jueves, 1 de septiembre de 2016

Fortalece tu Vida Devocional

Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, Que traigamos al corazón sabiduría. (Sal 90.12).

Solamente Dios puede dar la sabiduría para contar, o evaluar, o juzgar, nuestros días; sólo Dios puede hacernos entender la realidad.

Para Dios no existe el conteo de días, Él no existe dentro del tiempo, el tiempo existe dentro de Él. Dios no necesita un reloj de pulsera. De requerirlo sería uno sin manecillas, pues el Salmista afirma que para Dios “mil años delante de tus ojos son como el día de ayer, que pasó, Y como una de las vigilias de la noche”. Dios está totalmente desenganchado del tiempo.

Nosotros en cambio, vivimos engrapados al él. Cuando nacemos, el cronómetro del tiempo inicia el conteo de nuestro días, durante nuestra vida se convierte en nuestro marcapasos, en la vejez da comienzo a la cuenta regresiva de nuestra mortalidad. No podemos desentendernos de él pues, a manera de hablar, en él vivimos y nos movemos y somos.

El salmista es muy consciente de que su vida está circunscrita por el tic-tac del tiempo, y como una madre le enseña a su hijo a contar el tiempo, así él nos enseña en esta porción a tener una noción correcta. La lección no es una de organización sino de espiritualidad equivalente a lo que un enfermo escucha cuando el doctor le dice: “tienes tus días contados, aprovéchalos al máximo”. Nosotros por igual tenemos nuestros días contados, no porque estemos enfermos, sino porque somos mortales; tenemos una cita ineludible con la muerte y cada día damos un paso más cercano hacia esta.

Tal consideración no debe conducirnos primero a obsesionarnos por el consumo de productos naturales que prolonguen nuestras vidas, o decidir abandonar nuestros trabajos para disfrutar al máximo este mundo paseándonos como vagabundos. La respuesta inspirada del salmista es que cada día debemos de crecer en sabiduría, empacar nuestro corazón con ella.

Cada vez que volteamos la página del calendario de Diciembre a Enero, debemos de contar nuestros días y renovar el reto de crecer en lo espiritual. A diferencia del mundo que proclama nuevas dietas, o un nuevo régimen de ejercicio, el cristiano debe concienciarse en hacer un plan de crecimiento en la sabiduría de Dios.

Percatarnos de que la vida es corta nos ayuda a utilizar el poco tiempo que tenemos de una manera sabia. Nos ayuda a centrarnos en usar la vida para un bien eterno. Dedique tiempo para contar sus días al preguntar: "¿Qué quiero que suceda en mi vida antes de morir? ¿Qué pequeño paso puedo dar hoy hacia ese propósito?"

Esto mismo pide que lo podamos comprender, de modo de poder contar o apreciar la brevedad de nuestra vida, a fin de que seamos sabios.
Soli Deo Gloria