viernes, 4 de agosto de 2017

Ritualismo vs Adoración

Pues la verdadera circuncisión somos nosotros, los que practicamos el culto según el Espíritu de Dios y nos gloriamos en Cristo Jesús, y no ponemos nuestra confianza en la carne (Filipenses 3:3).

Hay una diferencia entre el ritualismo religioso y la adoración. El ritualismo religioso es la realización de ciertas acciones religiosas, palabras o ceremonias sin ninguna creencia arraigada en Dios o comunión con Él.

Pablo nos dice en el nuevo pacto, el culto es sencillo al decir, nosotros adoramos en el Espíritu de Dios; o, nosotros adoramos a Dios en el Espíritu. El culto cristiano no es un mero ritual, ni la observancia de los detalles de la Ley; es algo del corazón. Es perfectamente posible que uno cumpla una liturgia elaborada, y que su corazón esté sin embargo lejos de Dios. Es perfectamente posible que observe todas las reglas externas de la religión, y sin embargo tenga el corazón lleno de odio y rencor y orgullo. El verdadero cristiano da culto a Dios, no con fórmulas y normas externas, sino con la verdadera devoción y la sinceridad real de su corazón. Su culto es amor a Dios y servicio a los hombres.

Adoración como acto mediante el cual se expresa reverencia, respeto, honor, amor y obediencia a Dios. En el AT se utiliza la palabra shachah para indicar esa actitud, con la connotación de “postrarse”, “arrodillarse”, “inclinarse”. En el NT el término es proskusneo, que es reverenciar a una persona.

Sólo estamos orgullosos de Jesucristo. El cristiano no se jacta de nada que haya hecho por sí mismo, sino sólo de lo que Cristo ha hecho por él. De lo único que puede presumir es de ser una persona por la que Cristo murió. Eso era lo que Pablo quería decir con su famoso proclama: " ¡Lejos esté de mí el gloriarme en otra cosa que no sea la Cruz de nuestro Señor Jesucristo!» (Gal. 6:14).

No ponemos nuestra confianza en cosas meramente humanas. Los judíos ponían su confianza en el emblema físico de la circuncisión y en el cumplimiento de los deberes externos de la Ley. El cristiano pone su confianza solamente en la misericordia de Dios y en el amor de Jesucristo. El judío, en esencia, confiaba en sí mismo; el cristiano, en esencia, confía en Dios.

La verdadera circuncisión no es una marca en la carne; es ese culto verdadero, esa gloria real, y esa confianza auténtica en la gracia de Dios en Jesucristo.

De hecho, hay tantas religiones del mundo cuyos miembros no pueden hacer más que realizar rituales. Deben ser compadecidos. Aquel cuyo nombre llaman como su "dios" no está realmente allí, así que ¿cómo puede oírlos o responder ?! (1 Reyes 18:29). O se inclinan ante una simple imagen tallada o madera o piedra. ¡Una cosa muerta! Quedan anhelados por la satisfacción religiosa, pero siempre se retiran sedientos.

Pero no sólo los paganos caen en la vanidad del ritualismo insatisfactorio. Hay profesantes cristianos que también lo hacen. Ellos vienen a la iglesia con su corazón con lleno de obras. Están tratando de ganar el favor de Dios por sus obras religiosas, palabras y ceremonias. Sin conocer a Dios o al Evangelio, simplemente pasan por los asientos y todo es mecánico y sin amor y fervor religioso (Ap. 2:4). Ellos tienen que admitir que sus oraciones no son más que "vanas repeticiones" (Mateo 6: 7), sus diezmos son "vanas oblaciones" (Is.1: 13), y su reposo sabático no es un deleite para sí mismos y su adoración sea agradable a Dios? (Is.1: 13-15, 58:13).

Pero esa es también la clase de culto que el pueblo quedó en Jerusalén, con la externalización del culto al templo y de la ley de Dios que allí enseñaron los líderes religiosos de Jerusalén. Ellos fueron a Jerusalén en la Fiesta de los Tabernáculos y no encontraron "agua viva". (Jer.2: 13) Toda su adoración era como ir por agua a una cisterna rota. Les dejó sentirse muertos, insatisfechos y aún más sedientos. Hasta que Jesús vino y dijo: "Si alguno tiene sed, venga a mí y beba." (Juan 7:37). Todavía dice: "Ven".
Pero no importa lo que haga ceremoniosamente, no importa lo que diga o cante, no importa si asiste a la mesa o no, usted se irá sediento si no ha venido a Él en el camino del arrepentimiento y la fe. La unión es por la fe. La comunión con Cristo es por fe solamente. Por la fe solamente verdaderamente "bebemos" el agua de la vida; Y sólo por fe podemos "vivir" la vida de esta agua espiritual. Sin fe nos quedamos con un mero ritual. Nos quedamos espiritualmente sedientos. Ven a Cristo (otra vez), bebe y verdaderamente adora.
Soli Deo Gloria



Todos estos murieron en Fe

Todos éstos murieron en fe, sin haber recibido las promesas, pero habiéndolas visto y aceptado con gusto desde lejos, confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra (Hebreos 11:13).

