lunes, 16 de abril de 2018

Una vida de Obediencia Consciente y Fiel

Introducción

Mi porción es Jehová;  He dicho que guardaré tus palabras. Tu presencia supliqué de todo corazón; Ten misericordia de mí según tu palabra.  Consideré mis caminos, y volví mis pies a tus testimonios.  Me apresuré,  y no me retardé en guardar tus mandamientos. (Salmo  119:57-60)

¿Cuál es el  corazón  de  la  verdadera  rectitud?   ¿Cuál  es la esencia  de ser un  verdadero discípulo de Jesús?   La respuesta bíblica es clara  y  simple: La vida cristiana  es una vida de obediencia fiel  de principio y de conciencia  a la  voluntad de Dios revelada en la Biblia. El pasaje citado  anteriormente declara, comprensiva y concisamente, los elementos esenciales de esta vida.

Antes de que examinemos este texto para ver cómo nos expone  la  visión bíblica  de  la  vida cristiana, quisiera yo recalcar el papel  central de  la obediencia  en la  religión  enseñada  por  la Biblia. En el principio de nuestro estudio, pido al lector que asienta conmigo que la única doctrina  y experiencia religiosa dignas de nuestra consideración   son aquellas que  son  respaldadas por la Biblia. Las opiniones y experiencias del hombre no valen como guías hacia la verdad de la religión, si éstas no concuerdan con el testimonio de las Sagradas Escrituras. La Biblia es la única autoridad capaz de determinar qué es lo  verdadero  y  normativo para el pueblo de Dios. Una y otra vez la Biblia enfatiza el papel central  que la obediencia  toma en la  verdadera  religión.

Cuando Dios creó a Adán y a Eva.  y los colocó en el  huerto del Edén, les revelo plenamente que todas las bendiciones que les manifestó,  permanecerían  en la  medida en que ellos obedecieran su Palabra.  Dios les  dio un claro  y  sencillo  mandato:  "De  todo  árbol  del huerto podrás  comer;  mas del árbol de la ciencia de bien y del mal  no comerás;  porque  el día  que de él comieras, ciertamente morirás." (Génesis  2:16-17)  Toda  la  vida de bendición  en el bueno del  Edén,  una  vida de comunión con  Dios  sin barreras, una  vida  de  verdadero  amor entre Dios  y el  hombre, todo  llegaría  a un  trágico  final  en el  momento   en  que ellos  se desviaran del  camino  de  obediencia. Trágicamente  nuestro  pri- meros progenitores (Adán  y Eva) desobedecieron  a Dios. Y cuando Adán se desvió  del camino  de obediencia, como  nuestro  representante  primigenio, arrastró a toda su descendencia con él. Aparte de la  gracia  de Dios, todo miembro de la  raza humana  sería  hijo natural  de desobediencia y de ira.  (Efesios 2:2-3) La nuestra  es una raza comprometida al camino  de desobediencia y rebeldía, en contra  de la  voluntad  revelada  de Dios.

La Biblia  afirma  que cuando  nuestro  Señor Jesucristo  vino a redimir a su pueblo electo,  El los redimió  poniéndolos en el camino de obediencia a su Padre.  De la  misma  forma  que  el  primer Adán  se hubo  arruinado a sí mismo  y a todos  sus descendientes con él por su acto de desobediencia, el Segundo  Adán (Jesucristo) aseguró la  salvación   por su pueblo  elegido,  en el cumplimiento de obediencia fiel a la voluntad  de Dios.  "Porque así como por la desobediencia de un hombre (Adán) los muchos fueron  constitui­dos pecadores,  así por la obediencia  de uno (Jesucristo) los mu­chos serán constituidos justos." (Romanos 5: 19)  Nótese  también el  lenguaje de  Filipenses 2:6-8, el  cual  nos enseña  que  nuestro Señor Jesús   "siendo en forma  de Dios...  se humillo  a sí mismo, haciéndose obediente hasta Ia muerte, y muerte de cruz.."

La Biblia  enseña  claramente que por el  acto  de obediencia decidida  a la  voluntad  de su Padre,  el Señor Jesucristo  derramó su sangre  en  la cruz  para asegurar la salvación  de  una  multitud innumerable.  La  obediencia radica  en  el  corazón  mismo  de  la redención realizada  por la obra y la  muerte  de Cristo.  Sin embargo, la  Biblia no se detiene  aquí. También,  las  Escrituras declaran que la salvación que Jesús  obtuvo  en el cumplimiento de su obediencia,  El la confiere a su pueblo  de tal forma  que  hace a todos los  que la  reciben,  sujetos  obedientes  al Dios  vivo.  Así que en  1 de Pedro  1   :2,  la  Biblia  habla  del  pueblo  de Dios  como  aquellos que  son elegidos por Dios  "para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo."  La sangre de  Cristo nunca  es  rociada sobre una persona, sin que ésta sea llevada a la senda de obediencia a Dios.  Por eso,  el  escritor de Hebreos   puede  decir así:  "Y aunque  era el Hijo  (de Dios,) por  lo que padecio aprendió  la obediencia;  y habiendo  sido perfeccionado,  vino a ser autor de eterna salvación  para  todos los que le obedecen."  (Heb. 5:8-9) Cuando   la salvación  obtenida por  Cristo  es  aplicada con  poder divino,  produce en todos  los  salvos  un cumplimiento de obediencia fiel a la  voluntad  de Dios,  que  refleja  el mismo  compromiso en que  andaba  nuestro  Salvador  para asegurar dicha  salvación.

