lunes, 9 de abril de 2018

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¿Qué es la Providencia Divina? CBL 1689

¿Qué es la providencia? ¿Qué abarca la providencia? ¿Cuál es su propósito?

La Providencia Divina es el medio por y a través del cual Dios gobierna todas las cosas en el universo. La Doctrina de la Providencia Divina afirma que Dios está en control absoluto de todas las cosas. Esto incluye al universo en su totalidad (Salmo 103:19), el mundo físico (Mateo 5:45), los asuntos de las naciones (Salmo 6:7), el nacimiento del ser humano y su destino (Gálatas 1:15), los éxitos y los fracasos humanos (Lucas 1:52), y la protección de su pueblo (Salmo 4:8). Esta doctrina se levanta en oposición directa a la idea de que el universo sea gobernado por la casualidad o el destino. 

El propósito, o la meta, de la providencia divina es llevar a cabo la voluntad de Dios. Para asegurar que sus propósitos sean cumplidos, Dios gobierna los asuntos del hombre y obra a través del orden natural de las cosas. Las leyes naturales son nada más que una representación de Dios obrando en el universo. Las leyes naturales no poseen poder inherente, como tampoco obran independientemente; son las reglas y los principios que Dios ha puesto en efecto para determinar cómo se desarrollarán las cosas. 

Es lo mismo en las decisiones humanas. En un sentido muy verdadero no somos libres de escoger o actuar fuera de la voluntad de Dios  ni aun nuestras decisiones pecaminosas (Génesis 50:20). Al final de todo, es Dios Quien controla nuestras decisiones y acciones (Génesis 45:5; Deuteronomio 8:18; Proverbios 21:1), pero Él lo hace de tal manera que esto no viola nuestra responsabilidad como agentes moralmente libres, ni tampoco invalida la realidad de nuestra decisión. 

La Confesión Bautista de Fe de Londres de 1689, expone la Doctrina de la Providencia Divina de una manera sucinta, pero que capta todos los elementos de esta doctrina:


1. Dios, el buen Creador de todo,1 en su infinito poder y sabiduría,2 sostiene, dirige, dispone y gobierna3 a todas las criaturas y cosas, desde la mayor hasta la más pequeña,4 por su sapientísima y santísima providencia,5 con el fin para el cual fueron creadas,6 según su presciencia infalible, y el libre e inmutable consejo de su propia voluntad;7 para alabanza de la gloria de su sabiduría, poder, justicia, infinita bondad y misericordia.8

1. Gn. 1:31; 2:18; Sal. 119:68. 2. Sal. 145:11; Pr. 3:19; Sal. 66:7. 3. He. 1:3; Is. 46:10,11; Dn. 4:34,35; Sal. 135:6; Hch. 17:25-28; Job 38-41. 4. Mt. 10:29-31. 5. Pr. 15:3; Sal. 104:24; 145:17. 6. Col. 1:16,17; Hch. 17:24-28. 7. Sal. 33:10,11; Ef. 1:11. 8. Is. 63:14; Ef. 3:10; Ro. 9:17; Gn. 45:7; Sal. 145:7

2. Aunque en relación con la presciencia y el decreto de Dios, la causa primera, todas las cosas suceden inmutable e infaliblemente, de modo que nada ocurre a nadie por azar o sin su providencia;1 sin embargo, por la misma providencia, las ordena de manera que ocurran según la naturaleza de las causas secundarias, ya sea necesaria, libre o contingentemente.2

1. Hch. 2:23; Pr. 16:33. 2. Gn. 8:22; Jer. 31:35; Ex. 21:13; Dt. 19:5; Is. 10:6,7; Lc. 13;3,5; Hch. 27:31; Mt. 5:20,21; Fil. 1:19; Pr. 20:18; Lc. 14:25ss.; Pr. 21:31; 1 R. 22:28,34; Rt. 2:3.