¿Quiénes son los hombres a los cuales Dios justifica? ¿Cómo los selecciona? Pablo nos dice que por medio de la fe. La fe está relacionada con la justificación, porque la fe es la actitud natural para ser justificados. La mano es el órgano de nuestro cuerpo destinado a recibir, y su naturaleza está perfectamente adaptada para desempeñar ese oficio. De igual manera la fe (y no el amor, ni la alegría, ni la esperanza), es la actitud del alma que nos facilita la manera de apropiarnos la gracia espiritual que Dios ofrece..

Ciertamente es cierto que todos los hombres morirán (Hebreos 9:27). Sin embargo, no es cierto que todos los hombres mueran en la fe, porque todos los hombres no tienen la fe de los elegidos de Dios (Tito 1: 1). Aquellos que mueren en fe son aquellos dados a Cristo Jesús en el eterno pacto de gracia (Efesios 1: 3-6). Aquellos que mueren en fe son aquellos por quienes el Señor Jesucristo vivió como sumo sacerdote para representarnos (Hebreos 2:17) y murió como el sacrificio expiatorio para redimirnos y justificarnos (Hebreos 9:12, 26). Aquellos que mueren en fe son aquellos para quienes el Señor Jesucristo como precursor ocupa el mismo trono de Dios como Abogado y Mediador (Hebreos 6:20, 7: 25; 1Juan 2: 1; 1Tim. 2: 5). Aquellos que mueren en fe son aquellos que han oído el evangelio de la gracia soberana de Dios en Cristo y se les ha dado vida para creer y confiar en Cristo solo por toda su justicia ante Dios (2Corintios 5:17, 1Juan 5: 1). Aquellos que mueren en fe son los que viven por fe (Hebreos 10:38), mirando al Señor Jesucristo para proveer todas las cosas en salvación por nosotros (Hebreos 12: 2, Fil. 4:19). Aquellos que mueren en fe son los que están "persuadidos" de que el evangelio es verdadero (Romanos 4:20). Los creyentes "abrazan" y aman todas las promesas de Dios en Cristo (2Cor 1:20). Los redimidos "confesarán" que están mirando y anhelando nuestra herencia celestial en Cristo (Hebreos 11:10). Aquellos que fueron hechos nuevos por Su gracia "declaran claramente" que son buscadores de Cristo (Hebreos 11: 6). Las ovejas de Dios tienen todas las cosas mejores en Cristo (Heb 11:16), una mejor esperanza, un mejor pacto, un sacrificio perfecto, una herencia gloriosa y salvación eterna (Hebreos 7:19, 22; 8: 6; 9:12).


Mi amigo, que privilegio ser concedido y fe dada en el Señor Jesucristo (Efesios 2: 8-9). No es de extrañar que Pedro lo llamara "fe preciosa" (2Pedro 1: 2). Oh, para la gracia de confiar en Cristo cada vez más. ¡Qué bendito privilegio de vivir por la fe y qué gran privilegio de morir en la fe! El Señor dijo: Y oí una voz del cielo que decía: Escribe: "Bienaventurados los muertos que de aquí en adelante mueren en el Señor." Sí dice el Espíritu para que descansen de sus trabajos, porque sus obras van con ellos. (Apocalipsis 14:13). El Señor dijo: "Precioso delante de Jehová es la muerte de sus santos" (Salmo 116: 15).
Soli Deo Gloria



jueves, 3 de agosto de 2017

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Cristo como el Objeto de nuestros afectos religiosos

En el Nuevo Testamento Cristo es reconocido como el objeto apropiado de todos los afectos religiosos. Como Él es nuestro Señor, en el sentido de ser nuestro propietario absoluto, nuestro hacedor, preservador y redentor, y nuestro soberano, poseyendo el derecho de hacer con nosotros lo que le parezca bien, somos llamados a hacer de Él el supremo objeto de nuestro amor, de su voluntad la más elevada norma del deber, y de su gloria el gran fin de nuestro ser. Debemos ejercitar la misma fe y confianza en Él que en Dios; darle a Ella misma obediencia, devoción y homenaje. Y así vemos que éste es el caso de comienzo a fin en los escritos del Nuevo Testamento. Cristo es el Dios de los Apóstoles y de los cristianos primitivos, en el sentido de que Él es el objeto de todos sus afectos religiosos. Ellos le consideraban a Él como aquella persona a la que pertenecían de una manera especial; ante la que eran responsables por su conducta moral; ante quien tenían que dar cuenta de sus pecados; ante quien responder por el uso de su tiempo y talentos; que siempre estaba presente con ellos, morando en ellos, controlando su vida interior, así como la exterior; cuyo amor era el principio animador de su ser; en quien ellos se gozaban como su gozo presente y suerte eterna. Este reconocimiento de su relación con Cristo como su Dios es constante y siempre presente, de manera que la evidencia de lo mismo no puede ser recogida y enunciada de una manera polémica o didáctica.

