domingo, 25 de septiembre de 2016

La Ley y el Evangelio

Importancia
¿Por qué este asunto de “la Ley y el Evangelio” es importante? Permítame exponer seis razones:
1.    Porque no hay ningún punto de la Verdad Divina sobre el cual los ministros y los cristianos cometen grandes errores que sobre la relación propia que existe entre la Ley y el Evangelio.
2.    Porque no puede haber una verdadera santidad evangélica, ya sea en el corazón o en la vida, si no procede de la fe que obra por el amor, y ninguna fe verdadera, bien de la Ley o del Evangelio, a menos que la distinción principal entre la una y la otra sea espiritualmente discernida. La Ley y el Evangelio son puestos delante de nosotros en la Biblia como un sistema indivisible de la Verdad, sin embargo hay una línea inmutable de distinción entre ellos. También hay una conexión y relación inseparable entre ellos. Desafortunadamente, algunos ven la diferencia pero no ven la relación; sin embargo, el hombre que conoce la posición relativa de la Ley y el Evangelio tiene las llaves de la situación en un entendimiento de la Biblia y su doctrina.
3.    Porque un entendimiento apropiado entre la Ley y el Evangelio es la marca de un ministro que divide bien la Palabra de Verdad.Charles Bridges resumió bien esta marca del verdadero ministro: “la marca de un ministro ‘aprobado por Dios, un obrero que no tiene de qué avergonzarse’, es aquel que, ‘usa bien la Palabra de Verdad’ Esto implica una aplicación completa y directa del evangelio a la masa de sus oyentes no convertidos, combinado con un cuerpo de instrucción espiritual a las diferentes clases de cristianos. Su sistema será marcado por la simetría y la amplitud de la Escritura. Abarcará toda la Revelación de Dios, en sus instrucciones doctrinales, privilegios experimentales y resultados prácticos. Esta Revelación se divide en dos partes – la Ley y el Evangelio – esencialmente distintas la una de la otra; aunque tan íntimamente conectadas, que ningún conocimiento exacto de cualquiera de ellos puede ser obtenido sin el otro…”  (The Christian Ministry, [London: Banner of Truth Trust, 1967], p. 222)
La Ley, como Cristo, siempre ha sido crucificada entre dos ladrones  - el antinomianismo, por un lado; y el legalismo en el otro. El antinomiano no ve ninguna relación entre la Ley y el Evangelio excepto el de ser libre. El legalista falla en entender la vital distinción entre los dos.

Algunos predican la Ley en lugar del Evangelio. Algunos los modifican y no predican ni la Ley ni el Evangelio. Algunos piensan que la Ley es el Evangelio, y otros creen que el Evangelio es la Ley; aquellos que sostienen estos puntos de vista no tienen claridad en ninguno de ellos.

Pero otros preguntan: ¿No ha sido la Ley totalmente abrogada mediante la venida de Cristo a este mundo?; ¿Nos traería usted bajo este pesado yugo de esclavitud el cual nadie ha sido capaz de soportar?; ¿No declara expresamente el Nuevo Testamento que no estamos bajo la Ley sino bajo la Gracia?; ¿No dice que Cristo nació bajo la Ley para liberar a Su pueblo de ella?; ¿No es un intento de sobre-atemorizar la conciencia de los hombres por medio de imponer de forma legalista la autoridad del Decálogo, en total desacuerdo con la libertad cristiana que el Salvador ha traído por medio de Su obediencia hasta la muerte? Nosotros respondemos: Está tan lejos que la Ley haya sido abolida por la venida de Cristo a este mundo, Él mismo declaró enfáticamente.-  “No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir. Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido” (Mt 5:17-18)  Es cierto que el cristiano no está bajo la Ley como un pacto de obras, ni como un ministerio de condenación; pero él está bajo ella como una regla de vida y un objetivo estándar de justicia para todas las personas de todos los tiempos. Esto hace que ella sea importante.
4.    Porque el poder de una vida santa necesita estar acompañada por la instrucción en el modelo de la misma. ¿En qué consiste una conducta santificada? Respuesta.- Consiste en agradar a Dios. ¿Qué es lo que agrada a Dios? Respuesta.- Que se haga Su voluntad. ¿Dónde está Su voluntad para ser discernida? Respuesta.- en Su Santa Ley. La Ley, entonces, es la regla cristiana de vida, y el creyente encuentra que él se deleita en la Ley de Dios según el hombre interior (Ro 7:22) El cristiano no está sin ley sino “bajo la Ley de Cristo” una frase de Pablo que se vuelve más exacta cuando se interpreta: “en la ley de Cristo” (1Co 9:21) Pecado es iniquidad, y la salvación es la presentación de la iniquidad en su verdadera relación con Dios, dentro de la bienaventuranza de Su Santa Ley. La Ley de Moisés no es otra que la Ley de Cristo, es el estándar objetivo así como Cristo es nuestro modelo.
5.    Porque únicamente los Diez Mandamientos fueron honrados por Dios, fundados en amor, y son obedecido por los afectos sentidos hacia Aquel que proveyó la redención. A.W. Pink, escribiendo acerca de la singularidad de los Diez Mandamientos, dijo: “Su singularidad aparece primero en que esta revelación de Dios en el monte Sinaí – la cual iba a servir para todos los siglos venideros como la gran expresión de Su santidad y la suma del deber de todo hombre – contó con tales fenómenos que inspiraron temor, que la misma manera en que fueron publicados mostró claramente que Dios mismo asignó al Decálogo una peculiar importancia. Los Diez Mandamientos fueron pronunciados por Dios en una Voz audible con los temores unidos de nubes y oscuridad, truenos y relámpagos y el sonido de una trompeta, y ellos fueron las únicas partes de la Divina Revelación tan habladas – ninguno de los preceptos ceremoniales o civiles fueron así distinguidos. Aquellas Diez Palabras, y ellas solas, fueron escritas por el Dedo de Dios sobre tablas de piedra, y ellas solamente fueron depositadas en el Arca Santa para su resguardo. Así, en el único honor conferido sobre el Decálogo mismo, nosotros percibimos su suprema importancia en el Gobierno Divino” (The Ten Commandments, ([Swengel Pennsylvania: Reiner Publications 1961], p.5)
6.    Porque hay una necesidad de una norma moral fija y objetiva. La Ley Moral lleva validez permanente ya que es una norma objetiva aprobada únicamente por Dios y va directamente a la raíz de nuestros problemas morales. Pone su dedo en la necesidad más profunda de la iglesia en el evangelismo, así como en la vida cristiana: santificación. Los Diez Mandamientos se necesitan desesperadamente no solamente en la iglesia, sino también en la sociedad. Vivimos en una era-sin-ley al final del siglo XX. El desgobierno reina en los hogares, en las iglesias, en las escuelas y en la tierra. Las Escrituras nos dicen que “La justicia engrandece a la nación; mas el pecado es afrenta de las naciones” (Pro 14:34) Los Diez Mandamientos son la única norma verdadera de justicia.

La Medida Moral

Trágicamente, los cristianos han contribuido al declive moral de nuestra sociedad por medio de quitar los Diez Mandamientos de su propia instrucción. La Ley restringe el pecado. Sin la Ley Moral, este mundo sería un campo de sangre, como es evidente en los lugares donde no hay respeto por los Mandamientos de Dios. El puritano Samuel Bolton, en “Los Verdaderos Límites de la Libertad Cristiana” ([London: Banner of Truth Trust, 1964], p. 79) dice:

Bendito sea Dios que hay este temor sobre los espíritus de los hombres malvados, de otra manera no podríamos vivir bien en este mundo. Un hombre sería un demonio para otro. Cada hombre sería un Caín a su hermano, un Amnón a su hermana, un Absalón a su padre, un Saúl a sí mismo, un Judas a su maestro; porque lo que uno hace, todos los hombres lo harían, sino fuera por una restricción a sus espíritus.

No solamente los impíos, sino también los seguidores de Jesús necesitan un objetivo, fijo, sí, una norma absoluta del bien y del mal. Una vida devocional no puede existir sin considerar la moralidad. No podemos separar la devoción de la obligación. Después de todo, ¿Qué constituye a una persona como devota? Respuesta.- Alguien que está buscando hacer la voluntad de Dios, alguien quien es instruido en un carácter santo. Y, ¿En qué consiste un carácter santo? Respuesta.- En hacer la Voluntad de Dios. Y, ¿En dónde encontramos la Voluntad de Dios con respecto a la moralidad? Repuesta.- En las únicas normas verdaderas que resumen la Ley Moral – los Diez Mandamientos.

