martes, 12 de septiembre de 2017

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La Infalibilidad e Inerrancia de las Sagradas Escrituras (CBL 1689)

La doctrina de la suficiencia e inerrancia de las sagradas escrituras afirma que la Biblia contiene toda información suficiente para alguien, no solamente para encontrar la salvación en Cristo, sino para, subsecuentemente, recibir instrucción y dirección en todos los aspectos de su vida y sus pensamientos, sea por declaraciones explícitas de la Escritura, o por inferencias sacadas de ella directamente.

Cito la CBL 1689 Cap. 1 Parr.1,6

Las Sagradas Escrituras constituyen la única regla suficiente, segura e infalible de todo conocimiento, fe y obediencia salvadores.

Todo el consejo de Dios tocante a todas las cosas necesarias para su propia gloria, la salvación del hombre, la fe y la vida, está expresamente expuesto o necesariamente contenido en las Sagradas Escrituras; a las cuales nada, en ningún momento, ha de añadirse, ni por nueva revelación del Espíritu ni por las tradiciones de los hombres

Diez razones por las que creo en la infalibilidad e inerrancia de las Escrituras.

1.- La veracidad de Dios

Antes que nada, creo en la inerrancia de la Biblia porque creo en la veracidad de Dios. La pregunta sobre la inerrancia bíblica no es tanto una cuestión de bibliología sino de teología propia. La Biblia testifica de la veracidad de Dios (Juan 3:3; Romanos 3:4). Si la Escritura es de Dios, es “inconcebible que contenga errores”.

El Antiguo Testamento recalca que “Dios no es hombre para que mienta ni hijo de hombre para que se arrepienta” (Números 23:19). Y el Nuevo Testamento confirma este testimonio aseverando que Dios no miente (Tito 1:2) porque es imposible que engañe (Hebreos 6:18).

En última instancia, dudar de la Palabra de Dios es dudar del carácter de Dios. “La autoridad de la Biblia quiere decir que todas las palabras de la Biblia son palabras de Dios de una manera tal que no creer o desobedecer alguna de ellas es no creer o desobedecer a Dios”.

2.- El testimonio de la Biblia

Las Escrituras nos aseguran de que han sido inspiradas por Dios. Aunque Pablo tenía el Antiguo Testamento en mente cuando comentó que “Toda la Escritura es inspirada por Dios” (2 Timoteo 3:16), ahora que tenemos el canon completo podemos aplicar el mismo principio apostólico a los libros del Nuevo Testamento.

Pablo, por ejemplo, escribió 2 Timoteo siendo guiado por el Espíritu. El apóstol Pedro ya reconoció que los escritos de Pablo eran “escrituras” (2 Pedro 3:16). Además, Pablo cita el texto de Lucas 10:7 en 1 Timoteo 5:18 como un pasaje inspirado.

A la hora de formar el canon del Nuevo Testamento, la iglesia no confirió ninguna autoridad a los veintisiete libros. Simplemente reconoció la autoridad que los libros ya tenían como inspirados por el soplo del Altísimo. Fueron todos libros escritos por un apóstol (o alguien cercano al grupo apostólico), ya aceptados y reverenciados por la iglesia universal y doctrinalmente congruentes con el Evangelio cristiano.

3.- El testimonio de Cristo

Jesucristo es perfecto e inmaculado en todos los sentidos. Es Dios, la segunda persona de la bendita Trinidad, por lo tanto es más inteligente y sabio que nosotros. Como si esto fuera poco, es nuestro Señor en todo y somos llamados a seguirle fielmente.

Ahora bien, ¿qué creía Jesús acerca de la Biblia? Jesús estaba totalmente convencido de la veracidad de las Escrituras (y no solamente los pasajes mesiánicos). De hecho, llegó a decir que, “De cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido” (Mateo 5:18). La palabra ‘jota’ en griego corresponde a ‘yodh’ en hebreo (la letra más pequeña del alfabeto arameo). Es como una especie de coma. Se estima que hay unos 66.000 yodhs en el Antiguo Testamento. Según Jesús, ¡cada yodh importa! “Jesús no podría afirmar su creencia en las Escrituras de una manera más contundente”.  

Jesús comía, bebía y respirada las Escrituras mientras ministraba en la tierra. Destaca en Juan 10:35 que, “la Escritura no puede ser quebrantada”. Y el Mesías estuvo consciente de que algún día sus seguidores iban a registrar sus palabras para cumplir lo dicho en Mateo 24:35, “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán”.

De hecho Jesús prometió que el Espíritu Santo vendría para que los discípulos hiciesen precisamente eso: “Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, Él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho” (Juan 14:26).