Además,  la Palabra de Dios describe a la gente de Dios como aquellos que 'guardan  los  mandamientos de Dios y la fe de Jesús' (Apocalipsis  14:12).    Los  cristianos  no  son  gente  farisaica  que piensa  que  su imperfecta  obediencia es  la  base  de su salvación. No, ellos  se adhieren  a 'la fe de Jesús' de la cual los  fundamentos son la confesión de la pecaminosidad e incapacidad  para salvarse de la  ira  de Dios sobre  los  pecadores. Y aquellos  que  reconocen su condición pecadora y se entregan  a la  misericordia de Dios (es decir,  guardan  la  fe de Jesús)  también  guardarán  los  mandamientos de Dios. Ellos viven vidas de obediencia resuelta  a la voluntad de Dios revelada  en su Palabra.  Aunque  alguien  profesa sostener la fe de Jesús  y ser objeto  de la salvación  de Cristo,  si la obediencia no es el hábito  fundamental  de su vida, Dios  le dice  mentiroso:  En  esto sabemos  que nosotros  le conocemos,  si guardamos sus mandamientos. El que dice: “Yo le conozco" y no guarda sus mandamientos,  el tal es mentiroso,  y la verdad no está en él.  (1 Juan  2:3-4)

Espero  que estas citas  de la  Palabra  de Dios  sean suficientes para convencernos que la  obediencia no es un lema  secundario, no como  algo que toca por casualidad o indirectamente al corazón de la verdadera religión; la obediencia a la voluntad de Dios es el corazón mismo de la verdadera religión bíblica.

Habiendo establecido que el concepto de obediencia es central  para la  salvación,  definamos  ahora el término  'obediencia'. Por obediencia quiero decir una consciente y entregada conformidad con  los preceptos de Dios revelados  en la Biblia,  haciendo referencia principal a la autoridad de Dios que respalda estos preceptos. Tal  vez  un  ejemplo  práctico  nos  ayude  a entender  esta definición de obediencia: ¿Cómo es un hijo obediente?  ¿Es aquel que cuando dice su papá, 'Hijo, deja de jugar y entra en la casa,' entra en  la casa  pero de mala gana,  arrastrando  los pies en un espíritu  patente  de rebeldía?   ¿Lo consideraríamos obediente? ¿Pudiéramos  imaginamos  al  padre diciendo,  'Gracias,  hijo. Ese fue un bello gesto de obediencia de corazón hacia tu papá.'?  Claro que  no.   Los  pies  tal  vez entraron  en  la casa,  pero  no  hay sentido de que el niño crea que es necesario obedecer a su padre por la autoridad y derecho que él tiene. Por lo máximo, esta clase de obediencia resentida y renuente a la autoridad paterna se preocupa simplemente de escapar a la vara correctiva. No es la obediencia bíblica que se preocupa  principalmente por la autoridad divina de los padres. Por otro lado, si el niño responde al mandato de su padre con prontitud y animada complacencia, con espíritu y pies cooperativos,  la diferencia será obvia. En tal caso hay verdadera obediencia de corazón,  y no sólo una clase de externa conformidad  a la autoridad  paterna.

La obediencia  que caracterizó a nuestro  Señor Jesucristo  en la realización de la salvación por su pueblo, en su aplicación a sus corazones,  llega a ser el rasgo distintivo  de sus vidas. Y tal obediencia es una actividad consciente, Pues. nuestro Señor Jesucristo  no  vivía sin rumbo a la  ligera,  y  mucho menos se dirigía a la cruz de una  manera  negligente e  irreflexiva para  morir por su pueblo. Su obediencia a su Padre era consciente  y decidida; y su motivación principal fue el respeto a su Padre (quien era digno de ser obedecido)  que  le  había  mandado  que  viviera  y  muriera  tal  como lo hizo. Esta clase de consciente y entregada conformidad a los preceptos de la palabra de Dios haciendo referencia principal a la autoridad de Dios es un rasgo distintivo  de aquellos que son salvados por Jesucristo. A los verdaderos discípulos de Cristo, les importa vivir como vivió su Señor, como conscientes  y  voluntarios siervos de su estimado Maestro. Así la obediencia considerada aquí es nada menos que la consciente y entregada conformidad a los preceptos de Dios, motivada principalmente por el respeto a la autoridad justa de Dios que respalda estos preceptos.

Además, es exactamente  esta clase de obediencia que los no regenerados  no  pueden  rendir a Dios.  Romanos  8:7-8 declara: "Pues la intención de la carne es enemistad contra Dios; porque no se sujeta a la ley de Dios,  ni tampoco puede. Así que,  los que viven según la carne  no pueden agradar a Dios." (Versión anti- gua)  Este texto nos enseña que cuando el hombre no convertido desobedece la Palabra de Dios no sujetándose a su ley, su disputa no es contra la ley en sí, sino contra Dios mismo que respalda los preceptos de su Palabra.  Es Dios mismo el objeto de la animosidad de tales  mentes impías.

También, este texto afirma que el mismo hombre no posee la capacidad  moral de obedecer o agradar  a Dios. La mente impía “no se sujeta a la ley de Dios, ni tampoco puede;  así que,  los que viven según la carne no  pueden agradar a Dios".   La Biblia aquí utiliza palabras que expresan incapacidad. Para el hombre no regenerado, la obediencia a Dios es una imposibilidad moral. Por el concepto bíblico de la obediencia, podemos ver por qué ha de ser así. Si la verdadera obediencia es asunto del corazón y no sólo de externa conformidad a un código  legal, entonces  es claro que el hombre inconverso no puede obedecer  a Dios. De acuerdo a la Palabra  de Dios,  tiene  un corazón  de piedra.  Antes de que éste sea capaz de obedecer a Dios en tal  forma que a El le agrade, tal hombre debe  tener un  nuevo corazón  agradable  a Dios y a su Palabra.

La maravilla de la gracia regeneradora,  lo asombroso del nuevo nacimiento, es que Dios cambia la disposición del corazón.  Una gran promesa de la  Biblia se cumple cada vez que un hombre o una mujer nace de nuevo por el Espíritu de Dios:

Os daré corazón nuevo y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra yos daré un corazón de carne.  Y pondré  dentro de vosotros mi Espíritu y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos y que los pongáis por obra.   (Ezequiel  36:26-27)

En estas  nuevas criaturas  en Cristo  que antes no querían  ni podían obedecer a Dios, se ha vencido su enemistad natural hacia Dios por medio  de  la poderosa  obra  regeneradora  del  Espíritu Santo, y se encuentran escogiendo seguir consciente y entregadamente los pasos de obediencia  fiel y disciplinada hacia la voluntad de Dios revelada en su Palabra.

