deben ser solemnes, saturadas de Escritura y adoración. Deben contener confesión de pecados, acciones de gracias, peticiones y suplicas humildes. Las oraciones son también un testimonio claro a todos que dependemos de Dios y que debemos a Él toda sumisión porque siempre oramos pidiendo: Hágase tu voluntad.

Los cantos espirituales
…hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones (Ef.5:19).
Es otro mandamiento divino con respecto al culto público. Cantar no es una opción para el pueblo de Dios, pero tampoco lo es el material de donde dichos cantos deben surgir y el propósito mismo de los cantos. Aunque a muchos les parezca extraño el concepto, no cantamos para sentirnos bien o tener una experiencia mística. Cantamos al Señor con cantos bíblicos para adorarlo a Él, pues solo Él es el objeto de la adoración (Dt.10:21). Los cantos además cumplen la función de edificarnos unos a otros cada vez que recordamos y proclamamos públicamente el contenido de nuestra fe y las promesas de Dios. Boice es claro cuando afirma:

“Uno de los rasgos más tristes de la adoración contemporánea es que los grandes himnos de la iglesia están casi fuera de circulación. No han desaparecido totalmente, pero están en vía de desaparecer. Y en su lugar han llegado cancioncitas triviales que tienen más en común con los malos comerciales que con los salmos. El problema aquí no es tanto el estilo de la música, aunque las palabras baratas van más con los tonos y las armonías baratas. El problema más bien es con el contenido de las canciones. Los viejos himnos expresaban la teología de la iglesia en maneras profundas y perceptivas y con un lenguaje memorable y atractivo. Éstos levantaban los pensamientos del adorador hacia Dios y les daban palabras vívidas con las cuales recordar los atributos de Dios. Las canciones de hoy reflejan nuestra teología superficial o inexistente y hacen casi nada por elevar nuestros pensamientos acerca de Dios. Lo peor de todo son las canciones que meramente repiten una idea, palabra o frase trivial una y otra vez. Canciones como éstas no son adoración, aunque tal vez puedan dar a la persona que asiste a la iglesia una sensación religiosa. Son mantras, que pertenecen más a una reunión de los adeptos de la Nueva Era que a estar en medio de los adoradores de Dios”.

La participación de las ordenanzas
…Haced esto en memoria de mí. (Lc.22:19).
Estas fueron las palabras de Cristo a sus discípulos y evocan lo que los discípulos de Cristo deberíamos hacer en los siglos posteriores. Reconocemos solo dos ordenanzas que nos recuerdan de forma visible el sacrificio de Cristo a favor de su pueblo: El bautismo y la mesa del Señor. Ambas ordenanzas nos evocan la muerte de Cristo, pero su resurrección y nuestra nueva vida en Él. Aquí por medio de elementos tangibles y mediante exhortaciones de la Palabra de Dios, somos conscientes de la realidad espiritual de los creyentes.

Participar de estas ordenanzas es parte de lo que Dios ha ordenado a su iglesia hacer. No hacen parte de una adición o rito opcional. Ningún creyente en general, debería abstenerse de estas ordenanzas pues son otros medios de gracia que afirman su fe. No deberían darse en un contexto trivial o desprovisto de todo elemento de culto, mas bien, deberían ser fieles a una de las más bellas expresiones de fe de los hijos de Dios en culto público.

El ofrecimiento de bienes materiales
Cada primer día de la semana cada uno de vosotros ponga aparte algo, según haya prosperado, guardándolo, para que cuando yo llegue no se recojan entonces ofrendas.(1 Cor.16:2)
Como el pastor J.P. Cruz hace notar en su tratado de adoración publica: “Cuando hablamos del tema económico no deja de haber suspicacias en algunos, somos consientes que muchas iglesias falsas y pastores falsos han utilizado la religión para sus fines económicos…no son pocas las iglesias que abusan de los hermanos, teniéndolos solamente como una fuente económica. Por un lado el invento de las indulgencias y el pago de misas….y por otro lado tenemos iglesias que han hecho toda una estructura y han enseñado la falsamente llamada doctrina de la prosperidad, en donde enseñan a los hermanos a ofrendar por interés, con el afán y deseo de recibir de lo que dieron y no como enseñan las escrituras”.