3. Dios, en su providencia ordinaria, hace uso de medios;1 sin embargo, tiene la libertad de obrar sin ellos,2 por encima de ellos3 y contra ellos,4 según le plazca.

1. Hch. 27:22,31,44; Is. 55:10,11; Os. 2:21,22. 2. Os. 1:7; Lc. 1:34,35. 3. Ro. 4:19-21. 4. Ex. 3:2,3; 2 R. 6:6; Dn. 3:27.

4. El poder omnipotente, la sabiduría inescrutable y la bondad infinita de Dios se manifiestan en su providencia hasta tal punto que su consejo determinante se extiende aun hasta la primera Caída y a todas las demás acciones pecaminosas, tanto de los ángeles como de los hombres1 (y eso no por un mero permiso), las cuales sapientísima y poderosamente limita, y asimismo ordena y gobierna de múltiples maneras para sus santísimos fines;2 sin embargo, de tal modo que la pecaminosidad de las acciones de ellos procede sólo de las criaturas, y no de Dios, quien siendo justísimo y santísimo, no es, ni puede ser, autor del pecado ni aprobarlo.3

1. Ro. 11:32-34; 2 S. 24:1; 1 Cr. 21:1; 1 R. 22:22,23; 2 S. 16:10; Hch. 2:23; 4:27,28. 2. Hch. 14:16; 2 R. 19:28; Gn. 50:20; Is. 10:6,7,12. 3. Stg. :13,14,17; 1 Jn. 2:16; Sal. 50:21.

5. El Dios sapientísimo, justísimo y clementísimo a menudo deja por algún tiempo a sus propios hijos en diversas tentaciones y en las corrupciones de sus propios corazones, a fin de disciplinarlos por sus pecados anteriores o para revelarles la fuerza oculta de la corrupción y del engaño de sus corazones, para que sean humillados; y para llevarlos a una dependencia de él más íntima y constante para su apoyo en él; y para hacerlos más vigilantes contra todas las ocasiones futuras de pecado, y para otros fines santos y justos.1 Por consiguiente, todo lo que ocurre a cualquiera de sus escogidos es por su designio, para su gloria y para el bien de ellos.2

1. 2 Cr. 32:25,26,31; 2 S. 24:1; Lc. 22:34,35; Mr. 14:66-72; Jn. 21:15-17. 2. Ro. 8:28.

6. En cuanto a aquellos hombres malvados e impíos a quienes Dios, como juez justo, ciega y endurece a causa de su pecado anterior, 1 no sólo les niega su gracia, por la cual podría haber iluminado su entendimiento y obrado en sus corazones,2 sino que también algunas veces les retira los dones que tenían,3 y los deja expuestos a las cosas que su corrupción convierte en ocasión de pecado;4 y, a la vez, los entrega a sus propias concupiscencias, a las tentaciones del mundo y al poder de Satanás,5 por lo cual sucede que se endurecen bajo los mismos medios que Dios emplea para ablandar a otros.6

1. Ro. 1:24-26,28; 11:7,8. 2. Dt. 29:4. 3. Mt. 13:12; 25:29. 4. Dt. 2:30; 2 R. 8:12,13. 5. Sal. 81:11,12; 2 Ts. 2:10-12. 6. Ex. 7:3; 8:15,32; 2 Co. 2:15,16; Is. 6:9,10; 8:14; 1 P. 2:7; Hch. 28:26,27; Jn. 12:39,40.