Ahora llegamos a un punto crucial para entender  la declaración bíblica a que la vida cristiana debe de ser una de obediencia consciente  y fiel a la voluntad de Dios revelada en la Biblia. Por favor, fíjese bien, pues éste es el punto medular. El  nuevo nacimiento  no  hace que  la obediencia  radique  en otra  cosa que  la conformidad consciente  y  decidida  a los preceptos  de Dios.  El nuevo nacimiento crea un deseo de estar a tono con la Palabra de Dios:  da  poder  de estar  conforme con  dicha  Palabra:  crea  un nuevo corazón  inclinado a obedecer  a Dios,  mas sin  alterar la forma  básica en que la obediencia  se debe expresar. Incluso para una  nueva criatura  con  un  nuevo corazón,  la obediencia  ha de conllevar  una elección consciente  e intencional de hacer  lo que Dios dice. Un hábito de elección  decidida  a obedecer  la  Palabra de Dios es el corazón  mismo de una vida de obediencia  fiel por principio.

Donde la obediencia  se manifiesta en forma  habitual  (es decir, como  patrón de  vida) existe  la obediencia  verdadera.  Pero donde  se le  permite a la  obediencia  manifestarse  de  acuerdo  a cualquier  principio que no sea la  resuelta elección  de obedecer, no existirá la conformidad fiel a la voluntad de Dios. La realidad de la vida cristiana es así de simple.  La vida cristiana en sí no lo es,  'descansando en Dios, déjalo todo a El.'   Es cierto  que en nuestra obediencia debemos buscar y depender del poder del Espíritu Santo, pero si llegamos a ser pasivos y apáticos en la lucha contra el pecado, Dios no hará por nosotros lo que El nos manda que hagamos  nosotros  mismos.  El  no obedecerá  por nosotros.

No debemos  permitir que  una  vida de obediencia  fiel  sea trastornada por sentimientos que desvían o por el hecho de nuestra corrupción remanente. Si nuestra obediencia está acompañada de buenos sentimientos, alabemos al Señor por ello. Pero si nos sentimos mal y decaídos de espíritu, nuestro deber no cambia. Si nuestra corrupción  remanente  de pecado se opone  al  camino de obediencia fiel, Dios no nos excusa de la obligación de obedecerle. Y hasta que abracemos esta perspectiva con toda nuestra alma, caminaremos  cojeando  y tropezando  todos  nuestros  días. A menos que luchemos vigorosamente contra  las emociones  que desvían y contra el pecado remanente,  muy poco conoceremos  de la verdadera  vida de obediencia consciente  y fiel a Dios.

Estimado  lector,  ¿Cuál  es tu  caso ante Dios?   ¿Obedeces  a Dios sólo cuando te conviene o cuando te es cómodo a tus sentimientos  y a otras circunstancias,  como  si  esta obediencia  fuera algo que te  llevara en un lecho de delicias?   Cuando  tu  alma  se consterna por la tormenta de la corrupción  interna y remanente, y tu mente está bajo el asalto del tentador, o tu cuerpo está cansado, ¿lanzas la obediencia tuya al viento y vives como un pagano?  ¿Tú te  vuelves del camino de obediencia  fiel, porque no tienes  ganas hoy  para obedecer?    Si encajas en esta  descripción,  quiero  por lodos  los  medios posibles alejarte de esta mentalidad. Yo ruego a Dios que El  arranque esa actitud de tu  corazón,  y  la cambie  por un espíritu de obediencia disciplinada, resuelta para hacer la voluntad de Dios, cueste  lo que cueste.

l.  Las Raíces de una Vida de Obediencia  Consciente y Fiel

¿Cuáles son las  raíces de una vida de obediencia fiel?  Si tú y yo vamos a entregar a Dios una vida de conformidad consciente a su  voluntad, ¿cuáles son las razones fundamentales que deben formar  la base de nuestra obediencia?   El  salmista nos contesta diciendo:   "Mi porción es Jehová; He dicho que guardaré tus pa­labras."  Nuestro  texto muestra dos de las raíces de una vida de obediencia fiel y disciplinada:

1)  La respuesta  decidida y salvadora  a Dios  -  "Mi porción  es Jehová;"
2) Un compromiso resuelto  para servir a Dios y hacer su voluntad - "He dicho que guardad tus palabras."

Sin que se arraiguen  estas raíces  firmemente  en el corazón, nunca se verá una vida de obediencia  fiel de principio.

Primero,  el salmista afirma que Jehová, el gran Dios del pacto (es decir, el Dios que se ha manifiesto a nosotros  en la persona de Jesucristo) es su porción.  En otras  palabras,  ha tomado  a Dios mismo  como  el objeto  supremo  de su amor y devoción. Ha escogido en forma  salvadora a Jehová  para que sea su Dios.

¿Cómo  expresa  el Nuevo  Testamento esta  perspectiva?   Para contestar esta  pregunta  en la  forma  más sencilla  y clara,  fijémonos  en  las  declaraciones  "Yo  soy" de Jesús  en el  evangelio  de Juan. Jesús afirma, "Yo soy el pan de vida."  El creyente  verdadero confirma del  corazón,   "Oh,  Señor Jesús,  eres  mi porción  de pan. Yo regocijo  de tí como  la única comida  sana para mi alma." El Hijo de Dios afirma.  "Yo soy el agua de vida; Si alguno  tiene sed,  venga a mí y beba."   El cristiano verdadero confirma,  "Eres la  porción  de mi copa  y mi herencia  para  siempre."   Cristo  afirma,  "Yo  soy  el camino  y  la  verdad y  la  vida;  nadie  viene al Padre,  sino por mí."   La nueva criatura en Cristo  confirma, "Yo escojo  tu  camino,   tu  verdad,  tu  vida,  repudiando cada  camino erróneo;  sólo Tú eres  mi porción  en este  mundo  y el mundo  por venir."   Este es  la esencia  misma  de  la  conversión bíblica:  escoger a Jehová,  recibir a Cristo  conforme a los términos  de la auto revelación que nos ha dado en su Palabra,  y abrazarlo como  nuestra  porción,  como  nuestra  vida.

