Nadie
podría haber esperado que la Reforma fuera lanzada por los Noventa y Cinco
Tesis contra Indulgencias de Martín Lutero el 31 de octubre de
1517. El documento mismo simplemente propuso el marco para un debate
universitario. Lutero estaba arguyendo solamente por una revisión de
la práctica de indulgencias, no su abolición. Es seguro que no
estaba ofreciendo una agenda para amplia reforma teológica y eclesiástica.
De
verdad ya había dicho cosas mucho más controversiales en su Disputación en
contra a Teología Escolástica del 4 de septiembre de 1517, en que hizo una
crítica de toda la manera en que se había hecho teología medieval por
siglos. Esa Disputación, sin embargo, pasó sin ninguna
murmuración. Hablando humanamente solamente era la única combinación
de factores externos.- social, económico y político.- que hizo la disputación
de más tarde la chispa que prendió la mecha de la Reforma.
La
Disputación de Heidelbergo
Una vez
que la mecha se había prendido, sin embargo, la Iglesia hizo un error fatal:
permitió el Orden Agustino, a que Lutero pertenecía, a tratar el problema como
si fuera una dificultad menor local. Tenía que haber una reunión del
Orden en Heidelbergo en abril 1518, y Lutero fue pedido presentar una serie de
tesis bosquejando su teología, para que pudiera ser asesorado por sus
hermanos. Fue aquí, entonces, que los relativamente blandos Noventa
y Cinco Tesis dieron a Lutero una oportunidad importante a articular la
teología que había expresado en su Disputación de Septiembre.
La
Disputación de Heidelbergo es significante por dos cosas. Primero,
había por lo menos un otro futuro gigante de la Reforma
presente. Este fue Martín Bucero, el Reformador de Estrasburgo,
quien terminaría sus días como catedrático de teología en
Cambridge. Un hombre de vasto intelecto y amplia visión ecuménica,
Bucero tendría una influencia profunda sobre una generación de Reformadores, no
menos a Juan Calvino. Y su primera experiencia del pensar de la Reforma fue
provista por Lutero en Heidelbergo en 1518. Sin embargo, mientras
Bucero salió de la Disputación maravillando sobre como Lutero había atacado lo
que la Iglesia había llegado a ser, perdió el corazón teológico de lo que
Lutero estaba diciendo. Este es el segundo punto de importancia: la
teología de la Cruz.
La
Teología de la Cruz
Hacia
el fin de la Disputación, Lutero ofreció algunas tesis que parecen (de manera
típica de Lutero) sin sentido, o por lo menos oscuros:
19. Aquella
persona no merece ser llamado un teólogo que mira las cosas invisibles de Dios
como si fueran claramente perceptibles en aquellas cosas que han ocurrido
actualmente [Rom 1:20].
20. Merece
ser llamado un teólogo, sin embargo, quien comprende las cosas visibles y
manifiestas de Dios vistas por sufrimiento y la cruz.
21. Un
teólogo de gloria llama el mal bien y el bien mal. Un teólogo de la
Cruz llama la cosa lo que en realidad es.
22. Aquella
sabiduría que ve las cosas invisibles de Dios en obras como percibidas por el
hombre es completamente vanidoso, cegado y endurecido.
Estos
dichos en realidad encapsulan el corazón de la teología de Lutero, y un buen
entendimiento de lo que quiere decir por los términos y frases oscuros que
contienen arroja luz no solamente sobre el contenido doctrinal de su teología,
pero también sobre la manera misma que él creyó que teólogos debían
pensar. De verdad está tomando el argumento explosivo de de I
Corintios y desarrollándole a una agenda teológica total.
Al
corazón de su argumento es su idea que los seres humanos no deben especular
acerca de quien es Dios o como actúa de antemano antes de ver quien se ha
revelado ser. Así Lutero ve la auto-revelación como axiomática a toda
teología. Ahora, probablemente no hay ningún hereje en la historia
que no estaría de acuerdo con eso, porque toda teología presupone la revelación
de Dios, o sea en la naturaleza, razón humana, cultura o cualquier.