7. Del mismo modo que la providencia de Dios alcanza en general a todas las criaturas, así también de un modo más especial cuida de su iglesia y dispone todas las cosas para el bien de la misma.1

1. Pr. 2:7,8; Am. 9:8,9; 1 Ti. 4:10; Ro. 8:28; Ef. 1:11,22; 3:10,11,21; Is. 43:3-5,14.

A veces también Dios obra directamente para cumplir su voluntad. Esto es lo que llamaríamos nosotros un milagro (es decir, algo sobrenatural en vez de natural). Un milagro es Dios obrando, por un período breve de tiempo, fuera del orden natural de las cosas para realizar su voluntad y sus propósitos. Dos ejemplos del libro de Hechos deberían servir para destacar la obra de Dios obrando directa e indirectamente para realizar su voluntad. En Hechos 9 vemos la conversión de Saulo de Tarso. A través de una luz brillante y con una voz que sólo Saulo - Pablo pudo escuchar, Dios cambió su vida para siempre. Era la voluntad de Dios usar a Pablo para realizar su voluntad, y Dios usó un medio directo para convertir a Pablo. Hable a cualquier persona que usted conozca que se haya convertido al Cristianismo, y usted con mucha probabilidad escuchará una historia parecida a ésta. La mayoría de nosotros llegamos a Cristo a través de un sermón predicado o por leer un libro o por el testimonio persistente de un amigo o un familiar. Además de esto, por lo general hay circunstancias de la vida que preparan el camino, la pérdida de un empleo, el fallecimiento de un familiar, un matrimonio fracasado, una adicción química. La conversión de Pablo era directa y sobrenatural.

En Hechos 16:6-10, vemos a Dios cumpliendo su voluntad indirectamente. Esto sucede durante el segundo viaje misionero de Pablo. Dios quiso que Pablo y su compañía fuesen a Troas, pero cuando Pablo salió de Antioquia en Pisidia, él quiso ir hacia el este a Asia. La Biblia dice que el Espíritu Santo les prohibió predicar la Palabra en Asia. Luego, ellos quisieron ir al oeste a Bitinia, pero el Espíritu de Cristo les impidió, por tanto ellos fueron a Troas. Ahora esto fue escrito en retrospectiva, pero en el momento hubo probablemente algunas explicaciones lógicas por las cuales ellos no pudiesen ir a aquellas dos regiones. Sin embargo, después del hecho, ellos se dieron cuenta que esto fue Dios dirigiéndoles donde Él quería que fuesen,  esta es la providencia. Mi texto bíblico favorito que habla de esto es Proverbios 16:9  “La mente del hombre planea su camino, pero el SEÑOR dirige sus pasos.”

Al otro lado hay los que dirán que el concepto que Dios esté orquestando directa o indirectamente todas las cosas destruye toda posibilidad del libre albedrío. Si Dios está en control absoluto, ¿cómo podemos estar verdaderamente libres en las decisiones que tomemos? En otras palabras, para que el concepto de la libertad sea significativo, tiene que haber algunas cosas fuera del control soberano de Dios. Por ejemplo, la contingencia de la elección humana. Supongamos por caso del argumento que esto sea cierto. ¿Qué entonces? Si Dios no está en control absoluto de todas las contingencias, entonces, ¿cómo podría Él asegurar nuestra salvación? Pablo dice en Filipenses 1:6, “estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo.” Si Dios no está en control de todas las cosas, entonces esta promesa es inválida (y otras promesas bíblicas también). No podemos tener la seguridad plena de que la buena obra de la salvación que haya sido iniciada en nosotros llegará a su finalización.

Además, si Dios no está en control de todas las cosas, entonces Él no es soberano, y si no es soberano, entonces, no es Dios. Por tanto el precio de mantener contingencias fuera del control de Dios resulta en un Dios que no es Dios en nada. Y si nuestra “libre” voluntad sobrepasa la providencia de Dios, entonces ¿quién es Dios al final de todo? Somos nosotros. Esto es, obviamente, inaceptable a cualquier persona con una cosmovisión que sea cristiana y bíblica. La providencia divina no destruye nuestra libertad. Más bien, la providencia divina es lo que nos permite hacer uso de esta libertad correctamente.

La Doctrina de la Providencia de Dios nos brinda más argumentos para estar maravillados y confiados en el Dios que adoramos.
Soli Deo Gloria