Este tema, la Ley y el Evangelio, está en el grado más alto, es importante y edificante, tanto para los santos como para los pecadores. Conocerlo experimentalmente, es ser “sabio para salvación”, y vivir habitualmente bajo su influencia, es ser al mismo tiempo santo y feliz. Tener puntos de vista espirituales distintos del mismo, es la manera de ser guardados de acercarnos, por un lado, hacia la auto-justicia, y por un lado, del libertinaje; y ser capaces de afirmar la absoluta libertad de la gracia soberana, y al mismo tiempo, el sagrado interés por la verdadera santidad. Sin un conocimiento experimental, y una fe sincera, de la Ley y el Evangelio, un hombre no puede ni venerar la autoridad de uno, ni estimar la gracia del otro.

La Ley y el Evangelio son las partes principales de la Revelación Divina; o más bien, ellos son el centro, la suma y la sustancia de todo. Cada pasaje de la Sagrada Escritura es Ley o es Evangelio, o es competente de estar mencionando a uno o al otro. Aun en las historias del Antiguo y Nuevo Testamento el accionar del hombre es introducido como narrativa de hechos,  realizados en conformidad o en oposición a la Ley Moral de Dios; y realizados en la fe o incredulidad del Evangelio. Las ordenanzas de la ley ceremonial, dada a los antiguos israelitas, fueron, en su mayor parte, injertados en el Segundo y Cuarto Mandamiento de la Ley Moral; y en su referencia tipológica, fueron una oscura revelación del Evangelio. Los preceptos de la Ley Judicial, son todos mandamientos resumidos en la Ley Moral, y especialmente, a aquellos contenidos en la Segunda Tabla. Todas las amenazas, ya sea en el Antiguo o Nuevo Testamento, son amenazas de la Ley o amenazas del Evangelio; y cada promesa, es una promesa ya sea de uno o sea del otro. Cada profecía de la Escritura, es una declaración de cosas oscuras o futuras, conectadas ya sea con la Ley o con el Evangelio, o con ambos. Y no hay, en el Sagrado Libro, una amonestación o una reprensión, o una exhortación, que no se refiera a la Ley, al Evangelio o a ambos. Entonces, si un hombre no puede distinguir correctamente, entre la Ley y el Evangelio, él no puede comprender correctamente, tanto como ningún artículo de la Verdad Divina. Si él no tiene comprensiones justas y santas de la Santa Ley, tampoco puede tener las acciones espirituales transformadoras del glorioso evangelio; y, por un lado, sus puntos de vista del evangelio serán erróneos o equivocados, sus nociones de la Ley no pueden ser correctas.

Además, si el conocimiento especulativo, de la Ley y el Evangelio, son superficiales e indistintos, ellos por lo general estarán en peligro de mezclar el uno con el otro y, en un mayor grado que pueda ser concebido, ellos retardarán su progreso en santidad; así como en paz y confortamiento. Pero por el contrario, si ellos pueden distinguir bien entre la Ley y el Evangelio; por lo tanto, bajo las influencias iluminadoras del Espíritu Santo, serán capaces de discernir la gloria de todo el plan de redención, al reconciliar todos los pasajes de la Escritura los cuales parecen contradecirse uno del otro; al probar si las doctrinas son de Dios, para calmar sus propias conciencias en tiempos de problemas intelectuales, y avanzar resueltamente en la santidad evangélica y en la consolación espiritual.

Es importante considerar la diferencia entre la Ley y el Evangelio así como la concordancia entre ellos. El establecimiento de la Ley por el Evangelio, o la dependencia del Evangelio a la autoridad y honor de la Ley debe ser tratado. El privilegio del creyente de estar muerto a la Ley como un pacto de obras, con una consecuencia necesaria de ello, es muy importante. Para enfatizar esta importancia de la Ley (los Diez Mandamientos) voy a llamar a tres testigos fidedignos.

El Testimonio de Tres Testigos

Considere las actitudes expresadas por tres de los voceros escogidos de Dios con respecto a Su Ley:
1.    David, un hombre conforme al Corazón de Dios – el dulce cantor de Israel.“ Guíame por la senda de tus mandamientos, porque en ella tengo mi voluntad” (Sal 119:35) “Horror se apoderó de mí a causa de los inicuos que dejan tu ley” (Sal 119:53) “¡Oh, cuánto amo yo tu ley! Todo el día es ella mi meditación” (Sal 119:97) “Aborrezco a los hombres hipócritas; mas amo tu ley” (Sal 119:113) “Tiempo es de actuar, oh Jehová, porque han invalidado tu ley” (Sal 119:126)
2.    El principal apóstol de nuestro Señor – Pablo.“¿Luego por la fe invalidamos la ley? En ninguna manera, sino que confirmamos la ley” (Ro 3:31) “De manera que la ley a la verdad es santa, y el mandamiento santo, justo y bueno” (Ro 7:12) “Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios” (Ro 7:22) “De manera que la ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la fe” (Ga 3:24)
3.    Nuestro Señor mismo.“No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir. Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido” (Mt 5:17-18)
Por lo regular oímos esta expresión: “Sé como Jesús” ¿Cómo era Él? Él era Perfecto. ¿Cómo lo sabemos? Nosotros podemos tener una norma perfecta por la cual juzgar, y aquella norma perfecta es la Perfecta Ley de Dios (Sal 19:7)

El Testimonio de toda la Biblia

La importancia de este tema se ve en que en toda la Biblia se refiere, ya sea a la Ley o al Evangelio. Por ejemplo:

* La historia del Antiguo y Nuevo Testamento, en lo que respecta al hombre, es nada más que las narraciones de las vidas vividas en conformidad con, o en oposición a la Ley Moral de Dios; o vividas en fe o incredulidad del Evangelio.

* Todas las amenazas del Antiguo y Nuevo Testamento son amenazas ya sea de la Ley o del Evangelio. “El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios” (Jn 3:18)… Cuando el Señor Jesús sea revelado desde el cielo con sus poderosos ángeles, en llama de fuego tomará venganza de aquellos quienes no conocieron a Dios, y sobre aquellos quienes no obedecieron al evangelio de nuestro Señor Jesucristo. Estos serán castigados con destrucción eterna de la Presencia de Dios y de la gloria de Su poder (2Ts 1:7-9)

* Cada profecía de la Escritura es una declaración de cosas oscuras y futuras y están conectadas ya sea con la Ley o con el Evangelio.

* Cada promesa, es una promesa relacionada ya sea con la Ley o con el Evangelio.

* Cada buena amonestación, reprensión o exhortación, es con referencia con la Ley, el Evangelio, o ambos.

Así, la Ley y el Evangelio son el centro, la suma y la sustancia de toda la Biblia. ¿Cuán importante es entonces relacionar y distinguir propiamente a los dos?; Cuanto más nos acerquemos a una visión clara de la diferencia entre la Ley y el Evangelio, y la conexión entre ellos, ya que uno sirve para establecer al otro; más entenderemos las Sagradas Escrituras, y así la voluntad y la mente de Dios y más útiles seremos en Su servicio.

Dos Clases de Conocimiento

Otra indicación de la importancia de la Ley, es que ella revela las dos clases de conocimiento que son necesarios para la salvación:
1.    La Ley revela el carácter de Dios. La Ley de Dios viene de Su naturaleza. La naturaleza de Dios determina lo que es correcto, y la voluntad de Dios impone tal norma sobre todas Sus criaturas como una obligación moral. Siendo que Su voluntad fluye de Su naturaleza, y la Ley es perfecta (Sal 19:7), la Ley refleja la perfección de Su naturaleza.
El hombre no es responsable ante una ley abstracta, sino ante Dios. Detrás de la Ley está el Dador de la Ley. En consecuencia, encontrar defectos en la Ley es encontrar defectos en el Dador de la Ley. La Ley no son edictos arbitrarios de un déspota caprichoso; sino son los sabios, santos y amorosos preceptos de Uno quien es celoso por Su gloria y por el bien de Su pueblo.