Estimado  lector,  si jamás  has visto tu pecado  y reconocido  tu necesidad  desesperada de la provisión  salvadora de Dios manifestada en Jesucristo,  si no has confesado  tu necesidad  desesperada de  lo que  sólo Cristo  puede  dar a los pecadores desprovistos en virtud de su vida perfecta  y su muerte por el pecado,  entonces  una vida de obediencia fiel a Dios es  imposible para ti. Toda tu resolución para vivir una vida de obediencia fiel terminará en la frustración total,  o llegarás a ser un hipócrita contentándote con una conformidad externa  a un código  de ética  y una forma de religión que puede  ganar  el aplauso del hombre  pero carece  del  favor de Dios. Para hacer  la  voluntad  de Dios, primero  tienes que escoger en forma  salvadora  a Jehová  para que sea tu Dios.

Por la gracia de Dios, hay muchos  que han hecho tal elección salvadora.  Sin embargo, ésta  es sólo  la  primera  raíz de una  vida de obediencia consciente y fiel. Unida  a ella está  la segunda: un compromiso resuelto para servir a Dios y hacer su voluntad. Si en verdad  has escogido  a Jehová  como  tu porción  salvadora,  entonces  también tendrás   un  compromiso determinado para servir a Dios y hacer su voluntad.  El salmista  dijo,  "He dicho {como ex­presión  de la resolución  profunda  de su corazón]  que guardaré tus palabras." El Dios que es su porción,  también  es su Señor y Soberano. El salmista no sólo ha escogido a Jehová  como  su Dios conforme a su auto-revelación  salvadora, sino también ha escogido  la  palabra  de Jehová  como  la  norma  de su  vida.  Elucidando este  pasaje,  Carlos  Bridges  observó,

"Si escogimos  al Señor como  nuestra porción, también tenemos que escogerlo  como nuestro Rey.  'He dicho' significa su resolución  decidida  'que guardaré  tus palabras.'  Aquí el cristiano se completa escogiendo  al Señor como su porción y su palabra como  su regla.

...Todo lo que somos y todo lo que tenemos son  suyos, alegremente rendido a El conforme a su derecho, y de buena gana empleado en su obra. Así evidenciamos nuestra herencia en su salvación."

Carlos Bridges, Salmo 119: Una Exposición;  página 143 (1827 edición; Banner al Truth. 1977),

¿Tienes  tú las  raíces  esenciales  de una  vida  de  obediencia fiel?   ¿Por la gracia de Dios, has escogido a El mismo, como es revelado en Cristo, para ser su porción?  No te estoy preguntando si has escogido vivir una vida moral, o si has escogido asistir a la iglesia,  o si has  escogido  solicitar  las  oraciones  de una  iglesia. ¡No!   Te pregunto, ¿Te ha revelado el Espíritu Santo la profundi­dad de tu necesidad que sólo  se puede suplir en la  persona y la obra del Señor Jesucristo?   ¿Has escogido  a El como tu porción? y ¿Has tenido un compromiso resuelto para servir a Dios y hacer su voluntad?  ¿Demuestras  la sumisión alegre de tu voluntad a la autoridad de su voluntad, escogiendo su Palabra como la regla de tu  vida?

¿Es ésta la característica de tu vida?  Si no, entonces no tienes una base bíblica para decir que eres cristiano. Y esto puede ser el corazón del problema por el cual te falta la obediencia consciente y fiel. A ti  te  falta  la  raíz del  asunto.  No has escogido  a Dios mismo  en  forma  salvadora,  y te  falta  un compromiso  resuelto para servirle.  Entonces ahora mismo,  mientras que El esté cerca en su gracia y misericordia, escoge tú al Señor y póstrate ante El. Sométete al yugo de Cristo quien dijo,  "mi yugo es fácil, y ligera mi carga."  (Mateo  11:30)

II.  El Clima de una Vida de Obediencia Consciente y Fiel

El texto  de nuestro  estudio  no solo  demuestra  las  raíces de una vida de obediencia fiel, también describe el clima en que esta vida existe. ¿Qué es el clima, el ambiente espiritual  de una  vida de obediencia  disciplinada?   De acuerdo  con el  texto, hay dos elementos de tal  clima:

1)  Una dependencia  de Dios expresada  por la oración verdadera "Tu presencia supliqué de todo corazón;"
2) La fe en la provisión  prometida por Dios  "Ten misericordia de mi según tu palabra."

El salmista  primero  habla  de  un clima  de  dependencia en Dios expresado  por la  oración  verdadera.  Enfrentándose  con el deber de obedecer  la  Palabra de Dios,  sintió su debilidad  y tendencia al fracaso, por eso hizo la única cosa razonable que pudo hacer bajo tales circunstancias: oraba. Con todo su corazón suplicó el favor de Dios, rogando que el Rey le  diera la  gracia y  las fuerzas  para hacer la  voluntad de su Amo.

¿Puedes  ver de lo que el salmista se dio cuenta?   Sabía que teniendo la raíz en sí no era suficiente.  El Señor era su porción y se había jurado  para obedecer  la Palabra de Dios. Sin embargo, sabia  también  que aun la  resolución  de un corazón  renovado  no era  suficiente,  sin  la provisión  actual  de  la gracia.  Por eso,  el clima en que su vida de obediencia consciente y fiel fue expresada, era la de una dependencia  piadosa de Dios. Solo el Señor le podía  dar el poder para obedecer  fielmente.

El salmista también  habla de la fe en la  provisión  prometida por Dios, como otro elemento del clima de una vida de obediencia fiel. El ora, "Ten misericordia de mí."   Pero ¿cuál es la medición de su esperanza  de misericordia?   Se proporciona con la largueza y la forma  de las promesas  de Dios: “Ten misericordia  de mi ( según tu palabra."    Es decir, "Ten  misericordia de mi según has prometido en tu Palabra."