Y de nuevo, “Cuando venga el Espíritu de verdad, Él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir. Él me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber” (Juan 16:14).

El apóstol Juan escribió su Evangelio con este fin, esto es, dar a conocer lo que Jesús había hecho y enseñado: “Pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre” (Juan 20:31). Jesús no solamente creyó en la inspiración del Antiguo Testamento sino que se encargó de que el Nuevo fuese redactado también por la obra inspiradora del Espíritu Santo.

4.- El testimonio de los apóstoles

Como ya hemos visto, 2 Timoteo 3:16 profesa fe en la inspiración de la Biblia: “Toda la Escritura es inspirada por Dios”. La palabra ‘inspirar’ proviene del griego ‘Theopneustos’ que quiere decir ‘exhalada por Dios’.

A veces si sales por la noche cuando hace frío y está oscuro, soplas y puedes llegar a ver tu aliento. De la misma forma, cuando Dios sopla, el resultado es Escritura.   Los escritos apostólicos hablan sobre la autoridad de las Escrituras. 2 Pedro 1:21 es otro pasaje poderoso que resalta que, “nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo”.

Si leemos los escritos de cualquier autor bíblico del Nuevo Pacto, aceptan la autoridad absoluta de la Escritura. Las dos epístolas de Pedro sirven como un buen recordatorio. En cuestión de ocho capítulos (cinco en 1 Pedro y tres en 2 Pedro), Pedro cita libremente de cada uno de los cinco libros de Moisés, Salmos, Proverbios, Isaías y Oseas.

Ningún apóstol dudaba de la veracidad, infalibilidad o inerrancia de las Escrituras. Si la iglesia está edificada sobre el fundamento de los profetas y apóstoles (Efesios 2:20), hacemos bien en aceptar su autoridad apostólica en este asunto también.

5.- El testimonio de la iglesia primitiva

Contrariamente a lo que proponen algunos evangélicos confundidos en nuestros días, el concepto de inerrancia no es nuevo ni fruto del siglo XIX. Es cierto que el vocablo ‘inerrancia’ no existía tal cual antes de la época moderna, sin embargo, el concepto es omnipresente a lo largo de la historia de la Iglesia.

En el primer siglo Clemente de Roma (¿?-100) ya había escrito a los corintios diciendo que, “Habéis escudriñado las Escrituras, que son verdaderas, las cuales os fueron dadas por el Espíritu Santo y sabéis que no hay nada falso o fraudulento en ellas” (1 Clemente 45).

En el segundo siglo tanto Justino Mártir como Ireneo y Tertuliano aceptaron la inerrancia bíblica. En el tercero podemos apelar a Orígenes y Dionisio de Alejandría. En el cuarto están Cirilo de Jerusalén, Basilio, Gregorio de Nisa y el famoso trío de Ambrosio, Juan Crisóstomo y Agustín de Hipona.

Si estudiamos los escritos de los padres de la iglesia podemos llegar a las siguientes conclusiones: que las Escrituras no se contradicen, son fiables, autoritativas, perfectas, inspiradas por Dios, congruentes, unidas, no contienen nada falso, no mienten, son suficientes para declarar la verdad, son santas, veraces e irreprensibles. La iglesia del siglo XXI haría bien en avivar este legado doctrinal tan rico.

6.- Las profecías cumplidas

No hace falta mencionar todas las profecías cumplidas que contiene la Biblia, no obstante, tales profecías son otra muestra más de la inerrancia bíblica. ¿Cómo pudo Isaías profetizar con exactitud acerca de la vida del Mesías setecientos años antes de que éste naciera? ¡Sólo por el poder del Espíritu de Dios! Cada profecía cumplida demuestra que la Palabra es inerrante e infalible.

7.- La salud de la iglesia  

El príncipe de los predicadores, Charles Spurgeon (1834-92) En su lucha con el liberalismo teológico en el siglo XIX, Charles Spurgeon afirmó que el calvinismo tiene “una fuerza conservadora”. Se dio cuenta de que muchos de los que estaban negando las doctrinas fundamentales de la fe cristiana en Inglaterra habían sido criados en iglesias con un fuerte énfasis en la voluntad humana. Fueron las iglesias calvinistas del Reino Unido las que dieron más importancia a la veracidad de la doctrina bíblica.

Creo que si Spurgeon estuviera vivo en nuestros días añadiría que la doctrina de la inerrancia posee “una fuerza conservadora”.