Pero cada lector del Nuevo Testamento para el que Cristo sea una mera criatura, por exaltada que sea, tiene que sentirse fuera de comunión con los Apóstoles y cristianos apostólicos, que se reconocían a sí mismos y que eran universalmente reconocidos por los demás hombres como adoradores de Cristo. Ellos sabían que deberían comparecer ante su tribunal; que cada acción, pensamiento y palabra de ellos, y de cada hombre que viva jamás, quedaría abierto todo ello ante su omnisciente mirada; y que el destino de cada alma humana debía depender de su decisión. Por ello, conociendo el terror del Señor, persuadían a los hombres. Prescribían cada uno de los deberes morales no meramente sobre la base de la obligación moral, sino por consideraciones sacadas de la relación del alma con Cristo. Los hijos deben obedecer a sus padres, las mujeres a sus maridos, los siervos a sus amos, no como complaciendo a los hombres, sino como haciendo la voluntad de Cristo.

La verdadera religión, según ellos la exponen, no consiste en el amor o reverencia a Dios meramente como el Espíritu infinito, el creador y preservador de todas las cosas, sino en el conocimiento y amor ele Cristo. Todo el que crea que Jesús es el Hijo de Dios, esto es, todo el que crea que Jesús de Nazaret es Dios manifestado en carne, y que le ama y obedece como tal, es declarado nacido de Dios. Cualquiera que niega esta verdad es declarado anticristo, negando a la vez al Padre y al Hijo, porque Ia negación del uno es la negación del otro. La misma verdad es expresada por otro Apóstol, que dice; «Pero si nuestro evangelio está aún encubierto, entre los que se pierden está encubierto; en los cuales el dios de este mundo cegó los pensamientos de los incrédulos, para que no les resplandezca la iluminación del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios». Los que están perdido, según este Apóstol, son los que no ven, ni creen, que Jesús sea Dios morando en la carne. Y de ahí que se adscriben tales efectos al conocimiento de Cristo y a la fe en Él, y se mantienen tales expectativas de la gloria y bienaventuranza de estar con Él, que serían imposibles o irracionales si Cristo no fuera el verdadero Dios. Él es nuestra vida. El que tiene al Hijo tiene la vida. El que cree en Él vivirá eternamente. No somos nosotros que vivimos, sino Cristo que vive en nosotros. Nuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Estamos completos en Él, y nada nos falta. Aunque no le hemos visto, creyendo en Él nos regocijamos con un gozo inefable. Es por cuanto Cristo es Dios, por cuanto Él posee todas las perfecciones divinas, y por cuanto Él nos, amó y se entregó a si mismo por nosotros, y nos ha redimido y nos ha hecho reyes y sacerdotes para Dios, que el Espíritu de Dios dice: «Si alguno no ama al Señor Jesucristo, sea anatema. El Señor viene». La negación de la divinidad del Hijo de Dios, el rechazo a recibir, amar, confiar, adorar y servirle como tal, es la base de la perdición irremediable de todos los que oyen y rechazan el evangelio. Y todas las criaturas racionales, santas e impías, justificadas y condenadas, darán su amén a la justicia de esta condenación.

La divinidad de Cristo es un hecho demasiado patente, una verdad demasiado trascendente, para ser rechazada inocentemente. Son salvos los que verdaderamente la creen, y ya están perdidos los que no tienen ojos para verla. El que no cree ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios. El que cree en el Hijo tiene vida eterna; y el que no cree en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios permanece sobre él. Ésta es, por tanto, la doctrina del Nuevo Testamento, que la aprehensión espiritual y el sincero reconocimiento de la Deidad del Redentor constituye la vida del alma. Es en su propia naturaleza vida eterna; y la ausencia o carencia de esta fe y conocimiento es muerte espiritual y eterna. Cristo es nuestra vida; por tanto, quien no tiene al Hijo no tiene la vida.
Soli Deo Gloria



¿La Salvación, Personal o Corporativa?

Conoce al Señor”, porque todos me conocerán...(Jeremías 31:34)

Todo en la obra de redención es personal, individual y preparado para cada persona. Todo tiene su propia dirección, número y título. No es una tienda al por menor donde se venden las cosas y, por lo tanto, todos pueden tomar según su propia elección. Es un palacio donde se distribuyen los dones y el don está designado, por lo tanto, a cada uno de aquellos para quienes están destinados. (Abraham Kuyper, Gracia Particular, 87.)