Este es el clima de la vida de obediencia consciente y fiel. Es un   clima  en que  hay  el  reconocimiento  de que en  nosotros,  es decir en nuestra carne, no mora el bien.  El cristiano que vive en tal clima confiesa la veracidad de las palabras de Cristo: “Sin mí, nada podéis hacer." (Juan  15:5)  Esta convicción por consiguiente te,  nos obliga a suplicar el favor de Dios con todo  nuestro corazón. Nuestro gran ánimo para orar es que Dios nos ha prometido en su Palabra proveer todo lo que necesitamos para hacer su voluntad. Como Pedro afirmó,  "Como todas las cosas que pertene­cen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder."  (2 Pedro  1:3)    Dios  ha dicho,  "Bástate  mi gracia"  (2 Corintios   12:9)  y  "el pecado no se enseñoreará de vosotros." (Romanos 6: 14)   De acuerdo con la promesa de Dios, la esperanza del cristiano es: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece." (Filipenses 4: 13)   Tales promesas preciosas  llegan a ser el material que el creyente  usa  para  hacer su  súplica.  No  viene  lloriqueando  a Dios:  'Oh  Dios,  he vuelto a fallar; de alguna  forma ayúdame  salir en adelante.'No. Suplica  la  misericordia  que ha de ser concedida conforme a las  promesas  reales de Dios.

Estimado lector cristiano, debes aprender a cultivar un clima que fomenta una vida de obediencia consciente y fiel, un clima de la confesión de tu debilidad y una dependencia  total de Dios que te obliga a orar con  todo el  corazón.  Algunos  creyentes  tienen mucho trabajo que hacer para cultivar  tal clima, particularmente ante el  trono de la gracia, pero aparentemente  no se dan cuenta, viendo los  hábitos de su vida de oración.  Puedes gemir y lamentar el progreso  tan flojo en la gracia, pero si no quieres orar, los andrajos de una vida floja serán las marcas de la condenación de Dios sobre tu falta de oración. "No tenéis," dice Santiago,  "por­ que no pedís. "

Dios ha ordenado  la oración como el gran medio de cambiar tu  debilidad por su poder, y si  menosprecias este  medio descuidando la oración, entonces  no vas a prosperar en tu andar cristiano. Puedes correr de un pastor al  otro, buscando cien veces a la semana su consejo, pero sin orar no progresarás en el crecimiento cristiano,  ni en la victoria sobre el pecado remanente de tu carne. Algunos de ustedes estén luchando con los pecados que los  asedian. pero aún no asedias diariamente  (o muchas veces al día) a Dios suplicándole que marchite  la raíz de estos pecados, que derrame  en  tu corazón, mente  y espíritu  la  virtud  de Cristo que mata el  pecado.  No imploras  a Dios con todo  el  corazón,  pero aún te preguntas  porque  caes  tan  fácilmente ante  la tentación. Haces un ensayo a medias para arrepentirte y resuelves  a hacer mejor,  pero sabes  bien que mañana  volverás  al  mismo  lugar en que andabas hoy. Pero aún no lloras suplicando a Dios con todo el corazón.  En realidad, estás jugando  con Dios y con el pecado.

El clima de una vida de obediencia fiel ha de ser marcada por la dependencia  de Dios expresada  por la oración verdadera y por la  fe en la  promesas de Dios.  Querido cristiano,  debes de aprender a tomar  las  promesas  de  Dios  y usarlas  como  combustible para el orar. Debes de aprender  a luchar con Dios en secreto y a implorarle con certeza de sus promesas.  Sin esto, no conocerás  la vida de obediencia consciente  y fiel.

Acaso  podrás  pensar;  'Pastor,  yo esperaba  alguna  fórmula potente y conmovedora  para la vida cristiana, y me has regresado a la mera oración y lectura de la Biblia. Esto oía yo cuando era un cristiano  recién  nacido.'   Pero ¿sabes por qué no te has adelantado bien en este camino de santidad?  Porque no escuchaste  lo que oíste.  Yo te he regresado a la oración y lectura de la Biblia porque es exactamente  el lugar a donde  el  texto bíblico  nos  lleva.  Los medios que Dios  ha ordenado  para crecer en la gracia son sencillos, no exóticos. Y si pasamos por alto o nos desviamos de estos medios sencillos, buscando siempre alguna otra fórmula mágica, entonces estamos condenados  a andar cojos todos  nuestros días.

III. El  Proceso Efectivo de una Vida de Obediencia Fiel

Ya hemos visto la raíz y el clima de una vida de obediencia consciente  y fiel. Y ahora ¿qué es el proceso práctico y concreto que  resulta en esta clase  de  vida?   ¿Qué es el  proceso  mental, emocional,  volicional  y espiritual?   La respuesta a esta pregunta nos es dada en los  versos remanentes  de nuestro texto;

"Consideré mis caminos,  y volví (mis pies a tus  testimonios. Me apresuré, y no me retardé en guardar tus mandamientos." (Salmo  119:59-60)

Primero, el proceso práctico de obediencia consciente  y fiel empieza con la auto-examinación honesta: “Consideré mis cami­nos."   Estas palabras expresan  la realidad de la auto-consideración honesta de parte del salmista. El afirma que conscientemente y  deliberadamente  ejercita  su mente con respeto a sus  caminos, esto es, las características de su conducta.  Nuestros caminos son los hábitos de nuestra vida, por ejemplo, cómo pasamos  nuestro tiempo y gastamos nuestros recursos, cómo respondemos a nuestros esposos o esposas y a nuestros hijos, cómo nos relacionamos con  nuestros compañeros  de trabajo  y nuestros  vecinos, cómo razonamos, hablamos y actuamos - todo lo que constituye el tejido de nuestras  vidas.