Cristo fue Perfecto. ¿Cómo lo sabemos? Él guardó la Ley perfectamente. El era la Ley personificada. Cristo manifestó al Padre perfectamente: “Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad” (Col 2:9)
2.    La Ley revela la condición del hombre. Acercarse a alguien y decirle: “Todos hemos pecado” no trae convicción a menos que la persona sepa lo que es el pecado. “Pecado es la transgresión de la Ley” (1Jn 3:4) “porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado” (Ro 3:20) El conocimiento del pecado como violación de la Ley de Dios trae convicción.

La Ley y el Evangelismo

De igual manera, la importancia de la Ley es vista en un tema que es estimado en el corazón de todo verdadero predicador y todo evangelismo cristiano verdadero.

En los días pasados, los niños aprendían los mandamientos antes de aprender Juan 3:16, porque solamente entonces Juan 3:16 llegaba a tener sentido. Igualmente, la primera obra de traducción de John Elliot entre los indígenas no fue Juan 3:16, sino los Diez Mandamientos, y su primer sermón fue acerca de los mandamientos. ¿Pensaba John Elliot que los indígenas serian salvos por medio de los Diez Mandamientos? Por supuesto que no, pero los mandamientos les mostraría a ellos el porqué de la necesidad de ser salvados, que ellos eran quebrantadores de la Ley; y que ellos necesitaban un sustituto que haya guardado la Ley.

John Patton, un gran misionero presbiteriano para las Nuevas Hébridas, primero enseñó los Mandamientos. ¿Por qué? Las personas nunca se interesarán debidamente en una relación con el Redentor hasta que ellos vean la terrible brecha en sus relaciones con el Creador. Los mandamientos son el mandato moral del Creador para las criaturas. La aguja fina de la Ley abre el camino para el hilo de grana del evangelio. La Ley es indispensable en un evangelismo bíblico, centrado en Dios.

Resumen
1.    Toda la Biblia es Ley y Evangelio, y los dos están vitalmente vinculados entre sí que un conocimiento exacto del uno no se puede conseguir sin el otro.
2.    La Ley revela el carácter de Dios y la condición del hombre. Estas dos clases de conocimiento son absolutamente necesarios para la salvación. (Vea por ejemplo el primer capítulo de la Institución de la Religión Cristiana de Juan Calvino)
3.    La Ley es esencial para la verdadera evangelización bíblica porque por la Ley es el conocimiento del pecado. Fue la Ley la que fue efectiva en la conversión del apóstol Pablo “Yo no conocí el pecado, sino por la Ley” (Ro 7:7)
4.    La Ley es la única regla y orientación bíblica para la obediencia – esto es, una vida santificada. ¿En qué consiste una conducta santificada? En hacer la voluntad de Dios. ¿Cuál es la voluntad de Dios con respecto a la moralidad? La Ley Moral resumida en los Diez Mandamientos.
5.    La Ley es una de las tres verdades de la Biblia que se mantiene o caen juntas: 1) La Ley de Dios, 2) la Cruz de Cristo; y, 3) El justo juicio de Dios Todopoderoso.
En primer lugar, si no hay Ley no hay pecado porque el pecado es la transgresión de la Ley (Los Diez Mandamientos).

En segundo lugar, si no hay Cruz entonces no hay esperanza para los pobres pecadores – no hay perdón de los pecados.

En tercer lugar, si no hay un juicio justo del Todopoderoso Dios nadie se preocuparía por el pecado o por un Salvador. Estas tres verdades permanecen o caen juntas.

Las siguientes palabras de J. Gresham Machen, el fundador principal del Seminario Teológico Westminster enfatizará la importancia del lugar de la Ley:
Una nueva y más poderosa proclamación de la Ley es quizás la necesidad más apremiante de esta hora, los hombres tendrían poca dificultad con el evangelio si ellos hubieran aprendido la lección de la Ley. Así que siempre: un punto de vista bajo de la Ley siempre conduce al legalismo en la religión; un punto de vista alto de la Ley hace a un hombre buscar la gracia. Ore a Dios para que un punto de vista alto pueda prevalecer nuevamente (What is Faith?, [Edinburgh: Banner of Truth Trust], pp. 141-142)

Predicador, predique la Ley Moral de Dios; y padres, enseñen a sus hijos los Diez Mandamientos. Por Ernest Reisinger
Soli Deo Gloria




miércoles, 21 de septiembre de 2016

Remedios Preciosos: Contra las artimañas del diablo

Un Método Usado Por El Diablo Para Hacer Que Los Creyentes Caigan En El Pecado Thomas Brooks 

[…] Satanás les dice que es fácil arrepentirse, tan sencillo como confesarlo al sacerdote. Todo lo que tienes que decir es, “Señor ten misericordia de mí” y Él te perdonará. Susurrará a tu oído que el arrepentimiento es fácil.

Esta mentira del diablo es muy peligrosa. Es una mentira que ha sido usada para engañar a muchos y ponerlos bajo el control y dominio del pecado. El arrepentimiento no es fácil; está más allá de las fuerzas humanas. Para arrepentirse uno necesita el mismo poder que levantó a Cristo de los muertos, es decir, se necesita el poder de Dios.

El apóstol Pablo escribió a Timoteo que los siervos de Dios debían enseñar la verdad, con la esperanza que Dios concediera a los oyentes el arrepentimiento. (2 Tim. 2:25) El arrepentimiento no es fácil; el arrepentimiento es el don de Dios. El profeta Jeremías preguntó: “¿Mudará el etíope su piel, y el leopardo sus manchas? Así también, ¿Podréis vosotros hacer bien, estando habituados a hacer el mal?” (Jer. 13:23) Las personas no pueden cambiarse a sí mismos; hace falta el poder de Dios para que puedan cambiar. El hecho simple de decir, “Señor ten misericordia de mí,” no es el arrepentimiento verdadero. Los que usan este lenguaje sin un cambio genuino en sus vidas, se están engañando. Muchos están ahora en el infierno porque se equivocaron en cuanto a la naturaleza del arrepentimiento.

Hay tres elementos esenciales en el arrepentimiento. El primer elemento es un cambio sustancial; es dar la espalda al pecado y volverse hacia Dios. El arrepentimiento es dejar las tinieblas y volver a la luz. Isaías dijo: “Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Dios.” (Is. 55:7) El arrepentimiento significa dar la espalda a todo pecado, aún el pecado que uno amaba más. Significa también un cambio de actitud hacia Dios y hacia todo lo que Él manda. Cuando una persona se arrepiente verdaderamente, sabe que no existe nada en ella misma que agrade a Dios, y todo lo que tiene es su pecado. Esto le hace volverse a Dios suplicándole ayuda y perdón. El arrepentimiento no es fácil. Siempre es difícil y ocasiona dolor y vergüenza.1

El segundo elemento en el arrepentimiento verdadero es un cambio completo de vida. El arrepentimiento significa un cambio en la vida interior, en lo que uno piensa y en lo que uno desea. El arrepentimiento significa un cambio tan fuerte en la vida que otros pueden verlo, un cambio en su manera de vivir, en sus hábitos, en su perspectiva. Isaías 1:16 dice, “Lavaos y limpiaos; quitad la iniquidad de vuestras obras delante de mis ojos; dejad de haced lo malo; aprended a haced el bien.” Esto significa un cambio exterior e interior, un cambio completo de vida.2

El tercer elemento del arrepentimiento es su continuidad a lo largo de toda la vida del creyente. Arrepentirse significa siempre esforzarse para guardar la ley de Dios en forma más completa. Significa acercarse cada vez más a Dios aunque al mismo tiempo, sabemos que no podemos dejar de considerarnos pecadores. La vida cristiana consiste de un proceso continuo de mortificación del pecado. El apóstol Pablo, quien fue usado grandemente por Dios, dijo, “¡Miserable hombre de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?” (Ro. 7:24)

El arrepentimiento no es propio de la naturaleza humana; se necesita tanto del poder de Dios para arrepentirse, como para no pecar. “Venid y volvamos a Jehová porque Él nos arrebató y nos curará; hirió y nos vendará. Nos dará vida después de dos días; en el tercer día nos resucitará y viviremos delante de El.” (Os. 6:1–2) Fíjense que Dios es el que hace todas estas cosas a favor de su pueblo. Él les sana. Él venda sus heridas. Les vivifica y restaura. El poder de Dios y el amor de Dios están actuando en el arrepentimiento. Sin la misericordia y el amor de Dios actuando en uno, no puede haber arrepentimiento verdadero.