En círculos Reformados y Presbiterianos, en los años recientes, ha habido un loable redescubrimiento de la importancia del pacto de gracia y la iglesia en la comunicación de la gracia de Dios en Jesucristo. Mientras que muchos Cristianos evangélicos colocan el énfasis primario en tener una “relación personal con Jesucristo,” los Cristianos Reformados reconocen que el compañerismo con Cristo ocurre ordinariamente a través del compañerismo de la iglesia y su administración de los medios de gracia, la predicación de la Palabra de Dios y la administración de los sacramentos del bautismo y la santa comunión. La iglesia es la “sociedad” divinamente señalada, para usar la expresión de Calvino, dentro de la cual los creyentes y sus hijos son nacidos de nuevo espiritualmente y nutridos en la vida Cristiana. En lugar de enfatizar, como de primera importancia, que los pecadores individuales “tomen una decisión por Jesús,” el Cristianismo Reformado comienza con la iniciativa de Cristo en reunir y preservar Su iglesia por Su Espíritu y Su Palabra.

Hasta aquí, en lo que concierne a los hijos de los creyentes, la fe Reformada los considera como “Cristianos” o miembros de Cristo en virtud de la promesa del pacto, que es expresada y sellada para ellos en el sacramento del bautismo. Tales hijos no son considerados como “mundanos,” fuera del compañerismo de Cristo hasta que escojan creer y arrepentirse. Más bien, son considerados como miembros de la iglesia Cristiana, a quienes se les ha de enseñar a vivir y actuar de manera consecuente. Los padres Cristianos no esperan a que sus hijos lleguen a la “edad de la responsabilidad” antes que les enseñen a confesar que “su único consuelo en la vida y en la muerte” es que pertenecen a su fiel Salvador, Jesucristo (Catecismo de Heidelberg, Día del Señor 1). Confiando en la promesa del pacto, instruyen a sus hijos en la Palabra de Dios y confiadamente anticipan que el Señor confirmará Su promesa en las vidas de estos hijos mientras crecen y maduran en Cristo.

Corporativismo

Sin embargo, la naturaleza pactal y corporativa de la administración del evangelio puede fácilmente ser distorsionada en otro error tan mayúsculo como el del individualismo evangélico. Si un problema clave con el evangelicalismo es su individualismo, un problema potencial dentro del Cristianismo Reformado contemporáneo es el corporativismo. Por “corporativismo” quiero decir la idea de que es innecesario cualquier énfasis en la apropiación personal de la gracia de Dios en Cristo. Debido a que la gracia de Dios es comunicada a los creyentes por medio de la iglesia y sus medios de gracia, nuestra respuesta personal al evangelio disminuye en importancia. Esta idea puede tomar varias formas. Por ejemplo, algunas personas Reformadas simpatizan con la afirmación de N. T. Wright de que “si tienes lo corporativo, te deshaces de lo individual.”

Este lenguaje parece sugerir que es suficiente simplemente saber que una persona es un miembro de la iglesia por medio del bautismo. La soteriología está totalmente subordinada, y agotada, por la eclesiología. Insistir en el punto de si un miembro bautizado de la iglesia responde apropiadamente al sacramento por la vía de la fe y el arrepentimiento es un asunto secundario en el mejor de los casos, quizás un individualismo mal dirigido. En tanto que conozcamos la identidad de una persona a través del sacramento del bautismo, no necesitamos enfatizar demasiado la respuesta necesaria y personal que requiere el bautismo.

El sacramento del bautismo se vuelve, en este esquema, un tipo de “ordenanza salvadora” que asegura la elección de una persona y su favor para con Dios, independientemente de su apropiación del evangelio por medio de la fe. De manera similar, están aquellos que censuran el énfasis de la teología clásica Reformada en un ordo salutis, la manera en que la gracia de Cristo se hace nuestra por medio de la obra del Espíritu de Cristo en el renacimiento, conversión y demás. En tanto que vemos el gran cuadro de la historia salutis, la historia de la obra salvadora del Dios Trino culminando en la Persona y obra de Cristo, tenemos todo lo que es importante. Demasiado enfoque en la apropiación del creyente individual de la gracia de Dios, particularmente como esta ha sido entendida en las categorías tradicionales del ordo salutis, conduce al subjetivismo y a una visión demasiado introspectiva de la vida Cristiana.

Aunque esta es más bien una descripción simplista del problema, me gustaría proponer que es una ilustración sorprendente de lo que podría llamarse un falso dilema, una yuxtaposición innecesaria de cosas que están genuinamente en armonía. El Cristianismo Bíblico y Reformado no necesita escoger entre lo corporativo y lo personal, entre la historia salutis y la ordo salutis. Para tomar el lenguaje Bíblico desde otro contexto, no necesitamos “separar lo que Dios ha unido.”