Lutero,
sin embargo, tuvo una vista dramáticamente restrictiva de
revelación. Dios se reveló como misericordioso a la humanidad en la
encarnación, cuando se manifestó en carne humana, y el momento supremo de esta
revelación fue en la cruz en el Calvario. De verdad, Lutero a veces
se refería enigmáticamente a Cristo crucificado como “el lado atrás de Dios”,
el punto en que Dios aparecía estar la contradicción misma de todo lo que uno
podría razonablemente haber anticipado que estaría.
Los
“teólogos de Gloria”, entonces, son los que construyen su teología a la luz de
lo que esperan que Dios estará; y sorpresa, sorpresa, hacen a Dios parecer algo
como ellos mismos. Los “teólogos de la cruz”, sin embargo, son los
que construyen su teología a la luz de la revelación por Dios de si mismo en
Cristo colgado en la cruz.
Implicaciones
Las
implicaciones de esta posición son revolucionarias. Para comenzar,
Lutero está exigiendo que todo el vocabulario teológico sea revisado a la luz
de la cruz. Tomar por ejemplo la palabra poder. Cuando
teólogos de gloria lean acerca del poder divino en la Biblia o usen el término
en su propia teología, suponen que es análogo al poder humano. Suponen que
puedan llegar a un entendimiento del poder divino por magnificar a un grado
infinito la cosa más poderosa de que pueden pensar. A la luz de la
cruz, sin embargo, este entendimiento del poder divino es el opuesto directo de
lo que se trata del poder divino. Poder divino se revela en la
debilidad de la cruz, porque es en su aparente derroto a manos de poderes malos
y autoridades terrenales corruptos que Jesús muestra su poder divina en la
conquista de la muerte y de todos los poderes del mal. Entonces,
cuando un cristiano habla acerca del poder divino, o aún acerca de poder de la
iglesia o poder cristiano, se le debe concebir en términos de la cruz; poder
escondido en forma de debilidad.
Para
Lutero el mismo procedimiento se debe aplicar a otros términos
teológicos. Por ejemplo, la sabiduría de Dios se muestra en la
necedad de la cruz. Quien hubiera pensado de la idea necia de Dios
tomando carne humana para morir una muerte horrenda por parte de pecadores
quienes le habían desafiado a propósito, o Dios haciendo a los pecadores puros
por medio de él mismo llegando a ser pecado por ellos, o Dios mismo levantando
a un pueblo a novedad de vida por medio de él mismo sometiéndose a muerte?
Podríamos seguir, examinando tales términos como vida, bendición, santidad, y
justicia. Cada una de ser reconcebido a la luz de la
cruz. Todos son conceptos teológicos importantes; todos son susceptibles
a los seres humanos moldeándoles a su propia imagen; y todos deben ser
remoldados a la luz de la cruz.
Este
entendimiento es uno de los factores en el pensar de Lutero que da su teología
una lógica y coherencia internas. Tomen, por ejemplo, su
entendimiento de justificación, por la cual Dios declara al creyente estar
justo a su vista, no por virtud de ninguna justicia intrínseca (cualquiera cosa
que el creyente ha hecho o adquirido), sino a base de una justicia ajena, la
justicia de Cristo que se queda externa al creyente. ¡No es esto
típico de la lógica rara pero maravillosa del Dios de la Cruz? ¡La
persona que de verdad está injusta, realmente enlodada en pecado, está
verdaderamente declarado por Dios estar puro y justo! Tal verdad es incomprensible
a la lógica humana, pero hace perfecto sentido a la luz de la lógica de la cruz.