El proceso efectivo  de una vida de obediencia  fiel involucra una evaluación  sobria  y realista  de cómo  somos.  Hace muchos años un amigo mío iba a predicar en la provincia de Carolina del Sur y eventualmente  se extravió  por completo.  Ni idea tenía de donde  era, ni podía  encontrar  letrero  alguno  para dirigirse  a su destino, ni su mapa le fue de ayuda. Sin embargo, concluyó que si podía encontrar dónde estaba, también podía encontrar el camino para su destino.  Y mientras que estaba  andando en su carro, espiaba a un chico negro junto  al camino.  Parándose,  dijo al niño, 'Chico,  me he perdido,  pero creo que si  supiera yo donde estoy, podría  encontrar   mi camino.  ¿Me  puedes  decir  dónde  estoy?' 'Señor,' dijo el chico,  'está usted aquí. Sí señor, es exactamente donde está, porque ud. no está a ningún otro lado.'  Y Dios me ha traído las mismas palabras de este chico a mi  memoria para recordarme  de  la  verdad  que  'aquí estás'  es exactamente  el  lugar en donde estoy espiritualmente.  Lo que soy y donde estoy es exactamente como soy  y donde estoy realmente.

Lector apreciado,  ¿en realidad sabes dónde  estás espiritualmente?  ¿Alguna vez, te has parado para pensar o preguntar?   El salmista quería  saber la realidad  de su  estado,  Consideraba  sus caminos, reflexionaba  en el patrón de su vida; y es patente que no lo hizo en una forma superficial o general, sino ante la Palabra de Dios  porque  dice,  "y  volví mis pies  a tus testimonios."   Jamás conocerás el patrón de obediencia fiel sin que te examines  habitualmente conforme al mapa de la Palabra de Dios.  ¿Suena como labor?   ¡Claro que sí, es labor!   'Pastor,  ¿quieres decir que tengo que hacer esto aun cuando  no tenga ganas?'  ¡Cierto,  aun cuando no tengas ganas!    '¿Quieres  decir  que  aunque  sepa yo que  me sentiré mal confrontándome con mi pecado?'  Sí, aún cuando sea doloroso el proceso de auto-examinación.

Sin embargo,  la  auto-examinación  honesta  ante  la  luz  de la Palabra de Dios no basta. Solo,  no producirá  la vida de obediencia fiel. También  se requiere agregar el cambio consciente de los hábitos  de pensar y actuar.  Cuando  consideras  tus caminos  a la luz  de la  Palabra de Dios y descubres  el pecado que requiere el cambio,  ¿acaso  el dolor  del  descubrimiento  del  mal en  ti  y  la expectativa  de la guerra espiritual  necesaria para mortificarlo,  te causan que vuelvas del campo de guerra?  ¿Prendes  la tele o lees el periódico o haces tus quehaceres  o busca de otra diversión para no tener que tratar con la situación?   No es lo que hizo el salmista.  Cuando  descubrió  un  mal  hábito  contrario  a la  Palabra  de Dios, una  arruga  en su  vida  que  le  desviaba,  una  irregularidad que no se conformaba con la norma de la moralidad de Dios, él se puso a alterar  sus  actitudes  y su  conducta.  La auto-valoración honesta le condujo a una alteración consciente: “y volví mis pies a tus  testimonios."

Fíjate en que dijo que él  mimo  lo  hizo;  él mismo volvió sus pies a los caminos de la obediencia  a la Palabra de Dios. No dijo que consideraba  sus caminos  y  luego oraba que Dios le volviera sus pies. Dijo,  'Volví mis pies'.   En otros lugares,  por ejemplo en Salmo 119, él oraba que Dios le  volviera. Y en nuestro texto  nos dice que  "Tu presencia supliqué de todo corazón."   Era un hombre  de oración.  Vivía  en el  clima  de dependencia  del  poder  de Dios. Pero no esperaba que la gracia y poder de Dios reemplazaran o pasaran por alto la acción consciente de su propia voluntad.

¿Qué significa el ejemplo del salmista para nosotros?  Quiere decir, por ejemplo, que cuando has orado, 'Dios, ayúdame a guardar pura la mente,' y luego un programa de la tele presenta unas escenas escandalosas,  ¡la apagas!  Quiere decir, que si no tienes la madurez  cristiana  y resolución  para apagarla,  te despojes de  la tele para mantener una conciencia  limpia ante Dios. Quiere decir que cuando has orado, 'Oh, Señor, ayúdame con el mal hábito de comer demasiado,' luego pones límites fijos a lo que se mete en el refrigerador y en la  boca, y te  mides con la  báscula diariamente para ponerte honesto ante Dios.  La determinación para vivir una vida de obediencia  fiel quiere decir que ha de ser un compromiso al cambio consciente de los hábitos de la vida. Los pasos se deben determinar para asegurar que los mandatos de la Biblia y las exigencias de una conciencia  iluminada por ella son llevados a cabo al nivel de las actitudes  y acciones reales.

No hay ni una palabra en nuestro texto referente a los senti- mientos o las ganas, ni una sola palabra que nos consuele dicien- do que no será dificil. El salmista sabía bien que el cambio de los malos  hábitos  del  pecar  es  penoso,  labor dura.  Pero  también, sabía que la expectativa  penosa de mortificar el pecado no debe de causarle que  negara  su obligación  o demorara  su deber  para otro tiempo.  Sabía que la cobardía y la demora son los enemigos de la obediencia consciente a Dios.  Por esto agrega, "Me apresa­ ri,  y no me retardé en guardar tus mandamientos."   Cuando su conciencia fue convencida de que su conducta era contraria a la voluntad de Dios, cambió ésta de inmediato.

Cuando leemos esta afirmación, "me apresuré, y no me retardé en guardar  tus mandamientos," aprendemos que el salmista estaba comprometido a una obediencia completa e inmediata.  No escogía por partes la Palabra de Dios como si fuera en una cafetería. No dijo,  'Esto me parece fácil y por eso lo cambio,  pero eso me parece difícil y querrá decir deshacerme  de unos malos  hábitos de mucho tiempo.  Eso será igual a quitarme el ojo o cortarme la mano, y por eso lo dejo  para otro tiempo.'   ¡No lo hizo!   Su preocupación  era los mandamientos  de Dios  - fíjate en el plural todos de ellos.