El desafío real para el Cristianismo Bíblico en nuestro día no es un énfasis en la respuesta personal del creyente al evangelio, sino un énfasis en la fe y la vida Cristiana como un asunto privado o meramente individual. Sin embargo, históricamente en la confesión y práctica de las iglesias Reformadas, se ha entendido correctamente que lo corporativo y lo personal están íntimamente ligados, aunque siguen siendo distintos. Esto puede ser ilustrado fácilmente por ejemplos Bíblicos e históricos. Si consideramos la predicación del Señor Jesucristo, como nos es atestiguada en los evangelios del Nuevo Testamento, es difícil suprimir la obvia verdad que Él consideraba la apropiación personal de Su mensaje como algo de importancia crítica, cualquiera que fuese la naturaleza de la identificación corporativa de una persona con el pueblo pactal de Dios.

Unas pocas citas aleatorias del Evangelio de Mateo, que podrían multiplicarse por docenas, bastarán para mostrar que este es el caso. Por tanto, os digo que si vuestra justicia no fuera mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos (Mateo 5:20). Cuando ores, no seas como los hipócritas (Mateo 6:5). No todo el que me dice: “¡Señor, Señor!”, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos (Mateo 7:21). Pero los hijos del reino serán echados a las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes (Mateo 8:12). A cualquiera, pues, que me confiese delante de los hombres, yo también lo confesaré delante de mi Padre que está en los cielos (Mateo 10:32). (Hablando a los Fariseos) Toda planta que no plantó mi Padre celestial será desarraigada (Mateo 15:13). Si alguien quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame (Mateo 16:24). Por tanto, os digo que el reino de Dios será quitado de vosotros y será dado a gente que produzca los frutos de él (Mateo 21:43). Asimismo el apóstol Pablo, aunque algunas veces ha sido interpretado hoy, de manera arbitraria, como si tuviese poco, si es que algún, interés en las cuestiones personales de una ordo salutis, parece ser bastante enfático acerca de la necesidad de responder personalmente al evangelio. Considere solamente tres textos, que también podrían ser multiplicados muchas veces. No que la palabra de Dios haya fallado, porque no todos los que descienden de Israel son israelitas (Romanos 9:6). Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí (Gálatas 2:20). Palabra fiel y digna de ser recibida por todos: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero (1 Timoteo 1:15).

La Comunidad del Pacto

Como sugieren claramente estos pasajes, el evangelio de Jesucristo, que es comunicado a través de la predicación y los sacramentos, no prescinde sino que acentúa la necesidad de una respuesta dirigida por el Espíritu en la forma de fe y arrepentimiento personal. Sin importar qué tan cierto es que la gracia de Dios es comunicada pactalmente, y por lo tanto, corporativamente, el pacto no es meramente un asunto corporativo. La comunidad del pacto está compuesta de personas, y entre esas personas hay algunos que quebrantan el pacto por la incredulidad y la falta de penitencia, y hay otros que guardan el pacto. Es imposible, por tanto, hablar solamente de la comunidad corporativa y su medio objetivo de gracia, cuando hablamos de la comunicación del evangelio.

La confesión y práctica histórica de las iglesias Reformadas también confirma que este es el caso. Uno de los catecismos más conocidos de la tradición Reformada es el Catecismo de Heidelberg. Este Catecismo sirve (entre otras funciones) para instruir a los niños en la Fe, quienes son miembros de la comunidad pactal o iglesia. Sin embargo, lo que llama la atención acerca de este Catecismo es que es dominantemente pactal (sin usar el término muy a menudo) y personal al mismo tiempo. No hay en su lenguaje la más mínima insinuación que la inclusión corporativa de los creyentes y sus hijos hagan superflua una respuesta personal al evangelio de Cristo. Dentro del escenario del pueblo corporativo de Dios, este catecismo le enseña a los creyentes (como es habitual en los símbolos clásicos de la tradición Cristiana) a hablar en la primera persona del singular mientras se une a toda la compañía de los fieles. Es más, en su tratamiento de los sacramentos, este catecismo insiste que estos medios de gracia son simultáneamente los actos más corporativos y personales imaginables.

En el bautismo cristiano, los creyentes y sus hijos son abordados personalmente (¡por nombre!). Por medio del bautismo Dios condesciende para darnos una señal o signo y una promesa de nuestra incorporación en Cristo. Lejos de disminuir nuestra responsabilidad personal, el sacramento lo acentúa. De igual forma, cuando los creyentes son nutridos en la mesa del Señor, lo hacen solamente mientras vienen con la “boca” de la fe, recordando, proclamando y discerniendo el cuerpo y la sangre de Cristo que les son dados. Este sacramento significa y sella que “Su cuerpo [el de Cristo] fue ofrecido y quebrantado en la cruz por mí, y Su sangre fue derramada por mí” (Día del Señor 28, énfasis mío).