Es común que satanás le dice a uno que el arrepentimiento es fácil. Pero después de que se ha caído en el pecado su mensaje cambiará; ahora dirá que el arrepentimiento es imposible. Una vez que la persona se ha acostumbrado al pecado, el diablo dirá que el arrepentimiento es la cosa más difícil que uno puede hacer. Le dirá que resulta difícil dar la espalda a los pecados que ya forman parte de su vida misma. Dirá que no puede haber posibilidad del arrepentimiento, porque ha abusado de la misericordia de Dios y no ha hecho caso de las advertencias divinas. Satanás le hablará de cuantas veces ha caído y que tan malos han sido sus pecados. Le dirá, “Ahora es imposible arrepentirse.”

Los creyentes verdaderos buscarán el arrepentimiento mientras haya tiempo, ¡hoy! El arrepentimiento nunca es fácil pero con la ayuda y con la misericordia de Dios, uno puede dar la espalda al pecado y volverse hacia Dios.

BROOKS, T. (2001). REMEDIOS PRECIOSOS: CONTRA LAS ARTIMAÑAS DEL DIABLO. (O. I. NEGRETE; T. R. MONTGOMERY, TRADS.) (PP. 17–19). GRAHAM, NC: PUBLICACIONES FARO DE GRACIA.

Soli Deo Gloria



domingo, 18 de septiembre de 2016

Andar con Dios

“¿Andarán dos juntos, si no estuvieren de acuerdo?” Amós 3:3

Aquí siguen varias preguntas de una clase parecida a parábolas, para despertar la conciencia de culpabilidad en el pueblo. ¿Andarán dos juntos, si no estuvieren de acuerdo? ¿Podrían los profetas de Dios ser tan unánimes en profetizar contra vosotros, si el Espíritu de Dios no hubiera estado junto con ellos, o si sus profecías fueran falsas? Los israelitas estaban tranquilos, no creyendo que Dios estaba con los profetas en las denuncias de la ruina que se acercaba a la nación.

Los oyentes de Amós no comprenden por qué vino a predicar ese hombre que no es sacerdote, ni socio de los hermanos profetas. Y se escandalizan porque se mete en cosas que, según ellos, no tienen que ver con la religión. Las comparaciones que Amós usa en estos versos tienen un significado claro él habla porque Dios le obliga a hablar.

El Capítulo tres del libro de Amos comienza con una interpelación “Oíd esta palabra que ha hablado Jehová contra vosotros” Dios está rugiendo como León de juicio por medio de su enviado, de su profeta “Amos”: Los reyes, los sacerdotes y el pueblo sean “unido” en injusticia, sean puesto “de acuerdo” ellos están en medio de una falsa seguridad, han conciliado sus “diferencias” desde hace mucho rato aunque la monarquía gobierna para enriquecerse, los sacerdotes solo son religiosos que cumplen la tradición religiosa y han provisto agradar a todos los hombres menos a Dios; finalmente el pueblo a conciliado “sean puesto de acuerdo” con ellos aceptando un reinado, una monarquía usurpadora, un sacerdocio falso, sincrético y podríamos decir hasta pagano; todo el pueblo, la nación toda sea pervertido.

Dios presenta por medio de su profeta ¡Amos! su diagnóstico: el pueblo, sus gobernantes y sacerdotes se han puesto “de acuerdo” y este “acuerdo” son transgresiones contra Dios y declara que es “maldad” sus pecados son muchos: debemos meditar la monarquía no era la de Judá donde debe venir el Salvador, el Sacerdocio no servían en Jerusalén, inventaron un templo, un monte y un linaje que no es el de Melquisedec; todo el pueblo es responsable  en ponerse “de acuerdo” habiendo una verdadera monarquía la de Judá y el sacerdocio en Jerusalén.

Por esto dice el Señor “los aplastare” Amos 5:21 rechaza sus ofrendas, sacrificios, fiestas, cánticos y asambleas. Los ha reprobado por esto el “juicio correrá como las aguas y la justicia como una corriente inagotable” Amos 5:24; este es nuestro Dios quien traerá juicio a una nación que se ha pervertido, resistiéndose con su política, gobierno y religión a su verdad, ellos estaban “de acuerdo” (La monarquía, el sacerdocio y el pueblo)

No olvidemos que Dios no pide que nos pongamos de acuerdo, Dios pide unidad, unidad en su Palabra y la fe que viene de Él. La unidad bíblica requiere: Obediencia, Sujeción y Humildad bajo su Espíritu Santo.

Amós 5:12 declara toda la corrupción que vivía la nación de Israel, el reino del norte; por esto en el año 720 vendrá Asiria una nación pagana, la que los conquistará, dominará, humillara, los destruirá, exterminará y desaparecerá una monarquía usurpadora, sacerdotes blasfemos y el pueblo no podrá comprobar quienes son sus familias, su genealogía por “haber violado el pacto de Dios” el Ser un pueblo de Dios y para Dios, una nación obediente, sujeta y humilde.

Quiera el Señor que podamos reflexionar, tener temor, temblor de Dios y frente al llamado de arrepentimiento volver a Dios, que el Señor perdoné nuestras iniquidades y tenga misericordia de nosotros. Clamemos a Dios por el perdón y vivamos para Dios, esto no es “ponerse de acuerdo” es un llamado a la unidad, bajo la Palabra de Dios, La fe salvadora y su Santo Espíritu, de hoy en adelante hasta que nos llame a su presencia o venga por su iglesia, la que está segura en la fe de Jesucristo en el que hay perdón de pecados y vida eterna.

Lo que se requiere es un caminar espiritual con Dios y la comunión con él, el acuerdo es un requisito. Dios y el hombre fueron originalmente principales amigos, pero el pecado estableció el  desacuerdo; pero una reconciliación hizo necesario su caminar juntos de nuevo en la persona de Jesús y hoy tenemos que alinearnos a verdad y voluntad para nuestra salud espiritual.

Declaración de Medellín

Del 22 al 26 de agosto de 1988 se reunieron “líderes evangélicos de once países de América Latina y de otras partes del mundo para fomentar una reflexión seria, desde una perspectiva evangélica y bíblica, sobre la Teología de la Liberación, con el fin de orientar a la iglesia de Cristo en su testimonio y servicio en el contexto latinoamericano”. Entre sus conclusiones encontramos lo siguiente: Reconocemos y confesamos que:
  • A menudo nos hemos conformado con las estructuras, valores y normas de nuestra sociedad.
  • En múltiples oportunidades no hemos denunciado la injusticia social ni anunciado la justicia del Reino.
  • Muchos de nosotros no nos hemos preocupado por los pobres, los marginados, los maltratados y los necesitados como expresión de nuestra misión, llegando a considerar dicha preocupación como opcional.
  • A menudo hemos estado egoístamente satisfechos con nuestro propio bienestar. Como pueblo evangélico carecemos de un sentido claro de identidad y nuestra autoimagen ha sido determinada por la condición de minoría religiosa en el continente.
Nos comprometemos a:
  • Procurar entender nuestra realidad histórica a la luz de la Palabra de Dios. 
  • Buscar definir, afirmar y expresar nuestra identidad bajo el mismo criterio anterior. 
  • Desarrollar nuestra misión dentro de la realidad social, reconociendo sus dimensiones espirituales, ideológicas y técnicas. 
  • Buscar un impacto social que no crea dependencia. 
  • Buscar cambios en las estructuras sociales que mantienen y promueven la injusticia, a través de los medios legítimos a nuestro alcance; procurando la unidad y cooperación de los cristianos en dicha búsqueda entrando en procesos.
Gén 5:22  Y Enoc anduvo con Dios trescientos años después de haber engendrado a Matusalén, y engendró hijos e hijas.
Gén 6:9  Estas son las generaciones de Noé. Noé era un hombre justo, perfecto entre sus contemporáneos; Noé andaba con Dios.

Gén 17:1  Cuando Abram tenía noventa y nueve años, el SEÑOR se le apareció, y le dijo: Yo soy el Dios Todopoderoso; anda delante de mí, y sé perfecto.