Jesús nos dijo que si nuestro ojo nos ocasiona el pecar, mejor nos es quitarlo, porque  mejor es que se pierda uno de nuestros miembros,  y no que todo  nuestro cuerpo  sea echado al infierno. Con  unos  de ustedes,  en el fondo  no  crees  en  verdad  que esta clase de mortificación  radical del pecado es necesaria,  y es una razón por la  cual  no progresas  en  la  obediencia  y santidad.  No eres drástico en eliminar  los malos hábitos del pecado para cambiarlos inmediatamente y completamente,  porque de alguna manera te has engañado  para creer que puedes vivir una vida floja y ociosa, y todavía tener la confianza  de que eres hijo de Dios en rumbo del cielo. A pesar de todos los pasajes que enseñan que el pueblo de Dios es una gente obediente, sigues con este auto-engaño.

¡Cuidado de tardarte en alterar cualquier  hábito de conducta que se pone a la  luz  de la  presión convincente  de la  Palabra de Dios y de la conciencia!  El resultado común de tal tardanza es la dureza de corazón. La Biblia nos advierte,  "Si oyeres hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones."  (Hebreos 3: 15)   ¿Cuál  es la conexión entre la urgencia en tratar con el pecado y el peligro de endurecer el corazón?  Primero, no hacer caso a los  mandatos de nuestra consciencia  tiene un  efecto  mortificador sobre nuestra capacidad de escuchar su  testimonio. La gente que vive en las ciudades ya no oye el ruido del tránsito, habiéndose acostumbrado a no hacerle caso. Igualmente, la gente que se acostumbra a ignorar la  voz de la conciencia,  tarde o temprano,  llega a ser sorda a ella. Segundo, el  no  hacer caso a los  mandatos de la conciencia disminuye la fuerza con la que ésta nos  habla.  Los niños  que descubren que sus  padres habitualmente  no los  escuchan, dejan de hablar con ellos. Igualmente, las conciencias que habitualmente son ignoradas, dejan de  protestar  con  vigor  real contra los pecados  de sus dueños.  Volver la espalda a nuestras conciencias  nos lleva a presionamos  menos y menos hasta que el corazón se endurece  a los reclamos de la Palabra de Dios.

¡Qué maravilloso ejemplo  vemos en la vida de David, de un hombre bajo la presión de una conciencia  tierna que le apresuraba, y no se retardaba en tratar con el pecado! El rey Saúl le estaba buscando para matar. Sin embargo, la Providencia  puso a Saúl en un  lugar en que  David  lo hubiera  podido  matar,  pero David  le salvó la vida. Aparentemente, para  probar  luego a Saúl que  le hubiera podido  matar  fácilmente,   David  cortó  un  pedacito  del manto de Saúl. Pero en cuanto lo hizo, su corazón le sacudió que había  tratado  irrespetuosamente  a Saúl,  el ungido  por Dios  (1 Samuel 24:5-6).   La respuesta inmediata de David al golpe de su conciencia  era confesar su pecado a los compatriotas  que  le seguían, y también a Saúl, aunque la confesión a Saúl le expuso al riesgo de su enojo y venganza.  David se apresuró y no se retardó en mantener una buena conciencia  hacia Dios y los  hombres.

No hay nada en la historia de la confesión de David referente a esperar  hasta que tuviera ganas  para hacer lo correcto,  ni  una palabra  en cuanto  a sus emociones  o sus ganas.  David actuaba conforme a principios.  Estimado lector, jamás  vas a correr la carrera con paciencia,  poder y constancia  hasta que las cadenas de tus emociones estén quebradas.  ¿Estás esperando una ola de sentimientos bellos que lleguen a la orilla de tu corazón para llevarte con su emoción?   ¿Eres  como  el deportista  de surf, esperando, esperando, esperando la ola perfecta?  Si es así, nunca vivirás una vida de obediencia  fiel a la Palabra de Dios.

Una vida de obediencia  por principios requiere  que los elementos de nuestro texto lleguen a ser parte del tejido de nuestro carácter. Quizá, algunos de ustedes fueron criados razonando que si no  tuvieras  las  ganas,  entonces  no  tenías  que  hacerlo.  Fuiste consentido  por tus padres.  No te  obligaron  a hacer alguna  cosa que no te complaciera. La obediencia era algo opcional y voluntario, y no tenías que  aprender  la disciplina y el régimen  de una obediencia  obligatoria.  En un sentido,  eres digno  de conmiseración y es de esperarse  que vivas conforme a tus emociones  y tus ganas, en vez de principios.

Pero al otro lado, debido a la luz y verdad que tienes ahora, si sigues viviendo así, es patente que eres culpable, y Dios Todopoderoso  te hace responsable y requerirá cuentas  si  no cambias tu mala conducta sujeto a ganas en vez de principios.  Vivir conforme a la perspectiva  bíblica debe de llegar a ser un hábito espiritual.  Y si actualmente no vives  así, tienes que empezar a hacerlo hoy,  ahora mismo. Si hay cosas en tu  vida que requieren  aclaración y rectificación,  no digas,  'Mañana,  Señor.' Hoy mismo trata con tu pecado. Ahora mismo inicia una vida de obediencia  fiel de principios.

IV. El Galardón de una Vida de Obediencia Fiel

Debemos  vivir una  vida de obediencia  fiel  por causa  de su propia  valía,  simplemente  porque es correcto hacerlo.  La voluntad divina debe de ser obedecida  porque es la  voluntad  de Dios. Si  no  fuera fruto  positivo  resultante  de  tal  vida,  si  no  hubiera recompensa, de todas  formas debemos de ser motivados para vivir asi, simplemente porque a Dios le agrada. Sin embargo, como más  motivación,  Jesús  habló de  bendiciones  especiales  en esta vida que disfrutan aquellos que viven en conformidad consciente con la  Palabra de Dios:

Si me amáis, guardad mis mandamientos.... El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él.... El que me ama, mi palabra guardara; y mi Padre le amara,  y  vendremos a él,  y haremos  morada con él.   (Juan  14:15,  21,  23)

Una vida de obediencia consciente y fiel constantemente afirma y prueba la realidad de nuestro amor a Cristo. La obediencia a Cristo demuestra la veracidad de nuestra profesión. Como la fe, el amor se demuestra por obras, no simplemente  por palabras. Por nuestros hechos nos probamos a nosotros mismos que somos lo que decimos: amantes de Cristo, y amantes de Dios. La seguridad de que no somos hipócritas es una gran bendición. Y con la evidencia sólida de la realidad espiritual  por dentro, pueden descansar nuestros corazones.