Por lo tanto, lo que estoy sugiriendo es que no deberíamos oponer lo corporal y lo personal, la historia y el ordo salutis. Todo tipo de daños se siguen por un fracaso en mantener juntos estos dos lados de la realidad única de la obra salvadora del Dios Trino: los sacramentos son separados de la Palabra de Dios y la respuesta de fe requerida; la iglesia o comunidad del pacto en su expresión histórica es simplemente identificada con la compañía de los elegidos, la distinción entre la iglesia como Dios la conoce de manera infalible (la así llamada “iglesia invisible,” o mejor, la “invisibilidad” de la iglesia) y como esta existe concretamente, como la compañía mixta de creyentes verdaderos e hipócritas, es comprometida; y una presuntuosidad ilegítima crece con respecto a la salvación de todos los que están señalados pactalmente como Cristianos.

El Cristianismo Reformado, aunque ni pietista ni individualista en sus mejores expresiones, nunca niega que la gracia de Dios en Cristo requiera la confesión intensamente personal (aunque común entre el pueblo de Dios): “Que no me pertenezco a mí mismo, sino que pertenezco, en cuerpo y alma, a mi fiel Salvador Jesucristo, quien ha hecho satisfacción plena por todos mis pecados.”
Por Cornelis Venema
Soli Deo Gloria



miércoles, 2 de agosto de 2017

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La Primacía de la Palabra

Y se dedicaban continuamente a las enseñanzas de los apóstoles, a la comunión, al partimiento del pan y a la oración. (Hechos 2:42)

En este pasaje tenemos un resumen sucinto de las características de la Iglesia Primitiva. Era una iglesia que aprendía. La enseñanza aquí no es pasiva, sino activa. La frase quiere decir que dedicaban tiempo y prestaban atención a lo que los apóstoles enseñaban. 

En el texto nos dice se nos dice que la iglesia primitiva se dedicaba continuamente a la enseñanza y comunión de los apóstoles, en el partimiento del pan y a la oración. Es importante observar que la devoción a la enseñanza de los apóstoles es mencionada primero. Fueron serios en su deseo de entender correctamente el Antiguo Testamento y las enseñanzas de Jesús, y los apóstoles fueron su guía autorizada para conocer esas verdades. No se reunieron en un círculo preguntándose unos a otros: "¿Qué significa esto para ustedes?" No, ellos querían saber la verdad, así que ellos enfocaron su atención en las enseñanzas de los apóstoles, quienes podrían impartirles con precisión el significado apropiado. 

La Palabra de Dios es esencial para una iglesia saludable. 
Todo lo demás fluye del conocimiento enseñado por el Espíritu de las Escrituras. Nuestra comunión se guía por ella, El partimiento del pan es gobernado por ella, y nuestras oraciones deben estar en línea con ella. Nuestras iglesias hoy necesitan tener un compromiso y devoción similares a las Escrituras. Nuestra gente necesita ver lo importante y vital que es la Palabra en su vida cotidiana. Aquí están algunas de las bendiciones que vienen a aquellos que están dedicados a las Escrituras. 

Uno de los grandes peligros de la Iglesia es caer en una religiosidad estática que mira hacia atrás en lugar de adelante. Precisamente porque las riquezas de Cristo son inescrutables e inagotables debemos ir siempre hacia adelante. El cristiano se dirige, como la luz de la aurora, hacia una plenitud que no se alcanza en esta vida (Proverbios 4:18). Debemos considerar que hemos perdido el día si no hemos aprendido en él nada nuevo ni hemos profundizado en la sabiduría y en la gracia de Dios.

Este libro revela la mente de Dios, el estado moral y espiritual del hombre, el camino de salvación, el castigo del pecador no redimido y la bienaventuranza del creyente. Sus doctrinas son santas, sus preceptos obligatorios, sus historias verdaderas y sus decisiones inmutables. Léelo para ser sabio, créelo para estar seguro, practícalo para ser santo. Es luz que dirige, pan que sostiene y consuelo que alegra. Es mapa del viajero, báculo del peregrino, brújula del navegante, espada del soldado y la carta magna del cristiano. En la Biblia está el paraíso restaurado, el cielo abierto y las puertas del infierno descubiertas. Cristo es su gran tema, nuestra salvación su buen propósito y la gloria de Dios su meta. Debe ocupar la mente, gobernar el corazón y guiar los pies. Léelo con lentitud, con frecuencia y con oración. Es mina de prosperidad, un paraíso de gloria y un río de placer. Nos es dado en esta vida, será abierto en el juicio y será recordado eternamente. Trata del deber más grande, recompensará la labor más excelente y condenará a todo aquél que juega con su sagrado contenido.

Entonces veamos las bendiciones que encontramos en las escrituras:

1) Nos permite superar las tentaciones de Satanás,  vemos donde Cristo usó las Escrituras para derrotar a las tres tentaciones del diablo (Mateo 4: 4, 7, 10); Donde la "espada del Espíritu, que es la palabra de Dios", que es una parte vital de la armadura de Dios que nos protege de los ataques de Satanás (Efesios 6:17); Y las palabras alentadoras de Juan a los jóvenes que él dice son "fuertes y la palabra de Dios permanece en ustedes y han vencido al mal" (1 Jn. 2:14). En cada uno de estos casos, La Palabra de Dios fue la clave para permanecer firmes contra las tentaciones de Satanás.