2Co 6:14 - 16 No estéis unidos en yugo desigual con los incrédulos, pues ¿qué asociación tienen la justicia y la iniquidad? ¿O qué comunión la luz con las tinieblas? ¿O qué armonía tiene Cristo con Belial? ¿O qué tiene en común un creyente con un incrédulo? ¿O qué acuerdo tiene el templo de Dios con los ídolos? Porque nosotros somos el templo del Dios vivo, como Dios dijo: HABITARE EN ELLOS, Y ANDARE ENTRE ELLOS; Y SERE SU DIOS, Y ELLOS SERAN MI PUEBLO.

Para andar con Jesús

Para andar con Jesús no hay senda mejor

Que guardar sus mandatos de amor;

Obedientes a El siempre habremos de ser,

Y tendremos de Cristo el poder.

Coro:

Obedecer, y confiar en Jesús,

Es la regla marcada

Para andar en la luz.

Cuando vamos así, ¡cómo brilla la luz

En la senda al andar con Jesús!

Su promesa de estar con los suyos es fiel,

Si obedecen y esperan en El.

Quien siguiere a Jesús ni una sombra verá,

Si confiado su vida le da,

Ni terrores ni afán, ni ansiedad ni dolor,

Pues lo cuida su amante Señor.

Mas sus dones de amor nunca habréis de alcanzar,

Si rendidos no vais a su altar,

Pues su paz y su amor sólo son para aquel

Que a sus leyes divinas es fiel.

Soli Deo Gloria



Una apreciación sobre Juan Calvino

El quinto centenario del nacimiento de Calvino, que se celebra este año, despertó considerablemente mi interés. Un colega pastor dijo que no conocía una única biografía definitiva sobre Calvino y esto me hizo comenzar a investigar las distintas opciones. Por lo que pude descubrir, desde 1975 existe un texto satisfactorio por T.H. Parker, titulado John Calvin [Juan Calvino] (Lion Paperback) que ahora puedo recomendar sin reservas. Otro libro más corto de Parker, Portrait of Calvin [Retrato de Calvino] (1954) tiene su propio encanto y está disponible para descargarlo gratuitamente en un archivo Pdf1. Michael Haykin, erudito e historiador bautista reformado, expresó su opinión y comentó que este libro se disfrutaba mucho más que la obra posterior, más extensa, de Parker. A mi juicio depende de si el lector busca una información más detallada o una visión general.

Otro firme competidor que busca ser calificado como obra definitiva es un libro nuevo, escrito por F. Bruce Gordon, titulado Calvin [Calvino] (2009, Yale University Press), que me está cautivando aunque solo llevo leídos siete capítulos de un total de dieciocho. Parece un retrato realista, defectos incluidos, aunque con un talante esencialmente comprensivo. Exhibe la habilidosa forma de escribir y la cuidadosa erudición de otro grande biógrafo de YUP, Jonathan Edwards: A Life [Jonathan Edwards: Una vida] de George Marsden, que recomiendo firmemente.

Aparte de estos, he trabajado con bastantes libros escritos por o sobre Calvino, especialmente en el último año, de los que me he traído un muestrario para enseñároslo. Adjunto una rápida anotación de la bibliografía.

Como cristianos y pastores conservadores, evangélicos y reformados debemos apreciar muchas cosas importantes en Juan Calvino. El filósofo e historiador laico Will Durant denominó a la obra de Calvino Institutes [Institución de la religión cristiana] “uno de los diez libros que sacudió al mundo”. El Pastor Walter Chantry me dijo personalmente que los Comentarios de Calvino le dejaron a menudo sin palabras y me aconsejó que, si debía elegir entre ambos libros, comprara este antes de la Institución de la religión cristiana. En su último módulo de teología pastoral (Agosto del 2009), el Pastor Albert N. Martin de 75 años de edad expresó su convicción de que un joven pastor debería decidir, nada más comenzar su ministerio, leer todos los comentarios de Calvino directamente.

Nuestros contemporáneos laicos, tan orgullosos de la modernidad, quedarían estupefactos al ver que gran parte de su querida cosmovisión en cuanto a la sociedad en general es una consecuencia natural y el desarrollo de las ideas que Calvino planteó y que, en su tiempo, fueron consideradas radicales y progresistas. Si queréis dejar atónitos a algunos profesores liberales de universidad que conozcáis, poned en sus manos una copia del delgado volumen de David W. Hall titulado The Legacy of John Calvin [El legado de Juan Calvino] (2008, P&R Publishers). El autor demuestra, de forma convincente, la “iluminación” que Calvino tenía sobre la educación (inició una escuela pública para la gente corriente). Ideó un tipo de programa de bienestar para los que estaban verdaderamente necesitados (organizó la “Bourse” [Bolsa], una agencia de cuidado diaconal). Pronto inició movimientos hacia la libertad religiosa (procuraba una forma de gobierno de iglesia para la compañía de pastores independientes de los magistrados de la ciudad). Proponía un gobierno civil colegiado en lugar de la monarquía; una política descentralizada en forma de república; igualdad entre todas las profesiones (no solo el “clero” tenía una llamamiento divino o una vocación para su trabajo); principios de capitalismo de libre mercado que incluían la posesión privada de la propiedad y la legitimidad del beneficio (un profesor liberal no apreciará esto, aunque es progreso que procede de la Edad Media); música en el lenguaje corriente (el Salterio en palabras que las personas pudieran entender era algo igualitario en espíritu, una adoración democratizada) y la legalidad de publicar ideas en libros que se vendieran a “todos los hombres” para que pudieran considerarlas. Estos sorprendentes avances, poco conocidos y raramente reconocidos, pueden desarmar perfectamente cualquier prejuicio del profesor e impulsarle a analizar mejor las ideas de Calvino. Con un poco de suerte esto le llevará a una consideración seria del evangelio de Calvino.

En lo que a mí respecta, estoy descubriendo que estoy mucho más en deuda con Calvino de lo que antes pudo captar mi conocimiento o mi inteligencia. Cuanto más aprendo de su doctrina, con más frecuencia me quedo mudo de asombro y me humillo. Muchas de las más firmes convicciones que tengo, aun en los puntos más relativamente sutiles y menores de la doctrina, se encuentran fácilmente en las percepciones de Calvino. Estas han sido conservadas por sus publicaciones y por su influencia, directa e indirecta, sobre la Iglesia en el periodo que va desde su tiempo al nuestro. Entiendo que esto es verdad aunque, al mismo tiempo, reconozco que las verdades más importantes que enseñó ya estaban presentes de forma insinuada, o de algún otro modo, en las Escrituras y que él mismo fue beneficiario de una rica herencia del pensamiento cristiano. Con todo, Calvino fue quien desenterró todo ese oro espiritual. Él fue quien descubrió los filones repletos de tesoros en la mina de la Palabra de Dios que otros muchos apenas habían notado, que no supieron apreciar y mucho menos exhibirlo para su gloriosa exposición. Con cinco aspectos del pensamiento y el ejemplo de Calvino tendremos bastante para esta conferencia.

La soberanía de Dios

Se suele asociar a Calvino con la soberanía de Dios, así como se relaciona a Miguel Ángel con el arte. Está claro que esta doctrina es tan antigua como la propia fe, ya que no hay nada tan fundamental para la verdadera religión como que Dios existe y que es el Señor de señores, el Todopoderoso. Los santos de las Escrituras creyeron esto y también todos aquellos que les siguieron en la historia posterior de la Iglesia. Gigantes teológicos como San Agustín y Santo Tomás de Aquino y otros muchos hicieron hincapié en la soberanía de Dios.

La diferencia con Calvino radica, quizás, en que él exhibe de forma más coherente de lo que nadie lo hizo antes que él, que la soberanía de Dios está relacionada con todas las doctrinas de la Biblia: la creación, la providencia, la caída y la redención. La soberanía eterna, absoluta, efectiva e irresistible de Dios impregna concienzudamente y satura toda la olla del Calvinismo.

Además, para Calvino, la soberanía de Dios no era una especulación filosófica a debatir, sino un pináculo con las proporciones de una montaña, desde el cual contemplar claramente todos los aspectos de la vida. Su famosa apertura, con la que da comienzo a su Institución de la religión cristiana, ilustra este punto.