Pero Jesús nos adelanta más. No solo consuela a nuestros corazones una vida de obediencia fiel, confirmándonos que nuestro amor por Cristo es genuino,  sino también la presencia de Cristo morando en nosotros afirma que a Dios le agrada bendecir a su pueblo obediente. El galardón actual de una vida de obediencia consciente y fiel es el privilegio de gozar de la presencia de Dios. La comunión presente con Dios es una  maravillosa bendición prometida a un pueblo obediente, y es una gran prueba de que Dios nos ama. Su disposición para manifestarse a nosotros y morar con nosotros es evidencia que nos ama profundamente.

La Biblia promete bendiciones preciosas en esta vida a aquellos que viven una vida de obediencia consciente y  fiel. ¿Quieres la seguridad sólida de que eres un cristiano genuino, un amante verdadero de Cristo? ¿Anhelas disfrutar de la comunión con Dios, y la seguridad de su amor?  Si tu respuesta es positiva, entonces encontrarás estas bendiciones espirituales solamente a través de una vida de obediencia consciente y fiel. Estas son las bendiciones que Jesús prometió a los que le obedecen a Él.

¿Sabías que Jesús  mantuvo una comunión sin ruptura con su Padre por una vida de obediencia fiel?  Jesús dijo: “Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; [es decir, permaneceréis en la realidad y el  conocimiento de mi  amor) así (como yo he guardado  los mandamientos  de mi  Padre,  y permanezco en su amor.  Estas cosas os he hablado,  para que mi gozo esté en vosotros. y vuestro gozo .sea cumplido."  (Juan 15:10-11)

¿Cómo llevaba Jesús en su alma santa, la seguridad constante y el gozo del amor de su Padre?  Por vivir una vida de obediencia consciente y fiel. Y ¿qué deseaba para sus discípulos?  Deseaba que ellos imitando su vida de obediencia fiel, conocieran el gozo de la comunión bendita con Dios en toda su plenitud.

Arraigada en la mente y corazón de Jesús fue una conciencia de la voluntad de su Padre. Y en cuanto reflejaba en sus caminos, volvía  sus pies vez tras  vez a la  senda de la  obediencia.  Era su compromiso a la obediencia fiel de principios que le condujo a la prueba de Getsemaní: y era su compromiso a la  obediencia fiel que le condujo a través  de Getsemaní a la cruz del Calvario.  Y cuando las tinieblas empezaron a exprimir su espíritu  y  contemplaba  la copa que tendría  que beber,  cuando toda  su  alma  santa sentía el horror del bautismo terrible del  desamparo de su  Padre que le esperaba, cuando gritaba, "Padre,  si quieres,  pasa de mi esta copa", cuando todas sus emociones le estaban llamando del camino a la cruz, Él dijo:  "pero no se haga mi voluntad,  sino  la tuya?

El compromiso de Jesús a una vida de obediencia fiel  le causó a aplastar toda inclinación natural de rehusar la agonía de la crucifixión cruel y la vergüenza de ser colgado desnudo ante Ia mirada ruda de las multitudes. Tenía que aplastar cada sentimiento  santo de asco, al pensar en la  ruptura de relaciones  con su Padre, y ser separado de la  comunión  consciente  con El, una comunión que había conocido desde la eternidad y sobre  la cual jamás  había aparecido  una sombra de duda. Pero ahora, sería sumergido en las tinieblas totales; aún así decía, "pero no  se haga mi voluntad;  sino la tuya."

Querido lector, si  Jesús no hubiera vivido una vida de obediencia consciente y  fiel,  no tendríamos  a un Salvador.  Si Jesús no estuviera comprometido  para obedecer la  voluntad  del Padre sin mirar al costo, no habría ido a la cruz del Calvario para morir por los pecados de su pueblo.  Pero sí obedeció a su Padre; sí, se fue al Calvario.  Y murió para tener  a un pueblo  comprometido con una vida de obediencia fiel. No murió para tener a un pueblo que se desviara de hacer su voluntad conforme a sus caprichos o los impulsos de sus sentimientos, un pueblo gobernado  por sus humores.  No murió para que  los  maridos  amaran  a sus esposas sólo cuando tuvieran ganas, o que las mujeres se sometieran a sus maridos sólo cuando  se sintieran  bien,  o que los  hijos obedecieran a sus padres sólo cuando  quisieran,  o que su gente  orara  y llegara  a la casa de Dios sólo cuando  quisiera.  No, Jesús  murió para salvar a su pueblo de su pecado y tenerlo conformado a su imagen  virtuosa, una vida de obediencia  fiel de principios.

¿Tienes las raíces de tal vida en tí?  ¿Has escogido a Dios y su salvación para hacer un compromiso  resuelto para servir a Dios y hacer su voluntad?  Si no, entonces te suplico, ve a Dios y ruégale que  Él  te de estas  raíces.  ¿Vives en  un  clima  de dependencia consciente de Dios, expresada en la oración  verdadera, y el clima de  la  fe en  la provisión  prometida por Dios?   ¿Haces  la auto examinación  honesta a la luz de la norma objetiva de la Palabra de Dios?   ¿Haces  los cambios  inmediatamente y totalmente de los hábitos malos del pecado, volviendo tus pies en el camino de los estatutos de Dios?

Puedes decir, "Pastor,  si esto es la  religión  verdadera, entonces  es demasiado difícil. Yo  no  la quiero."  Pues,  mi amigo,  la única alternativa a la religión bíblica es la fabricación de la tuya propia. Pero si  agarras este camino,  tendrás que estar  listo para perderte con tu religión falsa.  La única religión que es verdadera y salvadora es la que la Biblia autoriza. Y la única que la Biblia autoriza  es la que  produce  una vida de obediencia consciente  y fiel.
Por A. N. MARTIN
Soli Deo Gloria