Pero el hecho fehaciente del abuso, no anula el principio legítimo. Las Escrituras enseñan que los creyentes deben ofrendar a Dios como han propuesto de antemano con buenos motivos de adoración a Dios, pues el avance del reino de Dios es algo que le glorifica. Así, cuando nos reunimos como iglesia, el creyente debe dar de una forma agradecida según haya prosperado. Es importante que las ofrendas recolectadas en el culto sean dadas en conciencia y como parte de la adoración y no como algo anexo y mundano que hacemos. En muchos lugares el tiempo de las ofrendas es usado para cantar o conversar o mientras se dan los anuncios, así se distrae en el acto mismo de adoración que se pretende ofrecer. Sin embargo este también es un elemento que debe ser observado con solemnidad y reverencia, como parte del culto ofrecido a Dios, pues él mismo ha querido ser adorado así.

Todo esto en un contexto particular: El servicio unos a otros
Hágase todo para edificación. (1 Cor.14:26b).
Debo aclarar que no hablo del ministerio eclesial cuando la iglesia no está reunida. Creo que el principio de servirnos los unos a los otros supera las ocasiones cuando nos reunimos. Hablo específicamente de servicio los unos a otros en los cultos. Debemos decir que la palabra iglesia implica reunión y si algo debe caracterizar en las reuniones públicas es lo que promueva la edificación mutua y corporativa no la privada. Algunos creyentes van a culto y ponen una barrera invisible pero muy evidente y asumen el culto público como una devoción privada. Así solo piensan en su propio provecho, en su propia comodidad a expensas de las de los demás.

Hágase todo para edificación indica que cada elemento, actitud, acción, debe edificar al cuerpo y no ser tropiezo para que la edificación sea una realidad. No se puede ver como personas interrumpiendo, llegando tarde a las reuniones, haciendo ruidos distractores, quizás durmiendo, salidas a los pasillos o baños cuando la iglesia está adorando, miembros sin sus elementos para la adoración, desconsideración y más, puedan aportar para la edificación mutua. Hágase todo para edificación significa que soy consciente que hago parte de un cuerpo, que el culto es la máxima expresión a la divinidad dada por el cuerpo de Cristo y que me acojo, admiro y me apego a esto con reverencia y amor.

De esta manera apreciamos que Dios no nos dejó en tinieblas cuando instituyó su iglesia y su desarrollo, mucho menos el culto público que le es agradable.

Por Jorge Castañeda

RECURSO PDF:
Soli Deo Gloria


martes, 6 de septiembre de 2016

Los Beneficios de la Reforma Protestante

Porque no me avergüenzo del evangelio, pues es el poder de Dios para la salvación de todo el que cree; del judío primeramente y también del griego. Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe; como está escrito: MAS EL JUSTO POR LA FE VIVIRA. (Rom 1:16-17)

Si buscamos el término "Protestar" en un diccionario, encontraremos una definición similar a la siguiente: "Manifestar desacuerdo por algo". Por consiguiente, en una gran síntesis, podemos definir que "protestante" es aquella persona que, al ejercer la protesta, manifiesta su desacuerdo por algo.

Por supuesto, a partir del siglo XVI esta palabra cargó con un significado específicamente aplicado a los Reformadores que expresaron o manifestaron su desacuerdo con los criterios doctrinales y tradicionales aplicados por la Iglesia Católica Romana, considerándolos alejados del verdadero cristianismo, bíblico y apostólico, de los primeros siglos de la iglesia.

Si bien en la historia de la iglesia de Cristo muchos fueron (y son) los verdaderos cristianos que resistieron (y resisten... y resistirán...) los atropellos, desvíos y falsificaciones ejercidas por la Institución Religiosa fundada por el emperador Constantino en el año 313, el primer gran Reformador fue el monje agustino alemán Martín Lutero (1483-1546), quien en el año 1517 emitió su desacuerdo contra el libertinaje curial católico de pago de indulgencias en moneda como medio para obtener la absolución de pecados. La causa desencadenante sucedió cuando llegó cerca de Wittenberg, un fraile domínico llamado Juan Tetzel recogiendo dinero para acabar la construcción de la iglesia de San Pedro en Roma, dando indulgencias a cambio, con autorización del mismo Papa y del arzobispo de Mainz. Tetzel afirmaba que cada vez que se oía sonar el dinero al caer en la caja de recaudación, se libraba un alma del Purgatorio. El pueblo entendió que se compraba no solo el perdón de los pecados pasados sino aún el derecho de pecar durante unos días futuros, doctrina que soltó todos los lazos de la moralidad. Este atropello y degeneración fue conocido por Lutero a través del confesionario (él aún era sacerdote católico), escribiendo indignado las 95 famosas tesis y clavándolas en la puerta de la catedral de Wittenberg.