Casi toda la suma de nuestra sabiduría, que de veras se deba tener por verdadera y sólida sabiduría, consiste en dos puntos: a saber, en el conocimiento que el hombre debe tener de Dios, y en el conocimiento que debe tener de sí mismo. Mas como estos dos conocimientos están muy unidos y enlazados entre sí, no es cosa fácil distinguir cuál precede y origina al otro, pues en primer lugar, nadie se puede contemplar a sí mismo sin que al momento se sienta impulsado a la consideración de Dios, en el cual vive y se mueve; (Hechos 17:28) Porque no hay quien dude que los dones, en los que toda nuestra dignidad consiste, no sean en manera alguna nuestros. Y aún más el mismo, ser que tenemos y lo que somos no consiste en otra cosa sino en subsistir y estar apoyados en Dios. Además, estos bienes, que como gota a gota descienden sobre nosotros del cielo, nos encaminan como de arroyuelos a la fuente […]. Por lo cual, ciertamente, nos vemos impulsados por nuestra miseria al considerar los tesoros que hay en Dios. No podemos de veras tender a Él, antes de comenzar a sentir descontento de nosotros. Porque ¿qué hombre hay que no, sienta contento descansando en sí mismo? ¿Y quién no descansa en sí mientras no se conoce a sí mismo, es decir, cuando está contento con los dones que ve en sí, ignorando su miseria y olvidándola? Por lo cual el conocimiento de nosotros mismos, no solamente nos aguijonea para que busquemos a Dios, sino que nos lleva como de la mano para que lo hallemos (1.1.1, Battles).

Está claro que Calvino forcejeó con el denominado problema del mal. Dado que Dios tiene el absoluto control de todas las criaturas y sucesos, y que Dios es infinitamente bueno y sabio ¿cómo puede el diablo existir y seguir en el mundo que es, indudablemente, el gran reino sobre el cual él ejerce su irresistible dominio? No he hallado en los escritos de Calvino ningún lugar que haya sido más útil y de una simplicidad más capaz de desarmar a cualquiera sobre este tema que en las Instituciones de la religión cristiana 1.18, “Dios se sirve de los impíos y doblega su voluntad para que ejecuten sus designios quedando sin embargo Él limpio de toda mancha”. Este es un análisis tan bueno de un asunto tan difícil que he vuelto una y otra vez al mismo, sobre todo para ayudar a otros a pensar bíblicamente en este aspecto.

Calvino echa abajo el bien intencionado cambio de algunos teólogos que defienden a Dios de la acusación de que Él sea el “Autor del pecado”. Insiste en una distinción entre lo que Dios hace y lo que simplemente permite que otros hagan. Según esta evasiva, el pecado solo existe por medio del decreto permisivo de Dios. En lugar de esto, Calvino enseña que Dios “doblega, fuerza y atrae a donde quiere al mismo Satanás y a todos los réprobos”. Ellos hacen esto “.solo bajo la instigación secreta de Dios”, en cumplimiento de su decreto eterno, sin discutir o deliberar los temas con nadie más. Calvino dice que “se podría excusar la modestia de los que se escandalizan [discuten por un escueto permiso] ante la apariencia del absurdo, si no fuese porque intentan vanamente mantener la justicia de Dios con falsas excusas y so color de mentira”. Luego procede a demostrar que la Biblia, sin apuro, revela la causalidad activa de Dios en los actos más atroces de los hombres, llegando aun a la crucifixión de Cristo, para sus propios propósitos nobles. Dios es la causa final de todas las cosas, pero no es la causa reprobable de nada, incluido el pecado del hombre2. En realidad, nuestra Confesión Bautista de Fe de Londres en 1689, siguiendo a la Confesión de Westminster de 1646, parece estar en deuda con el análisis de Calvino en este punto preciso.

El poder todopoderoso, la sabiduría inescrutable y la bondad infinita de Dios se manifiestan en su providencia de tal manera que su propósito soberano se extiende aun hasta la primera caída y a todos los otros pecados de los ángeles y de los hombres, y esto no solo por un mero permiso, sino que sabia y poderosamente limita, ordena y gobierna, en varias formas, las acciones pecaminosas de tal manera que estas llevan a cabo sus designios santos, pero de tal modo, que lo pecaminoso procede solo de la criatura, y no de Dios, quien es justísimo y santísimo, y por eso, no es, ni puede ser el autor o aprobador del pecado (CFBL 1689 5-4 el énfasis es mío).

Esta cuestión de la relación de Dios con el pecado es algo así como una prueba de fuego para una perspectiva desinhibida y exaltada de su absoluta soberanía. El concepto que Calvino tenía del gobierno de Dios era lo bastante amplio como para aseverar que incluso el propio Satanás, por no mencionar al resto de los enemigos de Dios, es finalmente su siervo involuntario y un elemento importante en los medios que Dios emplea para llevar a cabo su decreto eterno y global.

Un alto criterio de las Escrituras

En compañía de una hueste de los mejores maestros de la Iglesia, Calvino estaba firmemente comprometido con la identificación de las Santas Escrituras con la Palabra de Dios. Para Calvino, lo que dice la Biblia es lo que Dios dice. No hay nada relevante que sea una novedad especial sobre la bibliología de Calvino en general y su doctrina de la inspiración divina en particular.

Lo que capta mi atención y se gana mi gran aprecio es su respuesta en el ministerio a un alto criterio de las Escrituras. Calvino tuvo la inteligencia y la integridad espiritual, por la gracia de Dios, de ver y seguir las implicaciones lógicas y espirituales por sí mismo hasta tal punto que eso le apartó bastante de las demás tradiciones establecidas y distintivas dentro del cristianismo. Deberíamos estarle muy agradecidos por ello.

En primer lugar, Calvino hace gala de un profundo compromiso con la absoluta autoridad y suficiencia de las Escrituras. Respetó todos los demás documentos cristianos, como los escritos de los Padres de la Iglesia y el consenso de pronunciamientos en forma de credos y confesiones, pero su pensamiento comenzaba con la Biblia, se filtraba con la Biblia y terminaba con la Biblia. Defendió la doctrina protestante de la sola Scriptura; solo las Escrituras tienen la autoridad final, es la prueba de fuego por la que todas las personas, iglesia, enseñanzas y niveles subordinados de doctrina deben ser juzgados.

¿Entonces, cuales son las ideas fundamentales que Calvino desarrolló? La más importante es la afirmación esencial de que un sistema teológico consistente y coherente se puede derivar y defender sobre la base de la Biblia. Es indiscutible que el mayor legado de Calvino al Protestantismo no han sido doctrinas, sino más bien su demostración de cómo la Biblia puede servir como fundamento de una comprensión estable de las creencias y las estructuras cristianas3.

Calvino también hizo el planteamiento más estricto de la adoración bíblica, abogando por lo que llegó a conocerse como el “principio regulativo” que busca y requiere la justificación bíblica para todo lo que se refiere a la sustancia de la adoración y rechazando cualquier innovación del hombre por considerarla falsa aunque la Palabra de Dios no la prohibiese de forma explícita. Las iglesias que están en deuda con la influencia de Calvino en este particular, mantienen una forma simple y bíblica de adoración sin la “pompa y el boato” del romanismo. Lamentablemente, estos elementos siguen viéndose en la religión luterana y la anglicana; ambos han sido detractores históricos del principio regulativo.

En segundo lugar, el alto criterio que Calvino tenía de las Escrituras le llevó a hacer hincapié en la importancia de la predicación bíblica para el ministerio pastoral y en el ejercicio del mismo con gran cuidado y sobriedad. Su conducta habitual en el púlpito era sistemática: exponía los libros de la Biblia completos, versículo a versículo. Evitaba las interpretaciones rocambolescas y alegóricas. Procuraba transmitir el verdadero sentido de cada texto, dentro de su contexto, basándose en una hermenéutica gramático-histórica. Cuando trataba un tema en particular hacía gala de una gran sensibilidad hacia la doctrina sintética de todas las Escrituras. Como exégeta responsable, ejemplificó de forma magistral “la analogía de la fe” en acción. Su amplio conocimiento del latín, la ley, la lógica, el griego y el hebreo, junto con su profunda integridad espiritual, le catapultaron a altos logros como predicador.