Y qué
de la idea de un Dios quien baja y ama al no amable y al injusto antes de que
los objetos de su amor tienen cualquier inclinación a amarle o hacer bien? Tal
cosa es incomprensible a los teólogos de gloria, quienes suponen que Dios es
como ellos, como otros seres humanos, y así solamente responde a los quienes
están intrínsecamente atractivos o buenos, o que primero ganan su favor de
alguna manera. Pero la cruz muestra que Dios no es así; contra cada
suposición que los seres humanos podían hacer acerca de quién es Dios y como
actúa, él no requiere ninguna amabilidad anterior en los objetos de su amor;
más bien, su amor anterior cree esta amabilidad sin poner
precondiciones. Tal Dios se revela con ternura y hermosura
sorprendentes e inesperadas en el drama feo y violento de la cruz.
La
Clave a Ética y Experiencia Cristianas
Lutero
no restringe la teología de la cruz a una revelación objetiva de
Dios. También la ve como la clave de entender la ética y experiencia
cristianas. Fundamental a ambas es el papel de fe: a los ojos de
incredulidad, la cruz es tontería; es lo que parece ser; la muerte aplastante y
sucia de un hombre maldito por Dios. Esto es como la mente incrédula
interpreta la cruz, tontería a griegos y una ofensa a judíos,
dependiente de si tu pecado escogido sea arrogancia intelectual o auto-justicia
moral. A los ojos abiertos por fe, sin embargo, la cruz se ve como
de verdad es. Dios es revelado en lo escondido de la forma
externa. Y fe se entiende ser un don de Dios, no un poder inherente
en la mente humana misma.
Este
principio de fe entonces permite al creyente entender como él o ella debe
comportarse. Unido a Cristo, el Gran Rey y Sacerdote, el creyente
también es tanto un rey como un sacerdote. Pero estos oficios no son
excusas por enseñorear sobre otros. En realidad, reinado y
sacerdocio se deben desarrollar en el creyente como están en Cristo, por
sufrimiento y auto-sacrificio en el servicio de otros. El creyente
es rey de todo por ser un siervo de todos; el creyente está completamente libre
por estar sujeto a todos. Como Cristo mostró su reinado y poder por
muerte en la cruz, así el creyente lo hace por darse a si mismo
incondicionalmente a la ayuda de otros. Debemos estar, como Lutero
lo dice, pequeños Cristos a nuestros vecinos, porque al hacerlo encontramos
nuestra verdadera identidad como hijos de Dios.
Este
argumento es explosivo, dando todo un Nuevo entendimiento de autoridad
cristiana. Ancianos, por ejemplo, no deben ser los renombrados por
ejercer su peso, por dar la lata a otros y por usar su posición o riqueza o
credenciales para hacer respetar sus propias opiniones. No, el
anciano verdaderamente Cristiano es el que devota toda su vida al servicio
doloroso, inconveniente y humillante de otros, porque al hacerlo muestra
autoridad como Cristo, el tipo de autoridad que Cristo mismo mostró durante su
vida encarnada y supremamente en la cruz en el Calvario.
Grandes
Bendiciones mediante Grandes Sufrimientos
Las
implicaciones de la teología de la cruz para el creyente no se paran
allí. La cruz es paradigmática por como Dios tratará con creyentes
quienes están unidos a Cristo por fe. En breve, grande bendición
vendrá por medio de gran sufrimiento.
Este
punto es difícil para los de nosotros en el oeste afluente
aceptar. Por ejemplo, hacia algunos años atrás dicté clases en una
reunión de una iglesia sobre este tema e indicó que la cruz no fue simplemente
una expiación, sino una revelación de cómo Dios trata con los a quienes
ama. Fui desafiado después por un individuo quien dijo que la
teología de la cruz de Lutero no dio suficiente peso al hecho que la cruz y la
resurrección marcaron el comienzo del revés de la maldición, y que así se debe
esperar grandes bendiciones; enfocarse en el sufrimiento y debilidad era
entonces perder el significado escatológico del ministerio de
Cristo.