La mayoría de los católicos ven a la Reforma Protestante no solo como un acto de rebeldía en contra de la IC, sino como una división que NUNCA debió tener lugar en Occidente. Pero aunque no deseen aceptarlo ni tampoco admitirlo, la Reforma Protestante trajo beneficios que no solo nosotros como Protestantes evangélicos disfrutamos, sino que también se benefician de ellos la mayoría de católicos romanos, aunque a primera vista no lo perciban así. Tales beneficios pueden ser vistos en las siguientes áreas:

• En el área Social:

La Reforma Protestante vino a quitar la barrera que separaba a lo sagrado de lo secular conduciendo a una nueva apreciación por las cosas ordinarias de la vida y a una revalorización del matrimonio y la familia.

• En el área política

La Reforma Protestante trajo consigo un reconocimiento de los derechos humanos esenciales y un reconocimiento de la igualdad de todas las personas. También trajo consigo la creación de las formas de gobierno REPRESENTATIVOS.

• En el área educacional

La Reforma Protestante vino a darle un importante ímpetu a la alfabetización universal al promover el derecho que tienen las personas comunes de leer la biblia por sí mismas.

• En el área Religiosa

1) La Reforma Protestante enfatizó la necesidad de que la Biblia fuera traducida a los idiomas del pueblo para que cualquier persona fuera capaz de leerla. Y esto trajo consigo la creación de organizaciones que se han encargado de traducir las Escrituras a diferentes idiomas, aún hasta en los dialectos de muchos grupos minoritarios.

2) La Reforma Protestante enfatizó la necesidad del canto congregacional para que los creyentes pudieran alabar a Dios.

3) La Reforma Protestante enfatizó la necesidad de la predicación o exposición de las Escrituras como algo central en las reuniones de los creyentes.

4) La Reforma Protestante enfatizó la importancia y legitimidad de que los creyentes participara  tanto del pan como del vino en la comunión.

5) La Reforma Protestante enfatizó la necesidad de que TODOS los creyentes debían involucrarse en el ministerio de la iglesia de una o de otra manera.

De esta manera podemos decir con certeza que la Reforma del siglo XVI ha sido un movimiento religioso centrado en la Biblia, que ha provisto a la humanidad de la libertad de conciencia y práctica de culto sin intermediación de terceros; el respeto por el ser humano y todo lo que éste hace en favor de sí mismo y de los demás, conforme a los principios que se encuentran en la Palabra de Dios. Si bien es cierto que ha costado muchas vidas, el seguir y defender el camino de Cristo nunca ha sido una empresa sin riesgos ni bendiciones.

Estos son tan solo ALGUNOS de los beneficios que trajo consigo la Reforma Protestante y de los que ahora nosotros gozamos. Los que vivimos en el siglo XXI tendemos a minimizar y hasta ignorar tales beneficios debido a que no conocemos el otro MUNDO, el mundo del siglo XVI cuando estas cosas no existían. No solo eso, los que hemos nacido en hogares evangélicos creemos que el mundo que nos rodea siempre ha sido así y que los privilegios de los que gozamos siempre han estado aquí. Pero la verdad es que el mundo que nos rodea NO ERA ASI y los privilegios que tenemos ahora, NUNCA habían estado aquí tal como nosotros los tenemos. Por lo tanto, en este mes de Octubre (mes de la Reforma Protestante) apartemos un espacio en nuestras oraciones y agradézcanosle a Dios por la Reforma Protestante y los beneficios que ella trajo consigo.


Expandiendo la FE REFORMADA ... 
Soli Deo Gloria