2) Clave para la transformación espiritual, Ro. 12: 2 Y no seáis conformados con este mundo, sino transformados por la renovación de vuestra mente. 

3) Para el crecimiento de nuestra fe, Ro. 10:17 Así que la fe viene de oír y oír por la palabra de Cristo. 

4) Para nuestra santificación y entrenamiento espiritual,  2Ti. 3:16 - 17 Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir, para instruir en justicia;  para que el hombre de Dios sea preparado para toda buena obra. 

5) Fuente para el avivamiento espiritual, Sal. 119: 50 Esta es mi consolación en mi aflicción, que tu palabra me ha revivido. 

6) Esencial para la convicción del pecado, Heb. 4:12 Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que cualquier espada de dos filos; penetra hasta la división del alma y del espíritu, de las coyunturas y los tuétanos, y es poderosa para discernir los pensamientos y las intenciones del corazón. Y no hay cosa creada oculta a su vista, sino que todas las cosas están al descubierto y desnudas ante los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta. 

7) Vital para ser fructifero, Sal. 1: 2 - 3 sino que en la ley del SEÑOR está su deleite, y en su ley medita de día y de noche!  Será como árbol firmemente plantado junto a corrientes de agua, que da su fruto a su tiempo, y su hoja no se marchita; en todo lo que hace, prospera. 

8) Para ver la gloria de Dios, Las Escrituras revelan la gloria de Dios desde Génesis 1: 1 hasta Apocalipsis 22:21

A la luz de estas bendiciones (y hay muchas más) que vienen a nosotros a través de la Palabra, desafiemos a nosotros mismos y a nuestro pueblo a un mayor compromiso con las Escrituras cada año, y que el Espíritu de Dios use la Palabra de Dios para transformarnos más en la semejanza del Hijo de Dios. 
Soli Deo Gloria



martes, 1 de agosto de 2017

Grupos pequeños Orando

El Nuevo Testamento llama a la iglesia a: "sed fervientes en vuestro amor los unos por los otros," (1Pe 4: 8)

Una manera clave  para fomentar el amor sincero por el otro es a través de nuestras reuniones  de oración en grupos pequeños. Considerare dos  objetivos. 

Primero, debemos tratar de cultivar nuestra devoción a la oración en nuestra comunión unos con otros. La iglesia primitiva estaba dedicada a orar juntos (Hechos 2:42, 3: 1, 4:24, 12: 5, 13: 2-3). Una de las formas más importantes de compartir la vida juntos es orar juntos. Es posible que pasemos la mayor parte de la reunión del grupo pequeño compartiendo, pero una meta clave es orar juntos a la vista de lo que hacia nuestros hermanos en el primer siglo.

Un segundo objetivo, es cultivar una comunión más personal y más profunda entre sí. Normalmente, nuestra reunión de oración a mitad de semana se centra en las preocupaciones más grandes del Reino. Pero hay un lugar para ser más personal. Creemos que podemos soportar mejor las cargas de los demás (Gal. 6: 2), regocijarnos con los que se regocijan (Ro. 12:15), y orar unos por otros (Santiago 5:16) si tenemos una reunión regular en la que podemos compartir unos con otros en un nivel más personal y más profundo.

Experimentamos muchas bendiciones personales. Pero nuestras vidas también están marcadas por la lucha, la tentación, el fracaso y las necesidades. Queremos cultivar una conciencia genuina al llevar las cargas de los demás. Podríamos discutir una pregunta como "¿Cuál es la necesidad espiritual en este momento?" O "¿Por una preocupación espiritual?" Nuestro objetivo debe basarse es una comunión más profunda entre los asistentes.

"Si Satanás ha cegado y atado a hombres y mujeres ¿cómo podemos alguna vez ver las almas redimidas? Es allí donde nos toca nuestra obra. Saquear los bienes del fuerte tiene que ver con liberar a los que Satanás ha cegado y tiene atados…. Es allí donde se requiere la oración".

Buscando una participación personal como sea posible. La pequeña reunión de grupo es más como un tiempo de devoción familiar que un modelo en miniatura de un servicio de oración normal a mitad de semana, participando así todos y en las posiciones libres de oración.

El propósito es  cultivar la verdadera comunión. Que el Señor nos ayude a su Iglesias en el mundo y a esos grupos de hombres y mujeres que buscan continuamente el rostro de Dios: "¡Por encima de todo, manténganse fervientes en (nuestro) amor unos por otros"!

Literatura disponible PDF ( Click enlace) La Oración Ferviente - A. W. Pink 
Soli Deo Gloria



lunes, 31 de julio de 2017

Lo que necesitamos decirle al mundo

El Evangelio es el mensaje más importante en todo el mundo para los seres humanos. "Evangelio" significa "buenas noticias". Sin embargo, a fin de percibir el Evangelio como una buena noticia, la gente debe entender su situación personal ante Dios.