Por
supuesto, este individuo había fallado en aplicar la teología de la cruz de
Lutero tan rigurosamente como debía haber hecho. Todo lo que dijo
era verdad, pero falló en entender lo que estaba diciendo a la luz de la
cruz. Si, Lutero estaría de acuerdo, la maldición está siendo
reducida, pero esta reducción se muestra por el hecho que, gracias a la cruz,
el mal ahora está totalmente subvertido en la causa del bien. Si la
cruz de Cristo, el hecho más mal en la historia humana, puede estar en línea
con la voluntad de Dios y ser la fuente de la derrota decisiva del mal mismo
que la causó, entonces cualquier otro mal también puede ser subvertido a la
causa del bien.
Más que
eso, si la muerte de Cristo es misteriosamente una bendición, entonces
cualquier mal que el creyente experimenta puede ser una bendición
también. Si, la maldición está puesto al revés; si, bendiciones
fluirán; pero quien declaró que estas bendiciones tienen que estar de acuerdo
con las aspiraciones y expectaciones de América afluente? La lección
de la cruz para Lutero es que la persona más bendita sobre la tierra,
Jesucristo mismo, fue revelado como bendecido precisamente en su sufrimiento y
muerte. Y si esa es la manera que Dios trata con su Hijo amado,
tienen los que están unidos a él por fe algún derecho de esperar algo diferente?
Esto
pone el problema del mal a diferente luz para Lutero que para, digamos para
Harold Kushner, el rabino quien escribió Cuando Cosas Malas Ocurren a Buenas
Personas. Ocurren, diría Lutero, porque eso es como Dios les
bendice. Dios realiza su trabajo en el creyente por hacer su obra ajena
(el opuesto de lo que esperamos); de verdad bendice por aparentemente maldecir.
De
veras, cuando se le entiende que la muerte de Cristo, el crimen más grande en
la historia, fue en si deseado de una manera profunda y misteriosa por el Dios
trino, sin embargo, sin involucrar a Dios en cualquier tipo de culpa moral,
vemos la solución al problema añejo de absolver a un Dios todopoderoso de
responsabilidad por el mal. La respuesta al problema del mal no está
en tratar de establecer su punto de origen, porque ese es simplemente no
revelado a nosotros. Más bien, en el momento de la cruz, llega a
estar claro que el mal está totalmente subvertido por el
bien. Romanos 8:28 es verdad por causa de la cruz de Cristo; si Dios
puede tomar el más grande de males y cambiarle al más grande de bienes,
entonces cuanto más puede tomar los malos menores que disparen la historia
humana, desde tragedias individuales hasta desastres internacionales, y
voltearles a sus buenos propósitos también.
La
teología de la cruz de Lutero está demasiado bueno a tratarse adecuadamente en
un solo artículo, pero yo espero que mi breve bosquejo arriba indicará la rica
vena de reflexión teológica que se puede minar por los que reflejan en I
Corintios 1 y en las dramáticas antitesis entre apariencia y realidad que están
dispersadas por las Escrituras y reunidas con tanta fuerza por Martín
Lutero. Un antídoto a sentímentalidad, doctrinas de prosperidad, y
una escatología excesivamente mundana, este es polvo de oro
teológico. La cruz no es simplemente el punto en que Dios expía el
pecado; también es una revelación profunda de quien es Dios y como él actúa
hacia su creación.
Carl
Trueman es Catedrático de Historia de la Iglesia y Teología Histórica en
el Seminario teológico de Westminster en Filadelphia. Es el autor
de Luther's Legacy: Salvation and English Reformers 1525–1556 (La
Herencia de Lutero: Salvación y los Reformadores Ingleses
1525-1556). Este artículo está imprimado de New Horizons,
October 2005 (Nuevos Horizontes Octubre 2005) con el gentil permiso del autor y
del editor.
Soli Deo
Gloria