He leído recientemente el libro de Steven J. Lawson “The Expository Genius of John Calvin” [El genio expositivo de Juan Calvino] (2007, Reformation Trust Pubishing) y esto ha mejorado mi apreciación sobre la predicación de Calvino. Me ha ayudado a darme cuenta de que, en muchos aspectos, Calvino es un ejemplo fidedigno que los predicadores modernos deberían imitar. Lawson señala treinta y dos rasgos del genio expositivo de Calvino en sus sermones: la autoridad bíblica, la presencia divina, la prioridad del púlpito, una exposición secuencial, una mente diligente, un corazón dedicado, una voluntad implacable, un comienzo directo, una entrega extemporánea, un contexto escriturario, un tema establecido, un texto específico, una precisión exegética, una interpretación literal, referencias cruzadas, un razonamiento persuasivo, deducciones razonables, palabras familiares, expresiones gráficas, preguntas provocativas, simples repeticiones, citas limitadas, bosquejos tácitos, transiciones perfectas, una intensidad bien enfocada, la exhortación pastoral, el examen personal, la reprensión con amor, la confrontación polémica, una recapitulación concisa, un llamamiento insistente y la oración decisiva. Lawson explica e ilustra, de forma práctica, cada uno de esos sermones de Calvino que son totalmente distintos de sus comentarios y, generalmente, son menos conocidos. El libro de Lawson es un tomo delgado que destaca las virtudes de este predicador de Ginebra en el púlpito. Sin embargo, va más allá de una simple familiarización con la predicación de Calvino. Es tan útil como un libro de texto para las homilías en general.

Calvino llenó cuidadosamente el vacío que existía entre el mundo bíblico, con su contexto y sus lectores originales, y aquellos que se sentaban en los bancos de la iglesia, ante él, en la Europa del siglo dieciséis. Hizo que estas personas entendiesen la Palabra y grabó sus aplicaciones prácticas sobre la conciencia. En Calvin’s Preaching [La predicación de Calvino], T.H.L. Parker cita extensamente a Calvino en el tema de “The Pastoral Impulsion” [“La influencia Pastoral”] (capítulo 2), ya sea bajo la forma de una cita directa o por medio de la paráfrasis. Me gustaría reproducir un extracto tan práctico. Fue con motivo de un sermón sobre 2 Ti. 3:16-17 en el que Calvino explicó, en un lenguaje simple, el propósito de la predicación pastoral. El párrafo siguiente transmite algo de su espíritu y su filosofía de la aplicación en la predicación, tema muy debatido entre algunos predicadores reformados de hoy día.

“Cuando expongo las Santas Escrituras mi regla debe ser siempre la siguiente: que aquellos que me oigan reciban provecho de la enseñanza que presento y sean edificados para salvación. Si no tengo esa buena voluntad, si no procuro la edificación de mis oyentes, soy un sacrílego y estoy profanando la Palabra de Dios” […]. La enseñanza por sí misma no es suficiente porque somos fríos e indiferentes a la verdad de Dios. Es necesario que esta penetre en nosotros. El predicador debe hacer uso de la vehemencia, para que podamos saber que esto no es un juego […]. Debemos hacer uso de la Palabra de Dios en nuestra vida para que podamos sentirnos despiertos y no profundamente dormidos […]. La consecuencia de esto en el predicador es que no basta con que diga: “Esta es la voluntad de Dios”. Debe despertarnos, hacernos pensar muy en serio y mirarnos más de cerca a nosotros mismos para acercarnos a Dios “como si nos hubiese invitado a estar ante su trono de justicia.” Entonces, todo se aclarará y nos sentiremos avergonzados cuando veamos nuestra pobreza y nuestra podredumbre anterior […]. Si nos hemos visto profundamente hundidos en vicios, el predicador debe usar fuerza y violencia si estos no han sido arrancados y echados fuera. “Cuando un padre ve que sus hijos van por muy mal camino no se limita a decirles: ‘¿qué os traéis entre manos hijos míos?’ Esto no sería ni correcto ni bueno. Dirá: “¡Infelices criaturas! No os he criado ni me he ocupado por vosotros hasta ahora para que me lo paguéis así. […] ¡Alejaos desgraciados! Merecéis caer en manos del verdugo […] ¿Debo mantener una escoria semejante en mi casa?”. […] El pastor fiel debe utilizar la vehemencia y la vivacidad [animación] “para dar vigor y poder a la Palabra de Dios”. Desde luego esto tiene que hacerse con dulzura y suavidad, pero hay que llevarlo a cabo. La gente no debe decir: “¡Pero cómo, esto es demasiado difícil de llevar! ¡No deberías seguir por esa línea!”. Los que no soportan ser reprobados deberían buscarse otro maestro que no fuese Dios. Muchos no podrán aguantarlo: “¿Pero, cómo es posible que esta sea la forma de enseñar? ¡No puedo creerlo! Queremos ser ganados por medio de la dulzura”. Si es así, ¡ve y enséñale a Dios cómo debe impartir sus lecciones! Esta es nuestra gente sensible que no puede soportar ni un solo reproche. ¿Por qué? “Bueno, queremos que se nos enseñe de otro modo”. “¡Entonces marchaos a la escuela del demonio! Él os adulará hasta la saciedad… y os destruirá4”.

Al igual que Lutero antes que él, la conciencia de Calvino era cautiva de las Escrituras y, evidentemente, él deseaba conducir a tantas personas como pudiera para que fuesen con él al cielo.

Un ministerio centrado en Cristo

Los ojos espirituales de Juan Calvino estaban llenos de la figura de Jesucristo. Buscaba acentuar la gloria de este en cada oportunidad que se le presentaba. La teología de Calvino era esencialmente redentora, una teología de evangelización. Sin descuidar al Padre y al Espíritu, Calvino veía a Cristo como el tema de toda la Biblia y como punto central de la reconciliación del hombre con Dios. Sobre Lucas 24:46, Calvino escribió lo siguiente:

Estas palabras nos enseñan asimismo lo que deberíamos aprender principalmente de la Ley y de los Profetas, es decir: que siendo Cristo el fin y el alma de la ley, todo lo que aprendamos sin Él y al margen de Él no tiene valor ni provecho. Por tanto, quien quiera tener un dominio de las Escrituras debería tener esto siempre en mente.

Cuanto más me he familiarizado don el pensamiento de Calvino, más claramente he captado su cristocentrismo. Como gran experto sobre Calvino, T.H.L. Parker observó:

El evangelio de Calvino, como el de las Escrituras, tiene que ver con Jesucristo. Se interesa en Él como Hijo de Dios y Varón de dolores; como Aquel que murió por nuestros pecados y que resucitó de nuevo para justificarnos; como Señor eterno. Hace hincapié sobre el lugar que se le da a Cristo y lo deja bien claro al llevarlo a cabo con respecto a toda la teología (aunque, como hemos visto, con algunas incoherencias5) a la vida de la Iglesia y a la de los cristianos individuales6.

Del mismo modo, Sinclair Ferguson hizo su estudio sobre la centralidad de Cristo en la teología de Calvino: “Todo aquello de lo que carecemos nos lo proporciona Cristo; todo lo que es pecado en nosotros, se le imputa a Cristo; y Él lleva sobre sí todo juicio que nosotros merecemos7”.

John Piper tiene una perspectiva particular de lo que fue el problema fundamental que Calvino tuvo con el romanismo: era básicamente apóstata porque había llegado a robar la gloria que se le debía a Dios en Cristo.

Para Calvino, la Reforma era necesaria fundamentalmente por esto: Roma había “destruido la gloria de Cristo de muchas formas. Invocaban a los santos para que intercedieran, cuando Jesucristo es el único mediador entre Dios y los hombres. Adoraban a la bendita Virgen, cuando solo Cristo debe recibir adoración. Ofrecían un sacrificio continuo en la misa, cuando el de Cristo en la Cruz es completo y suficiente” [citando a Parker]. Elevaron la tradición al nivel de las Escrituras y llegaron a hacer que la palabra de Cristo dependiera de la palabra del hombre para tener autoridad [citando las Instituciones para la religión cristiana]. Calvino pregunta en su Comentario sobre Colosenses: “¿Cómo es posible que nos dejemos llevar de doctrinas diversas y extrañas” (He. 13:9)? Su respuesta es: “porque no se percibe la excelencia de Cristo en nosotros”. En otras palabras, el gran guardián del institucionalismo bíblico a lo largo de los siglos es la pasión por la gloria y la excelencia de Dios en Cristo. Cuando Dios ya no es el centro, todo comienza a desviarse hacia otro lugar. Esto no presagia nada bueno en cuanto a la fidelidad doctrinal de nuestro propio tiempo que no está centrado en Dios8.