A primera vista, uno podría decir que poco importa si decimos que la Biblia “es” la Palabra de Dios o si simplemente “contiene” la Palabra, pero los efectos a nivel pastoral son bien dañinos y evidentes. Pienso en la gloriosa Iglesia de Escocia que revolucionó el norte del Reino Unido en el siglo XVI con el poder de la Palabra de Dios. Ahora aquella Iglesia se ha apostado de la Escrituras porque ha permitido que líderes liberales modifiquen su confesión de fe sobre la inspiración de la Biblia. John Knox estará dando vueltas en su tumba. Cuando los líderes de una denominación empiezan a coquetear con una bibliología liberal, los resultados son desastrosos. Además, a nivel personal, ¿cómo aconsejas a uno de tus feligreses si crees que la Biblia está plagada de errores, contradicciones, mitos y leyendas? ¿Cómo puede el creyente común y corriente saber qué partes de la Biblia son Palabra de Dios y qué partes no lo son? ¿Cuáles salmos canta en su tiempo devocional si están todos contaminados por el error humano?

8.- La autoridad del púlpito

Cuando uno ya no cree en la inerrancia ni la infalibilidad de la Palabra, desaparece la predicación expositiva. En vez de enseñar a partir de una determinada carta o libro de la Biblia versículo por versículo, capítulo por capítulo con el fin de oír la voz de Dios, se empieza a predicar de forma puramente temática, ética, sensacionalista y finalmente, se elimina la Palabra por completo del púlpito. El protestantismo no puede sobrevivir sin la predicación de la Palabra.

En las grandes iglesias liberales, ya no se habla sobre la Biblia sino sobre las vacaciones, la importancia de contratar un seguro de vida, la mascota del predicador, politiqueo evangélico y otras estupideces indignas del nombre del Señor. Ya que no se predica desde la Escritura, la iglesia pierde el tono de autoridad que es característico en tiempos de avivamiento espiritual y acepta todo lo que dice la cultura del momento.

9.- El testimonio del Espíritu Santo

En última instancia, la creencia de que la Biblia es la Palabra de Dios no depende de ningún argumento humano. Tanto Lutero como Calvino reconocieron que es el Espíritu Santo el que da testimonio de la veracidad de las aserciones de la Biblia.   El gran campeón de la Reforma protestante, Martín Lutero (1483-1546)

En términos de Lutero: “El Espíritu Santo no es un escéptico; tampoco son dudas o meras opiniones lo que Él escribió en nuestros corazones, sino aserciones, más ciertas e inconmovibles que la vida misma y cualquier experiencia”.

Y de nuevo, “Si vamos a la claridad interior [de la Palabra], ningún hombre entiende siquiera una jota de las Escrituras, a no ser que tenga el Espíritu de Dios […] Es, pues, imprescindible el Espíritu para poder entender las Escrituras enteras o cualquiera de sus partes”.

En cuanto a Calvino, el reformador de Ginebra explicó que, “No hay hombre alguno, a no ser que el Espíritu Santo le haya instruido interiormente, que descanse de veras en las Escrituras”. Y de nuevo, “El testimonio que da el Espíritu Santo es mucho más excelente que cualquier otra razón.

Porque, aunque Dios solo es testigo suficiente de sí mismo en su Palabra, con todo a esta Palabra nunca se la dará crédito en el corazón de los hombres mientras no sea sellada con el testimonio interior del Espíritu.

Así que es menester que el mismo Espíritu que habló por boca de los profetas, penetre dentro de nuestros corazones y los toque eficazmente para persuadirles de que los profetas han dicho fielmente lo que les era mandado por el Espíritu Santo”. El Espíritu Santo es el testimonio de testimonios en cuanto a la inerrancia, infalibilidad y veracidad de la Palabra.

10.- La falta de contradicciones

Un décimo argumento a favor de la inerrancia bíblica es que no hay tal cosa como una contradicción bíblica. Las típicas acusaciones lanzadas por los escépticos carecen de peso. Es cierto que hay textos difíciles en las Escrituras; sin embargo, casi todos los pasajes en cuestión tienen posibles soluciones.

Conclusión
La teología cristiana debe afirmar, sin reservas, la inerrancia de la Escrituras como una fuente completa de información, instrucción y dirección. La Biblia contiene toda la voluntad divina, incluyendo la información que alguien necesite para su salvación, desarrollo espiritual y dirección personal. Ella contiene información suficiente, de forma que, si alguien la obedece completamente, estará cumpliendo la voluntad de Dios en cada detalle de su vida. Pero siempre que él comete pecado es porque falla en obedecerla completamente. Aunque nuestra obediencia nunca alcance perfección en esta vida, eso no significa que en la Biblia no exista toda la información que necesitamos para vivir una vida cristiana perfecta.
Soli Deo Gloria