La persona que se presenta en la congregación tiene que demandar ante todo la predicación del evangelio, pues el propósito que esa persona tiene al presentarse en el lugar es oir el evangelio. Si el evangelio no se le administra en toda su pureza, sino que se le presenta adulterado, esa persona no está por ningún motivo obligada a seguir presentándose en el seno de esa congregación.

Debemos reconocer que Dios exige la perfección en lo que se hace, y cosas que no hemos podido hacer, de hecho que no podemos hacer debido a nuestra condición espiritual. Dios exige justicia. El requiere que hagamos lo que es correcto a sus ojos todo el tiempo. Dios es perfectamente justo y no puede aprobar la injusticia en absoluto, ni siquiera una vez. Las actitudes, las palabras y las acciones que comúnmente se aceptan por nosotros son severamente condenados por Dios. Cosas como: orgullo, prejuicio, tomar Su Nombre en vano, mentir (incluso los más pequeños), la codicia (incluyendo los deseos no expresados); Todas estas cosas son malas a los ojos de Dios y exigen las acciones punitivas de su justicia. Sobre todo, el fracaso de amar a Dios supremamente y con todas nuestras mentes, corazones, almas y  fuerzas, todo esto nos condena a los ojos de Dios. Dios debe ser veraz y la verdad es que Él es el único ser merecedor de amor y devoción sin reservas.

Ser condenado por Dios implica mucho más que hacer a Dios triste o perder algunas bendiciones. La condenación de Dios es la muerte, no sólo la muerte física, sino la eterna separación consciente de Él y la eterna resistencia de Su ira.

Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres, que repriman la verdad en injusticia.  Romanos 1:18 "La ira de Dios" es la realidad más terrible imaginable. La ira de Dios se está revelando ahora mismo; Pero la parte más devastadora de la ira está reservada para el Juicio final y la eternidad a seguir. Dios sólo está derramando su ira sobre la raza humana porque hemos rechazado pecaminosamente su revelación de sí mismo y hemos adorado a la criatura más que al Creador.

La "Buena Nueva" es que Dios, por su amor inmerecido por la humanidad, envió a su Hijo al mundo. Dios Hijo, eterno igual al Padre y su compañero constante, se convirtió en un humano sin pecado. Vivió delante de su Padre la vida justa requerida de nosotros. Entonces, en la mayor muestra de amor y misericordia que este mundo verá siempre, el Hijo de Dios murió en el lugar de los humanos culpables. Él permitió la culpa de personas como tú y yo ... la culpa que requiere el castigo eterno de la justicia Divina, Cristo aceptó esa culpa como el Padre le imputó a Él. Entonces recibió la ira infinita debido a esa culpa. Porque Él es Dios y posee un valor infinito, Su sufrimiento y muerte como Hombre en la cruz satisfizo (propició) la justicia y la ira de Dios. Lo que requerirá eternidad futuro para los seres humanos para satisfacer, Cristo satisfecho en un solo sacrificio, Mas Él fue herido por nuestras transgresiones, Él fue herido por nuestras iniquidades; El castigo por nuestra paz estaba sobre él, y por sus llagas fuimos sanados. Todos como ovejas nos hemos extraviado; Hemos dado vuelta, cada uno, a su propio camino; Y el SEÑOR ha puesto sobre él la iniquidad de todos nosotros.  Isaías 53: 5- 6 Dios el Padre resucitó a Cristo de los muertos porque en él se satisfizo la justicia. El hecho histórico de la resurrección de Cristo de entre los muertos demuestra que la justicia está satisfecha eternamente para todos los que creen en Cristo.

Dios también llevó a Cristo de vuelta al cielo para que intercediera por todos los que confían en él. A fin de otorgar el perdón gratuitamente a cada pecador culpable que lo invoque desde el corazón mientras se arrepiente de los pecados.

¿Reconoces que has pecado contra Dios y que te mereces su ira? Si es así, ¿por fe abrazarás a Cristo como Él te es ofrecido en el Evangelio? ¿Te apartarás de seguir tu propio camino desafiando la voluntad de Dios y  confiarás en Cristo solamente en Él para hacerte justo con Dios por la autoridad de su vida sin pecado, muerte sustituta y resurrección? Si invocáis a El, Él perdonará todas vuestras transgresiones, os reconciliará con Dios y os dará vida eterna.

Esa es la Buena Nueva. ¿Lo recibes?

Palabra fiel y digna de ser aceptada por todos: Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, entre los cuales yo soy el primero.  1 Timoteo 1:15

De éste dan testimonio todos los profetas, de que por su nombre, todo el que cree en El recibe el perdón de los pecados. Hechos 10:43
Soli Deo Gloria