El romanismo no es el único culpable de haber perdido el objetivo deliberado de glorificar a Dios en Cristo en toda adoración y ministerio. Este problema destaca en gran parte de lo que se llama evangelización, aun en iglesias que se identifican a sí mismas como “reformadas”. Una erosión en la pasión por la gloria de Dios en Cristo es un indicador inmediato de la apostasía del Evangelio.

Una actitud valiente frente a la Verdad

De las biografías se pueden sacar innumerables ilustraciones sobre la valentía que Dios proporcionó a Calvino. Una de sus acciones más valerosa fue, sin duda, su regreso a Ginebra. Era muy consciente de que el martirio era una posibilidad muy real ya que él escribía frecuentes cartas para fortalecer el alma de los predicadores que se enfrentaban a la ejecución por su fidelidad a Cristo y a su Palabra. En una carta que escribió a Farel sobre sus sentimientos en cuanto a regresar a Ginebra, Calvino dijo: “me sometería a la muerte cien veces en vez de esa cruz en la que tuve que sufrir mil muertes a diario9”. Pero no volvió allí en busca de ganancia personal sino por la misma razón por la que ministró allí por primera vez. Consideraba que se trataba de un llamamiento de Dios que no podía rechazar. Calvino temía a Dios más que a los hombres.

A mi juicio, el incidente más impresionante que demuestra el valor extraordinario de Calvino sucedió durante el segundo periodo de su ministerio en Ginebra. La forma en que Lawson lo cuenta es excelente y concisa:

Para Calvino, esos años productivos no fueron más que una experiencia de “torre de marfil”, de soledad y aislamiento. Subía a su púlpito a diario y se encontraba con muchas dificultades por todas partes. Era de estatura endeble y sufrió muchos achaques. Soportó también amenazas físicas contra su vida. Con todo, Calvino nunca dejó su exposición.

Por otra parte, varios grupos de ciudadanos de Ginebra le causaron mucho dolor; unos de ellos fueron los libertinos que se jactaban de su pecaminosa permisividad. Reivindicaban la inmoralidad sexual como algo lícito argumentando que la “comunión de los santos” significaba que sus cuerpos debían unirse a las esposas de los demás. Los libertinos practicaban el adulterio abiertamente y a pesar de ello pretendían acercarse a la Mesa del Señor. Calvino no permitió nada de eso.

En un encuentro épico, Philibert Berthelier, un destacado libertino fue excomulgado a causa de su conocida promiscuidad sexual. Por consiguiente, se le prohibió tomar parte en la Santa Cena. Por medio de la turbia influencia de los libertinos, el Consejo de la Ciudad pasó por alto la decisión de la iglesia y Berthelier y sus colegas vinieron a la iglesia a tomar la Santa Cena con sus espadas desenfundadas y dispuestos a pelear. Con una atrevida audacia Calvino bajó del púlpito, se puso delante de la mesa de la Comunión y dijo: “Podéis machacar estas manos, podéis arrancar estos brazos, podéis quitarme la vida. Mi sangre os pertenece, podéis derramarla, pero no me obligaréis jamás a entregar las cosas santas a aquellos que profanan y deshonran la mesa de mi Dios10”. Berthelier y los libertinos se retiraron; no había nada que hacer ante convicciones tan firmes11.

La gracia del Evangelio

“Predestinación” puede ser la palabra que más se pueda asociar a Calvino. Creo que insistió en ella, no solo por ser una doctrina bíblica, sino también por ser clave para la conservación de un evangelio de salvación que era solo por gracia, totalmente aparte de cualquier consideración de la fe o las obras que un hombre pueda hacer en esta vida.

Por supuesto que los “cinco puntos del calvinismo” no fueron jamás establecidos como tales por el propio Calvino. La posterior formulación fue producto del Sínodo de Dort y de los consistentes “cánones” que se redactaron en este y que no eran más que una respuesta a los cinco puntos suscitados por los protestantes de los Países Bajos12. No obstante, la refinada teología de gracia en el Evangelio que hoy se representa como calvinismo histórico se halla en su totalidad en la propia enseñanza de Calvino.

No hay necesidad de repetir las formulas clásicas a mis colegas, los pastores reformados. Hace muchos años escribí un folleto titulado “God’s Astounding Grace” [La asombrosa gracia de Dios], con el propósito expreso de conseguir el consentimiento para los cinco puntos de algunos cristianos bienintencionados, aunque relativamente ignorantes, predispuestos en contra del calvinismo13. En ese tratado, intento apelar únicamente a las Escrituras y evito palabras técnicas teológicas fuera de la Biblia que pudieran provocar una mala reacción en contra de la verdad. Lo que me importa es que mis lectores crean la verdad y no si tienen claro que están abrazando el calvinismo.

Al escribir ese folleto me di cuenta que las “doctrinas de gracia” se podían identificar con respecto a su relación con la gracia: nuestra necesidad de ella (depravación total/incapacidad), la elección de la gracia (incondicional), el precio de la gracia (una expiación limitada o una redención particular), la atracción de la gracia (gracia irresistible o llamamiento eficaz) y el triunfo de la gracia (la perseverancia de los santos). La gracia impregna por completo el Evangelio bíblico, de principio a fin.

Se podría escribir mucho más sobre estos cinco aspectos encomiables del pensamiento y el ejemplo de Calvino; esto no representa más que unos cuantos de la larga lista que se puede recopilar. Si esta conferencia es de edificación para usted, por medio del legado de Calvino y, de ese modo fomenta la gloria de Dios en Cristo, habrá logrado su objetivo.
IBRNJ - D. Scott Meadows

Notas:
1. http://www.desiringgod.org/media/pdf/books_mpc/mpc.pdf
2. Estoy en deuda con la obra de Robert Reymond A New Systematic Theology of the Christian Faith [Una nueva teología sistemática de la fe cristiana] en este idioma.
3. Christianity’s Dangerous Idea: The Protestant Revolution—A History from the Sixteenth Century to the Twenty-First. [La peligrosa idea del cristianismo: La Revolución Protestante—Una Historia desde el siglo XVI hasta el XXI] Alister McGrath, p. 94 (2007, HarperOne).
4. Calvin’s Preaching [La Predicación de Calvino] (1992, Westminster/John Knox Press) pp. 11-14.
5. Parker se refiere a las doctrinas de Calvino en cuanto a Dios el Creador y la predestinación, cuando supuestamente no se relacionan correctamente estos temas con Cristo. Retiro aquí mi juicio sobre la cuestión de la incoherencia de Calvino.
6. Portrait of Calvin [Retrato de Calvino] (1954, SCM Press Ltd.), p. 61
7. Citado por Eric Alexander en su capítulo de la obra John Calvin: A Heart for Devotion, Doctrine and Doxology [Juan Calvino: un corazón para la devoción, la doctrina la doxología] (2008, Reformation Trust Publiching), “Capítulo 9: La supremacía de Jesucristo” p. 110.
8. John Calvin and His Passion for the Majesty of God [Juan Calvino y su pasión por la majestad de Dios] (2009, Crossway Books) p. 18.
9. Portrait [Retrato] p. 64.
10. Citando a William Wileman, John Calvin: His Life, His Teaching and His Influence [Juan Calvino: su vida, su enseñanza y su influencia] (Coteau, MT: Old Paths Gospel Press), p. 96. Esta frase también ha sido traducida como: “Antes morir que dejar que esta mano extienda las cosas sagradas del Señor a aquellos que las desprecian” (Beza, The Life of John Calvin [La vida de Juan Calvino], p. 71).
11. Expository Genius [Genio expositor] pp. 15-16.
12. http://www.spurgeon.org/-phil/creeds/dort.htm
13. Dios mediante, las personas que estén interesadas podrán recibir, previa petición via e-mail, el texto en un anexo en PDF.
Soli Deo Gloria